chalino
  DICCIONARIO LETRA A
 
ALJABA Receptáculo donde los arqueros, soldados o cazadores llevaban sus → Flechas. Los que andaban a pie la llevaban pendiente de una correa colgada al hombro. La palabra se usa en sentido literal (Gn 27.3; Is 22.6) y metafórico: como el círculo de la familia (Sal 127.5), lugar de protección (Is 49.2) y sepulcro (Jer 5.16).
ALMA Término que en el Antiguo Testamento es traducción común del sustantivo hebreo nefesh, que a su vez se deriva del verbo nafash (respirar, rehacerse). Aparece unas 755 veces en el Antiguo Testamento con significados muy variados.
Tal vez el sentido original de nefesh haya sido «garganta» (canal de la respiración) o «cuello», como el acadio napishtu, pues este sentido se conserva en el Antiguo Testamento en textos como Sal 69.1 y Jon 2.7. De allí viene el sentido de «soplo» de vida (→ Espíritu), como en Job 41.21 («aliento», RV). Así, en hebreo, morir se expresa muchas veces por «exhalar la nefesh» (Jer 15.9, BJ). Puesto que la respiración es señal de vida, el alma («soplo») se considera como el principio de la vida (Gn 35.18). Además, «hacer volver la nefesh» significa hacer revivir (1 R 17.21s); salvar la nefesh de una persona es salvar su vida (Sal 72.13s).
La nefesh («vida») de la carne está en la → Sangre (Lv 17.11). En un sentido más amplio, nefesh puede definir a un ser vivo en la totalidad de su existencia, sea animal (Gn 1.20, 21, 24; «seres») o ser humano (Éx 1.5; «personas»). En este sentido nefesh se utiliza también para denotar la acción de amarse a sí mismo: amar como a su nefesh significa «como a sí mismo» (1 S 18.1). A veces nefesh también designa a un cadáver, quizás por eufemismo (Lv 21.1; «muerto»).
En contraste con el pensamiento filosófico griego (p. ej., Platón), es notable que el Antiguo Testamento jamás habla de la inmortalidad del alma. Al contrario, se dice que la nefesh muere (Nm 23.10; Jue 16.30, donde nefesh se traduce «yo»). La nefesh no es algo distinto del cuerpo que baja al → Seol, sino el ser humano total (Sal 16.10; 30.3). A los habitantes del Seol no se les llama «almas» ni espíritus, sino «muertos» (refaim en Sal 88.10; metim en Is 26.14, 19). Hoy día es común reconocer muchas pruebas en el Antiguo Testamento para una doctrina de la supervivencia del ser humano después de la muerte, pero estas pruebas llevan más bien a una enseñanza acerca de la persona total y no del alma en el sentido platónico.
Es notable que además de la vida física, se atribuyen a la nefesh todas las funciones síquicas. Por ejemplo, los pensamientos se atribuyen a la nefesh (Est 4.13, VM), como también al → Corazón y al → Espíritu. En 2 R 9.15 se traduce por «voluntad». La nefesh es la sede del amor (Gn 34.3) y el odio (Sal 11.5), de la tristeza (Sal 42.6) y la alegría (Sal 86.4). Siente hambre (Sal 107.9) y sed (Pr 25.25), pero también busca a Dios y suspira por Él (Sal 42.1, 2; 103.1s).
Así, en la sicología del Antiguo Testamento la nefesh tiene una función muy semejante a la del → Espíritu. Sin embargo, nefesh significa sobre todo, la vida, mientras que «espíritu» indica fuerza o poder.
En el Nuevo Testamento «alma» es la traducción común del griego psyjé que a su vez deriva del verbo psyjo («soplar»), y aparece más o menos cien veces.
Psyjé (como nefesh) significa a veces «ser viviente», y puede referirse a un animal (Ap 16.3, «ser vivo») o a una persona (Ro 13.1, «persona»; cf. la forma plural en Hch 7.14; 27.37). Con el pronombre posesivo, psyjé puede significar también «yo mismo» (Mt 12.18; Jn 12.27, «mi alma»).
Psyjé muchas veces denota la vida física (Mt 6.25), y es virtualmente sinónimo de «cuerpo vivo» (p. ej. en Mc 8.35–37 donde «alma» tiene el sentido de «vida»). Quizás sea la connotación «físico-animal» del sustantivo psyjé lo que determina en ocasiones el uso del adjetivo psyjikós (1 Co 15.44, «animal»; cf. v. 46 con 2.24, «natural»).
También psyjé puede indicar el principio de la vida, el cual, vinculado con el cuerpo, es un aspecto del ser humano total (Mt 10.28; Hch 20.10, BJ: «su alma está en él»). Como principio de vida, la psyjé es el asiento de los pensamientos (Hch 4.32; Flp 1.27), las emociones (Mc 14.34; Jn 12.27) y los actos de la voluntad (Ef 6.6, BC y Taizé; cf. Col 3.23).
Finalmente, como principio de vida, psyjé indica en algunos textos el asiento de una vida que trasciende la vida terrenal. Este uso, muy parecido al de algunos filósofos griegos (p. ej., Platón), tiene cierta base en algunos dichos de Jesús (Mt 10.28, 39; Mc 8.35–37), pero se desarrolla en los escritos posteriores (Heb 6.19; 10.39; 13.17; 1 P 1.9, 22; 2.11, 25). «Alma» llega incluso a significar algo inmortal, distinto del cuerpo (Ap 6.9; 20.4). Sin embargo, no se niega la necesidad de la → Resurrección corporal (Ap 20.4s).
Sería muy aventurado interpretar 1 Ts 5.23 como una enseñanza de la tricotomía griega (cf. Heb 4.12); es más bien una manera de subrayar la totalidad de la persona («todo vuestro ser») como objeto de la santificación (cf. Dt 6.4; Mc 12.30).
Bibliografía:
P. Van Imschoot, Teología del Antiguo Testamento, Ediciones Fax, Madrid, 1969, pp. 351-378,386ss.
ALMENDRO Tradúcese así shaqedh (en hebreo, velar, amanecer, Jer 1.11), nombre simbólico del almendro, tal vez porque es el primero en florecer (en enero). Antes de que aparezcan las hojas, el almendro se cubre de flores blanco-rosadas que le dan un hermoso aspecto que Ec 12.5 compara con la cabeza cana. También debía traducirse así luz (Gn 30.37, RV, «avellano»), que en lenguas afines significa almendro. Quizás el antiguo nombre de Bet-el, «Luz» (Gn 28.19), se deba a la presencia de almendros en el lugar.
El almendro (amygdalus communis) es un árbol de unos 7 m de alto, con hojas oblongas que caen en invierno. Tienen drupa cuya semilla, la almendra, era fruto dilecto en el Oriente (Gn 43.11).
Recientemente se ha descubierto almendro silvestre en el Neguev. Todo hace suponer su existencia en la región sinaítica en la antigüedad y que ahí tenga su origen el uso del almendro como ornamento en el tabernáculo y en el candelero (Éx 25.33, 34; 37.19, 20).
ALMUD Medida cuyo nombre en RV se traduce de la voz griega modios (BJ, NC y BC la traducen «celemín»), que se usa en Mt 5.15.
El modius romano era una medida de capacidad, usada especialmente para granos, en la que cabían ca. 8, 7 litros. (→ Medida.)
ÁLOE (en griego, alóe).
1. Aquilaria agallocha. Árbol oriundo del sudeste de Asia. Incienso y perfumes hechos de su madera aromática se importaban a Palestina, así como la madera misma (Sal 45.8; Pr 7.17; Cnt 4.14). La traducción de Nm 24.6 es dudosa, pues es improbable que el áloe creciera en Palestina.
2. Áloe succotina. Planta perenne de la familia de las liliáceas. De su hoja carnosa se extrae un jugo espeso y amargo que se usa en medicina. Según Herodoto, los egipcios usaban el áloe mezclado con mirra para embalsamar cadáveres (Jn 19.39).
ALTAR Lugar de sacrificio construido de roca, tierra o bronce. La superficie natural de una roca (Jue 13.19, 20), o un montón de piedras (Gn 8.20), podían servir de altar en la antigüedad. Algunas excavaciones han revelado que los altares tenían hoyos para recoger la sangre y encender el fuego. Según Éx 20.24–26, debían construirse de tierra amontonada o en forma de ladrillo, o de piedras no labradas. Los altares del campo no debían tener gradas para que el sacerdote no descubriera su desnudez al subirlas (Éx 20.26). Parece que estas instrucciones se les dieron a los israelitas como individuos para que realizaran sacrificios en ciertas ocasiones. Por ejemplo, Josué, Jos 8.30, 31; Gedeón, Jue 6.24–26; David, 2 S 24.18–25, Elías 1 R 18.30–35.
Mientras que en el mundo pagano el altar era principalmente la «mesa» donde se ponía el banquete para el dios, por lo general este sentido está ausente en el Antiguo Testamento (Is 65.11). El altar era, primero, señal de la presencia de Dios donde Él se había manifestado en forma especial (Gn 12.7; 26.24, 25). También era un lugar de misericordia. Un prófugo, al asirse de los cuernos del altar, encontraba asilo (1 R 2.28). Sin embargo, el propósito principal del altar era establecer y mantener la relación del pacto entre el pueblo de Israel y Dios (Éx 20.24; Lv 1.5, 16). Fue un instrumento de mediación.
El altar del holocausto estaba en el vestíbulo del tabernáculo. Era cuadrangular, de madera de acacia, cubierto de bronce, con cuatro cuernos en los ángulos (Éx 27.1–8). Tenía cuatro anillos por los que pasaban las varas con que se portaba en el desierto. Parece que el altar del holocausto en el templo de Salomón no los tenía. En el centro tenía una rejilla sobre la que se colocaba el sacrificio. Para el servicio del sacrificio, el altar tenía calderos de bronce para recoger la ceniza, tazones para recoger la sangre y otros instrumentos para arreglar el sacrificio, como paletas, garfios, y sus braseros, todo de bronce. Sobre el altar se ofrecía el holocausto y otros sacrificios por la mañana y por la tarde; nunca se apagaba el fuego (Lv 6.13).
El altar del incienso era pequeño (Éx 30.1–5; 37.25–28), de madera de acacia cubierta de oro, con cuatro cuernos y cuatro anillos para transportarlo. Se hallaba delante del velo que separaba el Lugar Santo del Santísimo; sobre este altar se ofrecía cada día el incienso aromático, por la mañana y por la noche, con la excepción del Día de Expiación (Lv 16.18, 19). Sobre los cuernos del altar se rociaba la sangre de un animal (Éx 30.10).
El altar, en sentido figurado, es el lugar de consagración (Ro 12.1) donde el creyente demuestra en forma pública su absoluta dedicación a Dios (cf. Flp 4.18; Heb 13.15, 16; 1 P 2.5).
AMALEC, AMALECITAS Amalec fue hijo de Elifaz y nieto de Esaú (Gn 36.12, 16). Al parecer, sus descendientes habitaban como un pueblo nómada en la región del Neguev y Sinaí. Génesis 14.7 puede significar que el país allí mencionado llegó a pertenecer después a los amalecitas.
En Refidim, Israel ganó su primera victoria militar al derrotar a Amalec (Éx 17.8–16). Dios le reveló a Moisés que en el futuro los amalecitas sufrirían el exterminio por causa de su pecado (Éx 17.14–16; Dt 25.17–19; cf. 1 S 15.2, 3). En → Horma, Amalec derrotó a los israelitas (Nm 14.39–45; Dt 1.41–46). Balaam pronunció palabras de juicio contra Amalec (Nm 24.20).
Foto de: Gustav Jeeninga
Excavaciones del antiguo Meguido que dejan ver el antiguo altar redondo usado para sacrificios paganos.
En tiempo de los jueces, los amalecitas se unieron primero a los moabitas (Jue 3.13), y luego Madián y «los hijos del oriente» para atacar a Israel. Gedeón los derrotó (Jue 6.3–5, 33; 7.12; 10.12). Jueces 12.15 sugiere que hubo un tiempo cuando los amalecitas lograron establecerse en el territorio de Efraín.
Saúl derrotó a los amalecitas, pero desobedeció el mandamiento de Samuel al no dar muerte a su rey Agar (1 S 15). Parece que David debilitó en gran manera a los amalecitas (1 S 27.6–9; 30.1–20). Primero de Crónicas 4.42, 43 menciona un remanente de ellos que destruyeron los hijos de Simeón en los días de → Ezequías rey de Judá.
AMÁN (magnífico, ilustre). Primer ministro de Asuero, rey del Imperio Medo-Persa. Uno de los personajes centrales del libro de Ester en donde (3.1) se le presenta como agagueo: procedente de un país desconocido pero identificado por Josefo como Amalec, tradicional enemigo de los judíos. En las adiciones deuterocanónicas al libro de Ester, que aparecen en ediciones católicas de la Biblia (Est 16.10), se dice que Amán era macedonio. Todo hace creer que se trata de un extranjero afortunado, muy estimado por Asuero.
Amán se caracterizaba por su terrible odio a los judíos (Est 3.8, 9). Logró que el rey firmara un decreto de exterminio contra ellos (Est 3.5–15). Tan seguro estaba Amán del éxito de sus planes, que hizo levantar una horca en la que haría morir a Mardoqueo, líder del pueblo de Dios. Ester, esposa del rey, consiguió que este ordenara la pena de muerte para Amán, la cual se realizó un poco después. Amán murió en la misma horca que levantó para su enemigo (Est 7.9, 10).
AMARNAEl Amarna.
AMASÍAS (Jehová es poderoso).
1. Noveno rey de Judá, hijo de Joás (2 R 14.1–20; 2 Cr 25). Reinó veinticinco años. Se condujo bien ante los ojos del Señor, pero no con corazón perfecto. Una vez afirmado en el reino mató a los asesinos de su padre. Movilizó un ejército de 300.000 hombres de Judá y contrató a 100.000 de Israel para reconquistar a Edom. A los de Israel los despidió en respuesta a una advertencia profética. Derrotó decisivamente a Edom y llevó los ídolos a Judá. Poco después le hizo guerra temerariamente a Joás, rey de Israel, el cual lo humilló y lo llevó cautivo luego de saquear a Jerusalén y el templo. Unos quince años después murió en Laquis a manos de unos conspiradores y lo sepultaron en Jerusalén.
2. Sacerdote de Jeroboam II en Bet-el; trató de silenciar al profeta Amós (Am 7.10–17).
3. Descendiente del patriarca Simeón (1 Cr 4.34).
4. Levita, descendiente de Merari (1 Cr 6.45).
5. General del ejército del rey Josafat (2 Cr 17.16).
AMATISTA Piedra preciosa, una de la variedades del cuarzo cristalizado, transparente y teñida de color violeta azulado, probablemente por el óxido de manganeso. Se hallaba en la tercera hilera del pectoral del sumo sacerdote (Éx 28.19). De amatista es el duodécimo cimiento del muro de la nueva Jerusalén (Ap 21.20).
ÁMBAR Material brillante mencionado en Ez 1.4, 27; 8.2 (RV-1909). Es traducción de la palabra hebrea jasmal, cuyo sentido no puede precisarse, aunque algunas versiones optan por «bronce». Su traducción en la LXX y la Vulgata, electrum, sugiere o una mezcla de oro y plata, o bien el mismo ámbar. El ámbar propiamente dicho es una resina fósil cuyo color varía entre amarillento y café, y cuando está pulido brilla mucho.
AMÉN Palabra hebrea que pasó sin modificación al griego y al latín, y que significa «así sea» (Jer 11.5) o «efectivamente» (Jer 28.6). En el Antiguo Testamento se emplea como fórmula responsoria, afirmando la validez de un juramento o maldición cuyas consecuencias se aceptan (Nm 5.22; Dt 27.15); como aceptación de un anuncio o profecía favorable (1 R 1.36); y al término de una doxología o bendición, como respuesta congregacional a las alabanzas rendidas a Dios (1 Cr 16.36; Sal 41.13). En Isaías a Dios se le llama «Dios amén»: el que garantiza lo que promete, con la verdad de sus palabras (Is 65.10).
En el Nuevo Testamento los evangelistas atribuyen a Jesús la expresión «amén os digo». La repetición del «amén» refuerza la afirmación expresada (Jn 1.51) y se aproxima a un juramento. El uso que Jesús hace del «amén» se desconoce en la literatura rabínica y parece implicar su autoridad mesiánica. Recalca la veracidad de sus palabras. En Él se cumplen las promesas de Dios (2 Co 1.20) y se le llama «el Amén» (Ap 3.14).
AMIGO La amistad es una relación de afecto que se establece entre dos personas y que muchas veces sobrepasa la fuerza de una relación familiar (Pr 18.24). La Biblia contiene bellísimos ejemplos de amistad humana: David y Jonatán (1 S 18.1; 2 S 1.25–27), Rut y Noemí (Rt 1.16–18), Husai y David (2 S 15.37; 16.16), Pablo y Timoteo (2 Ti 1.2), y otros.
Pero hay una dimensión más maravillosa en la relación de amigo: Abraham es llamado «amigo de Dios» (Is 41.8) por la intimidad de sus relaciones con Él; el Señor Jesús llama a sus discípulos amigos en virtud de esa misma relación íntima (Jn 15.14, 15).
La palabra amigo que usó el Señor para dirigirse a Judas (Mt 26.50) es simplemente una expresión de cortesía, como se ve por el uso en otros pasajes (Lc 14.10; Mt 22.12; 20.13; etc.).
AMINADAB (el compañero de la tribu [e.d., Dios] se ha mostrado generoso). Personaje que aparece, en el Antiguo Testamento, en las genealogías de Judá (1 Cr 2.10) y de David (Rt 4.20) y en el Nuevo Testamento en la de Jesús (Lc 3.33).
Otro personaje de igual nombre (Éx 6.23) fue el padre de Elisabet («Isabel»: BJ y TA; Elisheba en hebreo), mujer de Aarón.
AMNÓNTamar; Absalón.
AMÓN (pariente o persona).
1. Decimoquinto rey de Judá, hijo de Manasés y padre de Josías (2 R 21.19–26; 2 Cr 33.20–25). Comenzó a reinar a los 22 años de edad y reinó dos años en Jerusalén. Hizo lo malo ante Jehová y sirvió a los ídolos de su padre. Lo asesinaron por razones desconocidas y el pueblo mató a los conspiradores.
2. Gobernador de Samaria a quien el rey Acab encomendó el encarcelamiento del profeta Micaías (1 R 22.26; 2 Cr 18.25–27).
3. Descendiente de los siervos de Salomón (Neh 7.59), llamado Ami en Esd 2.57.
4. Dios de Tebas (Jer 46.25).
AMONITAS Tribu de pastores descendientes de Lot (Gn 19.36–38) que se estableció entre los ríos Jaboc y Arnón y que finalmente ocupó solo el territorio encerrado en la gran curva del Jaboc.
Debido a la estrecha relación de los amonitas con Israel, Dios no permitió a Moisés atacarlos (Dt 2.19), pero ellos no recibieron con bien a sus hermanos israelitas por lo cual fueron excluidos de Templo de Jerusalén (Dt 23.3s).
La historia subsiguiente demuestra una enemistad crónica entre Amón e Israel. Los profetas denuncian la crueldad y falta de compasión de los amonitas (Am 1.13–15; Sof 2.10). Ezequiel profetiza la destrucción completa de Amón (21.28–32; 25.1–7).
Al establecerse alrededor de → Raba-amón, que llegó a ser su capital, los amonitas tuvieron que desplegar a los zomzomeos, una raza de gigantes (Dt 2.19–21). Ocuparon entonces hasta el río Jordán, pero una invasión de los amorreos que venían del norte los obligó a retirarse más al este, en el desierto. Israel aniquiló más tarde a los amorreos, bajo los reyes Og y Sehón (Jue 11.18–23), pero mientras aún se consolidaba, sucumbió ante la fuerza unida de los amonitas y moabitas. Jefté da un resumen contemporáneo de las relaciones a través de 300 años entre Amón e Israel (Jue 11.12–28). Jefté triunfó sobre los amonitas, pero estos no sufrieron la derrota más completa sino cuando Joab y David conquistaron a Rabá (2 S 10–12). Desgraciadamente, Salomón hizo un templo para Milcom (→ Moloc), el dios amonita, en Jerusalén (1 R 11.1, 5, 7, 33). Naama, la madre de Roboam, el nuevo rey, era una princesa amonita (1 R 14.21, 31).
Siempre luchando por independizarse, los amonitas causaron dificultades a Israel y Judá en los tiempos de Josafat (2 Cr 20.1–30), Joás (2 Cr 24.26), Uzías (2 Cr 26.7s) y Jotam (2 Cr 27.5). El rey amonita, Baalis, provocó el asesinato de Gedalías (Jer 40.14) y Tobías, el amonita, estorbó mucho la reconstrucción de Jerusalén (Neh 2.10, 19; 4.3, 7; 13.7, 8, 23–27). Por último, Judas Macabeo venció a los amonitas (1 Mac 5.1–8).
Ammán, la capital moderna de Jordania, la vieja Rabá, a pesar de su nombre, ya no cuenta con ciudadanos amonitas (Ez 25.10).
AMOR El verbo `ahab designa el amor sexual (Os 3.1), paternal (Gn 25.28), de amistad (1 S 16.21) y del prójimo (Lv 19.18), que incluye al compatriota y al extranjero que habita en Israel (Lv 19.34). Se exhorta a ayudar y perdonar al enemigo personal (Éx 23.4s; Pr 25.21), pero no se habla de amarle. Los profetas utilizan el término khsed («misericordia» en RV, amor compasivo) para describir la relación que Dios demanda entre su pueblo, particularmente con los pobres y desamparados (Os 6.6; cf. Is 1.17; Ez 18.12ss; Am 2.6).
El Antiguo Testamento declara que el hombre debe amar a Dios en respuesta al amor de este: debe ser un amor total y pleno (Dt 6.5), rendido solo a Él y expresado en servicio, obediencia y reverencia (Dt 10.12s; 11.13; Is 56.6). La profesión de ese amor a menudo inicia la alabanza en los Salmos (18.1; 73.25; 116.1; cf. Lm 3.24).
El amor de Dios por el hombre raramente se expresa en el Antiguo Testamento con los términos amar (˒ahab) o amor (˒ahaba); más bien se habla de la khesed («misericordia», «fidelidad activa»), khen («favor», «gracia») o rikham («misericordia», «compasión»). Este amor se expresa sobre todo en los actos históricos por los que Dios eligió, creó, libertó y guió a su pueblo. Nace de la pura misericordia divina (Dt 4.37; 7.7; 10.15; Jer 12.7–9; Is 54.5–8; 2 Cr 20.7). Es misericordioso: salva, socorre, corrige (Dt 23.5; Is 43.25; Sal 86.5; Is 63.9). Oseas, Jeremías y Ezequiel utilizan los símiles del esposo y del padre para destacar la fidelidad de Dios y la infidelidad y desobediencia del pueblo.
Rara vez menciona el Antiguo Testamento el amor de Dios por los israelitas, y cuando lo hace es en el contexto de las promesas futuras, como en Is 2.2–4; Miq 4.1–4; Jer 12.15; Jon 4.11. Igualmente escasas son las referencias al amor por todas las criaturas (véase, sin embargo, Sal 145.9). Aunque el amor de Dios está dirigido primordialmente al pueblo, no falta en la relación de Dios con el individuo, como se ve en varias oraciones personales de los salmos (40; 42; 51; 130), con respecto a personas en particular (2 S 12.24s; 1 R 10.9; Sal 127.2) o a categorías de personas (Pr 15.19; Dt 10.18; Pr 22.11, LXX).
Todas las relaciones que el Antiguo Testamento menciona se profundizan y llevan a cabo en el Nuevo Testamento.
Jesús resume la Ley en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo (Mt 7.12; 22.34–40), pues ambos están estrechamente vinculados (1 Jn 3.14–22; Mt 5.45). El amor a Dios y al prójimo debe ser activo y concreto (Mt 5.38–47; 7.21; 25.34–36). La noción del prójimo se ensancha para incluir a todo el que tiene necesidad (Lc 10.29–37) y específicamente al enemigo (Mt 5.44; 18.22–25). La línea de los profetas señala que este amor al prójimo tiene prioridad sobre los deberes religiosos y la observancia del sábado (Mt 5.23s; 9.13; Mc 3.1–6). De ese amor total, desinteresado y abnegado, Jesús ha dado el ejemplo perfecto (Jn 10.11; 15.13; 1 Jn 3.16).
El amor de Dios también forma parte de la enseñanza de Jesús (Mt 6.24; 22.37). Debe ser total y sin reservas (Mt 6.24ss; Lc 17.7ss; 14.26ss). Pablo destaca que es la respuesta al amor de Dios hacia el hombre y la consecuencia de este (Gl 2.20; 1 Jn 3.1; 4.10, 11, 17, 19).
Este amor de Dios ha hallado su perfecta manifestación y realización en Jesucristo. En su enseñanza señala la universalidad (Mt 5.45; 6.25–32) e infinitud (Mt 18.12s) del amor de Dios. Pero es sobre todo en la muerte y resurrección de Cristo donde Dios ha puesto en acción su amor para nuestra redención (Ro 5.8; 8.32; Tit 3.4). La muerte voluntaria de Jesús es obra del amor del Padre y del Hijo (Ro 5.6; Flp 2.8). Por eso Pablo no distingue el amor de Dios del de Cristo (Ro 5.15; 2 Co 8.9; Gl 1.6). El amor de Dios escoge a las personas (Ro 1.17; Col 3.12) y los llama. Derrama su Espíritu en los corazones de los creyentes (Ro 5.5), realiza en los amados la purificación, la santificación, la justificación (1 Co 6.11; 2 Ts 2.13), la renovación interior (Tit 3.5; Ro 6.4; 8.2; 13.8; Gl 5.13). El amor es el don supremo del Espíritu (1 Co 13) y el resumen de toda la Ley (Ro 13.8; Gl 5.13).
Cuando interpretamos la expresión cumbre de Juan: «Dios es amor», debemos recordar que las características del amor manifestadas en la Escritura son: personal, voluntario, selectivo (es el fundamento de la elección), espontáneo, fiel a su pacto, justo (y exige justicia), exclusivo (demanda una respuesta total) y redentor.
AMORREOS Descendientes de Canaán, hijo de Cam (Gn 10.15, 16). La arqueología revela que eran nómadas antes de la época de Abraham. Habitaban la región al noroeste de Mesopotamia, por lo que se les dio el nombre de amurru («occidentales»). Desde aquí invadieron a las ciudades de Mesopotamia y constituyeron parte importante de la presión internacional que rompió por fin el dominio de la tercera dinastía de Ur (ca. 2060–1950 a.C.) sobre estas ciudades.
En medio de esta turbulencia salió Abraham de su tierra natal. El poder de los amorreos crecía en Mesopotamia y, como consecuencia, Babilonia inició su carrera internacional bajo el rey amorreo Hammurabi (ca. 1728–1686 a.C.), quien conquistó Asur (→ Asiria) y Mari.
Foto de Howard Vos
Ruinas de un templo pagano de los amorreos, en Siquem.
Otros grupos de amorreos habían emigrado hacia el sur y ocupaban una gran parte de la tierra prometida, a ambos lados del Jordán. En Gn 14.7, se les encuentra en Hazezon-tamar (Engadi), al oeste del mar Muerto; y Gn 14.13 menciona a los amorreos de Mamre, con quienes Abraham se alió.
Los amorreos se nombran entre las diez naciones cuya tierra Dios otorgó a la descendencia de Abraham (Gn 15.21), pero su cultura dominaba tanto la de las otras nueve que se menciona en Gn 15.16 como representante de la vida cananea: «aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí». Este dominio general parece que ya había menguado en el tiempo de Moisés, quizás por la influencia de los → Heteos; se ve a los amorreos representados por varios reinos claramente delineados. Sin embargo, eran todavía (de acuerdo a Gn 15.16) el símbolo de la oposición a Israel, a juzgar por la importancia dada a la victoria sobre Sehón y Og, reyes amorreos al este del Jordán (Nm 36) y a la derrota en Hai (Jos 7.7). Dios mostró su poder al detener el sol durante la batalla contra la alianza amorrea de los reyes de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón (Jos 10).
Los rasgos más abominables de la idolatría israelita se debían a los amorreos (1 R 21.26; 2 R 21.11) que no fueron eliminados, sino que quedaron como remanente en un estado servil (1 R 9.20, 21). Por fin, «la maldad del amorreo» fue lo que llevó a Israel al cautiverio.
AMÓS (carga o cargador).
El primero de los grandes profetas de Israel cuyo mensaje se conserva en un libro que lleva su nombre. Aunque desarrolló su ministerio en Israel, era natural de Judá. (→ Tecoa, su ciudad natal, era una aldea 16 km al sur de Jerusalén en la que había una fortaleza con guarnición.)
Según 7.14, Amós no era un profeta «profesional». Además de ser pastor (1.1), recogía la fruta de los sicómoros silvestres que crecían en las partes bajas de esa región desértica. Pero su origen campesino le proporcionó acceso a la cultura popular, a la sabiduría de la tribu a la que pertenecía y a las tradiciones pastoriles. Además, ya que su tierra natal lindaba con el desierto y al mismo tiempo estaba próxima a la ruta comercial de las montañas, adquirió algún conocimiento de la actividad comercial.
El mensaje de este profeta fue sumamente relevante en su país y época. Si comenzó su ministerio allá por el 760 a.C., ya habrían pasado cuarenta años desde el triunfo asirio sobre Damasco, capital de Siria. Libre de la intervención política y económica, Jeroboam II pudo dedicarse a extender las fronteras de Israel (2 R 14.25). Aprovechando las rutas de caravanas estimuló el comercio y, como resultado, se fue creando una clase rica que menospreciaba y aun explotaba a los pobres (2.6, 7; 3.10; 4.1; 5.11). Los comerciantes especulaban con el trigo y el pan y sumían en la miseria a los necesitados (8.4–6). La justicia se compraba (2–6); las autoridades aceptaban sobornos (5.12). Los que disfrutaban la abundancia económica padecían de miseria moral. La religión de Jehová estaba en decadencia.
Amós predicó en las ciudades de Samaria y Bet-el y después de algún tiempo el sacerdote Amasías lo desterró, alarmado por la severidad de su mensaje contra el rey y la nación. Regresó a Judá (7.10ss) y nada se sabe de su fin.
Bibliografía:
Milton Schwantes, Amós: meditaciones y estudios, Aportes, Costa Rica, 1988. Alonso Schökel, Profetas, Cristiandad, Madrid, 1980. Lothar Coenen, Eric Beyreuther y otros, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, 4 Vol., Sígueme, Salamanca, 1983. E. Jenni y C. Westermann, Diccionario Teológico Manual del Antiguo Testamento, 2 Vol., Cristiandad, España, 1985.
AMÓS, LIBRO DE Libro profético del Antiguo Testamento que se caracteriza por su ardiente denuncia del reino norteño de Israel durante un tiempo de idolatría generalizada y desviación de costumbres.
Autor Y Fecha
No hay duda en cuanto a quién fue el autor, pues se identifica en 1.1. Quizás → Amós predicó entre 760–750 a.C., durante el reinado de Jeroboam II. Este aprovechó la coyuntura político militar para ampliar su reino hacia el norte y hacia el sur, y fomentar así el comercio e incrementar la recaudación de tributos. Además, de esta forma se garantizaba y se ampliaba el control de las rutas comerciales entre las tierras del Nilo y las del Éufrates y el Tigris, de tanta importancia para Israel. Los comerciantes egipcios y mesopotámicos necesariamente debían pasar por la planicie de Jezreel.
Por esta visión política, el reinado de Jeroboam II generó un enorme crecimiento de la riqueza. Israel alcanzó una prosperidad que ningún israelita de la época podía recordar. Los edificios espléndidos que se perciben en las ruinas, y el fino marfil incrustado de origen fenicio o damasceno desenterrado en Samaria, demuestran que no exagera Amós al referirse al lujo de que gozaban las clases altas de Israel. Sin embargo, el próspero desarrollo económico de esta época no fue igualitario, y la opresión y la pobreza contrastaban con la riqueza y el esplendor de los grupos gobernantes.
