chalino
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AARAI (revelación de Jehová). Uno de los valientes de David (2 S 23.35), también llamado Naarai (1 Cr 11.37).
PÁBILO Mecha de algodón u otro material, que va al centro de → Antorchas, → Lámparas y velas para que, encendida, alumbre. La expresión «pábilo que humea» (Is 42.3; Mt 12.20) puede indicar esperanza de vida; «pábilo apagado», en cambio, indica muerte (Is 43.17).
PABLO (en griego, Paulos, cf. en latín, pequeño). «Apóstol a los gentiles» (Ro 11.13) llamado también Saulo (en hebreo, pedido; → Saúl). Probablemente llevaba ambos nombres desde la niñez, pero comenzó a usar el nombre grecorromano al iniciar su ministerio entre los gentiles. Su conversión al evangelio fue una prueba contundente de la veracidad del mensaje cristiano. Sus enseñanzas han contribuido grandemente a la formación del pensamiento cristiano. Como autor, solamente lo supera Lucas en la extensión de su contribución al Nuevo Testamento. Fundó iglesias en Asia Menor, Macedonia y Grecia durante tres viajes misioneros. Trabajó ministrando en Roma y posiblemente viajó hasta España predicando el evangelio.
Fuentes
Nuestra información sobre la vida y el pensamiento de Pablo viene de Hechos y de las trece epístolas paulinas. En Hechos, Lucas no ofrece una biografía de Pablo, pero ha dejado mucha más información biográfica de la que se halla en las cartas de Pablo. Además de mencionarlo varias veces en la primera sección de su libro, Lucas dedica por completo los últimos dieciséis capítulos a Pablo. Aunque trece epístolas del Nuevo Testamento se atribuyen al apóstol, quizás haya escrito muchas más (cf. 1 Co 5.9; 2 Co 2.4; Col 4.16).
Aquí damos por aceptado que → Hebreos no es de Pablo. Pero la crítica liberal pone en tela de juicio que las → Epístolas Pastorales sean suyas basándose en lo siguiente:
1. Diferencias de estilo y vocabulario.
2. Un argumento histórico apoyado en que las Pastorales no encajan la vida de Pablo tal como esta se relata en Hechos.
Sin embargo, no podemos olvidar que Pablo tuvo uno o más secretarios que colaboraron en la redacción de cartas auténticamente paulinas como Gálatas. Además, no debemos dar por sentado que Hechos nos lleva hasta el fin de la vida de Pablo, cuando en realidad lo deja en Roma, ca. 63, y es muy posible suponer otros años más de ministerio y otra prisión antes de su muerte.
Pablo siguió el estilo epistolar de los griegos: comienza con el nombre del autor, el nombre del destinatario y un saludo. A menudo agrega a los nombres una descripción de la condición cristiana, tal como «siervo de Jesucristo», «apóstol», «amados de Dios» (Ro 1.1, 7). A veces menciona a otros con él en la salutación, sin insinuar que sean coautores, lo cual es evidente por el carácter personal de las cartas. Los griegos acostumbraban expresar también acciones de gracias, adulaciones y peticiones por la salud de los destinatarios. Tan característica es esta norma de las cartas de Pablo que su omisión en Gálatas sugiere inmediatamente la honda preocupación que motiva esta carta.
Posiblemente el apóstol haya dictado sus cartas a un amanuense (Ro 16.22), pues incluye una referencia especial cuando escribe una frase de su propia mano (Gl 6.11; Col 4.18; 2 Ts 3.17). El vigor de su estilo manifiesta lo improvisado de su manera de escribir, aunque muchos pasajes presentan una redacción más cuidadosa (por ejemplo, 1 Co 13; Flp 2.5–11) y sugieren el uso de pasajes compuestos previamente.
Las epístolas de Pablo pueden clasificarse en cuatro grupos:
1. Primera y Segunda de Tesalonicenses, escritas en su segundo viaje misionero, desde Corinto.
2. Primera y Segunda de Corintios, Gálatas y Romanos, escritas en su tercer viaje. (Reconocemos la imposibilidad de fijar con exactitud la fecha en que se escribió → Gálatas.)
3. Efesios, Colosenses, Filemón y Filipenses, llamadas Epístolas de la prisión, escritas durante el primer encarcelamiento en Roma.
4. Primera y Segunda de Timoteo y Tito, llamadas las Pastorales, la primera y la última escritas después de ser liberado de la primera prisión, y 2 Timoteo poco antes de su muerte en la segunda prisión romana.
Vida
Antecedentes
Pablo fue producto de la civilización grecorromana y del judaísmo de sus padres. Nació en la ciudad romana de → Tarso, capital de Cilicia (Hch 22.3), y aún en años posteriores se le relacionaba con esta ciudad típica de las ciudades romanas que heredaron la civilización helénica, y un notable centro de cultura (Hch 9.11, 30; 11.25). No sabemos por cuánto tiempo ni en qué grado influyó este ambiente en el joven Pablo. En Hch 22.3 se nos indica que se crió en Jerusalén, pero no aclara desde qué año. El hecho de que sus padres fueran ciudadanos de Tarso indica que había residido allí por algún tiempo e identifica a la familia con una colonia judía permanente en aquel lugar. Esto explica en parte la facilidad, dignidad y pasión de poeta que Pablo manifiesta en su manejo del idioma griego. También puede explicar su familiaridad, aunque rudimentaria y popular, con el pensamiento y la filosofía gentil.
Muchos han notado en el apóstol la universalidad y el amor a la verdad y a la investigación, que eran cualidades del griego. No solo su procedencia de una ciudad grande y culta, sino también su ciudadanía romana era motivo de orgullo para Pablo (Hch 16.37; 21.39; 22.25ss). Esta última lo libró de la injusticia y facilitó su entrada a la aristocracia del imperio. En efecto, Pablo desempeñó el papel de un caballero romano por su compostura ante gobernadores y reyes y por el respeto que estos le mostraron. Es evidente que las instituciones romanas le impresionaron hondamente (Ef 2.19; Flp 3.20), y que se había instruido en las leyes y el vocabulario forense.
Foto de Gustav Jeeninga
Estatua de Diana de los efesios, una diosa pagana de los antiguos griegos. Durante uno de sus viajes misioneros, un grupo de plateros que hacían templecillos de Diana casi atropellan al apóstol Pablo (Hch 19.1, 21–41).
Más que sus raíces farisaicas y romanas, en Pablo influyó el judaísmo. En Flp 3.5, 6 no solo se atestigua de la pureza de su linaje, sino también de su crianza en el conocimiento del Antiguo Testamento y en un hogar de habla aramea (cf. Hch 22.2). Se jacta de las estrictas normas de su vida farisaica y de su fidelidad a la Ley. Su amor a su nación y su orgullo de ser judío, aun después de ser cristiano, se ven en Ro 9.1–5 y 10.1. (→ Fariseos.)
Según la costumbre judía, debió de ingresar en la «casa de interpretación» a los quince años de edad para que le instruyeran los escribas. Su maestro fue → Gamaliel, hombre piadoso, pacífico y franco, con quien estudió a fondo el Antiguo Testamento, el griego (→ Versiones), el hebreo y los métodos exegéticos rabínicos (Hch 22.3; cf. 5.34ss). Antes de su conversión a Cristo, los líderes judíos en Jerusalén respetaban a Pablo (cf. Gl 1.14) como infatigable defensor de su fe y enemigo acérrimo del cristianismo (Hch 9.1s). Según la costumbre judía, aprendió también un oficio, la fabricación de tiendas, que ejerció a lo largo de su ministerio (Hch 18.3; 1 Co 4.12; 9.14, 15; 1 Ts 2.9).
Cronología
Son pocas las fechas relativas a Pablo que pueden determinarse con exactitud; pero ciertos datos nos proporcionan una cronología aproximada de su ministerio. La fecha más segura es la del inicio del proconsulado de → Galión de Acaya en julio de 51 d.C. (algunos opinan 52). Así pues, Pablo tiene que haber salido de Corinto antes del fin del 52. Otras fechas confirmadas son la de la muerte de → Herodes Agripa I, en 44 (Hch 12.20–25) y la de la ascensión de → Festo (Hch 24.27), en 50 ó 60. Eusebio afirma que Pablo murió durante los últimos años de Nerón, ca. 67 (→ Cronología del Nuevo Testamento).
Foto: Colección de fotografias Matson
Entrada a la calle llamada Derecha en la antigua ciudad de Damasco, Siria. Luego de su conversión, el apóstol Pablo visitó a un hombre en esta calle (Hch 9.1–19).
Conversión
A pesar de la esmerada preparación cultural y religiosa de que Dios había provisto a Pablo, le faltaba todavía la experiencia transformadora que haría de él un discípulo dedicado y apóstol fiel de Jesucristo. La importancia que para Lucas tuvo la conversión de este apóstol se ve en las tres veces que la menciona en Hechos (9.1–19; 22.5–16; 26.12–20). Pablo mismo comenta su conversión varias veces en las epístolas: iba camino a → Damasco en persecución de los creyentes, cuando Jesús se le apareció (Hch 9.1; 1 Co 15.8s). ¿Hubo antecedentes que le prepararan para tal experiencia? Posiblemente sus parientes cristianos (Ro 16.7) le testificaran de Cristo; y sin duda el valor, mensaje y martirio de Esteban le causaron honda impresión (Hch 7.1–8.1). Además, las palabras del Señor: «Dura cosa te es dar coces contra el aguijón» (Hch 26.14), sugieren que Pablo libraba una lucha interna. Que se rindió a Cristo instantánea y completamente se ve en su pregunta: «¿Qué quieres que yo haga?» (Hch 9.6). A partir de ese momento su corazón se le iluminó y aunque físicamente quedó ciego por un tiempo, lo guiaron a Damasco; dejó en el camino su orgullo y su odio.
Ministerio
Después de pasar algunos días con los discípulos damascenos, Pablo se dirigió a → Arabia (Hch 9.19; Gl 1.17s). Al regresar a Damasco, predicó con tanta eficacia que los judíos se levantaron en su contra y los creyentes tuvieron que ayudarle a escapar de la ciudad (Hch 9.20–25; 2 Co 11.32s).
A los tres años de su conversión, fue a Jerusalén para entrevistarse con Pedro y Jacobo (Gl 1.18s). Aquí los creyentes desconfiaron de Pablo, y para que lo aceptaran fue necesario que → Bernabé les confirmara la autenticidad de su conversión (Hch 9.26ss). Predicó con poder, pero volvió a surgir la oposición y los discípulos le encaminaron a Cesarea y Tarso, donde quizás estableciera iglesias (9.29ss; Hch 15.23, 41; Gl 1.21–24).
Al cabo de varios años, Bernabé, enviado a ministrar en → Antioquía de Siria, fue a Tarso en busca de Pablo y juntos regresaron para realizar después un fructífero ministerio en Siria (Hch 11.19–26). Con ocasión de una gran hambre en Judea, viajaron a Jerusalén (44 d.C.) llevando limosnas de la iglesia de Antioquía (Hch 11.27–30).
A continuación distinguimos tres viajes misioneros de Pablo, además de los encarcelamientos en Cesarea y Roma y un período de libertad y ministerio entre estos encarcelamientos. La iglesia en Antioquía separó a Pablo y a Bernabé para un nuevo ministerio. Acompañados de Juan → Marcos, salieron en el primer viaje misionero (ca. 47–48) del puerto de Seleucia hacia → Chipre, patria de Bernabé, donde ya se habían fundado iglesias (4.36; 13.4). Luego navegaron a → Perge de Panfilia y de allí Marcos regresó a Jerusalén (13.13; 15.36–41). Haciendo una gira por → Galacia del sur, establecieron iglesias en → Antioquía de Pisidia, → Iconio, → Listra y → Derbe (13.14–14.20). Regresaron por las ciudades de Asia y volvieron a Antioquía de Siria, donde informaron a la iglesia (14.21–28). Su estrategia durante esta misión en Asia fue predicar primero en la sinagoga de cada ciudad. Los judíos que aceptaban el evangelio iniciaban una iglesia. Cuando los judíos inconversos se oponían con violencia, anunciaba el evangelio a los gentiles, y así se añadían a la iglesia muchos miembros más (13.42–52).
Por esta misma época se planteó la cuestión de la actitud que debían adoptar los creyentes gentiles respecto de las leyes y costumbres judías. Algunos creyentes judíos opinaban que los gentiles tenían que circuncidarse y guardar la Ley Mosaica para ser salvos (→ Judaizantes). Viendo que esta doctrina contrariaba el evangelio de gracia, Pablo se opuso a los judaizantes e incluso le reprochó públicamente a Pedro el haberse separado del compañerismo de mesa con los cristianos incircuncisos (15.1, 2; Gl 2.11–14). (Algunos piensan que fue entonces cuando Pablo escribió → Gálatas, a las iglesias recién establecidas en la provincia política de → Galacia.)
Para resolver esta cuestión que hacía peligrar la unidad de la iglesia, un grupo de los apóstoles y ancianos se reunió en Jerusalén (49 d.C.; → Concilio de Jerusalén). Según Hch 15.23–29 en dicho concilio se decidió apoyar la doctrina paulina que eximía a los gentiles de observar la Ley de Moisés.
En el segundo viaje misionero (ca. 49–51) Pablo se hizo acompañar de Silas, y visitó de nuevo las iglesias de Asia; en Listra invitaron a Timoteo a unirse a ellos (15.36–16.5). Después de predicar en → Frigia y Galacia del norte llegaron a → Troas, donde Pablo tuvo la visión del varón macedonio y donde se les juntó Lucas el médico (16.6–10). Atravesaron Macedonia y fundaron iglesias en → Filipos, → Tesalónica, → Berea, → Atenas y → Corinto (16.11–18.17). Desde Corinto Pablo escribió 1 y 2 Ts (ca. 51) a la joven iglesia donde había tenido un breve pero eficaz ministerio hacía pocos meses (1 Ts 1.2–2.20). Después de un año y medio en Corinto, regresó a Antioquía de Siria pasando por Éfeso y Cesarea (18.18–22).
Habiendo permanecido un tiempo en Antioquía, Pablo comenzó su tercer viaje volviendo a las regiones de Galacia y Frigia, donde confirmó a los discípulos y les instruyó respecto de la ofrenda (18.23; 1 Co 16.1). Este tercer viaje misionero (ca. 53–58) tiene especial interés por el prolongado ministerio del apóstol en → Éfeso: «Todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús» (19.1–41; 20.31). Seguramente el alcance del ministerio de Pablo se extendió a través de los que se convirtieron en este importante centro comercial y cultural de la provincia de Asia. (Aunque en Hechos no se consta que Pablo haya estado preso en Éfeso, hay quienes opinan que sí lo estuvo [basándose en 1 Co 15.32; 2 Co 1.8; 6.5; 11.23 y otros textos] y que allí se escribió → Filipenses y tal vez otras Epístolas de la prisión [pero cf. más abajo]). No cabe duda que, durante su ministerio en Éfeso, Pablo se escribió con los cristianos en Corinto, comenzando con una carta que se ha perdido (1 Co 5.9; → Corinto, Epístolas a los). Cuando llegó a Éfeso la noticia de la discordia entre la congregación de Corinto, escribió 1 Co para tratar este problema y contestar las preguntas que una comisión de Corinto le había traído por carta (1 Co 7.1). Según 1 Co 16.5, Pablo pensaba pasar por Macedonia rumbo a Corinto y dirigirse después a Jerusalén. Sin embargo, parece haber cambiado de idea (2 Co 1.15ss; cf. Hch 19.21). Optó por hacer un viaje directo y breve a Corinto movido por los problemas que aquejaban a la iglesia de dicha ciudad (2 Co 5.9; 13.1). Esta visita fue infructuosa (2 Co 2.1; 12.13–13.2), por lo que, al regresar a Éfeso, envió con Tito una carta fogosa que no se conserva (2 Co 2.3s, 9; 7.8–12).
Pablo esperaba encontrarse con Tito en Troas para saber de la reacción de los corintios, pero continuó a Macedonia donde probablemente se reunió con Tito en Filipos (2 Co 2.12s). Una vez que Pablo recibió el informe de Tito, escribió 2 Co y la envió con él y otros dos hermanos (2 Co 8.16–24). Después se dirigió a Corinto, donde ministró durante tres meses (Hch 20.1–3). Gálatas quizás se escribiera en Corinto; por lo menos el énfasis que en esta epístola se pone en la salvación por gracia hace creer a muchos que se escribió poco antes de Romanos, epístola que trata de temas similares. La epístola que sí se escribió en Corinto fue → Romanos (Ro 16.1, 23; 1 Co 1.14). Luego Pablo volvió a Macedonia donde se reunió con Lucas, quien evidentemente se había quedado en Filipos en el segundo viaje (Hch 20.5 «nos»). Pasaron por Troas, → Mileto, → Tiro, → Tolemaida y → Cesarea, antes de llegar a Jerusalén (20.6–21.8).
Arresto y prisión
En Jerusalén Pablo quiso identificarse con los judíos (Hch 21.21–27); algunos judíos de Asia alborotaron a los de Jerusalén, quienes, acto seguido, procuraron matarlo (21.28–31). Las tropas romanas intervinieron para salvarlo, y Pablo se exculpó ante la multitud y ante el concilio judío (21.37–23.10). Al descubrirse que se tramaba una conspiración contra Pablo, se le trasladó a Cesarea (ca. 58). Allí presentó dos veces su defensa ante el gobernador → Félix, ante su sucesor, Festo, y ante el rey Agripa (24.2–26.32). Al fin apeló al emperador romano (25.10–12) (ca. 58–60).
Después de un viaje azaroso en el que naufragó la nave en que viajaba, llegó a la capital del imperio y permaneció prisionero durante dos años en una casa alquilada (ca. 61–63; Hch 27.1–28.31). Durante esta reclusión recibió visitas, pudiendo así continuar su ministerio; en este lapso es probable que escribiera → Efesios, → Colosenses, → Filemón y → Filipenses.
El Nuevo Testamento revela muy poco sobre el resto de la vida de Pablo, pero las escasas referencias que se encuentran en sus cartas armonizan bien con las noticias extrabíblicas. Según estas, lo pusieron en libertad y emprendió otra gira misionera (ca. 63–66). En Flp 1.25 y 2.24 reitera su deseo de visitar a Filipos. En Flm 22 declara su intención de visitar Colosas. En Ro 15.28 expresa su propósito de predicar en España. Las → Epístolas Pastorales, especialmente 2 Ti, sugieren un ministerio adicional en el Oriente. Clemente de Roma, el fragmento de Muratori y otros escritos patrísticos hablan del viaje de Pablo a España. Durante este período de libertad se escribieron 1 Ti y Tit, época en que sin duda visitó Creta (Tit 1.5), Macedonia y Asia (2 Ti 1.3; 4.13s). En 2 Ti se da a entender que lo encarcalaron de nuevo, pero esta vez por autoridades romanas hostiles al cristianismo (1.15s; 4.16s). Durante esta reclusión escribió 2 Ti en medio de circunstancias adversas (4.9–13, 21). Para entonces presentía ya la muerte (4.5–8) y no la liberación como durante la primera reclusión. Según una tradición fidedigna, → Nerón lo hizo decapitar, ca. 67.
Foto de Gustav Jeeninga
La moderna Antalya, puerto de la ciudad de Perge. Pablo y Bernabé se detuvieron en Perge durante el primer viaje misionero del apóstol (Hch 13.13–15).
Características Personales
Las cartas de Pablo no son discursos impersonales, sino llevan la impronta de las muchas y ricas facetas de su personalidad. Por otro lado, en cuanto a su apariencia física hay poca información en el Nuevo Testamento. De 2 Co 10.10 quizás se pueda deducir que su presencia personal no era muy imponente. Los actos de Pablo (obra apócrifa del siglo II) lo describen como pequeño de estatura, calvo y gordo, con cejas espesas, nariz aguileña y constitución física vigorosa, rebosante de «gracia y atractivo». En 2 Co 12.7ss Pablo insinúa que padecía de una enfermedad debilitante (cf. Gl 4.13ss), y los sufrimientos físicos que experimentó (2 Co 11.24–29) nos llevan a conceptuarlo como un hombre de enorme resistencia. No era solo teólogo teórico, sino también misionero experimentado y probado en peligros y persecución.
En lo que respecta a su personalidad, era un hombre acostumbrado al conflicto que conocía, tanto antes como después de su conversión, una vida de lucha y tensión entre principios opuestos. En Ro 7, Gl 5 y Ef 4.17–5.20 se nos demuestra cómo ponía de relieve el contraste entre carne y espíritu, ley y gracia, fe y obras, nuevo y viejo hombre, luz y tinieblas, Dios y mundo, justicia y pecado, espíritu y letra, primer y último hombre. En todas las cartas lo vemos oponerse al legalismo, al libertinaje, a la vana filosofía y a la apostasía. No entra en el conflicto por motivos personales ni por rivalidad, sino porque las tensiones involucradas afectaban la naturaleza misma del → Evangelio. Su humildad se ve en su manera de tratar el problema de las divisiones entre hermanos (1 Co 1.12s; 3.4–6).
No obstante lo anterior, no se puede decir de Pablo que, por estar en continuo conflicto, fuera un hombre confundido e inseguro. Percibía con claridad las antítesis de la doctrina y de la vida, ya que había encontrado la paz con Dios. Manifestó la tranquilidad de corazón propia de quien está completamente integrado en su personalidad, confiado en su relación «en Cristo» y contento en cualquier circunstancia (Ro 8.28, 35–39; Flp 4.4–13). Su descripción desalentadora de la criatura y la creación bajo el pecado (Ro 1.18–3.20; 8.18–22) no es la última escena del drama que narra. Pablo ve al hombre y a toda la creación como reconciliados por Cristo Jesús, sometidos a Él y unidos en Él (Ef 1.7–10; Flp 2.9ss). El individuo incorporado «en Cristo» forma parte de un plan eterno, y su vida en esta tierra la transforma el Espíritu Santo que vive en él (Col 1.26–29).
Otra faceta de su personalidad es su capacidad para crear la amistad y para prodigar su amor y cuidado al pueblo de Dios. Manda, reprocha y exhorta solo por su afecto hacia el creyente. La lista de veintisiete nombres en Ro 16 revela una pequeña parte de su círculo de amigos íntimos. En 1 Ts 2.1–12 Pablo abre su corazón para hablar de cómo había tratado con la iglesia con la ternura propia de un padre o una madre (cf. 2 Co 11.28s).
Foto de Howard Vos
Gran túmulo conocido como la tumba de Cecilia Metela (esposa de un oficial romano), estaba en la vía Apia cuando Pablo fue a Roma para presentarse ante Nerón (Hch 28.15, 16).
Todo lector atento de las cartas de Pablo se maravilla de la autoridad y convicción de sus palabras, aun cuando muchos de los destinatarios no lo conocen. No obstante, Pablo no nos parece presuntuoso. Manda en forma tan natural porque ejerce una vocación indubitable. El incidente en el camino de Damasco yace en el fondo de todos sus escritos. Sabe que Dios lo ha llamado (Ro 1.1–6) y que ha recibido la revelación divina (Gl 1.12). Siente la necesidad de predicar y enseñar lo que el Señor le ha impuesto (1 Co 9.16), y esto confiere a sus escritos una certidumbre singular.
Digno de mención es también el estilo literario muy particular de Pablo. A veces retórico como en Romanos, otras poético como en 1 Corintios 13 o muy lacónico en las instrucciones éticas; lo domina el afán de satisfacer las necesidades de los lectores. Emplea vocablos y figuras retóricas tomados de la vida militar, cortesana, deportiva y comercial que muestran que ni él ni sus lectores vivían apartados de las realidades de su cultura. No buscaba una dicción pulida y a ello se deben sus frecuentes desvíos de pensamiento y su sintaxis irregular. Le gustaba relacionarse lo antes posible con sus lectores; los interpela; les hace preguntas; pone objeciones; da respuestas. Sin embargo, no es raro que se exprese con verdadera elocuencia (Ro 8.28–39).
En el apóstol se halla una persona especialmente dotada y preparada para extender el evangelio e interpretar el cristianismo en el mundo multicultural del primer siglo. Es evidente que su iniciativa, su constancia, su férrea voluntad, su capacidad de trabajo, su tierno amor y firme esperanza provienen de su experiencia vital con Jesucristo (Gl 2.20).
Teología
Las revelaciones que Pablo recibió y las epístolas que escribió moldearon la doctrina cristiana para todos los siglos. Muchos se han esforzado por señalar la doctrina central de la enseñanza paulina. Se han sugerido:
1. La justificación por la fe, que sin duda es una doctrina básica en Pablo.
2. Su escatología, que como esperanza y móvil de su ética, también se destaca.
3. La identificación con Cristo («en Cristo») que enriquece tanto su doctrina de la iglesia.
Todos estos son conceptos clave en sus escritos, pero la misma diferencia de opinión entre los expertos atestigua que su enseñanza es tan amplia y equilibrada que la respuesta debe buscarse en una doctrina más fundamental: la doctrina de Dios. Pablo arraigó todas sus enseñanzas en la persona de Dios, el Dios viviente, soberano, revelador, iniciador y consumador de los grandes propósitos eternos que Pablo describe.
Doctrina de Dios
Pablo hace hincapié en la soberanía divina, y para ello emplea una variedad de vocablos tales como «predestinar», «escoger», «llamar», «propósito», «voluntad», «beneplácito». Esta doctrina no se basa pues, tan solo en una palabra, un concepto o un versículo. En tres pasajes extensos lo expone. Romanos 8.28s enseña que la posición y el futuro del creyente están asegurados porque este es objeto del propósito eterno de Dios. Romanos 9–11 demuestra que el futuro de → Israel no depende de su mérito ni de la generación natural, sino del ejercicio de la misericordia soberana. Aparte de este principio, ninguno recibirá bendición ni salvación. Efesios 1.1–11 revela que la elección data desde antes de la fundación del mundo, está basada en el propósito y el beneplácito de Dios y tiene como fin la gloria de Él. Dios hace sus propósitos en conformidad con sus atributos y, por tanto, su plan le glorificará más que ningún otro plan.
Hombre y pecado
Romanos comienza por comprobar la necesidad de la vida de Dios que tiene el hombre, sea gentil (→ Gentiles) que no tiene excusa porque ha sabido de Dios mediante la creación (1.18–23) y la conciencia (2.12–16), o sea → Judío que ha sido instruido en la → Ley de Dios (2.17–20) sin conformarse a sus normas (2.21–29). Cuando Adán pecó, toda la humanidad se rebeló contra Dios (5.12) y esta condición universal provocó que el hombre esté «muerto» en sus «delitos y → Pecados», «siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire» y «haciendo la voluntad de la → CARNE y de los pensamientos» (Ef 2.1ss). La condenación de Dios incluye la entrega del hombre a la inmundicia, a las pasiones vergonzosas y a una mente reprobada para que se manifieste su rebelión y su culpabilidad (Ro 1.24, 26, 28).
Foto de Howard Vos
Ruinas del tribunal en la plaza de Corinto, en donde Pablo se presentó ante el oficial romano Gayo (Hch 18.12–17).
Justificación
Como la rebelión es absoluta y universal, y la pérdida es humanamente irreparable, la solución tiene que ser divina e infinita. El evangelio que Pablo anuncia y que revela la → Justicia divina es «poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Ro 1.16, 17), y su fundamento es la muerte y la resurrección (1 Co 15.3s) de Jesucristo (Ro 1.3s), cuyo sacrificio es una sustitución y nos imputa justicia (2 Co 5.21). La muerte de Cristo, entonces, es el precio de la redención que satisface y manifiesta la justicia de Dios (Ro 3.24ss).
La → Justificación es un término legal que significa emitir un veredicto favorable, vindicar, declarar justo. Se hace posible, no porque el hombre sea justo, sino porque se le atribuye la justicia de Cristo. Pablo no se cansa de oponer la justicia propia del hombre a la justicia divina que hemos de poseer para ser aceptos a Dios (Ro 10.3; 1 Co 1.26–31; Gl 2.16; Ef 2.8ss; Flp 3.3–9; Tit 3.4–7). Por eso, solo mediante un acto de fe puede el hombre apropiarse de la obra de salvación que Dios inició y consumará.
Identificación y santificación
La vital unión del creyente con Jesucristo es un concepto central para Pablo, como vemos en la repetición de la frase «en Cristo» y otras frases equivalentes como «en Él» (por ejemplo, Ef 1.1, 3, 4, 6). Aunque esta unión se relaciona con la justificación (Ro 8.1; 2 Co 5.21; Gl 2.17), Pablo insiste en que es el motivo y la clave de una transformación creciente y completa en la vida del creyente. La unión se efectúa por el → Bautismo del Espíritu Santo, mediante el cual cada creyente es unido con Cristo y con todos los suyos (1 Co 12.13). Entonces somos identificados con Cristo en su muerte, su resurrección y su exaltación (Ro 6.1–5; Ef 2.5ss). Morimos con respecto al pecado (Ro 6.2), al mundo (Gl 6.14) y a la Ley (Ro 7.4). Resucitamos a una nueva vida, aun antes de participar físicamente de la → Resurrección (Ro 6.4s; 2 Co 5.17; Ef 2.10), y a una posición de privilegio y bendición (Col 3.1–4). La unión es tan real que «ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios» (Gl 2.20).
El ser identificado con Cristo no permite seguir las mismas corrientes de antes (Ro 6.2); hemos de despojarnos del «viejo hombre» y vestirnos del «nuevo» (Ef 4.22, 24). El habernos identificado con Cristo y por tanto el haber muerto al pecado nos libera del dominio que antes ejercía el pecado sobre nuestra vida. La puerta al dominio divino está abierta. Aun así, cabe recomendar a los creyentes ciertas normas específicas de la ética tocante a la mentira, el enojo, la honestidad, el lenguaje y la pureza (por ejemplo, Ef 4.17–5.21; Col 3.5–17). El marido y la esposa, el hijo y los padres, el siervo y su amo reciben instrucción clara (Ef 5.21–6.9; Col 3.18–25), y Flp añade a la lista de virtudes la humildad, el gozo, la oración y el contentamiento. Según Romanos, la ética abarca también la sumisión al gobierno y el repudio de la venganza (Ro 12.17–21; 13.1–7).
Evidentemente hay fuerzas que militan contra el cumplimiento de estas exhortaciones. Pablo habla de dos clases de creyentes, el «carnal» y el «espiritual» (1 Co 2.15–3.4). Describe en detalle las obras de «la → Carne», la cual es la naturaleza pecaminosa del hombre (Gl 5.19ss), y contrasta con ellas el fruto del → Espíritu (vv. 22s). El cumplir con la ética cristiana no es un logro humano; tanto la salvación como la realización de la norma divina vienen por gracia y fe. La santidad no viene de solo luchar por obedecer una ley externa, sino de llevar el fruto de la justicia que brota de dentro del ser. El Espíritu Santo no solo nos une con Cristo, sino también mora en nuestra vida para ordenarla. La parte humana consiste en someterse a su gobierno (Ro 6.13; 12.1s) y andar en Él (Gl 5.16; Ef 5.18).
Iglesia
El mismo bautismo por el Espíritu Santo que nos identifica con Cristo también nos une con todos los creyentes en un solo cuerpo espiritual (1 Co 12.13). Pablo ilustra esta unión con varias figuras: el cuerpo del cual Cristo es la cabeza (Ef 1.22s; Col 2.19), el templo en el cual Cristo es la principal piedra angular (Ef 2.20ss), la esposa y Cristo, el esposo (Ef 5.22–33). Cada miembro del cuerpo tiene su ministerio o don espiritual para la edificación del cuerpo (Ro 12.3–8; 1 Co 12.4–31; Ef 4.11ss). Esta diversidad de funciones dentro de la unidad corporal y bajo la dirección de la cabeza produce crecimiento, madurez, conformidad a la imagen de Cristo y gloria para Dios (Ef 4.12–16). Pablo fue comisionado para anunciar el misterio de la iglesia, que une al judío y al gentil en un solo cuerpo, de modo que aun los ángeles aprenden la sabiduría de Dios (Ef 3.1–12).
Esperanza
Como el Espíritu Santo participa eficazmente en la regeneración, la santificación y la formación de la Iglesia, también su presencia es la promesa y garantía de la futura herencia del creyente. Su presencia constituye «las primicias», o sea, la muestra actual de la gloria y bendición futuras en la presencia de Dios (Ro 8.23). Su presencia es el «sello» que autentica y conserva al redimido. Es «las arras» o pago inicial que promete la finalización de la obra redentora (2 Co 1.22; 5.5; Ef 1.13s; 4.30).
¿Cuál es la herencia y la esperanza del hijo de Dios? En primer lugar es la inminente venida de su Señor (1 Ts 4.16s; → Segunda Venida). En el tribunal de Cristo se juzgarán las obras del creyente previo a la entrega de galardones (1 Co 3.11–15; 2 Co 5.10), pero el aspecto de la esperanza que Pablo más destaca es la resurrección y transformación del → Cuerpo (Ro 8.23; 1 Co 15.51s).
La extensa discusión de esta doctrina en 1 Co 15 fundamenta la esperanza de nuestra resurrección en la resurrección corporal e histórica de Jesucristo (vv. 1–28). Al hablar de las cosas finales, Pablo hace hincapié en que durante los últimos días la cristiandad se apartará de la verdad y negará aun estas doctrinas que él ha anunciado a la Iglesia (1 Ti 4.1ss; 2 Ti 3.1–5). Pero aun así, los que efectivamente hayan sido redimidos por Cristo tendrán una confianza inquebrantable ante su juez (Ro 8.31–39).
Bibliografía:
IB, pp. 354–367. DBH, col. 1383–1401. CBSJ V, 46.1–45; 79.1–166. BC VI, pp. 227–250. A.T. Robertson, Épocas en la vida de Pablo, Casa Bautista, El Paso, 1937. F.B. Meyer, Pablo, siervo de Jesucristo, Casa Bautista, El Paso, 1935. H. Metzger, Las rutas de San Pablo en el Oriente griego, Barcelona, 1962. A. Brunot, El genio literario de San Pablo, Taurus, Madrid, 1959. C.H. Dodd, ¿Qué significa Pablo hoy?, La Aurora, Buenos Aires, 1963. L. Cerfaux, Jesucristo en San Pablo y la iglesia en San Pablo, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1959 y 1960. W.K. Grossouw, Breve introducción a la teología de San Pablo, Paulinas, Buenos Aires, 1963. J. Maritaim, Pensamiento vivo de San Pablo, Losada, Buenos Aires, 1959.
PACIENCIA (en hebreo, erek). En el Antiguo Testamento es la capacidad de soportar el sufrimiento y el mal (Job; Pr 25.15; cf. 15.18; 16.32), pero, más profundamente, designa la naturaleza del gobierno divino (Éx 34.6; Nm 14.18; Sal 86.15; 103.8; Jl 2.13). Dios es paciente incluso con quienes merecen castigo (Os 11.8; 2 P 3.9), y les ofrece una nueva oportunidad (Ro 9.22; Lc 13.1–9, 34) y tiempo para arrepentirse (Ro 2.14ss; 2 P 3.9).
