chalino
  DICCIONARIO C
 
 
CABALLO Bestia de carga, llamada sus en hebreo e hippos en griego, tal vez originaria de los llanos centrales de Asia y Europa. Por ser más noble y valiente que el → Asno, en tiempos bíblicos se usaba el caballo para la guerra (Pr 21.31; Jer 8.16), para montar y para tirar de los carros de guerra (Éx 14.9; Jos 11.4; 2 S 15.1; etc.). Los caballos eran propiedad de los reyes y no de la gente común. De ahí que tienen un fuerte sentido simbólico de poder militar y arrogancia política (Is 2).
En la Biblia, la confianza en los caballos suele oponerse a la confianza en Dios (Is 30.16; Sal 20.7; 33.17), y por lo tanto se les prohibía a los reyes «aumentar para sí caballos» (Dt 17.16). No obstante, Salomón tenía 40.000 (1 R 4.26), a no ser que esta cifra sea error de algún copista (cf. 2 Cr 9.25).
«Un carro de fuego con caballos de fuego» llevó a Elías al cielo (2 R 2.11). La palabra caballo se usa metafóricamente en los Salmos, Zacarías y en Apocalipsis para simbolizar lo siguiente: el poder de Dios (Sal 20.7; 33.17; 76.6, 7); y según su color, el hambre (Ap 6.5; Zac 6.2, 6), la guerra (Ap 6.4; Zac 1.8; 6.2), la muerte (Ap 6.8), la victoria (Ap 6.2; 19.14; Zac 1.8; 6.3, 6).
CABELLOPelo.
CABEZA Parte del cuerpo humano que se consideraba como la fuente de vida, pero no necesariamente el asiento del intelecto, función que los antiguos atribuían al corazón. A menudo, cabeza se usa con sentido metafórico. Perder la cabeza es perder la vida misma (Gn 40.19; cf. Jn 19.30). Levantar la cabeza expresa la idea de tener éxito en cualquier empresa de la vida (Sal 27.6; Gn 40.13). Cubrirse la cabeza con las manos, o con polvo o ceniza, es señal de humillación y lamento (2 S 13.19; Lm 2.10).La piedra angular se considera como cabeza del edificio (Sal 118.22).
En hebreo, el término cabeza, ro˓s, indica además el comienzo u origen de alguna cosa: la fuente donde nace un río (Gn 2.10), el punto donde comienza una calle (Ez 40.1), el primer momento de un período (Éx 12.2; Jue 7.19). En el Antiguo Testamento se usa también para designar al jefe de una familia o tribu (Éx 6.14; Dt 33.5), es decir, el progenitor del linaje.
Para los grecoparlantes la palabra kefalê (cabeza) no expresaba el sentido de mando. En los escritos griegos de los siglos inmediatamente antes y después de Cristo, la palabra kefalê se usa como metáfora que señala el «origen» o «comienzo» de algo. Puede significar también la persona en sí. Pero no se encuentra ninguna evidencia en toda esa literatura griega donde kefalê signifique «jefe» o «autoridad». Donde el Antiguo Testamento dice cabeza con el sentido metafórico de «autoridad» o «jefe» de familia o tribu, los traductores que tradujeron el Antiguo Testamento al griego no usaron la palabra kefalê. Emplearon unas catorce palabras griegas distintas para traducir esa acepción de ro˓s.
Estos datos lingüísticos exigen que cabeza en diferentes pasajes se entienda en sentido de «origen» o «fuente». Al decir que Dios es la cabeza de Cristo y Cristo la cabeza del varón, 1 Co 11.3 expresa el concepto de que Dios es la fuente de todas las cosas y que Cristo es su agente directo en la creación (1 Co 8.6). Primera de Corintios 11.8–9 revela que cabeza en este capítulo tiene el sentido que le da el relato de la creación en Gn 2.21–22: el hombre sirvió de origen para la mujer, pues esta procede de su costilla. En cambio, no se ajusta a la nueva creación «en el Señor», debido a que Cristo es origen de la nueva vida tanto de la mujer como del hombre (1 Co 11.11).
En Ef 4.15–16, la imagen de Cristo como cabeza de su cuerpo, la Iglesia, define la función de la cabeza como fuente de la vida y el crecimiento del cuerpo: «Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo ... recibe el crecimiento para ir edificándose en amor».
Colosenses 1.18 conserva el sentido de cabeza como «origen» o «comienzo», al indicar que Cristo es la cabeza de la Iglesia al ser «el principio, el primogénito de entre los muertos». En su resurrección Cristo se constituyó en «primicias» de todo un linaje de nuevas criaturas que resucitarán en su venida (1 Co 15.20–22). Según Ef 1.22 y Col 2.10, el Cristo resucitado y exaltado goza de nuevo de la primacía en relación con «todas las cosas» (cf. 1 Co 8.6 arriba). Como cuerpo que pertenece a esta cabeza, la Iglesia participa en su gran plenitud.
El significado de cabeza que vemos en todos estos pasajes del Nuevo Testamento ilumina su uso en Ef 5.23: «El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia». El autor dedica los vv. 25–28 a instruir a los maridos sobre lo que esto significa. El marido debe imitar la conducta de Cristo con la Iglesia, es decir, debe amar a su esposa hasta el punto de entregarse por ella. Efesios 5.21, «sujetaos los unos a los otros», ofrece el marco para esta discusión y aclara la palabra dirigida a las esposas. La sujeción de ellas (vv. 22, 24) representa la contraparte del amor totalmente consagrado que se exige del esposo.
Bibliografía:
G.D. Fee, Primera de Corintios, Eerdmans/ Nueva Creación, Grand Rapids/Buenos Aires, 1995. I. Foulkes, Problemas pastorales en Corinto. Comentario exegético-pastoral a 1 Corintios, SEBILA/DEI, San José, 1996. B. y A. Mickelsen, «What does kefalê Mean in the New Testament?», en A. Mickelsen, ed., Women, Authority and the Bible, InterVarsity, Downers Grove, IL, 1986.
CABRA, CABRÍO, CABRITO Animal muy importante en los tiempos bíblicos que tiene seis nombres en hebreo y dos en griego.
En muchos sacrificios las cabras y los cabritos eran tan aceptables como las ovejas y los corderos. El animal que se enviaba al desierto el Día de Expiación, cargado simbólicamente con los pecados del pueblo, era sa˓ir (macho cabrío, Lv 16.7–22). La misma palabra se traduce «demonios» en Lv 17.7; 2 Cr 11.15. En Proverbios 30.29–31 el «macho cabrío» (tayish) se halla entre las tres cosas de «hermoso andar» y en Gn 30.35; 32.14 es una de las posesiones de Jacob y Labán.
Foto de Amikam Shoob
El íbice (Dt 14.5).
Las cabras formaban parte importante de la riqueza pastoril en el Oriente (Gn 15.9; 27.9; 30.31ss; 32.14; 37.31). Las criaban los israelitas en Canaán y en Egipto (Éx 12.5; 1 S 25.2), y en las tribus nómadas vecinas (2 Cr 17.11; Ez 27.21). Su leche y su carne se usaban mucho como alimento (Dt 14.4; Jue 6.19; Pr 27.27; Lc 15.29). Del cuero se hacían odres y vestiduras rústicas que usaban los pobres, ascetas, llorones y profetas (Gn 21.14; Jos 9.4; Mt 9.17; Heb 11.37). Su pelo se tejía para hacer vestidos exteriores, tela para tiendas (Éx 26.7; 35.6; Cnt 1.8) y telas finas como la que cubría el tabernáculo (Éx 25.4; 35.26).
El macho cabrío, guía del rebaño (Pr 30.31; Jer 50.8), simboliza a un «guía en la maldad» (Is 3.12; Zac 10.3; cf. Ez 34.17; Mt 25.32, 33). Un macho cabrío con un cuerno era símbolo reconocido del Imperio de Macedonia (Dn 8.5).
CABRAHÍGOSSicómoros.
CABSEEL Pueblo fronterizo entre Edom y Judá (Jos 15.21). En Neh 11.25 se lee Jecabseel. Benaía ben Joiada, uno de los más valientes de David, era oriundo de Cabseel (2 S 23.20; 1 Cr 11.22).
CABUL (estéril, improductivo). Nombre de ciudades.
1.Ciudad en el territorio de Aser, 15 km al este de Acre (Jos 19.27).
2.Nombre que Hiram, rey de Tiro, puso a las veinte ciudades que Salomón le dio por su cooperación en la construcción del templo (1 R 9.13). Cabul es un nombre irónico que significa «como nada» y expresaba el desagrado de Hiram por aquel obsequio.
CADEMOT Ciudad del rey amorreo → Sehón, próxima al desierto conocido por el mismo nombre de la ciudad. Los israelitas derrotaron a Sehón y conquistaron su tierra cuando este les negó el paso (Dt 2.26–36). Cademot se le asignó a Rubén (Jos 13.18) y se convirtió en ciudad levítica (21.37). Quedaba al este del Jordán, tal vez al lado del brazo superior del río Arnón.
CADES-BARNEA Sitio en la península sinaítica, conocido de antiguo por la importancia de sus aguas en una región desierta. Se ha identificado con la fuente de Ain Qudeis en el desierto de Sin, en la parte nordeste de la península, a once jornadas del monte Sinaí, camino de Edom (Dt 1.2) o unos 80 km al sudoeste de Beerseba. Sin embargo, las aguas de esta fuente no habrían bastado para la multitud de israelitas bajo Moisés, por lo que algunos eruditos lo identifican con Ain el-Quedeirat, otra fuente, unos 6 km al noroeste. Sin embargo, lo más probable es que Ain Qudeis sea el sitio original y que los israelitas hayan usado también el agua de Ain el-Qudeirat y Ain Qoseime (otra fuente de la misma región). Estas últimas se necesitaban cuando se congregaba allí una multitud muy numerosa.
En Cades, los israelitas aceptaron el informe pesimista de la mayoría de los espías enviados a Canaán, y por ello se les condenó a caminar 38 años en el desierto (Nm 13s). Allí fue donde se rebeló Coré (Nm 16). En Cades se sepultó a María (Nm 20.1), y Moisés, por su incredulidad al golpear la peña, perdió el derecho de entrar en Canaán (Nm 20.2–13). Debido a que Israel contendió con Dios, a las aguas de Cades se les llamó «aguas de la rencilla» (Nm 20.13), idea que se perpetuó en el nuevo nombre del lugar, Meribat-Cades o Meriba (rencilla) de Cades (Dt 32.51; Ez 47.19; 48.28).
Un viajero exhausto a la sombra de un enebro en el desierto de Cades (Nm 20.16).
CADMONEOS Pueblo mencionado en Gn 15.19 cuya tierra poseería la descendencia de Abraham. El nombre cadmoneo es idéntico en su forma al adjetivo «oriental» (Ez 47.18), de modo que podría significar simplemente «los orientales». Tal vez vivían en la tierra prometida, al este del Jordán.
CAFARNAÚNCapernaum.
CAFTOR, CAFTORIM Isla de → Creta, lugar de procedencia de uno de los pueblos que, junto con los casluhím, originaron a los → Filisteos (Gn 10.14; 1 Cr 1.12). Deuteronomio 2.23 habla de los caftoreos como procedentes de Caftor, pero según Jer 47.4 y Am 9.7 esta fue la tierra de donde salieron los filisteos.
En Creta la civilización minoica estuvo en su apogeo de 1800–1575 a.C. y su hegemonía abarcó, durante varios siglos, gran parte de la costa oriental de la cuenca del Mediterráneo. Aunque se cree que muchos de sus habitantes eran originarios de Asia Menor, hay pruebas de que semitas del delta de Egipto influyeron mucho en su cultura. Creta mantenía estrechos lazos culturales y comerciales con Egipto, Siria y Mesopotamia en esta época.
CAIFÁS Sobrenombre de significado desconocido, perteneciente a José, a quien el procurador Valerio Grato nombró sumo sacerdote ca. 18 d.C. y Vitelio, legado de Siria, depuso en 36 d.C. Su suegro → Anás (Jn 18.13, 24), le consiguió el sumo sacerdocio e influyó tanto durante el ejercicio del mismo, que llegó a ocupar el lugar de su yerno (Hch 4.6).
Juan el Bautista inició su ministerio en la época de Caifás (Lc 3.2). Después de la resurrección de Lázaro, Caifás recomendó al sanedrín la muerte de Jesucristo, en beneficio de la nación, sin darse cuenta de lo profético de sus palabras (Jn 11.49ss). Fue en el patio de Caifás (Mt 26.3) donde los líderes judíos acordaron prender a Jesús. Fue allí también, después de la interrogación de Anás (Mt 26.57–68; Jn 18.19–24), donde enjuiciaron y condenaron a Jesús (Mt 27.1).
La última vez que se menciona a Caifás es durante el juicio de Pedro, y Juan, cuando ya no ostentaba el oficio sumosacerdotal (Hch 4.6).
CAÍN Primogénito de Adán y Eva. Nació fuera del Edén y se dedicó a la agricultura (Gn 2.15; 4.1–3). Estuvo sujeto a la influencia del maligno (1 Jn 3.10–12). Le faltó amor para su hermano → Abel (Gn 4.9) y fe (Heb 11.4). Permitió que creciera en su corazón el pecado que entró en el mundo por sus padres (Jud 11). Ofrendó del fruto de la tierra, pero su ofrenda no agradó a Dios como la de su hermano, aunque no se explica por qué (Gn 4.3–5). Rechazada su ofrenda, Caín se enfureció y cometió el primer asesinato al matar a Abel (Gn 4.5–9).
Dios le condenó a vivir errante (Gn 4.11–14) y, para que nadie lo matara, le puso una señal (Gn 4.13–15). Se radicó en la tierra de → Nod, donde se casó y fundó la primera ciudad del mundo, Enoc. Tras perder la comunión con Dios, se consolidó con la humanidad perdida en su arte y en su militarismo (Gn 4.16–24)
Bibliografía:
Gerhard von Rad, El libro de Génesis, Sígueme, Salamanca, 1982.
CAINÁN (significado desconocido). Nombre de dos hombres en la Biblia.
1. Hijo de Enós, nieto de Set y padre de Mahalaleel (Gn 5.9–14; 1 Cr 1.2; Lc 3.37, 38).
2. En la genealogía de Jesús, Lucas menciona a otro Cainán, padre de Sala e hijo de Arfaxad (Lc 3.36). En esto coincide con la LXX (Gn 10.24; 11.12). Según el texto masorético, que no menciona a Cainán, Sala fue hijo y no nieto de Arfaxad. De esto se deduce que Lucas usaba el texto de la LXX y que ciertas genealogías a veces omiten el nombre de alguna familia.
CAL Materia preparada al quemar o cocer piedra caliza, conchas y otras sustancias calizas (Is 33.12), muy conocida en los tiempos bíblicos (Lc 14.42, 45) y fácilmente obtenida en la Tierra Santa. Se usaba para hacer mezcla y yeso, y para blanquear paredes (Dt 27.2; Mt 23.27; Hch 23.3). La mezcla de cal, arena y agua servía para edificar toda clase de casas (Ez 13.10).
CALA Primera capital de Asiria. Quedaba a 38 km al sur de Nínive, en el ángulo nordeste de la confluencia del Gran Zab con el Tigris. Según Gn 10.11, 12, la fundó Nimrod (su nombre hoy es Tel-Nimrud), pero de acuerdo con la historia asiria la fundó Asur, descendiente de Nimrod (Gn 10.22). Allí se puede ver una enorme cabeza de Nimrod esculpida en una peña.
En Cala los arqueólogos han descubierto los palacios de Asurnasirpal, Salmanasar I y III, Tiglat-pileser y Asaradón. También encontraron el famoso obelisco negro de Salmanasar III, que muestra al rey Jehú pagando tributo al rey de Asiria. En la plaza principal se hallaban las estelas que hablan de Acab y de los despojos que Sargón II se llevó de Asiria (2 R 17.5s). A Cala se llevaron a los cautivos de Israel Cala (2 R 17.1–7).
CALABACERA Planta que se menciona solamente en Jon 4.6–10. La identificación de esta planta con la calabacera la debemos a la LXX. Realmente es el ricinus communis, más conocido como palmacristi (palma de Cristo). El ricino se caracteriza por la rapidez con que crece y se seca; de ahí su importancia en la experiencia de → Jonás. Es una planta perenne, de unos 3 m de alto, hojas grandes, aserradas por el margen, divididas en varios lóbulos, de donde ha venido su nombre popular de palmacristi. El fruto es una cápsula que contiene tres semillas grandes de las cuales se extrae un aceite purgante y lubricante. Oriundo de África, el ricino crece silvestre, cerca del agua. Abunda en la Tierra Santa.
CALABAZA (en hebreo, paqquot). Coloquíntida, planta de varios tallos rastreros de unos 3 m de largo. Su fruto tiene la corteza lisa y se parece, por su forma, color y tamaño, a la naranja. La pulpa del fruto es blanca, amarga y venenosa (2 R 4.39). Es probable que la «vid de Sodoma» de Dt 32.32 sea esta misma planta.
La calabaza de 1 R 6.18; 7.24 es traducción de otra palabra hebrea relacionada con paqquot.
CÁLAMO AROMÁTICOCaña aromática.
CALCEDONIAÁgata.
CALDEOS, CALDEA Pueblo de origen cusita que se estableció al sur de la llanura de Babilonia. Por largo tiempo no se sometieron a la vida urbana, sino que continuaron su organización tribal. Esto fue un foco de resistencia a la dominación asiria. Por tanto, al declinar el Imperio Asirio, los caldeos llenaron el resultante vacío político en la región de Babilonia. Primero se adueñaron de la ciudad y la región de Babilonia, luego de Mesopotamia y por último de un vasto imperio que se extendía hasta las fronteras de Egipto. Los caldeos gobernaron a Babilonia durante la época de su máximo esplendor.