Esta descomposición social iba unida a la corrupción religiosa. Aunque los grandes santuarios estaban en plena actividad, repletos de adoradores y magníficamente provistos, la religión no se conservaba en su pureza. Muchos santuarios eran abiertamente de otras formas religiosas, y se fomentaban los cultos de la fertilidad y la prostitución sagrada. Otros, la mayoría, aunque se presentasen como santuarios de Jehová, cumplían una función totalmente negativa: apaciguar a la divinidad con ritos y sacrificios que garantizaban la tranquilidad de conciencia y el bienestar del país.
 
AMÓS:
     I.     Introducción a Amos     1.1–2
 
     II.     Los ocho juicios     1.3—2.16
Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
     A.     Enjuiciamiento de Damasco     1.3–5
     B.     Enjuiciamiento de Gaza     1.6–8
     C.     Enjuiciamiento de Tiro     1.9–10
     D.     Enjuiciamiento de Edom     1.11–12
     E.     Enjuiciamiento de Amón     1.13–15
     F.     Enjuiciamiento de Moab     2.1–3
     G.     Enjuiciamiento de Judá     2.4–5
     H.     Enjuiciamiento de Israel     2.6–16
     III.     Los tres sermones de juicio     3.1—6.14
     A.     El primer sermón: Presente de Israel     3.1–15
     1.     El juicio sobre Israel es merecido     3.1–10
     2.     Se describe el juicio sobre Israel     3.11–15
     B.     El segundo sermón: Pasado de Israel     4.1–13
     1.     El juicio sobre Israel es merecido     4.1–5
     2.     Se demuestra el juicio sobre Israel     4.6–11
     3.     Se describe el juicio sobre Israel     4.12–13
     C.     El tercer sermón: Futuro de Israel     5.1—6.14
     1.     El juicio sobre Israel es merecido     5.1–15
     2.     Se describe el juicio sobre Israel     5.16—6.14
     a.     El primer lamento de juicio     5.16–27
     b.     El segundo lamento de juicio     6.1–14
     IV.     Las cinco visiones de juicio     7.1—9.10
     A.     Visión de las langostas     7.1–3
     B.     Visión de fuego     7.4–6
     C.     Visión de la plomada     7.7–9
     D.     Oposición de Amasías (paréntesis histórico)     7.10–17
     E.     Visión de la fruta veraniega     8.1–14
     F.     Visión de los portales     9.1–10
     V.     Las cinco promesas de la restauración ...de Israel     9.11–15
Estructura Del Libro
Introducción (1.1–2)
Se informa quién fue Amós, cuándo predicó y cuál fue el origen de su autoridad.
Juicio contra ocho naciones (1.3–2.16)
Amós inicia su mensaje señalando los pecados de las naciones vecinas de Israel (reino del norte) en un esquema envolvente que a uno le causa el efecto de sentirse inmerso en un mar de injusticia, crueldad y opresión. Esta sección se inicia con el oráculo contra Damasco (1.3–5); y continúa uno a uno con Gaza (1.6–8); Tiro (1.9, 10); Edom (1.11, 12); Amón (1.13–15), Moab (2.1–3) y Judá (2.4, 5), hasta llegar a Israel (2.6–16), quien, por haber sido receptora de los favores de Dios, merece mayor castigo.
Cinco mensajes (3.1–6.14)
Los tres primeros versículos se presentan con la frase: «Escuchad esta palabra». En el primero (3.1–15), Amós declara a todo Israel que su mensaje proviene de haber escuchado la palabra de Jehová, y proclama la destrucción de Samaria (3.9–15). En el segundo (4.1–13), advierte a los ricos que serán castigados por oprimir a los pobres. Aunque este castigo ya había comenzado en pequeña escala, ellos no se habían vuelto a Jehová.
El tercero (5.1–17) es un llamamiento a buscar al Señor antes que Él pase en medio de ellos. En el cuarto (5.18–27), Amos pronuncia un «¡ay!» sobre los religiosos cuyas ceremonias llegaron a ser abominación al Señor. En el quinto (6.1–14) pronuncia otro «¡ay!» Esta vez sobre los ricos que en su afluencia olvidan la aflicción de los oprimidos.
Cinco visiones (7.1–9.10)
En las dos primeras visiones, la plaga de langostas (7.1–3) y el fuego consumidor (7.4–6), Amós ve dos calamidades que sirven de juicio, pero que se detienen debido a su intercesión. En la tercera (7.7–9), ve una plomada de albañil que indica que la condición de Israel es irreparable. Lo ilustra con una sección intercalada: el incidente entre Amós y Amasías (7.10–17). En la cuarta visión (8.1–3) ve un canastillo de fruta de verano, señal de que ya ha madurado el pecado de Israel y se aproxima el juicio. Otra sección intercalada contra los defraudadores y explotadores ilustra esta madurez, que es también causa del castigo de Dios (8.4–14). En la quinta visión (9.1–10) Amós ve al Señor sobre un altar diciéndole que destruya el santuario, señal de que el juicio es inminente e ineludible.
Conclusión (9.11–15)
Amós concluye prometiendo la futura restauración de Israel donde el reino de David se restablecerá, las ciudades se reedificaran y habrá abundancia.
Bibliografía:
K.M. Yates, Estudios sobre el libro de Amós, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, 1966. E. Jenni y C. Westermann (eds.), Diccionario Teológico Manual del Antiguo Testamento, Vol. I y II, Cristiandad, Madrid, 1978. John Bright, La historia de Israel, 7a edición, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1970. Norman Gottwald, The Hebrew Bible: A Socio-Literay Introduction, Fortress Press, Filadelfia, 1985. Werner Schmidt, Introducción al Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1983. Roland de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona, 1976. H. Walter Wolff, La hora de Amós, Sígueme, Salamanca, 1984.
AMPLIAS (diminutivo griego del latín Ampliatus, que significa: agrandado). Nombre común dado a los esclavos en los días del Imperio Romano. En Ro 16.8 Pablo saluda a un Amplias como «amado mío en el Señor».
AMRAFEL Rey de Sinar, contemporáneo de Abraham, que junto con otros reyes participó en la batalla de Sidim contra Sodoma, Gomorra y otras ciudades (Gn 14.1ss). Algunos eruditos han pretendido identificarlo con Hammurabi, pero no hay pruebas suficientes para sostener esa hipótesis.
ANA (gracia, graciosa).
1. Esposa de Elcana y madre del juez y profeta Samuel. Pidió a Jehová un hijo. Jehová se lo concedió, y cuando el niño tenía muy pocos años, lo dedicó al servicio del Señor, en Silo (1 S 1.1–2.21). El cántico de Ana (1 S 2.1–10) se compara con el Magnificat de María (Lc 1.46–55). En este cántico aparece por primera vez en el Antiguo Testamento el nombre Mesías (el Ungido).
2. Anciana profetisa, viuda, de la tribu de Aser, que servía en el templo de Jerusalén en la época en que nació Jesús. Después de ver a Jesús en el templo, habló del niño a todos los que esperaban al Mesías en la ciudad (Lc 2.36–38).
ANÁ Nombre de dos personas del Antiguo Testamento.
1. Padre de una de las esposas de Esaú e hijo de Zibeón de la tribu de los → Heveos (Gn 36.2, 14, 18, 24). Existe cierta confusión respecto a este personaje: En Gn 36.2 el texto masorético reza «Aná hija de Zibeón», mientras la LXX y la Samaritana dicen «hijo». Muchos traductores modernos (incluso la RV), por razones del contexto, optan por seguir la traducción de estas versiones antiguas y no el texto masorético.
2. Hijo de Seir, duque de los → Horeos (Gn 36.20, 29; 1 Cr 1.38).
ANAC (de cuello largo). Descendiente de → Arba (Jos 15.13) y progenitor de los anaceos (Nm 13.22, 28, 33).
ANACEOS Los espías que se enviaron a explorar Palestina, antes de la invasión israelita, se aterrorizaron al ver un pueblo de gran estatura que vivía en las montañas del sur alrededor de Hebrón. El anaceo Arba, que fundó Hebrón, era descendiente de los nefilim (que se traduce por → Gigantes en Nm 13.33).
Los egipcios, para provocar la derrota de sus enemigos, inscribían los nombres de ellos sobre urnas y luego las quebraban. En el museo de Berlín se exhiben pedazos de cerámica egipcia con execraciones a «Erum, soberano de Iy-anac y a todo su séquito», los cuales muestran que ya por el año 2000 a.C. los anaceos les inspiraban miedo a sus vecinos.
Josué en su conquista del sur, o los destruyó o expulsó, pero algunos permanecieron en Hebrón, Gat, Gaza y Asdod (Jos 11.21, 22). Caleb venció a los de Hebrón (Jos 14.6–14; 15.13–19; 21.11s). Según Jer 47.5 (LXX) aún quedaban algunos al final de la monarquía.
ANANÍASHananías.
1. Compañero de Daniel en el cautiverio, quien después se llamó Sadrac (Dn 1.1–19; 2.17).
2. Población en la tierra de Benjamín (Neh 11.32).
3. Ascendiente de un Azarías (Neh 3.23).
4. Padre de un Sedequías (Jer 36.12).
ANANÍAS (forma griega del hebreo Jananyá, Jehová le ha favorecido).
1. Marido de Safira y miembro de la comunidad primitiva de Jerusalén, cuya contribución al fondo común fue fraudulenta (Hch 5.1–11). Probablemente quería aparentar que seguía el ejemplo de Bernabé (Hch 4.36s) y recibir igual elogio. El pecado fue la mentira y la hipocresía, y no la retención de una parte del precio de la venta, porque en estos casos la contribución era voluntaria (Hch 5.4). La severidad del castigo se debió a que Dios quiso hacer de esta pareja, al principio de la nueva era, un ejemplo público para mostrar la seriedad de tratar con un Dios santo.
2. Cristiano de Damasco, «piadoso según la ley», que devolvió la vista a Pablo, lo bautizó y le comunicó su comisión de parte del Señor (Hch 9.10–19; 22.12–16).
3. Sumo sacerdote, 47–58 d.C., conocido como codicioso, orgulloso y sin escrúpulos. Presidía el concilio en el proceso de Pablo (Hch 23.1–5) y acusó a este ante Félix (24.1–9). En 66 d.C. los zelotes lo mataron por ser amigo de los romanos.
ANÁS (forma abreviada de Ananías). Personaje nombrado sumo sacerdote por → Cirenio, en 6 d.C., y depuesto por los romanos en 15 d.C. Su deposición no tuvo valor para los judíos, pues entre ellos el cargo de sumo sacerdote era vitalicio. Por su gran influencia, Anás consiguió que tras él obtuvieran el sumo sacerdocio sus cinco hijos y su yerno Caifás. Por esta razón, aunque Caifás era el sumo sacerdote oficial al principio del ministerio de Juan el Bautista (Lc 3.2), Anás se reconocía juntamente con él.
Anás intervino en el proceso de Jesucristo, realizando un interrogatorio previo en su casa (Jn 18.13–24), y aquí de nuevo se le considera como sumo sacerdote (v. 19) a pesar de la identificación de Caifás (vv. 13, 24) como tal. Aparece por tercera vez interrogando a Pedro y a Juan (Hch 4.6ss).
ANATEMA (en griego, anathema)
1. Transcripción de un vocablo griego que significa «algo erigido» (en un templo). Es decir, ofrenda votiva, como en Lc 21.5.
2. Vocablo parecido al del N.o 1, que en la LXX traduce el hebreo jerem (lo consagrado, devoto a Dios). Es decir, lo sustraído de todo empleo humano y, por lo tanto, maldito. En particular, el botín de guerra, como propiedad de Jehová, debía destruirse (Dt 13.17; Jos 6.17s) y toda infracción de esta ley era abominable (Jos 7.1ss; 1 S 15.21).
En el Nuevo Testamento, «anatema» encierra la idea de entregar algo a la ira divina, de echarle una maldición. No había peor blasfemia que pronunciar «anatema sea Jesús», dando por sentado que era bajo inspiración (1 Co 12.3), ya que tal influjo no viene del Espíritu Santo. En cambio, Pablo está dispuesto a colocarse bajo maldición si esto contribuyera a la salvación de otros judíos (Ro 9.3). Él mismo echa un anatema sobre los predicadores de un «evangelio» legalista (Gl 1.8s) y sobre todo el que no ama al Señor (1 Co 16.22).
Verbos afines aparecen en Mc 14.71; Hch 23.12, 14, 21.
ANATOT Ciudad ubicada a unos 5 km al norte de Jerusalén. Tal vez el antiguo santuario de la deidad cananea «Anat». Se menciona en el Antiguo Testamento con referencia a varios personajes (Jos 21.18; 2 S 23.27; 1 Cr 11.28; 12.3; 1 R 2.26) y la invasión asiria (Is 10.30). Fue el lugar del nacimiento y las primeras profecías de Jeremías (Jer 1.1; 11.21–23; 32.7–9), devastado por los babilonios y luego reconstruido (Esd 2.23; Neh 7.27).
ANCIANO En la mayoría de las civilizaciones antiguas se ha creído que las personas de edad son las más capaces para gobernar el pueblo. De ahí que a menudo los gobernantes o líderes se llamen «ancianos». En la Biblia, «anciano» es traducción de la palabra hebrea zaquén y de la griega presbyteros.
Había ancianos en los pueblos de Egipto (Gn 50.7), de Moab y de Madián (Nm 22.7).
Aun cuando eran esclavos en Egipto, los israelitas tenían ancianos (Éx 3.16). Durante la peregrinación en el desierto se formalizó la institución debido al consejo de Jetro (Éx 18.21). En el período siguiente, cada ciudad tenía su cuerpo de ancianos que actuaban como jueces (Dt 19.12; 21.2; 22.15; 25.7; Jos 20.4). El número de 70 quedó como norma (Éx 24.1; Nm 11.16–25; cf. Jue 8.14).
El cuerpo nacional, «los ancianos de Israel», ejercía bastante influencia durante la monarquía (1 S 8.4s; 2 S 5.3; 1 R 8.1, 3; 20.7, etc.), durante la cautividad (Ez 8.1; 14.1; 20.1) y en la época de Esdras. Al principio los ancianos solo ejercían poder civil, pero al llegar la época del Nuevo Testamento ejercieron autoridad juntamente con los principales sacerdotes y formaban parte del → Sanedrín.
Como en las → Sinagogas había un consejo de ancianos gobernantes, era normal que las iglesias cristianas imitaran esta estructura. Cada congregación tenía su → Presbiterio, pero el oficio de anciano cambió. Mientras entre los judíos los ancianos se encargaban sobre todo de los asuntos administrativos y civiles, y no se encargaban de los cultos en las sinagogas, los ancianos cristianos visitaban a los enfermos en una labor pastoral (Stg 5.14) y predicaban la Palabra (1 Ti 5.17).
Había ancianos en la primera iglesia de Jerusalén (Hch 11.30), aunque no se nos explica cómo se nombraron, y participaban en el → Concilio con los apóstoles (Hch 15.4, 6, 23; 16.4). Pablo y Bernabé «constituyeron ancianos en cada iglesia» de Asia Menor, con oración y ayuno (Hch 14.23), y se instó a Tito a que hiciera lo mismo en Creta (Tit 1.5). Pablo pronunció un discurso a los ancianos de la iglesia de Éfeso (Hch 20.17), y más tarde recomienda que «los ancianos que gobiernan bien sean tenidos por dignos de doble honor» (1 Ti 5.17). Pedro se identifica como anciano (1 P 5.1) y también Juan (2 Jn 1; 3 Jn 1).
Puesto que el verbo «supervisar» se usa en 1 P 5.2 para describir la función de los ancianos, y Pablo llama «obispos» a los ancianos de Éfeso (Hch 20.28; cf. Tit 1.5–7), parece que los términos anciano y → Obispo eran intercambiables.
ANDAR Las características del andar literal se aplican en sentido figurado a la conducta perfecta, pues el movimiento debe ser progresivo, hacia una meta. En el Antiguo Testamento el buen andar comúnmente se refiere a la sumisión a la voluntad de Dios, lo cual contrasta con el andar de los idólatras (cf. 1 R 8.61 con 16.31). En el Nuevo Testamento algunos hermanos «andan conforme a la carne» o «como hombres» (1 Co 3.3; Ro 8.4), porque su conducta no se diferencia tajantemente a la de los «gentiles» (Ef 4.17). Pierden así su testimonio y la capacidad de trabajar para el Señor.
Los hijos de Dios deben andar «por fe» (2 Co 5.7), «en el Espíritu» (Gl 5.16), «en buenas obras», como es «digno de su vocación», «en amor», «como hijos de luz», «aprovechando bien el tiempo» (Ef 2.10; 4.1; 5.2, 8, 15, 16). Juan contrasta el andar «en tinieblas», con el andar «en luz» (1 Jn 1.6, 7; 2.11). El modelo es Cristo: «El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo» (1 Jn 2.6).
ANDRÉS (varonil). Uno de los doce apóstoles. Casi todo lo que se sabe de él se encuentra en el cuarto Evangelio. Era natural de Betsaida (Jn 1.44), hermano de Simón Pedro, al que condujo ante Jesús, e hijo de Juan (cf. Jn 21.16, HA; «Jonás», RV). Antes de su apostolado era discípulo de Juan el Bautista (Jn 1.35–40). Después de su vocación pasó a vivir con Pedro en Capernaum, donde eran socios en la pesca (Mt 4.18; Mc 1.29).
Andrés no formaba parte del trío íntimo de Jesús (Pedro, Jacobo y Juan), pero a la larga se le encuentra con las mismas inquietudes de estos tres apóstoles (Mc 13.3). Con Felipe, que con él eran los únicos apóstoles de nombre griego, fue intermediario entre unos griegos y Jesús (Jn 12.22). Movido por su fe práctica, planteó la imposibilidad de sustentar a los cinco mil (Jn 6.8s). Estuvo presente en el aposento alto después de la ascensión (Hch 1.13) y entonces desaparece de la historia bíblica. Según una tradición verosímil, lo crucificaron en Acaya tras una actividad misionera muy fructífera allí.
ANDRÓNICO (conquistador de los hombres). Designado «pariente» de Pablo (Ro 16.7),quizás fue pariente carnal o solo de raza (cf. Ro 9.3). Fue cristiano antes que Pablo y su «compañero de prisiones», aunque no se sabe cuándo (cf. 2 Co 11.23). (→ Apóstol; Junias.)
ANFÍPOLIS Antigua capital de Macedonia, situada cerca de la desembocadura del río Estrimón, sobre la famosa «Vía Ignatia» y a unos 53 km de Filipos. Pablo y Silas no se detuvieron en ella (Hch 17.1), posiblemente porque allí no había sinagoga, la acostumbrada base de operaciones para ellos.
ÁNGEL Traducción de un término hebreo (mal˓ak) y un término griego (ángelos) que significan «mensajero». Se aplica a seres humanos (Job 1.14; 1 R 19.2; Hag 1.13; Lc 7.24; 9.52, etc.), pero de manera muy especial a un orden de seres sobrenaturales y celestiales cuyo ministerio es actuar como mensajeros y agentes de Dios en la realización de la voluntad divina.
Los ángeles se mencionan muchas veces en ambos testamentos y Cristo mismo afirmó que hay un orden de seres angélicos en el universo (Mt 18.10; 24.31, 36; Lc 15.10).
Los ángeles fueron creados (Col 1.16) en estado de santidad (Jud 6) antes de la creación del mundo (Job 38.6, 7). Son seres espirituales (Heb 1.14) que pueden tomar forma corpórea, aunque no tienen cualidades físicas como los humanos. Su apariencia es masculina (Gn 18.2, 16; Mc 16.5, etc.). No pueden reproducirse ni tampoco morir (Mt 22.30; Lc 20.36). Existen en gran número (Heb 12.22; Ap 19.1). Poseen inteligencia (1 P 1.12), sensibilidad (Lc 15.10) y voluntad (Jud 6). Se les llama «santos» (Mt 25.31), «escogidos» (1 Ti 5.21) e «hijos de Dios» (Job 1.6), y se dice que están en el cielo» (Mt 18.10).
Las Escrituras hablan de ángeles que pecaron (Jud 6; 2 P 2.4). (→ Demonios; Satanás.) Aquí se trata solamente de los que no han caído de su estado original. Pablo menciona «principados y potestades en los lugares celestiales» (Ef 3.10). Dos ángeles se mencionan por nombre: Gabriel (Lc 1.26) y Miguel (el arcángel, «uno de los principales príncipes», Dn 10.13, Jud 9). Se habla también de serafines (Is 6.1–3) y querubines (Gn 3.22–24).
Los ángeles alaban a Dios (Ap 4–5), cuyo rostro contemplan siempre en el → Cielo (Mt 18.10), y ejecutan su palabra (Sal 103.20). En cuanto a Cristo, se dice que fue «visto de los ángeles» (1 Ti 3.16). Predicen (Lc 1.26–33) y anuncian su nacimiento (Lc 2.13), le protegen en su infancia (Mt 2.13), le asisten en la tentación (Mt 4.11), están listos para defenderle (Mt 26.53), le confortan en Getsemaní (Lc 22.43), remueven la piedra del sepulcro (Mt 28.2), anuncian la resurrección (Mt 28.6) y la Segunda Venida (Hch 1.10, 11). Hay varios ministerios que los ángeles cumplen en relación con la experiencia delcreyente (Lc 15.10; 16.22; Hch 8.26; 12.7; 27.23, 24; 1 Ts 4.16; 1 Ti 5.21; Heb 1.14). Intervienen también en la vida de las naciones (Dn 10.21; 12.1; Ap 8; 9; 16) y de los individuos no salvos (Gn 19.13; Mt 13.39; Hch 12.23; Ap 14.6, 7).
El hombre ha sido hecho «poco menor que los ángeles» (Sal 8.5), pero al unirse con Cristo por medio de la fe es exaltado sobre ellos (Heb 1–2). Los ángeles le sirven (Heb 1.14), pero Él les excede en conocimiento espiritual respecto a la manifestación de la gracia de Dios en Cristo (1 P 1.10–12), y un día los juzgará (1 Co 6.3). La Biblia prohíbe que se rinda adoración a los ángeles (Col 2, 18; Ap 19.10; 22.8, 9)
Bibliografía:
Xabier Pikaza, «Los ángeles. Doctrina del Nuevo Testamento», en Revista Biblia y Fe, Vol. XIX, Escuela Bíblica «Fermín Caballero», España, septiembre-diciembre, 1993.
ÁNGEL DEL SEÑOR De las 213 veces que aparece mal’ak en el Antiguo Testamento, 58 componen la expresión mal˓ak Yhwh, ángel de Jehová, y otras 11 mal˓ak ha-elohim, ángel de Dios.
La identificación de este ángel es difícil. En algunos textos parece tratarse de un ser angélico que actúa como mensajero o representante de Jehová, con quien tiene una relación como la que existe entre un soberano y su embajador (Gn 24.7; Zac 1.12, 13). Pero hay casos en que el Ángel del Señor se identifica con Dios mismo (Gn 16.7–13; 22.11–18; Jue 13.2ss), lo que conduce a pensar que era una teofanía, o sea una manifestación de Dios en forma visible y corpórea. Como tiene que ser una de las personas de la Trinidad, si no es la primera persona, tiene que ser el Espíritu Santo o el Hijo. Como el Espíritu no asume forma corpórea, puede concluirse que el ángel del Señor es el Hijo de Dios, quien revela corporalmente a la divinidad (Jn 1.18).
ANILLO Joya muy popular en los tiempos bíblicos (Éx 35.22; Stg 2.2), considerada como el toque final del atuendo de una persona; recibirlo era signo de aceptación (Lc 15.22). Cuando Dios restauró la prosperidad de Job, sus familiares le obsequiaron un anillo (Job 42.11). Por lo general, era símbolo de cierta comodidad (Stg 2.2).
El anillo se grababa con el sello particular de su dueño, de modo que se pudiese estampar ese sello en tablillas de barro húmedo, bien para tratos comerciales o para asuntos de Estado (Est 8.8). Los reyes o miembros de la corte usaban anillos como sello real distintivo. El faraón de Egipto dio a José su propio anillo real (Gn 41.42); lo mismo hizo el rey Asuero con Amán y Mardoqueo (Est 3.10). Judá entregó su anillo (sello) a Tamar (Gn 38.18).
En la vestidura de los sacerdotes el pectoral debía llevar dos anillos de oro para sujetar a este con el efod (Éx 28.28).
ANTICRISTO Adversario demoníaco o humano-demoníaco de Jesucristo, que aparecerá antes de la Segunda Venida como el último perseguidor de los cristianos. Cristo lo vencerá en su regreso a la tierra. A veces adquiere el aspecto de un seudocristo que engañará a muchos con sus pretensiones, sus milagros y sus falsas enseñanzas. El anticristo, una especie de encarnación de Satanás, figura en la literatura apocalíptica cristiana bajo varios nombres, todos con antecedentes en el judaísmo (→ Gog; Magog; Belial; Antíoco; Nerón; cf. «el hombre de iniquidad» [HA] de 2 Ts 2.3ss).
Apocalipsis sintetiza en forma misteriosa muchos de estos conceptos. Se bifurca en dos bestias (Ap 13; 16.12–16; 17; 19.19ss; cf. 11.7ss), que con Satanás forman una trinidad malvada. La primera («la bestia» por excelencia) es una encarnación de Satanás que demanda adoración; y la segunda, subordinada a la primera, es un falso profeta.
Las epístolas juaninas, sin negar que habrá un anticristo final y único, afirman que existe ya una actitud o tendencia característica de este, y hablan aun de «muchos anticristos» (1 Jn 2.18, 22; 4.3; 2 Jn 7). Para Juan, la negación de que Jesucristo haya venido en carne (y por tanto que el Padre haya actuado para nuestra salvación) constituye la revelación del anticristo.
ANTÍOCO (en griego, el firme). Nombre muy común entre los reyes seléucidas de Siria. Hubo trece reyes que llevaron este nombre. Los más importantes son los siguientes:
1. Antíoco I (280–262 a.C.). Hijo de Seleuco, uno de los generales de Alejandro. Sostuvo contra Tolomeo Filadelfo de Egipto la llamada Primera Guerra de Siria, en la que estaba en juego, entre otras cosas, la posesión de Palestina.
2. Antíoco II (262–246 a.C.). Hijo de Antíoco I. Sostuvo contra Tolomeo Filadelfo la Segunda Guerra Siria. Derrotado, hizo la paz con Tolomeo contrayendo matrimonio con la hija de este y repudiando a su esposa anterior, Laodicea. Sin embargo, el hijo de Laodicea sucedió a Antíoco II. A esto se refiere Dn 11.6.
3. Antíoco III, el Grande (233–187 a.C.). Uno de los más hábiles administradores y generales de los reyes seléucidas. Aunque la mayoría de sus campañas militares le llevaron hacia el Oriente y hasta la India, Antíoco el Grande sostuvo varias campañas contra Egipto. La primera se suspendió cuando se vio obligado a dirigirse con su ejército hacia Media a fin de sofocar una rebelión. La segunda terminó cuando Tolomeo Filópator lo derrotó en la batalla de Rafia (1 Mac 8.1–7). Durante la tercera campaña, logró conquistar la Palestina y la península de Sinaí con la ayuda de los judíos que sentían simpatía por él. A partir de entonces, los destinos de Palestina estarían más estrechamente unidos a los del reino de Siria que a los de Egipto.
4. Antíoco IV, conocido como Epífanes (176–164 a.C.). Hijo segundo de Antíoco el Grande. Su política helenizante, que pretendía unir a todos sus súbditos bajo un solo idioma, una sola ley y una sola religión, le costó la enemistad con los judíos. En todos los escritos judíos en que se habla de él se le trata con desprecio y se le tacha de inmoral. Su campaña helenizante le hizo intervenir en Jerusalén, donde los dos hermanos Jasón y Onías se disputaban el sumo sacerdocio. Puesto que Jasón se inclinaba más hacia las costumbres de los gentiles, Antíoco le prefirió por encima de Onías. El rey llegó al punto de decretar la pena de muerte para quien se negase a seguir las costumbres griegas (1 Mac 1.52).
Además, Antíoco invadió a Judá, tomó a Jerusalén, profanó el templo e hizo una gran matanza de judíos (→ Abominación). Ante esta situación, Matatías se rebeló y se retiró a los montes con gran número de seguidores. El hijo de Matatías, el famoso Judas Macabeo, derrotó repetidamente a las fuerzas de Antíoco (1 Mac 3; → Dedicación, Fiesta de). Todas estas victorias de los judíos fueron posibles porque bajo Antíoco IV el reino sirio se encontraba en franca decadencia. Antíoco murió en Babilonia en medio de una campaña militar (1 Mac 6.8–16). A él se refiere Dn 11.21–39.
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Tique, divinidad de la fortuna, relacionada con la adoración pagana de los residentes de Antioquía de Siria.
5. Antíoco V (164–162 a.C.). Hijo de Antíoco Epífanes, a quien sucedió. Tuvo éxito al pelear contra Judas Macabeo (1 Mac 6; Josefo, Antigüedades xii 9.4).
6. Antíoco VII (138–129 a.C.). Derrotó a Juan Hircano, hijo de Judas Macabeo, en 135 a.C.
Moneda acuñada por Antíoco IV Epífanes, gobernante sirio cuya profanación del templo judío inició la revuelta de los macabeos.
7. Antíoco VIII y IX (125–95 a.C.). Hermanos que se disputaron el trono de Siria y con ello prestaron ocasión a Juan Hircano para fortalecer la independencia de Judea.
ANTIOQUÍA Nombre de ciudades de Siria y Pisidia.
1. Ciudad cosmopolita de Siria, situada sobre el río Orontes a 26 km del Mediterráneo y unos 480 km al norte de Jerusalén. La fundó Seleuco Nicator en 301 a.C. (en honor a su padre Antíoco) en una situación geográfica ideal. Por hallarse entre montañas y casi rodeada de agua, gozaba de un clima muy favorable en contraste con la mayor parte de Siria. Llegó a ser una ciudad próspera y populosa (500.000 habitantes). Su vitalidad comercial se debía en parte al río y en parte a su posición en la encrucijada de importantes rutas de caravanas. Fue sometida a Roma en 64 a.C. y llegó a ser la tercera ciudad de todo el imperio; Roma era la primera y Alejandría la segunda. Casas lujosas adornaban su calle principal (6 km) y los emperadores acostumbraban contribuir a su belleza general. Antioquía se conocía, además, por su devoción sensual a Dafne y su culto orgiástico. (A veces, para distinguir entre Antioquía y las muchas otras ciudades del mismo nombre, se especificaba «Antioquía cerca de Dafne».)
Pero si Antioquía tuvo fama de ciudad pagana, ocupa también un lugar prominente en la historia del cristianismo. Habitada por numerosos judíos inmigrados (a menudo ricos y celosos en su proselitismo, cf. Hch 6.5), Antioquía recibió el impacto del mensaje evangélico poco después de la persecución de Esteban (Hch 11.19s) y fue allí donde por primera vez se predicó el evangelio a los gentiles y a los creyentes se les llamó → Cristianos (Hch 11.20–26). Aunque algunos opinan que «cristianos» era un apodo que los satíricos antioqueños inventaron, es más aceptable la teoría de que los propios miembros de la joven y entusiasta iglesia, en su afán de identificarse con Cristo, se hayan autodenominado así.
Antioquía también fue la base de las operaciones misioneras de Pablo (Hch 13.1–3; 14.26ss; 15.35s; 18.22s). La iglesia de Antioquía, formada de judíos y gentiles, fue generosa con los hermanos en Judea (Hch 11.27ss; → Agabo) pero a la vez fue objeto de controversia a los ojos de estos (cf. Gl 2.11ss; → Concilio de Jerusalén). En tiempos postapostólicos, Crisóstomo y una escuela de interpretación bíblica dieron más fama a la ciudad, la cual se denominó «la reina del Oriente». Excavaciones arqueológicas dan testimonio de la existencia en ella de más de veinte iglesias en distintas épocas.
2. Ciudad de Pisidia (en el corazón de Asia Menor, a unos 240 km al este de Filadelfia), también fundada por Seleuco Nicator. Dominaba las rutas comerciales entre Éfeso y el Oriente. Como sede del procónsul romano, gozaba de muchos privilegios y era una ciudad de mucha importancia en la época de las visitas de Pablo y Bernabé (Hch 13.14; 14.19, 21). El éxito inicial de la predicación de Pablo en la sinagoga (Hch 13.15–41) suscitó mucha oposición (13.50s), de manera que la iglesia se componía sobre todo de gentiles (14.21).