Los cristianos deben reflejar la paciencia divina (Mt 18.26, 29; 1 Co 13.4, 7; Gl 5.22; Ef 4.2).
En la relación con los demás (makrothymı́a) deben poseer la firmeza para no dejarse provocar ni reaccionar con ira. Con respecto a las circunstancias adversas o de prueba, la paciencia (hypomoné) consiste en esperar persistentemente y mantener la fidelidad (Ro 5.3; 1 Co 13.7; Stg 1.3; Ap 13.10). No es simple resignación, sino firmeza varonil (1 Ts 1.3; Heb 12.1–3). Cristo es modelo de paciencia, y esta, finalmente, es un don de Dios (Ro 15.5; 2 Ts 3.5) garantizado por la victoria de la cruz.
PACTO Convenio que expresa la relación especial de Jehová con su pueblo y resume la forma y estructura de la religión bíblica en ambos testamentos. La palabra hebrea (berit) aparece 285 veces en el Antiguo Testamento y la palabra griega (diatheke) 33 veces en el Nuevo Testamento; ambas se traducen «pacto».
Pactos Humanos
El pacto siempre es un acuerdo mutuo entre dos o más socios que los vincula y obliga a una reciprocidad de beneficios y obligaciones. No solo lo vemos en pactos bilaterales, sino también concertados entre grupos (Jos 9.15; Abd 7). El Antiguo Testamento da varios ejemplos de pactos humanos:
Compromiso matrimonial
El matrimonio es un pacto (Mal 2.14; Ez 16.8).
Relaciones familiares
A través de un pacto, Jacob y Labán entran en relaciones familiares (Gn 31.44–54).
Relaciones de amistad y compromiso de unión para la vida
En un pacto, Jonatán sella con un regalo la dádiva de su propia vida a su amigo David (1 S 18.1–4; 20.4–17).
Promesa de buenas relaciones
y obligaciones sociales mutuas
Abimelec e Isaac hicieron un pacto de no agresión (Gn 26.23–33).
Reconocimiento de una propiedad
Abimelec y Abraham hacen un pacto en el que se asegura que Abraham es dueño de un pozo (Gn 21.22–34).
Compromiso de apoyo político
Abner se compromete con David para luchar por hacerlo rey de todo Israel (2 S 3.12–21).
Compromiso de liberación de esclavos
Sedequías se compromete con los ricos de Judá a liberar a sus esclavos (Jer 34.8–22).
Tratado de un rey vasallo con un rey soberano
El rey de Judá se sometió al rey de Babilonia (Ez 17.11–21).
Concepto Teológico En El
Antiguo Testamento
Adán
Aunque la palabra no se usa en Gn 1–3 ni aparecen todos los elementos tradicionales, el Antiguo Testamento se refiere una vez a la relación establecida entre Dios y → Adán como a un pacto (Os 6.7). Se estableció con Adán no solo como individuo, sino como representante de todos los hombres (Ro 5.12ss). El sábado fue la señal de este pacto (Éx 31.12–17).
Muchos teólogos suelen hablar del pacto adámico como «un pacto de obras». Sin embargo, sería más exacto calificar el pacto adámico como pacto de «obediencia», puesto que Dios, como el «Dios de toda gracia» (1 P 5.10), manifiesta su gracia en todas sus obras (Sal 145.13b, 17, BJ), pero exige obediencia de Adán (Gn 1.29–31; 2.9, 16). La obediencia que Dios espera del hombre debe ser consecuencia de la confianza (fe) en Él y su Palabra (Heb 11.6; cf. Gn 3.1ss), y debe expresarse en la obediencia (Gn 1.28; 2.15–17; 3.11, 17). El pacto con Adán incluyó también su ubicación en un lugar escogido (→ Edén, Gn 1.27; 2.8) y poder creador para producir una descendencia santa (Gn 1.26–28; 2.18–25; 3.15; 5.1–3; cf. 4.1ss).
Noé
El primer uso de la palabra pacto (berit) aparece en relación con → Noé en Gn 6.18 e implica beneficios para toda su familia. Este pacto se desarrolla en Gn 9.1–17 donde se aplica a toda la descendencia de Noé y a todo ser viviente. En este caso la gracia prometida no depende de una buena comprensión o respuesta positiva por parte de todos los beneficiados. Es un pacto eterno cuya señal es el arco iris (Gn 9.12, 13). Está arraigado en la gracia divina (Gn 6.8; 9.1–3); requiere una fe que se exprese en obediencia (Gn 9.4–6; Heb 11.7) y la responsabilidad de producir una descendencia santa (Gn 9.1, 7); es eterno (Gn 9.12, 16) e implica una bendición universal (Gn 9.1, 11, 16s). Se puede considerar como una renovación del pacto con Adán y un avance del pacto salvífico con Abraham (Is 54.9, 10; 1 P 3.20, 21).
Abraham
En el pacto con → Abraham, renovado con → Isaac y → Jacob, tenemos la expresión clásica del pacto divino (Gn 3.16–18), y se transmitió por dos tradiciones (Gn 15; 17). Las bendiciones prometidas incluyen: (1) Una descendencia santa y numerosa; (2) la posesión de la tierra de → Canaán; y (3) la reconciliación con Dios.
La tercera promesa se expresa en Gn 17.7: «Yo seré tu Dios y el de tu descendencia después de ti», y muestra que, como en los casos de Adán y Noé, el pacto divino no se limita a la relación entre Dios y el individuo que originalmente recibe las promesas. Sin embargo, la exclusión de Ismael (Gn 17.18–21) y Esaú (Ro 9.6–13) muestra que aun en el Antiguo Testamento la descendencia física no garantiza el cumplimiento automático de todas las bendiciones prometidas en el pacto. Las promesas se cumplen para «los hijos de los hijos», pero con la condición de que posean una actitud de fe hacia Dios y estén calificados como «los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra» (Gn 17.9; Sal 103.17, 18; Ro 4.13).
Génesis 17 acentúa el hecho de que el pacto con Abraham es eterno (vv. 7–9, 13, 19; cf. Gl 3.16–18; Heb 13.20), y establece la → Circuncisión como señal del mismo. Aunque en el pacto con Abraham resalta el requisito de la fe, permanece vigente la necesidad de la obediencia como expresión ineludible de una fe sincera (Gn 12.4; 17.1; 18.19, BJ; Heb 11.8, 17–19). Aunque el pacto con Abraham es particular y limitado, el contexto muestra que (cf. Adán y Noé) Dios tenía propuesta una bendición universal (Gn 12.3; Hch 3.25).
Israel
El mediador del pacto que Dios hizo con el pueblo de Israel en Sinaí fue → Moisés. Este pacto constituía una renovación y desarrollo del pacto con Abraham (Gn 15.13–21; Éx 2.23, 24; 3.15–17; 6.4–8; 32.13; Lv 26.40–45; Dt 4.29–31; Sal 105.8–11, 41–45; 106.45). La continuidad esencial de este pacto con el anterior se destaca en los siguientes elementos:
1. Es un pacto arraigado en la gracia divina (Dt 9.4–6; Ez 16.1–14; 20.4–8).
2. Insiste en una actitud de fe por parte del hombre (Éx 30.4, 31; 14.31; Nm 14.11; 21.9; Dt 1.31; 9.23; Heb 11.23–29).
3. Requiere que la fe se exprese en una obediencia radical y de todo corazón (Éx 19.5, 6; 20.2ss; 24.7; Dt 6.4, 5; 10.16).
4. Siempre incluye la reconciliación espiritual con Dios como promesa fundamental del pacto (Éx 6.7; Dt 29.12, 13).
5. Espera como cosa normal una descendencia santa (Dt 6.7; 29.29; 30.6), aunque esto nunca es automático (Dt 32.5, 6, 15ss; etc.).
6. Mantiene como meta final la bendición universal (Éx 19.5, 6; cf. 1 P 2.9; Nm 14.21).
Los principales elementos nuevos (de «caducidad» o «desarrollo») en el pacto con Israel se encuentran en que: (1) por primera vez Dios establece su pacto con una nación (descendiente de Abraham, Éx 1.1–7); (2) se multiplican y desarrollan las estipulaciones del pacto en la → Ley (Éx 20; Dt 32) hasta convertirse en la constitución de la nueva nación.
David
El pacto que hizo con → David desarrolla la antigua promesa de una descendencia santa (Gn 3.15; 17.7, etc.). Se anuncia en 2 S 7.12–17; 1 Cr 17.10–15 y se recuerda con júbilo en Sal 89.3, 4, 26–37; 132.11–18; cf. 2 S 23.5. En última instancia es mesiánico (Is 42.1, 6; 49.8; 55.3, 4; Mal 3.1; Lc 1.32s; Hch 2.30–36). El → Siervo de Jehová se llama «pacto» en Is 42.6, puesto que incorpora todas las bendiciones y cumple todas las estipulaciones. El pacto davídico marca un desarrollo particular dentro del contexto general del pacto mosaico y no se debe considerar totalmente paralelo con aquel.
El «nuevo pacto»
El nuevo pacto prometido en Jer 31.31–34 es otra renovación del pacto con Abraham e Israel. Su continuidad con los pactos anteriores se muestra en los siguientes hechos:
1. Es un mismo Dios que establece el pacto (vv. 31–33).
2. Se hace con un mismo pueblo (vv. 31–33).
3. Las estipulaciones abarcan esencialmente la misma Ley antigua (v. 33).
4. La promesa fundamental es una misma: «Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo».
Los nuevos elementos en la renovación del pacto recalcan:
1. Una interiorización más profunda de la Ley (cf. Dt 6.6, 7; Sal 37.31).
2. Una nueva fuerza moral e interior que resulta del nuevo pacto (cf. Ez 36.27; Ro 8.38s).
3. Un nuevo concepto sobre la universalidad del conocimiento de Dios entre su pueblo (Jer 31.34, → Sacerdote).
Concepto Teológico En El
Nuevo Testamento
La promesa de un nuevo pacto (o sea, una renovación decisiva y final del pacto eterno) se cumplió en → Jesucristo (2 Co 1.19, 20). Como el segundo Adán (1 Co 15.45ss) e imagen de Dios (Col 1.15), Cristo cumple con los requisitos del pacto por parte de todos los hombres y así renueva la imagen divina en el hombre (Ro 5.12–21; 2 Co 3.18). Cristo forma su Iglesia en la que nada puede prevalecer (Mt 16.18), y nos somete a un lavamiento con agua vivificadora e inmortal, como en el caso de Noé (1 P 3.20s).
En Cristo se cumplen las promesas del pacto hecho con Abraham (Lc 1.54, 55, 72–75) y con David (Lc 1.68–71) y las estipulaciones del pacto mosaico con Israel (Mt 5.17, 18). El nuevo pacto se funda en la sangre de Cristo, su → Mediador (Heb 12.24), quien identificó este pacto (Lc 22.20; 1 Co 11.25) con el pacto eterno (Mt 26.28; Mc 14.24, BJ).
Puesto que el nuevo pacto representa una confirmación del pacto eterno, las promesas y provisiones fundamentales de los pactos anteriores permanecen vigentes ((Ef 2.12; 2 Ti 3.15–17). El → Pueblo de Dios todavía se llama «Israel» (Gl 6.16), y se desarrolla a partir del núcleo de judíos creyentes (Ro 11.1–6). Sin embargo, del → Olivo se desgajan a los judíos incrédulos y se injertan (Ro 11.7–24) y hacen miembros de la familia de Dios (Ef 2.11–22) a los gentiles creyentes. Sigue en efecto el deber de levantar una descendencia santa (Tit 2.14; 1 P 2.9), y ahora este deber incluye la labor evangelizadora (Mt 28.19, 20; 1 Co 4.15; etc.; cf. Dt 6.7–9).
El nuevo pacto se destaca sobre todo por el gran desarrollo del ministerio del → Espíritu Santo (Hch 2; 2 Co 3.4–18; etc.). Hebreos explica la superioridad del nuevo pacto (9.16, 17), y tanto allí como en Gl 3.15–17 la garantía del pacto es la muerte de Cristo, «porque el testamento con la muerte se confirma». Su finalidad también se acentúa por el uso del concepto de un → «Testamento», que es otro significado del griego diatheke (→ Circuncisión; Bautismo).
Bibliografía:
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PADAN-ARAM (en hebreo, llanura de Aram). Nombre dado a la Mesopotamia superior en la región de Harán, al norte de la confluencia de los ríos Habur y Éufrates. Abraham habitó en esta región antes de pasar a Canaán. Estando en Canaán ordenó que le buscaran esposa a Isaac en Padan-aram. Jacob también habitó allí cuando huyó de Esaú (Gn 25.20; 28.2; 31.18; Dt 23.4; Jue 3.8).
PADÓN (redención). Padre de una familia de sirvientes del templo que volvieron con Zorobabel después de la cautividad (Esd 2.44).
PADRE Apelativo que aparece en la Biblia no solo en su sentido propio y estricto, sino también en sentido más amplio, como sinónimo de antepasado, fundador o causa. En el padre se encarna y centra la unidad de la familia, y por tanto muchas veces se alude con él a la «casa paterna» (Gn 34.19). También se da el nombre de padre al abuelo (Gn 28.13), a los antepasados o al que inicia una estirpe genealógica (Éx 12.3; Mt 3.9; 23.30). En sentido metafórico se habla del padre de la lluvia (Job 38.28) o se le llama «padre» a un bienhechor (29.16). También puede referirse a un sabio (Pr 1.8; cf. Is 19.11), a un maestro o consejero. Se usa además como título para personas a las que se desea honrar (por ejemplo, 2 R 6.21; Mt 23.9). En el Nuevo Testamento a los miembros más viejos de la comunidad cristiana se les llama padres (1 Jn 2.13, 14).
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento Dios se revela como padre de Israel. Dios mismo se proclama padre del pueblo (Éx 4.22; Os 11.1–4), por ello Israel se dirige a Dios como a su padre (Is 63.16; 64.8).
En el Nuevo Testamento se destaca la paternidad de Dios respecto de Jesús, quien cumple o realiza lo mejor de la reflexión judía acerca de la paternidad de Dios. Por ello el Nuevo Testamento nos habla de Dios como «padre de nuestro Señor Jesucristo» (Ro 15.6; 2 Co 1.3; 1 P 1.3). Mediante Jesucristo el creyente puede dirigirse a Dios como «Padre nuestro» (→ Abba).
PAFOS Ciudad en el límite occidental de Chipre, cuyo gobernador romano → Sergio Paulo, se convirtió durante la visita que hicieran Pablo, Bernabé y Marcos en su primer viaje misionero (Hch 13.6–13). La antigua Pafos (fundada por los fenicios ca. 1184 a.C.) estaba a 3 km de la playa. Era el sitio de un famoso templo de Venus, deidad llamada a menudo «la diosa de Pafos» porque, según la tradición, este era el sitio donde había salido del mar. La nueva Pafos, que fue la que visitó Pablo, se hallaba en la costa, a unos 16 km de la antigua ciudad. Era le sede del procónsul romano.
PAGANO Seguidor de un falso dios o una religión ocultista; uno que se deleita en los placeres sensuales y bienes materiales. Después de regresar de la cautividad, Esdras y Nehemías llevaron a cabo una fuerte campaña contra la práctica del matrimonio entre israelitas y mujeres paganas (Esd 10.2, 10–18, 44; Neh 13.26–27, 30). Por lo general, en la Biblia este término se aplica a los que no son judíos. El interés de Dios en los paganos se pone de manifiesto en el libro de Jonás y en el Antiguo Testamento (→ Gentiles).
PAGIEL (Dios interviene). Príncipe de la tribu de Aser durante la peregrinación por el desierto (Nm 7.72; 10.26). Pagiel ayudó a realizar el primer censo de Israel.
PAJA Caña de trigo, cebada y otros cereales, después de seca y despojada del grano. Los hebreos la utilizaban como pasto para sus ganados (Gn 24.25, 32; Jue 19.19; 1 R 4.28; Is 11.7; 65.25), y los egipcios para hacer adobes, mezclándola con el → Barro (Éx 5.7, 10–13, 16, 18). En la Biblia el término también se usa en forma figurada para significar inconsistencia y poco valor de las cosas (Job 21.18, 19; cf. 1 Co 3.12 BJ, HA). En ese mismo sentido se utilizan los términos → «Tamo» (Is 29.5; Os 13.3; 17.13, etc.), «hojarasca» y «estopa» (Abd 18).
PAJARILLOGorrión.
PÁJAROAve.
PALABRA DE DIOS Frase que aparece en el Antiguo Testamento 394 veces (NBD) y se refiere a la comunicación de Dios con el hombre. Por ser la palabra el vehículo con que se expresan los pensamientos, es el medio más común con el que Dios revela y realiza sus propósitos. De ahí que frases como «la Palabra de Jehová vino a mí» (Jer 1.11), «vino la Palabra de Jehová a ... Ezequiel» (1.3), «Palabra de Jehová que vino a Oseas» (1.1), etc., sean características de los libros proféticos.
La Palabra de Dios es una extensión de su personalidad. Luego, está investida de autoridad divina y deben respetarla y obedecerla tanto los ángeles como los hombres (Dt 12.32; Sal 103.20). La Palabra de Dios es permanente (Is 40.8) y tiene que cumplirse (Is 55.11).
En el Sal 119 la frase se usa como sinónimo de «la ley», por tanto se refiere a la palabra escrita, aunque en casi todos los otros casos la «palabra de Dios» se refiere a una comunicación hablada. Este doble uso se explica en Éx 24.4 donde se dice que Moisés puso por escrito las palabras que había oído de Jehová. Además, en algunas ocasiones la Palabra de Jehová venía mediante → Visiones. Por ejemplo: «la Palabra de Jehová ... lo que vio sobre Samaria y Jerusalén» (Miq 1.1; cf. Abd 1.1; Nah 1.1).
En el Nuevo Testamento la frase «palabra de Dios» solo en pocas ocasiones denota algo escrito. Por ejemplo, en Mc 7.13 se refiere a la Ley que los judíos anulaban por su tradición y en Jn 10.35 al Sal 82.6. Pero la frase nunca se usa para referirse al conjunto de los libros del Antiguo Testamento, ni mucho menos a toda nuestra Biblia. Los libros del Antiguo Testamento se identifican más bien con el término «las → Escrituras».
En el Nuevo Testamento la frase «palabra de Dios» (logos tou theóu) generalmente denota un mensaje predicado, sobre todo el del evangelio o el cristiano en general, predicado por Cristo y sus apóstoles (Lc 5.1; 8.11, 21; Hch 6.2; Ef 6.17; Heb 6.5; 13.7; 1 P 1.23). En este sentido a veces se emplean las frases «la palabra del Señor» (1 Ts 1.8; 2.13; 2 Ts 3.1) y «la palabra de Cristo» (Col 3.16; Heb 6.1; cf. «las palabras del Señor Jesús» en Hch 20.35; 1 Ti 6.3). Ocasionalmente la Palabra de Dios parece comprender toda la voluntad o el propósito de Dios (Lc 11.28; Ro 9.6; Col 1.25; Heb 4.12).
En los escritos de Juan se halla un uso distinto de «palabra» o más bien del vocablo griego logos. Se emplea como título del Hijo de Dios, y se traduce → «Verbo» en la mayoría de las versiones (RV, NC, Str., HA, BC). Si Dios se reveló mediante la palabra hablada, ¿cuánto más no habría de revelarse mediante la Palabra encarnada? Este es el argumento de Heb 1.1, 2 y corrobora lo dicho en Jn 1.18. «A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo ... Él le ha dado a conocer» o, siguiendo literalmente el griego: «Él ha hecho una exégesis de Él».
PALACIO Residencia de un rey u otro personaje importante. Consistía por lo general de un grupo de edificios fortificados alrededor de un patio cerrado. Reyes, gobernadores y sumos sacerdotes vivían en palacios que, a la vez, servían como centros de administración.
La casa del rey David en Jerusalén era lujosa y tenía paredes de cedro (2 S 7.2; 5.11, 12), pero fue Salomón el que construyó el primer palacio oriental propiamente dicho. Empleó artesanos del rey Hiram de Tiro, e hizo de la «casa del bosque del Líbano» su palacio (1 R 7.2). En alas distintas construyó una vivienda privada para él y otra para la hija del faraón con la que se había casado. Este palacio era la residencia oficial de los reyes de Judá y sobrevivió a la destrucción de la ciudad por los babilonios en 581 a.C.
Omri, rey del reino del norte, comenzó la construcción de su palacio en el monte de Samaria. Su hijo Acab lo agrandó para Jezabel, su reina extranjera, y lo embelleció con adornos de marfil (1 R 22.39; Am 3.15; 6.4). Los asirios lo destruyeron en 722 a.C. y los arqueólogos han descubierto sus ruinas.
Foto de Howard Vos
Excavaciones del castillo, o fortaleza, de Herodes el Grande, mostrando en primer plano el lugar de los jardines reales.
Herodes el Grande, rey vasallo de los romanos en tiempo del nacimiento de Jesús, construyó un magnífico palacio en Jerusalén, otro como casa de invierno en Jericó y un refugio en Masada cerca del mar Muerto.
PALAL (Dios juzga). Hijo de Uzai (Neh 3.25). Ayudó a Nehemías a reparar los muros de Jerusalén después de la cautividad.
PALESTINA Nombre derivado de la palabra «filisteo», que los comerciantes griegos (unos siglos a.C.) dieron a la faja de tierra entre la costa oriental del mar Mediterráneo y el desierto arábigo.
Geografía General
Accidentes geográficos
Empezando por el oeste, hay cuatro accidentes geográficos principales que atraviesan Palestina de norte a sur:
1. La llanura marítima que interrumpe el monte Carmelo, la cual es estrecha en el norte, pero amplia en la llanura de Sarón y más aun en Filistea hacia el sur. En el sur, las colinas de menor elevación que se hallan entre las llanuras marítimas y las montañas se conocen como la Sefela.
2. La cordillera central (hasta 1.400 m en la Alta Galilea y 700 m en la Baja Galilea), que se interrumpe con el valle de Esdraelón (Jezreel), va desde la llanura marítima hasta el valle del Jordán. De allí sigue la cordillera con las montañas de Samaria y Judea hasta el Neguev al sur.
3. La hendidura del Jordán, que empieza al pie del monte Hermón, pasa por Merom (68 m sobre el nivel del mar), desciende al mar de Galilea (208 m bajo el nivel del mar), y sigue por el valle del Jordán hasta el mar Muerto (392 m bajo el nivel del mar). Esta misma depresión geológica, llamada el Arabá, continúa hacia el sur hasta el golfo de Aqaba.
4. La Transjordania, que es una meseta alta y llega hasta el desierto sirio-arábigo, la atraviezan varios valles que corren del este hasta el Jordán.
Palestina formaba el puente entre la civilización de Egipto y las de Mesopotamia y Asia Menor. Servía como encrucijada internacional, y fue el lugar propicio para Israel con su misión reveladora del mensaje de Dios.
El desierto de Judea cerca de Jerusalén, mostrando la tosca topografía de esta región al sur de Palestina.
Rutas
Cinco rutas principales cruzaban de norte a sur esta pequeña tierra:
1.La de los emperadores, que partía de Damasco, pasaba por el lado sur de Merom, tocaba la orilla occidental del mar de Galilea, atravesaba la llanura de Esdraelón para luego seguir la costa hasta Egipto. Fue la ruta más usada por los ejércitos de los grandes imperios.
2. La «carretera del rey» que partía también de Damasco y corría por la meseta de Transjordania hasta llegar al golfo de Aqaba.
3.La de las alturas de Judá que unía los pueblos principales de Judá e Israel.
4.La del «Peregrino» que servía a las caravanas arábigas, bordeando el desierto al extremo oriental de Transjordania.
5.La del Arabá, que servía de enlace entre → Elat y Judá subiendo por el → Acrabim.
La cordillera central brindaba una protección natural para la parte central y oriental del país. Solo por el valle de → Jezreel (Esdraelón) había una carretera por donde podía atravesar un ejército enemigo.
Foto de Werner Braun
La estéril y montañosa región del oriente de Palestina conocida como el desierto de Judá, con el mar Muerto en el fondo.
Clima Y Vegetación
Aunque es pequeña, Palestina cuenta con gran variedad de climas. Las partes desérticas se encuentran en Transjordania, el sur de Judea y el Neguev. Hay solo dos estaciones: el verano de mayo a septiembre, cuando cae muy poca lluvia, y el invierno de octubre a abril. En el norte (y a veces hasta en Jerusalén) cae nieve en el invierno. Las diferencias de altura causan grandes cambios de temperatura, pero predominan los vientos del oeste (del mar Mediterráneo) y dan un clima templado y saludable al país. Durante los cambios de estaciones pueden soplar vientos tórridos del sudeste.
Las diferencias de relieve y temperatura también provocan que la flora de Palestina sea variada. Debido a la escasez de agua, antiguamente la cebada era un producto más importante que el trigo. En tiempos antiguos la región estaba sembrada de extensos bosques, pero el paso de las muchas poblaciones ha provocado la erosión y la pérdida de fertilidad por la tala de árboles. Los propios israelitas ayudaron a talar los bosques (Jos 17.18). En las áreas semidesérticas la agricultura exigía una cuidadosa conservación del agua y, no obstante esto, siempre estaba amenazada por el descuido o las incursiones de pueblos nómadas.
Foto de Gustav Jeeninga
El arroyo de Hasbani al norte de Palestina, uno de los tributarios del río Jordán, con el monte Hermón en el fondo.
Historia
La época preisraelita
Cerca del monte Carmelo se han encontrado restos humanos antiquísimos y aún es posible descubrir en varias partes de Palestina huellas de poblaciones de los períodos paleolítico, mesolítico y neolítico. En Jericó hubo un pueblo ca. 7000 a.C.
Durante el tercer milenio, a.C., Egipto tuvo cierta influencia sobre Palestina. Desde ca. 2300 a.C. se hicieron presentes los amorreos y empezando por el año 1900 entraron los cananeos. Llegaron también otros como los horitas, jebuseos e hititas. Políticamente Palestina estaba formada por muchas ciudades-estado. De 17:30 a 1580 los hicsos (una aristocracia guerrera) controlaron Palestina y aun Egipto. En XVI y XV de nuevo dominaron los egipcios, después de echar a los hicsos; sus ejércitos llegaron hasta el Éufrates, pero desde el siglo XVI su hegemonía sobre Palestina disminuyó excepto por períodos breves. En los siglos XIII y XII por la costa entraron los pueblos del mar (→ Filisteos), y por el sur y el este los israelitas.
La época de Josué a Salomón
Los muchos estados pequeños que integraban Palestina le dificultaron la conquista a Josué. Al terminar los israelitas sus campañas, aún quedaban sin conquistar Jebús, Ajalón, Saalbim y Gezer en el sur, las ciudades amuralladas a los lados de Esdraelón, así como Dor, Aco y Aczib en la costa septentrional y Bet-anat en la Alta Galilea (Jue 1.31–33).
Mientras el ejército se mantenía unido, Israel estaba seguro, pero al irse cada división a su patrimonio los enemigos que no habían sido aniquilados se levantaban nuevamente. Simeón y Rubén casi desaparecieron. Manasés y Gad continuaron su vida pastoril. Dan emigró al norte (Jue 18) y, por una guerra civil (Jue 19–21), Benjamín quedó casi exterminado. Poco antes del establecimiento de la monarquía los filisteos se extendían hasta tal grado en Palestina que Israel apenas mantenía independientes las tribus de la cordillera (1 S 7.11–14; 13.16–23; 1 Cr 11.16).
Poco antes de iniciarse la Edad de Oro parecía que Israel iba a desaparecer. Los enemigos asediaban por todos lados. Los filisteos tenían avanzadas en los pueblos israelitas. Saúl, como caudillo libertador, salvó a Jabes de Galaad de los amonitas, triunfó sobre los filisteos en Micmas y encabezó campañas contra los moabitas, los edomitas y contra Soba en el norte (1 S 14.47). Desgraciadamente la guerra civil (con su yerno David) lo debilitó mucho. Los filisteos se reconstituyeron y, subiendo por la costa, entraron por Esdraelón, atacaron y vencieron a Saúl (1 S 28.1; 31).
David como conquistador y estadista reconoció que había un antagonismo persistente entre Judá y las tribus del norte. Escogió a Jebús como capital (la cual no pertenecía a ninguno de los dos grupos) y allí fundó Jerusalén, la ciudad de David (2 S 5.6–10).
Después de unificar a Judá e Israel, David subyugó a los filisteos y ensanchó el territorio hasta que por fin la nación tuvo la extensión que Dios había prometido a Abraham (Gn 15.18): desde las orillas del río Éufrates en el norte, hasta el golfo de Aqaba en el sur. Edom, Moab, Amón y Soba fueron conquistados, y Filistea, Gesur y Hamat avasallados por David (2 S .
Salomón mantuvo las fronteras durante la primera parte de su reino. Dividió el país en doce distritos para poder controlar su gobierno y tener suficientes obreros, pero eximió de ciertas obligaciones a su propia tribu, Judá. Naturalmente, esto despertó los viejos celos.
La época del reino dividido
Apenas murió Salomón las tribus del norte se separaron de Judá. Luego las dos pequeñas naciones perdieron los territorios anexos. Su extensión geográfica cambiaba de año en año. Primero, vino Sisac de Egipto y les quitó 156 lugares; luego también Israel peleó contra Judá. Como consecuencia se establecieron dos nuevos «lugares santos», uno en Bet-el y otro en Dan. Más tarde, Siria, que estaba en su apogeo, casi extermina a ambas naciones.
En el tiempo de Jeroboam II el poder de Siria decayó e Israel se fortaleció desde Hamat hasta el Golfo de Aqaba. Uzías levantó en Judá una cadena de fortalezas. Por primera vez en la historia, la costa filistea quedó firmemente en manos hebreas.
Sin embargo, en el norte ya se levantaba Asiria, país cruel y poderosísimo. Entre 732 y 722 a.C., Asiria acabó con Siria e Israel, y solo Judá se salvó haciéndose su vasallo. Judá quedó tan reducida que en un mapa general apenas se ve. Jerusalén y los pueblos en derredor parecían granos de trigo entre dos piedras de moler: Egipto y Babilonia. Por fin, 586, los babilonios acabaron con Jerusalén.
Foto de Howard Vos
Las planicies y el exuberante oasis de Jericó en la región de las llanuras al norte del mar Muerto.
Desde el cautiverio hasta Cristo
Desde el cautiverio hasta la época del Nuevo Testamento muchos colonos paganos fueron a Palestina. Se mezclaron con los paganos circunvecinos y con los israelitas de menor importancia que no fueron deportados (→ Samaritanos). Otros judíos fundaron colonias en Egipto. Cuando, durante la dominación persa, Nehemías y Esdras volvieron a reedificar Jerusalén, el territorio que ocuparon era apenas 50 km2.
Desde este pequeño → Remanente, los judíos se extendieron por el sur y por el norte. Pero en la época de la dominación griega Palestina se tornó en un campo de batalla entre los tolomeos de Egipto y los seleucos de Siria. Los → Macabeos lograron restablecer la configuración política y religiosa judía, pero desafortunadamente perdieron el mando como consecuencia de luchas intestinas. Llegaron los romanos y ocuparon el territorio.
Foto de Howard Vos
Una costa estéril en la isla de Chipre cerca de Pafos, una ciudad que el apóstol Pablo visitó (Hch 13.6–13).
Época novotestamentaria
Cuando nació Jesús, Palestina era conocida nuevamente como entidad geográfica. La gobernaba el aborrecible idumeo → Herodes el Grande, quien se había hecho «judío», pero era rey solamente por consentimiento de los emperadores romanos. Al morir este el territorio se dividió entre tres de sus hijos. En todo este tiempo una alianza de diez ciudades griegas (→ Decápolis) se mantenía aparte de la política de Palestina, → Arquelao no pudo gobernar en Judá y esta parte, junto con Samaria, se puso en manos de gobernadores romanos. Galilea y Perea correspondieron a → Herodes Antipas. Traconite e Iturea, al norte de Decápolis, las gobernó → Herodes Felipe.
Ya en el tiempo de Pablo, los romanos concedieron a → Herodes Agripa I gobernar como rey sobre todos los territorios desde Iturea hasta Judá. Sería el ocaso de Palestina hasta que el nuevo Estado de Israel se fundara en 1948 d.C. Al morir inesperadamente Agripa I, los romanos despojaron a Agripa II, su hijo, de todo el territorio menos Traconite. Los nacionalistas judíos se levantaron entonces contra los romanos y Tito se vio obligado a asolar Jerusalén en 70 d.C. Sin embargo, no cesó la rebeldía. En 135 d.C., después de la rebelión de Bar-Kochbá, los romanos arrasaron nuevamente a → Jerusalén y sobre las ruinas levantaron una ciudad pagana.
Bibliografía:
IB, pp. 225ss. Bright, Historia de Israel, pp. 27–31, 35, 45s. Ricciotti, Historia de Israel. VD I, pp. 189–206.
PALMERA El único tipo de palmera que se conoce en el mundo bíblico es la phoenix dactilifera, conocida comúnmente como palma datilera (en hebreo, tamar; en griego, foenix). Es una planta delgada y alta cuyas flores masculinas y femeninas nacen en diferentes árboles. Crece en los oasis del desierto de Sinaí (Éx 15.27; Nm 33.9), en la zona costera al sur de Gaza y en el «redondel del Jordán» (depresión jordánica cerca del mar Muerto) en las inmediaciones de Jericó, a esto se debió que a este lugar se le llamara «ciudad de las palmeras» (Dt 34.3, 4; Jue 1.16; 3.13; 2 Cr 28.15). Otras ciudades (Gn 14.7; Jue 20.33; 1 R 9.18; Ez 47.19; 48.28; Hch 27.12) recibieron este nombre por la abundancia de palmeras y por el culto que se le daba a esta planta.
La palmera es una planta cuyos usos han participado del desarrollo de los pueblos antiguos. Sus frutos y ramas se utilizaban en las fiestas religiosas, sobre todo en la Fiesta de los Tabernáculos, por el énfasis campestre de esta fiesta (Lv 23.40; Neh 8.15; Jn 12.13; Ap 7.9). Con los dátiles se hacían tortas y las hojas servían para elaborar cierto material sobre el cual escribir.
La palmera se utilizó también en la ornamentación del templo (Ez 40.22, 31, 34). Su figura se usó en la decoración arquitectónica (1 R 6.29, 32). Asimismo, apareció en las monedas de la época helenística. Su nombre se utilizó como nombre propio femenino (2 S 13.1). Es símbolo de victoria y regocijo (Jn 12.13; Ap 7.9), de abundancia y longevidad, debido a que vive hasta 200 años (Sal 92.12–14). Se empleó en la poesía hebrea para cantar la belleza de la esposa (Cnt 7.7, y para adornar los relatos bíblicos (Jue 4.5).