Este Imperio Caldeo, neobabilónico, solo duró unos cien años. Su fundador, Nabopolasar, se alió con los medos y de ese modo logró independizarse de Asiria y aun tomar a Nínive. Bajo su hijo, Nabucodonosor II, esta dinastía alcanzó su máxima gloria. Fue en esta época cuando los caldeos invadieron a la Tierra Santa con el propósito de ampliar su radio de acción frente a su gran rival, Egipto. Es a él y a sus tropas a los que se refiere la mayoría de las profecías del Antiguo Testamento acerca de Babilonia. En Habacuc 1.5–11 se encuentra una magnífica descripción de las fuerzas de los caldeos. La toma y destrucción de Jerusalén, así como la cautividad de Judá, se debieron a la campaña de Nabucodonosor (2 R 24.10–25.21; 2 Cr 36.1721; Jer 39.1–10; 52.4–30).
Cuando Nabucodonosor muere, le sucede su hijo Evil-merodac, quien trató a los cautivos judíos con más benignidad que su padre (2 R 25.27–30). Los días del reino caldeo estaban, sin embargo, contados. Antes de los cien años de fundado, siendo Nabonido rey de Babilonia junto a Belsasar su hijo, el reino sucumbió ante la invasión de los medos y los persas.
Los caldeos eran politeístas. Adoraban diversas imágenes en las que creían que los dioses residían. Se pensaba que las vidas humanas seguían un curso que podía descubrirse mediante el estudio de los astros y otras señales, y por tanto los caldeos se dedicaron a la astrología. Aun mucho después de desaparecido su reino, el término «caldeo» se utilizaba para referirse a un mago o astrólogo. Así lo emplea a menudo el libro de Daniel (2.10; 4.7; 5.7, 11).
CALEB Hijo de Jefone, príncipe de la tribu de Judá (Nm 13.6–14.6) y uno de los doce exploradores que envió Moisés a reconocer la tierra de Canaán. Mientras diez volvieron pesimistas trayendo malos informes, Caleb y → Josué fueron los únicos que aconsejaron a Moisés y a toda la congregación de los hijos de Israel que invadieran la tierra prometida (Nm 13.1–14.10).
Fue uno de los designados para dividir el territorio conquistado (Nm 34.16ss), y él mismo recibió como recompensa, a los 85 años, el monte Hebrón (Jos 14.6–15), según la promesa de Dios (Nm 14.14, 24; Dt 1.36). Para tomar posesión de Hebrón «echó a los tres hijos de Anac» y ofreció dar su hija Acsa al que tomara Debir. Otoniel, su sobrino, recibió la recompensa (Jos 15.14–19). Tal parece que al territorio que ocuparon Caleb y sus descendientes se le llamó el Neguev de Caleb (1 S 30.14) o simplemente Caleb de Efrata (1 Cr 2.24).
Otros hombres que llevan el nombre de Caleb se mencionan en 1 Cr 2.18, 42, 46.
CALENDARIOAño.
CALNE Ciudad que Nimrod edificó (Gn 10.10) y que los arqueólogos no han podido identificar. Debe de haber estado en la baja Mesopotamia puesto que se fundó juntamente con Babilonia, Acad y Erec.
CALUMNIA Acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño. Tanto el Antiguo Testamento (Éx 20.16) como el Nuevo Testamento (1 Ti 3.11) condenan la calumnia, y Lv 6.4 especifica una multa para indemnizar al calumniado. Isaías (59.13) censura este pecado y Juan el Bautista advierte a los soldados que iban para ser bautizados que no debían calumniar a nadie (Lc 3.4).
Jesús, que es la verdad (Jn 14.6), exige que sus discípulos sean veraces, y les instruye para orar por quienes los calumnian (Lc 6.28).
CALVARIOGólgota.
CALVICIEPelo.
CALZADOZapato.
CALLE Vía pública dentro de la ciudad (Mt 6.5; Lc 14.21; Hch 12.10). Algunas calles eran tan angostas que con dificultad podían pasar dos camellos a la vez cuando se daba el caso; otras, bastante anchas para el tránsito de vehículos (Jer 17.25; Nah 2.4). No siempre eran rectas, antes bien sinuosas.
Algunas veces las calles tenían nombres (Hch 9.11). Había calles con tiendas de una misma clase de negocios que las identificaban. Por ejemplo, «calle de los panaderos» (Jer 37.21). Saulo de Tarso recobró su vista y conoció el evangelio en la casa de → Ananías, en la «calle Derecha» de Damasco (Hch 9.11).
CAM (caliente). Nombre de una persona y dos lugares del Antiguo Testamento.
1. Segundo hijo de Noé (Gn 6.10) y uno de los cuatro hombres salvados del diluvio. Tuvo cuatro hijos: Cus, Mizraim, Fut y Canaán (Gn 10.6), quienes fueron padres de diferentes razas como los etíopes, los fenicios y los acadios. Las diferencias lingüísticas tan notables entre dichas razas parecen ser consecuencia de las invasiones, conquistas y reconquistas, como en el caso de los judíos modernos.
Algún tiempo después del diluvio, Noé se embriagó (Gn 9.20–25) y se durmió desnudo en su tienda. Parece que Canaán, su nieto e hijo de Cam, juntamente con Cam, de alguna manera abusaron de Noé lascivamente (cf. Lv 20.17), y por lo tanto Canaán fue objeto de la maldición de su abuelo. Proféticamente Noé previó la degradación de la nación que descendería de su nieto y que habría de ser piedra de tropiezo para Israel (Jos 23.13).
2. Lugar de Transjordania y pueblo de los gigantes zuzitas. No se ha precisado el lugar exacto (Gn 14.5).
3. Otro nombre para Egipto, usado en poesía (Sal 78.51; 105.23; 106.22).
CAMA Mueble para dormir o descansar, del cual se mencionan muchos tipos en la Biblia. El profeta Amós nos dice que en su tiempo existían camas de marfil (6.4), mientras el libro de Proverbios nos dice que las había adornadas con elegantes colchas y perfumadas con mirra, áloes y canela (7.16s, BJ). También las había con finas almohadas (1 S 19.13, 16). Las camas de los pobres consistían en simples esteras y frazadas (Éx 22.26, 27; Dt 24.13), que se podían llevar con facilidad de un lado a otro (Lc 5.25; Jn 5.8).
En Gn 49.4 y Heb 13.4 se alude al lecho conyugal y se condenan las relaciones sexuales fuera del matrimonio.
CAMALEÓN Saurio que se incluye entre los animales inmundos (Lv 11.30). Su cuerpo mide unos 15 cm. Cada pata tiene cinco dedos, dos de ellos son pulgares al frente de los otros tres. Sus ojos se mueven hacia atrás o hacia adelante, independientes el uno del otro. Se alimenta de insectos que atrapa lanzando sobre ellos como dardo su lengua larga y viscosa. Tiene la facultad de inflarse de aire cuando quiere, y cambia así su color natural, gris, a verde, púrpura y aun negro cuando se encoleriza.
CAMAREROEunuco.
CAMBISTAS En las tres narraciones referentes a las dos limpiezas del templo que el Señor hizo (Mt 21.12; Mc 11.15; Jn 2.15), los banqueros o los «hombres de la mesa» de Mt 25.27 (→ Banco) se llamaban kollybistai con relación directa al cambio de dinero. Los cambistas trabajaban en mesas sencillas y fueron estas las que el Señor trastornó. Puesto que la tarifa del santuario (Éx 30.11–16) era un tercio de siclo (Neh 10.32) o el semisiclo, los peregrinos que traían monedas griegas o romanas se veían obligados a cambiarlas.
CAMELLO Mamífero rumiante muy apreciado como animal de silla y de carga en las regiones desérticas del Oriente. Se le llama «el buque del desierto». Mide casi 2 m de altura. Es extraordinariamente vigoroso y resistente para el trabajo. En la planta de las patas posee una almohadilla ligeramente convexa, que envuelve y mantiene unidos los dedos, cubierta por una suela flexible que impiden que se hunda en la arena y le permiten pisar con firmeza en toda clase de terreno.
Hay dos clases de camellos: 1) el dromedario, de Arabia, al que más comúnmente se hace referencia en las Escrituras y que no tiene más que una giba en la espalda; 2) el bactriano o común, que se halla en el Asia central, tiene dos gibas y tal vez los escritores bíblicos no lo conocieron. Cuando los camellos están bien alimentados, las gibas crecen por la grasa que se acumula allí, pero esta se va absorbiendo poco a poco cuando comen mal y trabajan mucho. De ese modo suplen la falta de alimento. El dromedario (Is 60.6; Jer 2.23) es de una familia más veloz y liviana que lo distingue del camello común. El camello cargado camina de 13 a 15 km por hora y puede mantener ese paso 18 horas al día.
Foto de Gustav Jeeninga
Además de servir como bestia de carga, el camello proporcionaba leche y cuero para el antiguo pueblo hebreo.
El camello se arrodilla para recibir la carga que puede variar entre 240 y 500 kilos. Su alimento son hojas ásperas, retoños de árboles y cardos silvestres. Es un rumiante como la oveja o la vaca. Su estómago posee tres compartimentos. Los primeros dos poseen bolsas membranosas para contener una provisión suplementaria de líquido, por lo que puede pasar mucho tiempo sin beber. Ningún otro animal puede soportar los severos y continuos trabajos del camello, el mal trato que se le da y el alimento tan escaso y ordinario. Desde los comienzos de la historia, grandes caravanas de camellos han atravesado año tras año los largos desiertos ardientes (Gn 37.25).
La leche de camella siempre fue un alimento importante para los árabes y en la actualidad muy apreciada como bebida fresca y saludable. Ningún animal es más útil a los árabes, no solo vivo, sino aun después de muerto. Su carne es comestible, aunque no buena. De su pelo se fabrican alfombras, telas para tiendas, sacos para el grano y paño para vestimentas sencillas. Su estiércol, secado al sol, sirve de combustible.
La riqueza material del hombre se medía por el número de camellos que poseía. Job tenía 3.000. Los de los madianitas eran como la arena del mar (Jue 7.12; 1 Cr 5.21; Job 1.3). Rebeca viajó a la casa de Isaac en camello (Gn 24.61); la reina de Sabá trajo a Salomón camellos cargados de regalos espléndidos (1 R 10.2), como lo hizo Hazael a Eliseo (2 R 8.9). Los cusitas etíopes tenían camellos en abundancia (2 Cr 14.15) y los utilizaban incluso en la guerra (1 S 30.17). Los israelitas usaron muy poco los camellos después del tiempo de los patriarcas.
Hay tres referencias al camello en el Nuevo Testamento: (1) el vestido de Juan el Bautista (Mt 3.4; Mc 1.6); (2) las palabras de Jesús: «Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios» (Mt 19.24; Mc 10.25; Lc 18.25); (3) el proverbio aplicado a los fariseos: «¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!» (Mt 23.24).
CAMINO Tierra hollada o arreglada de tal manera que es posible andar por ella hasta un destino. Debido a esto último, «camino» encierra la idea de movimiento progresivo, como se ve en el sentido figurado que a menudo se le da en la Biblia.
Dios tiene sus propios caminos (Hch 13.10; Ro 11.33; Ap 15.3), todos los caminos de la humanidad están en sus manos (Job 31.4; Jer 10.23; Dn 5.23) y conoce los caminos del hombre (Job 23.10; Pr 5.21; Jer 16.17; 17.10). Asimismo, Dios ordena los caminos de los hombres según su voluntad para ellos (Éx 33.13; Sal 37.5; 107.7; Is 26.7; Jer 32.39).
Foto de Ben Chapman
Una sección del camino romano en Siria entre Alepo y Antioquía. Este camino está pavimentado con bloques de piedra de cal cuidadosamente cortados.
El hombre, por su parte, es propenso a apartarse de los caminos que Dios les señala (Job 21.14; Sal 18.21s; Pr 2.13s; Mal 2.9). Dios castiga a los que se apartan (Jer 5.4s; Ez 7.8), y exhorta al hombre a volver a los caminos que Él trazó (Is 55.7ss; Jon 3.8; Zac 1.4).
En la Biblia a menudo se contrasta el camino bueno con el malo, como en Sal 1.6; Pr 4.18s; Mt 7.13s; etc. (cf. Dt 11.26ss). Jesús dijo de sí mismo: «Yo soy el camino, y la verdad y la vida» (Jn 14.6). Estos tres elementos constituyen el andar cristiano totalmente inspirado y guiado por Cristo (Ro 6.4; 3 Jn 3, 4; Heb 10.19–22).
«Camino» fue el primer nombre que la comunidad cristiana usó para identificar su movimiento (Hch 9.2; 19.9, 23; cf. Is 40.3).
CAMINO DE UN DÍA DE REPOSO Dios ordenó a los judíos que en → Sábado nadie saliera de su lugar (Éx 16.29). Sin embargo, la exégesis rabínica estableció que en el día de reposo se podía caminar 2.000 codos, quizás basándose en Nm 35.5. Esta frase se menciona únicamente en Hechos 1.12 (cf. Mt 24.20) y se refiere a una distancia limitada, poco más de un kilómetro.
CAMPAMENTO Término militar (nótese el uso de «acampar» en 1 S 13.16; 2 Cr 32.1). La raíz del vocablo hebreo significa «curvar», porque los campamentos antiguos solían organizarse en forma circular, para la defensa de animales, mujeres, etc. En Sal 34.7 se encuentra este concepto en relación con el ángel de Jehová, que «acampa alrededor de los que le temen».
Según Números 2, el campamento de Israel en el desierto se organizaba alrededor del tabernáculo. Las tribus se ordenaban junto a una de cuatro banderas y las familias de Leví formaban el círculo interior. Aunque esta forma de acampar parezca destinada a defender el tabernáculo, el Antiguo Testamento aclara que, en realidad, era la presencia de Jehová en el tabernáculo lo que defendía al campamento (Dt 23.14; Éx 33.2).
En Heb 13.13 y Ap 20.9 el término «campamento» se emplea en sentido figurado. El primer texto alude a Jerusalén que en la época de Jesucristo era para los judíos lo que el campamento fue en el desierto. A Jesús lo crucificaron fuera de este campamento. En Ap 20.9 define místicamente al conjunto de los santos cristianos, el nuevo Israel.
CAMPANILLAS Adornos que se hallaban, alternados con granadas, en la orla de la toga del sumo sacerdote (Éx 28.33, 34; 39.25, 26). Sonaban cuando este entraba al santuario del tabernáculo y servían para llamar la atención tanto del sumo sacerdote como del pueblo que debía poner todo su corazón y alma en el culto rendido a Dios. Además, protegían al sacerdote de la muerte (Éx 28.35). Solo en Zac 14.20 se halla otra mención de las campanillas. Aquí se dice que formaban parte de las monturas de los caballos.
CAMPO, CAMPESINO El libro de Rut ilustra la sociedad campesina veterotestamentaria. El relato se presenta durante la cosecha de cebada y trigo, y gira alrededor de los campos de cultivo. Rut, como campesina pobre, ejerce su derecho de espigar detrás de los cosechadores. El papel de la familia como base social es evidente. Cuando Booz y Rut se casan, se confirma ante los ancianos y una asamblea popular frente a la puerta de la aldea. Familia, aldea y campo son las presuposiciones sociales de la narración.
A menudo, los protagonistas sociales de la Biblia son campesinos. Los profetas Miqueas, Amós e Isaías eran campesinos. El movimiento de Jesús surgió entre campesinos, y muchas de las enseñanzas y ejemplos de Jesús reflejan este medio rural. Jesús mismo provenía de Galilea, una región dominada por el campesinado.
CANÁ (casa de cañas). Nombre de ciudad y arroyo.
1. Arroyo que formaba parte de la frontera entre Efraín y Manasés (Jos 16.8; 17.9). Quizás sea el moderno Wadi-Qana.
2. Ciudad en la parte nordeste de Aser (Jos 19.24, 28). Tal vez sea la moderna Qana, 10 km al sudeste de Tiro. Existen ruinas antiguas 1, 5 km al norte. No se debe confundir con Caná del Nuevo Testamento.
CANÁ DE GALILEA (en hebreo, caña, cañaveral). Aldea mencionada solo en el Evangelio de Juan. Fue la aldea natal de → Natanael (21.2). Jesús realizó allí su primer milagro al convertir el agua en vino (2.1–11) y sanó al hijo de un dignatario (4.46–54).
Al norte de Nazaret hay dos lugares que se disputan ser el sitio de Caná: 1) Khirbet Kana, 14 km al norte, que los árabes todavía llaman Caná de Galilea; 2) Kafr-Kanna, 6 km al nordeste de Nazaret, en el camino a Tiberias, que tiene el apoyo de la antigua tradición eclesiástica.
Foto de Gustav Jeeninga
Caná de Galilea, la aldea donde Jesús realizó su primer milagro.
CANAÁN, CANANEOS Canaán fue hijo de Cam y nieto de Noé. De acuerdo al testimonio bíblico, Noé maldijo a Canaán, quizás porque junto a su padre vio la desnudez de su abuelo (Gn 9.18, 22–27; → Cam). Más tarde Canaán se identifica en la lista de la naciones (Gn 10.15–19) y sus descendientes (cananeos) se relacionan con once grupos o pueblos que históricamente habitaban en Fenicia y Siria Palestina.