ANTIPAS «Testigo fiel» de la iglesia en → Pérgamo, que sufrió el martirio según Ap 2.13. La tradición afirma que era obispo de aquella iglesia y que durante la persecución de Domiciano lo asaron vivo en una olla de bronce.
ANTÍPATRIS Ciudad de Palestina situada a unos 60 km al sur de Cesarea, en el camino romano a Jerusalén, y a unos 13 km del Mediterráneo.
Pablo pasó por allí cuando los militares romanos lo llevaban a Cesarea (Hch 23.31). Herodes el Grande reconstruyó a Antípatris, anteriormente llamada Cafarsaba, en honor de su padre Antípatro. Ocupó el sitio de la antigua ciudad cananea, Afec (Jos 12.18).
ANTONIAFortaleza alta en la esquina noroeste del área del templo de Jerusalén, mencionada en Neh 2.8; 7.2. Hircano la reconstruyó y más tarde Herodes el Grande la fortificó y le dio el nombre actual. Era cuadrada, tenía cuatro torres y servía de palacio y castillo.
Gabata, donde Jesús compareció ante Pilato, puede haber sido el patio central de la Antonia (Jn 19.13; → Pretorio). De ella salieron los soldados romanos para rescatar a Pablo, y desde sus gradas este habló a la multitud (Hch 21.31–40; cf. 22.24; 23.10, 16). La destruyeron en 70 d.C.
ANTORCHA Manojo de maderas fuertemente atadas entre sí e impregnadas de aceite y sustancias resinosas, que encendido sirve como medio de iluminación (Gn 15.17; Jn 18.3). Se utilizaba también como elemento de guerra (Zac 12.6).
A veces la Biblia emplea la palabra «tea» como sinónimo (Jue 6.16, 20; 15.4). La antorcha simboliza la rectitud del carácter (Jn 5.35), la luz que brota de las Sagradas Escrituras (2 P 1.19) y la esperanza (Is 62.1).
ANZUELO Herramienta del pescador, utilizada desde épocas remotas (Job 41.1; Is 19.8; Hab 1.15). Los asirios, según vemos en algunas esculturas, conducían a sus prisioneros enganchados por la nariz con un anzuelo (Am 4.2). Pedro utilizó el anzuelo para pescar el pez que le dio el dinero para pagar un tributo (Mt 17.27).
AÑO Los hebreos se regían por dos años. El año sagrado empezaba en el mes de Abib o Nisán (marzo o abril). Lo instituyó Moisés durante el éxodo y lo usaban los profetas y sacerdotes (Éx 12.2; 13.4; Esd 7.9; Neh 2.1; Est 3.7). El año civil parece haber empezado en el mes de Tishri o Etanim (septiembre u octubre), y lo empleaban los comerciantes y agricultores (1 R 8.2).
Al principio, el año hebreo era solar, de doce meses, con 30 días cada uno, excepto el duodécimo mes que tenía 35 días. Pero también contaban el tiempo con el año lunar de doce meses (1 R 4.7; Jer 52.31; Dn 7.25; 12.7). Antes del cautiverio los años eran lunares, distribuidos en doce meses de 30 y 29 días alternativamente, cuya duración se indicaba por el curso de la luna. Posteriormente (Mishnah) se dispuso que en el año no hubiera menos de cuatro ni más de ocho meses de 30 días, llamados meses completos. Los egipcios y los babilonios idearon la intercalación de un mes para conciliar el año lunar con el solar (que comprende 365 días, 5 horas, 48 minutos y 48, 7 segundos que dura el movimiento de la tierra alrededor del sol). Esto fue común entre los judíos después del cautiverio.
Antiguamente, los hebreos referían sus fechas a los acontecimientos más memorables de su historia: el éxodo de Egipto (Éx 19.1; Nm 33.38; 1 R 6.1), la erección del templo de Salomón (1 R 8.1, 2; 9.10), el advenimiento de los reyes (Reyes, Crónicas y Jeremías) y la cautividad babilónica (Ez 33.21; 40.1). Año en el Nuevo Testamento indica la época de acuerdo con el lugar donde ocurren los hechos (Lc 3.1; Gl 1.18; 2.1; 3.17), marca un tiempo determinado (Mt 9.20; Lc 12.19; 13.11; Jn 2.20; Hch 7.6; Heb 3.17; Ap 20.2, 7); la fecha de nacimiento (Mc 5.42; Lc 2.42; 3.23; Jn 8.57; Hch 4.22; 1 Ti 5.9); repetición de los sucesos (Lc 2.41; 13.7) y un tiempo ilimitado (Heb 1.12).
AÑO SABÁTICO Institución íntimamente ligada con la del sábado. Se ordenaba que, al cabo de seis años de trabajo, se diera libertad a los esclavos israelitas. Además, cada siete años había que dejar la tierra en → Barbecho y abandonar los frutos en el olivar o el viñedo (Éx 23.10, 11). Deuteronomio señala que ese año debía ser también de liberación financiera. Pero no podemos precisar en qué sentido debía serlo: si los acreedores habían de abandonar totalmente su derecho a cobrar deudas, o si solo se trataba de renunciar al interés producido por estas (15.1). Es posible que esta remisión haya sido consecuencia de la ordenanza anterior: si el agricultor abandonaba aquel año los productos de la tierra, le era imposible pagar el interés por sus deudas.
Sin embargo, solo después de la adopción del código sacerdotal se celebró realmente el año sabático (Lv 26.34, 43). La tierra, en todas partes, debía poder celebrar en un año un sábado en honor al Señor (Lv 25.1–7). Durante esos doce meses no había que cultivar nada. La Ley prometía magníficas cosechas el sexto año para que pudiesen vivir al año siguiente (Lv 25.20, 21). En tiempo de Nehemías, los israelitas se comprometieron a guardar el año sabático (Neh 10.31). Este compromiso se respetó en más de una ocasión (1 Mac 6.49, 53). Los historiadores Josefo y Tácito hacen alusión a ello; el primero, para informarnos que el emperador eximió a los judíos, cierto año sabático, de pagar impuesto, y el segundo, para ofrecer un ejemplo de lo que él consideraba la pereza de los judíos. Sin embargo, no es seguro que esta ley se observara habitualmente. El Talmud atestigua su cumplimiento, porque da numerosas prescripciones para resolver las dificultades suscitadas por su aplicación. (→ Jubileo.)
AOD Benjamita, juez zurdo (Jue 3.15). Liberó a Israel de la opresión de Moab, matando a su rey → Eglón (3.16–26). Reunió más tarde a los israelitas, y estos acabaron con el ejército moabita (3.27–29). Como resultado, la tierra reposó 80 años (3.30).
APARICIÓN DE JESÚSSegunda Venida.
APEDREAMIENTO La verdadera pena de muerte entre los israelitas. Había que ejecutarla fuera de la ciudad, ante el juez y en presencia del pueblo (Lv 24.14; Nm 15.36; 1 R 21.10, 13). El testigo de cargo (tenía que haber por lo menos dos) debía arrojar la primera piedra (Dt 13.9s; 17.7; cf. Jn 8.7), la más pesada posible. Si esta no bastaba para dar muerte a la víctima, los espectadores terminaban de ejecutar la sentencia, arrojando piedras más pequeñas. En ciertos casos al apedreamiento se agregaba la práctica de quemar el cadáver (Jos 7.15, 25s), empalarlo o colgarlo (Dt 21.22) como signo de afrenta.
El apedreamiento se imponía sobre todo en casos de delitos religiosos: contra adivinos (Lv 20.27), blasfemos (Lv 24.16), idólatras (Dt 17.2–5) y violadores del sábado (Nm 15.35); pero también en otros casos (Dt 21.21; 1 R 21.13).
APELES Cristiano que Pablo saludó en Ro 16.10, añadiendo que era «aprobado en Cristo».
APIA Miembro de la iglesia en la casa de Filemón (v. 2) en Colosas, tal vez esposa de este y madre de Arquipo.
APIOForo de Apio.
APOCALIPSIS, LIBRO DE Último libro del Nuevo Testamento. Su nombre viene del griego apokalyptein, que significa «quitar el velo». Literalmente puede traducirse «revelación».
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Restos del altar para adorar al dios pagano Zeus en Pérgamo. El escritor de Apocalipsis pudo tener en cuenta este altar idólatra al referirse al «trono de Satanás» en Pérgamo (Ap 2.12–13).
Autor Y Fecha
Después de la muerte y resurrección de Jesús, el evangelio se expandió rápidamente. En todas partes surgían pequeñas comunidades. En poco tiempo la buena nueva de Jesús atravesó las fronteras de Palestina y entró en los límites del Imperio Romano: Asia Menor, Grecia, Italia. Unos treinta años después de la muerte de Jesús, en el mes de julio de 64, el emperador Nerón decretó la primera gran persecución.
Después de Nerón hubo un período de tregua para los cristianos. Pero cuando el emperador Domiciano (81–96) llegó al trono, decretó una nueva persecución.
Esta vez fue mayor y mejor organizada. Domiciano torturaba a los cristianos para que abandonaran su fe. Y es al final del siglo I, entre los años 95 y 96, en época de persecución, cuando probablemente se escribió Apocalipsis.
 
Apocalipsis:
 
Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
 
Primera parte: «Las cosas que has visto» (1.1–20)
     I.     Introducción     1.1–8
 
     II.     Revelación de Cristo     1.9–20
Segunda parte: «Las cosas que son» (2.1—3.22)
     I.     Mensaje a Éfeso     2.1–7
     II.     Mensaje a Esmirna     2.8–11
     III.     Mensaje a Pérgamo     2.12–17
     IV.     Mensaje a Tiatira     2.18–29
     V.     Mensaje a Sardis     3.1–6
     VI.     Mensaje a Filadelfia     3.7–13
     VII.     Mensaje a Laodicea     3.14–22
Tercera parte: «Las cosas que han de venir» (4.1—22.21)
     I.     Persona del juez     4.1—5.14
     A.     El trono de Dios     4.1–11
     B.     El libro sellado     5.1–14
     II.     Profecías sobre la tribulación     6.1—19.6
     A.     Siete sellos del juicio     6.1—8.5
     B.     Siete trompetas del juicio     8.6—11.19
     C.     Profecías explicativas     12.1—14.20
     D.     Siete vasos del juicio     15.1—19.6
     III.     Profecías sobre la Segunda Venida     19.7–21
     A.     Cena matrimonial del Cordero     19.7–10
     B.     Segunda Venida de Cristo     19.11–21
     IV.     Profecías sobre el milenio     20.1–15
     A.     Satanás es atado por mil años     20.1–3
     B.     Los santos reinan mil años     20.4–6
     C.     Satanás es liberado y lleva a la rebelión     20.7–9
     D.     Satanás es atormentado para siempre     20.10
     E.     El juicio del gran trono blanco     20.11–15
     V.     Profecías sobre el estado eterno     21.1—22.5
     A.     Se crean un nuevo cielo y una nueva tierra     21.1
     B.     Desciende la Nueva Jerusalén     21.2–8
     C.     Se describe a la Nueva Jerusalén     21.9—22.5
     VI.     Conclusión     22.6–21
Marco Histórico
El autor se identifica como Juan (1.1, 4, 9; 22.8) y se presenta como «siervo de Dios» (1.1), uno de los profetas (22.9) y «hermano» y «copartícipe en la tribulación» de los destinatarios (1.9). Desterrado de sus amadas iglesias en la provincia de → Asia, se halla preso en la isla de → Patmos. Desde la época de Justino Mártir (como por 140 d.C.), este Juan se ha identificado en Occidente como el apóstol y además como autor del cuarto Evangelio y las tres epístolas juaninas. Algunos, sin embargo, como ciertas iglesias orientales, objetan que el estilo de Apocalipsis es notablemente diferente al de otros escritos juaninos; los solecismos en que incurre aquí (por lo visto, intencionales) muestran poco respeto por la gramática. Además, el punto de vista en cuanto a la escatología parece muy distinto (esta es más completa en el Evangelio y las Epístolas, pero futuristas en Apocalipsis). Por tanto, Apocalipsis faltó en el canon de ciertas iglesias entre 250 y 950 d.C.
Si bien muchos exégetas modernos le niegan la posibilidad de paternidad apóstolica a Apocalipsis, las ideas denuncian un fuerte parentesco con el cuarto Evangelio y las cartas juaninas, de manera que la teoría tradicional puede ser verdadera. Con un fin eminentemente pastoral, Juan traza una teología de la historia y coloca la apremiante necesidad de una iglesia a punto de ser exterminada en dos contextos: 1) la necesidad del mundo; y 2) el propósito redentor de Dios.
Otros Puntos Importantes
Género literario del libro
El libro pertenece al género literario apocalíptico. A partir del siglo II a.C., hasta el siglo IV d.C., hubo una gran producción literaria en este género en el ambiente judío y luego en el cristiano (→ Apocalíptica, literatura).
El simbolismo en Apocalipsis
Una de las mayores dificultades para el lector actual de Apocalipsis es el lenguaje simbólico que utiliza el autor.
Juan utiliza un número impresionante de registros simbólicos: las cifras, los colores, las figuras animales, los astros y los elementos cósmicos, así como también símbolos sacados directamente del lenguaje religioso y cultual del Antiguo Testamento.
Sin embargo, el mundo simbólico de Apocalipsis no es incomprensible, ya que el mismo Juan se preocupa de revelarnos el significado de muchos de ellos.
A. Las cifras
1. Primero (uno): exclusividad, primacía, excelencia («Yo soy ... el primero y el último»: 1.11; 2.8; 22.13).
2. Tres y medio: tiempo limitado, período restringido.
Expresión simbólica de algo terreno y humano. Aparece formulado de varias maneras (11.2, 3, 9; 12.6, 14; 13.5).
3. Cuatro: universalidad (conjunto del mundo habitado): cuatro vientos, cuatro ángulos de la tierra (7.1; 20.8).
4. Seis: algo esencialmente imperfecto (666: 13.18).
5. Doce: representatividad de las tribus del pueblo elegido; continuidad entre el nuevo pueblo y el antiguo (12.1; 21.12, 14, 20, 21); doce veces mil (7.4–8); dos veces doce (4.4, 10; 5.8; 11.16; 19.4).
6. Mil: gran número, multitud (5.11; 7.4–8); los mil años (20.27): período extenso, larga duración. El mil combina con el doce y se obtiene el número 12.000, cifra de los elegidos de cada una de las tribus de Israel. Se trata de la plenitud dentro del pueblo de Dios (7.5–8).
7. Ciento cuarenta y cuatro mil: 122 = 144 X 1000 = 144.000. Esta cifra indica una muchedumbre infinita, incalculable. Es la muchedumbre de los elegidos. Por lo tanto, es absurdo tomar este número al pie de la letra para designar el número de los elegidos (7.4; 14.1).
B. Partes del cuerpo
1. Ojos: conocimiento (4.6; 5.6)
2. Mano: poder (1.16; 2.1; 5.1; 10.2).
3. Pies, piernas: estabilidad (1.15; 2.18)
4. Alas: movilidad (4.8; 14.6).
5. Cuernos: fuerza (5.6; 12.3).
C. Colores
1. Blanco: mundo divino, alegría, pureza, victoria, dignidad (1.14; 2.17; 3.4, 5, 18; 6.11; 7.9, 13; 14.14; 19.14).
2. Negro: muerte, hambre, impiedad, desgracia, miseria (6.5, 12).
3. Rojo: guerra, asesinatos, violencia, sangre (6.4; 9.17; 12.3).
4. Amarillo: muerte, descomposición (6.8).
5. Púrpura: desenfreno (17.4; 18.12; 18.16).
6. Escarlata: desenfreno (17.3–4; 18.12, 16).
D. Imágenes
1. La mujer (12.1–3): la comunidad de creyentes, el «verdadero Israel» que abraza a judíos y gentiles; está encinta, se trata del nacimiento del «Nuevo Israel» que se realizará a través de la obra del Mesías.
2. La bestia (17): el poder político del Imperio Romano que, como agente de Satanás, se levanta contra Dios y su Iglesia. Es el anticristo.
3. La prostituta (17.4–5): la pompa y el esplendor de la Roma imperial.
4. El dragón (12.3–4, 7, 9, 13, 16, 17; 13.2, 4; 16.13): imagen de Satanás, típica de Apocalipsis. Al dragón también se le llama diablo. Viene del griego diábolos: el que rechaza el orden de Dios, el que subvierte todos los valores.
5. El falso profeta (13.11–18): el que promueve el culto imperial. Persuade a los hombres a erigir una inmensa imagen del emperador como objeto de adoración (13.14ss). Utiliza básicamente cuatro métodos: a) poderosa retórica de su «voz de dragón» (13.11; b) prodigios que realiza (13.13–15); c) severas sanciones económicas contra los que no reciben la marca de la bestia (13.16–18); d) pena de muerte contra los disidentes que no lo adoran (13.15).
Interpretación
Hay varias maneras de interpretar Apocalipsis. Los exégetas preteristas entienden Apocalipsis como una descripción de acontecimientos pasados, del mal inherente al Imperio Romano del siglo I. Los historicistas ven en Apocalipsis un enorme panorama de la historia desde el siglo I hasta la Segunda Venida. Entre ellos mismos, sin embargo, no hay unanimidad respecto a la identificación de los episodios históricos. Los futuristas sostienen que desde el capítulo 4, Apocalipsis describe acontecimientos relacionados con la Segunda Venida, que tiene lugar en 19.11ss. En cambio los idealistas consideran primordial el propósito de inspirar a los cristianos perseguidos a permanecer fieles hasta el fin, y entienden el lenguaje simbólico no cronológicamente, sino como una serie de descripciones imaginativas del triunfo de Dios. Estas cuatro escuelas no se excluyen mutuamente. Es probable que una combinación de todas estas interpretaciones responda a la intención de Juan.
Bibliografía:
S. Croato, «Apocalíptica y esperanza de los oprimidos», en RIBLA No. 7, DEI, San José, 1990, pp. 9–24. Pablo Richard, Apocalipsis: Reconstrucción de la esperanza, Editorial DEI, San José, 1994. José M. González, Apocalipsis de Juan, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1987. Alfred Wikenhause y Josef Schmid, Introducción al Nuevo Testamento, Editorial Herder, Barcelona, 1978.
APOCALÍPTICA, LITERATURA Cierto tipo de literatura judía y cristiana escrita en Egipto y Palestina entre 200 a.C. y 200 d.C. Se deriva de la palabra «apocalipsis», que significa «revelación». Por lo tanto, la apocalíptica es un tipo particular de literatura que surgió entre los judíos y los cristianos para revelar ciertos misterios en cuanto al cielo y a la tierra, la humanidad y Dios, los ángeles y los demonios, la vida del mundo presente y el mundo venidero.
La literatura apocalíptica quizás surgió en la tradición de los profetas de Israel, pero varios siglos después. El último de los profetas de Israel, Malaquías, escribió allá por el 460 a.C. Dos libros de la Biblia (Daniel en el Antiguo Testamento y Apocalipsis en el Nuevo Testamento) son buenos ejemplos de este tipo de literatura.
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A veces se mencionan los escorpiones en los escritos proféticos y apocalípticos como símbolos gráficos de juicio divino (Ap 9.3, 10).
Los siguientes libros judíos y cristianos se consideran apocalípticos: Apocalipsis de Abraham, Apocalipsis de Baruc, Ascensión de Isaías, Ascensión de Moisés, 2 Baruc, Libro de Jubileos, 1 y 2 Enoc, Vida de Adán y Eva, Oráculos Sibilinos, Testamento de Abraham y Testamento de los doce patriarcas. Casi todos son → Apócrifos del Antiguo Testamento.
En 1974 aparecieron varios libros y fragmentos apocalípticos entre los rollos del mar Muerto. En el segundo y el tercer siglo después de Cristo se escribieron varios libros apocalípticos cristianos, entre ellos Apocalipsis de Pedro, Apocalipsis de Pablo y Apocalipsis de Tomás. Se incluyeron en una colección que se conoce como Apócrifa del Nuevo Testamento.
La mayoría de los libros apocalípticos son de escritores judíos que reaccionaban a la opresión extranjera de su pueblo.
Muchas veces escribían para explicar por qué el malo parecía prosperar mientras que los justos sufrían. Los escritos apocalípticos cristianos están bajo la influencia de esas primeras obras judías. El libro de → Apocalipsis en el Nuevo Testamento emplea símbolos e imágenes que aparecen en el Libro de Enoc, y en el libro conocido como 4 Esdras, escrito allá por el año 100 d.C., parece ser paralelo de Apocalipsis en varias cosas. Esta gran similaridad entre la apocalíptica judía y la cristiana explica por qué los eruditos los agrupan en una sola categoría y los estudian juntos.
Características
La literatura apocalíptica tiene ciertas característica que la distinguen de las demás obras.
Visión.
Aunque otros tipos de literatura utilizan visiones para expresar su mensaje (véase Isaías 6), la literatura apocalíptica las presenta para revelar secretos celestiales en cuanto al presente y al futuro de la humanidad. A menudo son el producto de cierto trauma o acontecimiento personal o social que creó una crisis en la experiencia del escritor (cf. Ap 1.10 con 4 Esdras 3.1). Estas visiones conducen a su vez a adicionales explicaciones de acontecimientos futuros y otras visiones y sueños.
Ética.
De estas visiones, el escritor saca conclusiones éticas. En Ap 2–3, Juan escribe siete cartas a siete iglesias del Asia Menor occidental. Cada carta se enfoca en asuntos específicos que confronta esa iglesia. Estas cartas las escribió Juan después de tener una visión en que Dios le encomendara escribirlas (Ap 1.19). Son un llamado a las iglesias a determinadas decisiones éticas o morales.
Seudónimos.
El libro de Apocalipsis en el Nuevo Testamento es el único libro de la apocalíptica que ofrece el nombre del autor. Los demás se atribuyen a personajes famosos del pasado, como Esdras, Enoc, Baruc, Jeremías, Abraham, Moisés y Adán. Tal vez se usaba el seudónimo para añadir credibilidad a la obra.
Grandes simbolismos.
Los libros de la apocalíptica son ricos en simbolismos. La imaginación del autor se ejercita. Quienes leyeron esos libros cuando se escribieron conocían el significado de los simbolismos que empleaba el autor. Los acontecimientos de la época, los malos gobernantes y las naciones paganas se simbolizan con animales y bestias, horribles señales en el cielo o caóticas corrientes de agua. Pero al pueblo fiel a Dios se le presenta como animales majestuosos, como un león o como un árbol bien cuidado. El propósito de estos simbolismos era presentar a los lectores un contraste notable entre lo bueno y lo malo.
Mensajes.
A través de los libros apocalípticos, los autores comunicaron varios mensajes importantes. Los siguientes temas aparecen en toda la apocalíptica: El fin está cerca, el fin del mundo comprende al universo entero, la historia se divide en segmentos fijos, los ángeles y los demonios participan activamente en los acontecimientos, habrá cielos nuevos y tierra nueva, el reino de Dios, el Mesías, el pueblo de Dios disfrutará la gloria.
APÓCRIFOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO, LIBROS El término «apócrifos» significa «escondidos», y con él se designaron los libros no destinados al uso general, porque se consideraba que contenían verdades demasiado profundas para la mayoría, o porque se pensaba que contenían errores o herejías. El empleo evangélico (protestante) de este término, sin embargo, solo denota que estos libros no son canónicos, significado que se remonta a Jerónimo.
Origen
De acuerdo con la tradición atestiguada por Jerónimo, existen 14 ó 15 libros apócrifos. Todos se originaron en el período intertestamentario, que va del siglo II a.C. al siglo I d.C. Todos se escribieron originalmente en hebreo o en arameo, excepto Sabiduría, Oración de Manasés y 2 Macabeos, y gozaron de gran popularidad entre la numerosa colonia judía de Alejandría. Casi todos se incluyeron en la traducción griega del Antiguo Testamento llamada → Septuaginta (LXX), que se hizo en esa ciudad. Ello implica que estos judíos, en cierta forma, los consideraron revestidos de la misma autoridad que los demás libros del Antiguo Testamento.
Canonicidad
Sin embargo, los rabinos que se reunieron en el llamado Concilio de Jamnia en 90 d.C. asumieron la tarea de fijar el → Canon de los libros sagrados hebreos. Los criterios empleados por los rabinos fueron los siguientes: (1) composición del libro en hebreo o arameo; (2) antigüedad (por creerse que la profecía cesó con Esdras); (3) ortodoxia; y (4) calidad literaria. De acuerdo con estos criterios y otros factores, respecto a los cuales solo podemos conjeturar, los libros apócrifos quedaron excluidos del canon hebreo.
Sin embargo, la decisión de Jamnia no afectó a los cristianos de los primeros siglos de nuestra era, puesto que su Biblia era el Antiguo Testamento griego (LXX). Es cierto que ningún libro apócrifo se cita directamente en el Nuevo Testamento; no obstante, los apócrifos parecen haber influido directa o indirectamente en algunos escritos neotestamentarios: cf. Mt 11.28–30 con Ecl 24.25–31; Mt 9.17 con Ecl 9.15; Lc 12.6–20 con Ecl 11.14–20; Ro 1.19–20 con Sb 13.1–9; Ro 9.21 con Sb 15.7; Heb 1.3 con Sb 7.26; Heb 11.35 con 2 Mac 6.18–9.28.
Muchos padres de la iglesia antigua citaron estos libros sin reconocerlos como parte de la Biblia cristiana. Cirilo de Jerusalén (m. 381) y Jerónimo (m. 420) fueron más explícitos en distinguir los apócrifos de los libros canónicos del Antiguo Testamento. En su prólogo a los libros de Salomón, Jerónimo apunta que los apócrifos del Antiguo Testamento podían leerse para la edificación, pero «no para confirmar la autoridad de los dogmas de la iglesia». Los incluyó en el Antiguo Testamento de su versión latina de la Biblia (la Vulgata), pero señaló en los prólogos los libros que no se hallaban en el canon hebreo.
Evaluación Protestante
En el siglo XVI, Lutero y otros reformadores emplearon el Antiguo Testamento hebreo, que no contenía los apócrifos. Conocían los puntos de vista de Jerónimo y se alejaron de ciertas doctrinas que la iglesia de Roma basó en los apócrifos. En su versión alemana del Antiguo Testamento (1534), Lutero juntó los apócrifos, dispersos a través de la Vulgata, en una sola sección. Los colocó después del Antiguo Testamento y los encabezó con las siguientes palabras: «Apócrifos. Libros que no son tenidos por iguales a la Sagrada Escritura, pero cuya lectura es útil y buena». Otras traducciones protestantes de la Biblia a las lenguas vernáculas siguieron el ejemplo de Lutero, incluyendo la Biblia del Oso, de Casiodoro de Reina (1569).
Frente a esta actitud, la iglesia de Roma decretó, en el Concilio de Trento (1546), que quienes no reconocieran como sagrados y canónicos todos los libros contenidos en la Vulgata estaban «anatematizados». Libros como 1 y 2 Esdras y la Oración de Manasés, no incluidos en la lista de doce escritos declarados como canónicos en Trento, se publicaron más tarde en letra pequeña, a modo de apéndice, en la edición clementina de la Vulgata (1592). Debe observarse que los católicos romanos se refieren a los apócrifos como libros «deuterocanónicos», sin que ello implique menoscabo de su inspiración y autoridad.
En el artículo sexto de los «Treinta y nueve artículos de la religión», la iglesia anglicana recomienda la lectura de los apócrifos «por motivo del ejemplo de vida y la instrucción en las costumbres, pero no los emplea para establecer doctrina alguna». La Confesión de Westminster (1647), que ha sido autoritativa para las iglesias presbiterianas (calvinistas) de habla inglesa, rechaza categóricamente los apócrifos y los despoja de cualquier viso de autoridad. En 1827, la Sociedad Bíblica Británica, seguida por la Sociedad Bíblica Norteamericana, decidió excluir los apócrifos en los ejemplares de la Biblia publicados por ella.
Ningún evangélico, por cierto, equipara los apócrifos con los libros canónicos. Sin embargo, los apócrifos constituyen un eslabón entre los dos testamentos, sin el cual se dificulta notablemente la comprensión del Nuevo Testamento, y puesto que formaban parte de la Biblia cristiana más antigua, los apócrifos deben estudiarse.
El orden de los libros apócrifos
Los libros individuales apócrifos del Antiguo Testamento se organizan en orden alfabético en la subsiguiente artículo. Pero aquí está el orden en el cual generalment se organizan estos 15 libros en las Biblias que contienen los apócrifos.
1.     Primer libro de Esdras
2.     Segundo libro de Esdras
3.     Tobís
4.     Judit
5.     Adiciones a Ester
6.     El libro de la Sabidurí
7.     Eclesiástico o Sabiduría de Jesús, el hijo de Sirac
8.     Baruc
9.     La carta de Jeremís
10.     La oración de Azarís y el cántico de los tres jóvenes.
11.     Susana
12.     Bel y el dragón
13.     La oración de Manasés
14.     Primer libro de los macabeos
15.     Segundo libro de los macabeos
Descripción
A continuación damos un resumen del carácter, el contenido y la fecha de composición de los apócrifos (de los cuales los números 1, 2 Esdras y La oración de Manasés no se imprimen en las Biblias catolicorromanas).
Primer libro de Esdras
(3 Esdras en la Vulgata)
Es una traducción y compilación de 2 Cr 35.1–36.21, aumentada por la adición de un pasaje largo (3.1–5.3). Relata cómo Zorobabel obtuvo de Darío la autoridad y los fondos para reanudar la reconstrucción de los muros de Jerusalén y del templo. Se supone que fue escrito después del 150 a.C.
Segundo libro de Esdras
(4 Esdras en la Vulgata)
Es un libro apocalíptico que contiene en los caps. 3–14 siete visiones al parecer otorgadas a Esdras en Babilonia durante el siglo VI a.C. El autor está obsesionado por la razón del mal y del sufrimiento humano y procura justificar ante los hombres los caminos de Dios. El autor de estos caps. fue un judío desconocido que quizás escribió en arameo hacia fines del siglo I d.C. Los caps. 1, 2 y 15, 16 son adiciones posteriores de dos autores cristianos.
Tobías
Es un relato popular y edificante. El ángel Rafael soluciona los problemas de Tobit y de Sara, dos judíos piadosos, por mediación de Tobías, hijo de Tobit. El libro destaca los deberes con los muertos y el consejo de dar limosna. Apareció en el siglo II a.C.
Judit
Relata cómo una bella viuda judía, Judit, le cortó la cabeza a Holofernes, comandante asirio que sitiaba la ciudad de Betulia, y así salvó a los israelitas. La historia está repleta de errores y dislates históricos y geográficos que tal vez introdujo adrede el autor para centrar la atención en el drama religioso que constituye el fondo del relato. Es probable que el libro se escribiera en hebreo, alrededor del 100 a.C.
Adiciones a Ester
En el siglo I o II a.C. un tal Lisímaco (11.1) tradujo el texto hebreo de Ester al griego. En seis lugares distintos de la narración griega, él, u otro autor, introdujo pasajes que no se hallan en el texto hebreo y que suman 107 versículos. Todas estas adiciones, menos una, mencionan el nombre de Dios (recuérdese que el texto masorético no se refiere ni una sola vez a Dios). En la Vulgata estas adiciones se agregan al final del texto canónico, pero en la Biblia de Jerusalén están intercaladas en letra cursiva en los lugares correspondientes al texto canónico.
El libro de la Sabiduría
Aunque insinúa que su autor fue Salomón, en realidad lo escribió en griego un judío helenizado, quizás de Alejandría, entre 100 y 50 a.C. El autor parece tomar en cuenta diferentes clases de lectores: judíos tibios y apóstatas (caps. 1–5) y judíos fieles pero desanimados por las persecuciones (caps. 10–12 y 16–19). A posibles lectores gentiles les ofrece una apología a favor de la verdad del judaísmo y señala la insensatez de la idolatría (caps. 6–9 y 13–15). Recalca la creencia en la inmortalidad del alma (rasgo típicamente helenista) y ensalza el papel de la sabiduría, que se identifica con Dios en el gobierno del mundo (7.22–8.1).
Foto de Ben Chapman
Grupo de tumbas en Bene Hezir (centro) cerca de Jerusalén, sepulcro de una familia sacerdotal del período macabeo.