PALMO (en hebreo, zeret). Medida equivalente a la distancia entre los extremos del dedo pulgar y el meñique con la mano extendida, o sea ca. 22.5 cm o medio codo (Éx 28.16; 1 S 17.4). El «palmo menor» (en hebreo, topakh; Éx 25.25; 1 R 7.26) era igual al ancho de la base de los cuatro dedos, ca. 7, 5 cm.
Foto de Ben Chapman
Palmeras al sur de Palestina. Las hojas de las palmeras se usaban como símbolo de paz y victoria (Jn 12.12–13; Ap 7.9).
PALOMA Ave doméstica común en Palestina. Se menciona por primera vez en Gn 8.8–12. Se usaba en los sacrificios prelevíticos (Gn 15.9) y se incluyó en la legislación mosaica como víctima aceptable; se prescribía directamente (Lv 1.14; 12.6; Nm 6.10) o se aceptaba en sustitución de otras víctimas (Lv 5.7; 12.8; 14.21, 22; Lc 2.24). El uso cultural motivó que se criara en grandes palomares e incluso se comerciara con ella en el templo (Mt 21.12).
En la poesía se menciona frecuentemente el plumaje de la paloma (Sal 68.13; Cnt 1.15; 4.1), su extenso vuelo (Sal 55.6; Os 11.11) y su arrullo lastimero (Is 38.14; 59.11; Ez 7.16; Nah 2.7). Las palomas silvestres se mencionan en Jer 48.28 y Cnt 2.14. Proverbialmente «ser como paloma» significa sencillez y falta de malicia (Os 7.11; Mt 10.16). El relato de Mt 3.16 ha hecho de la paloma un símbolo del Espíritu Santo.
PALOMA, ESTIÉRCOL DE En 2 R 6.25 aparece este término aplicado a uno de los alimentos que se consumía en tiempos de hambre. Se trata de un tipo de lenteja común semejante al estiércol de paloma.
PALTI Nombre de dos hombres en el Antiguo Testamento.
1. Uno de los doce hombres que envió Moisés a espiar en la tierra de Canaán (Nm 13.9).
2. Hijo de Lais, de la tribu de Benjamín, a quien Saúl le dio a su hija Mical, que amaba a David (1 S 25.44). También se le llama Paltiel (2 S 3.15).
PALTIEL Nombre de dos hombres en el Antiguo Testamento.
1. Hijo de Azán, de la tribu de Isacar (Nm 34.26). Paltiel ayudó a Josué a dividir la tierra al oeste del Jordán.
2. Hijo de Lais, de la tribu de Benjamín (2 S 3.15). Se trata del Palti No. 2.
PÁMPANO Sarmiento o rama de la → Vid. Término que en la RV traduce el vocablo griego klema de Jn 15.1–6, donde se emplea como figura del cristiano y su relación con Cristo. El pámpano deriva de la cepa de la vid la savia que hace posible que produzca uvas; así el cristiano deriva de Cristo, con quien está unido orgánicamente y de quien viene la vida y la fuerza que le capacitan para llevar fruto.
PAN La palabra pan se registra por primera vez en las Sagradas Escrituras para indicar la totalidad del alimento necesario para el hombre (Gn 3.19). En un sentido más específico, el pan preparado a base de flor de harina se menciona en el banquete que → Abraham ofreció a los tres viajeros que pasaron frente a su tienda (Gn 18.1–8).
Desde épocas remotas el pan se ha considerado como artículo indispensable en la vida del hombre. Los hebreos utilizaban especialmente el pan de → Cebada (2 R 4.42), y pareciera que el pan de → Trigo se considerara un lujo, puesto que se enviaba como un presente muy especial (Gn 45.23). También era frecuente la preparación de pan a base de harina de varios cereales (Éx 4.9). La búsqueda del pan material como alimento básico y general ha servido para elaborar expresivas figuras en cuanto a la búsqueda de los valores espirituales (cf. Gn 25.34; Éx 16.3). Llegó a ser proverbial afirmar que «no solo de pan vivirá el hombre» (Dt 8.3; Mt 4.4). Cristo alimentó a una inmensa multitud con los panes que un niño tenía (Jn 6.9), milagro que parece haberse repetido ante algo más de cuatro mil personas (Mt 15.32–39; Mc 8.1–10).
En los días del Antiguo Testamento el pan se elaboraba en casa (Gn 18.6; 1 S 8.13; Jer 7.18), pero con el tiempo esta industria se desarrolló tanto que hubo necesidad de panaderos profesionales (Gn 40.2; Jer 37.21; Os 7.4). El obsequio de pan a los viajeros era un símbolo de hospitalidad entre los hebreos (Gn 18.5). También eran frecuentes los banquetes de amistad, donde no podía faltar el pan (Gn 31.54). La costumbre de dar pan a los pobres era también común en aquellos días (Pr 22.9; Is 58.7; etc.).
El → Maná que alimentó a los israelitas en el desierto fue llamado «pan del cielo» (Éx 16.4). Se ofrecían panes como ofrenda (Éx 23.14–18), y también se empleaban algunos en el santuario como un arreglo especial llamado los «panes de la proposición» (→ Pan de la proposición; Nm 4.7; 1 S 21.6, etc.). Cristo habló del pan, lo presentó como representativo del alimento espiritual (Jn 6.22–72) y lo dio como símbolo de su cuerpo al instituir la Santa Cena (Mt 26.17–29). En la oración del Padrenuestro se nos enseña a pedir a Dios «el pan de cada día» (Mt 6.11).
PAN DE LA PROPOSICIÓN En el Lugar Santo del → Tabernáculo, y posteriormente del → Templo, había una mesa hecha de acacia, cubierta de oro, sobre la que se hallaban doce panes «de la proposición» ordenados en dos hileras de a seis (Éx 25.23–30; Lv 24.5–7). La traducción literal del hebreo de esta frase es «panes de la cara» (es decir, «cara» de Dios). Para los hebreos este pan estaba en la presencia de Dios en el tabernáculo. También se le llamaba «pan continuo» (Nm 4.7) y «pan sagrado» (1 S 21.6).
Preparados de flor de harina con sal e incienso, pero sin levadura, debían comerlos solamente los sacerdotes que tenían que renovarlos cada sábado (Lv 24.8; 1 S 21.6). Su significado simbólico es algo incierto por la falta de indicaciones precisas. Sin embargo, puede afirmarse que representan típicamente, como señal del pacto, la comunión del pueblo con Dios.
Jesús en su discusión con los fariseos aprueba la conducta del sacerdote Ahimelec, quien en un caso de necesidad entregó una parte de estos panes al hambriento David (Mt 12.4ss).
El rito de los panes de la proposición continuó hasta la destrucción del segundo templo.
PAN SIN LEVADURAPascua.
PANAG Palabra que solo aparece en Ez 27.17. Para algunos significa bálsamo, perfume, mijos, dulces o algún producto desconocido que los judíos exportaban. Otros la consideran el nombre de una región y traducen la frase «trigos de Minit y de Panag».
PANDERO Muchas naciones antiguas parecen haber poseído diversos instrumentos musicales de percusión de tamaño reducido, fáciles de portar. De estos seguramente derivan los panderos y tambores actuales, de forma redonda; los antiguos eran rectangulares y cuadrados, especialmente entre los egipcios, quienes los usaban para acompañar las lamentaciones en los funerales. Los asirios quizás los usaran suspendidos del cuello a través de una cuerda, y golpeaban solamente la superficie superior. Probablemente algunos panderos antiguos tenían pequeñas campanillas, platillos de metal o castañuelas insertadas en el marco. No eran desconocidos para los árabes y griegos.
Entre los hebreos, el pandero o tamborín era un pequeño tambor hecho de un aro de madera y probablemente dos pieles. Su antigüedad es evidente por la mención en Gn 31.27 y en Job 21.12. Por lo general, era ejecutado por mujeres, y marcaba el ritmo usado para el canto y las danzas. Siempre aparece asociado con manifestaciones de alegría (Is 24.8), o los momentos de júbilo por victorias nacionales (Éx 15.20; Jue 11.34; 1 S 18.6); en conmemoraciones o acontecimientos religiosos (2 S 6.5) y en banquetes (Is 5.12). No se menciona entre los instrumentos del primero ni del segundo templo, a pesar de aparecer en los Salmos (68.25; 81.2; 149.3; 150.4).
PANFILIA Distrito en la costa sur de Asia Menor, limitado al norte por el monte Tauro, al oeste por Licia, al este por Cilicia y al sur por el mar Mediterráneo. Su capital era → Perge y su puerto principal → Atalia. Estrictamente, consistía en un valle de 128 km de largo y 32 de ancho, que yacía entre el Tauro y el mar. Después del 74 d.C., Panfilia designaba a una provincia romana que incluía parte de la región montañosa, área perteneciente a Pisidia. Allí residía una colonia judía (1 Mac 15.23; Hch 2.10).
En su primer viaje misionero, Pablo y Bernabé pasaron por Perge de Panfilia, donde los abandonó Juan Marcos (Hch 13.13). De regreso predicaron en Perge y se embarcaron en Atalia en viaje hacia Antioquía (Hch 14.24ss).
PAÑAL Lienzo cuadrado que, doblado cuidadosamente, se usa para cubrir al niño recién nacido (Lc 2.7, 12). Entre los hebreos, cuando un niño nacía, era costumbre bañarlo, frotarlo con sal y luego acostarlo sobre un pañal. Se cambiaba varias veces al día para asear al niño y frotarlo con aceite.
PAÑOSudario.
PAPELPapiro.
PAPIRO Arbusto acuático, cultivado en pantanos y estanques en todo el Antiguo Egipto, pero especialmente en el delta del Nilo (Is 35.7). Hoy día se halla a orillas del Nilo Azul y del Blanco, en el valle del → Jordán, y en los pantanos de Hule al norte del mar de Galilea. Tiene sus raíces en el lodo (cf. Job 8.11); su caña, gruesa y triangular de 6 cm de lado, se eleva entre 3 y 6 m y produce flores largas, abiertas en umbela. Las raíces eran comida de pobres. De la fibra de la caña se confeccionaban sandalias, vestidos, arquillas (Éx 2.3) y hasta barcos (Is 18.2).
Desde ca. 3000 a.C. se escribía en Egipto sobre una especie de papel producido del papiro por un proceso especial. Desprendida la corteza, se cortaban las fibras interiores en tiras de 32 a 36 cm de largo y estas se ponían lado a lado, sobre una base de madera dura. Otras tiras se superponían transversalmente y mediante presión, a veces con la ayuda de agua o almidón, se pegaban. Una vez pulidas y ablandadas, estas hojas de papiro blanco duraban bastante tiempo. Tratadas con aceite se van poniendo amarillas con el tiempo.
Foto de Willem A. VanGemeren
Varios tallos de papiro, planta semejante a la cañas usada para hacer un tipo primitivo de papel en tiempos bíblicos.
Unas veinte hojas de papiro pegadas entre sí formaban una tira larga que podía enrollarse. Su ancho variaba, pero el promedio era de 25 cm. El costo del material era elevado y su venta era monopolio del rey en la época grecorromana. Para escribir sobre el papiro había reglas definidas. En Egipto se escribía sobre las fibras horizontales y la escritura en columnas se orientaba de la derecha hacia la izquierda, comenzando por la parte inferior. Los espacios se aprovechaban para agregar otros textos. A veces se lavaba un rollo para usarlo de nuevo; este proceso era llamado palimpsesto (raspado de nuevo). Un gremio de escribientes profesionales producía copias de los decretos gubernamentales, correspondencia diplomática, textos judiciales, documentos de impuestos y censos, contratos matrimoniales, partidas de nacimiento, defunción y divorcio, negocios, cartas oficiales y privadas, literatura en prosa y poesía, etc. Este gremio se ponía al servicio del público, que en general no sabía leer ni escribir.
Muchos libros bíblicos se escribieron sobre papiro, pero son pocos los documentos que se conservaron así. Del siglo VIII a.C. existe un palimpsesto en hebreo con una lista de nombres, y del siglo II a.C. un fragmento de Dt 5 y 6. Entre los documentos extrabíblicos en hebreo nos han llegado del siglo II d.C. unas cartas del jefe guerrero Bar-Kochbá. Se han conservado también varias cartas en arameo de militares judíos de Elefantina (Egipto, siglo V a.C.). De la LXX han sobrevivido muchos fragmentos, algunos de ellos se remontan hasta el siglo II a.C. El Nuevo Testamento se escribió en rollos y hojas sueltas hasta el siglo III d.C. (cf. 2 Ti 4.13). Las cartas breves como Flm, 2 Jn y 3 Jn cabían en una sola hoja, mientras otros libros necesitaban rollos de diferente largo: para Romanos, 3, 95 m; para Marcos, 5, 70; y para Hebreos, 9, 60. Las copias se escribían con todo esmero, bajo dictado. Aunque han desaparecido los originales, quedan copias fragmentarias a partir del siglo II d.C., y copias completas que datan solo a partir del Concilio de Nicea (325 d.C.) cuando Eusebio de Cesarea recibió orden de facilitar a las iglesias un texto oficial del Nuevo Testamento. Parece que el centro de tal trabajo editorial fue Egipto hasta el siglo IV.
Foto de Gustav Jeeninga
La isla Elefantina en el río Nilo cerca de Asuán, Egipto. Una serie de papiros arameos y ostracones escritos por una colonia de judíos que estuvieron asignados allí durante la era Persa, se encontró en este lugar.
De los 241 manuscritos sobre papiro del Nuevo Testamento, el fragmento más antiguo hallado hasta ahora es el P 52 (llamado John Rylands), nota escrita entre 100 y 120 d.C. en Egipto, con Jn 18.31–33 en el anverso y vv. 37, 38 en el reverso (→ Juan, Evangelio de). Después hay restos que datan de ca. 200–220 d.C.: El Papiro Bodmer II, que contiene Jn 1–14 en 108 hojas; el Papiro Chester Beatty con los Evangelios y Hch en 30 hojas; y el Papiro Chester Beatty con Ro, Heb, 1 y 2 Co, Gl, Ef, Flp y Col en 86 hojas. Posteriormente se conoció otra forma de encuadernación, más barata y cómoda: el códice, con sus hojas fijadas en un lomo. Este formato permitía abrir el libro en vez de desenrollar el rollo, y facilitaba reunir en una unidad los cuatro Evangelios y Hechos, en otra las cartas de Pablo, y en otra lo demás.
Desde tiempos muy remotos, pues, existían colecciones bíblicas (→ Canon del Nuevo Testamento) e interés misionero en la producción y difusión de estas, y se andaba en busca de un texto común para todas las iglesias (→ Texto del Nuevo Testamento). El estudio sistemático de los papiros bíblicos que han aparecido y su comparación con papiros seculares comenzó en 1896 con los trabajos de Grenfell y Hunt en Egipto. La papirología ha arrojado mucha luz sobre el idioma → Griego y el sentido de ciertos términos difíciles.
Bibliografía:
DBH, col. 1428–1432. EBDM V, col. 854–870. INT, pp. 68–72. CBSJ V.
PARÁBOLA (en griego, comparación). Traducción en la LXX del término hebreo mashal, que comprende desde los dichos cortos, sentenciosos y enigmáticos, llamados → Proverbios o máximas (1 S 10.12; 24.13; Mc 7.14–17; Lc 4.23) hasta la → Alegoría elaborada (Jue 9.7–15; Mt 13.3–9; Jn 15.1–9), el símil (Mt 23.27; Mc 4.30–32) y el cuento corto o largo (2 S 12.1–4; 14.6; 1 R 20.39; Is 5.1–6; Mt 13.33; 21.33–41). En muchos de los dichos de Jesús es obvio que se asoma una parábola (por ejemplo, Mt 11.27). La parábola, pues, es un símil elaborado donde el relato, aunque ficticio, es verosímil, en contraste con la fábula.
Su Uso
La parábola es un método llamativo de enseñanza indirecta que provoca el pensamiento; es de fácil asimilación y las aplicaciones que el oyente hace resultan inolvidables. La discusión entre Jesús y los discípulos en Mt 13.10ss revela el propósito del método. El fin de Jesús no es esconder sino revelar (Mc 4.33s), pero los misterios solo pueden percibirse cuando la mente está abierta hacia Dios (Mt 11.25s). David comprendió su falta cuando Natán le contó un mashal (2 S 12.1–13). Siempre en la parábola hay un elemento sorpresivo y novedoso que llama a la reflexión e inspira la decisión. Muchas parábolas se proponen entablar la discusión.
LAS PARÁBOLAS DE JESÚS:
Parábolas que solamente aparecen en el Evangelio de Mateo
El trigo y la cizaña     (13.24–30)
El tesoro escondido     (13.44)
La perla de gran precio     (13.45–46)
La red     (13.47–50)
El siervo inmisericorde     (18.21–35)
Los obreros en la viña     (20.1–16)
Los dos hijos     (21.28–32)
Las bodas     (22.1–14)
Las vírgenes prudentes y las insensatas     (25.1–13)
Los talentos     (25.14–30)
Parábolas que solamente aparecen en el Evangelio de Marcos
La semilla que crece     (4.26–29)
El portero vigilante     (13.32–37)
Parábolas que solamente aparecen en el Evangelio de Lucas
Los deudores y el acreedor     (7.40–47)
El buen samaritano     (10.25–37)
El amigo que vino a medianoche     (11.5–8)
El rico necio     (12.13–21)
El siervo fiel y el siervo malvado     (12.35–48)
La higuera estéril     (13.6–9)
La torre incompleta     (14.25–34)
La moneda perdida     (15.8–10)
El hijo perdido     (15.11–32)
El mayordomo injusto     (16.1–13)
El amo condescendiente     (17.7–10)
La viuda persistente     (18.1–8)
El fariseo y el publicano     (18.9–14)
Las minas     (19.11–27)
Parábolas que aparecen en Mateo y Lucas
Los dos constructores     (Mt 7.24–27; Lc 6.47–49)
La levadura     (Mt 13.33; Lc 13.20–21)
La oveja perdida     (Mt 18.10–14; Lc 15.1–7)
Parábolas que aparecen en Mateo, Marcos y Lucas
La lámpara y el almud     (Mt 5.15–16; Mc 4.21; Lc 8.16)
Remiendo nuevo en vestidos viejos     (Mt 9.16; Mc 2.21; Lc 5.36)
Vino nuevo en odres viejos     (Mt 9.17; Mc 2.22; Lc 5.37–39)
Una casa dividida contra sí misma     (Mt 12.25–29; Mc 3.23–27; Lc 11.17–22)
El sembrador     (Mt 13.1–23; Mc 4.1–20; Lc 8.4–15)
La semilla de mostaza     (Mt 13.31–32; Mc 4.30–32; Lc 13.18–19)
Los labradores malvados     (Mt 21.33–41; Mc 12.1–12; Lc 20.9–18)
La higuera     (Mt 24.32–35; Mc 13.28–31; Lc 21.29–33)
Parábolas que aparecen solamente en el Evangelio de Juan
El pan de vida     (Jn 6.32–58)
El pastor y las ovejas     (Jn 10.1–18)
La vid y las ramas     (Jn 15.1–8)
Su Interpretación
Cada parábola contiene un mensaje central, que se toma de la vida cotidiana y se replantea de tal manera que nos permite entender una experiencia humana básica más allá de la comprensión intelectual. Por ejemplo, ¡cuánta alegría nos causa encontrar algo valioso que se nos ha perdido! Volver a ver a una persona amada después de una ausencia nos mueve a celebrar, en especial si esa persona estuvo durante tal ausencia en peligro de muerte o enferma. Esto es lo que pasa cuando Lucas 15.1ss nos cuenta tres parábolas en donde, en un orden que va cambiando la cantidad en cualidad, pasa de la perdida de una oveja (1 de 100), a la de una moneda (1 de 10), y al fin, a la de un hijo (1 de 2).
Esta experiencia de encontrar lo perdido cobra valor teológico en Lucas 15. Según la narración de Lucas, Dios es como un padre que celebra la vida de sus hijos, pero que sufre y se angustia cuando estos se alejan para andar quizás en malos pasos. Cuando el hijo regresa, el padre se alegra, como se alegra Dios por cada pecador que regresa a su familia.
Si vamos a ver, Lucas no tiene que explicarnos lo que se siente cuando perdemos algo que consideramos importante. Eso lo sabemos, tenemos la experiencia acumulada de años de pérdidas y encuentros. Tampoco nos tiene que explicar cuánta alegría nos da encontrar lo que perdimos, pues lo hemos vivido muchas veces. Lo que Lucas nos dice, y que probablemente no sabíamos o nunca lo hubiésemos pensado así, es que los mismos sentimientos cruzan el corazón de Dios.
No debemos caer en la trampa de alegorizar (→ Alegoría) las parábolas, es decir, tratar de encontrar un mensaje oculto detrás de cada palabra del relato. Al estudiarlas, debemos buscar el punto central y comprender a partir de allí la totalidad del relato.
Foto de Gustav Jeeninga
Ovejas en la ladera de una colina. Muchas veces Jesús usó tales escenas de la vida diaria para ilustrar verdades espirituales, como en su parábola de la oveja perdida (Mt 18.10–14).
Su Mensaje
Como parte integral de la proclamación de Jesús, las parábolas enfocan en general el → Reino de Dios, con cierto énfasis en el aspecto escatológico (Mc 1.15). Hay por lo menos tres aspectos en el desarrollo de este tema:
1. La inminencia del Reino provoca una crisis en la vida del pueblo de Dios: el destino eterno de los hombres va a decidirse y Jesús, conocedor de lo ineludible del inminente juicio, previene sobre el momento crucial que vive su nación (Lc 12.16–20; 12.57–59; 14.16–24; 16.1–8; 16.19–31, etc.).
2. Sin minimizar la suerte de los que rehúsan ser participantes del Reino, Jesús subraya el gozo escatológico que la venida del Reino trae para los tristes y oprimidos (por ejemplo Lc 15.1–32). Claramente explica que la misericordia de Dios en favor de los hombres no descansa en las buenas acciones de estos (Lc 17.7–10), sino en la gracia (Mt 20.1–16).
3. La inminencia del Reino demanda que los hombres se arrepientan para entrar en él (Lc 15.17ss; 18.9–14) y manifiesten fe (Mt 7.9–11), amor y obediencia (Mt 21.28–30; Lc 19.12–27). La sinceridad de estas actitudes se expresa en actos concretos (Mt 7.15–20) que muestran una devoción indivisible (Mt 6.24) y una debida disposición con el prójimo (Mt 5.38–42; 18.23–35; Lc 10.30–37).
Las parábolas de Jesús no solo muestran su extraordinaria creatividad en la enseñanza, sino que constituyen un permanente desafío a los deberes éticos y cristianos para los hombres de todos los tiempos.
Bibliografía:
J. Jeremías, Interpretación de las parábolas. Estella Navarra, Editorial Verbo Divino, España, 1971. L. Cerfaux, Mensaje de las parábolas, Madrid, Fax, 1969. J.A. Mackay, Mas yo os digo, México, Casa Unida, 1964. T.W. Manson, O ensino de Jesús, Aste, São Paulo, 1965. R.C. McQuilkin. Explícanos... Editorial Caribe, San José, 1964.
PARACLETO (en griego, el llamado, el auxiliador). Descripción de Jesucristo y del Espíritu Santo en los escritos juaninos. Aunque Paracleto tuvo originalmente un sentido pasivo (cf. latín advocatus que significa → Abogado), Juan lo usa en sentido activo, como «el protector», «el que fortalece» o, si traducimos con menos exactitud, «el consolador».
En 1 Jn 2.1 «Paracleto» describe a Jesucristo y lleva la acepción particular de «intercesor». Como justo (cf. la descripción del → Siervo de Jehová en Is 53.11), Cristo establece una nueva relación entre su pueblo y Dios, rogando por él y representándolo ante el trono divino (cf. Heb 7.25–28).
Aun durante su ministerio terrenal, Jesús defendía a los que creían en Él (por ejemplo, al ciego de nacimiento en Jn 9.35–39). Por consiguiente, Jesús mismo era un Paracleto, y al prometer el socorro del → Espíritu Santo le llama «otro Paracleto» (Jn 14.16). Este auxiliador, identificado en Jn 14.16, 26 y 15.26 con «el Espíritu de verdad» o «el Espíritu Santo», es una persona (nótense los pronombres y adjetivos masculinos en el griego de 14.16, 16 y 16.13, a pesar de que el vocablo «Espíritu» es neutro en griego). Su presencia en el creyente, hecha posible por la glorificación de Jesucristo (16.7), es reveladora del Salvador. Además, el Paracleto actúa entre los incrédulos; ante el actual tribunal de Dios realiza un proceso misterioso de acusación y convicción (16.8–11).
Bibliografía:
DBH, col. 1436–1439.
PARAÍSO Palabra de origen persa (que significa parque, jardín, huerto), cuyo equivalente hebreo es pardes y griego es parádeisos.
A veces pardes aparece traducida «bosque» (Neh 2.8) o «huerto» en RV (Ec 2.5), pero en Cnt 4.13 se traduce paraíso. Por otra parte, en pasajes como Is 51.3 paraíso es traducción del hebreo gan (jardín). En Gn 2.8 de la LXX este término, gan, que se refiere al → Edén, se traduce parádeisos. En el Antiguo Testamento paraíso no adquiere todavía el significado escatológico que tiene en la teología judaica posterior y en el Nuevo Testamento.
Los judíos asociaban la palabra paraíso con el huerto del Edén. Luego llegaron a creer que los justos al morir iban a un lugar similar al paraíso. Ya en el rabinismo desarrollado el paraíso podría significar: (1) el huerto original del Edén; (2) la morada temporal de los justos muertos entretanto llega la resurrección, o 3) el huerto, morada eterna de los justos. Por otro lado, los rabinos creían que la gehenna era la morada de los injustos (→ Seol).
La palabra paraíso aparece solamente tres veces en el Nuevo Testamento. En Lc 23.43, Jesús promete al ladrón arrepentido que irá al paraíso ese mismo día, indicando así que es el lugar al que iban provisionalmente los justos al morir. El mismo concepto se halla en la parábola del rico y Lázaro, pero se vale de la figura del → «Seno de Abraham» (Lc 16.23). En 2 Co 12.2ss, Pablo identifica el tercer → Cielo con el paraíso. Luego, en los últimos capítulos de Apocalipsis es prominente la idea de un hermoso huerto eterno para los justos, pero no se usa la palabra paraíso.
Bibliografía:
DBH, col. 1439–1444.
PARALÍTICO Enfermo de carácter neurológico de diverso origen que adolece de falta de sensibilidad o de movimiento en su cuerpo. En la Biblia se mencionan distintos tipos de parálisis:
1. Parálisis de evolución crónica, por ejemplo, la del paralítico de Capernaum que sus amigos bajan desde el techo (Mc 2.1–5).
2. Parálisis de evolución aguda, por ejemplo, el caso del mozo del centurión de quien Mateo dice «que yacía en casa paralítico, gravemente atormentado» (8.6) y Lucas refiere que «estaba a punto de morir» (7.2). Se supone que en este caso podía tratarse de una infección tetánica. Un episodio de parálisis pasajera, atribuida a un castigo divino, es el caso del rey → Jeroboam que fue fulminado súbitamente por una parálisis del brazo por haber amenazado a un profeta, pero fue restablecido tan pronto como se arrepintió de su acción (1 R 13.4–6). Es probable que se tratara de una neurosis orgánica, hoy bien estudiada (cf. Zac 11.17).
PARÁN Desierto adonde llegaron los israelitas al abandonar el Sinaí, guiados por la columna de nube (Nm 10.12).
Allí estaba → Cades-barnea (Nm 13.26). Números 33.36 parece identificar Parán con el desierto de Zin, pero en la LXX este versículo reza: «Salieron del desierto de Zin y acamparon en el desierto de Parán, que es Cades». Compárese con Gn 14.6, 7 que menciona «la llanura de Parán» (El-parán, BJ) en la región de Seir y Cades, «junto al desierto», aunque algunos identifican El-parán con Elat.
A Parán llegaron Agar e Ismael, luego que fueron echados de la casa de Abraham (Gn 21.21). Hadad, huyendo de Salomón, pasó por Parán en camino a Egipto (1 R 11.17, 18). En cuanto a 1 S 25.1, algunos prefieren el texto de la LXX que reza «Maon» en vez de Parán, lo cual cuadra mejor con lo que sigue en el v. 2. No se ha podido identificar el monte de Parán mencionado en Dt 33.2 y Hab 3.3, si es que se refieren a un monte particular y no a la región en general.
PARED INTERMEDIA Barrera en el templo de Jerusalén que se levantaba entre el atrio de los judíos y el atrio de los gentiles. A los gentiles se les prohibía cruzarla. De hacerlo, la pena era de muerte. Pablo usa la «pared intermedia» como símbolo de lo que distinguía legalmente a los judíos de los gentiles. Cristo eliminó tal distinción (Ef 2.14).
PARENTELA Conjunto de todo género de parientes. En la Biblia parentela se refiere comúnmente a los parentescos por consanguinidad (por ejemplo, Gn 12.1; Jos 6.23; Hch 7.14), reservando → «Casa» para las relaciones más amplias (por ejemplo, Ez 2.5) y figurativas (por ejemplo, Heb 3.6).
PARMENAS (fiel). Uno de los siete diáconos que escogió la iglesia de Jerusalén para que ayudarán a los apóstoles en la distribución de los alimentos a los necesitados (Hch 6.5).
PAROS Nombre de dos hombres en el Antiguo Testamento.
1. Israelita cuyos descendientes regresaron con Zorobabel de la cautividad (Esd 2.3; Neh 7.8).
2. Uno de los que firmó el pacto con Nehemías de guardar la Ley (Neh 10.14).
PARTERA Mujer que ayudaba en el parto. La más extensa referencia bíblica a las parteras señala a dos, → Sifra y → Fúa (Éx 1.15–21). Ambas, por temor a Dios, desacataron el mandato del rey de Egipto de que destruyesen a los hijos de las hebreas. Por su actuación, Dios los recompensó (Gn 35.17; 38.28).
PARTIA, PARTOS Región al sur del mar Caspio que formó parte del Imperio Persa, y luego del de Alejandro y sus sucesores, los seléucidas (→ Cronología Intertestamentaria). A mediados del siglo III a.C., los partos se rebelaron bajo la dirección de Arsaces I y fundaron un imperio que llegó a tener límites semejantes a los del viejo Imperio Persa. Por esta razón, los romanos, y tras ellos la historiografía occidental en general, le dieron el nombre de «Imperio Persa», aunque sería más exacto llamarlo «Imperio Parto». Los descendientes de Arsaces reinaron hasta mediados del siglo III d.C.
El único lugar en que la Biblia menciona a los partos es Hch 2.9. Se trata probablemente de judíos de la → Dispersión que vivían en el Imperio Parto, y que habían regresado a Jerusalén para las fiestas. Desde sus primeros años, el cristianismo se difundió entre los partos. Cuando Constantino abrazó el cristianismo, esta expansión se detuvo, pues los partos, enemigos acérrimos de los romanos, comenzaron a perseguir a los cristianos e hicieron todo lo posible por detener la expansión de la fe.
PARUSÍASegunda Venida.
PARVAIM Lugar de donde se importó oro para la ornamentación del templo de Salomón (2 Cr 3.6). Su situación geográfica aún es incierta. Algunos sugieren Farva en Yemen.
PASAS Uvas secas. Se utilizaban mucho en la Tierra Santa, especialmente en los viajes (1 S 25.18; 30.12; 2 S 16.1). Con → Uvas pasas se hacían tortas muy apetecidas (2 S 6.19; Os 3.1). Era manjar prohibido para los → Nazareos (Nm 6.3).
PASCUA Principal → Fiesta de los judíos. Se celebraba juntamente con la Fiesta de los Panes sin Levadura, y se prolongaba siete días. El nombre viene del vocablo hebreo pesakh, que literalmente significa «pasar por alto» o «encima», y figuradamente «preservar», «mostrar misericordia». Los principales pasajes bíblicos en los que se narran la institución y el mandato de la Pascua son Éx 12.1–28; Lv 23.1, 2, 4–8 y Dt 16.1–8.
La Pascua conmemora para los israelitas su propia liberación (→ Libertad) realizada por la intervención divina, y el día en que Jehová Dios los sacó de la esclavitud en Egipto, por mano de Moisés, para introducirlos en Canaán, la tierra de promisión. Sin embargo, la Pascua no recordaba solo la liberación en sí, sino también al cordero o víctima del sacrificio, cuya sangre, untada en los postes y en el dintel de la puerta de los hogares israelitas, evitó que el ángel de la muerte matara al primogénito de cada familia del pueblo de Dios. Así que la Pascua es también el acto redentor más grande de Dios, en cuanto a su antiguo pueblo.
Moisés instituyó la Pascua por orden de Dios, la misma noche en que el pueblo de Israel salió de Egipto, después de ser esclavos por más de 400 años. Debían celebrarla todos los israelitas, incluyendo los extranjeros circuncidados que vivieran entre ellos, por estatuto perpetuo (Éx 12.24). En la primera Pascua hubo algunos detalles que no se practicaron después sino solo simbólicamente, tales como las instrucciones que se dan en Éx 12.11, y la sangre que se untó en los postes y en el dintel de la puerta (Éx 12.7); en tiempos posteriores esta se rociaba en el tabernáculo o en el templo, como símbolo de expiación.
La Pascua se celebraba a la puesta del sol el día 14 del mes de abib o nisán (Éx 13.4; 34.18; Est 3.7), el cual corresponde más o menos a abril. Este era el primer mes del calendario sagrado judío y el día 14 coincidía con la noche de luna llena. El día 10 de ese mes cada familia debía apartar un cordero o un cabrito, macho, de un año, sin defecto alguno. Si la familia era pequeña, se podían juntar varias familias para las que un cordero fuera suficiente. El cordero debía inmolarse y con su sangre untarse los postes y el dintel de las casas en recuerdo de que un día así se había evitado la muerte del primogénito de la familia.
El cordero debía asarse, y su carne comerse con hierbas amargas y panes sin levadura. El padre de familia era el que presidía la celebración, y Moisés dio órdenes precisas para que al preguntar los hijos qué era la Pascua el padre les explicara su significado. Debía recalcarse la intervención amorosa y poderosa de Dios al dar libertad a su pueblo. Lo que sobrara del cordero, al que no se le debía quebrar los huesos, debía quemarse aquella misma noche (Éx 12.46; Nm 9.12; Dt 6.20–23).
Si alguien por alguna razón justificada no podía celebrar la Pascua en la fecha establecida, tenía permiso para celebrarla en el segundo mes; pero si el descuido era voluntario, al infractor se le castigaba con la muerte (Nm 9.6–14). A las mujeres se les permitía participar en la celebración, pero no estaban en la obligación de hacerlo (1 S 1.3, 7; cf. Lc 2.41).