Nombre
Los términos Canaán y cananeo parecen abarcar una designación egipcia que identificaba tanto a los habitantes como al país ubicado en la región oeste de Palestina a partir de ca. 2000 a.C. Tal designación quizás se fundamentaba en cómo dichos habitantes se autoidentificaban. Se piensa que kina˓nu significa «mercaderes» o «comerciantes» (Os 12.7; Sof 1.11; cf. Is 23.11), aunque tradicionalmente el vocablo se ha relacionado con «tinte color púrpura», en clara alusión al principal producto comercial de la comunidad. Se ha sugerido también que el nombre Canaán puede significar «bajo» o «plano», en relación a la costa mediterránea al norte del territorio filisteo. De acuerdo a fuentes griegas y fenicias, los habitantes de Fenicia se identificaban como cananeos.
En la Biblia se indica que Canaán es el país al que emigraron los patriarcas y los israelitas. Y en la actualidad la región incluye parte del territorio de Israel y Líbano.
Geografía
En la Biblia, como también en fuentes extrabíblicas, se identifican al menos dos extensiones geográficas relacionadas con el término. En primer lugar se alude al territorio y a la franja costera que va desde Siria a Palestina, y sobre todo a Fenicia. Los cananeos, según algunos textos de la Escritura (Gn 10.15–19; Nm 19.29; Jos 5.1; 11.3; Jue 1.27–37), ocupaban la región costera, los valles y las llanuras del oeste palestino y el valle del Jordán (los amorreos habitaban en las alturas).
La misma designación puede abarcar, por relación o extensión, la región interior de Palestina y Siria. De ahí que en Gn 10.15–19 se incluye en la lista también al heteo, al jebuseo, al amorreo, al heveo y al gergeseo, y se indica que las familias de los cananeos se dispersaron (v. 18). Esta región, que abarca la costa mediterránea desde Sidón hasta Gaza, en el interior incluye ciudades a la orilla del mar Muerto (p. ej., → Sodoma y Gomorra), y llega al norte hasta Lasa, de ubicación precisa incierta.
Los puertos más importantes de Canaán eran Tiro, Sidón, Beritus (actual Beirut) y Gebal (conocida en griego como Biblos). Estos centros de comercio internacional estaban ubicados en el actual Líbano. Los barcos de estas regiones transportaban madera de cedro, aceite, vino y tinte púrpura. Llegaban a Canaán barcos con lino de Egipto y artesanía griega, y Biblos era un importante centro de exportación de papiro. En la época de Salomón, la artesanía cananea y fenicia tenía tanta fama que del Líbano se envió madera para la construcción del templo de Jerusalén, y desde Tiro colaboraron en las obras de construcción (1 R 5; 7.13–47).
Foto de Gustav Jeeninga
Estatua de Baal, un prominente dios pagano de los antiguos cananeos.
Cananeos Y Amorreos
Aunque en la Escritura los → Amorreos habitan en las montañas (Nm 13.29; Jos 5.1; 11.3), en su uso más amplio se confunden con los cananeos. Los amorreos se incluyen en la designación de cananeos (Gn 10.15–16); cuando se indica que Israel conquistó Canaán, posteriormente se alude a la tierra de los amorreos (Jos 24.15, 18); Abraham, al llegar a Canaán, no ocupa la tierra prometida porque la maldad de los «amorreos» no había llegado al colmo (Gn 15.16); y Siquem, que es una ciudad de Canaán (Gn 12.5–6; 34.2, 30), también se conoce como amorrea (Gn 48.22).
Esa confusión semántica quizás se deba a que ambos términos provienen de la identificación que hacen de ellos los grupos externos (p. ej., egipcios e israelitas). Pero aunque son vecinos, sin duda son nacionalidades independientes.
Excavación de un templo cananeo del siglo catorce a.C. en Bet-sán.
Historia
La presencia en Palestina de un pueblo de habla semítica en el tercer milenio a.C. la han corroborado varios descubrimientos arqueológicos. Se ha comprobado que los cananeos estaban ya establecidos en Palestina a lo menos por el año 2000 a.C. También los amorreos estaban bien arraigados en Siria Palestina; y en Ebla, al norte de Siria, ya se manifestaba un elemento semita para el 2300 a.C. En aquellos tiempos, Canaán estaba dividida en una serie de ciudades estatales y formaba parte del Imperio Babilónico bajo la dinastía de Ur. La teología y los dioses procedían de Babilonia. Como en todo el imperio, el famoso Código → Hammurabi estaba en vigencia en Canaán.
Cuando el dominio de los babilonios, aunque no su influencia, llegó a su fin en Palestina, los heteos dominaron en el norte y en el sur los egipcios. Los reyes hicsos de → Egipto unieron Canaán con el Delta. No cabe duda que fue un rey hicso el que favoreció a José y a su familia. Luego los egipcios derrotaron a los hicsos, quienes eran extranjeros en la tierra de los faraones, y recuperaron el dominio de Canaán: «Se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José» (Éx 1.8).
En el tiempo de la invasión israelita bajo Josué (ca. 1230–1220 a.C.), el poderío egipcio casi había desaparecido en Canaán. Existían muchos conflictos entre los pequeños reinos y principados de las ciudades estatales, pero los faraones permanecían indiferentes; al parecer solo se interesaban en los tributos que recibían de Canaán. Los cananeos se hallaban debilitados por sus disensiones, los impuestos y por el sistema feudal que Egipto había propiciado.
Los primeros doce capítulos del libro de Josué narran la conquista de Canaán por Israel, y en los capítulos 13–22 se describe la distribución de la tierra entre las doce tribus.
Cerca del año 1200 a.C., quizás después que los hebreos conquistaron a Canaán, varios grupos conocidos como «los pueblos del mar» invadieron y arrasaron la costa del Mediterráneo, infundiendo terror hasta las mismas fronteras de Egipto. Uno de esos grupos, los filisteos, se asentaron en la región costera al sur de Canaán.
Cultura
Organización social
Los cananeos se organizaban en ciudades estatales que tenían el carácter de pequeñas monarquías. Cuando los israelitas invadieron Canaán, la tierra estaba dividida de esta manera (Jos 10.1–5; 11.1–3). El rey tenía el privilegio de establecer impuestos, reclutar el ejército y supervisar el comercio y la religión (cf. 1 S ; la reina cumplía responsabilidades de importancia; y en los estados más desarrollados la corte se organizaba de forma fastuosa. La unidad básica de la sociedad cananea era la familia, como lo indica la literatura de la época, sobre todo la proveniente de Ugarit. Además, tenían gremios o corporaciones para agricultores, ganaderos, artesanos, comerciantes y artistas. Los sacerdotes y el personal ocupado de los quehaceres del culto también estaban organizados. Y los guerreros pertenecían a varios tipos de grupos militares. Parece, además, que existía una profunda división de clases, incluyendo los patricios o clase alta, la clase baja y los siervos, quienes disfrutaban de relativa libertad.
Idioma
La lengua de los cananeos pertenece a la familia de idiomas semíticos. La expresión «la lengua de Canaán» (Is 19.18) se refiere especialmente al hebreo, pero incluye las lenguas semíticas occidentales. Entre los eruditos se usa a veces el término «cananeo» para designar el grupo de lenguas semíticas formado por el cananeo antiguo (representado en las tablillas del Tell el-Amarna), el hebreo, el fenicio, el púnico y el moabítico (EBDM II, pp. 87–88). «La definición de lo que es o no es “cananeo” se presta a mucha controversia. Dentro del grupo general de los idiomas semíticos del nordeste, el hebreo bíblico (cf. Is 19.18) y las glosas y términos semíticos occidentales de las tablillas de el-Amarna, pueden catalogarse como “sudcananeos” juntamente con el moabítico y el fenicio» (NBD, p. 184).
Literatura
El estudio de la literatura de Canaán se fundamenta básicamente en los descubrimientos de Ugarit. Este material incluye, entre otros documentos, la epopeya de Baal (escrita ca. 2000 a.C.), la leyenda de Aqhat (ca. 1800 a.C.) y el relato del rey Keret (del siglo XVI a.C.). La poesía que manifiestan estas obras puede relacionarse con la literatura bíblica en lo que respecta al vocabulario y los giros del lenguaje.
Es posible que en los tiempos de Hammurabi se introdujese en Canaán el sistema de escritura cuneiforme, juntamente con el idioma y la literatura de los babilonios.
Arte
Los hallazgos arqueológicos muestran que los cananeos avanzaron en el cultivo de las artes, sobre todo en la escultura y la orfebrería. Trabajaban también con esmero la madera y fabricaban telas preciosas.
Comercio
La situación geográfica de Canaán fue siempre sumamente estratégica. Allí coincidían las rutas más importantes del comercio mundial de la época. La flota mercante de los fenicios se hallaba muy activa en el negocio de la púrpura. Las ciudades del interior tenían como patrimonio no solo la agricultura y la ganadería sino también el comercio. Concurrían allí las caravanas de Asia Menor, Babilonia y Egipto para el intercambio de una gran variedad de productos industriales y agrícolas. A los israelitas recién salidos del desierto la vida de los cananeos debe haberles parecido en extremo lujosa.
Religión
La obra de Filón de Biblos, erudito fenicio que vivió a finales del primer siglo d.C. y la literatura épico-religiosa descubierta en Ras Samra (antigua ciudad de Ugarit) durante los años 1929–1937, arrojan mucha luz sobre la religión de los cananeos, quienes eran decididamente politeístas. Entre sus dioses sobresalen los siguientes:
El (el Poderoso) era la deidad suprema. Era un dios tirano, cruel, sanguinario y lujurioso, que echó del trono a su padre y asesinó a su hijo favorito y a su hija. Tenía tres de sus hermanas como esposas. Para los cananeos El era el «Padre de los hombres» y lo representaban como «el Padre Toro». Es decir, el progenitor de los dioses. El hijo y sucesor de El era → Baal (señor), el dios de la lluvia, la tempestad y la fertilidad. Anat, hermana y esposa de Baal, forma junto a → Astoret y → Asera la trilogía de diosas cananeas que ilustran la gran depravación del culto cananeo. Eran las diosas de la guerra y la actividad sexual. Anat, a quien se le llamaba «Virgen» y «Santa», era en realidad una prostituta del panteón cananeo. Astoret, la diosa de la estrella vespertina, no siempre se distingue de Anat. Era tanto una diosa madre como una prostituta. Asera, esposa de El, según la mitología de Ugarit, era la diosa principal de Tiro en el siglo XV a.C., bajo el nombre de «Santidad». Se le nombra al lado de Baal en el Antiguo Testamento, donde el término «Asera» significa principalmente la imagen de esta diosa (1 R 15.13; 18.19; 2 R 21.7; 23.4).
En los cultos cananeos se sacrificaban animales a los dioses (carneros, corderos y palomas). Aunque hay indicios de sacrificios humanos en el culto cananeo del segundo milenio a.C., esta práctica no se ha podido corroborar arqueológicamente. De acuerdo a los textos ugaríticos y a la literatura egipcia de origen o inspiración semítica, la religión cananea apelaba a lo bestial y material de la naturaleza humana. Esos cultos incluían actividades sexuales, en las cuales participaba personal femenino del templo especialmente separado para tal oficio.
El politeísmo cananeo, que era de lo más degradado, corrompió moralmente al pueblo. En el culto de sus dioses, hombres y mujeres se prostituían a su antojo. Se ha dicho que en aquellos tiempos no había en el Medio Oriente una religión tan degenerada como la de Canaán. Según Lv 18.25, la tierra estaba contaminada por las abominaciones practicadas por los cananeos, a quienes la tierra tuvo que vomitar (Lv 20.22).
Exterminio
Jehová ordenó a Israel que exterminase a los cananeos (Éx 23.31–33; 34.11–17; Dt 7.2–4; 9.3). Hay algunos que califican de injusto este mandato y afirman que no se halla en armonía con el carácter de Dios, quien es «lento para la ira y grande en misericordia». Una buena respuesta a esta objeción se halla en la justicia de Dios y en la naturaleza de la religión cananea. El propósito divino en la destrucción de los cananeos era en primer lugar punitivo (Gn 15.16; Lv 18.25). Dios es también justo y sabe dar su paga a los que hacen mal. Castigó a los antediluvianos (Gn 6) y a los habitantes de Sodoma y Gomorra (Gn 19) mediante fuerzas naturales. ¿Por qué no habría de destruir a los cananeos a través del pueblo de Israel? No es tampoco la única vez que Él se vale de una nación para castigar a otra. Lo hace también cuando trae a los asirios para maldición del reino del norte en Palestina y a los babilonios para ejecutar juicio sobre Judá. Además, el propósito de Dios al destruir a los cananeos era preventivo (Éx 23.31–33; 34.12–16; Dt 7.2–4). No quiere que su pueblo se contamine con las maldades de Canaán. Los cananeos estaban tan corrompidos, que aun su existencia era incompatible con la conservación de Israel en pureza y verdad, necesarias para el cumplimiento de su misión universal de bendición (Gn 12.1–3).
Los israelitas no cumplieron cabalmente la orden divina y su desobediencia les trajo muchos males. El libro de Jueces menciona los continuos fracasos de Israel. Judá no pudo arrojar a los que habitaban en los llanos (1.19). «Mas el jebuseo que habitaba en Jerusalén no lo arrojaron los hijos de Benjamín» (1.21). Tampoco Manasés (1.27), Efraín (1.29), Zabulón (1.30), Aser (1.31), Neftalí (1.33) ni Dan (1.34) tuvieron completo éxito en la empresa de desarraigar a sus enemigos. El cananeo «persistía en habitar aquella tierra» (Jue 1.27) y fue azote y tropezadero para los hijos de Israel (Jue 2.1–3).
CANCILLER Uno de los altos oficiales en la corte de David (1 Cr 18.15) y Salomón (1 R 4.3), y más tarde de los reyes de Judá (2 R 18.18, 37; cf. 2 Cr 34.8; Is 36.3, 22). Aunque según parece canciller era sinónimo de «cronista» (2 S 8.16), pero el canciller no era un simple cronista; era ejecutivo y consejero del rey. Tal vez arreglaba las ceremonias y audiencias del palacio, le presentaba al rey los asuntos del día y proclamaba las decisiones al pueblo.
CANDACE (transcripción del vocablo meroíta Ka(n)take). Título o nombre dinástico que llevaban las reinas de Meroe, un reino en el sur de Nubia (en aquel entonces Etiopía, hoy Sudán). Hechos 8.27 indica que el eunuco bautizado por → Felipe era el principal tesorero de una de estas reinas.
CANDELALámpara.
CANDELERO Portalámparas o soporte sobre el cual se colocaba la → Lámpara para una mejor iluminación (Mt 5.15 y //; cf. 2 R 4.10).
En lenguaje simbólico, la visión de Zac 4.1–12 describe un candelero (en RV, candelabro) que incluye un depósito central para aceite. De esta copa salen siete tubos para alimentar siete lamparillas, colocadas al parecer en el borde de la copa.
Sin embargo, el candelero clásico (candelabro en Heb 9.2, RV) es el de siete brazos (en hebreo, menorá) que aparece en el santuario del tabernáculo (Éx 25.31–40; 27.20s; 37.17–24; Lv 24.3s). Se hacía de oro, tenía base y tallo, y de este salían simétricos tres brazos a cada lado, que con el del centro formaban los siete. Cada brazo constaba de tres cálices a modo de flor de almendro, con sus globos y lirios. Remataban los siete brazos en siete lámparas que debían arder día y noche.
De manera similar, había en el santuario del templo de Salomón diez candeleros a lo largo de ambas paredes (1 R 7.49; 2 Cr 4.7). En 586 a.C. los robaron y llevaron a Babilonia (Jer 52.4).
El candelero del templo de Zorobabel también lo robó y mutiló → Antíoco Epífanes (175–164 a.C.), aunque Judas Macabeo pronto mandó a fabricar uno nuevo (1 Mac 4.49), que en el templo de Herodes se sustituyó por otro mayor. Es este el que los romanos llevaron a Roma como parte del botín de Jerusalén (70 d.C.) y lo reprodujeron en el arco de Tito.
Las siete iglesias y los dos testigos de Apocalipsis se simbolizan con candeleros (1.12s,20; 2.1, 5; 11.4).
CANELA Parte interior de la corteza de un árbol de rico aroma. Originario de Ceilán y Malasia, se utilizaba en la preparación del aceite de la unción (Éx 30.22–25) y para perfumar los lechos (Pr 7.17). En Cnt 4.14 se compara a la esposa con la canela. En Ap 18.13 la canela figura entre las valiosas mercancías que exportaba Babilonia.
CANON El término griego kanon es de origen semítico y su sentido inicial fue el de «caña». Más tarde la palabra tomó el significado de «vara larga» o listón para tomar medidas utilizado por albañiles y carpinteros. El hebreo kaneh tiene ese significado (Ez 40.3, 5). El latín y el castellano transcribieron el vocablo griego en «canon». La expresión, además, adquirió un significado metafórico: se utilizó para identificar las normas o patrones que sirven para regular y medir.
En la tradición judeocristiana el canon tiene un propósito triple. En primer lugar identifica y conserva la revelación, a fin de evitar que se confunda con las reflexiones posteriores en torno a ella. Tiene el objetivo, además, de impedir que la revelación escrita sufra cambios o alteraciones. Por último, brinda a los creyentes la oportunidad de estudiar la revelación y vivir de acuerdo a sus principios y estipulaciones.