Eclesiástico
Se escribió en hebreo en 190 ó 180 a.C. por un judío de Palestina llamado Jesús (en hebreo, Josué), hijo de Sirac (50.29). Unos cincuenta años después el nieto del autor llevó un ejemplar a Egipto, donde lo tradujo al griego (véase el Prólogo). Este libro recalca que la sabiduría es la ley que Moisés proclamó (24.33, 34). Una recopilación muy variada de máximas la encontramos en 1.1–42.4. Aquí se ensalzan sobre todo la prudencia y la autodisciplina. Es muy conocido el «elogio de los hombres ilustres» (44.1–50.21), que empieza con Enoc y termina con el sacerdote Simón II (220–195 a.C.).
Baruc
Se atribuye al escribano de Jeremías. El libro contiene una oración de confesión y de esperanza (1.15–3.8), un poema que alaba la sabiduría (3.9–4.4) y una pieza profética (4.5–5.9) donde el autor anima a los cautivos con la esperanza de su regreso del cautiverio. Es posible que en realidad el libro haya tenido dos o más autores; el más reciente de ellos tal vez vivió poco antes o después de la era cristiana.
La carta de Jeremías
Aparece en la Vulgata y demás traducciones catolicorromanas como el cap. 6 de Baruc. Pero la LXX conserva aparte esta carta. Se trata de una diatriba que ridiculiza la idolatría crasa de Babilonia. Se desconocen la identidad y la fecha del autor.
La oración de Azarías y el cántico
de los tres jóvenes
Es una adición hallada en la versión griega y latina de Daniel, colocada entre 3.23 y 3.24 del texto canónico (donde se halla también en las traducciones catolicorromanas). Posiblemente se escribió en hebreo entre los siglos II y I a.C. El cántico de los tres jóvenes sigue usándose en varias liturgias modernas (p. ej., en la anglicana y en la luterana) con el título de Benedicite.
Susana
Es una historia de tipo «detectivesco» en que Daniel pone al descubierto las falsas acusaciones que dos ancianos lascivos lanzaron contra Susana, mujer judía muy virtuosa y bella. En la Vulgata se agrega al último capítulo de Daniel (en las demás traducciones catolicorromanas figura como el cap. 13 de Daniel). El autor es desconocido y el relato se compuso durante los dos siglos anteriores a la era cristiana.
Bel y el Dragón
Es otra historia de tipo «detectivesco» dirigida contra la idolatría. Daniel descubre los ardides de los sacerdotes del ídolo Bel y después mata a la serpiente adorada por los babilonios. Por segunda vez lo echan al foso de los leones y lo salvan. El autor, la fecha y el lugar de composición se desconocen. La Vulgata también anexa esta adición al libro canónico de Daniel y en las otras traducciones catolicorromanas figura como el cap. 14 de Daniel.
Ruinas de Antioquía de Siria, capital de la dinastía que gobernó a Palestina durante la era de los macabeos y la escritura de gran parte de los apócrifos veterotestamentarios.
La oración de Manasés
Es una plegaria en que Manasés confiesa con humildad sus muchas transgresiones y pide perdón a Dios. Probablemente se compuso para insertarse en 2 Cr 33.12, 13, 18. Se escribió en griego, tal vez ya comenzada la era cristiana. Aunque no forma parte del censo de los libros canónicos adoptados en Trento, se incluye casi siempre en un apéndice de la Vulgata. Que se sepa, no existe traducción castellana.
Primer libro de los macabeos.
Es de alto valor histórico. Destaca la resistencia a los esfuerzos de Antíoco Epífanes IV de Siria por erradicar la religión judía y por helenizar a los judíos, y relata las hazañas de los hermanos Judas Macabeo, Jonatán y Simón, durante las invasiones de los sirios y las peripecias históricas ocurridas entre 175 y 134 a.C. El autor fue un judío de Palestina que escribió en hebreo alrededor de 100 a.C., pero el texto hebreo se ha perdido.
Segundo libro de los macabeos.
Es un resumen de una obra de 5 tomos escrita por Jasón de Cirene (2.19–32). El libro trata de la historia de los judíos entre 175 y 160 a.C. El estilo es exhortatorio y el fin es agradar y edificar (2.25; 15.39). El autor escribió para los judíos de Alejandría, con el fin de despertar en ellos un interés por el templo de Jerusalén. El libro da por sentado la fe en la resurrección de los justos y recomienda la oración y el sacrificio de expiación por los difuntos (12.41–46). Tiene mucho menos valor histórico que 1 Macabeos. Se escribió en griego entre 124 a.C. y 70 d.C.
Bibliografía:
A. Robert y A. Feuillet, IB Tomo I, pp. 666–710. Alfonso Lloreda, «Sobre los libros apócrifos», primera, segunda y tercera partes, La Biblia en América Latina, No. 93–95, México, D.F., 1970.
APÓCRIFOS DEL NUEVO TESTAMENTO, LIBROS Obras que, aunque pretenden dar información acerca de Cristo y los apóstoles, o incluso estar escritas por estos, se excluyen del → Canon del Nuevo Testamento. Se consideran distintas de la literatura patrística (también extracanónica), de la cual algunos escritos gozaron de gran popularidad en ciertas iglesias durante los primeros dos siglos; p. ej., el Pastor de Hermas, la Didajé y Las epístolas de «Bernabé», Clemente de Roma, Ignacio y Policarpo. Más bien, los libros apócrifos nacieron principalmente de la curiosidad y piedad populares, y su orientación teológica delata su procedencia gnóstica (→ Gnosticismo). En su mayoría, se escribieron en griego. Solo de algunos se conserva el texto completo; para otros dependemos de citas en escritos posteriores.
Evangelios Apócrifos
Preocupados por las lagunas en las narraciones canónicas, algunos autores de los siglos II a IV, a veces evidentemente heréticos, las rellenaron con episodios pintorescos. Estos escritos casi nunca merecen el nombre de → Evangelios, porque su género literario es muy diferente. El Evangelio de los hebreos procede de Siria, de judeocristianos que conocían nuestro Mateo canónico. Más heterodoxo todavía es el Evangelio de los egipcios, que incluye un diálogo entre Cristo y Salomé sobre el repudio de toda relación sexual.
Entre los papiros se han hallado varios fragmentos, como el Evangelio de Tomás (véase abajo) y el Evangelio desconocido (Papiro Egerton 2), que data del año 100. Se han descubierto documentos que subrayan la pasión (Evangelio de Pedro y el de Nicodemo) y exageran lo milagroso. Otros describen la infancia de Jesús (Protoevangelio de Santiago, Evangelio [árabe] de la infancia del Salvador, etc.) y multiplican puerilmente los prodigios hechos por Jesús. Además, hay evangelios menos importantes que se llaman de los doce apóstoles, de Matías, de Judas, de Bartolomé, etc.
En Jenoboskion (Egipto) se descubrió en 1945 una biblioteca de literatura gnóstica (Nag Hammadi) escrita en copto, la cual brindó tres documentos de gran valor: el Evangelio de la verdad, escrito en Roma ca. 140 d.C., que medita enigmáticamente sobre la redención; el Evangelio de Tomás, procedente de Siria, que da 114 dichos de Jesús gnostizados; y el Evangelio de Felipe, en el que se rechaza enfáticamente todo lo sexual. El cotejo de estos libros con los canónicos es un estudio útil que llevará muchos años todavía.
Hechos Apócrifos
Para satisfacer la curiosidad popular respecto a la suerte de los apóstoles (sus milagros, viajes y martirio) algunos cristianos de siglos posteriores rellenaron las lagunas del libro de Hechos. El resultado incluye ciertos datos de innegable valor, pero los hay también netamente fantásticos, de tendencia apologética y herética. Dignos de mención son: Hechos de Pedro, de Pablo, de Andrés, de Juan, de Tomás, etc., Predicación de Pedro y Romance (Pseudo-Clementino).
Epístolas Apócrifas
Aun durante la vida de Pablo hubo falsificadores de su firma (cf. 2 Ts 3.17), pero en los siglos II y III esta literatura seudoepigráfica llegó a su apogeo, sobre todo en Siria y Egipto. A veces sus autores procuran acreditar aparentes privilegios de determinadas iglesias; otras veces pretenden suplir epístolas apostólicas, ahora perdidas. Títulos de interés son: Correspondencia entre Cristo y Agbar rey de Edesa, Epístola de los apóstoles, Tercera de corintios, Epístola a los laodiceos y Correspondencia entre Pablo y Séneca.
Apocalipsis Apócrifos
Todo el aparato apocalíptico (→ Apocalipsis) de visiones, arrebatos y apariciones angélicas está presente en estas obras. En ciertos sectores el Apocalipsis de Pedro gozó de reputación canónica en el siglo II; en menos valor se tuvieron los Apocalipsis de Pablo, de Juan (no canónico), de Tomás y Esteban y de María.
El análisis de estos libros es una tarea delicada; el cristiano que busca en ellos datos genuinos de la → Tradición, tropieza con mucho material ficticio y espurio.
Bibliografía:
A. de Santos O., Los Evangelios apócrifos, B.A.C., Madrid, 1956. Johannes Baptist Baver, Los apócrifos neotestamentarios, Ediciones Fax, Madrid, 1968.
APOLIÓNAbadón.
APOLONIA Ciudad de Macedonia situada a 44 km al oeste de → Anfípolis en la Vía Ignatia, camino romano a Tesalónica. Recibió su nombre en honor de Apolo, dios grecorromano del sol. Pablo pasó por Apolonia en su segundo viaje misionero (Hch 17.1).
APOLOS Judío alejandrino que abrazó el cristianismo. Llegó a Éfeso después de la corta visita que Pablo hizo a esta ciudad en su segundo viaje misionero (Hch 18.24–28). Era «varón elocuente, poderoso en las Escrituras ... de espíritu fervoroso», pero su experiencia en el cristianismo era parcial, ya que «solamente conocía el bautismo de Juan».
Los hermanos Priscila y Aquila, quienes habían acompañado a Pablo desde Corinto (Hch 18.18), instruyeron a Apolos y posiblemente lo bautizaron. Los hermanos efesios lo animaron a visitar a Corinto, donde sobresalió como elocuente apologista en las controversias con los judíos (Hch 18.27s), granjeándose así involuntariamente un partido propio. Tanto Pablo como Apolos deploraban estas divisiones en la congregación (1 Co 3.4–8).
A juzgar por 1 Co 16.12, Apolos buscó a Pablo en Éfeso (cf. Tit 3.13), estaba con él cuando este escribió 1 Corintios y se negó a regresar a Corinto.
Lutero y otros han sugerido que Apolos fue el autor de la Epístola a los → Hebreos.
APOSENTO ALTO Pieza construida en el piso alto de una casa y destinada al descanso (Jue 3.20–24), a la oración (Mc 6.6) y al hospedaje de personas distinguidas (2 R 4.10, 11).
En un aposento alto se instituyó la Santa Cena (Mc 14.14s), se reunió la primera iglesia cristiana (Hch 1.13), se realizaron, según una interpretación de Hch 2.1s, los hechos del día de Pentecostés y Pablo predicó el evangelio (Hch 20.8).
APOSTASÍA Transcripción exacta de la palabra griega apostasía (defección, revuelta), que en el griego clásico era un término técnico de la política; p. ej., la rebelión contra el poder gubernamental, sea el rey o la patria. Este significado secular se conserva en la LXX (Gn 14.4; 2 Cr 13.6; Ez 17.15; Neh 2.19; 6.6), traducción de la raíz hebrea mrd, «rebelarse».
El sentido religioso de apostasía es de origen bíblico. Señala en sentido amplio rebelión contra Dios. Es decir, no obedecerlo ya sea por seguir falsos dioses (la idolatría) o desviación moral de la Ley. En la LXX ya aparece con este significado (Dt 32.15; Jos 22.18–23; Jer 2.19; 3.14; Dn 9.9). Ejemplos de la apostasía en el Antiguo Testamento son los reyes Acaz (2 Cr 29.19), Manasés (2 Cr 33.19) y el pueblo de Israel (Is 1.2–4; Jer 2.1–9). En el judaísmo tardío la adopción de prácticas religiosas paganas de los judíos se consideraba la apostasía «del pacto santo» (1 Mac 1.15), «de la religión de sus antepasados» (1 Mac 2.15, 19) y de «las leyes» (2 Mac 5.8).
En el Nuevo Testamento el término griego apostasía solo aparece en dos pasajes (Hch 21.21 y 2 Ts 2.3). Sin embargo, la realidad que describe se encuentra con frecuencia. En Hch 21.21 acusan a Pablo de enseñar «a los judíos [de la dispersión] ... a apostatar de Moisés». Es decir, a abandonar la Ley, la circuncisión y las costumbres tradicionales judías. En 2 Ts 2.3 se usa de nuevo en un contexto escatológico. Antes de la venida del día del Señor habrá una rebelión contra Dios, el abandono o la apostasía de la fe. La apostasía en el contexto escatológico se describe con otra terminología en 1 Ti 4.1 y Mt 24.1–12.
La apostasía era uno de los problemas más graves que la iglesia primitiva tenía que enfrentar. Se describía como volver atrás y no seguir a Jesús (Jn 6.66), abandonar la fe (1 Ti 4.1), ser arrastrado por el error (2 P 3.17) y apartarse del Dios vivo (Heb 3.12). Las causas de la apostasía pueden incluir la enseñanza de falsos maestros (Mt 24.11; Gl 1.6, 7; 2 Ti 2.17, 18; 2 P 2.1, 2; Jud 3, 4), la adopción de una vida de pecado que los herejes promueven (2 P 2.18–20), la persecución (Mt 24.9, 10; Lc 8.13) y la tentación satánica (1 P 5.8). Las consecuencias graves de la apostasía se describen en Heb 6.4–8 y 10.26–29. Frente al peligro de la apostasía los autores apostólicos presentaban un antídoto: la exhortación de perseverar hasta el fin (Mt 24.13; Lc 8.15), estar firmes y retener la doctrina apostólica (2 Ts 2.15), retener la confianza en Dios (Heb 3.14), y resistir al diablo (1 P 5.9) en la confianza de que Dios fortalece a su pueblo frente a las adversidades que pueden llevarlo a la apostasía (1 P 5.10; 2 Ts 2.16, 17). Los miembros de la comunidad de fe se exhortan los unos a los otros a permanecer en la fe (Hch 14.22; Heb 13).
Mientras algunos teólogos opinan que el verdadero creyente no puede abandonar la fe con base en los textos que hablan de la seguridad del creyente (Jn 10.27–30; Flp 1.6; Heb 7.25; 2 Ti 1.12), otros observan que varios textos neotestamentarios describen la apostasía y la perdición de quienes recibieron la salvación (2 Ti 4.10; Heb 6.4–6; 10.26, 27; 1 P 5.8; 2 P 2.1; 2.18–22).
Bibliografía:
Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, Nueva Creación, Buenos Aires y Grand Rapids, 1988, 3.3.2 1ss. DTNT, 1.202–207. Judith M. Gundr y Volf, Paul & Perse verance, John Knox Press, Westminster, Louisville, 1990. I. Howard Marshall, Kept by the Power of God, Bethany, Minneapolis, 1975. Robert Shank, La vida en el Hijo, Beacon Hill, Kansas City, 1961, pp. 29ss.
APÓSTOL Transcripción de la voz griega apóstolos, derivada del verbo griego apostello (enviar o despachar). Este verbo se distingue del verbo pempo (otro verbo que significa «enviar») en que involucra la idea de ser enviado con un propósito especial o con autorización oficial. El sustantivo se emplea en el Nuevo Testamento de tres distintas maneras:
1. Designa un «enviado», «delegado» o «mensajero». En Jn 13.16 la palabra no se transcribe sino se traduce «enviado». En este sentido Cristo es un apóstol de Dios (Heb 3.1; cf. Lc 11.49). Epafrodito es un apóstol de los filipenses (Flp 2.25, donde apóstolos se traduce «mensajero», igual que en 2 Co 8.23).
2. Designa a un miembro del grupo de los doce que Jesucristo seleccionó para ser de manera especial sus compañeros constantes y los pregoneros iniciales del mensaje del reino de Dios (Mt 10.1–8; Mc 3.14s; 6.13–19, 30; Lc 6.12–16; Hch 1.26; Ap 21.14).
Parece que prevalecía en la mente del colegio apostólico la idea de que el número de doce debía guardarse intacto. Prueba de esto es el hecho de que, después de la muerte de Judas Iscariote, nombraron a otro que ocupara su lugar (Hch 1.15–26). En esta ocasión Pedro especificó los requisitos que había que cumplir para ser apóstol: haber sido (1) compañero de Jesús durante su ministerio terrenal y (2) testigo de su resurrección (Hch 1.21, 22).
Pablo cumplía el segundo requisito, pero no el primero. Sin embargo, dijo ser apóstol (1 Co 9.1s; 2 Co 12.12; Gl 1.1; 1 Ti 2.7; 2 Ti 1.11).
Los estériles y ardientes desiertos del Arabá al sur de Israel.
Es interesante notar que la palabra apóstolos aparece 79 veces en el Nuevo Testamento y que de ellas 68 se hallan en los escritos de Pablo y Lucas, mientras que en los de Juan no se encuentra ni una. Sin embargo, es en el Evangelio de Juan donde se especifica más claramente el papel particular de los apóstoles después de la muerte de Cristo (17.18; 20.21). Según Juan, el Espíritu Santo les recordará las palabras de Jesús, les «enseñará todas las cosas», les «guiará a toda la verdad», y les «hará saber las cosas que habrán de venir» (14.26; 16.13).
Por tanto, las enseñanzas de los apóstoles son la norma para la doctrina y la vida de la iglesia (Hch 2.42, → Tradición). Pablo da el primer lugar a los apóstoles entre los líderes instituidos en la iglesia (Ef 4.11) y dice que ella está edificada «sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas» (Ef 2.20; cf. Gl 2.9). Jesús anunció que los apóstoles serán jueces en el juicio mesiánico (Mt 19.28) y Apocalipsis declara que sus nombres estarán grabados en los cimientos del muro de la nueva Jerusalén (21.14).
3. Designa en sentido general a maestros y misioneros destacados. Por ejemplo, → Jacobo el hermano del Señor (Gl 1.19), → Bernabé (Hch 14.14), → Timoteo y Silvano (1 Ts 1.1; 2.6), → Andrónico y Junias (Ro 16.7). En 1 Co 15.5, 7 Pablo evidentemente distingue entre «los doce» (categoría 2, arriba) y «todos los apóstoles» (categoría 3).
Juan y Pablo nos advierten que hay quienes pretenden ser apóstoles, pero realmente están «disfrazados» (Ap 2.2; 2 Co 11.5, 13).
AQUILA Y PRISCILA Aquila, natural del Ponto, fabricante de tiendas (Hch 18.3), y Priscila su esposa, eran colaboradores con Pablo en Corinto y Éfeso. A veces el nombre de Priscila precede al de su marido, lo cual hace sospechar que ella ocupó un lugar más prominente que el de su esposo en la dirección de la iglesia. «Priscila» es el diminutivo de «Prisca» (1 Co 16.19, BJ; 2 Ti 4.19).
La primera mención de Aquila y Priscila se hace cuando Pablo llega a Corinto en su primer viaje misionero y se aloja en la casa de ellos (Hch 18.1–3). Tal vez fue en esta época cuando arriesgaron la vida por él (Ro 16.4), por lo que merecieron el agradecimiento de las iglesias gentiles. Junto a otros judíos, los expulsaron de Roma bajo edicto del emperador Claudio en 49 d.C. No se sabe si eran cristianos antes de la visita de Pablo, pero pronto llegaron a ser líderes en la nueva iglesia de Corinto.
Aquila y Priscila acompañaron a Pablo cuando salió de Corinto para Éfeso (Hch 18.18). La iglesia de Éfeso se reunía en la casa de ellos (1 Co 16.19) y quizás se encargaron de la misma durante la ausencia de Pablo. Cuando → Apolos llegó a Éfeso, lo instruyeron más en las cosas del Señor (Hch 18.24–26), tal vez lo bautizaron y le ayudaron en su viaje a Corinto dándole una carta de recomendación (Hch 18.27).
Aparecen después en Roma (Ro 16.3) y luego 2 Ti 4.19 indica que de nuevo se encuentran en Éfeso.
AQUIS Rey filisteo de la ciudad de Gat, que brindó asilo a David cuando este huía de la persecución de Saúl. Por temor a Aquis y a los siervos de este, David se fingió loco y escapó para ir a refugiarse a la cueva de Adulam (1 S 21.10–22.1).
Más adelante, Aquis volvió a permitir a David asilarse en Gat y le dio la ciudad de Siclag (1 S 27.5, 6). En el título del Sal 34, Abimelec es otro nombre para Aquis.
AR Una de las ciudades principales de → Moab (Is 15.1). Se hallaba en el límite septentrional de Moab, al sur del río → Arnón (Nm 21.15, 28). Se prohibió a los israelitas tomar esta ciudad porque Jehová la dio por heredad a Moab, uno de «los hijos de Lot» (Dt 2.9, 18, 29).
ARABÁ (tierra seca o estepa desértica). Nombre de la depresión que se extiende desde el mar de Galilea hasta el golfo de Aqaba en el sur. Designaba diferentes partes de la depresión, tales como el valle del → Jordán (Dt 4.49; Jos 11.16; 2 S 4.7), el → Mar Muerto (Dt 4.49; Jos 3.16; 12.3) o la parte sur del mar Muerto (Dt 2.8).
Hoy en día se denomina Arabá a la parte entre el mar Muerto y el golfo de Aqaba, región importante por su control de rutas comerciales de las caravanas. La misma palabra en plural (`arbot) indica estepas desérticas dentro del Arabá, como «los llanos de Jericó» (Jos 5.10) o «los campos de Moab» (Nm 22.1; 26.3). Las palabras «Arabia» y «árabe» se derivan de esta misma raíz.
Habitantes del desierto con sus rebaños cerca de un oasis en el Arabá.
ARABIA, ÁRABES Es la península más grande del mundo, tiene forma de rectángulo, su extensión abarca casi 3.000.000 km2 y está situada al sudeste de Palestina. Limita al oeste con el mar Rojo, al sur con el golfo de Edén, el océano Índico y el mar de Omán, y al este con el golfo Pérsico. No tiene frontera definida en el norte porque se une con el desierto de Siria.
Dos inmensas depresiones cubiertas de dunas de macizo volcánico atraviesan Arabia y en ellas se cultivan trigo y dátiles gracias a la poca lluvia. La región del sur es montañosa y alcanza hasta 3.000 m de altura en algunas partes. Las costas son angostas llanuras desérticas.
Arabia se considera la cuna de los pueblos semitas. Desde el cuarto milenio a.C. los semitas de Arabia (sobre todo del norte de Arabia) han mantenido relación con las civilizaciones sedentarias que pueblan desde Mesopotamia hasta Palestina y Transjordania. Por lo general, los árabes se infiltraron poco a poco en estas civilizaciones, pero a veces hubo grandes migraciones. Las más importantes fueron: (1) ca. 3500 a.C., cuando algunos semitas formaron la cultura acádica en Mesopotamia y posiblemente algunos se amalgamaron con los habitantes del valle del Nilo; (2) ca. 2500 a.C., cuando los amorreos entraron en Mesopotamia y los cananeos y fenicios emigraron a Siria y Palestina; (3) entre 1500 y 1200 a.C., cuando los hebreos entraron en Palestina y los amorreos en Siria; (4) ca. 400 a.C., cuando los nabateos dominaron a Edom, al sur de Siria y Palestina; y (5) en el siglo VII d.C., cuando ocurrieron las migraciones del islam.
Arabia casi siempre se presenta en la Biblia como lugar solitario y apto para recibir allí la revelación de Dios. Por eso la parte más famosa es la pequeña península de Sinaí/ Horeb al noroeste de la península principal. En este lugar sagrado para los hebreos, Dios se reveló a Moisés y le dio las tablas de la → Ley. Años más tarde Elías oyó aquí la voz de Dios (1 R 19.8ss).
Los árabes siempre se han identificado con la vida nómada, las caravanas de camellos y el comercio (cf. Gn 37.25; 1 R 10.10). Sin embargo, en varias épocas levantaron renombrados reinos y civilizaciones. Dos ejemplos son el poderoso reino de Sabá en el sur de Arabia (ca. 1000 a.C.), del cual los arqueólogos han encontrado grandes construcciones, y el reino de los nabateos en el norte de Arabia (400 a.C.—100 d.C.) con su capital en → Petra. En los siglos IX a VII a.C. los árabes se mencionan a menudo en escritos asirios. Tanto los asirios como los caldeos dominaron a las tribus que habitaban la parte norte de Arabia.
En Gn 10 algunos de los hijos de Cus (v. 7) y de Joctán (vv. 26–29) pueden identificarse con tribus del sur de Arabia. Los hijos de Aram (Gn 10.23) son árabes. Más tarde, los descendientes de Abraham por Cetura: Medán, Madián, Súa y Dedán (Gn 25.1–4), habitaron el norte de Arabia. Muchos descendientes de Ismael (Gn 25.13–16) se relacionaron con el noroeste de Arabia. Asimismo algunos hijos de Esaú (Gn 36) se identifican como árabes. En la historia de José, los ismaelitas y madianitas son mercaderes (Gn 37.27, 28). Moisés pasó largo tiempo en Arabia, en tierra de → Madián.
Los israelitas se relacionaron con varias tribus árabes, especialmente beduinos nómadas del norte de Arabia: los amalecitas (Éx 17.8–16; 1 S 15; 30) los madianitas y los hijos del Oriente (Jue 7.12) y algunas bandas armadas (2 Cr 21.16; 22.1). Estas tribus fueron enemigas, pero las hubo también amigables. El encargado de los camellos de David era ismaelita (1 Cr 27.30). Salomón se enriqueció por comerciar con los árabes (1 R 10.15) y recibió la visita de la reina de Sabá (1 R 10.1ss). El rey Josafat recibió tributo de los árabes (2 Cr 17.11). Los profetas mencionan con frecuencia a los árabes (Is 13.20; 21.13; 60.6; Jer 6.20; Ez 27.20–22). En el tiempo de Nehemías un árabe, Gesem, intentó impedir la reconstrucción de los muros de Jerusalén (Neh 2.19; 4.7; 6.1–6).
En el día de Pentecostés algunos árabes oyeron el evangelio (Hch 2.11). Aretas el gobernador de Damasco, quien trató de prender a Pablo, era árabe (Hch 9.23–25; 2 Co 11.32s). Cuando Pablo se retiró a Arabia, tal vez se fue al territorio de los nabateos al este o sudeste de Palestina.
ARADO Instrumento usado desde los tiempos más antiguos para labrar y preparar la tierra para la siembra. Seguramente Caín araba la tierra (Gn 4.2). Los primeros arados se hacían de madera y no de metal. Más tarde la reja se guarnecía con una punta de hierro (Is 2.4; Jl 3.10, VM). En el tiempo de David había abundancia de hierro para fabricar rejas para los arados.
La mancera se formaba de una sola pieza y esto permitía manejar el arado con una sola mano. Con la otra mano se dirigía a los bueyes o animales con una garrocha, que también servía para limpiar la reja cuando el suelo quedaba pegado a ella (Jue 3.31; 1 S 13.21, VM). Era importante que el arado no fuera pesado, ya que era necesario levantarlo y pasarlo por encima de las piedras en ciertos campos.
ARAM, ARAMEOS Aram fue quinto hijo de Sem, uno de los hijos de Noé (Gn 10.22s), y el territorio habitado por sus descendientes. De ellos derivaron los distintos pueblos semíticos y, por tanto, el nombre «arameo» designa tanto un pueblo, como un idioma. Se menciona a otro Aram, nieto de Nacor, el hermano de Abraham (Gn 22.21), lo cual pareciera indicar una relación estrecha entre los arameos y los patriarcas hebreos. Con el término «arameo» la Biblia suele designar un pueblo semítico que vivía esparcido por las regiones de Mesopotamia y Siria en distintas tribus y localidades.
El territorio de los arameos nunca estuvo bien definido. Comúnmente, Aram se refería a la tierra que estaba al nordeste de Palestina hasta donde nacen los ríos Tigris y Éufrates. En tiempos de Abraham y sus hijos, Aram significaba Mesopotamia, pero durante el período de la monarquía hebrea designaba a Damasco y la región de → Siria. Por lo general, la LXX traduce el hebreo Aram por Syria.
Abraham reconocía su parentesco con los arameos, pues buscó entre ellos una esposa para Isaac (Gn 24). Después, Jacob consiguió sus dos esposas de entre sus parientes arameos. Un viejo credo de los hebreos afirma que estos descendieron de los arameos (Dt 26.5). Según 2 S 8.3–10, David logró dominar Hamat y Damasco, los dos centros arameos importantes. Pero al mismo tiempo los amonitas contrataron a los arameos para pelear contra David (2 S 10.8).
Como mercenarios, los arameos constituían un peligro para Israel hasta que al fin Asiria los conquistó completamente en la misma época en que cayó Samaria (722 a.C.). La importancia histórica de los arameos reside en su facilidad para adoptar la cultura de sus vecinos y diseminarla por el Cercano Oriente. Al adoptar el alfabeto fenicio, su idioma sencillo y práctico llegó a desplazar la complicada escritura cuneiforme de los asirios, babilonios y persas. (→ Arameo, Idioma.)
ARAMEO, IDIOMA Dialecto semítico muy semejante al hebreo y hablado por los → Arameos. Probablemente los patriarcas lo conocían aun antes de llegar a Palestina. El alfabeto arameo se tomó de los fenicios. Existen textos en arameo desde los siglos X y IX a.C.
Durante el período del Imperio → Asirio muchos pueblos agregados a este usaban el arameo como idioma común. Se adoptó la práctica de añadir una traducción aramea a muchas inscripciones cuneiformes asirias. Era la lengua comercial del Imperio, y los escribas copiaban en arameo los documentos de compra y venta y de valor legal. Abundan las inscripciones arameas en los sellos y en la cerámica de aquella época, e incluso habló en arameo el general asirio que demandó la rendición de Jerusalén en 701 a.C. (2 R 18.13–37).
El arameo continuó usándose durante el período babilónico y llegó a su «edad de oro» en la época del Imperio Persa (538–330 a.C.). Desde Egipto hasta Grecia, y hasta Afganistán en el Oriente, abundan las inscripciones arameas en las piedras y la cerámica del período. Todavía existen papiros con cartas escritas en arameo. Es posible que el libro de → Daniel se escribiera originalmente en arameo y que ciertas porciones se tradujeran al hebreo después, puesto que el original de Dn 2.4–7.28 todavía se conserva en arameo. También Esd 4.8–6.18 y 7.12–26 están en arameo y algunas palabras y expresiones en Génesis, Job, Salmos, Ester y Cantares. Después del cautiverio la mayoría de los judíos de Palestina hablaban arameo como lengua común. Un traductor realizaba la lectura pública de las Escrituras y lo hacía en arameo (Neh 8.8). Según la tradición rabínica esta práctica se hizo común (→ Tárgum).
Para varios críticos del Antiguo Testamento la presencia de arameísmos indica que ciertos pasajes se escribieron posteriormente. Sin embargo, ahora se sabe que algunos de los llamados «arameísmos» son simplemente diferencias dialectales del norte de Israel. Además, desde el tiempo de David hubo estrecha relación entre hebreos y arameos (sirios). Asimismo, el estilo del arameo de Esdras y Daniel no justifica que se les atribuya una fecha posterior como se suponía, ya que el arameo imperial fue igual en el Oriente y el Occidente durante varios siglos. El arameo de Esdras y Daniel bien puede ser del siglo VI a.C.
Durante la época del dominio griego, los judíos acentuaron el uso del arameo para resistir la penetración de la cultura griega. El famoso historiador Josefo escribió la primera versión de su obra en arameo. Alrededor del período de Jesús se escribieron los → Tárgumes, traducciones arameas de las Escrituras con alguna interpretación y aclaración hecha por los fariseos.
Recientemente se descubrió que el manuscrito Neofiti I de la Vaticana es un tárgum palestiniano completo del Pentateuco. También en los manuscritos de Qumrán se encontró un tárgum del siglo I. Estos documentos nos permiten conocer el arameo que hablaban Jesús y sus discípulos.