Aunque la Pascua debía celebrarse todos los años, en el Antiguo Testamento solo tenemos registradas algunas de estas celebraciones: la que se celebró en Egipto (Éx 12.28); una en el desierto de Sinaí (Nm 9.1–5); otra, la primera en Canaán (Jos 5.10, 11); la del rey Salomón (2 Cr 8.13); la del rey Ezequías (2 Cr 30.1–22); la del rey Josías (2 R 23.21–23); y otra que se celebró después de la cautividad, en tiempos de Esdras (6.19–22).
En el Nuevo Testamento se mencionan varias Pascuas a las que Jesús asistió (Lc 2.42, 43; Jn 2.13), y especialmente la que para Él fue la última, en el aposento alto, la noche de la víspera de su muerte (Mt 26.17–30; Mc 14.12–16; Lc 22.7–23; Jn 13).
En la actualidad los judíos todavía celebran la Pascua, pero solamente con panes sin levadura, hierbas amargas y otras cosas, sin sacrificio de cordero.
Pablo dice: «nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros» (1 Co 5.7b). Según el Nuevo Testamento Cristo reúne las condiciones del cordero pascual: Él es el Cordero de Dios (Jn 1.29), inmolado por nuestra libertad espiritual «desde antes de la fundación del mundo» (1 P 1.18–20); en Él no hubo mancha alguna (Heb 9.14; 1 P 1.19b.); se ofreció voluntariamente (Jn 10.17, 18; Hch 8.32–35); no le fueron quebrados los huesos (Jn 19.36). Los panes sin levadura simbolizan la limpieza moral con que los cristianos debemos acercarnos a la mesa del Señor (1 Co 5.8). Después de participar con sus discípulos en la celebración de su última Pascua, Jesús, usando los elementos del pan y del vino, estableció para los cristianos la → Cena del Señor, que es la fiesta correspondiente a la Pascua judía. Esta cena conmemora hoy la muerte vicaria de Cristo en la cruz, mediante la cual nosotros somos libres y salvos por la fe.
PASDAMIN (frontera de sangre). Lugar del territorio de Judá, escena de la victoria de David sobre los filisteos (1 Cr 11.13).
PASEAH Nombre de dos o tres hombres en el Antiguo Testamento.
1. Hijo de Estón, de la tribu de Judá (1 Cr 4.12).
2. Cabeza de familia de sirvientes del templo que regresaron de la cautividad con Zorobabel (Neh 7.51).
3. Padre de Joiada (Neh 3.6). Quizás sea la misma persona del No. 2.
PASIÓN Traducción de la palabra griega páthos, que se halla en plural en Ro 1.26 y Col 3.5, y que denota las emociones o sentimientos desordenados de la naturaleza humana no redimida que deben ser sometidos al gobierno del Espíritu. Muy parecido es el vocablo páthema (Ro 7.5; Gl 5.24), que igualmente puede implicar deseos sexuales. En cambio, la expresión «de pasiones semejantes» (Hch 14.15; Stg 5.17) denota la debilidad y limitación del hombre, sin referencia a su corrupción. En 2 Ti 2.22 RV emplea pasión como el equivalente del griego epithymı́a, que significa «deseo intenso» que puede corromperse cuando es desordenado o excesivo (→ Concupiscencia). También RV usa pasión para traducir hedoné (placer, codicia) en Stg 4.1.
El verbo que se deriva de la misma raíz de páthos significa «sufrir» y se aplica juntamente con páthema a los sufrimientos de Cristo (Hch 1.3; 1 P 3.18) y de los cristianos (2 Co 1.6, etc.). De allí se origina la frase «pasión de Cristo», la cual, sin embargo, no aparece en las versiones castellanas.
PASTOR (en hebreo, ra˓ah; en griego, pimén). Encargado de atender y cuidar ovejas, o en sentido figurado, que atiende, cuida, acompaña y se asocia como un amigo a otras personas.
El pastor de → Ovejas se menciona por primera vez en Génesis 4.2, y el oficio ha continuado en muchas culturas hasta hoy. Las ovejas necesitan constante vigilancia y protección. Deben dormir en un corral cerrado, llamado → Redil (Jn 10.1), y de día el pastor debe llevarlas al campo en busca de pasto y agua (Sal 23.2s; Ez 34.14). Como son poco agresivas (Is 53.7) e indefensas (Miq 5.8), el pastor tiene que defenderlas de las fieras (1 S 17.34s, → Vara; Honda), protegerlas del mal tiempo, buscar a las descarriadas y sanar a las enfermas (Ez 34.4). Sin pastor, las ovejas generalmente perecen (Nm 27.17).
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Este fresco de una catacumba en Roma representa a Jesús como el Buen Pastor que cuida sus ovejas (Jn 10.14).
Aunque los pequeños propietarios de ganado a veces lo cuidaban personalmente o lo confiaban a sus hijos (Gn 29.9; 31.38ss; 1 S 16.11), cuando el rebaño pasaba de cierto número lo confiaban a un empleado (Lc 15.15; Jn 10.12). Este recibía su paga en dinero (Zac 11.12) o con una parte del rebaño (Gn 30.28–43; 1 Co 9.7). Tenía que restituir los animales perdidos (Gn 31.39), y sus responsabilidades ante el dueño eran detalladas (Éx 22.9–13).
Obviamente el cuadro del pastor con su rebaño se prestaba para el uso figurado, puesto que la Biblia en parte procede de una cultura rural, pastoril y campestre. En este sentido Dios es por excelencia el «Pastor de Israel» (Sal 80.1; cf. 23.1; Jer 31.10). Durante su ministerio, Jesús cumple esta tarea (Mc 6.34//) y sobre todo en su muerte vicaria (Jn 10.11) que lo distingue de ladrones y salteadores (10.1, y del asalariado despreocupado (10.12s). Por tanto, Jesucristo sigue siendo «el pastor de ... almas» de los cristianos (1 P 2.25; cf. Heb 13.20), «el gran pastor» (Heb 13.20) y «el Principe de los pastores» (1 P 5.41).
En el Antiguo Testamento, también a los reyes, gobernadores y líderes religiosos de Israel se les consideraban pastores que se responsabilizaban por el bienestar de su pueblo. Los profetas en muchas ocasiones censuraron a los tales por su falta de cumplimiento (Jer 2.8; 25.32–38; 49.19; 50.6, 44; 51.23; Ez 34.2, 10; Zac 13.7), pero dos al menos recibieron encomios: Moisés (Is 63.11) y el pagano → Ciro ejecutor de las decisiones de Dios (Is 44.28). Sobresale la esperanza del pastor que vendrá al fin de los tiempos para apacentar a su pueblo, reemplazando a aquellos que se mostraron infieles a su llamado (Is 40.10ss; Jer 23.1–4; Ez 34.2–10; Miq 4.6ss). Sin duda esto se cumple en Jesucristo (Mt 25.31ss; Jn 10; Ap 7.17).
El Nuevo Testamento menciona una sola vez al pastor en sentido literal y fuera de las parábolas (Lc 2.8–10). Su mención responde a los propósitos teológicos de Lucas, quien resalta la preocupación de Dios por los desamparados y olvidados de la sociedad. Es curioso que en la literatura rabínica del siglo II el oficio de pastor estaba en las listas de oficios que un padre no debe enseñar a sus hijos, pues los pastores no gozaban de buena reputación y, al igual que los publicanos, estaban privados de los derechos de un ciudadano. La enseñanza de Jesús era, entonces, una enseñanza aislada que rompía el esquema mental judío tradicional.
Es característico de las iglesias protestantes el llamar «pastor» a sus ministros e incluso algunos católicos lo hacen así. Dios proporciona a su pueblo hombres con los dones necesarios para apacentar el rebaño de sus hijos, según la promesa de Jer 3.15: «Os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia». En el Nuevo Testamento la palabra pastor se usa una sola vez (Ef 4.11), para señalar al ministro de una congregación, pero la palabra «apacentar» comunica el mismo concepto, pues es sinónimo de «pastorear» (Jn 21.15ss; Hch 20.28; 1 P 5.2, 4).
De acuerdo con el uso neotestamentario del término pastor, este tiene la misma función en la iglesia que el → Anciano (es decir, presbítero) o el → Obispo. Las tres palabras se refieren a un mismo ministerio. Sin embargo, hay algunas iglesias que hacen distinción entre cada uno de estos términos con el propósito de establecer diferencias particulares en lo administrativo.
Bibliografía:
EBDM V, col. 906–911. J.M. Bover, «El símil del buen pastor», Estudios Bíblicos 14, 1955, pp. 197–208.
PASUR Nombre de cinco personas en el Antiguo Testamento.
1. Hijo de Imer y sacerdote y oficial importante en el templo. Persiguió al profeta Jeremías por profetizar males contra Jerusalén (Jer 20.1–6).
2. Hijo de Malquías y sacerdote enviado por el rey Sedequías para consultar con Jeremías acerca de Nabucodonosor (Neh 11.12; Jer 21.1). Tuvo que ver con el encarcelamiento de Jeremías en la cisterna de cieno (Jer 38.1–13).
3. Padre de una familia de sacerdotes que regresaron del cautiverio con Zorobabel (Esd 2.38; Neh 7.41).
4. Uno de los sacerdotes que firmaron el pacto de obediencia a Dios, después de reconocer y confesar el pecado del pueblo (Neh 10.3).
5. Padre de → Gedalías, otro enemigo de Jeremías (Jer 38.1).
PÁTARA Ciudad marítima situada en la costa sudoeste de Licia, a unos 11 km al este de la desembocadura del río Xantos y frente a Rodas. Debido a los vientos, es probable que Pátara fuera el puerto más adecuado para cambiar de nave si se quería navegar a Fenicia. Así lo hizo Pablo en su viaje a Jerusalén (Hch 2.1s). Era célebre por su oráculo de Apolos. A Apolos se le tenía por padre del fundador de Pátara, Pátarus. En Pátara se estableció una iglesia cristiana.
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Un arco erigido en honor del emperador romano Adriano en Pátara, una ciudad portuaria que el apóstol Pablo visitó (Hch 21.1).
PATIO Espacio descubierto que se deja en la parte posterior, al frente o a los lados de una → Casa (2 S 17.18). El → Templo de Jerusalén contaba con el patio de los gentiles (Ez 46.21; Ap 11.2). El palacio de Asuero en Susa, tenía el patio del huerto (Est 1.5), el patio de la casa de las mujeres (2.11), el patio interior (4.11; 5.1) y el patio exterior (6.4, 5). Las cárceles también tenían sus patios (Neh 3.25; Jer 32.2). En Is 34.13 patio significa lugar desolado.
Muchos hechos históricos ocurrieron en los patios de edificios mencionados en la Biblia. La negación de Pedro tuvo lugar en un patio (Mt 26.69). Pedro tocó a la puerta del patio al ser liberado de la cárcel (Hch 12.13).
PATMOS Isla rocosa y volcánica del mar Egeo, 60 km al sudoeste de Mileto, Asia Menor. Mide 16 km de norte a sur y 9 km en lo más ancho. Los romanos la usaban como lugar de destierro político. De acuerdo con la referencia en Ap 1.9, → Juan estaba desterrado en esta isla (tal vez para trabajos forzados) «por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo» (cf. Ap 6.9; 20.4, donde estas expresiones se refieren a la persecución) cuando recibió su revelación apocalíptica. Según la tradición eclesiástica, Domiciano deportó a Juan a Patmos en el 95 d.C. y su liberación ocurrió dieciocho meses después.
Foto: Servicio religioso de noticias
La rocosa y estéril isla de Patmos en el mar Mediterráneo. Aquí Juan recibió el mensaje de Dios que incluyera en el libro de Apocalipsis (Ap 1.9–11).
PATRIARCA Jefe paterno de una familia o tribu, y nombre comúnmente aplicado a las personas cuyos nombres aparecen en las genealogías de los períodos anteriores a Moisés (Gn 5.11). En el Nuevo Testamento se aplica a Abraham (Heb 7.4), a los hijos de Jacob (Hch 7.8, 9) y a David (Hch 2.29). En Israel prevaleció el sistema patriarcal dentro de la familia. El padre ejercía autoridad durante toda su vida y a su muerte el hijo mayor heredaba las atribuciones paternas. Cuando no había heredero, el padre nombraba en su lugar a un esclavo nacido en su casa (Gn 15.2s) o al hijo de una concubina o esclava concedida por su esposa (Gn 16.1s), en cuyo caso el niño se consideraba hijo de la legítima esposa (Gn 16.2 → Nuzi). La bendición patriarcal se consideraba tan solemne que una vez dada no podía revocarse (Gn 48).
En cuanto a las prácticas religiosas de los patriarcas, se sabe que depositaron su fe en un Dios que sabía cumplir sus promesas (Gn 12.13). Su culto consistía en la oración y el ofrecimiento de sacrificios a Dios. La → Circuncisión se practicaba en los hijos del pacto como rito religioso. Sobresalían en los patriarcas su relación personal con Dios, el conocimiento de sus promesas y su conciencia de que la esencia de la fe es obediencia. Las últimas investigaciones históricas y arqueológicas indican que las fechas más probables de la época de los patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob) oscilan entre 1900 y 1600 a.C.
PATROS Región del Alto Egipto, alrededor de la ciudad de → Tebas, que corresponde aproximadamente a la Tebaida de los griegos y la Saida de los árabes. Es posible que el nombre Patros se derive de un término egipcio, y que quiera decir «tierra del sur». Según Gn 10.13, 14 y 1 Cr 1.11, 12, Mizraim engendró a Patrusim, personaje cuyo nombre quizás era derivado de Patros. Patros también se menciona en Is 11.11; Jer 44.1, 15; Ez 29.14; 30.14.
PAU Ciudad de Idumea, o Edom, donde el rey Hadar de Edom nació o reinó (Gn 36.39). En 1 Cr 1.50 a este rey se le llama Hadad y a la ciudad Pai. Se desconoce la ubicación exacta de la ciudad.
PAVO REAL Ave gallinácea de hermoso plumaje, oriunda de la India, según parece sugerir el término hebreo. Se menciona en 1 R 10.22 y 2 Cr 9.21 entre las exóticas mercancías que la flota de Salomón llevaba al rey cada tres años.
PAZ Tranquilidad y sosiego, lo opuesto de turbación. Puede referirse a relaciones entre hombres (Mt 10.34), entre naciones (Lc 14.32), o entre Dios y el hombre (Ro 5.1). También se usa como sinónimo de amistad (Hch 15.33), liberación de molestias (Lc 11.21), orden nacional (Hch 24.2) u orden eclesiástico (1 Co 14.33).
En muchos de los libros del Antiguo Testamento Dios promete a su pueblo cesación de la guerra, que es causa de tanto sufrimiento, como premio por guardar su pacto y sus enseñanzas (Lv 26.6). Y a la luz de esto no podemos sino creer que la falta de paz en nuestra época, al igual que en el Antiguo Testamento, se debe a la desobediencia a Dios. El hombre no puede estar en conflicto con Dios y en paz con su prójimo. En la bendición sacerdotal de Nm 6.22s se afirma que la verdadera paz es interior y viene de Dios (cf. Is 48.18).
En las profecías del Mesías se destaca vivamente la paz: su nombre sería «príncipe de paz» (Is 9.6) y traería una paz perdurable (Is 9.7). Cristo no solo es el cumplimiento de Is 9.6, sino también de Nah 1.15 porque anuncia el evangelio de paz. El coro angelical anunció paz en la tierra por medio de Jesús (Lc 2.14).
En plática íntima con sus discípulos, la noche antes de su muerte, el Señor Jesús prometió su propia paz a ellos y a todos los suyos. Esta tranquilidad interior no es pasajera como la paz del mundo, ni depende de las circunstancias externas (Jn 14.27).
El evangelio anuncia que hay paz con Dios y entre los hombres por medio de Jesús (Hch 10.36). Dios es el Dios de paz (1 Ts 5.23) y ofrece una paz que sobrepasa todo entendimiento humano (Flp 4.7). La paz del alma es fruto del Espíritu Santo (Gl 5.22).
PECADO Junto con el concepto de la → Salvación, el concepto de pecado se manifiesta a través de toda la Biblia, y constituye la antítesis del amor redentor de Dios, el cual las Escrituras proponen como tesis principal. Pecado es aquel poder misterioso primordial que se opone por naturaleza a Dios y a su buena voluntad para con el hombre, así como también todo el conjunto de manifestaciones y cosecuencias trágicas del mismo. Por consiguiente, existe un amplio vocabulario relacionado con el pecado. Además, como la naturaleza pecaminosa se manifiesta claramente en la historia, es elocuente el valor y la actualidad constantes de las porciones narrativas de la Biblia al respecto (cf. Ro 15.4 y 1 Co 10.1–11).
Términos Descriptivos
Para hablar sobre el pecado los hebreos emplearon palabras tomadas de las relaciones humanas: por ejemplo, falta, iniquidad, rebelión, injusticia, etc. El judaísmo intertestamentario agregó otro del cual el Nuevo Testamento había de hacer mucho uso: «deuda». Los principales aspectos destacados de acuerdo con los diferentes vocablos de los idiomas bíblicos son los siguientes:
1. La realidad objetiva del pecado sin miras o con miras a sus consecuencias, motivaciones, etc. Inclusive se toma en cuenta la posibilidad de pecar sin saberlo («por yerro», cf. Lv 4.2; Nm 15.27; etc.).
2. La rebelión como acto consciente de la voluntad. La manifestación más extrema de esta voluntad rebelde es el pecado cometido «con → SOBERBIA» (RV; el hebreo dice «con mano alzada», Nm 15.30; etc.).
3. Culpabilidad (→ Iniquidad; Maldad).
4. Errar, salir del camino. Aparece con frecuencia como verbo: «errar», «desviarse», «andar perdido» o «ciego» y «divagar».
5. El concepto que en el Nuevo Testamento se traduce «deuda» u «ofensa».
Como la mentalidad hebrea no distinguía rígidamente entre la acción y sus consecuencias o motivaciones, el mismo vocablo podía significar el acto de pecar, la culpabilidad consecuente o el castigo merecido. Debido a este fenómeno, por ejemplo, la expresión «visitar la maldad» (Éx 20.5, etc.) significa «castigar por su maldad».
Naturaleza Del Pecado
El pecado consiste en cualquier infracción de las normas que salvaguardan la vida normal, o sea, la comunión entre Dios y el hombre o entre los hombres. El pecado (como → Justicia) se interpreta en términos de relaciones personales: pecar contra alguien, sea Dios u otro hombre. Y como es Dios el que ha establecido las normas que se infringen, cada pecado es, al final de cuentas, rebelión contra Él (2 S 12.13; Sal 51.4). Esta actitud no solo es la característica más distintiva del concepto bíblico del pecado, sino también la medida de su funesta naturaleza. De ahí que para el pueblo hebreo cualquier infracción del sistema jurídico o cultural también representaba pecado y traía como consecuencia culpa delante de Dios. Es evidente que cada acto pecaminoso de la voluntad es fruto de la condición del alma pervertida de la humanidad (cf. Pr 4.23; 23.7; Mc 7.20–23; Ro 8.15–25). Esta condición se conoce como depravación. Es la incapacidad de evitar el pecado y hacer el bien sin la ayuda de Dios. Esto culminaría, si no fuera por la → Redención que ofrece Cristo, en la → Muerte (Stg 1.15, cf. Jn 3.14).
El relato de Gn 3, a pesar de que no aparece en él ninguno de los vocablos clásicos para señalar el pecado, nos muestra gráficamente las características primordiales de este. Es un acto de desobediencia motivado por el deseo del ser humano de autoestablecer las normas y ser el dueño de su propio destino. Rompe la comunión íntima que antes existía entre Dios y el hombre, y también la que existía entre los hombres (→ Adán; Eva). Trae como consecuencia la → Muerte y el sufrimiento, y desata fuerzas contrarias al hombre y su felicidad; produce el estado en el que el género humano se encuentra desde entonces. El pecado de Adán implicaba un significado único para toda la especie humana (Ro 5.12, 14–19; 1 Co 15.22), pues en alguna manera él representaba a sus descendientes en un → Pacto con Dios (Os 6.7), y su pecado se le imputó a ellos (Ro 5.19). Sin embargo, Dios no castiga a la especie humana por el pecado de Adán, sino que cada uno incurre en su propia culpabilidad. En relación con el tema, los pasajes clásicos son Ez 18 y Ro 3.9–20 entre otros.
Pecado Y Redención
Tras el primer pecado se nos dio la primera palabra de → Esperanza (Gn 3.15), y se señaló el camino que Dios seguiría en el desenvolvimiento de la «historia de la salvación». Tras siglos de trato con su pueblo hebreo a base de una → Alianza en la que les ofrecía → Perdón y redención (→ Redentor, redención), pero a la que repetidamente respondían con rebelión e infidelidad, Dios mandó a su Hijo en la persona de Jesús de Nazaret para que destruyera a los poderes de maldad definitivamente y en nombre de toda la humanidad Jesús encarnaba el amor de Dios que se opone al pecado y a sus consecuencias.
Jesús buscaba la compañía de pecadores, y vio su misión como la de perdonar pecados (Mt 9.6; Jn 8.34–36, etc.). Sus discípulos predicaron en su nombre el perdón de los pecados en todas las naciones (Lc 24.47; cf. Hch 2.38; 3.19; 5.31, etc.).
El Pecado Y El Cristiano
Las enseñanzas y obras de Jesucristo y los apóstoles dan un nuevo enfoque al concepto del pecado. En vez de medir las acciones de las personas de acuerdo con el legalismo de las «interpretaciones oficiales» de una serie de → Mandamientos, Jesús partió siempre de la motivación (Mt 15.19s; cf. 7.17s). Vio el → Amor como la única fuerza capaz de derrotar al pecado (Mc 12.28ss; Lc 7.47). La misma victoria suya sobre el pecado es motivada por el amor divino (Jn 3.16; 13.1), y tal amor de Dios había de motivar y capacitar asimismo a los suyos para vencer el pecado (Ro 12.8–10; 1 Jn 4.7–11; cf. Ro 14.23, la fe actúa siempre por el amor).
Es a la luz de esta manera de ver el pecado que se puede comprender también otra novedad del Nuevo Testamento: la relación entre la culpabilidad y el nivel de desarrollo de la → Conciencia de los fieles (Ro 14; 1 Co 8.7–13; etc.).
Es notable que Pablo, siguiendo la LXX, hable del pecado casi exclusivamente en singular, viéndolo como un todo, como una potencia espiritual enemiga de Dios y del hombre al cual Cristo ha derrotado. Sin embargo, el Nuevo Testamento advierte a los creyentes sobre una serie de pecados individuales, y reconoce que la historia de Cristo está para realizarse por la fe en la vida de cada uno de los suyos (1 Jn 5.4).
La Biblia atribuye al → Diablo el haber introducido y perpetuado el pecado en el mundo, pero deja sin resolver el enigma del origen del mal. (→ Impiedad; Transgresión.)
PECOD (visitado para juicio). Tribu aramea poco importante al este de Babilonia. El profeta Jeremías aplicó simbólicamente el nombre a toda la tierra de Babilonia (Jer 50.21), indicando que Dios la juzgaría.
PECTORAL Prenda que el sumo sacerdote llevaba sobre el pecho cuando entraba en el santuario o tenía que decidir cuestiones de gran importancia. Consistía en una pieza de bordado doble, cuadrada y de 25 cm, de tela muy fina como la del → Efod (Éx 28.16). Estaba engarzado con doce → Piedras preciosas, cada una de estas tenía grabado uno de los nombres de las doce tribus y estaban colocadas en el mismo orden que correspondía a las tribus en su campamento en el desierto (Nm 10.14–27). Así, el sumo sacerdote llevaba simbólicamente los nombres de las doce tribus sobre su corazón cuando estaba delante de Dios.
En cada esquina del pectoral había un anillo (Éx 28.23, 26) con su correspondiente cadenilla y, una vez puesto el pectoral, las cadenillas se ensartaban por la parte superior de las hebillas del efod. La parte inferior se aseguraba con cintas de jacinto. En el centro, en la parte interior y en un doblez que formaba una especie de bolsa, el sumo sacerdote llevaba el → Urim y Tumim (Éx 28.30) con los que juzgaba los casos difíciles y de gran monta. Por esta razón el pectoral se llamaba también el «pectoral del juicio». Simbolizaba al sacerdote mediador, juez y anunciador de la voluntad de Dios al hombre (cf. Mal 2.6, 7).
PEDAÍAS Nombre de siete hombres en el Antiguo Testamento.
1. Padre de Zebuda, madre del rey Joacim de Judá (2 R 23.36).
2. Descendiente de Jeconías y padre de Zorobabel (1 Cr 3.18, 19).
3. Padre de Joel el funcionario del rey David (1 Cr 27.20).
4. Hijo de Faros (Neh 3.25) que ayudó en la reconstrucción de las murallas de Jerusalén.
5. Levita que estuvo junto a Esdras mientras se leyó el libro de la Ley al pueblo (Neh 8.4).
6. Hijo de Colaías, de la tribu de Benjamín (Neh 11.7).
7. Levita que fue uno de los mayordomos del templo en tiempo de Nehemías (Neh 13.13).
PEDASUR Príncipe de Manasés y padre de Gamaliel a quien Moisés nombró entre los que realizarían el censo (Nm 1.10; 2.20).
PEDRO (forma masculina de petra, traducción griega del arameo kefa que significa piedra, roca). Apóstol de Jesucristo que fue uno de los pilares de la iglesia primitiva.
Personaje Y Origen Del Nombre
El Nuevo Testamento lo llama dos veces por el antiguo nombre hebreo «Simeón» (Hch 15.14; 2 P 1.1 Biblia de Jerusalén), cuarenta y ocho veces por el griego → «Simón», veinte veces (casi todas en Juan) por el compuesto «Simón Pedro», y ciento cincuenta y tres veces lo llama «Pedro» (equivalente al arameo Cefas, que aparece nueve veces).
Era hijo de Jonás (Mt 16.17; cf. Jn 1.42), casado (Mt 8.14; Mc 1.30; Lc 4.38; su esposa lo acompañaba aún en la época apostólica (1 Co 9.5), hermano de Andrés y, probablemente como este, afectado por el ministerio de Juan el Bautista (Jn 1.39s; Hch 1.22). Los Evangelios lo consideran oriundo de una ciudad a la orilla del mar de Galilea (→ Capernaum, Mc 1.21–29 y/o → Betsaida, Jn 1.44), donde ejercía con su hermano y algunos socios el oficio de pescador (Mc 1.29; Lc 5.10). Quizás había tenido contactos con la cultura helénica y había aprendido el griego, pero conservaba el acento galileo de su arameo materno (Mc 14.70). Se le consideraba un hombre sin instrucción especial (Hch 4.13), aunque no hay por qué dudar de que supiera leer y escribir.
Foto de Willem A. VanGemeren
Jaffa, la bíblica Jope, donde Pedro recibió la visión celestial sobre la aceptación divina de los gentiles (Hch 10.1–23).
Su Llamamiento
Posiblemente Pedro conoció a Jesús a través de Andrés (Jn 1.41), antes de su llamado personal, casi al comienzo del ministerio en Galilea (Mc 1.16s). Después fue agregado al grupo íntimo de los doce (Mc 3.16ss), en cuya lista siempre ocupa el primer lugar (Mt 10.2; Mc 3.16; Lc 6.14). Jesús le llamó Cefas (que significa Pedro) desde el comienzo, con miras al cambio de su carácter (Jn 1.42); Marcos lo llama siempre Pedro a partir de 3.16 y no hay razón para pensar que este nombre se originara en Cesarea (Mt 16.18).
Pedro Entre Los Discípulos
Los evangelistas insisten en el lugar destacado de Pedro entre los discípulos. Forma parte del grupo de los tres más íntimos de Jesús (Mc 5.37; 9.2; 14.33). A menudo actúa en nombre de los doce (Mt 15.15; 18.21; Mc 1.36s; 8.29; 10.28; 11.21; 14.29ss; Lc 5.5; 12.41). Su confesión en Cesarea es representativa (Mc 8.27, 29) pues la pregunta se dirigió a todos. Fue testigo de la transfiguración (Mc 9.1; cf. 1 P 5.1; 2 P 1.16ss). Su jactancia en Mc 14.29ss quizás sea también representativa. Su debilidad es tan evidente como sus promesas de lealtad (Mc 14.66ss) y los Evangelios no la soslayan.
El mensaje de la resurrección señala especialmente a Pedro (Mc 16.7) y él es el que recibe una manifestación especial del resucitado (Lc 24.34; 1 Co 15.5). Aunque su papel en el cuarto Evangelio sea más atenuado y el discípulo amado juegue un papel más importante, la intervención de Pedro siempre aparece decisiva (por ejemplo, Jn 6.68s; 21.15–19).
La Confesión de Cesarea
Mateo 16.17ss ha sido uno de los pasajes más debatidos, particularmente la sentencia del Señor: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia». No hay razón suficiente para dudar de la autenticidad de este pasaje, como algunos han pretendido, ni para ubicarlo en otro contexto, como han hecho otros (por ejemplo, Cullmann). Dos interpretaciones, ambas muy antiguas, se nos ofrecen como verosímiles:
1. La roca es lo que Pedro ha dicho: su fe o, más propiamente, la confesión de fe (Orígenes, Agustín, et al). La iglesia será constituida sobre esta confesión apostólica (cf. Ef 2.20).
2. La roca es el mismo Pedro (Tertuliano, et al).
La segunda interpretación es más simple y adecuada a la letra del pasaje (Mt 16.19 aparece en singular y tiene que haber sido dirigida al mismo Pedro). Debe quedar absolutamente claro, sin embargo, que esta interpretación (y el pasaje en cuestión) no tiene ninguna relación con la idea de una sucesión apostólica (la función que Pedro recibe es en pro de la fundación de la iglesia y por tanto irrepetible), ni con una autoridad absoluta («el poder de las → Llaves» se le atribuye a los doce, Mt 18.18) y reside en el anuncio de Jesucristo como el Hijo de Dios; no en una autoridad jurisdiccional (cf. Is 22.22; Mt 23.13; Ap 1.18; 3–7; 21.25). Pero no hay duda de un cierto primado de Pedro entre los apóstoles.
Pedro En La Iglesia Apostólica
Según Hechos, Pedro toma un papel directivo en la comunidad naciente (1.15–22). Su predicación, centrada en la → Resurrección, es el testimonio de todo el grupo apostólico (2.14–36; 3.12–26). Es el vocero ante las autoridades (4.8–12) y agente de juicio en algunas ocasiones (5.3–11). En la primera misión de extensión también ejerce el liderazgo (8.14–25). El Espíritu Santo abre a través de él la misión a los gentiles (10.1–48) aunque esto le acarrea críticas de los propios cristianos (11.2–18). Pese a su falla cuando dejó de comer con los cristianos gentiles de Antioquía, para agradar a los judíos (Gl 2.11–14), Pedro es un defensor de la apertura a los gentiles (Hch 15.7–21).
Después de la muerte de Esteban, se desconoce la carrera de Pedro. Hay alusiones a su presencia en distintos lugares luego de su prisión en Jerusalén (Hch 12.17): Antioquía (Gl 2.11ss), Corinto (1 Co 1.12) y el norte de Asia Menor (1 P 1.1). Jacobo, hermano del Señor, tomó la dirección de la comunidad de Jerusalén.
Aunque sin mucha razón, se ha discutido la antigua tradición de la estadía de Pedro en Roma. Casi no cabe dudas que 1 P se escribió desde allí (1 P 5.13, → Pedro, Epístolas de). Es fuerte la tradición que afirma que Pedro ofreció información para el Evangelio de → Marcos, publicado allí, 1 Clemente (ca. 96 d.C.) lo da por muerto bajo la persecución de Nerón y aunque las tradiciones del siglo II sobre la forma de su martirio no sean del todo confiables, no hay razón para dudar que sea verdadera la tradición de su estadía y posible martirio en Roma. En tal caso, habría ido allí hacia el final de su carrera (no estaba cuando Pablo escribe a Roma o llega allí) y habría estado poco tiempo. Quizás pronto hallara allí el martirio.
Bibliografía:
O. Cullmann, Pedro: Discípulo, Apóstolo e Mártir, Aste, Sao Paulo, 1964. DBH, col. 1479–1482. J.M. Bover, «El nombre de Simón Pedro», Estudios Eclesiásticos 24, 1950, pp. 479–497. A.T. Robertson, Épocas en la vida de San Pedro, Casa Bautista, El Paso, 1937. INT, pp. 355–359.
PEDRO, PRIMERA EPÍSTOLA DE Carta circular que Pedro envía a los cristianos que residen en «Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia» (1.1). Estos lugares son cinco provincias de Asia Menor (territorio que hoy pertenece a la Turquía moderna) que formaban parte del vasto Imperio Romano. No es una «epístola general» dirigida a cualquier congregación cristiana.
Estructura de La Epístola
Tras el saludo (1.1–2), 1 Pedro comienza con una nota positiva, alabando a Dios por la bendición de una «esperanza viva» que tiene reservada para los creyentes (1.3–12). Esta doxología establece una nota triunfante para el resto de la carta, que puede dividirse en tres partes: bendiciones, deberes y pruebas.
Las bendiciones van del 1.3 al 2.10. Como tenemos «una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible» reservada en el cielo (1.4), Pedro exhorta a los creyentes a vivir santa e irreprensiblemente porque somos «nación santa», pueblo de Dios (2.9).
La segunda parte de esta epístola (2.11–3.22) consiste en instrucciones para cumplir con los deberes sociales. La vida del cristiano debe ser un buen testimonio a los incrédulos (2.11–17); los esclavos deben obedecer a sus amos (aun a los que son injustos) y soportar las humillaciones como Cristo las soportó (2.18–25); el callado ejemplo de una esposa cristiana tendrá gran efecto sobre el esposo que no es cristiano (3.1–6); los esposos cristianos han de tratar a sus esposas como «coherederas de la gracia de la vida» (3.7). En todas las cosas, que la vida irreprochable que vivan avergüence a los que se oponen al evangelio (3.8–22).
La última parte de 1 Pedro aborda la cuestión de las tribulaciones (4.1–5.11). En vista de la cercanía del fin, los cristianos deben ser «buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (4.1–11). Pueden regocijarse en participar de los sufrimientos de Cristo en vista de la gloria que los espera (4.12–19). En sus deberes pastorales, los líderes de las iglesias deben seguir el ejemplo de Cristo, quien perfecciona, afirma, fortalece y establece el rebaño (5.1–11).
La epístola concluye con la mención de Silvano, el secretario que escribió la carta, y con saludos de parte de la iglesia que está en «Babilonia» (5.12–14).