En el siglo IV la palabra «canon» se utilizó para referirse propiamente a las Escrituras. El «canon» de la Biblia es el catálogo de libros que se consideran normativos para los creyentes y que, por lo tanto, pertenecen con todo derecho a las colecciones incluidas en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Con ese significado específico la palabra fue utilizada posiblemente por primera vez por Atanasio, el obispo de Alejandría, en el año 367. A finales del siglo IV esa acepción de la palabra era común tanto en las iglesias del Oriente como en las del Occidente, como puede constatarse en la lectura de las obras de Gregorio, Priciliano, Rufino, San Agustín y San Jerónimo.
CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO
De acuerdo a los diversos relatos evangélicos, Jesús utilizó las Escrituras hebreas para validar su misión, sus palabras y sus obras (véanse Mc 1.14; Lc 12.32). Los primeros creyentes continuaron esa tradición hermenéutica y utilizaron los textos hebreos, y sobre todo sus traducciones al griego, en sus discusiones teológicas y en el desarrollo de sus doctrinas y enseñanzas. De esa forma la iglesia contó, desde su nacimiento, con una serie de escritos de alto valor religioso.
Los libros de la Biblia hebrea son 24, divididos en tres grandes secciones.
La primera sección, conocida como Torá (vocablo hebreo que por lo general se traduce «ley», pero cuyo significado es más bien «instrucción» o «enseñanza») contiene los llamados «cinco libros de Moisés»: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
La segunda división, conocida como Nebiim (profetas), se subdivide, a su vez, en dos grupos: Los profetas anteriores, en los que figuran Josué, Jueces, Reyes y Samuel; y Los profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Libro de los Doce.
La tercera sección de la Biblia hebrea se conoce como Ketubim (escritos) e incluye once libros: Salmos, Proverbios y Job; un grupo de cinco libros llamados Megilot (rollos), Cantar de los cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester; y finalmente Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas.
Con las iniciales de Torá, Nebiim y Ketubim se ha formado la palabra hebrea Tanak, que significa «la Biblia».
Los 24 libros de la Biblia hebrea son idénticos a los 39 que se incluyen en el Antiguo Testamento de las Biblias protestantes. Es decir, no contienen los libros deuterocanónicos. La diferencia en número se basa en contar cada uno de los doce profetas menores y en la separación, en dos libros cada uno, de Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras-Nehemías. Al unir el libro de Rut al de Jueces y el de Lamentaciones al de Jeremías, se identifican 22 libros; el 22 corresponde, además, al número de caracteres del alfabeto hebreo.
La Septuaginta: El Canon Griego
Uno de los resultados del cautiverio de Israel en Babilonia fue el desarrollo de comunidades judías en diversas regiones del mundo conocido. En Alejandría, capital del reino de los Tolomeos, el elemento judío en la población de habla griega era considerable; y como Judea formaba parte del reino hasta el año 198 a.C., esa presencia judía aumentó con el paso del tiempo.
Luego de varias generaciones, los judíos de Alejandría adoptaron el griego como su idioma diario, y dejaron el hebreo para cuestiones cúlticas. Para responder adecuadamente a las necesidades religiosas de la comunidad, pronto se vio la necesidad de traducir las Escrituras hebreas al griego. Al comienzo, posiblemente la lectura de la Torá (que era fundamental en el culto de la sinagoga) se hacía en hebreo, con una posterior traducción oral al griego. Luego los textos se tradujeron de forma escrita. Ese proceso de traducción oral y escrita se llevó a cabo durante los años 250–150 a.C. La Torá (o Pentateuco, como se conoció en griego) fue la primera parte de la Escrituras en traducirse. Más tarde se tradujeron los profetas y el resto de los escritos.
Una leyenda judía, de la cual existen varias versiones, indica que desde Jerusalén se llevaron a setenta o setenta y dos ancianos hasta Alejandría para traducir el texto hebreo al griego. Esa leyenda dio origen al nombre Septuaginta (LXX), con el que casi siempre se identifica y conoce la traducción al griego del Antiguo Testamento.
El orden de los libros en los manuscritos de la Septuaginta difiere del que se presenta en las Escrituras hebreas. Posiblemente ese orden revela la reflexión cristiana en torno al canon.
En primer lugar, como en el canon hebreo, la Septuaginta incluye los cinco libros de Moisés o el Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
La segunda sección presenta los libros históricos: Josué, Jueces, Rut, los cuatro libros de la monarquía (Samuel y Reyes), Paralipómenos (Crónicas), 1 Esdras (una edición griega alterna de 2 Cr 35.1—Neh 8.13), 2 Esdras (Esdras-Nehemías), Ester, Judit y Tobit. Los libros de Judit y Tobit, y las adiciones griegas al libro de Ester, no aparecen en los manuscritos hebreos.
En la tercera división se encuentran los libros poéticos y sapienciales: Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los cantares, Job, Sabiduría y Eclesiástico (Sabiduría de Jesús ben Sira). De este grupo, Sabiduría (escrito originalmente en griego) y Eclesiástico (escrito en hebreo) no se encuentran en el canon hebreo. El libro de los Salmos contiene uno adicional que no aparece en el canon hebreo: el 151, del cual existen copias tanto en griego como en hebreo.
La sección final de la Septuaginta incluye los libros proféticos: Isaías, Jeremías y Lamentaciones, junto a Baruc y la Carta de Jeremías, que no aparecen en el orden del canon hebreo; Ezequiel; y el libro de Daniel, con varias adiciones griegas: la historia de Susana, el relato de Bel y el Dragón y una oración de confesión y alabanza de 68 versículos entre los vv. 23–24 del tercer capítulo.
Los libros de los Macabeos (que pueden llegar hasta a cuatro en diversos manuscritos y versiones) se incluyen, como una especie de apéndice, al final de la Septuaginta.
En torno a los libros y adiciones que se encuentran en la Septuaginta, y no aparecen en las Escrituras hebreas, la nomenclatura y el uso lingüístico en diversos círculos cristianos no es uniforme. La mayoría de los protestantes identifican esa sección de la Septuaginta como «apócrifos». La iglesia católica los conoce como «deuterocanónicos». «Apócrifos», para la comunidad católica, son los libros que no se incluyeron ni en el canon hebreo ni en el griego. Los protestantes identifican los libros que no se incorporaron en ninguno de los cánones como seudoepígrafos.
Los libros deuterocanónicos o apócrifos son los siguientes: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico (Sabiduría de Jesús ben Sira), Baruc, 1 y 2 Macabeos, Daniel 3.24–90; 13; 14 y Ester 10.4–16, 24. La mayoría de estos textos se conservan solo en manuscritos griegos.
Como ya dijimos, la Septuaginta hizo posible que los judíos grecoparlantes (en la diáspora y también en Palestina) tuvieran acceso a los textos sagrados de sus antepasados en el idioma que podían entender. Además, el texto griego dio la oportunidad a grupos gentiles de estudiar las Escrituras hebreas (Hch 8.26–40).
La iglesia cristiana se benefició sustancialmente de la traducción de la Septuaginta: la utilizó como su libro santo y le llamó «Antiguo Testamento». El texto en griego dio la oportunidad a los cristianos de relacionar el mensaje de Jesús con pasajes de importancia mesiánica (Hch 7; ; les brindó recursos literarios para citar textos del canon hebreo en las discusiones con los judíos (Hch 13.17–37; 17.2–3); y jugó un papel fundamental en la predicación del evangelio a los gentiles (Hch 14.8–18; 17.16–32).
La Iglesia Y El Canon
Una vez finalizado el período del Nuevo Testamento, la iglesia continuó utilizando la Septuaginta en sus homilías, debates y reflexiones teológicas. Una gran parte de los escritores cristianos de la época utilizaban libremente la Septuaginta, y citaban los libros que no se encontraban en el canon hebreo.
La iglesia Occidental, a finales del siglo IV, aceptó un número fijo de libros del Antiguo Testamento, entre los cuales se encuentran algunos deuterocanónicos que aparecen en la Septuaginta. Los teólogos orientales, por su parte, seguían el canon hebreo de las Escrituras. Tanto Orígenes como Atanasio insisten en que se deben aceptar en el canon únicamente los 22 libros del canon judío; y San Jerónimo, con su traducción conocida como «Vulgata Latina», propagó el canon hebreo en la iglesia Occidental.
A través de la historia, la iglesia ha hecho una serie de declaraciones en torno al canon de las Escrituras. Al principio, estas declaraciones se hacían generalmente en forma de decretos disciplinares; posteriormente, en el Concilio de Trento, el tema del canon se abordó de forma directa y dogmática.
El Concilio de Trento se convocó en el año 1545 en el entorno de una serie de controversias con grupos reformados en Europa. Entre los asuntos a considerar se encontraba la relación entre la Escritura y la tradición, y su importancia en la transmisión de la fe cristiana. Se discutió abiertamente la cuestión del canon, y se promulgó un decreto con el catálogo de libros que estaban en el cuerpo de las Escrituras y tenían autoridad dogmática y moral para los fieles. Se declaró el carácter oficial de la Vulgata Latina, y se promulgó la obligación de interpretar las Escrituras de acuerdo a la tradición de la iglesia, no según el juicio de cada persona. Además, el Concilio aceptó con igual autoridad religiosa y moral los libros protocanónicos y deuterocanónicos, según se encontraban en la Vulgata.
Entre los reformadores siempre hubo serias dudas y reservas en torno a los libros deuterocanónicos. Finalmente los rechazaron por las polémicas y encuentros con los católicos.
Lutero, en su traducción del 1534, agrupo los libros deuterocanónicos en una sección entre los dos Testamentos, con una nota que indica que son libros «apócrifos». Aunque su lectura es útil y buena, afirmó, no se igualan a las Sagradas Escrituras. La Biblia de Zurich (1527–29), en la cual participó Zuinglio, relegó los libros deuterocanónicos al último volumen, pues no los consideraba canónicos. La Biblia Olivetana (1534–35), que contiene un prólogo de Juan Calvino, incluyó los deuterocanónicos aparte del resto del canon. La iglesia reformada, en sus confesiones Galicana y Bélgica no incluyó los deuterocanónicos. En las declaraciones luteranas se prestó cada vez menos atención a los libros deuterocanónicos.
En Inglaterra la situación fue similar al resto de la Europa Reformada. La Biblia de Wyclif (1382) incluyó únicamente el canon hebreo. Y aunque la Biblia de Coverdale (1535) incorpora los deuterocanónicos, en Los treinta y nueve artículos de la iglesia de Inglaterra se dice que esa literatura no debe emplearse para fundamentar ninguna doctrina. La versión King James (1611) imprimió los deuterocanónicos entre los Testamentos.
La traducción al castellano de Casiodoro de Reina (publicada en Basilea en 1569) incluía los libros deuterocanónicos, de acuerdo al orden de la Septuaginta. La posterior revisión de Cipriano de Valera (publicada en Amsterdam en 1602) agrupó los libros deuterocanónicos entre los Testamentos.
La Confesión de Westminster (1647) reaccionó al Concilio de Trento y a las controversias entre católicos y protestantes: afirmó el canon de las Escrituras hebreas. En su declaración en torno al canon, la Confesión indica que los deuterocanónicos (identificados como apócrifos) no son inspirados por Dios, y por lo tanto no forman parte del canon de la Escritura y carecen de autoridad en la Iglesia; indica, además, que pueden leerse únicamente como escritos puramente humanos. De esa forma se definió claramente el canon entre las comunidades cristianas que aceptaban la Confesión de Westminster.
El problema de la aceptación de los apócrifos o deuterocanónicos entre las comunidades cristianas, luego de la Reforma, se atendió básicamente de tres maneras: 1) Los deuterocanónicos se mantenían en la Biblia, pero separados (alguna nota indicaba que estos libros no tenían la misma autoridad que el resto de las Escrituras). 2) De acuerdo al Concilio de Trento, tanto los deuterocanónicos como los protocanónicos se aceptaban en la Biblia con la misma autoridad. 3) Basados en la Confesión de Westminster, se aceptaba la autoridad y se incluía en las ediciones de la Biblia únicamente el canon hebreo.
Luego de muchas discusiones teológicas y administrativas, la British and Foreign Bible Society decidió, en 1826, publicar Biblias únicamente con el canon hebreo del Antiguo Testamento. La Biblia Reina-Valera se publicó por primera vez sin los deuterocanónicos en 1850.
En torno a los apócrifos o deuterocanónicos, las iglesias cristianas han superado muchas de las dificultades que les separaban por siglos. Ya la polémica y la hostilidad han cedido el paso al diálogo y la cooperación interconfesional. En la actualidad grupos católicos y protestantes trabajan juntos para traducir y publicar Biblias. Esta literatura, lejos de ser un obstáculo para el diálogo y la cooperación entre creyentes, es un recurso importante para estudiar la historia, las costumbres y las ideas religiosas del período que precedió el ministerio de Jesús de Nazaret y la actividad apostólica de los primeros cristianos.
CANON DEL NUEVO TESTAMENTO
Para el exégeta bíblico, no solo es importante establecer cuál es el texto más original de la Escritura y analizar la historia interna de los diversos libros, sino también trazar los límites de la Palabra escrita, reconociendo por qué hay diferencia entre la → Inspiración de los libros canónicos y la de los demás (→ Canon). Aunque para hacer tal estudio es necesario valerse de inferencias en ciertas épocas, cuando el conocimiento de los datos es escaso, los rasgos generales del establecimiento del canon son claramente discernibles.
El Período Apostólico
Jesús y los primeros cristianos no carecían de Escrituras; contaban con el Antiguo Testamento (Mc 12.24) y citaron de las tres divisiones reconocidas por el judaísmo (p. ej., Lc 24.44).
Convencida de la autoridad absoluta de Jesucristo y del Espíritu que Él envió, la Iglesia vio «cristianamente» las antiguas Escrituras; pues al lado del Antiguo Testamento apareció una norma superior. Para Pablo (1 Co 9.9, 13s; 11.23ss; 1 Ts 4.15), un dicho del Señor Jesús decidía tan categóricamente como una cita escritural toda cuestión de doctrina o ética. Desde luego, estas palabras del Señor no eran citas de ningún documento, puesto que los Evangelios aún no se habían escrito.
Al mismo tiempo, se desarrolló una nueva manifestación de autoridad. Pablo, al verse obligado a decidir sobre algún asunto, apeló a su calidad de comisionado por Jesucristo, poseedor del Espíritu divino (1 Co 7.25, 40; Gl 1.1, 7ss), y en esto no difirió de otros doctores apostólicos (Heb 13.18s; 3 Jn 5–10, 12; Ap 1.1–3). Esta autoridad fue viviente, actualizada en el mensaje, y no una garantía de status canónico para sus escritos. Pablo esperaba que sus cartas se leyeran en voz alta en las iglesias (p. ej., 1 Ts 5.26s), lo cual no implicaba que estos escritos (cf. Heb 11.32; 1 P 5.14) se colocaran al mismo nivel del Antiguo Testamento (aun Ap 22.18s no contradice esta regla).
Aunque la interpretación de 2 P 3.16 es discutida, el texto no parece enseñar que a las epístolas paulinas se les atribuye igual valor que a las Escrituras veterotestamentarias. En cuanto a la colección del corpus paulino, es probable que se llevara a cabo ca. 80–85 d.C. en Asia Menor, y que de una vez gozara de gran prestigio. (Misteriosamente este prestigio menguó en el siglo II.) No obstante, a fines del siglo I no existía el concepto de «canon escritural», como si la lista de los libros sagrados estuviera completa. La existencia de 1) una tradición oral y 2) apóstoles, profetas y sus discípulos hacía innecesario tal canon.
Los Padres Apostólicos
A finales del siglo I los primeros autores postapostólicos equiparaban la autoridad de «las Escrituras» (o Antiguo Testamento) y «los dichos del Señor Jesús», o «las palabras de los santos profetas» y «el mandamiento del Señor transmitido por los apóstoles» (1 Clemente 13.1s; 46.2–3, 7–8.). De igual manera, Ignacio de Antioquía nombró «los profetas [del Antiguo Testamento]» como antídoto contra la herejía, pero sobre todo «el evangelio» (Esmirna 7.2). Con todo, no hicieron referencia a ninguna forma escrita de los dichos de Cristo, y aunque en diferentes partes conocían algún Evangelio, no existía ninguna colección completa de → Evangelios.
Hacia 150 d.C., sin embargo, Papías, el autor de 2 Clemente y otros escritores patentizan conocer varios Evangelios, los cuales figuraban, según parece, entre los cuatro incluidos en nuestro canon. Hacia 170, Taciano compuso una narración continua de la vida de Jesús (Diatessaron) en la que utilizó estos cuatro, sin excluir materia apócrifa. Conscientes de la distancia que los separaba de los tiempos apostólicos, los cristianos se dieron cuenta de la necesidad de definir un segundo canon. Al principio (Justino Mártir, ca. 155, propuso leer los «recuerdos de los apóstoles» en los cultos) este canon constaba solo de Evangelios, pero no tardó en formarse un segundo núcleo (escritos apostólicos).
La Influencia de Marción
El semignóstico Marción rompió con la iglesia en Roma (ca. 150); repudiaba el Antiguo Testamento con su «Dios vengador de la justicia» y quería sustituirlo por «el Dios de Jesucristo» y un nuevo canon en dos partes: un Evangelio (Lucas, mutilado) y diez cartas paulinas (se excluyeron las pastorales). Esta acción de un hereje aceleró la formación del canon eclesiástico, ya en marcha. Hacia 160–180 las iglesias corrigieron la lista, añadiéndole los otros tres Evangelios de uso popular, y Hechos y Apocalipsis; así llegaron a trece las cartas paulinas.