El uso de los antecedentes arameos para explicar los Evangelios es de mucho valor si no se exagera. Es difícil sostener la tesis de que todos los Evangelios se tradujeron del arameo, como han dicho algunos, pero es cierto que muchos dichos de Jesús revelan el ritmo y el genio del arameo que Él hablaba. En el tiempo de Jesús el idioma común era el arameo. Sin embargo, muchos también hablaban griego y algunos hebreo mísnico. El Talmud se escribió mayormente en arameo.
Bibliografía:
EBDM I, pp. 665–672. IV, pp. 518–526. V, pp. 811–818.
ARAÑA Animal de la clase de los arácnidos. A pesar de que en Palestina hay más de setecientas especies de arañas, se le nombra pocas veces en la Biblia, p. ej., Job 8.14; Is 59.5. En estos casos se compara la fragilidad de la telaraña con la naturaleza de los vanidosos y la prosperidad de los malos.
ARARAT Región (y no solo los montes) donde se posó el → Arca de Noé, según Gn 8.4. Está entre los lagos Van y Urmía, por donde fluye el río Araxes hacia el mar Caspio. Hoy es Armenia, pero en tiempos veterotestamentarios se llamaba Urartu. Tenía una extensión de ca. 200 km. Al Ararat huyeron los asesinos de Senaquerib (2 R 19.37; cf. Is 37.38). Jeremías incitó a los habitantes de esta región a sublevarse contra Babilonia (Jer 51.27).
El macizo montañoso que hoy se llama Ararat tiene dos picos volcánicos situados en el ángulo donde se unen Rusia, Irán y Turquía, lo cual ha impedido la exploración moderna. La cima más alta tiene unos 5.230 m de altura, y permanece cubierta de una capa de hielo y nieve.
Allí se ha descubierto una antiquísima viga labrada, posible reliquia del arca, según algunos. Muchas expediciones se han organizado para buscar más vestigios.
Los habitantes de la región han creído desde hace siglos que el arca reposó más bien en otra montaña, llamada Jebel Judi, al sur del lago Van. El «Noé» de la historia babilónica del diluvio salió ileso sobre el monte Nisir, que se encuentra en la misma región.
ARAUNA (Ornán, según 1 Cr 21). Jebuseo que poseía una era en el monte Moriah, en la cual el ángel de Jehová detuvo su mano cuando extendía la peste sobre Israel. David le compró a Arauna esta era para construir allí un altar (2 S 24.16–25; 1 Cr 21.15–27). Dios escogió este terreno para la construcción del templo de Salomón (1 Cr 22.1; 2 Cr 3.1).
ÁRBOL Los árboles frutales viejos se talan para que retoñen nuevos vástagos (→ Renuevo; Vid) de sus raíces (Job 14.7; Is 11.1) o se les injerta una rama nueva (Ro 11.17; → Olivo). La Ley protegía los árboles frutales (Dt 20.19). (→ Fruta; Higuera.)
El uso de «árbol» en sentido figurado tiene raíces en la mitología del Cercano Oriente. A menudo esta mitología hace referencia a un árbol cósmico, símbolo del universo. De ahí parece derivarse el uso del árbol como símbolo de los imperios universales: Egipto (Ez 31) y Babilonia (Dn 4.10–17). En parte, de ahí viene también la imagen del árbol como símbolo del Reino de Dios (Mt 13.31ss), aunque también el Antiguo Testamento habla de árboles plantados por Jehová (Nm 24.6; Sal 104.16).
Dada esta asociación mística, los árboles se consideraban a veces sagrados. Bajo su sombra se celebraban reuniones del pueblo y juicios (Jue 4.5; 1 S 14.2; 22.6; → Encino; Tamarisco) y en su cercanía se sepultaba a personas destacadas (Gn 35.8). La veneración de árboles sagrados en los cultos paganos amenazaba con desviar a los israelitas del culto de Jehová. (→ Asera; Lugares altos.)
También en la mitología mesopotámica se utiliza el símbolo del «árbol de la vida» (véase Guilgamés, XI, pp. 266–289), del todo inaccesible al hombre como en Gn 3.24 (pero cf. Ap 22.2). Pero en estas mitologías tal árbol ofrece rejuvenecimiento, mientras que el de la Biblia comunica inmortalidad (Gn 2.9; 3.22).
El «árbol de la ciencia del bien y del mal» está íntimamente relacionado con el «árbol de la vida» (Gn 2.9). Se discute si «ciencia del bien y del mal» es un concepto ético; o sea, «comprensión de lo que es bueno y lo que es malo», o más bien un semitismo que significa «saberlo todo».
ARCA DE NOÉ «Arca», en el relato de Gn 6.13–8.19, traduce la voz hebrea teba, palabra que se repite solo en la historia del nacimiento de Moisés (Éx 2.1–10). No fue exactamente un barco, sino una «casa (o caja) flotante», construida para conservar la vida de algunas personas y muchos animales durante el diluvio. Muchas de las preguntas que se hacen respecto al arca no tienen respuesta, pero la Biblia revela lo siguiente:
1. Se construyó por mandato de Dios para que, cuando llegara el inminente juicio del diluvio, se salvara la vida de Noé y su familia y se perpetuase por medio de ellos la raza (Gn 6.12ss).
Foto: Servicio fográfico Levant
Una interpretación artística del arca de Noé basada en información de un explorador que afirma haberla visto en el monte Ararat en 1908.
2. El tiempo de su construcción, 120 años, fue también período de advertencia para el mundo antediluviano (Gn 6.3; 1 P 3.20; 2 P 2.5).
3. Sus dimensiones eran ideales para una «casa flotante» que no tenía que navegar: 300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de alto (aproximadamente 132 m por 22 m por 13 m), suficiente espacio para los aposentos (literalmente, nidos) de Gn 6.14. Sería muy natural que tuviera «tres pisos» (Gn 6.16), aunque caben otras traducciones.
4. Estaba hecha de madera de gofer, madera poco conocida. Es probable que se trate del ciprés. Estaba calafateada con brea como las embarcaciones del sur de Mesopotamia.
5. Sin dogmatizar, las parejas de animales deben de representar la fauna de las tierras bíblicas, ya que estas constituyen el escenario para el desarrollo del plan de la redención. A menudo el adjetivo «todo» o «todos» debe entenderse en relación con el contexto. Los animales limpios (Gn 7.2) se usaban para el sacrificio o la comida, de modo que las disposiciones de Lv 11 reflejan suficiente para recoger los animales.
6. La ventana (Gn 6.16) quizás fue una abertura que rodeara toda el arca debajo del techo para luz y ventilación. Había una sola puerta (Gn 6.16) y Jehová la cerró al terminarse el tiempo de espera. Se ha considerado como símbolo de la única puerta de salvación que un día también se cerrará (Mt 25.10).
El simbolismo del arca se desarrolla en 1 P 3.20, 21: fue medio de salvación para ocho personas que pasaron por agua de una tierra de muerte a otra limpia de «resurrección». De ahí su correspondencia con el bautismo, que no limpia la carne, pero simboliza la salvación y viene a ser la respuesta de una buena conciencia hacia Dios. Para quienes admiten la acción de Dios en el mundo, no hay nada increíble en la historia del arca, la cual tiene relación con las leyendas de un diluvio de enormes proporciones en la tradición de muchos pueblos. (→ Diluvio.)
ARCA DEL PACTO (arca del Señor, arca de Dios o arca del testimonio). Caja rectangular, de madera de acacia, que medía 112, 5 cm de largo por 67, 5 de ancho y alto. Estaba cubierta de oro por dentro y por fuera, y tenía cuatro anillos colocados en los ángulos, por los cuales pasaban dos varas de madera de acacia (también cubiertas de oro) con que se transportaba. Sobre el arca había una tapa de oro que se llamaba el «propiciatorio», encima del cual dos querubines de oro se miraban frente a frente, de pie, con sus alas extendidas cubriendo el propiciatorio (Éx 25.10–22).
Dentro del arca se hallaban las dos tablas de la Ley (Éx 40.20; Dt 10.1–5), la vara de Aarón y una porción de maná (Heb 9.4, 5). El arca se colocó dentro del Lugar Santísimo tanto del tabernáculo como del templo de Salomón, tras el velo; era el único mueble allí.
Un tallado en piedra que pudiera representar el arca del pacto, descubierta en la excavación de una sinagoga en Capernaum.
Para el pueblo de Israel, el arca del pacto tenía un doble significado. En primer lugar se conceptuaba como trono de Dios (1 S 4.4; Is 6.1). De una manera especial Dios moraba entre los querubines y desde allí en varias ocasiones se reveló a Moisés (Éx 25.21, 22; 30.36) y a Aarón (Lv 16.2; Jos 7.6). Sirvió como símbolo de la presencia divina entre el pueblo de Israel (Lv 16.2). Por eso en la peregrinación el arca iba delante guiando a los israelitas; por ejemplo, cuando cruzaron el Jordán (Jos 3.11–17). Cuando rodearon los muros de Jericó se llevó en medio del pueblo (Jos 6.4–13).
El segundo significado residía en la relación entre la Ley que estaba dentro del arca y la sangre rociada sobre el propiciatorio que la cubría en el Día de Expiación (Lv 16). El punto culminante en este día era la entrada del sumo sacerdote en el Lugar Santísimo con la sangre del macho cabrío para rociar el propiciatorio. Era entonces cuando, en forma representativa, el pueblo entraba en la presencia de un Dios misericordioso y dispuesto a perdonar los pecados. El pueblo quedaba purificado para otro año (Lv 16.30) y el pacto seguía en vigencia.
Después de una larga trayectoria en el desierto, el arca descansó en Bet-el (Jue 20.27), durante la época de los jueces. Aparece en Silo en el tiempo del sumo sacerdote Elí (1 S 1.3; 3.3). Los israelitas creían que el arca tenía poderes mágicos. Por eso durante la guerra con los filisteos, la llevaron a la batalla, pensando que así se aseguraban la victoria (1 S 4.3–9). Sin embargo, perdieron la batalla y los filisteos llevaron el arca a Asdod. Como consecuencia de haberla puesto en sus templos, los filisteos padecieron siete meses de plagas (1 S 5), por lo cual colocaron el arca en un carro y la llevaron a Quiriat-jearim (1 S 6.1–7.2). Durante el reinado de David, este la guardó en una tienda en Jerusalén (2 S 6). Su hijo Salomón la puso en el nuevo templo (1 R . Después de la reforma de Josías, ya no se sabe más del arca (2 Cr 35.3). Probablemente la destruyeron o perdieron durante la devastación de Jerusalén (587 a.C.).
ARCÁNGEL (ángel principal). Término que aparece dos veces en la Biblia: 1 Ts 4.16; Jud 9. Según Dn 10.13, 20, hay ángeles que velan sobre ciertas naciones, a los cuales se les llama «príncipes» y se les asignan misiones especiales. Miguel, el arcángel protector de Israel (Dn 12.1; Ap 12.7–9), es «uno de los principales príncipes» (Dn 10.13).
ARCO Y SAETA Armas muy usadas en tiempos antiguos tanto para la caza como para la guerra (Gn 27.3; 2 R 6.22). El arco se hacía de madera flexible, reforzada a veces con cuero o metal (2 S 22.35). Los arcos usados en guerra eran largos, hasta 1, 5 m. La cuerda se hacía de cuero o del intestino de un animal, por lo general de buey.
La saeta o flecha constaba de un asta de caña o de madera fuerte y liviana y de una punta afilada de bronce o (más tarde) de hierro. A veces la punta llevaba veneno (Job 6.4) o fuego (Ef 6.16). Las flechas se llevaban en una → Aljaba.
El término saeta se usaba simbólicamente para representar a los niños (Sal 127.4, 5), calamidades o peligros (Sal 38.2; 91.5; Ez 5.16), palabras engañosas y amargas (Sal 64.3); violencia (Sal 11.2) y juicio divino (Sal 7.13; → Armadura).
ARCO IRIS El mismo término que se emplea para → Arco de guerra. El arco de Jehová es símbolo de su ira, pero lo guarda inutilizado en el cielo, como muestra de benevolencia y señal del pacto con Noé de no volver a destruir la tierra por inundación (Gn 9.12–27).
Ezequiel vio en el arco iris una comparación adecuada a la magnificencia de la gloria de Jehová (Ez 1.28). Juan, en una visión similar, vio el arco iris de gracia y fidelidad alrededor del trono de Dios (Ap 4.3) y de la cabeza de un ángel (Ap 10.1).
AREÓPAGO (colina de Ares, deidad griega de la guerra, que corresponde al Marte romano). Nombre de un lugar alto (115 m) y rocoso, situado en Atenas, al norte de la Acrópolis y separado de ella por un pequeño arroyo.
Areópago era además el nombre de la corte suprema que en tiempos antiguos se reunía allí. Esa corte se componía de los patriarcas de la ciudad («areopagitas»), quienes en tiempos antiguos ejercían autoridad suprema en asuntos políticos y religiosos. (Hubo épocas en que también tenía jurisdicción en asuntos criminales.) En tiempos novotestamentarios el Areópago todavía tenía mucha influencia en asuntos de educación y religión. Era natural, pues, que semejante cuerpo tuviera interés en Pablo y su nueva enseñanza (Hch 17.18s). (Quinientos años antes el Areópago fue el escenario del juicio y la condenación del famoso filósofo, Sócrates.) Debido al discurso del apóstol, sobre el verdadero conocimiento de Dios, un miembro de la corte se convirtió, aunque a la mayoría de los areopagitas el mensaje de Pablo les pareció de escaso interés. (Hch 17.34, → Dionisio; Atenas.)
Foto de Gustav Jeeninga
El Areópago (Colina de Ares) es una pequeña colina cerca de la acrópolis en Atenas donde llevaron a Pablo ante los filósofos de esta ciudad (Hch 17.16–34).
ARETAS Forma griega del nombre que llevaron varios soberanos de los nabateos entre 200 a.C. y 40 d.C. Este pueblo ocupaba la parte noroeste de Arabia, o sea, el territorio a lo largo del este y sur de Palestina; su capital era Petra. Aretas IV reinó de 9 a.C. a 40 d.C. y parece que dominó al menos por un tiempo a Damasco, capital de Siria. Este Aretas dio su hija en matrimonio a Herodes Antipas. Más tarde Antipas se divorció de ella y se casó con Herodías (Mc 6.17), pero Aretas se vengó derrotándolo en una disputa de fronteras. En la Biblia se le menciona una vez, cuando Pablo relata que en Damas
ALJABA Receptáculo donde los arqueros, soldados o cazadores llevaban sus → Flechas. Los que andaban a pie la llevaban pendiente de una correa colgada al hombro. La palabra se usa en sentido literal (Gn 27.3; Is 22.6) y metafórico: como el círculo de la familia (Sal 127.5), lugar de protección (Is 49.2) y sepulcro (Jer 5.16).
ALMA Término que en el Antiguo Testamento es traducción común del sustantivo hebreo nefesh, que a su vez se deriva del verbo nafash (respirar, rehacerse). Aparece unas 755 veces en el Antiguo Testamento con significados muy variados.
Tal vez el sentido original de nefesh haya sido «garganta» (canal de la respiración) o «cuello», como el acadio napishtu, pues este sentido se conserva en el Antiguo Testamento en textos como Sal 69.1 y Jon 2.7. De allí viene el sentido de «soplo» de vida (→ Espíritu), como en Job 41.21 («aliento», RV). Así, en hebreo, morir se expresa muchas veces por «exhalar la nefesh» (Jer 15.9, BJ). Puesto que la respiración es señal de vida, el alma («soplo») se considera como el principio de la vida (Gn 35.18). Además, «hacer volver la nefesh» significa hacer revivir (1 R 17.21s); salvar la nefesh de una persona es salvar su vida (Sal 72.13s).
La nefesh («vida») de la carne está en la → Sangre (Lv 17.11). En un sentido más amplio, nefesh puede definir a un ser vivo en la totalidad de su existencia, sea animal (Gn 1.20, 21, 24; «seres») o ser humano (Éx 1.5; «personas»). En este sentido nefesh se utiliza también para denotar la acción de amarse a sí mismo: amar como a su nefesh significa «como a sí mismo» (1 S 18.1). A veces nefesh también designa a un cadáver, quizás por eufemismo (Lv 21.1; «muerto»).
En contraste con el pensamiento filosófico griego (p. ej., Platón), es notable que el Antiguo Testamento jamás habla de la inmortalidad del alma. Al contrario, se dice que la nefesh muere (Nm 23.10; Jue 16.30, donde nefesh se traduce «yo»). La nefesh no es algo distinto del cuerpo que baja al → Seol, sino el ser humano total (Sal 16.10; 30.3). A los habitantes del Seol no se les llama «almas» ni espíritus, sino «muertos» (refaim en Sal 88.10; metim en Is 26.14, 19). Hoy día es común reconocer muchas pruebas en el Antiguo Testamento para una doctrina de la supervivencia del ser humano después de la muerte, pero estas pruebas llevan más bien a una enseñanza acerca de la persona total y no del alma en el sentido platónico.
Es notable que además de la vida física, se atribuyen a la nefesh todas las funciones síquicas. Por ejemplo, los pensamientos se atribuyen a la nefesh (Est 4.13, VM), como también al → Corazón y al → Espíritu. En 2 R 9.15 se traduce por «voluntad». La nefesh es la sede del amor (Gn 34.3) y el odio (Sal 11.5), de la tristeza (Sal 42.6) y la alegría (Sal 86.4). Siente hambre (Sal 107.9) y sed (Pr 25.25), pero también busca a Dios y suspira por Él (Sal 42.1, 2; 103.1s).
Así, en la sicología del Antiguo Testamento la nefesh tiene una función muy semejante a la del → Espíritu. Sin embargo, nefesh significa sobre todo, la vida, mientras que «espíritu» indica fuerza o poder.
En el Nuevo Testamento «alma» es la traducción común del griego psyjé que a su vez deriva del verbo psyjo («soplar»), y aparece más o menos cien veces.
Psyjé (como nefesh) significa a veces «ser viviente», y puede referirse a un animal (Ap 16.3, «ser vivo») o a una persona (Ro 13.1, «persona»; cf. la forma plural en Hch 7.14; 27.37). Con el pronombre posesivo, psyjé puede significar también «yo mismo» (Mt 12.18; Jn 12.27, «mi alma»).
Psyjé muchas veces denota la vida física (Mt 6.25), y es virtualmente sinónimo de «cuerpo vivo» (p. ej. en Mc 8.35–37 donde «alma» tiene el sentido de «vida»). Quizás sea la connotación «físico-animal» del sustantivo psyjé lo que determina en ocasiones el uso del adjetivo psyjikós (1 Co 15.44, «animal»; cf. v. 46 con 2.24, «natural»).
También psyjé puede indicar el principio de la vida, el cual, vinculado con el cuerpo, es un aspecto del ser humano total (Mt 10.28; Hch 20.10, BJ: «su alma está en él»). Como principio de vida, la psyjé es el asiento de los pensamientos (Hch 4.32; Flp 1.27), las emociones (Mc 14.34; Jn 12.27) y los actos de la voluntad (Ef 6.6, BC y Taizé; cf. Col 3.23).
Finalmente, como principio de vida, psyjé indica en algunos textos el asiento de una vida que trasciende la vida terrenal. Este uso, muy parecido al de algunos filósofos griegos (p. ej., Platón), tiene cierta base en algunos dichos de Jesús (Mt 10.28, 39; Mc 8.35–37), pero se desarrolla en los escritos posteriores (Heb 6.19; 10.39; 13.17; 1 P 1.9, 22; 2.11, 25). «Alma» llega incluso a significar algo inmortal, distinto del cuerpo (Ap 6.9; 20.4). Sin embargo, no se niega la necesidad de la → Resurrección corporal (Ap 20.4s).
Sería muy aventurado interpretar 1 Ts 5.23 como una enseñanza de la tricotomía griega (cf. Heb 4.12); es más bien una manera de subrayar la totalidad de la persona («todo vuestro ser») como objeto de la santificación (cf. Dt 6.4; Mc 12.30).
Bibliografía:
P. Van Imschoot, Teología del Antiguo Testamento, Ediciones Fax, Madrid, 1969, pp. 351-378,386ss.
ALMENDRO Tradúcese así shaqedh (en hebreo, velar, amanecer, Jer 1.11), nombre simbólico del almendro, tal vez porque es el primero en florecer (en enero). Antes de que aparezcan las hojas, el almendro se cubre de flores blanco-rosadas que le dan un hermoso aspecto que Ec 12.5 compara con la cabeza cana. También debía traducirse así luz (Gn 30.37, RV, «avellano»), que en lenguas afines significa almendro. Quizás el antiguo nombre de Bet-el, «Luz» (Gn 28.19), se deba a la presencia de almendros en el lugar.
El almendro (amygdalus communis) es un árbol de unos 7 m de alto, con hojas oblongas que caen en invierno. Tienen drupa cuya semilla, la almendra, era fruto dilecto en el Oriente (Gn 43.11).
Recientemente se ha descubierto almendro silvestre en el Neguev. Todo hace suponer su existencia en la región sinaítica en la antigüedad y que ahí tenga su origen el uso del almendro como ornamento en el tabernáculo y en el candelero (Éx 25.33, 34; 37.19, 20).
ALMUD Medida cuyo nombre en RV se traduce de la voz griega modios (BJ, NC y BC la traducen «celemín»), que se usa en Mt 5.15.
El modius romano era una medida de capacidad, usada especialmente para granos, en la que cabían ca. 8, 7 litros. (→ Medida.)
ÁLOE (en griego, alóe).
1. Aquilaria agallocha. Árbol oriundo del sudeste de Asia. Incienso y perfumes hechos de su madera aromática se importaban a Palestina, así como la madera misma (Sal 45.8; Pr 7.17; Cnt 4.14). La traducción de Nm 24.6 es dudosa, pues es improbable que el áloe creciera en Palestina.
2. Áloe succotina. Planta perenne de la familia de las liliáceas. De su hoja carnosa se extrae un jugo espeso y amargo que se usa en medicina. Según Herodoto, los egipcios usaban el áloe mezclado con mirra para embalsamar cadáveres (Jn 19.39).
ALTAR Lugar de sacrificio construido de roca, tierra o bronce. La superficie natural de una roca (Jue 13.19, 20), o un montón de piedras (Gn 8.20), podían servir de altar en la antigüedad. Algunas excavaciones han revelado que los altares tenían hoyos para recoger la sangre y encender el fuego. Según Éx 20.24–26, debían construirse de tierra amontonada o en forma de ladrillo, o de piedras no labradas. Los altares del campo no debían tener gradas para que el sacerdote no descubriera su desnudez al subirlas (Éx 20.26). Parece que estas instrucciones se les dieron a los israelitas como individuos para que realizaran sacrificios en ciertas ocasiones. Por ejemplo, Josué, Jos 8.30, 31; Gedeón, Jue 6.24–26; David, 2 S 24.18–25, Elías 1 R 18.30–35.
Mientras que en el mundo pagano el altar era principalmente la «mesa» donde se ponía el banquete para el dios, por lo general este sentido está ausente en el Antiguo Testamento (Is 65.11). El altar era, primero, señal de la presencia de Dios donde Él se había manifestado en forma especial (Gn 12.7; 26.24, 25). También era un lugar de misericordia. Un prófugo, al asirse de los cuernos del altar, encontraba asilo (1 R 2.28). Sin embargo, el propósito principal del altar era establecer y mantener la relación del pacto entre el pueblo de Israel y Dios (Éx 20.24; Lv 1.5, 16). Fue un instrumento de mediación.
El altar del holocausto estaba en el vestíbulo del tabernáculo. Era cuadrangular, de madera de acacia, cubierto de bronce, con cuatro cuernos en los ángulos (Éx 27.1–8). Tenía cuatro anillos por los que pasaban las varas con que se portaba en el desierto. Parece que el altar del holocausto en el templo de Salomón no los tenía. En el centro tenía una rejilla sobre la que se colocaba el sacrificio. Para el servicio del sacrificio, el altar tenía calderos de bronce para recoger la ceniza, tazones para recoger la sangre y otros instrumentos para arreglar el sacrificio, como paletas, garfios, y sus braseros, todo de bronce. Sobre el altar se ofrecía el holocausto y otros sacrificios por la mañana y por la tarde; nunca se apagaba el fuego (Lv 6.13).
El altar del incienso era pequeño (Éx 30.1–5; 37.25–28), de madera de acacia cubierta de oro, con cuatro cuernos y cuatro anillos para transportarlo. Se hallaba delante del velo que separaba el Lugar Santo del Santísimo; sobre este altar se ofrecía cada día el incienso aromático, por la mañana y por la noche, con la excepción del Día de Expiación (Lv 16.18, 19). Sobre los cuernos del altar se rociaba la sangre de un animal (Éx 30.10).
El altar, en sentido figurado, es el lugar de consagración (Ro 12.1) donde el creyente demuestra en forma pública su absoluta dedicación a Dios (cf. Flp 4.18; Heb 13.15, 16; 1 P 2.5).
AMALEC, AMALECITAS Amalec fue hijo de Elifaz y nieto de Esaú (Gn 36.12, 16). Al parecer, sus descendientes habitaban como un pueblo nómada en la región del Neguev y Sinaí. Génesis 14.7 puede significar que el país allí mencionado llegó a pertenecer después a los amalecitas.
En Refidim, Israel ganó su primera victoria militar al derrotar a Amalec (Éx 17.8–16). Dios le reveló a Moisés que en el futuro los amalecitas sufrirían el exterminio por causa de su pecado (Éx 17.14–16; Dt 25.17–19; cf. 1 S 15.2, 3). En → Horma, Amalec derrotó a los israelitas (Nm 14.39–45; Dt 1.41–46). Balaam pronunció palabras de juicio contra Amalec (Nm 24.20).
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Excavaciones del antiguo Meguido que dejan ver el antiguo altar redondo usado para sacrificios paganos.
En tiempo de los jueces, los amalecitas se unieron primero a los moabitas (Jue 3.13), y luego Madián y «los hijos del oriente» para atacar a Israel. Gedeón los derrotó (Jue 6.3–5, 33; 7.12; 10.12). Jueces 12.15 sugiere que hubo un tiempo cuando los amalecitas lograron establecerse en el territorio de Efraín.
Saúl derrotó a los amalecitas, pero desobedeció el mandamiento de Samuel al no dar muerte a su rey Agar (1 S 15). Parece que David debilitó en gran manera a los amalecitas (1 S 27.6–9; 30.1–20). Primero de Crónicas 4.42, 43 menciona un remanente de ellos que destruyeron los hijos de Simeón en los días de → Ezequías rey de Judá.
AMÁN (magnífico, ilustre). Primer ministro de Asuero, rey del Imperio Medo-Persa. Uno de los personajes centrales del libro de Ester en donde (3.1) se le presenta como agagueo: procedente de un país desconocido pero identificado por Josefo como Amalec, tradicional enemigo de los judíos. En las adiciones deuterocanónicas al libro de Ester, que aparecen en ediciones católicas de la Biblia (Est 16.10), se dice que Amán era macedonio. Todo hace creer que se trata de un extranjero afortunado, muy estimado por Asuero.
Amán se caracterizaba por su terrible odio a los judíos (Est 3.8, 9). Logró que el rey firmara un decreto de exterminio contra ellos (Est 3.5–15). Tan seguro estaba Amán del éxito de sus planes, que hizo levantar una horca en la que haría morir a Mardoqueo, líder del pueblo de Dios. Ester, esposa del rey, consiguió que este ordenara la pena de muerte para Amán, la cual se realizó un poco después. Amán murió en la misma horca que levantó para su enemigo (Est 7.9, 10).
AMARNAEl Amarna.
AMASÍAS (Jehová es poderoso).
1. Noveno rey de Judá, hijo de Joás (2 R 14.1–20; 2 Cr 25). Reinó veinticinco años. Se condujo bien ante los ojos del Señor, pero no con corazón perfecto. Una vez afirmado en el reino mató a los asesinos de su padre. Movilizó un ejército de 300.000 hombres de Judá y contrató a 100.000 de Israel para reconquistar a Edom. A los de Israel los despidió en respuesta a una advertencia profética. Derrotó decisivamente a Edom y llevó los ídolos a Judá. Poco después le hizo guerra temerariamente a Joás, rey de Israel, el cual lo humilló y lo llevó cautivo luego de saquear a Jerusalén y el templo. Unos quince años después murió en Laquis a manos de unos conspiradores y lo sepultaron en Jerusalén.
2. Sacerdote de Jeroboam II en Bet-el; trató de silenciar al profeta Amós (Am 7.10–17).
3. Descendiente del patriarca Simeón (1 Cr 4.34).
4. Levita, descendiente de Merari (1 Cr 6.45).
5. General del ejército del rey Josafat (2 Cr 17.16).
AMATISTA Piedra preciosa, una de la variedades del cuarzo cristalizado, transparente y teñida de color violeta azulado, probablemente por el óxido de manganeso. Se hallaba en la tercera hilera del pectoral del sumo sacerdote (Éx 28.19). De amatista es el duodécimo cimiento del muro de la nueva Jerusalén (Ap 21.20).
ÁMBAR Material brillante mencionado en Ez 1.4, 27; 8.2 (RV-1909). Es traducción de la palabra hebrea jasmal, cuyo sentido no puede precisarse, aunque algunas versiones optan por «bronce». Su traducción en la LXX y la Vulgata, electrum, sugiere o una mezcla de oro y plata, o bien el mismo ámbar. El ámbar propiamente dicho es una resina fósil cuyo color varía entre amarillento y café, y cuando está pulido brilla mucho.
AMÉN Palabra hebrea que pasó sin modificación al griego y al latín, y que significa «así sea» (Jer 11.5) o «efectivamente» (Jer 28.6). En el Antiguo Testamento se emplea como fórmula responsoria, afirmando la validez de un juramento o maldición cuyas consecuencias se aceptan (Nm 5.22; Dt 27.15); como aceptación de un anuncio o profecía favorable (1 R 1.36); y al término de una doxología o bendición, como respuesta congregacional a las alabanzas rendidas a Dios (1 Cr 16.36; Sal 41.13). En Isaías a Dios se le llama «Dios amén»: el que garantiza lo que promete, con la verdad de sus palabras (Is 65.10).
En el Nuevo Testamento los evangelistas atribuyen a Jesús la expresión «amén os digo». La repetición del «amén» refuerza la afirmación expresada (Jn 1.51) y se aproxima a un juramento. El uso que Jesús hace del «amén» se desconoce en la literatura rabínica y parece implicar su autoridad mesiánica. Recalca la veracidad de sus palabras. En Él se cumplen las promesas de Dios (2 Co 1.20) y se le llama «el Amén» (Ap 3.14).
AMIGO La amistad es una relación de afecto que se establece entre dos personas y que muchas veces sobrepasa la fuerza de una relación familiar (Pr 18.24). La Biblia contiene bellísimos ejemplos de amistad humana: David y Jonatán (1 S 18.1; 2 S 1.25–27), Rut y Noemí (Rt 1.16–18), Husai y David (2 S 15.37; 16.16), Pablo y Timoteo (2 Ti 1.2), y otros.
Pero hay una dimensión más maravillosa en la relación de amigo: Abraham es llamado «amigo de Dios» (Is 41.8) por la intimidad de sus relaciones con Él; el Señor Jesús llama a sus discípulos amigos en virtud de esa misma relación íntima (Jn 15.14, 15).
La palabra amigo que usó el Señor para dirigirse a Judas (Mt 26.50) es simplemente una expresión de cortesía, como se ve por el uso en otros pasajes (Lc 14.10; Mt 22.12; 20.13; etc.).
AMINADAB (el compañero de la tribu [e.d., Dios] se ha mostrado generoso). Personaje que aparece, en el Antiguo Testamento, en las genealogías de Judá (1 Cr 2.10) y de David (Rt 4.20) y en el Nuevo Testamento en la de Jesús (Lc 3.33).
Otro personaje de igual nombre (Éx 6.23) fue el padre de Elisabet («Isabel»: BJ y TA; Elisheba en hebreo), mujer de Aarón.
AMNÓNTamar; Absalón.
AMÓN (pariente o persona).
1. Decimoquinto rey de Judá, hijo de Manasés y padre de Josías (2 R 21.19–26; 2 Cr 33.20–25). Comenzó a reinar a los 22 años de edad y reinó dos años en Jerusalén. Hizo lo malo ante Jehová y sirvió a los ídolos de su padre. Lo asesinaron por razones desconocidas y el pueblo mató a los conspiradores.
2. Gobernador de Samaria a quien el rey Acab encomendó el encarcelamiento del profeta Micaías (1 R 22.26; 2 Cr 18.25–27).