PRIMERA DE PEDRO:
     I.     Saludos     1.1–2
     II.     Salvación del creyente     1.3–12
     A.     Esperanza para el futuro     1.3–4
     B.     Pruebas para el presente     1.5–9
Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
     C.     Expectativa en el pasado     1.10–12
     III.     Santificación del creyente     1.13—2.12
     A.     «Sed santos»     1.13–21
     B.     «Amaos los unos a los otros»     1.22–25
Primera parte: La salvación del creyente (1.12.12)
     C.     «Desead la leche pura de la Palabra»     2.1–3
     D.     «Ofreced sacrificios espirituales»     2.4–10
     E.     «Absteneos de la lujuria carnal»     2.11–12
     I.     Sumisión al gobierno     2.13–17
Segunda parte: La sumisión del creyente (2.133.12)
     II.     Sumisión en los negocios     2.18–25
     III.     Sumisión en el matrimonio     3.1–8
     IV.     Sumisión en toda la vida     3.9–12
     I.     Conducta en el sufrimiento     3.13–17
Tercera parte: El sufrimiento del creyente (3.135.14)
     II.     Ejemplo de Cristo en el sufrimiento     3.18—4.6
     III.     Mandamientos en el sufrimiento     4.7–19
     IV.     Ministerio en el sufrimiento     5.1–9
     A.     Ancianos, pastoreen el rebaño     5.1–4
     B.     Santos, humíllense     5.5–9
     V.     Bendición     5.10–14
Autor Y Fecha
Según 1 Pedro 1.1, el autor de la epístola es Pedro, quien se identifica como «apóstol de Jesucristo». En 5.1, donde se dirige a los ancianos de las congregaciones cristianas, declara que es «anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo». Aparte de estas indicaciones, no hay otros detalles explícitamente autobiográficos en la epístola. Sin embargo, Pedro ha dejado muchas de sus huellas en este escrito. Notablemente, la enseñanza de Jesús empapa el pensamiento del apóstol y forma la base de mucho de su instrucción. Por ejemplo, el eco de la enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia» (Mt 5.10), se oye en 1 P 3.14: «Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois».
En la iglesia antigua 1 Pedro se aceptaba como un escrito auténtico del apóstol Pedro. Eusebio (270–340 d.C.) dividía los libros existentes en tres grupos; los aceptados (genuinos), los controvertidos y los falsos. Incluye 1 Pedro entre el primer grupo y dice que, «los presbíteros antiguos la usaron frecuentemente en sus obras como indudablemente genuino».
A pesar del argumento fuerte que viene de la iglesia ant
Según 1 Pedro 1.1, el autor de la epístola es Pedro, quien se identifica como «apóstol de Jesucristo». En 5.1, donde se dirige a los ancianos de las congregaciones cristianas, declara que es «anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo». Aparte de estas indicaciones, no hay otros detalles explícitamente autobiográficos en la epístola. Sin embargo, Pedro ha dejado muchas de sus huellas en este escrito. Notablemente, la enseñanza de Jesús empapa el pensamiento del apóstol y forma la base de mucho de su instrucción. Por ejemplo, el eco de la enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia» (Mt 5.10), se oye en 1 P 3.14: «Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois».
En la iglesia antigua 1 Pedro se aceptaba como un escrito auténtico del apóstol Pedro. Eusebio (270–340 d.C.) dividía los libros existentes en tres grupos; los aceptados (genuinos), los controvertidos y los falsos. Incluye 1 Pedro entre el primer grupo y dice que, «los presbíteros antiguos la usaron frecuentemente en sus obras como indudablemente genuino».
A pesar del argumento fuerte que viene de la iglesia antigua a favor de la autenticidad de la epístola, en la iglesia moderna varias voces se han levantado voces contra su autenticidad. Los argumentos básicos contra la autenticidad son: (1) el elevado estilo griego del escrito (no parece que Pedro, el pescador galileo, pudiera producir un documento con este estilo), (2) la naturaleza de las persecuciones que los destinatarios de la epístola sufrían (parece que refleja la situación de la iglesia a fines del siglo primero o a principios del segundo), (3) la ausencia de referencias a la vida de Jesús (hecho extraño si el autor fuera uno de sus principales apóstoles), (4) la relación de la enseñanza del documento con las epístolas de Pablo (parece que el autor no era uno de los discípulos originales sino que tenía que depender del pensamiento teológico de otro) y (5) el uso de material tradicional en la composición (lo cual parece indicar que «la carta no está en los orígenes de la tradición cristiana primitiva, sino que presupone tales orígenes» (Lohse, Introducción al Nuevo Testamento, p. 221).
Sin embargo, en respuesta a estas objeciones contra la autenticidad de la epístola se ha observado que: (1) Silvano era el amanuense de Pedro (5.12) y bien puede ser la persona que dio a la epístola su distintivo estilo griego, (2) la persecución que se refleja en 1 Pedro es el resultado del rechazo social que los cristianos normalmente tenían que enfrentar y no parte de un programa del estado contra ellos (2.12; 3.16; 4.4, 14), (3) hay repetidas alusiones a la enseñanza del Señor en la epístola (cf. por ejemplo, 3.14 y Mt 5.10; 4.13, 14 y Mt 5.11, 12; 2.12 y Mt 5.16), (4) podemos explicar muchos de los paralelos entre la enseñanza de Pedro y Pablo con referencia a la enseñanza básica común de la iglesia de aquel entonces (cf. por ejemplo 1 P 2.13–17 y Ro 13.1–7; 1 P 2.18–20 y Ef 6.5–8; 1 P 3.1–6 y Ef 5.22–24) y (5) Pedro era uno de los apóstoles y bien puede ser que tuvo parte en el desarrollo de esa enseñanza básica. Y aun si dependía de material originalmente desarrollado por otros, esto en sí no es argumento contra el origen apostólico del escrito. El apóstol Pablo también hizo uso de dicho material.
Pedro escribió la carta desde «la iglesia que está en Babilonia» (5.13). «Babilonia» es la ciudad de Roma (Ap 14.8; 16.19; 17.5, 9, 18; 18.2, 10, 21). La literatura judía hace la misma identificación de Roma con Babilonia. La confirmación de esta posición procede de Eusebio, quien además relata que Pedro sufrió martirio en Roma durante la persecución de Nerón. De ser todo así, la fecha de composición de esta carta sería entre los años 62 y 63 d.C.
Marco Histórico
Pedro llama a los destinatarios «los expatriados de la dispersión» (1.1). Durante esa época, «dispersión» se refería a los judíos que vivían fuera de Palestina entre los gentiles (Jn 7.35; Stg 1.1) y por lo tanto varios opinan que los destinatarios de la epístola eran judíos convertidos al Mesías Jesús. Pero Pedro critica la vieja manera de vivir de sus lectores, denominándola «vana» (1.18), término conectado con la crítica de la práctica de la idolatría en la Septuaginta. Esta manera de vivir la recibieron de sus antepasados (1.18). La vida anterior de los destinatarios giraba alrededor del culto a los ídolos según 4.3, donde Pedro describe sus pecados pasados: «Basta ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías». Después del cautiverio, la comunidad judía abandonó por completo la práctica de la idolatría. La sorpresa de sus vecinos a su falta de participación en las fiestas tradicionales y en el culto de los templos solamente se puede explicar si los convertidos eran gentiles (4.4).
El problema que los cristianos en Asia Menor tenían que enfrentar era la persecución, pero no una persecución formal y programada sino diferentes formas de discriminación social. Ellos, que antes participaban completamente en la vida social y religiosa de sus comunidades, se mantenían apartados de tales actividades (4.3, 4). Habían abandonado por completo la religión ancestral (1.18) para creer en un Dios invisible (1.21) y seguidores de un judío del Oriente que había sido crucificado (2.24). Desde luego, habían creado una nueva alianza o «hermandad» entre sí (2.17).
Los incrédulos los rechazaban a causa de su conversión a la nueva religión y murmuraban contra ellos como de malhechores (2.12; 3.16), los maldecían (3.9), los calumniaban (3.16), los vituperaban (4.14) y denunciaban su fe en Dios (4.13). En el momento menos pensado los cristianos tenían que dar cuentas de su fe y de su conducta (3.15, 16).
La tensión era especialmente aguda donde existían relaciones sociales y legales muy estrechas, como entre la esposa y su marido o entre el esclavo y su amo (2.18–3.6). Siempre existía la posibilidad de encontrarse en apuros con las autoridades (2.13–17; 4.15). Aunque la persecución se manifestaba principalmente como rechazo social y abuso verbal (2.15), en ciertos casos existía la posibilidad de que la hostilidad llegara a ser física (2.20; 3.6; 4.1).
Al escudriñar el efecto de la persecución en las congregaciones, descubrimos que los cristianos estaban afligidos (1.6; 2.19) y tenían profundo temor (3.6, 14). El rechazo que padecían les causaba perplejidad (4.12) y los llenaba de ansiedad (5.7).
Pero el problema que Pedro trataba de corregir no tenía que ver simplemente con su estado emocional. Habían comenzado a avergonzarse de su fe (4.16). En sus padecimientos sentían la tentación de vengarse (3.9; cf. 2.23) y de conformarse a un estilo de vida más aceptable a sus vecinos inconversos (4.2, 3; 1.14). No solamente experimentaban la tentación de volver a los pecados que habían dejado cuando se convirtieron, sino también tenían que enfrentar la tentación máxima, la de la apostasía (5.8, 9). Por eso, el problema que Pedro enfrenta en esas congregaciones no era solamente el desánimo. La lucha era por su fe y ética evangélicas que estaban a punto de abandonar. Pedro les dice: «Os he escrito brevemente, exhortándoos y atestiguándoos que esta es la verdadera gracia de Dios; perseverad en ella» (5.12 BJ).
Aporte a La Teología
A pesar de la adversidad que sus lectores enfrentan, Pedro no los exhorta a separarse de los demás. Mas bien, los llama a empeñarse en la sociedad, haciendo el bien en medio de los incrédulos que los han rechazado (por ejemplo 2.11–3.7). En esto, les enseña a acudir a la gracia de Dios y a todo lo que esta implica (5.12). El mensaje de la epístola es la conducta cristiana en medio de una sociedad hostil.
Otros Puntos Importantes
En la lucha contra el retroceso de los cristianos a su vieja manera de vivir, Pedro los exhorta no solamente a mantenerse santos delante de Dios (1.14–16) sino a que mantengan su buena manera de vivir para hacer callar las calumnias de sus contemporáneos (2.15). Pedro cree que si mantienen buena conducta bajo presión, sus perseguidores llegarán a avergonzarse de su trato hacia ellos (3.16). Él espera que tal conducta gane a los inconversos (3.1) y que sea el medio por el cual estos gentiles lleguen a ser glorificadores de Dios (2.12). Su mensaje es práctico y moral, pero al mismo tiempo ligado íntimamente con las grandes verdades de la fe cristiana.
Bibliografía:
William Barclay, Santiago, I y II Pedro, Aurora, Buenos Aires, 1974. Edouard Cothenet, Las cartas de Pedro, Verbo Divino, Estella Navarra, 1984. Joseph A. Fitzmyer, «Primera Epístola de San Pedro», en Comentario bíblico «San Jerónimo», ed. por Raymond E. Brown, Joseph A. Fitzmyer y Roland E. Murphy, Cristiandad, Madrid, 1972, 4.273–289. R. Franco, «Cartas de San Pedro», en La Sagrada Escritura, Nuevo Testamento, ed. por los Profesores de la Compañía de Jesús, BAC, Madrid, 1962, 3.221–297. Eugenio Green, 1 Pedro y 2 Pedro, Caribe, Miami, 1993. José Salguero, «Epístolas católicas, Apocalipsis», Biblia comentada, tomo 7, ed. por los Profesores de Salamanca, BAC, Madrid, 1965.
PEDRO, SEGUNDA EPÍSTOLA DE Según 2 Pedro 3.1, esta es la segunda carta que Pedro dirigió a las comunidades cristianas en las provincias romanas de Asia Menor (1 P 1.1).
Estructura de La Epístola
Esta epístola comienza con un saludo (1.1–2), después del cual se exhorta a los cristianos a desarrollar un carácter noble como escogidos de Dios (1.3–14). Pedro sabe que la hora de su muerte se aproxima, y como fue testigo de la transfiguración de Cristo y las palabras que allí se pronunciaron, puede afirmar categóricamente que Cristo volverá (1.15–21). El capítulo 2 es una condensación de parte de la Epístola de Judas, y condena a los falsos maestros y profetas. El capítulo final habla de la futura venida del Señor y de por qué no ha regresado todavía (3.1–18).
SEGUNDA DE PEDRO:
     I.     Cultivo del carácter cristiano     1.1–21
     A.     Saludo     1.1–2
     B.     Crecimiento en Cristo     1.3–14
     C.     Base para la creencia     1.15–21
Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
     1.     Experiencia de la transfiguración     1.15–18
     2.     Certeza de las Escrituras     1.19–21
     II.     Condenación de los falsos maestros     2.1–22
     A.     Peligro de los falsos maestros     2.1–3
     B.     Destrucción de los falsos maestros     2.4–9
     C.     Descripción de los falsos maestros     2.10–22
     III.     Confianza en el retorno de Cristo     3.1–18
     A.     Burlas en los últimos días     3.1–7
     B.     Manifestación del Día del Señor     3.8–10
     C.     Madurez en vista del Día del Señor     3.11–18
Autor Y Fecha
El autor de 2 Pedro se presenta en 1.1 como Pedro, apóstol de Jesucristo: «Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo». En diferentes puntos en la epístola refuerza esta identificación por medio de alusiones a su vida. En 1.17, 18 recuerda su experiencia de estar con el Señor Jesús en el monte de la transfiguración (Mt 17.1–5 y //). Luego declara a sus lectores que morirá dentro de poco conforme a la profecía que recibió del Señor (1.14; cf. Jn 21.18, 19).
La identificación con Pedro se subraya en 3.1, donde el autor declara que esta es su «segunda carta». La declaración clara del documento mismo es que esta es una obra auténtica del principal de los apóstoles, Pedro.
Aunque no pocos en la iglesia antigua y moderna han cuestionado la autenticidad de esta epístola (los autores cristianos del siglo II hacían poco uso del libro) la evidencia demuestra que se conocía y se aceptaba como autoritativo durante ese siglo, y por eso se incluyó en el canon. En el tercer siglo, Orígenes (185–254 d.C.) aceptó el libro como una obra genuina de Pedro, pero dijo que había dudas respecto a su autenticidad. En el siglo IV, Eusebio nota que la mayoría de las personas de sus días aceptaba el libro como auténtico, si bien es cierto que él mismo tenía dudas.
En la iglesia moderna no pocas voces se han levantado en contra de esta identificación tradicional de la autoría de 2 Pedro. Los argumentos contra su autenticidad son los siguientes: (1) la dependencia literaria de la Epístola de Judas, supuestamente un documento tardío; (2) las diferencias de estilo gramatical entre 2 Pedro y 1 Pedro; (3) las afirmaciones en 3.4 («desde el día en que los padres durmieron»), que sugieren un tiempo después de la muerte de la primera generación de cristianos, y en 3.2 («vuestros apóstoles») que concibe a los apóstoles como de un grupo del pasado lejano al que el autor no pertenece; (4) la herejía que 2 Pedro combate parece ser el gnosticismo, que fue principalmente un fenómeno del segundo siglo; (5) la mención de la tardanza de la venida del Señor, situación que implica una fecha tardía de composición, y (6) el hecho de que el autor de 2 Pedro presenta su carta como el último testamento del apóstol Pedro (1.13–15).
Se puede defender su apostolicidad tomando en cuenta los siguientes criterios: (1) el hecho de que el autor usó Judas en la preparación de su escrito no es argumento en contra de la autenticidad de la epístola; (2) la diferencia de estilo entre 1 Pedro y 2 Pedro se puede explicar si se reconoce que Pedro utilizó los servicios de dos secretarios diferentes cuando escribió estas cartas, (3) «los padres» que durmieron no son los cristianos de la primera generación, sino los antepasados gentiles de los lectores que ya habían muerto, y «vuestros apóstoles» simplemente implica que no él sino otros eran los fundadores de las congregaciones a las que escribía; (4) el error que el autor combate no es el gnosticismo sino la inserción de perspectivas epicúreas en las iglesias (5) la tardanza de la venida del Señor era una preocupación que surgió durante el primer siglo (Mt 25.1–13; Lc 12.35–48; Heb 10.36, 37; Stg 5.7, y (6) aunque es cierto que muchos de los testamentos son obras seudónimas, hay que cuestionar la conclusión de que todos estos libros son espúreos (véase, por ejemplo, el testamento de Moisés en Dt, de Jesús en los Evangelios y de Pablo en 2 Ti).
Marco Histórico
El problema que los lectores de 2 Pedro enfrentaban era distinto a la persecución que llevó al apóstol a escribir su primera carta. En esta epístola Pedro corrige un error doctrinal que ciertos «falsos maestros» introducían en las congregaciones y que amenazaba la estabilidad espiritual de los neófitos y la fe hasta de los más maduros. Pedro escribió la carta con un sentido de urgencia (1.5, 10, 15), sabiendo que los «falsos maestros» pretendían atraer a los cristianos a la apostasía.
Los que trastornaban la fe de los cristianos habían rechazado al Señor que los había rescatado (2.1). En 2.15 Pedro habla de los herejes que «han dejado el camino recto, y se han extraviado»; y en 2.20–22 explica que se han vuelto atrás, dejando el «santo mandamiento». Habían experimentado la salvación del Señor (2.20a, 21a), pero se habían enredado de nuevo con «las contaminaciones del mundo» (2.20). En 1.9 Pedro los denuncia como «ciegos» que «han olvidado la purificación de sus antiguos pecados».
Pedro detalla los pecados de los adversarios de la verdad. Habiendo abandonado la moralidad cristiana, abrazaron la inmoralidad sexual (2.2, 10, 14, 18) y se entregaron a la satisfacción inmoderada de sus deseos, incluyendo la borrachera y la glotonería (2.13). Hablaban de la «libertad» (2.19), pero Pedro los clasifica como los que viven sin la Ley (3.17; 2.21) y «esclavos de la corrupción» (2.19). Una de sus motivaciones fundamentales era la avaricia (2.3, 14), y veían a otros como medio de ganancia. Eran sumamente arrogantes en su crítica contra los seres celestiales y aun contra Dios mismo (2.2, 10, 12, 18), lo cual era especialmente evidente en su escepticismo (3.3–4).
El error de los «falsos maestros» era doctrinal y no solo moral. Pedro titula a los cismáticos «falsos maestros» que trataban de introducir en las congregaciones «herejías destructoras» (2.1) que ellos mismos habían fabricado (2.3). Su principal error era un nivel alto de escepticismo respecto a la venida del Señor y el juicio divino en el día del Señor (3.3–10). Pensaban que el juicio futuro nunca sucedería, y basaban su argumento en el aparente retraso de la venida del Señor (3.4, 9; compare 2.3). Criticaban la predicación apostólica al respecto como un invento de los predicadores mismos y la clasificaban como un «mito» (1.16). Los falsos maestros ponían en duda la veracidad de la inspiración profética, diciendo que los profetas habían interpretado mal sus propias visiones (1.20–21). La negación del juicio venidero se traducía en una afirmación de la libertad de toda restricción moral (2.19). También buscaban apoyo a su libertinaje en las epístolas paulinas, cuyo mensaje desvirtuaban (3.15, 16).
Los falsos maestros eran miembros de las comunidades cristianas entre las cuales promulgaban sus errores. Participaban en los banquetes o «cenas de amor» de las iglesias (2.13). Pedro avisa a las congregaciones que tales personas están «entre vosotros» (2.1). Pero su postura en las congregaciones no era pasiva porque buscaban ganar discípulos a su causa, especialmente entre los que eran neófitos en la fe (2.18). Pedro lamenta que no pocos «seguirán sus disoluciones» (2.2).
Se ha argumentado que los adversarios eran «gnósticos», pero en 2 Pedro no aparecen elementos clave de esa herejía como el dualismo cósmico.
Otros observan los paralelos entre el error que Pedro combate y la filosofía de los epicúreos. Los epicúreos, por ejemplo, negaban la certeza del futuro juicio divino, y basaban su creencia al respecto en el atraso del juicio sobre los malvados (cf. 3.9). Argumentaban que Dios no gobernaba el mundo ni la historia, sino que los sucesos en el mundo sucedían por suerte. Por eso, negaban la posibilidad de la profecía (cf. 3.3, 4). Enfatizaban la libertad del hombre en las decisiones respecto a su vida moral (cf. 2.19).
Aporte a La Teología
Pedro escribió esta epístola con cierta urgencia. En 1.15 dice: «También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas». En parte, su urgencia se debe a la entrada de conceptos heréticos en las congregaciones. La apostasía era un peligro real y por eso pide que los lectores sean diligentes en su crecimiento moral (1.5) para «hacer firme» su llamado y su elección (1.10). Pero la urgencia nace también del conocimiento de su muerte inminente (1.13–15). Este es su último testamento a las congregaciones y Pedro desea fuertemente que los cristianos continúen en la verdad después de su partida. Su mensaje tiene el propósito de evitar que sus lectores cayeran en el error (1.8, 10, 12; 3.17).
Otros Puntos Importantes
Esta epístola contiene la única referencia a otros escritos apostólicos (3.15, 16). Aparte de ratificar la autoridad de Pablo, habla de lo bien conocidas que eran sus cartas. Quizás el propósito de mencionar a Pablo haya sido refutar a los judaizantes en cuanto a que él y Pablo eran antagonistas en lo personal y también teológicamente.
A algunos ha inquietado la posible alusión de 2 Pedro al libro Asunción de Moisés. Pero esto es probablemente una referencia a los conceptos literarios de la época y al mal uso que hacían los falsos maestros de la literatura apócrifa.
Bibliografía:
William Barclay, Santiago, I y II Pedro, Aurora, Buenos Aires, 1974. Edouard Cothenet, Las cartas de Pedro, Verbo Divino, Estella Navarra, 1984. R. Franco, «Cartas de San Pedro», en La Sagrada Escritura,Nuevo Testamento, ed. por los Profesores de la Compañía de Jesús, BAC, Madrid, 1962. 3.221–297. Eugenio Green, 1 Pedro y 2 Pedro, Caribe, Miami, 1993. Thomas W. Leahy, «Segunda Epístola de San Pedro», en Comentario Bíblico «San Jerónimo», ed. por Raymond E. Brown. Joseph A. Fitzmyer y Roland E. Murphy, Cristiandad, Madrid, 1972, 4.593–603. José Salguero, «Epístolas católicas. Apocalípsis», Biblia comentada, tomo 7, ed por los Profesores de Salamanca, BAC, Madrid, 1965. Karl Herman Schelkle, Cartas de Pedro, Carta de Judas, Ediciones FAX, Madrid, 1974. Alois Stöger, Carta de San Judas, Segunda carta de San Pedro, Herder, Barcelona, 1975.
PEINADOPelo.
PEKA Hijo de Remalías y capitán del ejército de Pekaía. Con la ayuda de los galaaditas mató a Pekaía en Samaria y lo sucedió en el trono. Reinó en Israel desde ca. 740 hasta 732 (los veinte años de 2 R 15.27 deben incluir una corregencia con Pekaía o más probablemente una regencia rival en Galaad). Ayudó a formar una liga para detener el avance de los asirios bajo Tiglat-pileser y se unió con Rezín de Siria para forzar a Jotam de Judá a unirse con ellos, pero Isaías aconsejó a Jotam y a su sucesor Acaz que permanecieran neutrales. Peka fracasó en su sitio a Jerusalén (2 R 16.5; Is 7.1), pero mató a muchos hombres en Judá y llevó gran cantidad de cautivos. Por la intercesión del profeta Obed los prisioneros fueron liberados (2 Cr 28.6–15). Mientras tanto, Acaz había pedido la ayuda de Tiglat-pileser quien conquistó a Damasco y subyugó dos terceras partes del reino del norte (2 R 15.29).
Oseas, hijo de Ela, conspiró contra Peka lo mató, y lo sucedió como rey de Israel. Esta acción fue aprobada, si no incitada, por los asirios. Peka hizo lo malo siguiendo el pecado de Jeroboam. Fue el último de los cuatro reyes de Israel asesinados en los tiempos del profeta Oseas (Os 1.1; 8.4; 10.7, 15).
PEKAÍA Hijo y sucesor de Manahem, rey de Israel (742 a.C.). Murió en el segundo año de su reino a manos de → Peka, probablemente por haber seguido la política de su padre de pagar tributo a Asiria (2 R 15.23–26).
PELAÍAS (Jehová es maravilloso). Nombre de dos hombres en el Antiguo Testamento.
1. Hijo de Elioenai, descendiente de David a través de Secanías (1 Cr 3.24).
2. Levita que, junto con Nehemías, firmó el pacto de guardar la Ley (Neh 10.10).
PELATÍAS (Jehová nos liberta). Nombre de tres o cuatro hombres en el Antiguo Testamento.
1. Descendiente de David y nieto de Zorobabel (1 Cr 3.21).
2. Capitán de la tribu de Simeón que destruyó a los amalecitas que vivían en el monte de Seir durante el reinado de Ezequías (1 Cr 4.42).
3. Levita que firmó el pacto de guardar la Ley de Jehová después de la cautividad (Neh 10.22).
4. Hijo de Benaía y príncipe del pueblo de Israel contra quien Ezequiel profetizó (Ez 11.1–13).
PELEAJuegos deportivos.
PELEG (en hebreo, división, canal). Hijo de Heber, de la línea de Sem (Gn 10.25; 11.16–19). La repartición de la tierra en Gn 10.25 puede ser alusión a las divisiones lingüísticas de los hombres (→ Babel) o a la construcción de canales de riego donde vivió Peleg. De la descendencia de Peleg proviene Abraham.
PELET (liberación). Nombre de dos hombres en el Antiguo Testamento.
1. Padre de On, quien conspiró contra Moisés y Aarón (Nm 16.1).
2. Descendiente de Jerameel e hijo de Jonatán (1 Cr 2.33).
3. Hijo de Jahdai, descendiente de Caleb (1 Cr 2.47).
4. Hijo de Azmavet, de la tribu de Benjamín, que se unió a David en Siclag (1 Cr 12.3).
PELETEOS Un grupo selecto de soldados que junto con los cereteos, formaban la guardia personal del rey David (2 S 8.18; 15.18). Algunos eruditos creen que los peleteos y cereteos se referían a los filisteos y cretenses respetivamente. (→ Cereteos.)
PELÍCANO Ave acuática palmípeda, de pico largo y ancho, cuya mandíbula inferior posee una membrana dilatable, en forma de bolsa, donde guarda alimentos que da a su cría. Abundaba en el delta del → Nilo y aparece en pinturas y relieves de las tumbas egipcias. En la Biblia se le considera como ave inmunda (Lv 11.18; Dt 14.17). Su vida en las soledades del desierto o quizás su aspecto melancólico con su pico apoyado en el pecho, sugiere la queja del Sal 102.6. La desolación de Edom (Is 34.11) y de Nínive (Sof 2.14) se hace patente en la presencia del pelicano.
PELO La longitud, color y aspecto del pelo varía entre las difentes razas. Su función es proteger, embellecer e identificar a las personas. La gente de los países bíblicos era generalmente de pelo negro. Según la costumbre israelita, el hombre y la mujer se dejaban crecer el pelo (2 S 14.26). En el caso de → Absalón, se envaneció a causa de su cabellera, la que más tarde fue parte del motivo de su muerte cuando se le enredó en las ramas de un árbol (2 S 14.26; 18.9). El trabajo de los barberos en Israel era más adornar que cortar el pelo (cf. Ez 5.1). Cuando estaban de duelo, los hombres se cortaban el pelo; se lo rasuraban o arrancaban (Esd 9.3; Am 8.10), o se lo dejaban sin aliño (Lv 10.6).
El ligero emblanquecimiento del pelo era un síntoma de la → Lepra (Lv 13.3, 10, 11). En Israel, la calvicie era motivo de vergüenza quizás por su posible relación con esta enfermedad. Pero en Egipto los hombres se rasuraban la cabeza y la → Barba, → José tuvo que cumplir con esa costumbre (Gn 41.14). El pelo oscuro era admirado en ambos sexos. El pelo gris era signo de respeto (Lv 19.32) e inclusive a Dios se le describe como un anciano de cabellera gris o blanca (Dn 7.9; Ap 1.14).
El secreto de la extraordinaria fuerza de → Sansón residía en su cabellera (Jue 16.17). Los → Nazareos no se cortaban el pelo en señal de humillación y consagración al servicio de Dios (Nm 6.5, 9; Jue 13.5). Para el invitado, → Ungir el pelo era signo de hospitalidad (Lc 7.46), y especialmente se practicaba durante las fiestas (cf. Sal 45.7). El jurar por el pelo (o cabeza) era una costumbre que Jesús no aprobó (Mt 5.36).
En la época apostólica el pelo largo era vergonzoso para el hombre, por lo menos en el mundo helénico (1 Co 11.14). Las mujeres, por el contrario, llevaban largas cabelleras con diversos adornos; los apóstoles tuvieron que amonestar en cuanto a esta práctica entre las cristianas (1 Ti 2.9; 1 P 3.3).
PENIEL (en hebreo, rostro de Dios). Nombre que Jacob puso al lugar donde luchó con «un varón» cuando caminaba hacia el encuentro con Esaú (Gn 32.25–32). Se sitúa en Gad (Transjordania) cerca de → Mahanaim y al este de → Sucot, por un camino que sigue el valle de Jaboc. Cuando Gedeón y su ejército de trescientos hombres perseguían a los madianitas, los de Sucot y Peniel afrentaron a Gedeón negándose a darles provisiones para su ejército. Más tarde Gedeón mató a los hombres de la ciudad y derribó una torre que en la época de los jueces había allí (Jue 8.8, 9, 17). Jeroboam reedificó la ciudad (1 R 12.25, → «Penuel»), probablemente para defender Transjordania de los invasores del Oriente.
PENINA (perla). Una de las esposas de Elcana (1 S 1.2, 4). Penina menospreciaba a Ana, la otra esposa de Elcana, porque había tenido hijos e hijas, mientras que Ana permanecía estéril. Cuando Ana oró por un hijo, Dios contestó su oración concediéndole a Samuel.
PENTATEUCO Nombre con que se conocen los primeros cinco libros del Antiguo Testamento (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) que constituyen la primera parte del → Canon. En hebreo se les llama Torá, que quiere decir «enseñanza» o «instrucción». Su nombre y su contenido muestran que Torá es un término más amplio que nuestro concepto de «ley», puesto que incluye mucha historia de la salvación (por ejemplo, Gn 1—Éx 19) o «evangelio» (Gl 3.8). La íntima relación entre historia de la salvación y ley o mandamiento en la Torá se explica por las características del → Pacto. La Torá en griego se llama Pentateuco (que quiere decir «libro dividido en cinco estuches», «rollos» o «volúmenes». Se dividió así por razón de sus temas distintos y también por razones prácticas, puesto que un rollo antiguo solamente podía contener la quinta parte de la Torá.
Paternidad Literaria: Historia Del Estudio
Antes de 1753
Según la tradición judía, Moisés escribió todo el Pentateuco, y en esta opinión concordaron: Ben Sira (Eclesiástico 24.23), Filón (Vida de Moisés, 3.39), Josefo (Antigüedades IV, viii,48), la Mishnah (Pirque Aboth i.I), y el Talmud (Baba Bathra 14b). La única pregunta que se planteaba era si el relato de la muerte de Moisés (Dt 34.5–12) la había escrito Josué como dice el Talmud. La iglesia cristiana aceptaba esta tradición judaica, con pocas excepciones, hasta la aparición de la Introducción de J.G. Eichhorn (Einleitung, 1780–83).
La teoría documentaria
La época moderna de estudios literarios comenzó con el libro del médico J. Astruc (1783), quien estudió sistemáticamente el uso de los nombres de Dios (Yahveh y Elohim) en Génesis y atribuyó la variación literaria a las fuentes que Moisés había utilizado. Poco después, Eichhorn rechazaba la tradición que consideraba a Moisés como autor del Pentateuco.
Por más de un siglo los eruditos propusieron una serie de teorías para explicar la variedad de rasgos estilísticos y datos teológicos e históricos del Pentateuco. Estas teorías culminaron en una hipótesis documentaria que afirmaba que había cuatro fuentes básicas. En 1876 Julio Wellhausen, profesor en varias universidades alemanas, dio a la hipótesis su exposición clásica. Esta hipótesis proponía que el Pentateuco estaba compuesto de cuatro documentos principales de fechas posteriores a Moisés: J (yahvista, ca. 850 a.C.), E (elohista, ca. 750 a.C.), D (deuteronomista, ca. 621 a.C.), y P (sacerdotista, ca. 500–450 a.C.). Esta interpretación histórica negaba la veracidad de grandes partes del Pentateuco y provocó una reacción conservadora contra la hipótesis.
Historia de la crítica de las formas
La crítica de las formas, iniciadas por H. Gunkel (a principios del siglo XX), ha influido notablemente sobre el estudio del Pentateuco. El método de Gunkel busca el género literario de cada pasaje y la situación vital (Sitz im Leben) en que se originó. Algunos seguidores de Gunkel rechazan la hipótesis documentaria de Wellhausen; otros combinan la crítica de las formas con esa teoría. Gunkel mismo rechazó lo sobrenatural y exageró lo mítico.
Habló mucho de las sagas en el Pentateuco, las cuales se transmitieron oralmente durante largo tiempo antes de escribirse.
Otros han usado este mismo método de una manera más positiva. El análisis de géneros tales como leyes, máximas jurídicas, lamentos, narraciones históricas, dichos de los sabios, diferentes tipos de poesía y formulaciones de pactos dio nuevo impulso al estudio del Pentateuco. La comparación de estos géneros literarios con géneros semejantes en culturas contemporáneas de los mismos, utilizando los nuevos datos de la arqueología, ha provocado un mejor entendimiento del Pentateuco.
Situación contemporánea
Muchos eruditos todavía sostienen la hipótesis documentaria, pero con modificaciones. Estas modificaciones resultan de:
1. La confirmación arqueológica de la antigüedad de muchos elementos del Pentateuco, que Wellhausen había señalado como posteriores, y la refutación de la interpretación evolucionista de la historia de Israel.
2. La conclusión de muchos críticos en cuanto a que las fuentes del Pentateuco no se extienden a otros libros posteriores a Moisés (contra algunos que habían propuesto un → Hexateuco, incluyendo el libro de Josué).
3. La crítica de las formas que ha mostrado la complejidad de las fuentes (J, E, D, P, etc.) y que cada una contiene elementos muy antiguos.
Por tanto, las fuentes se consideran estratos de materia antigua con largas historias de redacción, en vez de obras literarias con fechas precisas.
Los que mantienen la hipótesis documentaria generalmente encuentran más de cuatro estratos, pues tienen que proponer otros adicionales como L o G. Las razones aducidas para dividir el Pentateuco en estratos son:
1.Las narraciones repetidas (por ejemplo, Gn 12; 20; 26).
2.Las contradicciones entre pasajes paralelos (por ejemplo, Gn 1.1–2.4a y Gn 2.4b–25).
3.Los diferentes nombres que se dan a Dios.
4.Las diferencias lingüísticas entre los estratos.