De Ireneo a Eusebio
En su Contra las herejías (ca. 185), Ireneo citó como canónicos veintidós escritos del nuestro Nuevo Testamento, más el Pastor de Hermas, pero tenía reservas respecto a Hebreos, 3 Juan, 2 Pedro, Santiago y Judas. Impugna las aparentes revelaciones esotéricas de sus opositores, subrayando la derivación apostólica de las tradiciones eclesiásticas. En África, Tertuliano confirmó casi la misma lista y se empeñó en que se consagrara el canon de los Evangelios aunque no el de las Epístolas; otro tanto hizo al respecto Hipólito de Roma, discípulo de Ireneo.
De Roma procedió también el canon del Fragmento Muratoriano (ca. 195), el cual no se limitaba a una simple enumeración de los libros; traía datos sobre el autor y los destinatarios de los libros incluidos y explicaba por qué se rechazaron otros libros (p. ej., las Epístolas de «Pablo» a los laodiceos y a los alejandrinos). Incluyó, cosa curiosa, la Sabiduría de Salomón y el Apocalipsis de Pedro; este y el Pastor, no obstante, se recomendaban más para la lectura particular que para el culto. De nuestro canon actual solo faltaban Hebreos, 1 y 2 Pedro, Santiago y 3 Juan. El Nuevo Testamento no era todavía una unidad cerrada: en la época de Eusebio (ca. 320) los Padres citaban a veces como Escritura dichos de Jesús no consignados en nuestros Evangelios, Evangelios no canónicos (p. ej., De los hebreos), la Epístola de Bernabé, 1 Clemente, la Didajé, los Hechos de Pablo, el Pastor y el Apocalipsis de Pedro.
La Fijación Del Canon
Con la creciente divulgación de los diferentes escritos, y con más tiempo para conocer a fondo su valor relativo, tanto el ala oriental como la occidental de la cristiandad fijaron el canon que conocemos hoy. En el Oriente, el documento decisivo fue la trigésimo novena Carta pascual de Atanasio (367), con una lista idéntica. Excepcionalmente, las iglesias de habla siríaca siguieron un proceso más lento para llegar al canon actual.
Conclusión
La inclusión en el canon de ciertos documentos solo representó el reconocimiento eclesiástico de una autoridad ya inherente a ellos. En este sentido, la Iglesia no «formó» el canon; lo descubrió. Existieron tres criterios de canonicidad: 1) Atribución a un apóstol. Hubo excepciones. Por ejemplo, Marcos y Lucas se aceptaron como autores íntimamente asociados con los apóstoles. 2) Uso eclesiástico, o sea, reconocido por una iglesia prominente o por una mayoría de iglesias. 3) Conformidad con las normas de la sana doctrina. Sobre esta base había incertidumbre al principio respecto al cuarto Evangelio, pero luego se aceptó; en cambio, el Evangelio de Pedro, a pesar de su atribución apostólica, Serapión de Antioquía lo rechazó como docético.
En el siglo XVI, tanto la iglesia romana como el protestantismo reafirmaron, tras largo debate, su adherencia a la norma tradicional. Hoy ciertos teólogos liberales de ambas comuniones proponen que se establezca un «canon dentro del canon» y que se vuelva a excluir 2 Pedro, Apocalipsis, etc. El evangélico, sin embargo, al mismo tiempo que da más importancia a los criterios 2) y 3) que al 1), abraza el canon antiguo como la expresión escrita del plan de Dios, autoritativa, suficiente y plenamente inspirada.
Bibliografía:
INT, pp. 37–63. IB I, pp. 69–72,77ss. Int. B. I, pp. 319-381s. W. Joest, et al, La interpretación de la Biblia, Herder, Barcelona, 1970, pp. 143–174.
Cánones judíos y cristianos de las Escrituras
Biblia hebrea (BH)
Septuaginta (LXX)
Vulgata (Vlg)
Torá:
  Génesis
  Éxodo
  Levítico
  Números
  Deuteronomio
Pentateuco:
  Génesis
  Éxodo
  Levítico
  Números
  Deuronomio
Pentateuco:
  Génesis
  Éxodo
  Levítico
  Números
  Deuteronomio
Nebiim: Profetas
Anteriores:
  Josué
  Jueces
  Samuel (2)
  Reyes (2)
Posteriores:
  Isaías
  Jeremías
  Ezequiel
  Los doce:
    (Oseas, Joel,
    Amós, Abdías,
    Jonás, Miqueas
    Nahúm, Habacuc,
    Sofonías, Hageo
    Zacarías, Malaquías)
Libros históricos:
  Josué
  Jueces
  Rut
  Monarquía:
    Samuel (2)
    Reyes (2)
  Paralipómenos (2)
    Crónicas (2)
  Esdras (4)
    **I,IV Esdras
    II Esdras (=Esdras)
    III Esdras (=Nehemías)
  *Ester (con adiciones griegas)
  *Judit
  *Tobías
  Macabeos (4)
    *Macabeos (2)
    III, IV Macabeos
Libros históricos:
  Josué
  Jueces
  Rut
  Samuel (2)
  Reyes (2)
  Crónicas (2)
  Esdras
  Nehemías
  Tobías
  Judit
  Ester
  Macabeos (2)
Quetubim:
Escritos:
  Salmos
  Job
  Proverbios
  Rut
  Cantar de los cantares
  Qohelet (Eclesiastés)
  Lamentaciones
  Ester
  Daniel 1–12
  Esdras-Nehemías
  Crónicas (2)
Libros poéticos:
  Salmos
  **Odas
  Proverbios
  Eclesiastés
    (=Qohelet)
  Cantar de los cantares
  Job
  *Sabiduría de Salomón
  *Sabiduría de Jesús
    ben Sira (=Siracida)
  **Salmos de Salomón
Libros poéticos:
  Job
  Salmos
  Proverbios
  Eclesiastés (=Qohelet)
  Cantar de los cantares
  Sabiduría
  Eclesiástico (=Siracida)
*Deuterocanónicos
  o Apócrifos
**Seudoepigráficos
Libros proféticos:
  Los doce:
    (=Oseas, Amós,
    Miqueas...)
  Isaías
  Jeremías
  *Baruc 1–5
  Lamentaciones
  Carta de Jeremías (=Baruc 6)
  Ezequiel
  *Susana (=Daniel 13)
  Daniel 1–12
  *Bel y el Dragón (=Daniel 14)
Libros proféticos:
  Isaías
  Jeremías
  Lamentaciones
  Baruc 1–6
  Ezequiel
  Daniel 1–14
  Los doce:
    (Oseas, Joel,
    Amós, etc.)
CANTAR DE LOS CANTARES (o sea, la mejor de las canciones). En Israel, como en otras culturas, el amor erótico inspiró mucha de la mejor poesía. Desde la antigüedad, los judíos han leído Cantares en la Fiesta de la → Pascua.
Autor Y Fecha
Cantares es «de» Salomón según el título (1.1), y el nombre de este rey también aparece en 1.5; 3.7, 9, 11; 8.11, 12; cf. 1 R 4.32. Pero la palabra hebrea traducida «de» también puede significar «para», «a», «en cuanto a», «según la tradición de», «dedicado a», etc. Pocas autoridades modernas sostienen que Salomón sea el autor. La mayoría fecha el libro después del cautiverio, o sea, en el siglo V o IV a.C. Recientemente se ha sugerido una redacción ulterior de material salomónico ca. 600 a.C. Es difícil reconciliar la unidad de estilo que el mismo libro manifiesta con las diversas fechas que podría sugerir un examen lingüístico. Sin embargo, como ni el tema ni el mensaje se relacionan con ninguna época determinada, la interpretación del libro no exige una ubicación cronológica precisa.
Cantares:
     I.     El comienzo del amor     1.1—5.1
     A.     El enamoramiento     1.1—3.5
Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
     1.     La novia anhela afecto     1.1–8
     2.     Expresiones de amor mutuo     1.9—2.7
     3.     Visita del rey a la casa de la novia     2.8–17
     4.     La novia sueña con la separación     3.1–5
     B.     Unidos en amor     3.6—5.1
     1.     Procesión nupcial     3.6–11
     2.     Se alaba la belleza de la novia     4.1–15
     3.     Se consuma el matrimonio     4.16—5.1
     II.     El amor se extiende     5.2—8.14
     A.     La lucha en el amor     5.2—7.9
     1.     El segundo sueño de separación de la novia     5.2–8
     2.     Se alaba la belleza del novio     5.9—6.3
     3.     Se alaba la belleza de la novia     6.4—7.9
     B.     El crecimiento en el amor     7.10—8.14
     1.     El deseo de la novia de visitar su casa     7.10—8.4
     2.     Viaje y regreso a casa     8.5–14
Otros Puntos Importantes
Cantares se ha interpretado de las más diversas maneras.
Interpretación alegórica
Los rabíes y casi todos los Padres de la iglesia veían en Cantares una alegoría. Para los rabíes, se trataba del amor entre Jehová e Israel; para los Padres representaba el amor entre Cristo y la Iglesia. Y es innegable que las Escrituras emplean la figura del matrimonio para simbolizar la relación entre Jehová y su pueblo. Sin embargo, este libro carece de carácter alegórico. Además, esta interpretación resulta problemática cuando se examinan los detalles de muchos versículos, pues deja a la imaginación del lector el significado de los pormenores. Los comentarios escritos desde este punto de vista valen poco como interpretación, pero a veces son riquísimos en sugerencias para la aplicación de los textos.
Varios evangélicos del siglo pasado y muchos autores católicos sostienen esta interpretación. Las interpretaciones parabólicas y tipológicas de ciertos evangélicos contemporáneos pueden considerarse como variantes de la interpretación alegórica, puesto que según ellas el mensaje básico del libro es espiritual.
Interpretación literal
Teodoro de Mopsuestia (m. 428 d.C.) interpretó Cantares literalmente como una colección de canciones de amor. Rechazada por herética durante siglos, esta interpretación ha llegado a prevalecer entre los estudios contemporáneos del libro. Antes la interpretación literal asustaba a muchos, porque no entendían bien la enseñanza bíblica en cuanto a la santidad y la hermosura del amor físico en el matrimonio. Esta incomprensión explica que algunos autores católicos se hayan esforzado por encontrar en Cantares un sentido mariológico.
El lenguaje de Cantares bien puede aludir a ceremonias litúrgicas y a bodas a la manera antigua. Pero tales alusiones no bastan para interpretar todo el libro en función de una liturgia pagana o de costumbres folklóricas sirias en las cuales se festejaba a los nuevos esposos como reyes durante una semana, como alegan algunos eruditos.
Entre los que interpretan Cantares literalmente hay más de una manera de bosquejar el libro. Algunos ven tres personajes importantes: 1) la amada, 2) el amado, un pastor, y 3) Salomón. Según esta interpretación, Salomón lleva a la sulamita a su palacio y trata de ganar su amor (1.9–11; 3.6–4.7; 6.4–10; 7.1–9), pero ella solo puede pensar en su verdadero amado (1.2–8) y en su regreso (2.8–3.5; 4.8–5.1); durante la separación sueña con él (5.2–16). La sulamita se mantiene fiel, la liberan del palacio de Salomón y vuelve al lado de su amado (8.5–14).
La interpretación más aceptada ve solamente dos personajes importantes: Salomón, quien es el amado, y la sulamita, quien es la amada. Esta se encuentra en el jardín de Salomón y expresa el anhelo y la satisfacción de su amor (1.2–2.7). En el siguiente pasaje (2.8–3.5) se relata una visita del amado y un sueño de la amada. Sigue una procesión de Salomón llena de esplendor y cantos de amor (3.6–5.1). La amada describe un sueño, según el cual perdía a su amado pero lo encontraba de nuevo (5.2–6.9). Luego la novia amada es admirada por sus compañeras y su amado (6.10–8.4). Al fin, la amada y el amado conversan sobre su amor (8.5–14).
Aporte a La Teología
A través de los siglos, Cantares ha testificado de la gloria del amor conyugal, puro y fiel. Mil años de deificación del sexo en los cultos obscenos paganos del Cercano Oriente antiguo no pudieron ahogar este testimonio. Dos mil años de represión del instinto sexual en el cristianismo helenizado tampoco pudieron apagarlo, «porque fuerte es como la muerte el amor» (8.6, 7).
Cantares es la celebración del amor por la vida expresado en la relación matrimonial. Hombre y mujer alternan libremente sus cantos para afirmar el ser de la amada o del amado según sea el caso. Cada uno da al otro con generosidad, sin avaricia ni codicia. La estética es el vehículo que el autor, mediante los cónyuges, usa para hacernos participar de la intimidad y trasparencia de la entrega mutua de dos personas.
La experiencia de darse implica una serie de tensiones muy profundas, como la tensión entre cercanía y distancia. Cantares presenta esa tensión al acentuar durante toda la narración la alternancia entre el gozo de compartir momentos juntos (3.4) y la ansiedad y expectativa de la espera y del encuentro (5.8). Cuando se produce el reencuentro, la cercanía se transforma en fiesta y en afirmación de la integridad de cada uno de los cónyuges. Por eso en Cantares los esposos se buscan, se encuentran, se vuelven a perder y esa dinámica va creando una emoción por el encuentro que abre la puerta para que se vean cada vez como personas nuevas, frescas.
¿Puede hacerse teología con estos elementos? Sí, y en un sentido todo lo anterior es ya teología. Pero podemos preguntar aun más: a la luz de este encuentro con el amor de una pareja tal y como lo presenta Cantares, ¿qué podemos aprender de Dios? Aprendemos que no podemos amar a Dios de una manera diferente de cómo nos amamos unos a otros. La madurez de nuestro amor hacia Dios reside en cómo amamos a las demás personas (1 Jn 4.19–21). No hay dos amores: uno hacia Dios y otro hacia los demás. Amor solo hay uno y así como lo vivimos diariamente es cómo se lo damos a Dios.
Cantares es también, por su contenido tan profundamente humano, una metáfora de Dios y de Dios como gracia. La relación entre Dios y el ser humano es un proceso de cercanía y distancia en el cual nos vamos encontrando frescos y renovados cada vez, listos a compartir la vida que vamos haciendo. Dios nos ama e interactúa con nosotros para que podamos darnos a él y a los demás con libertad, como un don, de la misma manera en que Dios mismo se donó en Jesucristo.
Bibliografía:
A. Robert y A. Feuillet, Introducción a la Biblia I, Herder, Barcelona, 1965. A. Colunga, «Los géneros sapienciales», Los géneros literarios de la Sagrada Escritura, Juan Flores, Barcelona, 1957, pp. 212–214. P. Trogan, en EBDM II, cols. 107–116.
CÁNTARO Muchas palabras hebreas y griegas que representan gran variedad de vasijas, recipientes o cubos, se traducen por «cántaro». Destinado a contener líquidos o alimentos, el cántaro es casi siempre una vasija de barro, muy variada en su forma y capacidad. En Gn 24.14–18, 20 es adorno en hombros de Rebeca y útil herramienta de trabajo en sus manos; en 1 R 18.34 se utiliza en la realización de un milagro. En Mc 14.13 y Lc 22.10 es guía hacia el aposento alto, ya que solo las mujeres acostumbraban cargarlos. En Jueces 7.16, 19, 20 es instrumento de guerra en manos del ejército de Gedeón. Abandonado junto al pozo de Sicar, es testimonio del espíritu abierto de Jesucristo que, a diferencia de otros judíos, sí usaba «vasijas en común con los samaritanos» (traducción reciente de Jn 4.9c; cf. v. 28).
A veces se emplea «tinaja» como sinónimo de cántaro (1 R 17.12, 14, 16; Jn 2.6ss). Véanse 1 R 7.50; 18.34; Ec 12.6 y Hag 2.16.
CÁNTICO GRADUAL Expresión que aparece en el título de cada uno de los Salmos 120–134, los cuales constituyen una colección utilizada en el templo de Jerusalén. Es difícil explicar el término «gradual» (o de las ascensiones, NC). La tradición consagrada en la Mishnah (que estos Salmos se entonaban sobre las quince gradas que separaban dos atrios del segundo templo) es inverosímil, como lo es también la hipótesis de un paralelismo «gradual» en la estructura de cada uno de estos Salmos. Quizás se refiera a la «subida a Jerusalén» de los peregrinos que tres veces al año visitaban el templo en el período posterior al cautiverio.
CANTO Los israelitas cantaban en muchas y diferentes ocasiones. Por ejemplo, fiestas de despedida (Gn 31.27), victorias militares (Éx 15.1s; Jue 5.12), el descubrimiento de un pozo (Nm 21.17), y en las fiestas de vendimia (Is 16.10). El canto expresaba también tristeza (2 S 1.17–27; Lm passim) y tenía incluso poderes curativos (1 S 18.10s; junto con la → Música instrumental). Pero sobre todo, la dinámica del canto se experimenta en la adoración de Dios.
Ya fuera para una instrucción fácil de memorizar (Dt 32.1–43, el cántico de Moisés), o durante una oración particular (p. ej., muchos salmos), la música cantada se consideraba el mejor vehículo para el culto. Aunque el cronista sabe de la gloriosa música instrumental de la era salomónica, insiste más en la coral (1 Cr 15.16–16.6; 25.1–8; 2 Cr 5.12ss). En efecto, dentro de pocos siglos los judíos llegarían a considerar la voz humana como el único instrumento digno de expresar los sentimientos en el culto (cf. Neh 12.27, 46).
Los → Salmos son cánticos cuya ejecución se ha adaptado a estilos musicales muy variados. Aun la lectura pública de las Escrituras (Neh 8.1–18) pronto asumió en el templo y en la sinagoga la forma de una «cantinela».