3. Descendiente de los siervos de Salomón (Neh 7.59), llamado Ami en Esd 2.57.
4. Dios de Tebas (Jer 46.25).
AMONITAS Tribu de pastores descendientes de Lot (Gn 19.36–38) que se estableció entre los ríos Jaboc y Arnón y que finalmente ocupó solo el territorio encerrado en la gran curva del Jaboc.
Debido a la estrecha relación de los amonitas con Israel, Dios no permitió a Moisés atacarlos (Dt 2.19), pero ellos no recibieron con bien a sus hermanos israelitas por lo cual fueron excluidos de Templo de Jerusalén (Dt 23.3s).
La historia subsiguiente demuestra una enemistad crónica entre Amón e Israel. Los profetas denuncian la crueldad y falta de compasión de los amonitas (Am 1.13–15; Sof 2.10). Ezequiel profetiza la destrucción completa de Amón (21.28–32; 25.1–7).
Al establecerse alrededor de → Raba-amón, que llegó a ser su capital, los amonitas tuvieron que desplegar a los zomzomeos, una raza de gigantes (Dt 2.19–21). Ocuparon entonces hasta el río Jordán, pero una invasión de los amorreos que venían del norte los obligó a retirarse más al este, en el desierto. Israel aniquiló más tarde a los amorreos, bajo los reyes Og y Sehón (Jue 11.18–23), pero mientras aún se consolidaba, sucumbió ante la fuerza unida de los amonitas y moabitas. Jefté da un resumen contemporáneo de las relaciones a través de 300 años entre Amón e Israel (Jue 11.12–28). Jefté triunfó sobre los amonitas, pero estos no sufrieron la derrota más completa sino cuando Joab y David conquistaron a Rabá (2 S 10–12). Desgraciadamente, Salomón hizo un templo para Milcom (→ Moloc), el dios amonita, en Jerusalén (1 R 11.1, 5, 7, 33). Naama, la madre de Roboam, el nuevo rey, era una princesa amonita (1 R 14.21, 31).
Siempre luchando por independizarse, los amonitas causaron dificultades a Israel y Judá en los tiempos de Josafat (2 Cr 20.1–30), Joás (2 Cr 24.26), Uzías (2 Cr 26.7s) y Jotam (2 Cr 27.5). El rey amonita, Baalis, provocó el asesinato de Gedalías (Jer 40.14) y Tobías, el amonita, estorbó mucho la reconstrucción de Jerusalén (Neh 2.10, 19; 4.3, 7; 13.7, 8, 23–27). Por último, Judas Macabeo venció a los amonitas (1 Mac 5.1–8).
Ammán, la capital moderna de Jordania, la vieja Rabá, a pesar de su nombre, ya no cuenta con ciudadanos amonitas (Ez 25.10).
AMOR El verbo `ahab designa el amor sexual (Os 3.1), paternal (Gn 25.28), de amistad (1 S 16.21) y del prójimo (Lv 19.18), que incluye al compatriota y al extranjero que habita en Israel (Lv 19.34). Se exhorta a ayudar y perdonar al enemigo personal (Éx 23.4s; Pr 25.21), pero no se habla de amarle. Los profetas utilizan el término khsed («misericordia» en RV, amor compasivo) para describir la relación que Dios demanda entre su pueblo, particularmente con los pobres y desamparados (Os 6.6; cf. Is 1.17; Ez 18.12ss; Am 2.6).
El Antiguo Testamento declara que el hombre debe amar a Dios en respuesta al amor de este: debe ser un amor total y pleno (Dt 6.5), rendido solo a Él y expresado en servicio, obediencia y reverencia (Dt 10.12s; 11.13; Is 56.6). La profesión de ese amor a menudo inicia la alabanza en los Salmos (18.1; 73.25; 116.1; cf. Lm 3.24).
El amor de Dios por el hombre raramente se expresa en el Antiguo Testamento con los términos amar (˒ahab) o amor (˒ahaba); más bien se habla de la khesed («misericordia», «fidelidad activa»), khen («favor», «gracia») o rikham («misericordia», «compasión»). Este amor se expresa sobre todo en los actos históricos por los que Dios eligió, creó, libertó y guió a su pueblo. Nace de la pura misericordia divina (Dt 4.37; 7.7; 10.15; Jer 12.7–9; Is 54.5–8; 2 Cr 20.7). Es misericordioso: salva, socorre, corrige (Dt 23.5; Is 43.25; Sal 86.5; Is 63.9). Oseas, Jeremías y Ezequiel utilizan los símiles del esposo y del padre para destacar la fidelidad de Dios y la infidelidad y desobediencia del pueblo.
Rara vez menciona el Antiguo Testamento el amor de Dios por los israelitas, y cuando lo hace es en el contexto de las promesas futuras, como en Is 2.2–4; Miq 4.1–4; Jer 12.15; Jon 4.11. Igualmente escasas son las referencias al amor por todas las criaturas (véase, sin embargo, Sal 145.9). Aunque el amor de Dios está dirigido primordialmente al pueblo, no falta en la relación de Dios con el individuo, como se ve en varias oraciones personales de los salmos (40; 42; 51; 130), con respecto a personas en particular (2 S 12.24s; 1 R 10.9; Sal 127.2) o a categorías de personas (Pr 15.19; Dt 10.18; Pr 22.11, LXX).
Todas las relaciones que el Antiguo Testamento menciona se profundizan y llevan a cabo en el Nuevo Testamento.
Jesús resume la Ley en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo (Mt 7.12; 22.34–40), pues ambos están estrechamente vinculados (1 Jn 3.14–22; Mt 5.45). El amor a Dios y al prójimo debe ser activo y concreto (Mt 5.38–47; 7.21; 25.34–36). La noción del prójimo se ensancha para incluir a todo el que tiene necesidad (Lc 10.29–37) y específicamente al enemigo (Mt 5.44; 18.22–25). La línea de los profetas señala que este amor al prójimo tiene prioridad sobre los deberes religiosos y la observancia del sábado (Mt 5.23s; 9.13; Mc 3.1–6). De ese amor total, desinteresado y abnegado, Jesús ha dado el ejemplo perfecto (Jn 10.11; 15.13; 1 Jn 3.16).
El amor de Dios también forma parte de la enseñanza de Jesús (Mt 6.24; 22.37). Debe ser total y sin reservas (Mt 6.24ss; Lc 17.7ss; 14.26ss). Pablo destaca que es la respuesta al amor de Dios hacia el hombre y la consecuencia de este (Gl 2.20; 1 Jn 3.1; 4.10, 11, 17, 19).
Este amor de Dios ha hallado su perfecta manifestación y realización en Jesucristo. En su enseñanza señala la universalidad (Mt 5.45; 6.25–32) e infinitud (Mt 18.12s) del amor de Dios. Pero es sobre todo en la muerte y resurrección de Cristo donde Dios ha puesto en acción su amor para nuestra redención (Ro 5.8; 8.32; Tit 3.4). La muerte voluntaria de Jesús es obra del amor del Padre y del Hijo (Ro 5.6; Flp 2.8). Por eso Pablo no distingue el amor de Dios del de Cristo (Ro 5.15; 2 Co 8.9; Gl 1.6). El amor de Dios escoge a las personas (Ro 1.17; Col 3.12) y los llama. Derrama su Espíritu en los corazones de los creyentes (Ro 5.5), realiza en los amados la purificación, la santificación, la justificación (1 Co 6.11; 2 Ts 2.13), la renovación interior (Tit 3.5; Ro 6.4; 8.2; 13.8; Gl 5.13). El amor es el don supremo del Espíritu (1 Co 13) y el resumen de toda la Ley (Ro 13.8; Gl 5.13).
Cuando interpretamos la expresión cumbre de Juan: «Dios es amor», debemos recordar que las características del amor manifestadas en la Escritura son: personal, voluntario, selectivo (es el fundamento de la elección), espontáneo, fiel a su pacto, justo (y exige justicia), exclusivo (demanda una respuesta total) y redentor.
AMORREOS Descendientes de Canaán, hijo de Cam (Gn 10.15, 16). La arqueología revela que eran nómadas antes de la época de Abraham. Habitaban la región al noroeste de Mesopotamia, por lo que se les dio el nombre de amurru («occidentales»). Desde aquí invadieron a las ciudades de Mesopotamia y constituyeron parte importante de la presión internacional que rompió por fin el dominio de la tercera dinastía de Ur (ca. 2060–1950 a.C.) sobre estas ciudades.
En medio de esta turbulencia salió Abraham de su tierra natal. El poder de los amorreos crecía en Mesopotamia y, como consecuencia, Babilonia inició su carrera internacional bajo el rey amorreo Hammurabi (ca. 1728–1686 a.C.), quien conquistó Asur (→ Asiria) y Mari.
Foto de Howard Vos
Ruinas de un templo pagano de los amorreos, en Siquem.
Otros grupos de amorreos habían emigrado hacia el sur y ocupaban una gran parte de la tierra prometida, a ambos lados del Jordán. En Gn 14.7, se les encuentra en Hazezon-tamar (Engadi), al oeste del mar Muerto; y Gn 14.13 menciona a los amorreos de Mamre, con quienes Abraham se alió.
Los amorreos se nombran entre las diez naciones cuya tierra Dios otorgó a la descendencia de Abraham (Gn 15.21), pero su cultura dominaba tanto la de las otras nueve que se menciona en Gn 15.16 como representante de la vida cananea: «aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí». Este dominio general parece que ya había menguado en el tiempo de Moisés, quizás por la influencia de los → Heteos; se ve a los amorreos representados por varios reinos claramente delineados. Sin embargo, eran todavía (de acuerdo a Gn 15.16) el símbolo de la oposición a Israel, a juzgar por la importancia dada a la victoria sobre Sehón y Og, reyes amorreos al este del Jordán (Nm 36) y a la derrota en Hai (Jos 7.7). Dios mostró su poder al detener el sol durante la batalla contra la alianza amorrea de los reyes de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón (Jos 10).
Los rasgos más abominables de la idolatría israelita se debían a los amorreos (1 R 21.26; 2 R 21.11) que no fueron eliminados, sino que quedaron como remanente en un estado servil (1 R 9.20, 21). Por fin, «la maldad del amorreo» fue lo que llevó a Israel al cautiverio.
AMÓS (carga o cargador).
El primero de los grandes profetas de Israel cuyo mensaje se conserva en un libro que lleva su nombre. Aunque desarrolló su ministerio en Israel, era natural de Judá. (→ Tecoa, su ciudad natal, era una aldea 16 km al sur de Jerusalén en la que había una fortaleza con guarnición.)
Según 7.14, Amós no era un profeta «profesional». Además de ser pastor (1.1), recogía la fruta de los sicómoros silvestres que crecían en las partes bajas de esa región desértica. Pero su origen campesino le proporcionó acceso a la cultura popular, a la sabiduría de la tribu a la que pertenecía y a las tradiciones pastoriles. Además, ya que su tierra natal lindaba con el desierto y al mismo tiempo estaba próxima a la ruta comercial de las montañas, adquirió algún conocimiento de la actividad comercial.
El mensaje de este profeta fue sumamente relevante en su país y época. Si comenzó su ministerio allá por el 760 a.C., ya habrían pasado cuarenta años desde el triunfo asirio sobre Damasco, capital de Siria. Libre de la intervención política y económica, Jeroboam II pudo dedicarse a extender las fronteras de Israel (2 R 14.25). Aprovechando las rutas de caravanas estimuló el comercio y, como resultado, se fue creando una clase rica que menospreciaba y aun explotaba a los pobres (2.6, 7; 3.10; 4.1; 5.11). Los comerciantes especulaban con el trigo y el pan y sumían en la miseria a los necesitados (8.4–6). La justicia se compraba (2–6); las autoridades aceptaban sobornos (5.12). Los que disfrutaban la abundancia económica padecían de miseria moral. La religión de Jehová estaba en decadencia.
Amós predicó en las ciudades de Samaria y Bet-el y después de algún tiempo el sacerdote Amasías lo desterró, alarmado por la severidad de su mensaje contra el rey y la nación. Regresó a Judá (7.10ss) y nada se sabe de su fin.
Bibliografía:
Milton Schwantes, Amós: meditaciones y estudios, Aportes, Costa Rica, 1988. Alonso Schökel, Profetas, Cristiandad, Madrid, 1980. Lothar Coenen, Eric Beyreuther y otros, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, 4 Vol., Sígueme, Salamanca, 1983. E. Jenni y C. Westermann, Diccionario Teológico Manual del Antiguo Testamento, 2 Vol., Cristiandad, España, 1985.
AMÓS, LIBRO DE Libro profético del Antiguo Testamento que se caracteriza por su ardiente denuncia del reino norteño de Israel durante un tiempo de idolatría generalizada y desviación de costumbres.
Autor Y Fecha
No hay duda en cuanto a quién fue el autor, pues se identifica en 1.1. Quizás → Amós predicó entre 760–750 a.C., durante el reinado de Jeroboam II. Este aprovechó la coyuntura político militar para ampliar su reino hacia el norte y hacia el sur, y fomentar así el comercio e incrementar la recaudación de tributos. Además, de esta forma se garantizaba y se ampliaba el control de las rutas comerciales entre las tierras del Nilo y las del Éufrates y el Tigris, de tanta importancia para Israel. Los comerciantes egipcios y mesopotámicos necesariamente debían pasar por la planicie de Jezreel.
Por esta visión política, el reinado de Jeroboam II generó un enorme crecimiento de la riqueza. Israel alcanzó una prosperidad que ningún israelita de la época podía recordar. Los edificios espléndidos que se perciben en las ruinas, y el fino marfil incrustado de origen fenicio o damasceno desenterrado en Samaria, demuestran que no exagera Amós al referirse al lujo de que gozaban las clases altas de Israel. Sin embargo, el próspero desarrollo económico de esta época no fue igualitario, y la opresión y la pobreza contrastaban con la riqueza y el esplendor de los grupos gobernantes.
Esta descomposición social iba unida a la corrupción religiosa. Aunque los grandes santuarios estaban en plena actividad, repletos de adoradores y magníficamente provistos, la religión no se conservaba en su pureza. Muchos santuarios eran abiertamente de otras formas religiosas, y se fomentaban los cultos de la fertilidad y la prostitución sagrada. Otros, la mayoría, aunque se presentasen como santuarios de Jehová, cumplían una función totalmente negativa: apaciguar a la divinidad con ritos y sacrificios que garantizaban la tranquilidad de conciencia y el bienestar del país.
 
AMÓS:
     I.     Introducción a Amos     1.1–2
 
     II.     Los ocho juicios     1.3—2.16
Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
     A.     Enjuiciamiento de Damasco     1.3–5
     B.     Enjuiciamiento de Gaza     1.6–8
     C.     Enjuiciamiento de Tiro     1.9–10
     D.     Enjuiciamiento de Edom     1.11–12
     E.     Enjuiciamiento de Amón     1.13–15
     F.     Enjuiciamiento de Moab     2.1–3
     G.     Enjuiciamiento de Judá     2.4–5
     H.     Enjuiciamiento de Israel     2.6–16
     III.     Los tres sermones de juicio     3.1—6.14
     A.     El primer sermón: Presente de Israel     3.1–15
     1.     El juicio sobre Israel es merecido     3.1–10
     2.     Se describe el juicio sobre Israel     3.11–15
     B.     El segundo sermón: Pasado de Israel     4.1–13
     1.     El juicio sobre Israel es merecido     4.1–5
     2.     Se demuestra el juicio sobre Israel     4.6–11
     3.     Se describe el juicio sobre Israel     4.12–13
     C.     El tercer sermón: Futuro de Israel     5.1—6.14
     1.     El juicio sobre Israel es merecido     5.1–15
     2.     Se describe el juicio sobre Israel     5.16—6.14
     a.     El primer lamento de juicio     5.16–27
     b.     El segundo lamento de juicio     6.1–14
     IV.     Las cinco visiones de juicio     7.1—9.10
     A.     Visión de las langostas     7.1–3
     B.     Visión de fuego     7.4–6
     C.     Visión de la plomada     7.7–9
     D.     Oposición de Amasías (paréntesis histórico)     7.10–17
     E.     Visión de la fruta veraniega     8.1–14
     F.     Visión de los portales     9.1–10
     V.     Las cinco promesas de la restauración ...de Israel     9.11–15
Estructura Del Libro
Introducción (1.1–2)
Se informa quién fue Amós, cuándo predicó y cuál fue el origen de su autoridad.
Juicio contra ocho naciones (1.3–2.16)
Amós inicia su mensaje señalando los pecados de las naciones vecinas de Israel (reino del norte) en un esquema envolvente que a uno le causa el efecto de sentirse inmerso en un mar de injusticia, crueldad y opresión. Esta sección se inicia con el oráculo contra Damasco (1.3–5); y continúa uno a uno con Gaza (1.6–8); Tiro (1.9, 10); Edom (1.11, 12); Amón (1.13–15), Moab (2.1–3) y Judá (2.4, 5), hasta llegar a Israel (2.6–16), quien, por haber sido receptora de los favores de Dios, merece mayor castigo.
Cinco mensajes (3.1–6.14)
Los tres primeros versículos se presentan con la frase: «Escuchad esta palabra». En el primero (3.1–15), Amós declara a todo Israel que su mensaje proviene de haber escuchado la palabra de Jehová, y proclama la destrucción de Samaria (3.9–15). En el segundo (4.1–13), advierte a los ricos que serán castigados por oprimir a los pobres. Aunque este castigo ya había comenzado en pequeña escala, ellos no se habían vuelto a Jehová.
El tercero (5.1–17) es un llamamiento a buscar al Señor antes que Él pase en medio de ellos. En el cuarto (5.18–27), Amos pronuncia un «¡ay!» sobre los religiosos cuyas ceremonias llegaron a ser abominación al Señor. En el quinto (6.1–14) pronuncia otro «¡ay!» Esta vez sobre los ricos que en su afluencia olvidan la aflicción de los oprimidos.
Cinco visiones (7.1–9.10)
En las dos primeras visiones, la plaga de langostas (7.1–3) y el fuego consumidor (7.4–6), Amós ve dos calamidades que sirven de juicio, pero que se detienen debido a su intercesión. En la tercera (7.7–9), ve una plomada de albañil que indica que la condición de Israel es irreparable. Lo ilustra con una sección intercalada: el incidente entre Amós y Amasías (7.10–17). En la cuarta visión (8.1–3) ve un canastillo de fruta de verano, señal de que ya ha madurado el pecado de Israel y se aproxima el juicio. Otra sección intercalada contra los defraudadores y explotadores ilustra esta madurez, que es también causa del castigo de Dios (8.4–14). En la quinta visión (9.1–10) Amós ve al Señor sobre un altar diciéndole que destruya el santuario, señal de que el juicio es inminente e ineludible.
Conclusión (9.11–15)
Amós concluye prometiendo la futura restauración de Israel donde el reino de David se restablecerá, las ciudades se reedificaran y habrá abundancia.
Bibliografía:
K.M. Yates, Estudios sobre el libro de Amós, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, 1966. E. Jenni y C. Westermann (eds.), Diccionario Teológico Manual del Antiguo Testamento, Vol. I y II, Cristiandad, Madrid, 1978. John Bright, La historia de Israel, 7a edición, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1970. Norman Gottwald, The Hebrew Bible: A Socio-Literay Introduction, Fortress Press, Filadelfia, 1985. Werner Schmidt, Introducción al Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca, 1983. Roland de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona, 1976. H. Walter Wolff, La hora de Amós, Sígueme, Salamanca, 1984.
AMPLIAS (diminutivo griego del latín Ampliatus, que significa: agrandado). Nombre común dado a los esclavos en los días del Imperio Romano. En Ro 16.8 Pablo saluda a un Amplias como «amado mío en el Señor».
AMRAFEL Rey de Sinar, contemporáneo de Abraham, que junto con otros reyes participó en la batalla de Sidim contra Sodoma, Gomorra y otras ciudades (Gn 14.1ss). Algunos eruditos han pretendido identificarlo con Hammurabi, pero no hay pruebas suficientes para sostener esa hipótesis.
ANA (gracia, graciosa).
1. Esposa de Elcana y madre del juez y profeta Samuel. Pidió a Jehová un hijo. Jehová se lo concedió, y cuando el niño tenía muy pocos años, lo dedicó al servicio del Señor, en Silo (1 S 1.1–2.21). El cántico de Ana (1 S 2.1–10) se compara con el Magnificat de María (Lc 1.46–55). En este cántico aparece por primera vez en el Antiguo Testamento el nombre Mesías (el Ungido).
2. Anciana profetisa, viuda, de la tribu de Aser, que servía en el templo de Jerusalén en la época en que nació Jesús. Después de ver a Jesús en el templo, habló del niño a todos los que esperaban al Mesías en la ciudad (Lc 2.36–38).
ANÁ Nombre de dos personas del Antiguo Testamento.
1. Padre de una de las esposas de Esaú e hijo de Zibeón de la tribu de los → Heveos (Gn 36.2, 14, 18, 24). Existe cierta confusión respecto a este personaje: En Gn 36.2 el texto masorético reza «Aná hija de Zibeón», mientras la LXX y la Samaritana dicen «hijo». Muchos traductores modernos (incluso la RV), por razones del contexto, optan por seguir la traducción de estas versiones antiguas y no el texto masorético.
2. Hijo de Seir, duque de los → Horeos (Gn 36.20, 29; 1 Cr 1.38).
ANAC (de cuello largo). Descendiente de → Arba (Jos 15.13) y progenitor de los anaceos (Nm 13.22, 28, 33).
ANACEOS Los espías que se enviaron a explorar Palestina, antes de la invasión israelita, se aterrorizaron al ver un pueblo de gran estatura que vivía en las montañas del sur alrededor de Hebrón. El anaceo Arba, que fundó Hebrón, era descendiente de los nefilim (que se traduce por → Gigantes en Nm 13.33).
Los egipcios, para provocar la derrota de sus enemigos, inscribían los nombres de ellos sobre urnas y luego las quebraban. En el museo de Berlín se exhiben pedazos de cerámica egipcia con execraciones a «Erum, soberano de Iy-anac y a todo su séquito», los cuales muestran que ya por el año 2000 a.C. los anaceos les inspiraban miedo a sus vecinos.
Josué en su conquista del sur, o los destruyó o expulsó, pero algunos permanecieron en Hebrón, Gat, Gaza y Asdod (Jos 11.21, 22). Caleb venció a los de Hebrón (Jos 14.6–14; 15.13–19; 21.11s). Según Jer 47.5 (LXX) aún quedaban algunos al final de la monarquía.
ANANÍASHananías.
1. Compañero de Daniel en el cautiverio, quien después se llamó Sadrac (Dn 1.1–19; 2.17).
2. Población en la tierra de Benjamín (Neh 11.32).
3. Ascendiente de un Azarías (Neh 3.23).
4. Padre de un Sedequías (Jer 36.12).
ANANÍAS (forma griega del hebreo Jananyá, Jehová le ha favorecido).
1. Marido de Safira y miembro de la comunidad primitiva de Jerusalén, cuya contribución al fondo común fue fraudulenta (Hch 5.1–11). Probablemente quería aparentar que seguía el ejemplo de Bernabé (Hch 4.36s) y recibir igual elogio. El pecado fue la mentira y la hipocresía, y no la retención de una parte del precio de la venta, porque en estos casos la contribución era voluntaria (Hch 5.4). La severidad del castigo se debió a que Dios quiso hacer de esta pareja, al principio de la nueva era, un ejemplo público para mostrar la seriedad de tratar con un Dios santo.
2. Cristiano de Damasco, «piadoso según la ley», que devolvió la vista a Pablo, lo bautizó y le comunicó su comisión de parte del Señor (Hch 9.10–19; 22.12–16).
3. Sumo sacerdote, 47–58 d.C., conocido como codicioso, orgulloso y sin escrúpulos. Presidía el concilio en el proceso de Pablo (Hch 23.1–5) y acusó a este ante Félix (24.1–9). En 66 d.C. los zelotes lo mataron por ser amigo de los romanos.
ANÁS (forma abreviada de Ananías). Personaje nombrado sumo sacerdote por → Cirenio, en 6 d.C., y depuesto por los romanos en 15 d.C. Su deposición no tuvo valor para los judíos, pues entre ellos el cargo de sumo sacerdote era vitalicio. Por su gran influencia, Anás consiguió que tras él obtuvieran el sumo sacerdocio sus cinco hijos y su yerno Caifás. Por esta razón, aunque Caifás era el sumo sacerdote oficial al principio del ministerio de Juan el Bautista (Lc 3.2), Anás se reconocía juntamente con él.
Anás intervino en el proceso de Jesucristo, realizando un interrogatorio previo en su casa (Jn 18.13–24), y aquí de nuevo se le considera como sumo sacerdote (v. 19) a pesar de la identificación de Caifás (vv. 13, 24) como tal. Aparece por tercera vez interrogando a Pedro y a Juan (Hch 4.6ss).
ANATEMA (en griego, anathema)
1. Transcripción de un vocablo griego que significa «algo erigido» (en un templo). Es decir, ofrenda votiva, como en Lc 21.5.
2. Vocablo parecido al del N.o 1, que en la LXX traduce el hebreo jerem (lo consagrado, devoto a Dios). Es decir, lo sustraído de todo empleo humano y, por lo tanto, maldito. En particular, el botín de guerra, como propiedad de Jehová, debía destruirse (Dt 13.17; Jos 6.17s) y toda infracción de esta ley era abominable (Jos 7.1ss; 1 S 15.21).
En el Nuevo Testamento, «anatema» encierra la idea de entregar algo a la ira divina, de echarle una maldición. No había peor blasfemia que pronunciar «anatema sea Jesús», dando por sentado que era bajo inspiración (1 Co 12.3), ya que tal influjo no viene del Espíritu Santo. En cambio, Pablo está dispuesto a colocarse bajo maldición si esto contribuyera a la salvación de otros judíos (Ro 9.3). Él mismo echa un anatema sobre los predicadores de un «evangelio» legalista (Gl 1.8s) y sobre todo el que no ama al Señor (1 Co 16.22).
Verbos afines aparecen en Mc 14.71; Hch 23.12, 14, 21.
ANATOT Ciudad ubicada a unos 5 km al norte de Jerusalén. Tal vez el antiguo santuario de la deidad cananea «Anat». Se menciona en el Antiguo Testamento con referencia a varios personajes (Jos 21.18; 2 S 23.27; 1 Cr 11.28; 12.3; 1 R 2.26) y la invasión asiria (Is 10.30). Fue el lugar del nacimiento y las primeras profecías de Jeremías (Jer 1.1; 11.21–23; 32.7–9), devastado por los babilonios y luego reconstruido (Esd 2.23; Neh 7.27).
ANCIANO En la mayoría de las civilizaciones antiguas se ha creído que las personas de edad son las más capaces para gobernar el pueblo. De ahí que a menudo los gobernantes o líderes se llamen «ancianos». En la Biblia, «anciano» es traducción de la palabra hebrea zaquén y de la griega presbyteros.
Había ancianos en los pueblos de Egipto (Gn 50.7), de Moab y de Madián (Nm 22.7).
Aun cuando eran esclavos en Egipto, los israelitas tenían ancianos (Éx 3.16). Durante la peregrinación en el desierto se formalizó la institución debido al consejo de Jetro (Éx 18.21). En el período siguiente, cada ciudad tenía su cuerpo de ancianos que actuaban como jueces (Dt 19.12; 21.2; 22.15; 25.7; Jos 20.4). El número de 70 quedó como norma (Éx 24.1; Nm 11.16–25; cf. Jue 8.14).
El cuerpo nacional, «los ancianos de Israel», ejercía bastante influencia durante la monarquía (1 S 8.4s; 2 S 5.3; 1 R 8.1, 3; 20.7, etc.), durante la cautividad (Ez 8.1; 14.1; 20.1) y en la época de Esdras. Al principio los ancianos solo ejercían poder civil, pero al llegar la época del Nuevo Testamento ejercieron autoridad juntamente con los principales sacerdotes y formaban parte del → Sanedrín.
Como en las → Sinagogas había un consejo de ancianos gobernantes, era normal que las iglesias cristianas imitaran esta estructura. Cada congregación tenía su → Presbiterio, pero el oficio de anciano cambió. Mientras entre los judíos los ancianos se encargaban sobre todo de los asuntos administrativos y civiles, y no se encargaban de los cultos en las sinagogas, los ancianos cristianos visitaban a los enfermos en una labor pastoral (Stg 5.14) y predicaban la Palabra (1 Ti 5.17).
Había ancianos en la primera iglesia de Jerusalén (Hch 11.30), aunque no se nos explica cómo se nombraron, y participaban en el → Concilio con los apóstoles (Hch 15.4, 6, 23; 16.4). Pablo y Bernabé «constituyeron ancianos en cada iglesia» de Asia Menor, con oración y ayuno (Hch 14.23), y se instó a Tito a que hiciera lo mismo en Creta (Tit 1.5). Pablo pronunció un discurso a los ancianos de la iglesia de Éfeso (Hch 20.17), y más tarde recomienda que «los ancianos que gobiernan bien sean tenidos por dignos de doble honor» (1 Ti 5.17). Pedro se identifica como anciano (1 P 5.1) y también Juan (2 Jn 1; 3 Jn 1).
Puesto que el verbo «supervisar» se usa en 1 P 5.2 para describir la función de los ancianos, y Pablo llama «obispos» a los ancianos de Éfeso (Hch 20.28; cf. Tit 1.5–7), parece que los términos anciano y → Obispo eran intercambiables.
ANDAR Las características del andar literal se aplican en sentido figurado a la conducta perfecta, pues el movimiento debe ser progresivo, hacia una meta. En el Antiguo Testamento el buen andar comúnmente se refiere a la sumisión a la voluntad de Dios, lo cual contrasta con el andar de los idólatras (cf. 1 R 8.61 con 16.31). En el Nuevo Testamento algunos hermanos «andan conforme a la carne» o «como hombres» (1 Co 3.3; Ro 8.4), porque su conducta no se diferencia tajantemente a la de los «gentiles» (Ef 4.17). Pierden así su testimonio y la capacidad de trabajar para el Señor.
Los hijos de Dios deben andar «por fe» (2 Co 5.7), «en el Espíritu» (Gl 5.16), «en buenas obras», como es «digno de su vocación», «en amor», «como hijos de luz», «aprovechando bien el tiempo» (Ef 2.10; 4.1; 5.2, 8, 15, 16). Juan contrasta el andar «en tinieblas», con el andar «en luz» (1 Jn 1.6, 7; 2.11). El modelo es Cristo: «El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo» (1 Jn 2.6).
ANDRÉS (varonil). Uno de los doce apóstoles. Casi todo lo que se sabe de él se encuentra en el cuarto Evangelio. Era natural de Betsaida (Jn 1.44), hermano de Simón Pedro, al que condujo ante Jesús, e hijo de Juan (cf. Jn 21.16, HA; «Jonás», RV). Antes de su apostolado era discípulo de Juan el Bautista (Jn 1.35–40). Después de su vocación pasó a vivir con Pedro en Capernaum, donde eran socios en la pesca (Mt 4.18; Mc 1.29).
Andrés no formaba parte del trío íntimo de Jesús (Pedro, Jacobo y Juan), pero a la larga se le encuentra con las mismas inquietudes de estos tres apóstoles (Mc 13.3). Con Felipe, que con él eran los únicos apóstoles de nombre griego, fue intermediario entre unos griegos y Jesús (Jn 12.22). Movido por su fe práctica, planteó la imposibilidad de sustentar a los cinco mil (Jn 6.8s). Estuvo presente en el aposento alto después de la ascensión (Hch 1.13) y entonces desaparece de la historia bíblica. Según una tradición verosímil, lo crucificaron en Acaya tras una actividad misionera muy fructífera allí.
ANDRÓNICO (conquistador de los hombres). Designado «pariente» de Pablo (Ro 16.7),quizás fue pariente carnal o solo de raza (cf. Ro 9.3). Fue cristiano antes que Pablo y su «compañero de prisiones», aunque no se sabe cuándo (cf. 2 Co 11.23). (→ Apóstol; Junias.)
ANFÍPOLIS Antigua capital de Macedonia, situada cerca de la desembocadura del río Estrimón, sobre la famosa «Vía Ignatia» y a unos 53 km de Filipos. Pablo y Silas no se detuvieron en ella (Hch 17.1), posiblemente porque allí no había sinagoga, la acostumbrada base de operaciones para ellos.