5.Las diferencias de punto de vista.
Muchos eruditos se han opuesto a la hipótesis documentaria, y han mostrado que:
a.Generalmente las narraciones repetidas se pueden explicar mejor de otra manera (por ejemplo, diferentes sucesos, énfasis especial, la literatura hebrea se caracteriza por la repetición).
b.Las aparentes contradicciones entre pasajes paralelos se han exagerado, pues cualquier literatura puede describir un mismo acontecimiento en forma sumaria y luego más detallada, o con diferente enfoque.
c.Los nombres divinos no sirven para dividir estratos, pues a menudo se usan con propósito específico.
d.Los argumentos basados en diferencias lengüísticas e ideológicas entre los estratos son demasiado subjetivos. Además, tienden a ser argumentos cerrados.
e.Hay demasiados datos que no explican en el esquema (comúnmente se atribuyen a los redactores).
Algunos eruditos destacados, que antes aceptaban la hipótesis documentaria, la han rechazado a la luz de los nuevos datos arqueológicos e históricos. Al estudiar otras literaturas antiguas encontramos que las características que más se usan como base para la división del Pentateuco en estratos (J, E, D, P, etc.) son precisamente las mismas que caracterizan a las literaturas → Ugarítica, → Babilónica y → Egipcia (por ejemplo, repeticiones con variantes lingüísticas, intercambio de nombres divinos y nombres divinos compuestos). Quienes rechazan la teoría documentaria afirman que sería absurdo proponer para estas otras literaturas semejantes divisiones.
Por otro lado, es necesario reconocer que la mayoría de los escritores en el campo veterotestamentario aceptan cierta forma de hipótesis documentaria. Algunos insisten en que se puede aceptar la hipótesis, siempre que no perjudique la inspiración divina del Pentateuco y asigne a Moisés un panel básico en su producción.
Moisés Y La Paternidad Literaria
El Pentateuco mismo indica algunas de las fuentes usadas en su composición. Se mencionan «el libro de las batallas de Jehová» (Nm 21.14) y «el libro de las generaciones de Adán» (Gn 5.1). Es posible que las secciones de Génesis que terminan (o empiezan) con «Estas son las generaciones de» representen tablas históricas escritas por Abraham y sus descendientes. Además, se encuentran varios paralelos entre las leyes y costumbres del Pentateuco y las de Mesopotamia y Egipto.
También en el Pentateuco hay ciertos indicios de material posmosaico. En Gn 14.14 se menciona Dan, pero esta ciudad solo recibió tal nombre posteriormente (Jos 19.47; Jue 18.29). Como es lógico, Dt 34 fue adición posmosaica. Otros posibles posmosaicismos son Gn 36.31; Éx 11.3; 16.35 y Nm 12.3.
Por otro lado, cada vez hay más pruebas de que el origen del Pentateuco cabe mejor en la época mosaica que posteriormente. El libro de → Deuteronomio tiene la estructura de pactos celebrados (o renovados) en aquella época. Se cuenta ahora con textos ugaríticos (siglos XV—XII a.C.) que usan muchas palabras antes fechadas como posteriores. Además, en el Pentateuco hay muchos detalles que hacen difícil proponer una composición posterior (por ejemplo, en Gn no aparecen ni el nombre → Baal ni nombres de lugares compuestos con «Baal». La frase «Jehová, Dios de los ejércitos» no se usa en el Pentateuco, pero es común más tarde. Asimismo, los lugares altos de idolatría, → «Bamot», tan prominentes más tarde, solo se mencionan dos veces en el Pentateuco y ninguna vez en Deuteronomio. El nombre de Jerusalén no se encuentra en el Pentateuco).
El mismo Pentateuco no indica el papel literario de Moisés, pero afirma que él escribió por lo menos algunas partes (Éx 17.8–14; 24.4, 7; Nm 33.2) y que Dt tuvo su origen en su predicación (Dt 1.5; 4.45; 31.9, 24–26). No sabemos si Moisés reunió los materiales; si los sacerdotes los guardaron y juntaron o si el material se transmitió en partes (o estratos) por un tiempo. Sin embargo, se puede concluir:
1. Que hay algunos posmosaicismos en el Pentateuco. Estos se pueden atribuir a aclaraciones editoriales de escribas posteriores, como hacían los escribas en el Cercano Oriente antiguo (por ejemplo, en Egipto). Aun el erudito conservador E.J. Young reconoce que «cuando afirmamos que Moisés escribió el Pentateuco, o que es su autor, no queremos decir que él necesariamente haya escrito cada palabra. No sería razonable insistir en ello ... Por otra parte, bajo la inspiración puede haber habido adiciones y aun revisiones posteriores».
2. Que hay muy pocas partes del Pentateuco que requieren una fecha posterior a la época mosaica.
3. Que Moisés es el personaje clave tanto en el origen del Pentateuco como en la historia de Israel. Si él no fuera su arquitecto principal, sería necesario proponer otro personaje semejante. Con razón el Pentateuco se conoce a través de las demás escrituras como «la Ley de Moisés».
El Pentateuco como un todo muestra una unidad extraordinaria. La mayoría de las teorías acerca de su origen no hacen justicia ni a la unidad de las narraciones individuales ni a la unidad del total.
Contenido Y Estructura
El Pentateuco incluye materiales de gran extensión cronológica y geográfica: empieza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés; abarca desde → Mesopotamia hasta Egipto. Los primeros 36 capítulos de Génesis revelan una considerable influencia de Mesopotamia y caben bien en el ambiente del segundo milenio a.C. Muchas costumbres descubiertas en el pueblo de → Nuzi son idénticas y nos ayudan a entender las costumbres de → Adopción, → Herencia y → Matrimonio en las narraciones de los patriarcas.
Por otro lado, Gn 37–50 y Éxodo revelan un profundo conocimiento de → Egipto. Se usan muchas palabras prestadas, nombres, títulos y costumbres egipcias. Los arqueólogos han encontrado antiguos documentos egipcios que mencionan el uso de paja en los ladrillos y la escasez de ella. Además, se ha comprobado la exactitud de los datos geográficos en las narraciones de la peregrinación en Sinaí.
A pesar de esta diversidad de fondo, el Pentateuco revela una unidad de propósito y punto de vista. Jehová Dios es el creador de todo. Es soberano en la naturaleza y en la historia. Es el Dios personal que escogió al pueblo de Israel, lo desarrolló, lo sacó de Egipto, lo llevó hacia la tierra prometida y hacia un futuro más glorioso. Es el Dios que hace su → Pacto con Israel. El Pentateuco subraya la gracia divina. Insiste en la fidelidad de Dios y muestra la infidelidad del pueblo elegido.
El Pentateuco se puede bosquejar de la siguiente manera:
A. Preparación y promesa (Génesis)
1. Los principios: la historia universal primitiva (Gn 1–11)
2. Los patriarcas: la época de promesa y fe (Gn 12–50).
B. El éxodo (Éx 1–18)
C. La revelación sinaítica (Éx 19–40; Lv 1–27; Nm 1.1–10.10)
D. Las peregrinaciones en el desierto (Nm 10.11–36.13)
E. Los últimos sermones y la muerte de Moisés (Deuteronomio)
Realmente la historia de Israel empieza con Abraham. La historia anterior es importante, pero se toca muy ligeramente. En las narraciones de los patriarcas se hace hincapié en las promesas que Dios hizo al pueblo.
El → éxodo influyó decisivamente sobre Israel. Dios reveló su poder en los grandes hechos con que sacó a su pueblo de la servidumbre y lo convirtió en una nación unida y separada de las demás. A través de la historia de Israel el éxodo de Egipto es como una columna sólida para su fe; es una demostración de que Dios cumple sus promesas, una prueba tangible de la providencia y la gracia de Dios.
La revelación sinaítica constituye el tema central del Pentateuco. Dios hace su pacto con Israel, pero esto implica obligaciones de parte del pueblo. Se establece cierta tensión entre las promesas irrevocables y la amenaza de destrucción por infidelidad. Se dan explicaciones detalladas sobre leyes morales, leyes civiles, sacerdotes, sacrificios, ofrendas, fiestas y el tabernáculo. Toda la vida del pueblo escogido está involucrada en las responsabilidades del pacto.
En sus últimos discursos, Moisés resume el éxodo, la revelación, sinaítica y las Peregrinaciones. Da un carácter más personal a la Ley. Destaca las obligaciones del pacto, pero también el amor de Dios.
El Pentateuco tuvo un efecto profundo en la historia subsiguiente. Forma la base de la religión de Israel. Contiene bases para las doctrinas del cristianismo. La revelación de Dios, sus promesas y la historia de la redención que se inician en el Pentateuco llegan a su culminación y cumplimiento en Cristo, el redentor divino. Él, hablando de Moisés, dijo: «Porque de mí escribió él» (Jn 5.46).
PENTATEUCO SAMARITANOTexto Y Versiones Antiguas Del Antiguo Testamento.
PENTECOSTÉS (en griego, quincuagésima). Segunda de las tres grandes → Fiestas anuales de los hebreos (las otras eran la → Pascua y la Fiesta de los → Tabernáculos, Éx 23.14–16; Lv 23.15–21; Nm 28.26–31; Dt 16.9–12).
Nombres En El Antiguo Testamento
Se le conoce por tres nombres en el Antiguo Testamento:
1.Fiesta de las Semanas (Éx 34.22; Dt 16.10, 16; 2 Cr 8.13), porque fue celebrada exactamente siete semanas o cincuenta días después de la Pascua (Lv 23.15, 16). De ahí su nombre «pentecostés».
2.Fiesta de la → Cosecha (Éx 23.16), porque tenía lugar al final de esta, a la salida del año.
3.Día de las → Primicias (Nm 28.26), porque en esa fecha se ofrecían los primeros panes del nuevo trigo (Lv 23.17).
Todo varón israelita tenía que comparecer delante de Jehová en el día de Pentecostés para presentar una ofrenda de gratitud por la cosecha y para acordarse de su liberación de Egipto (Dt 16.16, 17). Era una santa convocación en la que ninguno trabajaba (Lv 23.21). Esta fiesta se celebró durante las épocas veterotestamentaria e intertestamentaria, y aún se celebra entre los judíos ortodoxos.
Su Mención En El Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento se menciona esta fiesta tres veces:
1.El día de Pentecostés, en Hch 2, cuando el → Espíritu Santo descendió sobre los discípulos y los llenó con el poder necesario para proclamar el evangelio por todo el mundo. A esta unción la acompañó «un estruendo como de un viento recio» y la aparición de → Lenguas «como de fuego», que se asentaron sobre cada uno de ellos. Comenzaron a testificar en «otras lenguas» y los extranjeros presentes les oyeron hablar «cada uno ... en su propia lengua». Se considera que esta ocasión fue el verdadero comienzo de la → Iglesia cristiana. Es digno de notar que «las primicias» de los tres mil convertidos se presentaron al Señor en ese día.
2.En Hch 20.16 donde se relata la prisa de Pablo para estar en Jerusalén el día de Pentecostés y celebrar esta fiesta en el templo.
3.En 1 Co 16.8 donde Pablo declara que permanecería en Éfeso hasta Pentecostés.
PENUEL (rostro de Dios). Nombre de un lugar y dos hombres en el Antiguo Testamento.
1. Lugar al norte del río Jaboc donde Jacob luchó contra «un varón hasta que rayaba el alba». Oseas 12.4 llama «ángel» al «varón». Posteriormente se construyó allí una ciudad, no lejos de Sucot. También se le llama → Peniel (Gn 32.30).
2.Hijo de Hur y nieto de Judá (1 Cr 4.4).
3.Hijo de Sasac, de la tribu de Benjamín (1 Cr 8.25).
PEÑARoca.
PEOR Montaña que se levanta desde la llanura de Moab, al este del Jordán y al norte del mar Muerto. El rey → Balac juntamente con el vidente → Balaam, y acompañados por los personajes principales de Moab, subieron a la cumbre para maldecir a Israel. Desde allí se veía claramente el campamento que cubría la llanura (Nm 23.27, 28). Allí edificaron siete altares y sacrificaron siete becerros y siete carneros (Nm 23.29s), pero Balaam no pudo cumplir con las instrucciones de Balac; más bien bendijo a los invasores (Nm 24).
«La maldad de Peor» (Jos 22.17) se refiere al pecado que los israelitas cometieron frente a este monte, seducidos por las moabitas y las madianitas (Nm 25). (→ Baal-peor; Bet-peor.)
PEPINO Hortaliza de la familia de las cucurbitáceas y propia del África tropical, en especial de Egipto (Nm 11.5).
Es difícil precisar a qué tipo de planta se refiere Nm 11.5. Podría ser el cucumis chate conocido como una variedad del melón; o el cucumis sativus, nombre técnico del pepino común, originario del área mediterránea. El campo desolado (quizás de pepino) al que se refiere Isaías simboliza la desolación de la ciudad de Sion (1.8).
PERDICIÓN (en griego, apóleia, que significa destrucción, ruina, → Apolión). Los conceptos de → Muerte, → Seol y perdición aparecen juntos en el Antiguo Testamento; a menudo se les personifica como el peor enemigo del hombre (Job 26.6; 28.22; 30.12; Sal 55.23). En el Nuevo Testamento «perdición» se refiere principalmente a la suerte fatal de los malos (→ Infierno). La puerta que conduce a la destrucción eterna es ancha, y el camino espacioso y poblado (Mt 7.13s; aquí lo contrario de la perdición es la vida). En Ro 9.22s el contraste es entre la perdición y la gloria; en Flp 1.28, entre la perdición y la salvación.
Las obras funestas de los que rechazan a Cristo serán castigadas en el día del juicio (Flp 3.19; 1 Ti 6.9; 2 Ti 2.14; Heb 10.39). El tema se recalca en 2 P (2.1, 3, 12; 3.7, 16), donde también se usa el sinónimo fthorá (cf. Gl 6.8, corrupción).
La expresión semítica «hijo de perdición» denota a un individuo marcado para la destrucción, pero que aún no ha sido destruido. Se aplica a Judas Iscariote en Jn 17.12 y al «hombre de pecado» (→ Anticristo) en 2 Ts 2.3. En Ap 17.8, 11 se refiere a esta misma realidad al afirmar que la bestia «va a la perdición». Aquí el término no se refiere a una simple extinción de la existencia, sino a un estado permanente de tormento y muerte.
PERDIZ Nombre vulgar de diversos géneros de gallináceas. En la Tierra Santa la perdiz abunda en el desierto de Judá. En los tiempos bíblicos era objeto de una caza despiadada (1 S 26.20). En Jer 17.11 se hace referencia a la creencia popular de que la perdiz roba huevos ajenos para empollarlos; los polluelos una vez crecidos abandonan a la supuesta madre.
PERDÓN Doctrina distintiva del cristianismo y expresión de una experiencia espiritual. Presupone tres cosas: (1) que el hombre ha pecado; es decir, ha infringido la → Ley divina ( → Pecado); (2) que ha reconocido su falta y está arrepentido (Mc 1.4 → Arrepentimiento) y (3) que Dios, en su amor y en su gracia, ha remitido la culpa y ha puesto el medio para que el hombre reciba el perdón. El perdón viene a ser, entonces, la fuerza poderosa que remueve el obstáculo espiritual y hace posible que la criatura humana se reconcilie y restablezca su amistad con Dios.
La idea básica del perdón, cuando se usa en relación con el pecado, es la de cancelar una deuda; quitar la barrera y efectuar la → Reconciliación; erradicar el pecado. Sin el perdón, que solo Dios puede conceder, el hombre está irremisiblemente condenado a la perdición eterna. Por eso, el mensaje del perdón es una maravillosa esperanza de vida.
En la Biblia el perdón aparece asociado con la doctrina de la → Expiación; esto es, la necesidad del sacrificio para vindicar la → JUSTICIA ofendida de Dios (por ejemplo, Lv 17.11). En el Nuevo Testamento la muerte de Cristo en la cruz es la garantía divina del perdón. «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (Ef 1.7).
La Biblia afirma ampliamente que es Dios el que perdona (Neh 9.17; Dn 9.9). El rey David se arrepintió de su pecado, lo confesó a Dios y fue perdonado (Sal 32 y 51). El perdón de Dios incluye el no acordarse más del pecado (Jer 31.34), y el sepultarlo «en lo profundo del mar» (Miq 7.19). El Nuevo Testamento declara la autoridad de Cristo para perdonar: «Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...» (Mc 2.10; cf. Hch 13.38).
Los cristianos deben imitar a Dios, perdonándose unos a otros (Ef 4.32). Por eso también se deben confesar las faltas entre sí (Stg 5.16). Todos los pecados pueden ser perdonados menos uno: la blasfemia contra el → Espíritu Santo (Mt 12.31, 32 //). Pero no se nos dice cuál sea esta blasfemia. Es de entenderse, sin embargo, que el pecado imperdonable es el de la incredulidad, cuando el hombre obstinadamente rechaza el testimonio que el Espíritu Santo le da de Jesucristo como el Salvador del alma. La incredulidad cierra la puerta del perdón.
PEREA (en griego, tierra de más allá [del Jordán]). Término que Josefo usa para referirse a la región llamada en el Nuevo Testamento «al otro lado del Jordán» (Mt 4.15, 25; 19.1; Mc 3.8; 10.1; Jn 1.28; 3.26; 10.40). Era una franja de tierra de unos 16 km o más de ancho que se extendía desde el río → Arnón, en el sur, hasta un punto en el norte, un poco al sur del Jarmuk. Antes de la época macabea, Perea estaba habitada principalmente por gentiles, pero los macabeos la judaizaron paulatinamente. Su capital era → Gadara.
Perea formó parte del reino de Herodes el Grande y, después de la muerte de este en 4 a.C., del de Herodes Antipas, su hijo. Juan bautizaba (Jn 1.28), y a menudo Jesús ministraba y enseñaba en Perea (Mc 3.8; 10.1). De allí partió el Señor en su último viaje a Jerusalén (Jn 10.40; 11.54).
PEREGRINACIÓN POR EL DESIERTO
Límites de La Región
El territorio por donde peregrinó Israel, desde su salida de Egipto hasta las cercanías del Jordán, está limitado al oeste por los lagos Amargos y el golfo de Suez; al este por el golfo de Aqaba y el valle del Arabá, que se extiende hasta el mar Muerto; y al norte por la costa del mar Mediterráneo. Tiene una extensión de ca. 52.320 km2.
Características Topográficas
En la parte noroeste, junto a la costa del Mediterráneo, hay una ancha faja arenosa, que es el desierto de Shur o Etam (Éx 13.20; 15.22). Se extiende desde el → «Río de Egipto» al norte, hasta el actual canal de Suez. Por esta área corría desde Egipto el «camino de la tierra de los filisteos» (Éx 13.17); y a una distancia de 30–60 km, al sur, corría paralelamente el «camino del desierto de Shur» (Gn 16.7). Este pasaba por Cades y Beer-seba y subía por la región montañosa de Palestina central. Sin embargo, por ninguno de los dos caminos mencionados anduvieron los israelitas.
Al sur del «camino del desierto de Shur» hay una región de bajas colinas pedregosas que constituye propiamente «el desierto de la peregrinación». Hay en esa región varios → Wadis, que en su mayoría convergen en el wadi el-Arish (río de Egipto). Esta meseta la atravesaba una antigua ruta comercial que ligaba a Egipto con Arabia, y pasaba por el extremo norte del golfo de Aqaba.
La parte sur de la península es montañosa y en ella se yergue el tradicional monte Sinaí. Esta parte, de forma más o menos triangular, es la más alta de la península, con picos que alcanzan más de 2.000 m de altura. Por cuanto solo llueve un mes al año, la península es muy árida. No obstante, en algunos lugares se hallan manantiales y en otros se puede obtener agua cavando pozos. La vegetación se encuentra por lo general en los wadis, entre ellos se destaca el wadi Feiran, ancho valle de abundante vegetación gracias a una corriente perenne.
Ruta Del Viaje
Existen algunos problemas que impiden determinar la ruta exacta del viaje de los israelitas por el desierto. Muchos de los lugares se nominaron según los acontecimientos ocurridos en ellos (por ejemplo, en Nm 11.34), pero nada ha quedado en los sitios que pudiera perpetuar sus nombres. En la nomenclatura descriptiva árabe de la península muy pocos nombres originales sobrevivieron. Por tanto, la identificación de varios lugares carece de certeza.
Mara y Elim se localizan en Ain Hawarah y Wadi Gharandel, respectivamente, a lo largo de la costa occidental de la península. Dofca (Nm 33.12), cuyo nombre significa «fundición», se localiza más al sur y se identifica con Serabit el-Khadim, antiguo centro minero, dedicado a la extracción de cobre y de turquesas. A Refidim se le identifica con Wadi Refayid, aunque otros prefieren Wadi Feiran. Cades-barnea, en el desierto de Parán (Nm 13.26; Dt 1.2), está en Ain Qudeis, en los límites de los desiertos de Zin y Parán, y abarca toda una región de manantiales. En Nm 33.18–34 aparece una lista de lugares que, así como otros en la última etapa de la peregrinación, presentan mucha dificultad para identificarlos. Daremos la lista de las escalas mencionadas en la Biblia (RV). Para mayores detalles véanse los artículos dedicados a cada lugar.
Número de Israelitas
En Éx 1, especialmente los vv. 7, 9 y 12, se enfatiza en la fecundidad de los hebreos en Egipto, cualidad que trajo como consecuencia que cuando salieron de Egipto eran «como seiscientos mil soldados de a pie, sin contar los niños» (Éx 12.37). En el censo que hubo en el desierto de Sinaí había 603.550 varones (Nm 1.19, 46). Junto al Jordán, antes de la conquista, hubo otro censo y se contaron 601.730 hombres aptos para la guerra (Nm 26.51). Agregando mujeres y niños a ese número, tendríamos una multitud de dos a tres millones de israelitas, según cálculos estadísticos.
Varios autores consideran inconcebible esa cifra, y afirman que los → Números no deben tomarse literalmente, pues los israelitas no pasarían de algunos miles. Creen que difícilmente setenta personas podrían multiplicarse tanto en tan poco tiempo. Sin embargo, en vista de lo dicho en Éx 1.7, 9, 12, no es del todo imposible. El crítico Bright afirma que un pueblo servido por dos parteras (Éx 1.15–22), que cruza el mar Rojo en una noche, y que se acobarda ante un enemigo más numeroso, no podía ser tan grande. Además, una multitud de tres millones ocuparía más de dos veces la extensión entre Egipto y Sinaí. Otros alegan que el desierto no podría acomodar una multitud tan grande.
Reconocemos en verdad que en el desierto, aunque hubiera abastecimiento de agua en muchos lugares y tal vez el clima fuera mejor antiguamente, antes de los devastamientos de las matas de acacia, habría insuficiencia de agua y alimentos. Wright se refiere a un escritor del siglo I a.C. para quien la población de Egipto en esa época era de siete millones, y añade que en la batalla de Cades (1286 a.C.), en Siria, contra los hititas, Ramsés II tenía un ejército de ca. 20.000 soldados. Israel, entonces, con 600.000 guerreros, sería muy superior a los egipcios y no les hubiera temido. Por otro lado, debemos considerar que el ejército egipcio era fuerte, adiestrado, equipado con carros y caballos, mientras los israelitas no tenían preparación bélica y estaban acostumbrados a la sedentaria servidumbre. Harrison sostiene, basado en las excavaciones hechas en las ciudades cananeas del siglo XII a.C. y por las cartas de Tell el-Amarna, que toda la población de la tierra prometida sería muy inferior a los tres millones, mientras en los textos de Éx 23.29 y Dt 7.7, 17, 22 nos permiten entender que los israelitas eran menos numerosos que los habitantes de Canaán.
Varias tentativas se han hecho hacia una comprensión racional de las cifras bíblicas. Sir Flinders Petrie sugirió que la palabra hebrea Elef debe corresponder a «familia» (cf. Jue 6.15) o «tienda» y no a «mil». Así, la tribu de Manasés tendría 32 tiendas de 200 personas, y no 32.200 personas (Nm 1.35). El número total de israelitas bajaría a cinco o seis mil. Clark toma también esta palabra y prefiere hacer una revocalización de Alluf, cuyo parónimo en ugarítico significa «capitán», «líder» o «jefe», y afirma que en el proceso de transmisión Elef quizás ocupó el lugar de Alluf. Si es así, Dan tuvo 60 capitanes y 2.700 guerreros, y no 62.700 varones (Nm 1.39).
Otra posibilidad que presentan los críticos es que las cifras del libro de Números sean tomadas de una época posterior en la historia de Israel, como por ejemplo, del censo hecho en los días de David. Otros creen que los números expresan una realidad comprensible para los antiguos. Harrison sugiere que las cifras de Éxodo y Números se usan simbólicamente para expresar poder relativo, triunfo, importancia o algo semejante.
Por tanto, aunque el valor literal de las cifras sea admisible, por no poder refutarlo completamente, las sugerencias hechas buscando una comprensión más racional de los números merecen consideración y un amplio estudio.
Participantes En La Peregrinación
Sabemos que el nacimiento de la nación de Israel no fue resultado de un proceso genealógico solamente, sino más bien de un proceso complicado que integró una considerable variedad étnica. Tanto más si aceptamos una de las interpretaciones que buscan restar las cifras de los censos de Números.
Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto «también subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes» (Éx 12.38), compuesta posiblemente por otros esclavos de distintas razas y aun por egipcios mismos que quizás hubieran aceptado al Dios de Israel. Sin duda muchos israelitas se mezclaron con egipcios y con otros extranjeros durante los 400 años (Lv 24.10), pues el mismo José se había casado con la hija de un sacerdote egipcio (Gn 41.45). El propio Moisés también se casó con una madianita (Éx 2.15, 21) y más tarde con una cusita (Nm 12.1). La Biblia menciona en Nm 10.29–33 la unión de una familia madianita con Israel en el desierto (cf. Jue 1.16). Los antepasados de Caleb (Jos 14.14) y Otoniel (Jos 15.17) no eran judíos y recibieron herencia entre los hijos de Israel. A la luz de todo eso, Israel peregrinó por el desierto no como una unidad étnica pura, sino como reunión de grupos de diverso origen, que se juntaron tanto antes como después del éxodo (cf. Nm 11.4).
Bibliografía:
EBDM, «Éxodo, Itenerario del». R.K. Harrison, Introduction to the Old Testament, Grand Rapids, MI, 1969. G. Ernest Wright, Biblical Archeology, Westminster Press, Filadelfia, 1957. John Bright, La historia de Israel, Editorial Methopress, Buenos Aires, 1966. E.J. Young, Introdução ão Antigo Testamento, Edições Vida Nova, São Paulo, Brasil, 1964.
LISTA DE ESCALAS DE LA PEREGRINACIÓN
A. De Ramesés a Sinaí
Éxodo
Nm 33
1. Salida de Ramesés
12.37
3
2. Sucot
37
5
3. Etam
13.20
6
4. Pi-hahirot
14.2
7
5. Paso por el mar Rojo
22
8
6. Tres días por el desierto de Shur
15.22
8
7. Mara
23
8
8. Elim
27
9
9. Junto al mar Rojo
10
10. Desierto de Sin
16.1
11
11. Dofca
12
12. Alús
13
13. Refidim
17.1
14
14. Desierto de Sinaí
19.1
15
B. De Sinaí a Cades
Números
Nm. 33
15. Salida de Sinaí
10:12
16
16. Tabera
11.3
17. Kibrot-hataava
11.34
16
18. Hazerot
35
17
19. Ritma
18
20. Cades (desierto de Parán)
12.16; 13.26
C. De Cades a Ezión-geber y regreso
21. Rimón-peres
19
22. Libna
20
23. Rissa
21
24. Ceelata
22
25. Monte de Sefer
23
26. Harada
24
27. Macelot
25
28. Tahat
26
29. Tara
27
30. Mitca
28
31. Hasmona
29
32. Moserot
30
33. Bene-jaacán
31
34. Mte. de Gidgad
32
35. Jotbata
33
36. Abrona
34
37. Ezión-geber
35
38. Cades (desierto de Zin)
20.1
36
D. De Cades al Jordán
Números
Nm. 33
39. Salida de Cades
20.22
37
40. Mte. de Hor
22
37
41. Zalmona
41
42. Punón
42
43. Obot
21.10
43
44. Ije-abarim
11
44
45. Valle de Zered
12
46. Desierto, otro lado de Arnón
13
47. Beer
16
48. Matana
18
49. Dibón-gad hacia Nahaliel
19
45
5O. Almón-diblataim y hacia Bamot
19
46
51. Montes de Abarim, delante de Nebo (hacia a la cumbre de Pisga)
20
47
52. Campos de Moab, junto al Jordán
48
53. Sitim
25.1
49
PEREGRINO Término que se aplica al que anda de paso, y habita solo temporalmente en un lugar. En el Nuevo Testamento se hace referencia a los cristianos como peregrinos, a fin de recordarles que su vida actual no es su destino definitivo, sino que su hogar permanente está junto al Padre (1 P 1.17; Heb 11.13).
Esto no significa, por supuesto, que el Nuevo Testamento insinúe que la vida presente y el mundo actual carezcan de sentido o sean malos. Pero sí significa que los valores de la edad presente no son finales. Por tanto, el término «peregrino» aparece en un contexto de fe en Dios como creador de todo cuanto existe.
El uso del término en el Nuevo Testamento tiene profundas raíces en el Antiguo Testamento, y particularmente en el episodio del éxodo (Heb 11.13). Por tanto, cuando en el Nuevo Testamento se nos dice que somos peregrinos, esto quiere decir que somos semejantes al pueblo de Israel en el desierto; nuestro socorro no es fruto de nuestros esfuerzos ni de nuestra capacidad, y la meta final no es este camino que atravesamos. La condición de peregrino no eximió al Israel del Antiguo Testamento de su obligación de ser fiel a Dios en el desierto y, por tanto, ser peregrino en el Nuevo Testamento no significa que el nuevo Israel deba desentenderse del mundo de su peregrinación. Lo que sí quiere decir es que este mundo no es ni puede llegar a ser la tierra prometida (→ Peregrinación).
PÉREZ-UZA (el quebrantamiento de Uza). Nombre del lugar donde Dios hirió de muerte a Uza por tocar el → Arca del pacto de Dios (2 S 6.7). Entristecido «por haber herido Jehová a Uza» (2 S 6.8), David llamó al lugar «Pérez-uza».
PERFECTO Término bíblico que significa «completo», «cabal», «maduro», o «que ha alcanzado su máximo desarrollo». En algunos casos denota el estado en que ya no falta nada. Aplicado a una persona en el Antiguo Testamento, tiene el significado de «íntegro». Asa, el rey, fue llamado «perfecto» (1 R 15.14). Sin embargo, no debe interpretarse en un sentido absoluto, sino como expresión de integridad.
En el Nuevo Testamento encontramos un amplio uso del término, que en griego es teleios, y su significado especial es «completo», «maduro», «que llena su propósito». Se traduce al castellano en varias formas. Pablo habla de los hermanos que son perfectos, pero por el contexto sabemos que no se refiere a una perfección totalmente exenta de pecado, ni a un desarrollo tal que no puedan crecer más, sino a madurez espiritual (cf. Flp 3.13, 14). En Ef 4.13, 14 Pablo mismo contrasta a un «varón perfecto» o maduro espiritualmente, con el «niño fluctuante» falto de estabilidad. Jesús emplea el término en un sentido ético, pero siempre relativo, en Mt 19.21 al indicar al joven rico lo que le hace falta para alcanzar una bondad completa, cabal.
Perfecto puede aplicarse con sentido absoluto, tal como nosotros solemos hacerlo para señalar la perfección moral absoluta, solamente cuando nos referimos a Dios. Nadie más es bueno en este sentido. Mateo 5.48 reta al creyente a ser perfecto como Dios es perfecto, y este reto destruye cualquier orgullo o autosatisfacción que hubiera en el hombre. Por esta razón Pablo dice que no se considera como ya perfecto, sino que prosigue «a la meta del premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Flp 3.12).
Por provenir de Dios, muchos de los atributos, obras y dones se llaman perfectos. Romanos 12.12 habla de la perfecta voluntad de Dios que la persona de mente transformada puede conocer. Asimismo se destaca el amor perfecto que echa fuera el temor (1 Jn 4.18). Santiago afirma que todo don perfecto viene de Dios (1.17). El mandato de Dios nos obliga a esforzarnos mediante el poder del Espíritu Santo a seguir adelante hacia la meta de la perfección moral y espiritual, aun cuando sabemos que en esta vida no la alcanzaremos (Flp 3.12).
PERFUMES Desde siglos antes de Cristo, los pueblos orientales mostraron gran interés y preferencia por la elaboración y uso de los perfumes. Se aplicaban en el cuerpo (Gn 37.25; Est 2.12; Pr 27.9; Is 57.9; Cnt 1.3; 4.10; Jn 12.3), en los vestidos (Sal 45.8) y en las camas (Pr 7.17). Además se destinaban a usos solemnes, rituales y simbólicos: para las literas de los príncipes (Cnt 3.6, 7), para → Embalsamar los cadáveres (2 Cr 16.14; Mc 16.1; Lc 23.56; Jn 19.39, 40) y para el servicio del tabernáculo (Éx 30.23–38).
Fueron los egipcios los que históricamente crearon el uso de perfumes. En sus grandes banquetes acostumbraban derramar gotas de perfume en la cabeza de los comensales. Los hebreos siguieron esa costumbre (Sal 133.2), y en tiempo de Cristo la practicaban con aceite (Sal 92.10; Lc 7.46; → Ungüentos).
PERGAMINO (nombre derivado de → Pérgamo, antigua ciudad cuyos reyes fomentaron la fabricación de este material en el que se escribían textos). Era un material más duradero y caro que el → Papiro, y es sabido que ya desde 300 a.C. se preferían para su elaboración pieles de ternera, oveja o cabra, aunque se usaban también de vaca o cerdo. Estas últimas producían un pergamino de inferior calidad. Las pieles se sometían a un baño en cal que facilitaba descarnarlas, luego se lavaban y raspaban, y por último se estiraban y se cubrían con capas de albayalde. Su color final era blanco, pero podían teñirse con azafrán o tintura púrpura.
Según 2 Ti 4.13, Pablo dejó en Troas, por razones desconocidas, algunos pergaminos que formaban parte de la colección que solía llevar consigo. Sin duda se trataba de → Rollos escritos sobre pieles de animales, puesto que los grandes códices bíblicos no existían en la época de 2 Timoteo.
PÉRGAMO Ciudad famosa de Misia en Asia Menor. Ocupaba un promontorio entre dos tributarios del río Caicus, donde ha habido una población desde tiempos prehistóricos. Capital de reinos desde 282 a.C., siguió bajo los romanos como capital administrativa de la provincia de Asia.
Fue un centro de cultura cuya biblioteca (doscientos mil tomos, → Pergamino) y escultura que todo el mundo admiró.
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La moderna ciudad de Pérgamo, con las ruinas de la basílica de San Juan en el centro.