La piedad cristiana continuó las prácticas judías (→ Himno) y muchos creyentes en Corinto, por ejemplo, traían a su asamblea un salmo (1 Co 14.26). Las instrucciones paulinas sobre el canto (Ef 5.19; Col 3.16) aparecen en un contexto de instrucción bautismal sobre la nueva conducta del cristiano, y asocian el canto con la plenitud del Espíritu y la palabra de Cristo.
Bibliografía:
EBDM V, col. 373–378.
CAÑA Planta de difícil identificación específica. La flora palestina incluye por lo menos cinco especies de plantas a las que se les puede dar este nombre. Se caracterizan por sus tallos largos y delgados y por encontrarse a la orilla de ríos y lugares pantanosos. La variedad más común es pharagmites communis. Se trata de una planta que alcanza hasta 3 m de alto y de 2 a 3 cm de grueso. Se encuentra a la orilla de los ríos de la Tierra Santa. Con frecuencia se da junto con la typha angustata (→ Alga). En la mayor parte de los textos, caña se usa como nombre genérico, sin designar una variedad específica. (→ Junco.)
En Ez y Ap un mismo vocablo hebreo, qane, se refiere a una medida lineal de unos 3 m (→ Medidas). En Éx 25.31; 37.17, se trata de la barra o columnilla del candelero (→ Candelero).
En Is 9.14, RV dice «caña» donde debía decir «junco», pues así traduce el hebreo agmown en todos los otros casos.
CAPADOCIA Extensa provincia del este de Asia Menor. En general, su territorio lindaba al norte con Ponto, al oeste con Galacia y Licaonia, al sur con el Tauro de Cilicia y al este con Armenia. Capadocia se convirtió en provincia romana en 17 a.C. y la gobernaba un procurador enviado por el emperador.
A mediados del siglo II a.C. ya existía una colonia judía en Capadocia. El senado romano dirigió una carta al rey Ariarates intercediendo por ellos (1 Mac 15.22, ca. 139 a.C.). Judíos de Capadocia estuvieron presentes el día de Pentecostés (Hch 2.9) y, según 1 P 1.1, décadas después allí residían cristianos.
CAPERNAUM (en hebreo, pueblo de Nahum). Ciudad importante en el ministerio de Jesús, ubicada en la costa noroeste del mar de Galilea.
El Antiguo Testamento no menciona a Capernaum y cuanto podemos saber de esta ciudad depende de los Evangelios. Tal parece que en tiempo de Jesús, Capernaum fue un centro de gran importancia; luego decayó y desapareció de la historia. Jesús, rechazado en Nazaret, hizo de Capernaum la sede de sus actividades (Mt 4.13; Jn 2.12). La ciudad fue famosa por su sinagoga (Mc 1.21; Lc 7.5), y es el único lugar del que se afirma que Jesús tenía allí su casa (Mc 2.1; 9.33) o que era «su ciudad» (Mt 9.1). Se acepta que el hogar de Pedro y Andrés estaba allí (Mt 8.14; Mc 1.29; Lc 4.38).
Capernaum fue escenario de muchos incidentes en la vida de Jesús. En su sinagoga sanó a una persona que tenía un espíritu inmundo (Mc 1.21ss; Lc 4.31ss) y en sus cercanías sucedieron los hechos que llevaron a Jesús a pronunciar el sermón sobre el pan de vida (Jn 6.16–59).
En la ciudad había una aduana y un centro para el cobro de impuestos (Mt 9.9; 17.24ss). Es muy probable que en esta ciudad hubo un destacamento de soldados romanos, cuyo centurión edificó una sinagoga del pueblo (Lc 7.5). Aquí Jesús sanó a un siervo de este (Mt 8.5–13), y más tarde al hijo de un oficial del rey (Jn 4.46ss). A pesar de este ministerio en su seno, Jesús incluye a Capernaum entre las ciudades impenitentes por su dureza y culpabilidad ante Dios (Mt 11.23; Lc 10.15).
Luego del ministerio de Jesús, Capernaum perdió su importancia y sus ruinas se encuentran en un lugar conocido por los árabes como Tell-Hum, que se halla a unos 4 km al sudoeste de la desembocadura del Jordán en el mar de Galilea. Aunque el nombre significa, según parece, «colina color café», posiblemente hum es reminiscencia de Nahum. Las ruinas de una sinagoga de principios de la era cristiana se encuentran en esta localidad.
Luego de estar olvida y abandonada por siglos, Capernaum surgió de nuevo en 1894, cuando los ruinas del lugar se entregaron para su custodia a un grupo franciscano. Durante los años 1905 y 1921 se llevaron a efecto varias excavaciones arqueológicas; y en 1968, bajo la dirección de V. Corbo y S. Loffreda, se descubrieron varios sectores importantes de la ciudad y la casa de Pedro. También, bajo las ruinas de una sinagoga del siglo IV o V d.C., se descubrió la sinagoga del centurión romano (Mc 1.21; Lc 7.5).
La casa de Simón Pedro, mencionada con cierta regularidad en los Evangelios (Mt 17.25; Mc 2.1; 9.33), estaba ubicada al sudeste de la sección que se extiende desde el lago de Galilea; el norte apuntaba hacia el balcón de la sinagoga y el este hacia un campo abierto (Mc 1.33; 2.2).
Durante la primera revuelta judía llevaron a Josefo a Capernaum para recibir tratamiento médico, luego de recibir heridas en combate.
CAPITÁN (traducción de una docena de vocablos hebreos y griegos). Jefe militar o civil cuyo rango surgió ante la necesidad del pueblo seminómada del Antiguo Testamento de organizarse militarmente, para defenderse de los capitanes vecinos y enemigos (Gn 26.26; cf. 2 S 8.16ss).
La palabra sar, de uso frecuente, puede indicar indistintamente un jefe de millares, centenares o cincuentenares (1 S 8.12). En Ap 6.15; 19.18, los capitanes son típicos de los poderosos humanamente hablando. (→ Centurión; Tribuno.)
CARARostro.
CARBÓN Brasa o ascua después de apagada. Ardiente o encendido se asocia con el fuego purificador. Por tanto, aunque el carbón tiene su uso culinario (Pr 26.21, → Ascuas; Brasas) y cultural (Is 6.6), por lo general el concepto se emplea poéticamente en pasajes de teofanía o apocalipsis para inspirar respeto (Job 41.21; Ez 1.13).
CARBUNCLO Traducción empleada en las versiones antiguas, de dos palabras hebreas: una, en Éx 28.17; 39.10 y Ez 28.13, puede referirse a una piedra verde (en la LXX, esmeralda), posiblemente → Berilo; y la otra, en Is 54.12, que designa una piedra roja. El carbunclo moderno es una piedra preciosa parecida al granate rojo, grande y brillante. Casi siempre se identifica con el llamado → Rubí oriental.
CÁRCEL El Antiguo Testamento alude solo en ocasiones a las cárceles de los egipcios, filisteos y asirios (Gn 39.20; 40.3; Jue 16.21; 2 R 17.4; 25.27; Jer 52.11). Pero la legislación hebraica no conocía las penas privativas de libertad. El encarcelamiento se ordenaba únicamente a título preventivo, para tener al culpable a buen recaudo (Lv 24.12; Nm 15.34). Sin embargo, algunos textos prueban que los reyes israelitas no dejaban de encarcelar a los profetas (1 R 22.27; 2 Cr 16.10; 18.26; cf. Sal 107.10). En la época posterior al cautiverio, el encarcelamiento se convirtió en castigo represivo también en Palestina (Esd 7.26; Neh 3.25). El Nuevo Testamento lo menciona a menudo (Mt 5.25; 14.3; 18.30; 25.36; Mc 6.17; Lc 12.58; 22.33; 23.19). Y sabemos que los primeros cristianos y más de un apóstol conocieron los rigores de la cárcel (Hch 4.3; 5.18; 8.3; 16.23; etc.).
En caso de fuga de presos, se ejecutaban a los carceleros (Hch 12.19; 16.17).
CARDOS Y ESPINAS En Palestina existen más de cien variedades de plantas que caben bajo esta categoría general. Sin embargo, tenemos solamente 22 términos bíblicos para identificarlas. Por otra parte, se hace difícil encontrar el equivalente castellano. De ahí que RV use los términos «abrojos», «cardos», «espinas», «espinos», «ortiga» y «zarza» sin que haya constancia en la traducción del vocablo hebreo o griego.
De entre las muchas variedades, merecen especial atención la centaurea iberica, y la centaurea hyalolepsis (cardo en 3.18; Os 10.8; del hebreo dardar). Estas plantas anuales y bienales producen hojas grandes que los beduinos comen como ensalada. El cardo que se menciona en 2 R 14.9 y 2 Cr 25.18 es el hebreo khoakh. En este caso se refiere al prunus ursina, arbusto espinoso de la familia de las rosas, que crece en el Líbano y norte de Palestina. En las otras ocasiones en que aparece khoakh, RV la traduce «espinos» (Job 31.40; Cnt 2.2), «espinas» (Pr 26.9) y «espino» (Os 9.6). En estos casos parece referirse al scolymus maculatus, una hierba de algo más de un metro de alto que es sumamente nociva a las gramíneas.
Reina-Valera también dice «espino» para referirse al hebreo sirim, el poterium spinosum, arbusto espinoso de algo menos de un metro de alto y de copiosas y delgadas ramas. Este es el arbusto más común en Palestina y los árabes lo utilizan como vallado y combustible. Es este el espino mencionado en Ec 7.6; Is 34.13; Os 2.6; Nah 1.10.
Es muy probable que las espinas de la corona de Cristo (Mt 27.29; Jn 19.2) fueron de uno de los arbustos corrientes cerca del Gólgota, tal vez el poterium spinosum ya mencionado.
La zarza de la tradición mosaica (Éx 3.2–4; Dt 33.16) no se ha se ha podido identificar.
CARGA Término referido a un peso grande o trabajo oneroso (Éx 1.11; 23.5; 1 R 5.15; Mt 20.12), a la responsabilidad de gobernar (Nm 11.11, 17), alguna aflicción o preocupación (Sal 55.22), la conciencia del pecado (Sal 38.4), la flaqueza humana (Gl 6.2), alguna molestia para otros (2 Co 11.9; 12.13), o las exigencias legalistas (Mt 23.4; Hch 15.28; Ap 2.24; cf. Mt 11.30).
En Is 15.1; Nah 1.1; Hab 1.1; la RV-1909 traduce por «carga» la voz hebrea massa. En estos pasajes designa una profecía de juicio amenazador. Reina Valera traduce por «carga» dos distintas voces griegas en Gl 6 (baros en v. 2 y fortion en v. 5). La primera designa una carga pesada con la que debemos ayudarnos unos a otros; la segunda se refiere a la carga que cada cual debe llevar solo, sin echarla sobre otro.
CARMELO (parque o campo fructífero).
1. Célebre cordillera que corre del noroeste al sudeste por un costado de la llanura de → Esdraelón, desde el Mediterráneo (la costa sur de la bahía de Acre), hasta la llanura de Dotán. La cima principal es el monte Carmelo, cuya mayor altura es de 700 m, y se extiende 18 km hacia el interior formando la frontera de Aser (Jos 19.24–26). En su falda nordeste corre el arroyo Cisón.
Foto de Willem A. VanGemeren
Una moderna autopista en un paso a través del monte Carmelo, cerca de Meguido.
El monte Carmelo es el único promontorio grande que se halla en la costa de Palestina. Su exuberante vida vegetal y animal durante la estación de las lluvias manifiesta por qué los escritores antiguos hicieron tantas alusiones a su extremada belleza (Is 35.2), a su manto verde, a la gracia de su configuración (Cnt 7.5) y a sus ricos pastos (Is 33.9; Jer 50.19; Am 1.2). Las cuevas naturales abundan en el monte Carmelo (Am 9.3), y en muchas ocasiones han servido de morada a la gente. Todo el monte ha sido en varias épocas residencia favorita de los devotos. Fue allí donde → Elías derrotó a los falsos profetas de → Baal y Asera (1 R 18; cf. 2 R 1.9–15; 2.25; 4.25). Hay todavía un pozo en un costado del monte, en un sitio que ahora se llama El Maharraka (el incendio); y el antiguo Cisón actualmente se conoce con el nombre de Nahrel Mukatta (río de matanza).
2. Ciudad de Judá, situada en una región pastoril, a 12 km al sudeste de Hebrón (Jos 15.55), llamada hoy Khirbet el-Karmil. También se conoce como Carmel y de allí era Nabal, marido de Abigail, quien se negó a ayudar a David (1 S 25). Saúl, de vuelta de su expedición contra Amalec, erigió allí un monumento (1 S 15.12), y Hezrai, uno de los guerreros de David, probablemente venía de este lugar (2 S 23.35; 1 Cr 11.37). Sus ruinas indican que era un lugar de importancia.
CARNE, CARNAL
En el Antiguo Testamento
Traducción de las voces hebreas basar (269 veces) y sh˓er (16 veces: carne sangrienta). Literalmente basar designa la parte carnosa del cuerpo, sea este humano (Gn 40.19) o animal (Lv 6.27). Cuando se refiere a un animal, encierra la idea de carne como alimento o como sacrificio. Referido a un ser humano, significa todo el cuerpo (Pr 14.30) o, por extensión, la persona entera (Sal 16.9; 63.1). Sugiere también la unión entre dos personas (Gn 2.24, esposos; Jue 9.2, parientes). La expresión «toda carne» engloba la existencia humana (incluso a veces el reino animal, Sal 145.21). El concepto de la debilidad y la flaqueza de la carne (Sal 56.4) aparece en contraste con el poder de Dios o los ángeles. Más bien es una debilidad física que moral (cf. Sal 78.39).
En El Nuevo Testamento
La voz griega kreas significa carne como alimento. Sarx reproduce muchos matices de basar: la parte carnosa del cuerpo (Ap 19.18); el cuerpo entero (Gl 4.13s); la persona íntegra (2 Co 7.5; Ro 7.18). Como en el Antiguo Testamento, los cónyuges son «una sola carne» (Mt 19.5s) y hay pasajes referentes a «toda carne» (Jn 17.2); cf. las expresiones «carne y sangre» (Mt 16.17) y «carne y huesos» (Lc 24.39). La debilidad de la carne se relaciona con la inconstancia de los discípulos en Getsemaní (Mc 14.38).
Pero hay en el Nuevo Testamento nuevos usos metafóricos de sarx (cf. también los adjetivos sarkikós y sárkinos). Puede referirse a la descendencia o linaje (Ro 1.3; 9.3; 1 Co 10.18), y a la existencia física de las personas en general (cf. «en la carne», Col 2.1, HA). No hay inculpación por ser carne: Cristo y Pablo lo fueron (Ef 2.15; 1 P 3.18; 1 Jn 4.2s; Gl 2.20); además, es compatible con «estar/ser en el Señor» (Flm 16). La carne puede mancillarse (Jud , o bien, purificarse (Heb 9.13).
Pablo es excepcional en el uso peyorativo de sarx. Quizás el sentido metafórico más relevante es el de carne como el ser humano en su fragilidad y, por lo tanto, en su afán de encerrarse en sí mismo para tratar de salvaguardar su vida (→ Pecado). Debido a esta experiencia de encerrarse en sí mismo y distanciarse de los demás y de Dios, el hombre orienta su vida hacia la destrucción de la intimidad y la interioridad suyas y las de otras personas. De ahí que carne es, en sentido paulino, símbolo de egoísmo y maldad (→ Concupiscencia). El resultado de esta forma de vida es, lógicamente, la muerte física, cuando el hombre utiliza carnalmente el poder (opresión, represión, asesinatos, guerra, etc.) y la muerte espiritual, cuando niega la dignidad a los otros hombres humillándolos y reduciéndolos a personas de segunda categoría (la violación, el maltrato verbal y sicológico a los niños y al cónyuge, el racismo, el sexismo, etc.).
Pablo opone carne y espíritu en Gl 5.16–6.10. Sin embargo, no debemos interpretar aquí que el ser humano tiene una parte buena (el espíritu) y un lado malo (el cuerpo). La carnalidad es una forma de vida en que prevalece una actitud en esencia destructiva. En oposición, espíritu es, como reflejo de la gracia de Dios, una fuerza que da vida y la protege. Podemos contrastar la obra de la carne con el fruto del espíritu en el texto de Gálatas. (→ Cuerpo.)
CARNERO Macho de la oveja, de carne comestible (Gn 31.38). Se usaba tanto para el holocausto (Gn 22.13; Lv 1.10; 8.18) como para los sacrificios de paz (Lv 9.4) o por el pecado (Lv 5.15; 6.6; 8.2). Fue sacrificado para la consagración de Aarón y sus hijos (Éx 29; Lv . De su lana se hacían vestidos (Pr 31.13); de su piel, la cubierta para el tabernáculo (Éx 26.14); y de sus cuernos, bocinas (Jos 6.4, 5).
Daniel tomó el carnero de dos cuernos como símbolo del poder (Dn . El cuerno pequeño representaba a Media y el mayor a Persia.
CARPINTERO Fabricante de artefactos de madera, mencionado con frecuencia en la Biblia. Está íntimamente relacionado con las construcciones y artesanías religiosas, tales como el arca, el tabernáculo y aun el tallado de los ídolos (Gn 6; Éx 27; Is 44.13; 1 Co 3.9–11).
Las herramientas del carpintero se mencionan en Is 44.13; muchas se hicieron de piedra, bronce y hierro. Los judíos no eran tan hábiles en la carpintería debido a la vida nómada que llevaban. David y Salomón importaron carpinteros (2 S 5.11; 1 R 5–7). Nuestro Señor fue carpintero (Mt 13.55; Mc 6.3) y esto ha sublimado el oficio.