ÁNGEL Traducción de un término hebreo (mal˓ak) y un término griego (ángelos) que significan «mensajero». Se aplica a seres humanos (Job 1.14; 1 R 19.2; Hag 1.13; Lc 7.24; 9.52, etc.), pero de manera muy especial a un orden de seres sobrenaturales y celestiales cuyo ministerio es actuar como mensajeros y agentes de Dios en la realización de la voluntad divina.
Los ángeles se mencionan muchas veces en ambos testamentos y Cristo mismo afirmó que hay un orden de seres angélicos en el universo (Mt 18.10; 24.31, 36; Lc 15.10).
Los ángeles fueron creados (Col 1.16) en estado de santidad (Jud 6) antes de la creación del mundo (Job 38.6, 7). Son seres espirituales (Heb 1.14) que pueden tomar forma corpórea, aunque no tienen cualidades físicas como los humanos. Su apariencia es masculina (Gn 18.2, 16; Mc 16.5, etc.). No pueden reproducirse ni tampoco morir (Mt 22.30; Lc 20.36). Existen en gran número (Heb 12.22; Ap 19.1). Poseen inteligencia (1 P 1.12), sensibilidad (Lc 15.10) y voluntad (Jud 6). Se les llama «santos» (Mt 25.31), «escogidos» (1 Ti 5.21) e «hijos de Dios» (Job 1.6), y se dice que están en el cielo» (Mt 18.10).
Las Escrituras hablan de ángeles que pecaron (Jud 6; 2 P 2.4). (→ Demonios; Satanás.) Aquí se trata solamente de los que no han caído de su estado original. Pablo menciona «principados y potestades en los lugares celestiales» (Ef 3.10). Dos ángeles se mencionan por nombre: Gabriel (Lc 1.26) y Miguel (el arcángel, «uno de los principales príncipes», Dn 10.13, Jud 9). Se habla también de serafines (Is 6.1–3) y querubines (Gn 3.22–24).
Los ángeles alaban a Dios (Ap 4–5), cuyo rostro contemplan siempre en el → Cielo (Mt 18.10), y ejecutan su palabra (Sal 103.20). En cuanto a Cristo, se dice que fue «visto de los ángeles» (1 Ti 3.16). Predicen (Lc 1.26–33) y anuncian su nacimiento (Lc 2.13), le protegen en su infancia (Mt 2.13), le asisten en la tentación (Mt 4.11), están listos para defenderle (Mt 26.53), le confortan en Getsemaní (Lc 22.43), remueven la piedra del sepulcro (Mt 28.2), anuncian la resurrección (Mt 28.6) y la Segunda Venida (Hch 1.10, 11). Hay varios ministerios que los ángeles cumplen en relación con la experiencia delcreyente (Lc 15.10; 16.22; Hch 8.26; 12.7; 27.23, 24; 1 Ts 4.16; 1 Ti 5.21; Heb 1.14). Intervienen también en la vida de las naciones (Dn 10.21; 12.1; Ap 8; 9; 16) y de los individuos no salvos (Gn 19.13; Mt 13.39; Hch 12.23; Ap 14.6, 7).
El hombre ha sido hecho «poco menor que los ángeles» (Sal 8.5), pero al unirse con Cristo por medio de la fe es exaltado sobre ellos (Heb 1–2). Los ángeles le sirven (Heb 1.14), pero Él les excede en conocimiento espiritual respecto a la manifestación de la gracia de Dios en Cristo (1 P 1.10–12), y un día los juzgará (1 Co 6.3). La Biblia prohíbe que se rinda adoración a los ángeles (Col 2, 18; Ap 19.10; 22.8, 9)
Bibliografía:
Xabier Pikaza, «Los ángeles. Doctrina del Nuevo Testamento», en Revista Biblia y Fe, Vol. XIX, Escuela Bíblica «Fermín Caballero», España, septiembre-diciembre, 1993.
ÁNGEL DEL SEÑOR De las 213 veces que aparece mal’ak en el Antiguo Testamento, 58 componen la expresión mal˓ak Yhwh, ángel de Jehová, y otras 11 mal˓ak ha-elohim, ángel de Dios.
La identificación de este ángel es difícil. En algunos textos parece tratarse de un ser angélico que actúa como mensajero o representante de Jehová, con quien tiene una relación como la que existe entre un soberano y su embajador (Gn 24.7; Zac 1.12, 13). Pero hay casos en que el Ángel del Señor se identifica con Dios mismo (Gn 16.7–13; 22.11–18; Jue 13.2ss), lo que conduce a pensar que era una teofanía, o sea una manifestación de Dios en forma visible y corpórea. Como tiene que ser una de las personas de la Trinidad, si no es la primera persona, tiene que ser el Espíritu Santo o el Hijo. Como el Espíritu no asume forma corpórea, puede concluirse que el ángel del Señor es el Hijo de Dios, quien revela corporalmente a la divinidad (Jn 1.18).
ANILLO Joya muy popular en los tiempos bíblicos (Éx 35.22; Stg 2.2), considerada como el toque final del atuendo de una persona; recibirlo era signo de aceptación (Lc 15.22). Cuando Dios restauró la prosperidad de Job, sus familiares le obsequiaron un anillo (Job 42.11). Por lo general, era símbolo de cierta comodidad (Stg 2.2).
El anillo se grababa con el sello particular de su dueño, de modo que se pudiese estampar ese sello en tablillas de barro húmedo, bien para tratos comerciales o para asuntos de Estado (Est 8.8). Los reyes o miembros de la corte usaban anillos como sello real distintivo. El faraón de Egipto dio a José su propio anillo real (Gn 41.42); lo mismo hizo el rey Asuero con Amán y Mardoqueo (Est 3.10). Judá entregó su anillo (sello) a Tamar (Gn 38.18).
En la vestidura de los sacerdotes el pectoral debía llevar dos anillos de oro para sujetar a este con el efod (Éx 28.28).
ANTICRISTO Adversario demoníaco o humano-demoníaco de Jesucristo, que aparecerá antes de la Segunda Venida como el último perseguidor de los cristianos. Cristo lo vencerá en su regreso a la tierra. A veces adquiere el aspecto de un seudocristo que engañará a muchos con sus pretensiones, sus milagros y sus falsas enseñanzas. El anticristo, una especie de encarnación de Satanás, figura en la literatura apocalíptica cristiana bajo varios nombres, todos con antecedentes en el judaísmo (→ Gog; Magog; Belial; Antíoco; Nerón; cf. «el hombre de iniquidad» [HA] de 2 Ts 2.3ss).
Apocalipsis sintetiza en forma misteriosa muchos de estos conceptos. Se bifurca en dos bestias (Ap 13; 16.12–16; 17; 19.19ss; cf. 11.7ss), que con Satanás forman una trinidad malvada. La primera («la bestia» por excelencia) es una encarnación de Satanás que demanda adoración; y la segunda, subordinada a la primera, es un falso profeta.
Las epístolas juaninas, sin negar que habrá un anticristo final y único, afirman que existe ya una actitud o tendencia característica de este, y hablan aun de «muchos anticristos» (1 Jn 2.18, 22; 4.3; 2 Jn 7). Para Juan, la negación de que Jesucristo haya venido en carne (y por tanto que el Padre haya actuado para nuestra salvación) constituye la revelación del anticristo.
ANTÍOCO (en griego, el firme). Nombre muy común entre los reyes seléucidas de Siria. Hubo trece reyes que llevaron este nombre. Los más importantes son los siguientes:
1. Antíoco I (280–262 a.C.). Hijo de Seleuco, uno de los generales de Alejandro. Sostuvo contra Tolomeo Filadelfo de Egipto la llamada Primera Guerra de Siria, en la que estaba en juego, entre otras cosas, la posesión de Palestina.
2. Antíoco II (262–246 a.C.). Hijo de Antíoco I. Sostuvo contra Tolomeo Filadelfo la Segunda Guerra Siria. Derrotado, hizo la paz con Tolomeo contrayendo matrimonio con la hija de este y repudiando a su esposa anterior, Laodicea. Sin embargo, el hijo de Laodicea sucedió a Antíoco II. A esto se refiere Dn 11.6.
3. Antíoco III, el Grande (233–187 a.C.). Uno de los más hábiles administradores y generales de los reyes seléucidas. Aunque la mayoría de sus campañas militares le llevaron hacia el Oriente y hasta la India, Antíoco el Grande sostuvo varias campañas contra Egipto. La primera se suspendió cuando se vio obligado a dirigirse con su ejército hacia Media a fin de sofocar una rebelión. La segunda terminó cuando Tolomeo Filópator lo derrotó en la batalla de Rafia (1 Mac 8.1–7). Durante la tercera campaña, logró conquistar la Palestina y la península de Sinaí con la ayuda de los judíos que sentían simpatía por él. A partir de entonces, los destinos de Palestina estarían más estrechamente unidos a los del reino de Siria que a los de Egipto.
4. Antíoco IV, conocido como Epífanes (176–164 a.C.). Hijo segundo de Antíoco el Grande. Su política helenizante, que pretendía unir a todos sus súbditos bajo un solo idioma, una sola ley y una sola religión, le costó la enemistad con los judíos. En todos los escritos judíos en que se habla de él se le trata con desprecio y se le tacha de inmoral. Su campaña helenizante le hizo intervenir en Jerusalén, donde los dos hermanos Jasón y Onías se disputaban el sumo sacerdocio. Puesto que Jasón se inclinaba más hacia las costumbres de los gentiles, Antíoco le prefirió por encima de Onías. El rey llegó al punto de decretar la pena de muerte para quien se negase a seguir las costumbres griegas (1 Mac 1.52).
Además, Antíoco invadió a Judá, tomó a Jerusalén, profanó el templo e hizo una gran matanza de judíos (→ Abominación). Ante esta situación, Matatías se rebeló y se retiró a los montes con gran número de seguidores. El hijo de Matatías, el famoso Judas Macabeo, derrotó repetidamente a las fuerzas de Antíoco (1 Mac 3; → Dedicación, Fiesta de). Todas estas victorias de los judíos fueron posibles porque bajo Antíoco IV el reino sirio se encontraba en franca decadencia. Antíoco murió en Babilonia en medio de una campaña militar (1 Mac 6.8–16). A él se refiere Dn 11.21–39.
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Tique, divinidad de la fortuna, relacionada con la adoración pagana de los residentes de Antioquía de Siria.
5. Antíoco V (164–162 a.C.). Hijo de Antíoco Epífanes, a quien sucedió. Tuvo éxito al pelear contra Judas Macabeo (1 Mac 6; Josefo, Antigüedades xii 9.4).
6. Antíoco VII (138–129 a.C.). Derrotó a Juan Hircano, hijo de Judas Macabeo, en 135 a.C.
Moneda acuñada por Antíoco IV Epífanes, gobernante sirio cuya profanación del templo judío inició la revuelta de los macabeos.
7. Antíoco VIII y IX (125–95 a.C.). Hermanos que se disputaron el trono de Siria y con ello prestaron ocasión a Juan Hircano para fortalecer la independencia de Judea.
ANTIOQUÍA Nombre de ciudades de Siria y Pisidia.
1. Ciudad cosmopolita de Siria, situada sobre el río Orontes a 26 km del Mediterráneo y unos 480 km al norte de Jerusalén. La fundó Seleuco Nicator en 301 a.C. (en honor a su padre Antíoco) en una situación geográfica ideal. Por hallarse entre montañas y casi rodeada de agua, gozaba de un clima muy favorable en contraste con la mayor parte de Siria. Llegó a ser una ciudad próspera y populosa (500.000 habitantes). Su vitalidad comercial se debía en parte al río y en parte a su posición en la encrucijada de importantes rutas de caravanas. Fue sometida a Roma en 64 a.C. y llegó a ser la tercera ciudad de todo el imperio; Roma era la primera y Alejandría la segunda. Casas lujosas adornaban su calle principal (6 km) y los emperadores acostumbraban contribuir a su belleza general. Antioquía se conocía, además, por su devoción sensual a Dafne y su culto orgiástico. (A veces, para distinguir entre Antioquía y las muchas otras ciudades del mismo nombre, se especificaba «Antioquía cerca de Dafne».)
Pero si Antioquía tuvo fama de ciudad pagana, ocupa también un lugar prominente en la historia del cristianismo. Habitada por numerosos judíos inmigrados (a menudo ricos y celosos en su proselitismo, cf. Hch 6.5), Antioquía recibió el impacto del mensaje evangélico poco después de la persecución de Esteban (Hch 11.19s) y fue allí donde por primera vez se predicó el evangelio a los gentiles y a los creyentes se les llamó → Cristianos (Hch 11.20–26). Aunque algunos opinan que «cristianos» era un apodo que los satíricos antioqueños inventaron, es más aceptable la teoría de que los propios miembros de la joven y entusiasta iglesia, en su afán de identificarse con Cristo, se hayan autodenominado así.
Antioquía también fue la base de las operaciones misioneras de Pablo (Hch 13.1–3; 14.26ss; 15.35s; 18.22s). La iglesia de Antioquía, formada de judíos y gentiles, fue generosa con los hermanos en Judea (Hch 11.27ss; → Agabo) pero a la vez fue objeto de controversia a los ojos de estos (cf. Gl 2.11ss; → Concilio de Jerusalén). En tiempos postapostólicos, Crisóstomo y una escuela de interpretación bíblica dieron más fama a la ciudad, la cual se denominó «la reina del Oriente». Excavaciones arqueológicas dan testimonio de la existencia en ella de más de veinte iglesias en distintas épocas.
2. Ciudad de Pisidia (en el corazón de Asia Menor, a unos 240 km al este de Filadelfia), también fundada por Seleuco Nicator. Dominaba las rutas comerciales entre Éfeso y el Oriente. Como sede del procónsul romano, gozaba de muchos privilegios y era una ciudad de mucha importancia en la época de las visitas de Pablo y Bernabé (Hch 13.14; 14.19, 21). El éxito inicial de la predicación de Pablo en la sinagoga (Hch 13.15–41) suscitó mucha oposición (13.50s), de manera que la iglesia se componía sobre todo de gentiles (14.21).
ANTIPAS «Testigo fiel» de la iglesia en → Pérgamo, que sufrió el martirio según Ap 2.13. La tradición afirma que era obispo de aquella iglesia y que durante la persecución de Domiciano lo asaron vivo en una olla de bronce.
ANTÍPATRIS Ciudad de Palestina situada a unos 60 km al sur de Cesarea, en el camino romano a Jerusalén, y a unos 13 km del Mediterráneo.
Pablo pasó por allí cuando los militares romanos lo llevaban a Cesarea (Hch 23.31). Herodes el Grande reconstruyó a Antípatris, anteriormente llamada Cafarsaba, en honor de su padre Antípatro. Ocupó el sitio de la antigua ciudad cananea, Afec (Jos 12.18).
ANTONIAFortaleza alta en la esquina noroeste del área del templo de Jerusalén, mencionada en Neh 2.8; 7.2. Hircano la reconstruyó y más tarde Herodes el Grande la fortificó y le dio el nombre actual. Era cuadrada, tenía cuatro torres y servía de palacio y castillo.
Gabata, donde Jesús compareció ante Pilato, puede haber sido el patio central de la Antonia (Jn 19.13; → Pretorio). De ella salieron los soldados romanos para rescatar a Pablo, y desde sus gradas este habló a la multitud (Hch 21.31–40; cf. 22.24; 23.10, 16). La destruyeron en 70 d.C.
ANTORCHA Manojo de maderas fuertemente atadas entre sí e impregnadas de aceite y sustancias resinosas, que encendido sirve como medio de iluminación (Gn 15.17; Jn 18.3). Se utilizaba también como elemento de guerra (Zac 12.6).
A veces la Biblia emplea la palabra «tea» como sinónimo (Jue 6.16, 20; 15.4). La antorcha simboliza la rectitud del carácter (Jn 5.35), la luz que brota de las Sagradas Escrituras (2 P 1.19) y la esperanza (Is 62.1).
ANZUELO Herramienta del pescador, utilizada desde épocas remotas (Job 41.1; Is 19.8; Hab 1.15). Los asirios, según vemos en algunas esculturas, conducían a sus prisioneros enganchados por la nariz con un anzuelo (Am 4.2). Pedro utilizó el anzuelo para pescar el pez que le dio el dinero para pagar un tributo (Mt 17.27).
AÑO Los hebreos se regían por dos años. El año sagrado empezaba en el mes de Abib o Nisán (marzo o abril). Lo instituyó Moisés durante el éxodo y lo usaban los profetas y sacerdotes (Éx 12.2; 13.4; Esd 7.9; Neh 2.1; Est 3.7). El año civil parece haber empezado en el mes de Tishri o Etanim (septiembre u octubre), y lo empleaban los comerciantes y agricultores (1 R 8.2).
Al principio, el año hebreo era solar, de doce meses, con 30 días cada uno, excepto el duodécimo mes que tenía 35 días. Pero también contaban el tiempo con el año lunar de doce meses (1 R 4.7; Jer 52.31; Dn 7.25; 12.7). Antes del cautiverio los años eran lunares, distribuidos en doce meses de 30 y 29 días alternativamente, cuya duración se indicaba por el curso de la luna. Posteriormente (Mishnah) se dispuso que en el año no hubiera menos de cuatro ni más de ocho meses de 30 días, llamados meses completos. Los egipcios y los babilonios idearon la intercalación de un mes para conciliar el año lunar con el solar (que comprende 365 días, 5 horas, 48 minutos y 48, 7 segundos que dura el movimiento de la tierra alrededor del sol). Esto fue común entre los judíos después del cautiverio.
Antiguamente, los hebreos referían sus fechas a los acontecimientos más memorables de su historia: el éxodo de Egipto (Éx 19.1; Nm 33.38; 1 R 6.1), la erección del templo de Salomón (1 R 8.1, 2; 9.10), el advenimiento de los reyes (Reyes, Crónicas y Jeremías) y la cautividad babilónica (Ez 33.21; 40.1). Año en el Nuevo Testamento indica la época de acuerdo con el lugar donde ocurren los hechos (Lc 3.1; Gl 1.18; 2.1; 3.17), marca un tiempo determinado (Mt 9.20; Lc 12.19; 13.11; Jn 2.20; Hch 7.6; Heb 3.17; Ap 20.2, 7); la fecha de nacimiento (Mc 5.42; Lc 2.42; 3.23; Jn 8.57; Hch 4.22; 1 Ti 5.9); repetición de los sucesos (Lc 2.41; 13.7) y un tiempo ilimitado (Heb 1.12).
AÑO SABÁTICO Institución íntimamente ligada con la del sábado. Se ordenaba que, al cabo de seis años de trabajo, se diera libertad a los esclavos israelitas. Además, cada siete años había que dejar la tierra en → Barbecho y abandonar los frutos en el olivar o el viñedo (Éx 23.10, 11). Deuteronomio señala que ese año debía ser también de liberación financiera. Pero no podemos precisar en qué sentido debía serlo: si los acreedores habían de abandonar totalmente su derecho a cobrar deudas, o si solo se trataba de renunciar al interés producido por estas (15.1). Es posible que esta remisión haya sido consecuencia de la ordenanza anterior: si el agricultor abandonaba aquel año los productos de la tierra, le era imposible pagar el interés por sus deudas.
Sin embargo, solo después de la adopción del código sacerdotal se celebró realmente el año sabático (Lv 26.34, 43). La tierra, en todas partes, debía poder celebrar en un año un sábado en honor al Señor (Lv 25.1–7). Durante esos doce meses no había que cultivar nada. La Ley prometía magníficas cosechas el sexto año para que pudiesen vivir al año siguiente (Lv 25.20, 21). En tiempo de Nehemías, los israelitas se comprometieron a guardar el año sabático (Neh 10.31). Este compromiso se respetó en más de una ocasión (1 Mac 6.49, 53). Los historiadores Josefo y Tácito hacen alusión a ello; el primero, para informarnos que el emperador eximió a los judíos, cierto año sabático, de pagar impuesto, y el segundo, para ofrecer un ejemplo de lo que él consideraba la pereza de los judíos. Sin embargo, no es seguro que esta ley se observara habitualmente. El Talmud atestigua su cumplimiento, porque da numerosas prescripciones para resolver las dificultades suscitadas por su aplicación. (→ Jubileo.)
AOD Benjamita, juez zurdo (Jue 3.15). Liberó a Israel de la opresión de Moab, matando a su rey → Eglón (3.16–26). Reunió más tarde a los israelitas, y estos acabaron con el ejército moabita (3.27–29). Como resultado, la tierra reposó 80 años (3.30).
APARICIÓN DE JESÚSSegunda Venida.
APEDREAMIENTO La verdadera pena de muerte entre los israelitas. Había que ejecutarla fuera de la ciudad, ante el juez y en presencia del pueblo (Lv 24.14; Nm 15.36; 1 R 21.10, 13). El testigo de cargo (tenía que haber por lo menos dos) debía arrojar la primera piedra (Dt 13.9s; 17.7; cf. Jn 8.7), la más pesada posible. Si esta no bastaba para dar muerte a la víctima, los espectadores terminaban de ejecutar la sentencia, arrojando piedras más pequeñas. En ciertos casos al apedreamiento se agregaba la práctica de quemar el cadáver (Jos 7.15, 25s), empalarlo o colgarlo (Dt 21.22) como signo de afrenta.
El apedreamiento se imponía sobre todo en casos de delitos religiosos: contra adivinos (Lv 20.27), blasfemos (Lv 24.16), idólatras (Dt 17.2–5) y violadores del sábado (Nm 15.35); pero también en otros casos (Dt 21.21; 1 R 21.13).
APELES Cristiano que Pablo saludó en Ro 16.10, añadiendo que era «aprobado en Cristo».
APIA Miembro de la iglesia en la casa de Filemón (v. 2) en Colosas, tal vez esposa de este y madre de Arquipo.
APIOForo de Apio.
APOCALIPSIS, LIBRO DE Último libro del Nuevo Testamento. Su nombre viene del griego apokalyptein, que significa «quitar el velo». Literalmente puede traducirse «revelación».
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Restos del altar para adorar al dios pagano Zeus en Pérgamo. El escritor de Apocalipsis pudo tener en cuenta este altar idólatra al referirse al «trono de Satanás» en Pérgamo (Ap 2.12–13).
Autor Y Fecha
Después de la muerte y resurrección de Jesús, el evangelio se expandió rápidamente. En todas partes surgían pequeñas comunidades. En poco tiempo la buena nueva de Jesús atravesó las fronteras de Palestina y entró en los límites del Imperio Romano: Asia Menor, Grecia, Italia. Unos treinta años después de la muerte de Jesús, en el mes de julio de 64, el emperador Nerón decretó la primera gran persecución.
Después de Nerón hubo un período de tregua para los cristianos. Pero cuando el emperador Domiciano (81–96) llegó al trono, decretó una nueva persecución.
Esta vez fue mayor y mejor organizada. Domiciano torturaba a los cristianos para que abandonaran su fe. Y es al final del siglo I, entre los años 95 y 96, en época de persecución, cuando probablemente se escribió Apocalipsis.
 
Apocalipsis:
 
Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
 
Primera parte: «Las cosas que has visto» (1.1–20)
     I.     Introducción     1.1–8
 
     II.     Revelación de Cristo     1.9–20
Segunda parte: «Las cosas que son» (2.1—3.22)
     I.     Mensaje a Éfeso     2.1–7
     II.     Mensaje a Esmirna     2.8–11
     III.     Mensaje a Pérgamo     2.12–17
     IV.     Mensaje a Tiatira     2.18–29
     V.     Mensaje a Sardis     3.1–6
     VI.     Mensaje a Filadelfia     3.7–13
     VII.     Mensaje a Laodicea     3.14–22
Tercera parte: «Las cosas que han de venir» (4.1—22.21)
     I.     Persona del juez     4.1—5.14
     A.     El trono de Dios     4.1–11
     B.     El libro sellado     5.1–14
     II.     Profecías sobre la tribulación     6.1—19.6
     A.     Siete sellos del juicio     6.1—8.5
     B.     Siete trompetas del juicio     8.6—11.19
     C.     Profecías explicativas     12.1—14.20
     D.     Siete vasos del juicio     15.1—19.6
     III.     Profecías sobre la Segunda Venida     19.7–21
     A.     Cena matrimonial del Cordero     19.7–10
     B.     Segunda Venida de Cristo     19.11–21
     IV.     Profecías sobre el milenio     20.1–15
     A.     Satanás es atado por mil años     20.1–3
     B.     Los santos reinan mil años     20.4–6
     C.     Satanás es liberado y lleva a la rebelión     20.7–9
     D.     Satanás es atormentado para siempre     20.10
     E.     El juicio del gran trono blanco     20.11–15
     V.     Profecías sobre el estado eterno     21.1—22.5
     A.     Se crean un nuevo cielo y una nueva tierra     21.1
     B.     Desciende la Nueva Jerusalén     21.2–8
     C.     Se describe a la Nueva Jerusalén     21.9—22.5
     VI.     Conclusión     22.6–21
Marco Histórico
El autor se identifica como Juan (1.1, 4, 9; 22.8) y se presenta como «siervo de Dios» (1.1), uno de los profetas (22.9) y «hermano» y «copartícipe en la tribulación» de los destinatarios (1.9). Desterrado de sus amadas iglesias en la provincia de → Asia, se halla preso en la isla de → Patmos. Desde la época de Justino Mártir (como por 140 d.C.), este Juan se ha identificado en Occidente como el apóstol y además como autor del cuarto Evangelio y las tres epístolas juaninas. Algunos, sin embargo, como ciertas iglesias orientales, objetan que el estilo de Apocalipsis es notablemente diferente al de otros escritos juaninos; los solecismos en que incurre aquí (por lo visto, intencionales) muestran poco respeto por la gramática. Además, el punto de vista en cuanto a la escatología parece muy distinto (esta es más completa en el Evangelio y las Epístolas, pero futuristas en Apocalipsis). Por tanto, Apocalipsis faltó en el canon de ciertas iglesias entre 250 y 950 d.C.
Si bien muchos exégetas modernos le niegan la posibilidad de paternidad apóstolica a Apocalipsis, las ideas denuncian un fuerte parentesco con el cuarto Evangelio y las cartas juaninas, de manera que la teoría tradicional puede ser verdadera. Con un fin eminentemente pastoral, Juan traza una teología de la historia y coloca la apremiante necesidad de una iglesia a punto de ser exterminada en dos contextos: 1) la necesidad del mundo; y 2) el propósito redentor de Dios.
Otros Puntos Importantes
Género literario del libro
El libro pertenece al género literario apocalíptico. A partir del siglo II a.C., hasta el siglo IV d.C., hubo una gran producción literaria en este género en el ambiente judío y luego en el cristiano (→ Apocalíptica, literatura).
El simbolismo en Apocalipsis
Una de las mayores dificultades para el lector actual de Apocalipsis es el lenguaje simbólico que utiliza el autor.
Juan utiliza un número impresionante de registros simbólicos: las cifras, los colores, las figuras animales, los astros y los elementos cósmicos, así como también símbolos sacados directamente del lenguaje religioso y cultual del Antiguo Testamento.
Sin embargo, el mundo simbólico de Apocalipsis no es incomprensible, ya que el mismo Juan se preocupa de revelarnos el significado de muchos de ellos.
A. Las cifras
1. Primero (uno): exclusividad, primacía, excelencia («Yo soy ... el primero y el último»: 1.11; 2.8; 22.13).
2. Tres y medio: tiempo limitado, período restringido.
Expresión simbólica de algo terreno y humano. Aparece formulado de varias maneras (11.2, 3, 9; 12.6, 14; 13.5).
3. Cuatro: universalidad (conjunto del mundo habitado): cuatro vientos, cuatro ángulos de la tierra (7.1; 20.8).
4. Seis: algo esencialmente imperfecto (666: 13.18).
5. Doce: representatividad de las tribus del pueblo elegido; continuidad entre el nuevo pueblo y el antiguo (12.1; 21.12, 14, 20, 21); doce veces mil (7.4–8); dos veces doce (4.4, 10; 5.8; 11.16; 19.4).
6. Mil: gran número, multitud (5.11; 7.4–8); los mil años (20.27): período extenso, larga duración. El mil combina con el doce y se obtiene el número 12.000, cifra de los elegidos de cada una de las tribus de Israel. Se trata de la plenitud dentro del pueblo de Dios (7.5–8).
7. Ciento cuarenta y cuatro mil: 122 = 144 X 1000 = 144.000. Esta cifra indica una muchedumbre infinita, incalculable. Es la muchedumbre de los elegidos. Por lo tanto, es absurdo tomar este número al pie de la letra para designar el número de los elegidos (7.4; 14.1).
B. Partes del cuerpo
1. Ojos: conocimiento (4.6; 5.6)
2. Mano: poder (1.16; 2.1; 5.1; 10.2).
3. Pies, piernas: estabilidad (1.15; 2.18)
4. Alas: movilidad (4.8; 14.6).
5. Cuernos: fuerza (5.6; 12.3).
C. Colores
1. Blanco: mundo divino, alegría, pureza, victoria, dignidad (1.14; 2.17; 3.4, 5, 18; 6.11; 7.9, 13; 14.14; 19.14).
2. Negro: muerte, hambre, impiedad, desgracia, miseria (6.5, 12).
3. Rojo: guerra, asesinatos, violencia, sangre (6.4; 9.17; 12.3).
4. Amarillo: muerte, descomposición (6.8).
5. Púrpura: desenfreno (17.4; 18.12; 18.16).
6. Escarlata: desenfreno (17.3–4; 18.12, 16).
D. Imágenes
1. La mujer (12.1–3): la comunidad de creyentes, el «verdadero Israel» que abraza a judíos y gentiles; está encinta, se trata del nacimiento del «Nuevo Israel» que se realizará a través de la obra del Mesías.
2. La bestia (17): el poder político del Imperio Romano que, como agente de Satanás, se levanta contra Dios y su Iglesia. Es el anticristo.
3. La prostituta (17.4–5): la pompa y el esplendor de la Roma imperial.
4. El dragón (12.3–4, 7, 9, 13, 16, 17; 13.2, 4; 16.13): imagen de Satanás, típica de Apocalipsis. Al dragón también se le llama diablo. Viene del griego diábolos: el que rechaza el orden de Dios, el que subvierte todos los valores.
5. El falso profeta (13.11–18): el que promueve el culto imperial. Persuade a los hombres a erigir una inmensa imagen del emperador como objeto de adoración (13.14ss). Utiliza básicamente cuatro métodos: a) poderosa retórica de su «voz de dragón» (13.11; b) prodigios que realiza (13.13–15); c) severas sanciones económicas contra los que no reciben la marca de la bestia (13.16–18); d) pena de muerte contra los disidentes que no lo adoran (13.15).
Interpretación
Hay varias maneras de interpretar Apocalipsis. Los exégetas preteristas entienden Apocalipsis como una descripción de acontecimientos pasados, del mal inherente al Imperio Romano del siglo I. Los historicistas ven en Apocalipsis un enorme panorama de la historia desde el siglo I hasta la Segunda Venida. Entre ellos mismos, sin embargo, no hay unanimidad respecto a la identificación de los episodios históricos. Los futuristas sostienen que desde el capítulo 4, Apocalipsis describe acontecimientos relacionados con la Segunda Venida, que tiene lugar en 19.11ss. En cambio los idealistas consideran primordial el propósito de inspirar a los cristianos perseguidos a permanecer fieles hasta el fin, y entienden el lenguaje simbólico no cronológicamente, sino como una serie de descripciones imaginativas del triunfo de Dios. Estas cuatro escuelas no se excluyen mutuamente. Es probable que una combinación de todas estas interpretaciones responda a la intención de Juan.
Bibliografía:
S. Croato, «Apocalíptica y esperanza de los oprimidos», en RIBLA No. 7, DEI, San José, 1990, pp. 9–24. Pablo Richard, Apocalipsis: Reconstrucción de la esperanza, Editorial DEI, San José, 1994. José M. González, Apocalipsis de Juan, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1987. Alfred Wikenhause y Josef Schmid, Introducción al Nuevo Testamento, Editorial Herder, Barcelona, 1978.