Se destacó especialmente en cuestiones de religión. El templo de Esculapio, cuyo símbolo era la serpiente (cf. Ap 2.13) y cuyo título era «Esculapio Salvador», hizo de Pérgamo el «Lourdes del mundo antiguo», centro de sanidad milagrosa. Otros dioses griegos (Zeus, Atenea y Dionisos) tenían sus altares, muy frecuentados, en un alto promontorio. Estos cultos quizá tengan relación con «la doctrina de Balaam» (Ap 2.14), o sea «la doctrina de los → Nicolaítas» (Ap 2.15).
El primero, y por años el único, templo dedicado al culto imperial se construyó en Pérgamo en 29 a.C., para honrar a César Augusto y a Roma. Pérgamo, por tanto, era sede en Asia de la religión oficial del estado. Dicha religión era satánica. Asociaba el poder real concedido por Dios con el estado civil, y practicaba la adoración blasfema de una persona. Posiblemente a → Antipas (Ap 2.13) lo juzgaron y martirizaron al negarse a ofrendar a César la pulgada reglamentaria de incienso.
En la tercera de las siete cartas de Apocalipsis 2–3, la iglesia de Pérgamo recibe encomios y advertencias del Señor. Él posee la autoridad de la espada (cf. Ro 13.3ss), y al que vence galardona con el «maná escondido» y con una «piedrecita blanca».
PERGE Ciudad de → Panfilia (región en la costa sur de Asia Menor) levantada a orillas del río Cestro, a unos 11 km de su desembocadura para protección contra los piratas. En el siglo II a.C. fue construida la ciudad de → Atalia, que le sirvió de puerto principal; pero esta absorbió mucho de la prosperidad de Perge.
Perge fue la capital religiosa de Panfilia, como atestigua un templo de Diana situado cerca de la ciudad. En ella desembarcaron Pablo y Bernabé en su primer viaje misional, y en ella también los abandonó Juan Marcos, su común ayudante (Hch 13.13). Pablo volvió a visitar a Perge en su viaje de regreso (Hch 14.25).
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Ruinas del muro y la puerta de la ciudad en Perge, una ciudad que Pablo y Bernabé visitaron en su primer viaje misionero (Hch 13.13, 14).
PERLA Joya formada por una secreción de nácar dentro de la concha de algunos moluscos.
En los tiempos del Antiguo Testamento las perlas se estimaban como gemas de muy alto precio, aunque las referencias a ellas no son muy precisas. Posiblemente se conocían en los días de Salomón (Job 28.18).
En el Nuevo Testamento hay referencias más claras a las perlas (Mt 7.6; 13.45). Como adorno femenino se les menciona en 1 Timoteo 2.9 y Apocalipsis 17.4. Por su valor y belleza, la perla prefigura la salvación que el hombre logra mediante el gran sacrificio de Cristo; nosotros la adquirimos a muy alto costo (Mt 13.45, 46).
Se cree que en Apocalipsis 21.21 se alude a la madreperla, la cual los artesanos de Belén actualmente tallan para confeccionar estrellas, cruces y otras curiosidades muy apreciadas por los lugareños y los visitantes de la Tierra Santa.
PERRO (vocablo hebreo keleb y griego kuon). Animal doméstico conocido desde tiempos remotos en Egipto y Mesopotamia, donde llegó a ser objeto de culto.
En tiempos bíblicos, el perro no era tan apreciado como ahora. Se le consideraba un animal vagabundo que se alimentaba de desperdicios y cadáveres (Éx 11.7; 22.31; Sal 59.14, 15). No obstante, se le usaba para defender los → Rebaños y cuidar de las casas (Job 30.1; Is 56.10).
El perro se usa como figura casi siempre de connotación peyorativa. Representa la miseria y la ruina (1 R 14.11; 16.4; 21.19ss), el hombre despreciable (1 S 17.43), la humildad excesiva y la insignificancia (2 R 8.13). La expresión «perro muerto» o «cabeza de perro» indicaba un objeto indigno (1 S 24.14; 2 S 3.8; 9.8; 16.9). El salmista tilda de perros a sus enemigos (22.16, 20), e Isaías a los dirigentes religiosos irresponsables (56.10, 11).
Para los judíos, los gentiles eran perros (Mt 15.26; Mc 7.27); pero para Pablo los perros son los judaizantes o quizás los judeo-cristianos → Gnósticos (Flp 3.2). Jesús considera perros a los que no saben distinguir entre lo santo y lo impuro (Mt 7.6). En Apocalipsis 22.15 el perro es símbolo de la prostitución religiosa (cf. Dt 23.18).
PERSECUCIÓN Hostigamiento, agresión, discriminación o represión que las instituciones oficiales o grupos poderosos de un país, raza o región ejercen contra determinados grupos que son descalificados por su fe religiosa, raza, sexo o prácticas sociales. La persecución es una manera de ejercer el poder con el propósito de desmovilizar o eliminar a grupos específicos, que hoy es tipificada dentro de los derechos humanos, las leyes internacionales y los códigos jurídicos nacionales de muchos países. Este esfuerzo indica que es una práctica común y por ende una tarea permanente de las sociedades defender a quienes la sufren.
Los judíos, debido a sus prácticas aparentemente antisociales (su solidaridad como grupo, su falta de cooperación con el gobierno y su notable éxito financiero), cosecharon mucha antipatía entre sus vecinos gentiles. Desde la segunda sección de Isaías (por ejemplo 50.5s), el Antiguo Testamento asocia el → Testimonio fiel con la necesidad del sufrimiento y aun del martirio. Particularmente en la lucha contra los seléucidas (→ Cronología intertestamentaria), los judíos sufrieron mucha persecución, al resistir la helenización forzada (cf. 4 Mac 17.7–18.24). Bajo el Imperio Romano hubo brotes de persecución, especialmente fuera de Palestina (→ Dispersión), a pesar de la tolerancia oficial del judaísmo.
Los cristianos heredaron esta suerte y la aceptaron, animados por las enseñanzas de Jesús sobre la necesidad de la persecución (Mt 5.11s; 10.16–25; Jn 15.18–27) y sobre la paciencia frente a esta señal de los últimos tiempos (Mc 13.7–13; Lc 9.53–56; Jn 18.36). Irónicamente, los primeros en perseguirlos fueron los mismos judíos. La predicación de un Mesías crucificado, de cuya muerte los líderes judíos eran culpables, suscitó gran oposición, sobre todo entre los saduceos (Hch 4.1, 6).
Aunque en un principio la iglesia gozó de buen nombre en Jerusalén (Hch 2.46s; 5.14; cf. 5.34–40), la prédica de → Esteban cambió esta situación en parte, y la persecución se extendió hasta Damasco (Hch 8.1; 9.1s). En 44 d.C. Jacobo fue víctima de esta hostilidad (Hch 12.1ss), la cual después también perseguía a Pablo en todas sus actividades (→ Judaizantes). Todo esto condujo a la ruptura oficial entre la sinagoga y la iglesia en el sínodo judío de Jamnia, ca. 90 d.C.
El Imperio Romano, tras una tolerancia inicial del cristianismo, como si este fuera nada más que una secta del judaísmo, cambió a una actitud cada vez más hostil. Cuando Nerón buscó en 64 d.C. alguien a quien culpar por el incendio de Roma, decidió acusar a los cristianos, quienes, según el historiador Tácito, eran malqueridos, y declaró religión ilícita en Roma al cristianismo. En esta cruel persecución, limitada a la capital, muchos perdieron la vida (cf. 1 P 2.12; 4.14–17). Pero hasta los días de Domiciano (81–96), cuando en Roma y en Asia Menor se renovó la persecución imperial (→ Apocalipsis), los procesos contra los cristianos dependían de los gobernadores de provincias y del curso que estos quisieran dar a las quejas particulares. Esta condición continuó hasta los días de Decio (249–251), quien inició una persecución total.
Los cristianos incurrieron en mayores problemas al negar al César el culto que desde el siglo I este demandaba (→ Señor).
Bibliografía:
VTB, pp. 612–615.
PERSIA Los persas y los → Medos constituían el grupo iránico, los más orientales de los indoeuropeos que en el segundo milenio a.C. se establecieron en las mesetas iranias.
La historia antigua de Persia es poco conocida. En los anales del rey asirio → Salmanasar III (mediados del siglo IX a.C.) se registra a los parsua al oeste y sudoeste del lago Urmia. En su migración hacia el sudoeste, las tribus persas llegaron a la zona que denominaron parsumas cerca del 700 a.C..
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Restos de la majestuosa sala de audiencias en la ciudad persa de Persépolis, una estructura iniciada por el rey Darío I y terminada por Jerjes.
Después de una breve dominación por los elamitas y medos, el pequeño reino de Parsumas, fundado por Aquemenes, comenzó a expandirse, sobre todo con Teispes (675–640), quien incorpora a su dominio las provincias de Ansan y de Parsa, más al sudeste. Sus hijos se dividen el país: Ariaramnes (ca. 640–590) recibe Parsa, y Ciro I (ca. 640–600) se queda con Parsumas.
En el 556 a.C. → Ciro II se rebela contra el soberano medo Astiages y lo depone. Nace así el Imperio Persa, más unificado y poderoso que el medo, y uno de los más importantes de la antigüedad. Dominó el Cercano Oriente desde el 539 hasta el 333 a.C. y se extendió desde la India hasta Egipto. Finalmente sucumbió ante el imperio de Alejandro Magno, después de la batalla de Isos.
El cambio marcado en la historia por la instauración de la dinastía persa de los aqueménidas fue altamente favorable para los judíos, gracias a la política de tolerancia de los persas. Con este período persa está enlazada la restauración de Israel: el regreso de la cautividad, la reorganización de Jerusalén y la reconstrucción del templo y las murallas. Los persas fueron siempre sumamente condescendientes con los judíos (→ Darío I; Artajerjes I). Las fuentes históricas de este período del Imperio Persa son las antiguas inscripciones persas, las ruinas de los palacios de Persépolis y Susa, y los historiadores griegos (Herodoto, Plutarco, Estrabón).
En la historia bíblica el nombre de Persia aparece por primera vez en Ezequiel 27.10; 38.5), y se encuentra sobre todo, lógicamente, en la literatura poscautiverio (Ester, Daniel, Esdras y Nehemías).
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Tumba en un risco del rey persa Jerjes I, el gobernante que por lo general se identifica con el rey Asuero en el libro de Ester (Est 1.1).
La cultura persa incorporó elementos tomados de los pueblos conquistados, especialmente de Mesopotamia (Asiria y Babilonia) y Egipto. El aspecto más original e influyente de esta cultura lo fue su particular vivencia religiosa.
La religión persa fue el mazdeísmo (de Mazda, el Sabio) cuya fundación se atribuye a Zaratustra (Zoroastro), allá por el siglo VII o VI a.C., aunque el tiempo de la actividad de este es muy discutido. El mazdeísmo se caracteriza por su monoteísmo dualista: se reconoce una sola divinidad, Ahura-mazda («el sabio Señor»), Dios supremo, creador y conservador del mundo, principio del bien, la verdad y la justicia, al cual se opone Angra-mainyu («el espíritu destructor») que preside las fuerzas del mal.
El Zend-avesta (libro sagrado del mazdeísmo) presenta a estos dioses eternamente en lucha; de ahí proviene la pugna entre el bien y el mal, que durará hasta el fin del mundo, cuando el bien triunfará. Del hecho de que el hombre puede y debe participar en esta lucha con su vida virtuosa surge la noción de la responsabilidad moral. El hombre es responsable ante la divinidad y por tanto debe cumplir sus mandamientos; con esto fortalece el poder del bien, disminuye el poder del mal y se hace merecedor a una recompensa en esta vida o en la venidera. Los tres mandamientos de Zaratustra son: buenos pensamientos, buenas palabras y buenas obras.
El mazdeísmo evolucionó como una «religión de salvación». En esta fe «militante» la persona virtuosa aspira a alcanzar una recompensa, especialmente más allá de la muerte; cada uno rendirá cuentas de sus actos mediante un juicio. El otro mundo será establecido después de ese juicio, una vez que los hombres hayan sido lanzados a las tinieblas (castigo eterno), o bien conducidos a la inmortalidad y bienaventuranza en eterna comunión con Ahura-mazda. Por ello el mazdeísmo puede definirse como un racionalismo ético con rasgos marcadamente escatológicos.
Notable fue la influencia de la religión persa. La hegemonía persa desde mediados del primer milenio a.C., la estancia de los judíos en Babilonia y el internacionalismo de la lengua → Aramea, explican múltiples rasgos del judaísmo poscautiverio. Cabe también destacar la repercusión que el mazdeísmo tuvo sobre el dualismo de los maniqueos, que, a su vez, tan negativamente repercutió sobre la iglesia (especialmente la patrística) en la definición y evolución del pensamiento cristiano.
PESAS Y MEDIDAS El sistema hebreo antiguo de pesas y medidas tiene su origen en las civilizaciones babilónicas y egipcias. Es notable la influencia de Babilonia sobre la Palestina antigua que se destaca en las famosas tablillas de → Amarna. Dichas tablillas pretenden ser la correspondencia de ciertos reyes palestinos con el faraón de Egipto, y están escritas en el idioma de Babilonia, aunque datan de muchos años después de que dicha nación perdiera su dominio ante Egipto. Babilonia fue, entonces, la fuente de la metrología (ciencia de las pesas y medidas), pero hubo en el Medio Oriente y en tiempos antiguos una gran variedad de normas. En el Cercano Oriente en tiempos bíblicos las normas variaban según distritos y ciudades. Inclusive Israel mismo no tenía un sistema completamente reglamentado. David (2 S 14.26) y Ezequiel (45.10) establecieron ciertas normas.
La tradición rabínica de que hubo normas de pesas y medidas depositadas en el templo no se ha podido verificar todavía. Sin embargo, la ley hebrea demandaba pesas y medidas justas (Lv 19.35, 36). Los profetas condenaron a los comerciantes injustos en este respecto (Pr 11.1; Miq 6.11). Se entiende mejor la importancia de las exhortaciones a la luz de las pruebas arqueológicas que muestran cierta diferencia entre las pesas hebreas encontradas.
En tiempos antiguos las pesas fueron piedras labradas, generalmente con una base plana para facilitar su manejo. Tenían formas distintas para poder distinguirlas (tortugas, patos, leones, etc.). Muchas veces llevaban una inscripción del valor y la norma a la cual pertenecían.
Medidas Lineales
Era muy natural que el hombre encontrara en su propio cuerpo una norma para las medidas lineales. Originalmente el → «Codo» representaba el largo antebrazo y fue aceptado como una de las medidas generales. A eso se agregó el → «Palmo», el «dedo», etc. No parece haberse usado «el pie» en el Antiguo Testamento. Como puede verse, todo esto representa un sistema simple, pero resultaba adecuado para una etapa de desarrollo relativamente sencillo. Para las complicaciones de las civilizaciones más avanzadas, el sistema resultó inadecuado.
En el Nuevo Testamento, el sistema de valores también es tomado de otras civilizaciones. Las → «Brazas» de Hch 27.28 (literalmente el largo de los brazos abiertos) son una medida de 2 metros cada una. En Lucas 24.13 se hace referencia a «estadios» (100 brazas), un término tomado de los griegos.
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Esta moneda persa de oro conocida como darico muestra al rey Artajerjes arrodillado con arco y flecha.
Medidas de Capacidad
Debido a la escasez de pruebas arqueológicas acerca de esta clase de medidas, son menos conocidas que las medidas lineales. Sin embargo, se conoce su valor relativo. En cuanto al origen de ellas, se especula que derivan de las medidas lineales (por ejemplo, haciendo un cubo de la medida de un codo, y estableciendo cuánto de granos cabría en semejante cubo).
El → «Homer» era una medida común para cereales (más o menos 220 litros). El → «Efa» es otra y representa la décima parte del homer.
Medidas de Peso
No cabe duda de que se basan en los granos (trigo, cebada, etc.). Habiendo establecido el volumen de un cubo según las medidas lineales, hicieron la comparación entre la cantidad de granos y la cantidad de agua que dicho cubo contendría. Así que determinaron las pesas según cierto número de granos.
Medidas de área
En muchos casos las áreas de terreno se medían en términos completamente empíricos. Se establecía el tamaño, por ejemplo, según la cantidad de terreno que una yunta de bueyes podía arar en un día (1 S 14.14). A veces se tomaba la medida según la cantidad de semilla necesaria para sembrar cierta área (Lv 27.16).
Bibliografía:
IB II, 533–35. R. de Vaux, Instituciones de Israel, 271–288.
PESAS Y MEDIDAS
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Pesas y monedas
Gera
1/20 siclo
0.57 gramos de plata
Siclo
unidad básica
11.4 gramos de plata
Libra (mina)
50 siclos
570 gramos de plata
Talento
ca.
34 kilogramos
Medidas lineales
Palmo menor
ancho de la base de los dedos
7.5 centímetros
Palmo
del pulgar al meñique
22.5 centímetros
Codo
del codo al dedo cordial
45 centímetros
Caña
seis codos (Ez. 40:5)ca.
3 metros
Medidas de capacidad (para áridos)
Gomer
1/10 de un efa (Éx. 16:36)
2.2 litros
Seah
1/3 de un efa
7.3 litros
Efa
unidad básica
22 litros
Homer
10 efas
220 litros
Medidas de capacidad (para líquidos)
Log
1/12 de un hin
0.3 litros
Hin
1/6 de un bato
3.7 litros
Bato
igual al efa
22 litros
Coro
10 batos
220 litros
EN EL NUEVO TESTAMENTO
Pesas y monedas
Blanca (gr. lepton)
1/8 assarion (.031 gr.)
Cuadrante
1/4 assarion (.063 gr.)
Cuarto (gr. assarion)
1/16 denario (.25 gr.)
Denario
sueldo diario de un jornaleroca.
4 gramos de plata
Dracma
aproximadamente = un denario
3.6 gramos de plata
Estatero
cuatro dracmas (Mt. 17:27),
Talento
6.000 dracmas
21.600 gramos de plata
Libra
(Jn. 1.23)
327 gramos de plata
Medidas lineales
Codo
45 centímetros
Braza
4 codos
1.80 metros
Estadio
400 codos
180 metros
Milla
1.480 metros
Medidas de capacidad
Almud (gr. modio, Mt. 5:15)
8.7 litros
Medida (gr. saton, Mt. 13:33//)
1 1/2 modio
13 litros
Barril (gr. batos, Lc. 16:6)
37 litros
Medida (gr. coros, Le. 16:7)
370 litros
Cántaro (gr. metretes, Jn. 2:6)
40 litros
PESCADORPez.
PESEBRE Cajón hecho a veces de barro mezclado con paja o piedras cementadas con barro y colocado en los establos para echar el pasto para los animales. El vocablo griego fátne podía indicar también el establo mismo (en Lc 2.7, 12, 16). En el primer siglo las casas humildes se dividían en dos partes: la parte junto a la entrada servía de establo en donde dar de comer a los animales y protegerlos del frío y la lluvia, y en la parte interior, un poco más elevada, vivía la familia.
Algunas excavaciones indican que a veces el ganado se guardaba en una cueva aparte de la casa, o debajo de ella. De ahí que en los primeros siglos la tradición afirmara que Jesús había nacido en una cueva.
PESTILENCIA Los procesos infecciosos se encuentran en la Biblia englobados en los fenómenos de la peste y la pestilencia. Por su rápida propagación y por sus incontenibles efectos destructores, ambas parecen generalmente como el medio más apropiado para el castigo divino. Con ellos Dios extermina al pueblo rebelde y al enemigo (Éx 5.3; 9.15; 2 S 24.15; Jer 14.12). En este aspecto, con un correcto sentido médico, se asocian con otras dos calamidades y constituyen los tres clásicos azotes de la humanidad: → Guerra, → Hambre y pestilencia (Dt 32.23, 24; Ap 6.4–8).
Peste y pestilencia son términos imprecisos, no obstante, y se refieren a enfermedades transmisibles de personas, animales y vegetales; muchas veces se presentan asociadas entre sí, para consumar la destrucción (1 R 8.37).
Las pestilencias mencionadas en la Biblia son difíciles de identificar con las que hoy conocemos. El pasaje que describe la → PLAGA de los ganados podría referirse al carbunco o al tétano, según las características de la epizootía (Éx 9.3). La pestilencia registrada en Deuteronomio 28.28 permite deducir encefalitis. La plaga que azotó a los filisteos (1 S 6.2–5) y la que mató en una noche a 185.000 asirios del ejército del rey → Senaquerib (2 R 19.35) seguramente fueron casos de peste bubónica.
Una manera de combatir la propagación de las pestilencias parece haber sido la cremación de los cadáveres, de acuerdo con lo que permite deducir el consejo de Amós (6.9, 10a).
PETAÍAS (Jehová abre). Nombre de tres o cuatro hombres en el Antiguo Testamento.
1. Cabeza de familia del décimonoveno grupo de sacerdotes en tiempos de David (1 Cr 24.16).
2. Levita que después de la cautividad se divorció de su esposa pagana (Esd 10.23).
3. Uno de los levitas que reglamentó la adoración a Dios (Neh 9.5). Este quizás sea la misma persona del No. 2.
4. Funcionario judío del rey Artajerjes que regresó de la cautividad (Neh 11.24).
PETOR Sitio donde vivía el vidente → Balaam (Nm 22.5; Dt 23.4), situado en la Alta Mesopotamia. Los hititas lo conquistaron, pero, según las inscripciones egipcias, el faraón Tutmosis se los arrebató (ca. 1450 a.C.). Más tarde Salmanasar III lo tomó (cerca de 1015 a.C.).
Petor ha sido identificado con Tel Ahmar, unos 19 km al sur de Carquemis.
PETRASela.
PEZ, PESCADO Bíblicamente, los peces aparecen en numerosas ocasiones desde el principio de la humanidad. Forman parte de la creación que el hombre debía sojuzgar (Gn 1.26, 28). En el transcurso de la historia sin duda muy pronto los peces llegaron a constituir un alimento común en muchos de los pueblos del mundo bíblico.
Los israelitas sentían nostalgia por los peces que comían «de balde» allá en Egipto, país donde abunda este alimento (Nm 11.5; cf. Éx 7.18–21). En Jerusalén abundaba tanto la venta de pescado que hubo necesidad de establecer un lugar especial para los vendedores (2 Cr 33.14; Neh 3.3). Al parecer, el pescado era llevado a Jerusalén desde los mares de → Tiro por los comerciantes extranjeros (Neh 13.16).
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Pescadores con su pesca en el mar de Galilea.
Las leyes de Moisés permitían comer toda clase de pescado que tuviera escamas y aletas (Lv 11.9–12; Dt 14.9, 10). Seguramente en Mateo 13.48, al mencionar a los pescadores seleccionando su pesca, se hace referencia a esta Ley.
A los judíos les estaba prohibido rendir adoración a los pescados, costumbre muy practicada en otros pueblos idólatras (Dt 4.18; → Dagón). Los profetas hacen frecuentes referencias al oficio de la pesca (Is 19.8; Jer 16.16; Ez 26.5, 14; 32.3–5; Am 4.2; Hab 1.15; Sof 1.10).
En los Evangelios también hay continuas referencias a la pesca, el pescado y los pescadores (Mt 7.10; 13.47; Mc 1.16; Lc 5.1–11; Jn 21.6–11). El uso frecuente de estas escenas en los Evangelios se debe a que algunos de los discípulos del Señor eran pescadores antes de ser llamados al ministerio de Cristo. Los primeros seguidores del Señor recibieron el título de «pescadores de hombres» (Mt 4.18–22), muestra de que el Señor hablaba a la gente en términos conocidos.
PIBESET (en egipcio, casa de Bastet). Ciudad antiquísima del Bajo Egipto, ubicada a orillas del brazo oriental del Nilo, unos 72 km al nordeste de El Cairo moderno. Se menciona una sola vez en la Biblia (Ez 30.17). Los antiguos escritores griegos la llamaban Boubastis, y Herodoto (II, 60) conservó una descripción de ella. Fue importante durante la dinastía XIX (siglo XII a.C.) y la dinastía XXII (la del faraón → Sisac, 945 a.C.).
En Pibeset se adoraba a Bastet, diosa que tenía cabeza de león o de gato.
PIE Pocas veces la Biblia se refiere al pie en estricto sentido corporal y médico, aunque se menciona la quebradura de pie (Lv 21.19) y la hinchazón de pie (Dt 8.4). Sin embargo, en ocasiones se utiliza la palabra pie a manera de eufemismo; tal es el sentido de la expresión «cubrir los pies» que se usa probablemente para referirse al acto de defecar (Jue 3.24; 1 S 24.3).
Son numerosas y variadas las referencias al pie en sentido figurado. Poner los pies sobre la nuca del enemigo es signo de victoria y sometimiento (Jos 10.24; 2 S 22.39; Sal 58.10; Mt 22.44; Heb 1.13); caminar descalzo significa humillación (Dt 25.9; Job 12.17, 19; Is 20.2–4).
Descalzarse el pie tenía un especial significado legal en el antiguo Israel: que el pariente más próximo de una viuda renunciaba a los derechos establecidos por la ley del → Levirato (Dt 25.9; Rt 4.7). Echarse a los pies de una persona significaba reconocer su supremacía (Rt 3.8; 1 S 25.24; Mt 18.29; Mc 5.22; Lc 8.41); sentarse a los pies indicaba relación de alumno a maestro (Lc 8.35; Hch 22.3); besar los pies (Is 49.23; Lc 7.38–45) o abrazarlos (2 R 4.27) era muestra de humillación y sumisión; lavar los pies era expresión de humildad y de servicio; enseñanza simbólica y sublime que Jesús personificó cuando lavó los pies de sus discípulos (Jn 13.5).
PIEDAD Palabra que por lo general se define como devoción religiosa y reverencia a Dios. Sin embargo, denota además la fidelidad en cumplir las responsabilidades con la familia, especialmente con los padres (1 Ti 5.4).
1. Término que se usa varias veces en la versión Reina Valera para traducir las raíces hebreas rhm (Sal 25.6; Is 14.1; 26.10; 30.18; Zac 7.9) y hnn (Sal 51.1; Am 5.15; Jn 4.11), que en otros casos se traducen → «Compasión» o → «Misericordia».
2. En el Nuevo Testamento el término «piedad» es equivalente del griego eusebeı́a y otros relacionados, que significan «religiosidad», entendida esta como reverencia o temor ante lo divino y respeto por las ordenanzas religiosas. Entre los griegos, no se concebía la piedad como una relación personal con Dios sino como un deber hacia lo divino, y una virtud. Ello explica por qué, con excepción de las epístolas pastorales y 2 Pedro, el Nuevo Testamento no utiliza ese término en relación con los cristianos (cf. Hch 3.12; 8.2; 13.50) y prefiere describir la conducta de estos con otras expresiones: «obediencia al evangelio» o «a la verdad» (Ro 10.16; 1 P 1.22), «santidad» (1 Ts 4.3; Heb 12.14; etc.), «hacer las obras de Dios» (Jn 6.28s), etc.
En las pastorales y 2 Pedro, frente a enseñanzas erróneas y corruptoras, se utiliza la palabra piedad, pero se redefine para referirse a la calidad de vida que corresponde a la verdad del → Evangelio (2 Ti 3.15). La piedad cristiana brota del don divino de poder y vida (2 P 1.3) que Dios ha provisto en su revelación salvadora (1 Ti 3.16). La doctrina de Cristo es «conforme a la piedad» (1 Ti 6.3; Tit 1.1); es decir, produce piedad naturalmente y quienes carecen de esta manifiestan no haber escuchado el evangelio (2 Ti 3.2–8; Tit 1.16; 2 P 2.19–22).
En cuanto al contenido de la piedad, NBD lo describe bien como «la expresión práctica de la fe en una vida de arrepentimiento, lucha contra la tentación y mortificación del pecado; en hábitos de oración, gratitud y reverente observancia de la Cena del Señor; en el cultivo de la esperanza, el amor, la generosidad, el gozo, la disciplina; en la búsqueda de la honestidad, la justicia y el bien en las relaciones humanas; en el respeto a la autoridad divinamente ordenada de la iglesia, el estado, la familia y el trabajo».
Bibliografía:
VTB, pp. 615ss.
PIEDRA Fragmento de roca (en hebreo, eben; en griego, lı́tos. Compárese → Roca, en hebreo, sur o sela; en griego, petra, que supone mayor volumen y firmeza).
La Tierra Santa era pedregosa en extremo y era necesario despedregarla para hacerla cultivable (Is 5.2). Los israelitas bien podían vengarse de los de Moab cubriéndoles de piedra los campos de siembra (2 R 3.19, 25).
La piedra se empleaba en la construcción de viviendas particulares, edificios públicos, fortalezas y muros de las ciudades. El → Templo de Salomón se construyó así (1 R 5.17). Los altares, según Moisés, tenían que ser hechos de piedra sin labrar (Éx 20.25; Jos 8.31). La piedra también se usaba para pisos (2 R 16.17; cf. Est 1.6).
En tiempos bíblicos, se usaron piedras grandes y pequeñas en la construcción de muros, fortalezas, residencias y edificios públicos.
Las piedras grandes servían para cerrar la boca de los pozos, cisternas, cuevas y sepulcros; estos últimos generalmente eran cavados en la misma roca (Gn 29.2; Jos 10.18; Mt 27.60; Jn 11.38). También servían como señales y majanos para señalar los linderos de heredades, términos y fronteras (Dt 19.14; Jer 31.21); y para conmemorar sucesos importantes, para lo cual a veces las consagraban ungiéndolas (Gn 28.18; 31.45; Jos 4.9).
Actos como los referidos dieron un significado teológico a la piedra. Se afirmaba la presencia de Dios y se le adoraba con aceite sobre una piedra, como vemos en el pacto de Jacob con → Labán (Éx 31.45ss), el paso del río Jordán (Dt 27.2–8), o en la acción de gracias por una victoria (1 S 7.12). Los Diez Mandamientos Dios los entregó en dos tablas de piedra. En dos piedras que llevaba el sumo sacerdote se hallaban los nombres de las tribus de Israel (Éx 24.12; 28.9).
Metafóricamente y con sentido peyorativo, la piedra denota insensibilidad de corazón (1 S 25.37; Ez 11.19). Simboliza opresión y destrucción (Is 17.11; Lm 3.53; cf. Mt 24.1, 2), o ilustra, por contraste, una situación extrema (Lc 19.40).
Encomiásticamente, la piedra denota firmeza o fuerza (Is 50.7). En comparación con un templo, al conjunto de miembros de la iglesia de Dios se le llama «piedras vivas», y Cristo es la «piedra del ángulo» (Ef 2.20–22; 1 P 2.4–8).
PIEDRA DEL ÁNGULO Piedra que en el fundamento de una casa era colocada para unir dos paredes en ángulo. Generalmente era maciza y pesada, y un poco distinta de las demás que se empleaban en los cimientos. En dos pasajes del Antiguo Testamento se habla de la piedra del ángulo (Sal 118.22; Is 28.16), y en el Nuevo Testamento el simbolismo mesiánico de ella es aplicado a Jesucristo, primeramente por Él mismo (Mt 21.42; Mc 12.10; Lc 20.17) y luego por Pablo (Ef 2.20; 1 Co 3.11) y por Pedro (Hch 4.11; 1 P 2.7).
Jesucristo es la piedra del ángulo porque Él, y la doctrina de su divina intervención salvadora en la historia humana, es el fundamento de nuestra fe (Mt 16.16, 18), y porque Él es, asimismo, piedra de → Tropiezo, desechada por los edificadores incrédulos (Mt 21.42). Dios lo hizo ser piedra del ángulo por su obediencia; y los cristianos somos piedras vivas en virtud de nuestra unión con Cristo mediante la fe (1 P 1.5).
PIEDRA DE MOLINOMolino.
PIEDRA DE TROPIEZOTropiezo.
PIEDRAS PRECIOSAS En la Biblia hay dos tipos de piedras preciosas: una empleada en joyería para sellos, sortijas, pendientes, brazaletes, collares y adornos (→ Ornamento); y otra empleada en construcción como material de alta calidad, como el → Mármol. Generalmente se designan como piedras preciosas (2 S 12.30), pero también se les llama «piedras de deseo» o «deseables» y «piedras de gracia» o «bellas».
La mayoría de las piedras preciosas descubiertas en la Tierra Santa estaban en los estratos de la Edad de Hierro de las colonizaciones meridionales; por eso se cree que fueron importadas de → Arabia (Ez 27.22), → Ofir (1 R 10.2; 10.11), → Havila (Gn 2.12), Edom (Ez 27.16), además de Egipto, África, Siria y la India. En la Tierra Santa no hay indicios de que se extrajeran piedras preciosas. Sin embargo, entre los israelitas hubo célebres orfebres y joyeros, como → Bezaleel, quien diseñó el → Tabernáculo (Éx 35.30–33).
La identificación de las especies de algunas piedras preciosas es oscura por las diversas traducciones de sus nombres; estos cambiaron durante los períodos bíblicos y los sistemas petrográficos y químicos actuales son distintos.
Hay tres lugares donde se mencionan varios grupos de piedras preciosas:
1. En Ezequiel 28.12, 13 donde se describe el tesoro del rey de Tiro y se mencionan nueve clases.
2. En Éxodo 28.17–20; 39.10–13, donde se mencionan las doce piedras preciosas incrustadas en el → Pectoral del sumo sacerdote y que simbolizaban las doce tribus de Israel. En la Septuaginta y la Vulgata algunas reciben otro nombre. El orden sería así, siguiendo la característica hebrea de escribir de derecha a izquierda:
Sardio
Topacio
Esmeralda
Carbunclo
Zafiro
Berilo
Jacinto
Ágata
Amatista
Crisólito
Ónice
Jaspe
3. En Apocalipsis 21.18–20, se describen como fundamento simbólico de la nueva Jerusalén las siguientes: jaspe, esmeralda, crisólito, crisopraso, zafiro, ónice, berilo, jacinto, ágata, cornalina, topacio, amatista.
En sentido figurado las piedras preciosas generalmente significan dureza, solidez, firmeza, valor, brillantez.
PI-HAHIROT Último campamento de los israelitas antes de cruzar el mar Rojo. Se encontraba «entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón» (Éx 14.2, 9; Nm 33.7, . No se ha podido identificar el sitio. Solo se sabe que se hallaba en la frontera de Egipto y cerca del mar Rojo.
PILATO, PONCIO Procurador romano de Judea, 26–36 d.C.
Nada se sabe de su vida anterior a su nombramiento como procurador. Sucedió a Valerio Grato como quinto gobernador de Judea en el año 26. Por diez años gobernó con relativo éxito, gracias a las presiones de Vitelio, gobernador de Siria, amigo de los judíos y de los samaritanos, quien vigilaba constantemente a Pilato y abogaba a favor de un gobierno más suave. La sofocación sangrienta que Pilato realizó de la rebelión de los galileos y de los samaritanos dio a Vitelio la ocasión de acusarlo de mala administración (36–37 d.C.). Pilato viajó a Roma para rendir cuentas a Tiberio, pero este falleció antes de atender al ex gobernador. La vida posterior de Pilato y su muerte es materia de leyendas. Se ignoran los datos históricos.