Foto de Howard Vos
Relieve en piedra de Egipto mostrando carpinteros trabajando, probablemente más o menos del 2500 a.C.
CARPO Amigo cristiano de Pablo en Troas, con quien el apóstol dejó su capote (Hch 16.8; 20.5). Al escribir a Timoteo desde la cárcel, Pablo le pide que traiga en su próxima visita el capote, los libros y los pergaminos (2 Ti 4.13).
CARQUEMIS Ciudad importante del reino heteo, situada en uno de los pasos principales del Éufrates. Desde tiempos antiquísimos, fue un importante centro comercial. La atacaron los egipcios en el siglo XVII a.C., y los asirios unos 400 años después. A principios del primer milenio a.C., Carquemis pagaba tributos a Asiria, y finalmente la conquistó Sargón II en 717 a.C. Es posible que a esto se refiera Is 10.9. Fue en Carquemis donde Josías se opuso a Faraón Necao y perdió la vida en su aventura (2 Cr 35.20–24). Tres años después, Nabucodonosor derrotó a Necao también en Carquemis (Jer 46.1–12). Hoy el sitio se llama Jerablus, 100 km al nordeste de Alepo.
CARRERAJuegos deportivos.
CARRIZALAlga.
CARRO, CARROZA Vehículos de construcción sólida, diversas formas y dos ruedas, que servían como medio de transporte y movilidad.
Generalmente «carro» significa vehículo usado para transportar productos agrícolas, utensilios religiosos y militares, etc. (Nm 7.3, 6; Is 28.27), mientras que la «carroza» servía como medio de movilidad (Cnt 3.9). Aquellos eran de construcción rústica y fuerte; estas, finas y casi siempre lujosas. Ambos se construían de madera, incluso las ruedas. Algunos carros tenían ruedas de metal (1 R 7.33); otros tenían ruedas herradas, a modo de refuerzo (Jue 4.13).
Foto de Gustav Jeeninga
Varios pasajeros en un carro cruzan el río en Filipos cerca del lugar de la antigua ciudad neotestamentaria.
Había carros para usos del Estado (Gn 41.43; 2 S 15.1; 1 R 1.5), privados (Gn 46.29; 2 R 5.9; Hch 8.28) y militares (Éx 14.9; Jos 11.4; 1 S 13.5). Algunos eran halados por bueyes (2 S 6.6), otros por caballos (Jos 11.4; 2 R 5.9) y en caso especial se dice que a un carro lo halaron vacas (1 S 6.7).
Los egipcios conocieron y usaron carros desde la antigüedad (Gn 41.43; 46.29; 50.9; Éx 14.17, 18, 23, 25; 15.4, 19). Los cananeos en su tiempo, y los israelitas después, los usaron en poca escala en territorio de Palestina, posiblemente por lo accidentado del territorio. Bastante tarde adoptaron los israelitas el uso de carros con propósitos militares (2 S 8.4; 1 R 1.5). Isaías 2.7 cuestiona esta práctica por considerarla típica de una actitud de soberbia: poner la confianza en el poder militar es colocar al gobernante por encima de Dios. Los asirios, caldeos, persas y griegos también los conocieron y los usaron (2 R 19.23; Jer 47.3).
En el Antiguo Testamento se describe un «carro de fuego con caballos de fuego» (2 R 2.11), que apartó a Elías de Eliseo en un torbellino.
En el Nuevo Testamento se mencionan los carros solo tres veces: en Ap 9.9; 18.13, y en Hch 8.28–30 cuando el eunuco etíope regresaba a su tierra y Felipe se le acercó para hablarle de Jesús.
CARSENA Alto funcionario persa de Susa. Era uno de los siete → Eunucos que tenían acceso a la presencia del rey (Est 1.14).
CARTAEpístola.
CASA Término que puede referirse a una construcción relativamente sencilla, como una vivienda, o a un edificio de mayores proporciones, como un palacio (residencia del rey y sede de su gobierno, 2 S 11.9) o un templo (morada de Dios y lugar de su culto, 1 Cr 22.1; 2 Cr 24.4).
En Palestina, las casas más antiguas que se han descubierto estaban hechas de barro. Es curioso notar que el ladrillo secado al sol que se usaba en aquel entonces era de mejor calidad que el que se usa en la actualidad en la construcción de casas humildes en Jordania y Líbano. Más tarde se llegaron a emplear ladrillos cocidos al horno, especialmente en los cimientos de las casas.
Foto de Gustav Jeeninga
Una reconstrucción tamaño natural que muestra la probable apariencia de una casa común y corriente en Palestina más o menos en el 750 a.C. Note los agujeros en las paredes que permitían que entrara aire y luz y saliera el humo.
Durante la época bíblica, la mayoría de las casas se hallaban en las ciudades o pueblos. Los agricultores salían cada mañana de la aldea para atender sus campos y regresaban en la tarde. En las ciudades las casas eran más pequeñas que en los pueblos. En algunas ciudades las casas formaban parte de los muros de protección, como en Jericó (Jos 2.15).
Una casa típica de Jericó era cuadrangular con un vestíbulo al frente, bodegas a cada lado en donde guardar comida y granos, y una pieza principal que servía de sala y dormitorio. Detrás había un patio cerrado donde se guardaban a los animales. A veces, debajo de las casas había un establo donde se encerraba a los animales cuando había mal tiempo.
Foto: Museo, Haaretz
Interior reconstruido de una típica casa palestina de tiempos veterotestamentarios. Note la cocina, u horno de barro, en el centro a la izquierda; el telar horizontal (izquierda); y el área para comer, con estera y tazones, en el fondo.
El ama de casa cocinaba sobre un brasero o un fuego abierto. No había chimenea y el humo salía por las ventanas o pequeñas aberturas cerca del techo. El techo se fabricaba de vigas de madera cubiertas de cañas de bambú con una capa de greda para resistir la lluvia. El piso de las casas humildes era de barro o de piedra natural. Muchas veces había una escalera exterior que conducía a la azotea o el terrado. Si la casa tenía una pieza para huéspedes, se encontraba en la azotea (2 R 4.10). A veces, para las fiestas especiales, se construían → Cabañas en los terrados. La ley exigía un pretil o baranda alrededor del terrado (Dt. 22.8) en donde se celebraban muchas actividades familiares: oración, conversación, trabajo, descanso, etc. Las noticias se proclamaban desde la azotea (Mt 10.27; Lc 12.3).
En las regiones montañosas se construían casas de piedra; en las llanuras generalmente eran de ladrillo. Los muro gruesos resistía tanto el frío como el calor. Las ventanas eran pequeñas y protegidas con barras de madera o hierro. La puerta se hacía de madera gruesa y más tarde de hierro; y se cerraba en la noche con una barra de hierro o madera (Lc 11.7).
En las ciudades griegas del primer siglo, las casas de familias acomodadas tenían un atrio central, sin techo, con varias habitaciones distribuidas alrededor de este. Atrás estaban los espacios dedicados a la producción de alfarería, textiles u otros artefactos fabricados por la casa-empresa.
Uso En Sentido Figurado
El término «casa» se usa también en sentido figurado para referirse a una familia o un linaje familiar, como «la casa de David» (2 Cr 10.19; Is 7.13; Jer 21.12), o bien a toda la nación: «la casa de Israel» (1 S 1.12).
En las sociedades antiguas, la «casa» constituía la unidad básica de producción económica y organización social. Abarcaba a personas de varias generaciones y grados de parentesco, e incluía a esclavos y otros dependientes que laboraban en la empresa doméstica, al estilo de las haciendas coloniales en América Latina. Fuera de estos establecimientos, los pequeños comerciantes y artesanos pobres ocupaban estrechos locales de trabajo que les servían también de vivienda.
En el mundo grecorromano, la administración correcta del complejo doméstico se consideraba de vital importancia para el funcionamiento eficaz del estado. El tema «Sobre el manejo de la casa» aparece repetidamente en los tratados sobre el gobierno de las ciudades griegas. El mantenimiento del orden social se hacía depender de la estructura patriarcal de las «casas», que constituían la base económica de la sociedad. La estratificación doméstica destacaba tres pares de relaciones desiguales: amos/esclavos, esposos/esposas, padres/hijos. Cualquier alteración de este modelo patriarcal (digamos, una tendencia hacia relaciones más igualitarias) bordeaba en la subversión. Cuando el cristianismo llegó al mundo grecorromano con una nueva valoración de las personas, la clase dominante no tardó en percibir el potencial subversivo de esta nueva religión. Algunos opinan que los códigos domésticos de las epístolas responden a la necesidad de desviar este tipo de acusación (cf. Col 3.18–4.1; Ef 5.21–6.9 y 1 P 2.17–3.7).
Los romanos incorporaron el modelo de la «casa» a la política del imperio y desarrollaron una ideología en que el César se atribuyó el rol de un paterfamilias absoluto que detentaba todo poder. El término «la casa del César» abarcaba toda la burocracia imperial. Algunas personas que servían en esta «casa» eran ya cristianos en tiempos de Pablo (Flp 4.22).
Las primeras comunidades cristianas se reunían en las casas de sus miembros, probablemente como células en las viviendas humildes. Cuando se reunía toda la iglesia «en un solo lugar» (1 Co 14.23), este local sería la casa de una de las pocas familias más acomodadas. Según los restos arquelógicos del primer siglo, una casa amplia daría cabida a unas 60 a 70 personas paradas en el atrio central. El trato desigual típico de una casa patriarcal se prolongaba en la iglesia, y Pablo lo denunció (1 Co 11.21–22).
CASIA Corteza aromática de un árbol no identificado que se importaba del Oriente. Reina Valera traduce así dos voces hebreas: qidda en Éx 30.24 (mirra destilada en Ez 27.19) y qetsiot en Sal 45.8.
CASTIGO Tratamos aquí el concepto castigo en su aspecto legal como mediación de las relaciones interhumanas. En el caso de Israel o Judá, como en los pueblos vecinos, el castigo estaba determinado por su visión teológica. No olvidemos que Dios entregó la Ley directamente a Moisés.
Los castigos de la Ley del Antiguo Testamento establecían una especie de equilibrio social. Se prescribía una compensación fija en casos de robo o daño, por ejemplo, pero la compensación alcanzaba hasta cuatro o cinco veces el valor del objeto robado o dañado, con el fin de frenar así el delito contra la propiedad ajena. («Propiedad» se entendía en un sentido más amplio que el moderno. Se incluía, por ejemplo, la esposa, los hijos y los esclavos del ofendido.)
Se castigaba el mal, más bien que al culpable. Castigaban a un hijo de rey que violara una ley que desconocía por completo (1 S 14.24–26). Por eso se repite en más de una ocasión: «Quitarás el mal de en medio del pueblo» (Dt 17.12; 19.19; 21.21). La santidad del Dios de Israel obligaba al pueblo a tener igual santidad (Lv 18.24–30). Cuando se descubría un delito y no se conocía a su autor, había que ofrecer un sacrificio (Dt 21.1–9). En este contexto debemos incluir la → Blasfemia (Lv 24.14–16, 23) y la → Idolatría (Lv 20.2), que se penaban con la muerte. Estos delitos contaminaban a todo el pueblo y podían acarrear la cólera de Dios y por lo tanto la destrucción no solo del culpable, sino de toda la nación.
Algunos delitos brindaban a los parientes la posibilidad de vengarse ojo por ojo. Entre estos estaban el asesinato, el deshonor al padre (Éx 21.15, 17); el adulterio (Lv 20.10); el rapto (Éx 21.16).
En el contexto del Nuevo Testamento, el concepto de castigo por infracción de la Ley varía a causa de las influencias griega y romana. En tiempos de Jesús, toda Palestina estaba ocupada por los romanos y estos tenían una fuerte presencia militar, cultural, política y jurídica. El Nuevo Testamento muestra un ambiente legal propio de las ciudades grecolatinas de Asia Menor, Grecia y Roma que contrastaba con el ambiente del Antiguo Testamento. Vemos en Hechos que protegen a Pablo gracias a la legislación romana en una corte presidida por una autoridad romana y en donde las decisiones parecen más reguladas (Hch 23–25). En muchos pueblos pequeños de la Palestina judía, el rabino o el escriba ocuparon paulatinamente el papel de árbitros que ayudaban a solucionar los conflictos legales. Sin embargo, también ese papel, con menos misericordia, podía ser asumido por la autoridad militar romana que ocupaba Palestina. (Sobre castigos específicos, → Apedrear; Cepo; Azotes; Ahorcadura, etc.)
CÁSTOR Y PÓLUX Emblema del barco en que condujeron prisionero a Pablo a Roma (Hch 28.11). Traducción (RV) del vocablo griego Dioscourois (hijos de Zeus). Según la mitología griega, eran dioses gemelos, protectores particulares de los marineros. Sus imágenes se grababan en la proa de los barcos.
CATACUMBAS Túneles subterráneos entrecruzados en que se enterraban a los muertos. Los cristianos utilizaban las famosas catacumbas de Roma, que se extendían por cientos de kilómetros, como refugio para escapar de la persecución del Imperio Romano. Allí también celebraban cultos. Estaban situadas fuera de la ciudad, de ocho a veinte metros debajo de la tierra. La Biblia no las menciona.
CÁTEDRASilla.
CAUTIVERIO Con la palabra cautiverio se han integrado una serie de hechos históricos que, por su significado cultural y religioso, desbordan su contenido semántico. Cautiverio designa dos procesos históricos diferentes que tienen como hechos culminantes los siguientes: uno, la destrucción de Samaria, capital del reino del norte (Israel) en 722 a.C. a manos de los asirios; dos, el sitio y la destrucción de Jerusalén capital del reino del sur (Judá) en 586–7 a manos de los babilonios. La destrucción de estas dos ciudades significó la destrucción de una forma de vida y obligó a los teólogos de la época a plantearse el porqué de lo sucedido. Una vez que lo que se considera centro del universo desaparece, es urgente resolver el profundo sentimiento de caos que inunda por igual a los que quedaron en el país destruido y a los que salieron cautivos. El libro de Lamentaciones aporta una muestra del dolor y la desolación que sintieron quienes vivieron esta época: «¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, la señora de provincias ha sido hecha tributaria» (Lm 1.1). Estas personas vieron el «fin de su mundo».
Lamentaciones expresa también la orientación que iría tomando la reflexión teológica en su búsqueda de comprender lo sucedido y construir otro mundo. Los teólogos miran hacia atrás para evaluar el pasado y llegan a una conclusión: «Jehová es justo; yo contra su palabra me rebelé. Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor; mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio» (Lm 1.18). Entienden que lo que les está pasando es el resultado de una persistente práctica de opresión contra los pobres y de idolatría. En estos últimos dos conceptos se puede resumir el mensaje de los profetas desde Elías hasta Jeremías: el pueblo que el mismo Dios había creado y arrancado de la muerte de entre las garras de Egipto había olvidado la mano liberadora de su Dios y actuaba igual que los antiguos capataces egipcios.
Lamentaciones concluye con una súplica: «Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; renueva nuestros días como al principio» (Lm 5.21). Esa súplica es programática. Los cautivos del reino del sur inician un proceso de reconstrucción de la tradición yavista que continuará fortaleciéndose con la reconstrucción del templo y de Jerusalén alrededor del 520 a.C. y la recopilación de lo que hoy conocemos como el Pentateuco.
Cautiverio de Israel
Mientras Israel estaba en su apogeo político y económico (2 R 14.23–29), Asiria iniciaba su conquista de Occidente. Dios usaría a esta nación para castigar la injusticia y la idolatría del reino de Israel, de acuerdo con las profecías de → Amós y → Oseas.
El cautiverio empezó cuando → Tiglat-Pileser invadió a Israel, siendo rey → Peka, y llevó cautivos a muchos habitantes de la parte norte del reino (2 R 15.29). La nación se vio obligada a pagar tributo por varios años, aunque al fin se rebeló (2 R 17.4) en un esfuerzo por recuperar su independencia. Salmanasar, emperador de Asiria, sitió a Samaria, capital del reino del norte, en 722 a.C. Su sucesor acabó de conquistarla unos meses más tarde. Así terminó el reino de las diez tribus del norte (2 R 17.18). A muchos israelitas (27.290 según inscripciones de Sargón) los llevaron a Asiria y colocaron en varias ciudades (2 R 17.6; 18.11). Al mismo tiempo, llevaron gente de las ciudades del Imperio Asirio para poblar las ciudades de Israel (2 R 17.24; Esd 4.10).
Aunque esto puso fin a la historia política del reino del norte, la suerte de sus habitantes fue variada. Sin duda, a muchos de los cautivos los asimilaron los pueblos a donde los llevaron. Algunos de los que quedaron en Israel se mezclaron con la gente traída del este, y de ellos surgió el grupo étnico conocido como → Samaritanos. Además, hay indicios de que algunos de los israelitas del norte inmigraron a Judá (sobre todo levitas) o por lo menos participaron en su religión, pues las reformas de Ezequías y Josías alcanzaron a los que quedaron en el norte (2 R 23.15–20; 2 Cr 30.1–5, 11, 18; 35.18). También es posible que algunos de los cautivos en Asiria regresaran a Judá con los que volvieron de Babilonia después del edicto de → Ciro.
Escena de una tumba que representa la construcción de ladrillos en el antiguo Egipto. Durante sus años de esclavitud en Egipto, el pueblo hebreo realizó este tipo de tareas.
Cautiverio de Judá
Los profetas Amós y Oseas anunciaron que el cautiverio de Israel se debió a su rebelión contra Dios, y los profetas Isaías, Miqueas, Sofonías, Jeremías, Habacuc y Ezequiel proclamaron que a Juda le esperaba la misma suerte. Judá se aprovechó de la caída de Asiria y gozó de un breve avivamiento nacional, pero después de la muerte del rey Josías cayó bajo el dominio de Egipto. En la lucha por la supremacía en el Medio Oriente, los babilonios enviaron sus ejércitos para conquistar a Egipto. En camino hacia el sur conquistaron a casi toda Palestina y sitiaron a Jerusalén donde reinaba Joacim, ya vasallo de Egipto. Joacim murió durante el sitio, y tres meses más tarde (597 a.C.) su hijo Joaquín entregó la ciudad a los babilonios. Entonces tuvo lugar la primera de las tres deportaciones de habitantes de Judea a Babilonia. En 2 Reyes 24.12–17 se describe cómo llevaron a Babilonia al joven rey, su madre, los tesoros del palacio y del templo, y 10.000 cautivos. Entre ellos quizás se encontraban → Daniel, muchos de la nobleza y la mayoría de los artesanos de la capital; «no quedó nadie excepto los pobres», dice el relato.
Los babilonios pusieron a Sedequías, otro hijo de Josías, en el trono de Judá y este reinó once años. Los que habían quedado ocuparon las casas y las posiciones de los primeros cautivos y la vida nacional continuó. En 587, engañado por la promesa de ayuda de Egipto y confiando en su propia capacidad para luchar, el rey se rebeló contra Babilonia. La venganza de Nabucodonosor fue inmediata y terrible; después de un sitio mucho más severo, la capital cayó aniquilada por el hambre. Quemaron el templo, el palacio y muchas casas, y derribaron los muros de la ciudad. Los escasos tesoros y la poca gente influyente que quedaron se llevaron a Babilonia. En 2 Reyes 25.8–21 y Jer 39.8–10; 40.7; 52.12–34 se describen esta segunda deportación.
El general babilonio puso a Gedalías, el administrador del palacio, como gobernador de Judá. Este gobernó desde el pueblo de Mizpa puesto que Jerusalén estaba en ruinas. Unos meses más tarde lo asesinó un grupo de nacionalistas y muchos judíos huyeron a Egipto para evitar una suerte semejante; al profeta Jeremías lo obligaron a acompañarlos. Los babilonios llevaron un tercer grupo de cautivos como represalia por la muerte del gobernador.
La situación de los cautivos en Babilonia variaba mucho según las circunstancias. Algunos sufrían y añoraban sus casas y su tierra (Sal 137.1–6; Is 14.3; 42.22; 47.6; 51.7, 21–23). Al rey Joaquín lo sacaron de la cárcel, pero vivía como un rey cautivo (2 R 25.27–30). Muchos judíos vivían en colonias cerca de la ciudad de Nipur (Ez 1.1; 3.15); construyeron sus casas (Jer 29.5; Ez 8.1); se casaron (Jer 29.6; Ez 24.18) y prosperaron en el comercio (Is 55.1, 2; Zac 6.9–11). Ciertos documentos de Babilonia indican que por lo menos un banco tenía muchos clientes judíos. Como consecuencia, algunos judíos abandonaron la fe de sus padres para adorar a los dioses benefactores de Babilonia (Is 46.1–12; 50.11; Jer 44).
El cautiverio terminó con el edicto de → Ciro de Persia que liberó a los judíos y les permitió regresar a Palestina para reconstruir el templo. Algunos regresaron bajo la dirección del príncipe Zorobabel de la línea de David y Josué el sumo sacerdote. Con la culminación del templo bajo el estímulo de la predicación de Hageo y Zacarías, en 516 a.C., finaliza el período del cautiverio.
Por encima de la crisis que el cautiverio representó para Israel, las consecuencias positivas fueron notables. El pueblo examinó su fe y comprendió mejor la providencia divina. Aceptó la prueba como un juicio de Dios en el que no faltaron el amor y la fidelidad del pacto divino (Is 54.9–13; Jer 31.2–3). Surgió un nuevo pacto y una nueva responsabilidad del pueblo de Dios: anunciar al mundo el amor y la soberanía de Dios (Is 43.10–12; Jer 31.31–34; Ez 36.26).
Fue una época de mucha actividad literaria. Los libros proféticos se copiaron y estudiaron; la historia de los reinos de Israel recibió su forma final. El pueblo aprendió a adorar a Dios sin los sacrificios del templo, y posiblemente en esta época se inició la costumbre de reunirse en → Sinagogas. El cautiverio afectó mucho el concepto bíblico del juicio divino y de la revelación.
CAZA La primera mención que la Biblia hace acerca de la caza aparece en Gn 9.2–4. La caza no se menciona antes del diluvio.
En el Antiguo Testamento no se menciona la caza como un pasatiempo. Se respetaba la vida de los animales y solo se cazaban para obtener comida o por defensa propia si estos atacaban (Éx 23.28, 29; 1 R 13.23, 24). Las leyes dadas a los israelitas aun especificaban los animales que se podían cazar y comer (Dt 12.15, 22; 14.3–21). En Gn 27.3 se mencionan algunas armas de caza y otras en Job 19.6; 41.28; Sal 91.3 y Ez 19.8.
El acto de cazar lo emplearon los escritores de la Biblia para simbolizar hechos de guerra (Jer 16.16; Pr 6.5; 12.27; Ez 13.18, 20; Sal 140.11). Fueron vigorosos cazadores → Nimrod (Gn 10.9) y → Esaú (Gn 25.27; 27.3).
CEBADA Planta gramínea muy parecida al trigo. Se sembraba generalmente a fines del otoño y se cosechaba desde el tiempo de Pascua en adelante. En Dt 8.8 dice que Palestina era «tierra de trigo y de cebada». La cebada se utilizaba como alimento para bestias de carga (1 R 4.28) y para hacer pan (2 R 4.42; Ez 4.9, 12), aunque inferior al de trigo. Los granos tostados eran de apetecible consumo (2 S 17.28). También se usaba como ofrenda (Nm 5.15). Los vendedores ambulantes de comestibles ofrecían panes de cebada en sitios concurridos (Jn 6.9).
CEDAR Segundo hijo de Ismael (Gn 25.13; 1 Cr 1.29) y padre de una tribu grande y poderosa. Los cedaritas habitaban en tiendas hermosas y codiciables (Sal 120.5; Cnt 1.5; Is 21.13–17) y en aldeas sin muros (Is 42.11). Eran pastores de ganado y camellos (Is 60.7; Jer 49.28, 29, 32) y comerciaban con Tiro (Ez 27.21). Por lo general, se localizaron al este de Transjordania, pero en ciertas épocas se extendieron al sur de Palestina hasta la frontera de Egipto.
Por ser una tribu fuerte, a veces se usa Cedar como un término general para los beduinos o árabes. Se menciona frecuentemente en los profetas. En los anales de Asurbanipal (668–631 a.C.) se menciona (casi sinónimo con árabes) en batallas contra Asiria. Primero la derrotó Asiria y luego Babilonia (Jer 49.28).
CEDES Nombre dado a diferentes ciudades.
1. Ciudad situada en el extremo sur de Judá o Simeón (Jos 15.23; 19.9, 37). Posiblemente sea Cades-barnea.
2. Pueblo en el territorio de Isacar (1 Cr 6.72), entregado a los gersonitas. Quizás sea Tel Abu Kades, cerca de Meguido.
3. Ciudad de refugio en la tierra de Neftalí (Jos 12.22; 19.37; 21.32; 1 Cr 6.76). De este lugar era Barac y allí este reunió a su ejército para guerrear con Sísara (Jue 4.6, 10). Los asirios, bajo Tiglat-pileser, tomaron la ciudad y llevaron cautivos a los habitantes (2 R 15.29). Cedes fue el escenario de la batalla entre Jonatán macabeo y Demetrio (1 Mac 11.63). Quedaba a unos 7 km al norte del lago de Merom.
CEDRO Árbol majestuoso y alto (Is 2.13; Am 2.9) que abundaba sobre todo en el monte Líbano (1 R 5.6–10; Sal 29.5) donde todavía existen. Eran de tipo abies cedrus o cedrus libani.
Su madera era muy apreciada en la construcción de palacios y templos (2 S 5.11; 1 R 6.9–20), mástiles para barcos (Ez 27.5), carrozas (Cnt 3.9) e ídolos (Is 44.14). El cedro simbolizaba fuerza (Sal 29.5; Is 9.10), esplendor (Cnt 1.17; Jer 22.14) y gloria (Sal 80.10; Zac 11.1).
Según parece, había en el desierto de Sinaí una madera llamada cedro que se usaba en una purificación levítica (Lv 14.4–6, 49–52; Nm 19.6). Este no puede ser el mismo cedro del Líbano; tal vez sea el juniperus oxycedrus.
CEDRÓN (en hebreo, torrente turbio o negro). Arroyo y valle que separa a Jerusalén del Monte de los Olivos. Comienza 2 km al noroeste de Jerusalén y luego gira al sur formando una cañada al este de la ciudad. La primera parte se llama actualmente Wadi el-juaz y la que está frente a Jerusalén, Wadi Sitti-Miriam. Al sudeste se une con el valle de Hinom, formando el Wadi en-Nar, y sigue serpenteando hasta desembocar en el mar Muerto.
Entre la Puerta de Esteban y el huerto de Getsemaní, donde el Cedrón tiene 30 m de profundidad y 120 de ancho, un puente atraviesa el valle. Quizás David lo cruzó en este punto cuando huía de Absalón (2 S 15.23, 30), y Jesús cuando caminaba hacia Getsemaní y el Monte de los Olivos (Jn 18.1). Más al sur se halla la Fuente de la Virgen, o sea, el antiguo Gihón, cuyas aguas Ezequías desvió mediante un acueducto (2 Cr 32.4, 30).
Foto de Howard Vos
Los cedros del Líbano, que antiguamente abundaran en las montañas de Palestina, han sufrido por la tala indiscriminada durante siglos. En la actualidad solo quedan unas arboledas aisladas.
Las laderas de Cedrón, sobre todo al sur de Gihón, se han usado para sepulcros desde la antigüedad (2 R 23.6; cf. Jer 31.40). Puesto que se consideraba que los sepulcros contaminaba a todo aquel que los tocaba, varios reyes piadosos destruyeron allí los ídolos y las abominaciones que contaminaban a Jerusalén, despreciando así la idolatría (1 R 15.13; 2 R 23.4, 6, 12; 2 Cr 29.16; 30.14; 34.4).
Al sur de la ciudad el valle se ensancha y, al unirse con el valle de Hinom, forma un terreno fértil que antiguamente se llamaba el «huerto del rey» (Neh 3.15). Al extremo sur se halla la fuente de Rogel donde Adonías celebraba su ascensión al trono, mientras en la fuente de Gihón, 800 m al norte, se ungía a Salomón como rey (1 R 1.9, 38s).
Desde el siglo IV d.C. se ha conocido como el «Valle de Josafat». La tradición judía y mahometana lo señala como el escenario del juicio final, debido a la profecía de Joel 3.2, 12, 14. Pero es probable que Joel se refiera a otro valle al norte de Jerusalén.
El Cedrón permanecía seco la mayor parte del año, pero después de una lluvia fuerte corrían por su cauce torrentes impetuosos. Ahora su lecho está cubierto con hasta 12 m de suelo. Pero antiguamente las aguas de Gihón y las del templo corrían por aquí. Quizás Ezequiel hacía alusión a esto cuando profetizaba acerca del río de divina gracia que renovará al mundo (47.1–12).
CEFASPedro.
CEGUERA Como afección corporal se pueden distinguir dos tipos de ceguera: por enfermedad y por accidente. La ceguera es una enfermedad frecuente en Oriente debido a factores climáticos y procesos infecciosos como el tracoma. Por este hecho las citas bíblicas son numerosas y se mencionan al menos dos tipos de esta afección: la ceguera de nacimiento (Jn 9.1); y la ceguera debido a la vejez (producida tal vez por cataratas), como en los casos de Isaac (Gn 27.1), Jacob (Gn 48.10) y el profeta Ahías (1 R 14.4). Dada la frecuencia de la ceguera en el antiguo Israel, esta constituyó un problema social; la Ley Mosaica contenía disposiciones (Lv 19.14) y penalidades (Dt 27.18) para los que maltrataran a los ciegos. La ceguera se tenía por imperfección: los ciegos no podían ejercer funciones sacerdotales (Lv 21.18), y estaba prohibido ofrecer en sacrificio un animal ciego (Dt 15.21). Los padecimientos del ciego están objetivamente descritos en Dt 28.28, 29 e Is 59.10. Jesús en su ministerio terrenal curó muchos ciegos (Mt 12.22; 15.30s; 20.29–34; Mc 8.22ss; 10.46ss; Lc 4.18s; Jn 9.1–15), lo cual constituye un milagro insigne (Jn 10.21; 11.37).
Algunos pueblos enemigos de Israel acostumbraban a sacarles los ojos a los prisioneros de guerra como castigo: a Sansón lo cegaron los filisteos (Jue 16.21) y al rey Sedequías los caldeos (2 R 25.7). En ocasiones, Dios mismo envía la ceguera (Gn 19.11; Éx 4.11; Dt 28.28s; Hch 13.11).
En sentido metafórico la ceguera se usa a menudo como ilustración de ignorancia (Sal 115.5–7; 2 Co 4.4) o rebeldía (Is 6.10; Mt 23.16–26; Jn 9.39ss).
CELO La palabra «celo» en griego se dice que proviene de una raíz que nos remite a los significados de caliente, ferviente, entrar en ebullición. Celos traduce bien la palabra hebrea qin˓ah cuya raíz «designa el rojo que sale al rostro de un hombre apasionado». Según su motivo, el celo puede ser bueno (Sal 69.9; 2 Co 7.7), o malo (Nm 5.14; Hch 5.17).
En el Antiguo Testamento Jehová dice de sí mismo que es un Dios celoso (Éx 20.5; 34.14; Dt 5.9; Nah 1.2). En su celo por Israel, su pueblo, se autocompara a un esposo celoso por la conducta de su compañera. Esta perspectiva acerca de Dios nos indica que Él no actúa fríamente ante las situaciones. Su amor lo lleva al celo.
Jehová «se enciende» por el amor a los seres humanos y a su creación. Sus acciones, aun las más violentas, tienden a no mostrar su propio interés, sino su amor espontáneo.
Pero el eje del celo de Dios es su decidida oposición a la → Idolatría. No se encela por proteger su honor, como lo haría una persona engañada que trata de defender su dignidad lastimada tomando algún tipo de venganza. Dios exige la obediencia a la Ley no por el contrato en sí que denominamos → Pacto, sino porque cuando el pueblo rompe con la Ley y adora a otros dioses, esto produce innumerables víctimas.
El Nuevo Testamento no menciona que Dios es celoso, sino que el Hijo de Dios lo es (Jn 2.17). Sus hijos espirituales demuestran «celo santo» hacia la santidad de Dios y su reino (2 Co 7.11; 9.2; 11.2). Más frecuente en el Nuevo Testamento, sin embargo, es la mención del celo pecaminoso, que estorba las relaciones entre un cristiano y Dios (1 Co 3.3; Gl 5.20; Stg 3.14, 16).
El peligro en cuanto al celo humano por las cosas de Dios está en que podemos reproducir con mucha facilidad, bajo el manto de la defensa de la santidad de Dios, las prácticas que llevaron a Jesús a la cruz. Esto nos debe llevar a valorar las intenciones más profundas que nos mueven a actuar con celo. El celo santo por Dios y su obra debe mostrarse en una actitud flexible, autocrítica, de discernimiento de nuestros corazones. Y sobre todo, debe alimentarse con un profundo amor a Dios, a nosotros y al prójimo.
CENA DEL SEÑOR Sencilla fiesta ritual ordenada en la Iglesia por Cristo («haced esto en memoria de mí», Lc 22.19), y denominada hoy a veces eucaristía (en griego, acción de gracias) o santa → Comunión. Conmemora la muerte expiatoria de Jesucristo y a la vez simboliza la unidad de los cristianos y su reiterada fe en la pronta venida de su Señor.
La última cena que Jesús comió con sus discípulos, durante la Fiesta de la → Pascua en la víspera de su crucifixión, sirve de base para la actual Cena del Señor. Evidentemente fue para Él un momento de extraordinaria importancia (Lc 22.15). Dio instrucciones precisas en cuanto a los preparativos (Mt 26.17ss y //), y tomó precauciones para que Judas, y por ende los líderes judíos, no supieran de antemano dónde comerían (→ Aposento alto).
El → Lavamiento de los pies que Jesús hizo a sus discípulos (Jn 13.4–17) dio inicio a la celebración de la cena pascual muy cargada en sí de simbolismo religioso. Luego Jesús tomó el pan, y lo partió y distribuyó entre sus discípulos diciendo: «Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí» (1 Co 11.24). Después los invitó a tomar de la copa de vino, y dijo: «Esta copa es el nuevo → Pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiéreis, en memoria de mí» (v. 25). Esta versión paulina de las palabras de institución, parecida a la de Lucas (22.15–20), ha de compararse con la de Marcos (14.22ss), la cual Mateo ha seguido de cerca (26.26–30).
Frente a la dificultad de fijar la fecha precisa de la institución de la Cena del Señor (→ Jesucristo), algunos eruditos han tratado de separar por completo esta fiesta cristiana de la tradición pascual. Afirman que Jesús murió precisamente a la hora en que solía sacrificarse el → Cordero pascual (Jn 19.14, 31) y que, por tanto, no pudo haber celebrado la comida de la Pascua la noche anterior. Datos descubiertos recientemente en → Qumrán, sin embargo, parecen indicar que hubo discrepancias en los calendarios judíos de aquel entonces que quizá per
Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (2000, c1998). Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
 
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