En su régimen de diez años Pilato demostró ser un funcionario bastante capaz. Sus críticos (Filón en Legatio ad Caium XXXVIII, y Josefo en Guerra de los Judíos II.ix.3 y Antigüedades XVIII,iii.4) lo acusan de crueldad, injusticia y maltrato. Pero estas críticas, aplicadas comúnmente a muchos gobernadores romanos, carecen de imparcialidad y están bajo la influencia de cierto fanatismo nacionalista. Es cierto que la actuación de Pilato era enérgica, pero las circunstancias históricas lo forzaban a mantener el orden a toda costa. Aun sus crueldades más despiadadas obedecieron a este propósito; lo que le faltó fue sensibilidad a los escrúpulos judíos.
Foto de Gustav Jeeninga
Esta inscripción de un teatro en Cesarea menciona a Poncio Pilato, procurador de Judea, quien sentenciara a muerte a Jesús (Mc 15).
Pilato es conocido ante todo como cojuez de Jesús. Marcos 14.53–65 señala el juicio del sanedrín que luego debía ser ratificado por Pilato. Marcos 15.1–5 da cuenta de que este segundo proceso ocurrió muy de mañana. Y todos los Evangelios dan a entender que Pilato consideró inocente a Jesús (Mt 27.18; Mc 15.10; Lc 23.13–25; Jn 19.12) y trató de soltarle (→ Barrabás). Pilato casi se constituye en un mediador entre los judíos y Jesús, ya que la función legal del gobernador era mantener el orden. Con todo, el tumulto presionaba a Pilato prometiendo no provocar desorden si Jesús era sentenciado y amenazando al procurador políticamente (Jn 19.12). Finalmente Pilato cedió a favor del orden y de su propio puesto. El diálogo entre Pilato y Jesús acerca de la autoridad es uno de los pasajes más importantes que existen sobre el poder político (Jn 18.28–19.16).
La causa de la enemistad entre Pilato y → Herodes Antipas se desconoce. Jesús calló frente a este (Lc 23.9), pero habló mucho con Pilato (Jn 18.37s). Pilato manifiesta escepticismo, tal vez debido a su cultura griega. El conflicto que plantea el juicio de Jesús es entre la convicción (inocencia de una persona) y la conveniencia (la conservación del puesto y los privilegios de funcionamiento romano). En un gesto dramático, el procurador se lava las manos públicamente y condena a Jesús a ser crucificado; el credo apostólico recuerda esta entrega mencionando a Pilato aun cuando olvida otros nombres. Por el título que Pilato hizo fijar sobre la cruz («Rey de los judíos») reconocemos su resentimiento contra el sanedrín (Jn 19.19–22//).
Al conceder a → José de Arimatea el cuerpo de Jesús, Pilato quedó asombrado de que Jesús hubiese muerto tan pronto (Mt 15.43ss). Al día siguiente permitió que los miembros del sanedrín pusieran guardia ante la tumba (Mt 27.62–66).
La leyenda del suicidio de Pilato durante el reinado de Calígula data del tercer siglo. Coptos y etíopes consideran a Pilato un santo. La iglesia ortodoxa griega considera a su esposa una santa (cf. Mt 27.19). En el siglo IV decayó la estimación de Pilato en la iglesia occidental, y desde entonces se ha querido ver en él a una persona atemorizada que por propia conveniencia incurrió en un crimen judicial culpando a un inocente.
Bibliografía:
EBDM, V., col. 1110–1117. H. Schlier, Problemas exegéticos fundamentales en el Nuevo Testamento, Fax, Madrid, 1970, pp. 249–258.
PINÁCULO (en griego, pterygion que significa alero, torrecilla). Parte del templo adonde la tradición dice que Satanás llevó a Jesús para tentarlo (Mt 4.5; Lc 4.9); en la Reina Valera 1909 se traduce «almena». Podría ser la punta de un tejado del templo mismo o de otra parte de sus edificios adyacentes. El vocablo parece tener relación con alguna parte del caballete del techo; el artículo definido hace pensar en una parte sobresaliente. Se cree también que era el pórtico de Herodes, en el ángulo sudeste de la explanada, que daba al valle de Josafat y estaba a 400 codos sobre el nivel del valle.
PINO Árbol de la familia de las abietáceas, siempre verde. Es una de las plantas más bellas, conocida en casi todo el mundo, pero especialmente propia del hemisferio norte.
En la Biblia se conocen dos especies de pino: el pino brutia y el pinus halepensis, que nace en los montes de Palestina y del Líbano. Se utilizó para la edificación del templo de Salomón (1 R 5.8, 10 donde se le llama «ciprés») y para la cubierta de los barcos (Ez 27.5, 6). Debido a su flexibilidad, la madera de pino también se usaba para la construcción de instrumentos musicales (cf. 2 S 6.5). Por su constante verdor y vitalidad, Isaías lo utiliza como símbolo de la fertilidad futura del desierto (Is 41.19; 55.13).
PINTURA Todos los pueblos del Oriente cultivaron formas de expresión artística, pero la mezcla de pueblos en Palestina dificulta llegar a conclusiones sobre las características nativas del arte hebreo. En Palestina se ha hallado cerámica pintada y frescos con figuras de dragones estilizados y de pájaros que datan del año 3100 a.C. Estas pinturas adornan una variedad de monumentos y objetos durante los siglos posteriores. Los artistas se aprovechaban de substancias naturales, como el óxido rojo y la antimonita para producir tonos grises azulados.
En vista del segundo mandamiento, los hebreos tenían recelo en cuanto a la pintura, ya que los que practicaban otras religiones solían pintar sus templos, pero el establecimiento de la monarquía abrió horizontes más amplios y dio lugar a un arte hebreo, aunque muy influido por el de los fenicios. El → Templo de Salomón fue una obra de arte hecha con colaboración fenicia.
En los libros históricos y proféticos la pintura suele relacionarse con el adorno de las mujeres, sean estas meretrices o mujeres frívolas que imitan a aquellas en su apariencia (→ Jezabel). El mismo sentido prevalece en los gustos y adornos de las mujeres simbólicas de Ezequiel 23.11ss,40ss que representan a Samaria y a Jerusalén en su apostasía.
PIOJO Insecto áptero, sin alas, que vive como parásito de las aves, los mamíferos y el hombre. Se le cita en la Biblia en ocasión de la tercera de las → Plagas de Egipto (Éx 8.16, 17). La gravedad de esta plaga es evidente en la expresión «hubo piojo tanto en los humanos como en las bestias». Sus hábitos hacen del piojo un irritante y molestoso insecto. La cita de Salmo 105.31 es una mención del hecho del éxodo.
PIRATÓN Pueblo de Efraín situado en medio de los amalecitas (Jos 21.30). El juez Abdón hijo de Hilel fue sepultado allí (Jue 12.13, 15). Dos héroes de David, Abdón y Benaía, eran de Piratón (2 S 23.30; 1 Cr 11.31; 27.l4). Aunque algunos la buscan en Benjamín, usualmente Piratón se identifica con Ferata ubicada 8 km al sudoeste de Siquem.
PISGA Montaña de Moab y última cumbre de la cordillera → Abarim que corre de sur a norte, paralela con la costa del mar Muerto. El monte Nebo y la cima del Pisga, con un valle entre los dos, forman la figura de una gran montura. La cima del Pisga es la más baja de las dos montañas, pero se extiende más al oeste y desde ella es posible contemplar todo el territorio israelita. Tiene casi 823 m de altura y en un día despejado se puede ver desde el monte Hermón en el norte hasta Engadi en el sur. Si no fuese por las montañas de Judá se podría divisar el Mediterráneo. A su pie está el Jordán, y, muy visible al otro lado, Jericó.
Balac y → Balaam subieron el Pisga para maldecir el campamento de Israel. Ofrecieron en la cumbre sacrificios sobre siete altares (Nm 23.14), pero Balaam bendijo en vez de maldecir (Dt 23.15–25).
Dios dijo a Moisés que subiera al Pisga para ver desde allí la tierra de promisión, ya que no le sería permitido entrar a ella (Dt 3.27; 34.1–4). Luego Moisés murió en este mismo lugar (Dt 34.5).
Siendo Pisga un pico tan singular en el valle del Jordán, sirvió para marcar el sur de Galaad (Dt 3.17), la tierra que antes pertenecía a los amorreos (Dt 4.49; Jos 12.3), y el patrimonio cedido a Rubén (Jos 13.20).
PISIDIA Comarca del Asia Menor, que constituía una altiplanicie en la cordillera del Tauro, al norte de Panfilia, y que se extendía entre → Frigia y → Licaonia, su ciudad principal. Los pisidios, como la mayoría de los habitantes del Tauro, eran una raza indómita y sin leyes. Por los profundos desfiladeros de las montañas de Pisidia corrían torrentes impetuosos, y esto hace pensar que posiblemente Pablo haya estado «en peligros de ríos» y «peligros de ladrones» (2 Co 11.26) en sus dos viajes a través de esta región (Hch 13.14; 14.24).
En 2 Timoteo 3.11 Pablo se refiere a la persecución que sufrió en Antioquía de Pisidia (Hch 13.44–50). Varias iglesias cristianas existieron allí por siete u ocho siglos.
PISÓN Río que salía del Edén y regaba la tierra de Havila (Gn 2.11). Muchas y diversas identificaciones se han sugerido para el Pisón, incluyendo el río Fasis (Riono) que nace en el monte Ararat. Josefo sugirió, según la concepción del mundo de sus días, el río Karun de Persia y el Indo. Sin embargo, el Pisón no se ha identificado con certeza.
PITÓN (en egipcio, casa de Atum, nombre del dios del sol). Nombre de un hombre y una ciudad en el Antiguo Testamento.
1. Ciudad de almacenamiento construida por los israelitas esclavizados en Egipto (Éx 1.11). Se le ha identificado con uno de dos sitios excavados en el Wadi Tumilat, al este del delta del río Nilo. En uno, Tell el-Retaba, se encontró un templo del tiempo de Ramsés II. En el otro, Tell el-Mashuta, las construcciones muestran una variación en la hechura de los ladrillos: los del nivel más bajo están hechos con paja, los de más arriba con caña, y los del nivel más alto sin ningún material de ligamento (cf. la escasez de paja en Éx 5.10–21). Las provisiones almacenadas aquí servían a los ejércitos egipcios que cruzaban el desierto, y sus muros aún muestran que Pitón también era fortaleza que guardaba la frontera oriental de Egipto.
2. Nieto de Mefi-boset (Meri-baal), hijo de Jonatán (1 Cr 8.35; 9.41).
PLAGAS, LAS Las diez manifestaciones del poder de Jehová en Egipto (Éx 7–12) se dirigieron, en primer término, contra «todos los dioses de Egipto» (12.2). Según Jehová mismo, las mandó para que su nombre «sea anunciado en toda la tierra» (9.16). Fueron llamadas «plagas» y «maravillas» (7.3; 11.9), hechas por «la mano poderosa y el brazo extendido» de Jehová (Dt 7.19, etc.).
Estos → Milagros, aun cuando eran de orden sobrenatural, correspondían hasta cierto punto a fenómenos naturales de la región que por la oportunidad de su ocurrencia y por la magnitud que alcanzaron pudieron haber estado bajo el control de Dios para presionar al faraón.
La última plaga sucedió en el mes de → Abib (Éx 13.4), o sea, marzo/abril. Si la primera coincidió con la inundación del río Nilo en julio/agosto del año anterior, la serie entera abarcó unos ocho meses. Las plagas fueron:
Estatua de Ramsés II de Egipto. Muchos eruditos creen que era el faraón gobernante en el tiempo del éxodo.
La Conversión de Las Aguas En Sangre
«Todas las aguas que había en el río se convirtieron en sangre ... hubo sangre por toda la tierra de Egipto» (7.20, 21). Si estas palabras no han de entenderse literalmente, tal vez se refieren al color del agua, mezclada con mucha tierra roja por causa de una inundación del Nilo de extraordinarias proporciones. Tal circunstancia podría provocar, además, la presencia en el agua de enormes cantidades de contaminación y de materia o vida microscópica que a su vez causara la muerte de los peces (7.21). Los hechiceros egipcios produjeron un efecto igual con sus prácticas mágicas, pero no en la cantidad representada por el río mismo y todos los pozos de Egipto.
Las Ranas
Forzadas a abandonar los pantanos cercanos del río por la contaminación de los peces muertos, fueron tan numerosas que entraron aun en los hornos y las artesas (8.3).
Los Piojos
Algunos opinan que fueron mosquitos producidos de huevos puestos en el polvo, o zancudos que podían multiplicarse grandemente después de una inundación especial del Nilo. Esta vez los hechiceros no pudieron inventar ninguna imitación del fenómeno (8.16, 17).
Foto de Howard Vos
El río Nilo cerca de Luxor, Egipto. Dios convirtió las aguas de este río en sangre para castigar a los egipcios por no liberar a su pueblo (Éx 7.14–25).
Las Moscas
La mosca era insecto común en Egipto (Is 7.18), portadora de muchas enfermedades. Sin embargo, el factor más milagroso aquí es que «la tierra de Gosén, en la cual habita mi pueblo» (Éx 8.22), quedó libre de esta plaga.
La Enfermedad Del Ganado
Si esta «plaga gravísima» se limitó solo al ganado que estaba en el campo (9.3), quizá los animales de los israelitas se salvaron porque sus dueños no les permitieron salir al campo. Esto implicaría la fe en la palabra de Jehová por medio de Moisés y Aarón, diferencia fundamental entre israelitas y egipcios (cf. 9.19–21). Se ha sugerido que esta plaga fuera el ántrax, acentuado por la contaminación de los campos debido a la putrefacción de las ranas muertas y otros factores.
Las úlceras
Con la presencia de tantas moscas y restos putrefactos de ranas y ganados, no era de extrañarse que se multiplicaran las enfermedades eruptivas (cf. Dt 28.27). El malestar de los hechiceros (9.11) hace que parezca ridícula su lucha anterior contra el poder divino.
El Granizo
La condición de las cosechas (9.31, 32) hace pensar que esta plaga se presentó en febrero. Nótese la oportunidad dada a la fe (9.19–21).
Las Langostas
Nótese el temor que las plagas anteriores había hecho sentir entre los egipcios (10.7). En este caso, la plaga de → Langostas, los vientos se presentan como instrumentos de Jehová (10.13, 19; cf. Mt 8.27).
Las Tinieblas
Las tinieblas que se podían palpar (10.21) pueden haber sido consecuencia del mucho polvo, dejado después de la inundación del Nilo, el cual fue removido por los vientos que aún soplan en Egipto durante el mes de marzo. Este fenómeno seguramente se consideraría afrenta contra el dios del sol, Ra, dios principal de los egipcios.
La Muerte de Los Primogénitos
La última plaga, o sea la muerte del primogénito de cada hogar no protegido por la sangre del → Cordero pascual, es el clímax contemplado desde el principio (Éx 4.23). Subraya el hecho de que Israel es el «primogénito» de Jehová (4.22). Las explicaciones que indudablemente los egipcios habían pretendido dar a las plagas anteriores no bastaban para comprender este golpe rotundo. Tuvieron que reconocer la supremacía de Jehová (a lo menos en aquella situación) y dejar salir a los israelitas (Sal 105.38).
Igual temor se reflejó siglos después en los filisteos cuando robaron el arca de Israel (1 S 4.8).
PLANTAS DE LA BIBLIA La tierra que Dios prometió a Abraham y a su descendencia era extremadamente fértil. Debido a su clima diverso, el mundo de la Biblia disponía de muchas variedades de plantas. Los botánicos han identificado tres mil quinientas especies de vida vegetal en Palestina y Siria. En casi cada uno de los libros de la Biblia se mencionan plantas o productos derivados de estas.
La flora de la Biblia ha sido objeto de mucha discusión e investigación. La identificación exacta de muchas de estas plantas ha requerido varios años de investigación científica. Los escritores bíblicos no eran botánicos y pocas veces se molestaron en describir o identificar las plantas que mencionaron.
En el siglo XVI, Levinus Lemmens escribió el primer libro de plantas de la Biblia. Sin embargo, no fue sino hasta mediados del siglo XVIII que un botánico viajó hasta Palestina para conocer personalmente su vegetación. Desde entonces se ha llegado a obtener mucha información valiosa sobre las plantas de la Biblia.
Varios de los escritores a menudo utilizan términos generales al referirse a las plantas. A veces una referencia no es más específica que «árbol», «hierba» o «grano». Incluso si se menciona un grano individual tal como «maíz» o «trigo», se refiere a todos los granos en general.
Aunque en Palestina y otras tierras bíblicas crecían muchas clases de flores, muy pocas se mencionan por nombre en la Biblia. Algunas de las flores encontradas en la Tierra Santa son rosas, anémonas, lirios, tulipanes, jacintos y narcisos.
Otros de los términos generales que se refieren a las plantas incluyen zarza, hierba, pasto, cizaña, fruta y verdura.
Los hebreos estaban seguros de que Dios les había dado la tierra prometida para trabajarla, pero no fueron cuidadosos en darle buen uso. La tierra se cultivó sin descanso continuamente por miles de años hasta que una gran parte del suelo se agotó y muchas áreas se convirtieron en desiertos devastados. A la larga, los grandes bosques del Líbano y Hermón se destruyeron y el suelo se desgastó. La gente de ese tiempo no sabía cómo manejar su medio con inteligencia. Por consiguiente, la tierra que una vez fluía «leche y miel» se volvió estéril. En la actualidad varias de las regiones estériles de la Tierra Santa están volviendo a convertirse en fértiles tierras de cultivo. Se están haciendo esfuerzos para restaurar la riqueza de la tierra como Dios lo quiso.
Las siguientes son algunas de las plantas que se mencionan en la Biblia:
Acacia
Árbol espinoso grande con corteza nudosa y áspera. La madera café-anaranjada tenía vetas estrechas y repelía insectos. El árbol producía grandes vainas en forma de langostas con semillas adentro, así como racimos redondos y fragantes de flores amarillas. Varios tipos de acacias crecían en el desierto de Sinaí, al sur de Canaán y en Egipto.
Para construir el arca del pacto y el primer tabernáculo se utilizó madera de acacia (Éx 36:20; 37.1).
Ajenjo
Arbusto cubierto de pequeñas hojas verdes y racimos de flores amarillo-grisáceas. El ajenjo se da en las regiones desérticas de Palestina y Siria. Esta planta se menciona varias veces en la Biblia. Posee un sabor amargo y un aroma fuerte (Jer 9.15).
El ajenjo se utilizaba simbólicamente para referirse a alguna calamidad o experiencia amarga (Dt 29.18; Pr 5.4; Am 5.7, 6.12; Ap 8.10, 11). De esta planta se preparaba también una bebida embriagante (Lm 3.15).
Ajo
Planta de flores pequeñas cuyo bulbo se emplea como condimento. El ajo se comía con pan aparte de utilizarse para condimentar las comidas, tiene gran aceptación hasta hoy día. El ajo era de gran estima en Egipto y se cree que había sido usado como salario para los trabajadores que edificaron las pirámides. Los hebreos extrañaban el ajo luego de que dejaron Egipto (Nm 11.5).
álamo
Árbol que crecía de nueve a dieciocho metros de alto y que tenía ramas anchas y extensas. Las hojas eran verdes por encima y blancas por debajo. Jacob cortaba a lo largo la corteza de las ramas de álamo para descubrir la madera blanca. Supuestamente esto controlaba el color de su ganado (Gn 30.37).
Oseas se refiere a los israelitas que adoraban ídolos y dice que lo hacían a la sombra de los álamos. Esto trajo la condena de Dios por sus pecados (Os 4.13).
Algarrobo
Un árbol de hoja perenne que crece de seis a nueve metros de altura y que tiene pequeñas hojas lustrosas. Nativo de Siria y Palestina, este árbol tiene vainas largas llamadas algarrobas (Lc 15.16). En circunstancias deplorables de hambruna las algarrobas pudieron haberse usado como alimento.
Algum, Almug
Para esta planta, véase sándalo.
Alheña
Planta utilizada para producir un valioso colorante naranja-rojizo. Alcanzaba de dos a tres metros de altura y daba fragantes flores blancas. Salomón comparaba a su amada con racimos de alheña (Cnt 1.14; 4.13).
Almendro
Un gran árbol parecido al árbol de durazno tanto en el tamaño como en el fruto. Ante todo este árbol era apreciado en gran manera por los frutos que producía y que se utilizaban para fabricar aceite de uso doméstico y medicinal. La palabra hebrea que se traduce almendro significa «despertar», una alusión a la flor del almendro que en primavera es la primera en salir. Las flores rosado-blanquecinas siempre aparecen antes que sus hojas.
El almendro desempeñó un importante papel en la historia de Israel. Jacob incluyó almendras en los regalos para José en Egipto (Génesis 43.11). La decoración en los candeleros se diseñaban según el florecimiento del almendro (Éxodo 25.33), y la vara de Aarón era una rama de almendro (Números 17.8). El almendro también simbolizaba la dependencia de Dios (Jeremías 1:11–12). Muchos eruditos opinan que el avellano de Génesis 30.37 es un almendro.
áloes
Dos plantas, el uno un árbol y el otro una flor.
1.Los áloes mencionados en Salmos 45.8, Proverbios 7.17 y en Cantares 4.14 vienen de un gran árbol oriundo de India. La madera del árbol de áloe es fragante, valorada en gran manera por su perfume e incienso. Números 24.6 habla de áloes que el mismo Jehová plantó.
2.Flor producida por una planta de la familia de los lirios. El compuesto cristalino derivado de la pulpa de la hoja del áloe era un producto costoso utilizado para embalsamar. Nicodemo llevó un compuesto de áloe para embalsamar el cuerpo de Jesús (Juan 19.39).
Azafrán
Planta cuya flor, de color azul pálido, crecía de un bulbo.
Los azafranes se recogían, se secaban y se molían en pasteles. También se usaban como colorante en curris y estofados. Además se utilizaban como perfume en pisos de teatros y para matrimonios.
Salomón fue el único escritor bíblico que se refirió al azafrán (Cnt 4.14).
Bálsamo
Árbol espinoso que crece de tres a cinco metros de alto y tiene racimos de flores verdosas, también conocido como bálsamo de Jericó. Algunos creen que se trata del almácigo, árbol frondoso de hojas perennes que crece de uno a tres metros.
El bálsamo se valoraba en gran manera durante los tiempos bíblicos (Gn 37.25, 43.11; Jer 8.22, 46.11; 51.8). Producía una goma resinosa fragante.
Era un artículo de exportación (Gn 37.25) y Jacob la dio como regalo (Gn 43.11). En Jeremías 8.22 se usa como un símbolo de sanidad espiritual.
Boj
Árbol de madera muy dura y hojas brillantes, que crece alrededor de los seis metros de altura. Oriundo del norte de Canaán y de los montes del Líbano, el boj era muy adecuado para decorar el templo (Is 60.13). Desde tiempos romanos el boj se usaba para tallados en madera e instrumentos musicales. Simbólicamente Isaías mencionó este árbol, junto con otros, para recordar a Israel la perpetua presencia de Dios (Is 41.17–20).
Algunos eruditos han sugerido que el boje de las Escrituras puede mas bien ser el ciprés o plátano. Ver también castaño.
Calabacera
Planta que crece rápidamente hasta una altura de tres a cuatro metros. Uno de los sirvientes de Eliseo puso calabazas en una olla de potaje (2 R 4.39).
La calabacera se identifica como la planta bajo la cual Jonás encontró sombra. Algunos eruditos bíblicos sugieren esta que pudo haber sido la calabaza, el calabacín o la hiedra.
Muchas clases de calabazas florecían en la región del Mediterráneo. Algunas eran venenosas. Las entalladuras utilizadas en el templo (1 R 6.18; 7.24) eran un tipo de calabazas silvestres.
Canelo
Miembro de la familia del laurel, el árbol de canela crecía a más de nueve metros de altura y tenía flores blancas y ramas extensas. Oriundo de Ceilán, el árbol de la canela producía corteza y aceite que se usaba para el aceite de unción (Éx 30.23) y como perfume (Pr 7.17; Ap 18.13).
Caña Aromática
Hierba fragante en forma de caña que crece junto a las corrientes y en las riberas de los ríos (Cnt 4.14), llamada también caña olorosa (Jeremías 6.20). Las hojas de la caña aromática son fragantes y tienen sabor a jengibre cuando se las muele. Se cree que procede de la India (Jer 6.20).
Caña, Junco
Pasto gigante con troncos ahuecados que crecían a la orilla de los ríos y en las áreas húmedas de Egipto y Palestina. Varias palabras hebreas diferentes se refieren a las plantas pantanosas de la Biblia. Forman un orden largo de plantas tales como el lino, el lirio, la totora, la caña, el cálamo y el papiro.
Cañas y juncos crecían en cualquier lado desde uno a seis metros de alto y tenían hojas largas y delgadas. Un racimo de flores blancas se formaba en el tope de cada tallo. Los junquillos se usaban de diversas formas, incluyendo los bastones para apoyarse, cañas de pescar, instrumentos musicales y lapiceros. La gente también los utilizaba para tejer canastos, alfombras y para otros propósitos domésticos. La canasta de Moisés se tejió con juncos. El papiro, un junco particular, se usaba para hacer papel.
Las cañas eran símbolo de debilidad (Is 36.6). Jesús se refería a ellas como sacudidas por el viento (Mt 11.7). Cuando se burlaron de Jesús los romanos le pusieron una caña en la mano (Mt 27.29).
Cardos, Espinas
Términos generales para cualquier planta espinosa. Tales plantas son características de las regiones áridas y desiertas. Algunas de ellas eran zarzas, matas espinosas, pequeños árboles, yerbajos y hierbas punzantes. Crecían abundantemente en Palestina y en otras tierras bíblicas.
El uso de espinas más conocido en la Biblia fue en la corona de espinas que se le puso a Jesús en la cabeza cuando estuvo en la cruz «Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas» (Mt 27.29).
Algunos de los cardos y espinas eran anuales, esparcían su semilla en otoño. El labrador diligente los destruía antes de despepitar. Muchos de estos cardos y espinas se usaban como combustible para hogueras (Sal 58.9; Ec 7.6; Is 33.12).
Las matas espinosas se utilizaban como seto para resguardar campos y viñas (Pr 15.19). El profeta Miqueas declaró que la persona más recta es destructiva «como el espino y como el zarzal» (Mi 7.4).
Casia
Planta con sabor y aroma similares a la canela, pero considerado inferior. Algunos creen que puede ser el perfume hindú llamado orris. Moisés incluyó casia en el aceite de unción (Éx 30.24).
Castaño
Un árbol de Siria y Líbano que crecía hasta una altura de veintiún a veintisiete metros de alto y tenía un tronco macizo. Se menciona en Génesis 30.37 y Ezequiel 31.8.
Cebada
Grano conocido desde tiempos remotos. Se adapta bien a diferentes climas, madura con rapidez y resiste el calor. Usualmente se cosechaba antes que el trigo. Debido a que se lo consideraba comida para los esclavos y para los muy pobres, se le tenía baja estima como grano.
En la Biblia, la cebada se asociaba al principio con Egipto (Éx 9.31). Se usaba como ofrenda de celos (Nm 5.15), como forraje (1 R 4.28) y como alimento (Jue 7.13; Jn 6.13).
Cebolla
Planta con un bulbo largo y comestible. La cebolla era uno de los alimentos que los hebreos anhelaban cuando andaban errantes en el desierto (Nm 11.5). La cebolla se conocía en Egipto desde tiempos remotos y se encuentra dibujada en las paredes de las tumbas egipcias).
Cedro
Un árbol de hojas perennes que en ocasiones crece hasta treinta metros de altura, con una circunferencia de tronco de doce a quince metros. Se da en el occidente de Asia, los montes Himalayas y Chipre así como en Líbano.
La fragante madera del cedro era anticorrosiva y estaba exenta de nudos, lo que la hacía ideal para fines de construcción (2 S 5.11; 1 R 6.9), fabricación de naves (Ez 27.5), y para esculpir ídolos (Is 44.13–14).
La referencia al cedro que se hace en Levítico 14.6 y Números 19.6 generalmente se entiende como el enebro que crece en Sinaí. También véanse abeto y pino.
Foto de Howard Vos
Un turista examina una planta de mostaza en Palestina. La minúscula semilla negra de este arbusto sirvió de una buena lección objetiva para la enseñanza de Jesús sobre el Reino de Dios (Mt 13.31–32).
Ciprés
Árbol alto de hojas perennes y madera fuerte y durable. La madera de ciprés era apropiada en construcciones y se utilizaba para fabricar ídolos (Is 44.13, 14; 55.13). Se cree que la palabra interpretada como «madera de gofer» en Génesis 6.14 se refiere al ciprés. Esta fue la madera que Noé utilizó para construir el arca. En algunas versiones al ciprés se lo llama encina (Is 44.14).
Cizaña
Un pasto venenoso que se parece al trigo, pero con semillas más pequeñas. Por lo general la cizaña se dejaba en los campos hasta el tiempo de la cosecha, luego se separaba del trigo durante el escudriñamiento. Jesús se refirió a la cizaña que crecía con el trigo como una parábola para ilustrar al maligno en el mundo (Mt 13.25–30, 36–40). A veces se la traduce como mala hierba.
Comino
Una hierba anual que produce semillas con flores rosado-blanquecinas. El comino es nativo de las tierras del oriente mediterráneo. Una vez cosechado, el comino era triturado con ristras (Is 28.25, 27), un método aun utilizado en la actualidad. El comino servía para sazonar las comidas y en medicina. Estaba sujeto al diezmo (Mt 23.23). En algunas versiones se menciona como comino negro, eneldo, alcaravea o encina casera.
Foto de Gustav Jeeninga
Un granado florecido. En tiempos bíblicos se cultivaban mucho las granadas en Palestina (Nm 13–23; Dt 8.7–8). Del jugo de su fruta se hacía una agradable bebida (Cnt 8.2).
Encina
Para esta planta, véase ciprés.
Enebro
Arbusto denso, casi sin hojas, de alrededor de cuatro metros y medio. Posee pequeñas flores blancas. Común en regiones desérticas de Palestina, Arabia y Egipto, se utilizaba como carbón (Sal 120.4) y proveyó sombra al profeta Elías (1 R 19.4, 5). Las raíces que Job comió no fueron de enebro, pues no son comestibles, pero pudo haberse debido a un parásito comible que infectó el arbusto (Job 30.4). Algunos eruditos opinan que esta es la mata o brezal al que se refiere Jeremías 17.6 y 48.6.
Eneldo
Hierba de medio metro de alto con hojas de corte delicado y flores azules, que produce semillas de amapola que se usan en curris y se salpican sobre alimentos (Is 28.25, 27).
Espelta
Una clase inferior de trigo. Aunque el pan que se hacía de este grano era de menor calidad que el que se hacía de trigo, en tiempos antiguos la espelta se prefería por sobre la cebada. Se traduce como centeno en Éxodo 9.32 e Isaías 28.25 y como avena en Ezequiel 4.9. La espelta se sembraba después que el trigo. Se daba en suelos pobres y bajo condiciones adversas.
Estacte
Resina que se cree que es un extracto de los tallos y ramas del árbol de styrax. El estacte tenía gran manera como perfume e incienso. Era uno de los ingredientes del aceite de unción (Éx 30.34).
El styrax era un arbusto pequeño y fuerte que crecía de tres a seis metros de alto, se daba en abundancia en Líbano y a lo largo de Palestina. Sus hojas eran oscuras por encima y blanco-grisáceas por debajo. En primavera el styrax florecía profusamente y daba flores blancas fragantísimas que se parecían a las del naranjo.
Estiércol de Palomas
Una planta bulbosa que era comestible después de cocerla o asarla. El estiércol de paloma se menciona como comida durante la hambruna de Samaria (2 R 6.25). Algunos creen que de veras se trataba de excremento de pichones o palomas (véase algarrobo).
Gálbano
Pegamento de una hierba que crece de un metro a metro y medio de alto y que tiene flores blanco-verdosas. El gálbano era una sustancia lechosa extraída de los tallos que se endurecían de inmediato. Se utilizaba para perfume y para el aceite de la unción (Éx 30.34).
Granado
Árbol que produce una fruta redonda y dulce como de diez centímetros al través, que tiene una cáscara dura. Es verde cuando está tierna y se vuelve roja cuando está madura. Hay muchas semillas comestibles dentro de la granada.
El granado se ha cultivado en Palestina y Egipto desde tiempos remotos (Nm 13.23; Dt 8.8). Crecía como arbusto o como árbol pequeño, y a veces alcanzaba una altura de nueve metros. Sus hojas eran pequeñas y en forma de lanza y las flores de un rojo brillante. Por lo general el fruto maduraba en agosto o septiembre.
El borde de la túnica de Aarón estaba decorada con granadas de azul, púrpura y carmesí (Éx 28.33, 34; 39.24–26). Se enumeraba entre las frutas agradables de Egipto (Nm 20.5). Salomón decoró el templo con figuras de granada (1 R 7.18, 20). Del jugo de esta fruta se preparaba un vino picante (Cnt 8.2).
Haba
Una planta como de un metro de alto, con flores fragantes en forma de guisantes, grandes vainas y habas negras o cafés, que se comían solas o se cocinaban con carne. Las habas se han conocido desde tiempos antiguos y constituyeron siempre una parte importante en la dieta hebrea, especialmente entre los pobres. Cuando se desgranaban y limpiaban, frecuentemente se mezclaban con granos para hacer pan (Ez 4.9).
Haya
Árbol de hojas perennes de identidad incierta. Aunque en la Biblia este árbol se menciona varias veces, las autoridades bíblicas se cuestionan si este era realmente el haya o algún otro árbol de hoja perenne de Palestina. Muchos sugieren que el pino de Aleppo cumple esta descripción, aunque otros piensan que puede tratarse del ciprés, el enebro o el cedro.
Los israelitas valoraban la madera de haya para fabricación de naves (Ez 27.5) y para elaborar instrumentos musicales (2 Samuel 6.5).
Hierba Amarga
Para esta planta, véase ajenjo.
Higuera
Planta que produce frutos, pudiendo tratarse de un árbol alto o de un arbusto que se extiende a baja altura. El tamaño del árbol depende de su localización y suelo. En primavera las flores de la higuera aparecen siempre antes que las hojas. Cuando Jesús observó hojas en una higuera, esperaba su fruto (Mc 11.12–14, 20, 21). Usualmente había dos cosechas anuales de higos.
Los higos se comen frescos (2 R 18.31), molidos en pasteles (1 S 25.18) y se usan como cataplasma (Is 38.21). Jeremías usó a la higuera como símbolo de desolación (Jer 8.13). También significó seguridad y esperanza p
Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (2000, c1998). Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (2000, c1998). Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
 
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