APOCALÍPTICA, LITERATURA Cierto tipo de literatura judía y cristiana escrita en Egipto y Palestina entre 200 a.C. y 200 d.C. Se deriva de la palabra «apocalipsis», que significa «revelación». Por lo tanto, la apocalíptica es un tipo particular de literatura que surgió entre los judíos y los cristianos para revelar ciertos misterios en cuanto al cielo y a la tierra, la humanidad y Dios, los ángeles y los demonios, la vida del mundo presente y el mundo venidero.
La literatura apocalíptica quizás surgió en la tradición de los profetas de Israel, pero varios siglos después. El último de los profetas de Israel, Malaquías, escribió allá por el 460 a.C. Dos libros de la Biblia (Daniel en el Antiguo Testamento y Apocalipsis en el Nuevo Testamento) son buenos ejemplos de este tipo de literatura.
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A veces se mencionan los escorpiones en los escritos proféticos y apocalípticos como símbolos gráficos de juicio divino (Ap 9.3, 10).
Los siguientes libros judíos y cristianos se consideran apocalípticos: Apocalipsis de Abraham, Apocalipsis de Baruc, Ascensión de Isaías, Ascensión de Moisés, 2 Baruc, Libro de Jubileos, 1 y 2 Enoc, Vida de Adán y Eva, Oráculos Sibilinos, Testamento de Abraham y Testamento de los doce patriarcas. Casi todos son → Apócrifos del Antiguo Testamento.
En 1974 aparecieron varios libros y fragmentos apocalípticos entre los rollos del mar Muerto. En el segundo y el tercer siglo después de Cristo se escribieron varios libros apocalípticos cristianos, entre ellos Apocalipsis de Pedro, Apocalipsis de Pablo y Apocalipsis de Tomás. Se incluyeron en una colección que se conoce como Apócrifa del Nuevo Testamento.
La mayoría de los libros apocalípticos son de escritores judíos que reaccionaban a la opresión extranjera de su pueblo.
Muchas veces escribían para explicar por qué el malo parecía prosperar mientras que los justos sufrían. Los escritos apocalípticos cristianos están bajo la influencia de esas primeras obras judías. El libro de → Apocalipsis en el Nuevo Testamento emplea símbolos e imágenes que aparecen en el Libro de Enoc, y en el libro conocido como 4 Esdras, escrito allá por el año 100 d.C., parece ser paralelo de Apocalipsis en varias cosas. Esta gran similaridad entre la apocalíptica judía y la cristiana explica por qué los eruditos los agrupan en una sola categoría y los estudian juntos.
Características
La literatura apocalíptica tiene ciertas característica que la distinguen de las demás obras.
Visión.
Aunque otros tipos de literatura utilizan visiones para expresar su mensaje (véase Isaías 6), la literatura apocalíptica las presenta para revelar secretos celestiales en cuanto al presente y al futuro de la humanidad. A menudo son el producto de cierto trauma o acontecimiento personal o social que creó una crisis en la experiencia del escritor (cf. Ap 1.10 con 4 Esdras 3.1). Estas visiones conducen a su vez a adicionales explicaciones de acontecimientos futuros y otras visiones y sueños.
Ética.
De estas visiones, el escritor saca conclusiones éticas. En Ap 2–3, Juan escribe siete cartas a siete iglesias del Asia Menor occidental. Cada carta se enfoca en asuntos específicos que confronta esa iglesia. Estas cartas las escribió Juan después de tener una visión en que Dios le encomendara escribirlas (Ap 1.19). Son un llamado a las iglesias a determinadas decisiones éticas o morales.
Seudónimos.
El libro de Apocalipsis en el Nuevo Testamento es el único libro de la apocalíptica que ofrece el nombre del autor. Los demás se atribuyen a personajes famosos del pasado, como Esdras, Enoc, Baruc, Jeremías, Abraham, Moisés y Adán. Tal vez se usaba el seudónimo para añadir credibilidad a la obra.
Grandes simbolismos.
Los libros de la apocalíptica son ricos en simbolismos. La imaginación del autor se ejercita. Quienes leyeron esos libros cuando se escribieron conocían el significado de los simbolismos que empleaba el autor. Los acontecimientos de la época, los malos gobernantes y las naciones paganas se simbolizan con animales y bestias, horribles señales en el cielo o caóticas corrientes de agua. Pero al pueblo fiel a Dios se le presenta como animales majestuosos, como un león o como un árbol bien cuidado. El propósito de estos simbolismos era presentar a los lectores un contraste notable entre lo bueno y lo malo.
Mensajes.
A través de los libros apocalípticos, los autores comunicaron varios mensajes importantes. Los siguientes temas aparecen en toda la apocalíptica: El fin está cerca, el fin del mundo comprende al universo entero, la historia se divide en segmentos fijos, los ángeles y los demonios participan activamente en los acontecimientos, habrá cielos nuevos y tierra nueva, el reino de Dios, el Mesías, el pueblo de Dios disfrutará la gloria.
APÓCRIFOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO, LIBROS El término «apócrifos» significa «escondidos», y con él se designaron los libros no destinados al uso general, porque se consideraba que contenían verdades demasiado profundas para la mayoría, o porque se pensaba que contenían errores o herejías. El empleo evangélico (protestante) de este término, sin embargo, solo denota que estos libros no son canónicos, significado que se remonta a Jerónimo.
Origen
De acuerdo con la tradición atestiguada por Jerónimo, existen 14 ó 15 libros apócrifos. Todos se originaron en el período intertestamentario, que va del siglo II a.C. al siglo I d.C. Todos se escribieron originalmente en hebreo o en arameo, excepto Sabiduría, Oración de Manasés y 2 Macabeos, y gozaron de gran popularidad entre la numerosa colonia judía de Alejandría. Casi todos se incluyeron en la traducción griega del Antiguo Testamento llamada → Septuaginta (LXX), que se hizo en esa ciudad. Ello implica que estos judíos, en cierta forma, los consideraron revestidos de la misma autoridad que los demás libros del Antiguo Testamento.
Canonicidad
Sin embargo, los rabinos que se reunieron en el llamado Concilio de Jamnia en 90 d.C. asumieron la tarea de fijar el → Canon de los libros sagrados hebreos. Los criterios empleados por los rabinos fueron los siguientes: (1) composición del libro en hebreo o arameo; (2) antigüedad (por creerse que la profecía cesó con Esdras); (3) ortodoxia; y (4) calidad literaria. De acuerdo con estos criterios y otros factores, respecto a los cuales solo podemos conjeturar, los libros apócrifos quedaron excluidos del canon hebreo.
Sin embargo, la decisión de Jamnia no afectó a los cristianos de los primeros siglos de nuestra era, puesto que su Biblia era el Antiguo Testamento griego (LXX). Es cierto que ningún libro apócrifo se cita directamente en el Nuevo Testamento; no obstante, los apócrifos parecen haber influido directa o indirectamente en algunos escritos neotestamentarios: cf. Mt 11.28–30 con Ecl 24.25–31; Mt 9.17 con Ecl 9.15; Lc 12.6–20 con Ecl 11.14–20; Ro 1.19–20 con Sb 13.1–9; Ro 9.21 con Sb 15.7; Heb 1.3 con Sb 7.26; Heb 11.35 con 2 Mac 6.18–9.28.
Muchos padres de la iglesia antigua citaron estos libros sin reconocerlos como parte de la Biblia cristiana. Cirilo de Jerusalén (m. 381) y Jerónimo (m. 420) fueron más explícitos en distinguir los apócrifos de los libros canónicos del Antiguo Testamento. En su prólogo a los libros de Salomón, Jerónimo apunta que los apócrifos del Antiguo Testamento podían leerse para la edificación, pero «no para confirmar la autoridad de los dogmas de la iglesia». Los incluyó en el Antiguo Testamento de su versión latina de la Biblia (la Vulgata), pero señaló en los prólogos los libros que no se hallaban en el canon hebreo.
Evaluación Protestante
En el siglo XVI, Lutero y otros reformadores emplearon el Antiguo Testamento hebreo, que no contenía los apócrifos. Conocían los puntos de vista de Jerónimo y se alejaron de ciertas doctrinas que la iglesia de Roma basó en los apócrifos. En su versión alemana del Antiguo Testamento (1534), Lutero juntó los apócrifos, dispersos a través de la Vulgata, en una sola sección. Los colocó después del Antiguo Testamento y los encabezó con las siguientes palabras: «Apócrifos. Libros que no son tenidos por iguales a la Sagrada Escritura, pero cuya lectura es útil y buena». Otras traducciones protestantes de la Biblia a las lenguas vernáculas siguieron el ejemplo de Lutero, incluyendo la Biblia del Oso, de Casiodoro de Reina (1569).
Frente a esta actitud, la iglesia de Roma decretó, en el Concilio de Trento (1546), que quienes no reconocieran como sagrados y canónicos todos los libros contenidos en la Vulgata estaban «anatematizados». Libros como 1 y 2 Esdras y la Oración de Manasés, no incluidos en la lista de doce escritos declarados como canónicos en Trento, se publicaron más tarde en letra pequeña, a modo de apéndice, en la edición clementina de la Vulgata (1592). Debe observarse que los católicos romanos se refieren a los apócrifos como libros «deuterocanónicos», sin que ello implique menoscabo de su inspiración y autoridad.
En el artículo sexto de los «Treinta y nueve artículos de la religión», la iglesia anglicana recomienda la lectura de los apócrifos «por motivo del ejemplo de vida y la instrucción en las costumbres, pero no los emplea para establecer doctrina alguna». La Confesión de Westminster (1647), que ha sido autoritativa para las iglesias presbiterianas (calvinistas) de habla inglesa, rechaza categóricamente los apócrifos y los despoja de cualquier viso de autoridad. En 1827, la Sociedad Bíblica Británica, seguida por la Sociedad Bíblica Norteamericana, decidió excluir los apócrifos en los ejemplares de la Biblia publicados por ella.
Ningún evangélico, por cierto, equipara los apócrifos con los libros canónicos. Sin embargo, los apócrifos constituyen un eslabón entre los dos testamentos, sin el cual se dificulta notablemente la comprensión del Nuevo Testamento, y puesto que formaban parte de la Biblia cristiana más antigua, los apócrifos deben estudiarse.
El orden de los libros apócrifos
Los libros individuales apócrifos del Antiguo Testamento se organizan en orden alfabético en la subsiguiente artículo. Pero aquí está el orden en el cual generalment se organizan estos 15 libros en las Biblias que contienen los apócrifos.
1.     Primer libro de Esdras
2.     Segundo libro de Esdras
3.     Tobís
4.     Judit
5.     Adiciones a Ester
6.     El libro de la Sabidurí
7.     Eclesiástico o Sabiduría de Jesús, el hijo de Sirac
8.     Baruc
9.     La carta de Jeremís
10.     La oración de Azarís y el cántico de los tres jóvenes.
11.     Susana
12.     Bel y el dragón
13.     La oración de Manasés
14.     Primer libro de los macabeos
15.     Segundo libro de los macabeos
Descripción
A continuación damos un resumen del carácter, el contenido y la fecha de composición de los apócrifos (de los cuales los números 1, 2 Esdras y La oración de Manasés no se imprimen en las Biblias catolicorromanas).
Primer libro de Esdras
(3 Esdras en la Vulgata)
Es una traducción y compilación de 2 Cr 35.1–36.21, aumentada por la adición de un pasaje largo (3.1–5.3). Relata cómo Zorobabel obtuvo de Darío la autoridad y los fondos para reanudar la reconstrucción de los muros de Jerusalén y del templo. Se supone que fue escrito después del 150 a.C.
Segundo libro de Esdras
(4 Esdras en la Vulgata)
Es un libro apocalíptico que contiene en los caps. 3–14 siete visiones al parecer otorgadas a Esdras en Babilonia durante el siglo VI a.C. El autor está obsesionado por la razón del mal y del sufrimiento humano y procura justificar ante los hombres los caminos de Dios. El autor de estos caps. fue un judío desconocido que quizás escribió en arameo hacia fines del siglo I d.C. Los caps. 1, 2 y 15, 16 son adiciones posteriores de dos autores cristianos.
Tobías
Es un relato popular y edificante. El ángel Rafael soluciona los problemas de Tobit y de Sara, dos judíos piadosos, por mediación de Tobías, hijo de Tobit. El libro destaca los deberes con los muertos y el consejo de dar limosna. Apareció en el siglo II a.C.
Judit
Relata cómo una bella viuda judía, Judit, le cortó la cabeza a Holofernes, comandante asirio que sitiaba la ciudad de Betulia, y así salvó a los israelitas. La historia está repleta de errores y dislates históricos y geográficos que tal vez introdujo adrede el autor para centrar la atención en el drama religioso que constituye el fondo del relato. Es probable que el libro se escribiera en hebreo, alrededor del 100 a.C.
Adiciones a Ester
En el siglo I o II a.C. un tal Lisímaco (11.1) tradujo el texto hebreo de Ester al griego. En seis lugares distintos de la narración griega, él, u otro autor, introdujo pasajes que no se hallan en el texto hebreo y que suman 107 versículos. Todas estas adiciones, menos una, mencionan el nombre de Dios (recuérdese que el texto masorético no se refiere ni una sola vez a Dios). En la Vulgata estas adiciones se agregan al final del texto canónico, pero en la Biblia de Jerusalén están intercaladas en letra cursiva en los lugares correspondientes al texto canónico.
El libro de la Sabiduría
Aunque insinúa que su autor fue Salomón, en realidad lo escribió en griego un judío helenizado, quizás de Alejandría, entre 100 y 50 a.C. El autor parece tomar en cuenta diferentes clases de lectores: judíos tibios y apóstatas (caps. 1–5) y judíos fieles pero desanimados por las persecuciones (caps. 10–12 y 16–19). A posibles lectores gentiles les ofrece una apología a favor de la verdad del judaísmo y señala la insensatez de la idolatría (caps. 6–9 y 13–15). Recalca la creencia en la inmortalidad del alma (rasgo típicamente helenista) y ensalza el papel de la sabiduría, que se identifica con Dios en el gobierno del mundo (7.22–8.1).
Foto de Ben Chapman
Grupo de tumbas en Bene Hezir (centro) cerca de Jerusalén, sepulcro de una familia sacerdotal del período macabeo.
Eclesiástico
Se escribió en hebreo en 190 ó 180 a.C. por un judío de Palestina llamado Jesús (en hebreo, Josué), hijo de Sirac (50.29). Unos cincuenta años después el nieto del autor llevó un ejemplar a Egipto, donde lo tradujo al griego (véase el Prólogo). Este libro recalca que la sabiduría es la ley que Moisés proclamó (24.33, 34). Una recopilación muy variada de máximas la encontramos en 1.1–42.4. Aquí se ensalzan sobre todo la prudencia y la autodisciplina. Es muy conocido el «elogio de los hombres ilustres» (44.1–50.21), que empieza con Enoc y termina con el sacerdote Simón II (220–195 a.C.).
Baruc
Se atribuye al escribano de Jeremías. El libro contiene una oración de confesión y de esperanza (1.15–3.8), un poema que alaba la sabiduría (3.9–4.4) y una pieza profética (4.5–5.9) donde el autor anima a los cautivos con la esperanza de su regreso del cautiverio. Es posible que en realidad el libro haya tenido dos o más autores; el más reciente de ellos tal vez vivió poco antes o después de la era cristiana.
La carta de Jeremías
Aparece en la Vulgata y demás traducciones catolicorromanas como el cap. 6 de Baruc. Pero la LXX conserva aparte esta carta. Se trata de una diatriba que ridiculiza la idolatría crasa de Babilonia. Se desconocen la identidad y la fecha del autor.
La oración de Azarías y el cántico
de los tres jóvenes
Es una adición hallada en la versión griega y latina de Daniel, colocada entre 3.23 y 3.24 del texto canónico (donde se halla también en las traducciones catolicorromanas). Posiblemente se escribió en hebreo entre los siglos II y I a.C. El cántico de los tres jóvenes sigue usándose en varias liturgias modernas (p. ej., en la anglicana y en la luterana) con el título de Benedicite.
Susana
Es una historia de tipo «detectivesco» en que Daniel pone al descubierto las falsas acusaciones que dos ancianos lascivos lanzaron contra Susana, mujer judía muy virtuosa y bella. En la Vulgata se agrega al último capítulo de Daniel (en las demás traducciones catolicorromanas figura como el cap. 13 de Daniel). El autor es desconocido y el relato se compuso durante los dos siglos anteriores a la era cristiana.
Bel y el Dragón
Es otra historia de tipo «detectivesco» dirigida contra la idolatría. Daniel descubre los ardides de los sacerdotes del ídolo Bel y después mata a la serpiente adorada por los babilonios. Por segunda vez lo echan al foso de los leones y lo salvan. El autor, la fecha y el lugar de composición se desconocen. La Vulgata también anexa esta adición al libro canónico de Daniel y en las otras traducciones catolicorromanas figura como el cap. 14 de Daniel.
Ruinas de Antioquía de Siria, capital de la dinastía que gobernó a Palestina durante la era de los macabeos y la escritura de gran parte de los apócrifos veterotestamentarios.
La oración de Manasés
Es una plegaria en que Manasés confiesa con humildad sus muchas transgresiones y pide perdón a Dios. Probablemente se compuso para insertarse en 2 Cr 33.12, 13, 18. Se escribió en griego, tal vez ya comenzada la era cristiana. Aunque no forma parte del censo de los libros canónicos adoptados en Trento, se incluye casi siempre en un apéndice de la Vulgata. Que se sepa, no existe traducción castellana.
Primer libro de los macabeos.
Es de alto valor histórico. Destaca la resistencia a los esfuerzos de Antíoco Epífanes IV de Siria por erradicar la religión judía y por helenizar a los judíos, y relata las hazañas de los hermanos Judas Macabeo, Jonatán y Simón, durante las invasiones de los sirios y las peripecias históricas ocurridas entre 175 y 134 a.C. El autor fue un judío de Palestina que escribió en hebreo alrededor de 100 a.C., pero el texto hebreo se ha perdido.
Segundo libro de los macabeos.
Es un resumen de una obra de 5 tomos escrita por Jasón de Cirene (2.19–32). El libro trata de la historia de los judíos entre 175 y 160 a.C. El estilo es exhortatorio y el fin es agradar y edificar (2.25; 15.39). El autor escribió para los judíos de Alejandría, con el fin de despertar en ellos un interés por el templo de Jerusalén. El libro da por sentado la fe en la resurrección de los justos y recomienda la oración y el sacrificio de expiación por los difuntos (12.41–46). Tiene mucho menos valor histórico que 1 Macabeos. Se escribió en griego entre 124 a.C. y 70 d.C.
Bibliografía:
A. Robert y A. Feuillet, IB Tomo I, pp. 666–710. Alfonso Lloreda, «Sobre los libros apócrifos», primera, segunda y tercera partes, La Biblia en América Latina, No. 93–95, México, D.F., 1970.
APÓCRIFOS DEL NUEVO TESTAMENTO, LIBROS Obras que, aunque pretenden dar información acerca de Cristo y los apóstoles, o incluso estar escritas por estos, se excluyen del → Canon del Nuevo Testamento. Se consideran distintas de la literatura patrística (también extracanónica), de la cual algunos escritos gozaron de gran popularidad en ciertas iglesias durante los primeros dos siglos; p. ej., el Pastor de Hermas, la Didajé y Las epístolas de «Bernabé», Clemente de Roma, Ignacio y Policarpo. Más bien, los libros apócrifos nacieron principalmente de la curiosidad y piedad populares, y su orientación teológica delata su procedencia gnóstica (→ Gnosticismo). En su mayoría, se escribieron en griego. Solo de algunos se conserva el texto completo; para otros dependemos de citas en escritos posteriores.
Evangelios Apócrifos
Preocupados por las lagunas en las narraciones canónicas, algunos autores de los siglos II a IV, a veces evidentemente heréticos, las rellenaron con episodios pintorescos. Estos escritos casi nunca merecen el nombre de → Evangelios, porque su género literario es muy diferente. El Evangelio de los hebreos procede de Siria, de judeocristianos que conocían nuestro Mateo canónico. Más heterodoxo todavía es el Evangelio de los egipcios, que incluye un diálogo entre Cristo y Salomé sobre el repudio de toda relación sexual.
Entre los papiros se han hallado varios fragmentos, como el Evangelio de Tomás (véase abajo) y el Evangelio desconocido (Papiro Egerton 2), que data del año 100. Se han descubierto documentos que subrayan la pasión (Evangelio de Pedro y el de Nicodemo) y exageran lo milagroso. Otros describen la infancia de Jesús (Protoevangelio de Santiago, Evangelio [árabe] de la infancia del Salvador, etc.) y multiplican puerilmente los prodigios hechos por Jesús. Además, hay evangelios menos importantes que se llaman de los doce apóstoles, de Matías, de Judas, de Bartolomé, etc.
En Jenoboskion (Egipto) se descubrió en 1945 una biblioteca de literatura gnóstica (Nag Hammadi) escrita en copto, la cual brindó tres documentos de gran valor: el Evangelio de la verdad, escrito en Roma ca. 140 d.C., que medita enigmáticamente sobre la redención; el Evangelio de Tomás, procedente de Siria, que da 114 dichos de Jesús gnostizados; y el Evangelio de Felipe, en el que se rechaza enfáticamente todo lo sexual. El cotejo de estos libros con los canónicos es un estudio útil que llevará muchos años todavía.
Hechos Apócrifos
Para satisfacer la curiosidad popular respecto a la suerte de los apóstoles (sus milagros, viajes y martirio) algunos cristianos de siglos posteriores rellenaron las lagunas del libro de Hechos. El resultado incluye ciertos datos de innegable valor, pero los hay también netamente fantásticos, de tendencia apologética y herética. Dignos de mención son: Hechos de Pedro, de Pablo, de Andrés, de Juan, de Tomás, etc., Predicación de Pedro y Romance (Pseudo-Clementino).
Epístolas Apócrifas
Aun durante la vida de Pablo hubo falsificadores de su firma (cf. 2 Ts 3.17), pero en los siglos II y III esta literatura seudoepigráfica llegó a su apogeo, sobre todo en Siria y Egipto. A veces sus autores procuran acreditar aparentes privilegios de determinadas iglesias; otras veces pretenden suplir epístolas apostólicas, ahora perdidas. Títulos de interés son: Correspondencia entre Cristo y Agbar rey de Edesa, Epístola de los apóstoles, Tercera de corintios, Epístola a los laodiceos y Correspondencia entre Pablo y Séneca.
Apocalipsis Apócrifos
Todo el aparato apocalíptico (→ Apocalipsis) de visiones, arrebatos y apariciones angélicas está presente en estas obras. En ciertos sectores el Apocalipsis de Pedro gozó de reputación canónica en el siglo II; en menos valor se tuvieron los Apocalipsis de Pablo, de Juan (no canónico), de Tomás y Esteban y de María.
El análisis de estos libros es una tarea delicada; el cristiano que busca en ellos datos genuinos de la → Tradición, tropieza con mucho material ficticio y espurio.
Bibliografía:
A. de Santos O., Los Evangelios apócrifos, B.A.C., Madrid, 1956. Johannes Baptist Baver, Los apócrifos neotestamentarios, Ediciones Fax, Madrid, 1968.
APOLIÓNAbadón.
APOLONIA Ciudad de Macedonia situada a 44 km al oeste de → Anfípolis en la Vía Ignatia, camino romano a Tesalónica. Recibió su nombre en honor de Apolo, dios grecorromano del sol. Pablo pasó por Apolonia en su segundo viaje misionero (Hch 17.1).
APOLOS Judío alejandrino que abrazó el cristianismo. Llegó a Éfeso después de la corta visita que Pablo hizo a esta ciudad en su segundo viaje misionero (Hch 18.24–28). Era «varón elocuente, poderoso en las Escrituras ... de espíritu fervoroso», pero su experiencia en el cristianismo era parcial, ya que «solamente conocía el bautismo de Juan».
Los hermanos Priscila y Aquila, quienes habían acompañado a Pablo desde Corinto (Hch 18.18), instruyeron a Apolos y posiblemente lo bautizaron. Los hermanos efesios lo animaron a visitar a Corinto, donde sobresalió como elocuente apologista en las controversias con los judíos (Hch 18.27s), granjeándose así involuntariamente un partido propio. Tanto Pablo como Apolos deploraban estas divisiones en la congregación (1 Co 3.4–8).
A juzgar por 1 Co 16.12, Apolos buscó a Pablo en Éfeso (cf. Tit 3.13), estaba con él cuando este escribió 1 Corintios y se negó a regresar a Corinto.
Lutero y otros han sugerido que Apolos fue el autor de la Epístola a los → Hebreos.
APOSENTO ALTO Pieza construida en el piso alto de una casa y destinada al descanso (Jue 3.20–24), a la oración (Mc 6.6) y al hospedaje de personas distinguidas (2 R 4.10, 11).
En un aposento alto se instituyó la Santa Cena (Mc 14.14s), se reunió la primera iglesia cristiana (Hch 1.13), se realizaron, según una interpretación de Hch 2.1s, los hechos del día de Pentecostés y Pablo predicó el evangelio (Hch 20.8).
APOSTASÍA Transcripción exacta de la palabra griega apostasía (defección, revuelta), que en el griego clásico era un término técnico de la política; p. ej., la rebelión contra el poder gubernamental, sea el rey o la patria. Este significado secular se conserva en la LXX (Gn 14.4; 2 Cr 13.6; Ez 17.15; Neh 2.19; 6.6), traducción de la raíz hebrea mrd, «rebelarse».
El sentido religioso de apostasía es de origen bíblico. Señala en sentido amplio rebelión contra Dios. Es decir, no obedecerlo ya sea por seguir falsos dioses (la idolatría) o desviación moral de la Ley. En la LXX ya aparece con este significado (Dt 32.15; Jos 22.18–23; Jer 2.19; 3.14; Dn 9.9). Ejemplos de la apostasía en el Antiguo Testamento son los reyes Acaz (2 Cr 29.19), Manasés (2 Cr 33.19) y el pueblo de Israel (Is 1.2–4; Jer 2.1–9). En el judaísmo tardío la adopción de prácticas religiosas paganas de los judíos se consideraba la apostasía «del pacto santo» (1 Mac 1.15), «de la religión de sus antepasados» (1 Mac 2.15, 19) y de «las leyes» (2 Mac 5.8).
En el Nuevo Testamento el término griego apostasía solo aparece en dos pasajes (Hch 21.21 y 2 Ts 2.3). Sin embargo, la realidad que describe se encuentra con frecuencia. En Hch 21.21 acusan a Pablo de enseñar «a los judíos [de la dispersión] ... a apostatar de Moisés». Es decir, a abandonar la Ley, la circuncisión y las costumbres tradicionales judías. En 2 Ts 2.3 se usa de nuevo en un contexto escatológico. Antes de la venida del día del Señor habrá una rebelión contra Dios, el abandono o la apostasía de la fe. La apostasía en el contexto escatológico se describe con otra terminología en 1 Ti 4.1 y Mt 24.1–12.
La apostasía era uno de los problemas más graves que la iglesia primitiva tenía que enfrentar. Se describía como volver atrás y no seguir a Jesús (Jn 6.66), abandonar la fe (1 Ti 4.1), ser arrastrado por el error (2 P 3.17) y apartarse del Dios vivo (Heb 3.12). Las causas de la apostasía pueden incluir la enseñanza de falsos maestros (Mt 24.11; Gl 1.6, 7; 2 Ti 2.17, 18; 2 P 2.1, 2; Jud 3, 4), la adopción de una vida de pecado que los herejes promueven (2 P 2.18–20), la persecución (Mt 24.9, 10; Lc 8.13) y la tentación satánica (1 P 5.8). Las consecuencias graves de la apostasía se describen en Heb 6.4–8 y 10.26–29. Frente al peligro de la apostasía los autores apostólicos presentaban un antídoto: la exhortación de perseverar hasta el fin (Mt 24.13; Lc 8.15), estar firmes y retener la doctrina apostólica (2 Ts 2.15), retener la confianza en Dios (Heb 3.14), y resistir al diablo (1 P 5.9) en la confianza de que Dios fortalece a su pueblo frente a las adversidades que pueden llevarlo a la apostasía (1 P 5.10; 2 Ts 2.16, 17). Los miembros de la comunidad de fe se exhortan los unos a los otros a permanecer en la fe (Hch 14.22; Heb 13).
Mientras algunos teólogos opinan que el verdadero creyente no puede abandonar la fe con base en los textos que hablan de la seguridad del creyente (Jn 10.27–30; Flp 1.6; Heb 7.25; 2 Ti 1.12), otros observan que varios textos neotestamentarios describen la apostasía y la perdición de quienes recibieron la salvación (2 Ti 4.10; Heb 6.4–6; 10.26, 27; 1 P 5.8; 2 P 2.1; 2.18–22).
Bibliografía:
Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, Nueva Creación, Buenos Aires y Grand Rapids, 1988, 3.3.2 1ss. DTNT, 1.202–207. Judith M. Gundr y Volf, Paul & Perse verance, John Knox Press, Westminster, Louisville, 1990. I. Howard Marshall, Kept by the Power of God, Bethany, Minneapolis, 1975. Robert Shank, La vida en el Hijo, Beacon Hill, Kansas City, 1961, pp. 29ss.
APÓSTOL Transcripción de la voz griega apóstolos, derivada del verbo griego apostello (enviar o despachar). Este verbo se distingue del verbo pempo (otro verbo que significa «enviar») en que involucra la idea de ser enviado con un propósito especial o con autorización oficial. El sustantivo se emplea en el Nuevo Testamento de tres distintas maneras:
1. Designa un «enviado», «delegado» o «mensajero». En Jn 13.16 la palabra no se transcribe sino se traduce «enviado». En este sentido Cristo es un apóstol de Dios (Heb 3.1; cf. Lc 11.49). Epafrodito es un apóstol de los filipenses (Flp 2.25, donde apóstolos se traduce «mensajero», igual que en 2 Co 8.23).
2. Designa a un miembro del grupo de los doce que Jesucristo seleccionó para ser de manera especial sus compañeros constantes y los pregoneros iniciales del mensaje del reino de Dios (Mt 10.1–8; Mc 3.14s; 6.13–19, 30; Lc 6.12–16; Hch 1.26; Ap 21.14).
Parece que prevalecía en la mente del colegio apostólico la idea de que el número de doce debía guardarse intacto. Prueba de esto es el hecho de que, después de la muerte de Judas Iscariote, nombraron a otro que ocupara su lugar (Hch 1.15–26). En esta ocasión Pedro especificó los requisitos que había que cumplir para ser apóstol: haber sido (1) compañero de Jesús durante su ministerio terrenal y (2) testigo de su resurrección (Hch 1.21, 22).
Pablo cumplía el segundo requisito, pero no el primero. Sin embargo, dijo ser apóstol (1 Co 9.1s; 2 Co 12.12; Gl 1.1; 1 Ti 2.7; 2 Ti 1.11).
Los estériles y ardientes desiertos del Arabá al sur de Israel.
Es interesante notar que la palabra apóstolos aparece 79 veces en el Nuevo Testamento y que de ellas 68 se hallan en los escritos de Pablo y Lucas, mientras que en los de Juan no se encuentra ni una. Sin embargo, es en el Evangelio de Juan donde se especifica más claramente el papel particular de los apóstoles después de la muerte de Cristo (17.18; 20.21). Según Juan, el Espíritu Santo les recordará las palabras de Jesús, les «enseñará todas las cosas», les «guiará a toda la verdad», y les «hará saber las cosas que habrán de venir» (14.26; 16.13).
Por tanto, las enseñanzas de los apóstoles son la norma para la doctrina y la vida de la iglesia (Hch 2.42, → Tradición). Pablo da el primer lugar a los apóstoles entre los líderes instituidos en la iglesia (Ef 4.11) y dice que ella está edificada «sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas» (Ef 2.20; cf. Gl 2.9). Jesús anunció que los apóstoles serán jueces en el juicio mesiánico (Mt 19.28) y Apocalipsis declara que sus nombres estarán grabados en los cimientos del muro de la nueva Jerusalén (21.14).
3. Designa en sentido general a maestros y misioneros destacados. Por ejemplo, → Jacobo el hermano del Señor (Gl 1.19), → Bernabé (Hch 14.14), → Timoteo y Silvano (1 Ts 1.1; 2.6), → Andrónico y Junias (Ro 16.7). En 1 Co 15.5, 7 Pablo evidentemente distingue entre «los doce» (categoría 2, arriba) y «todos los apóstoles» (categoría 3).
Juan y Pablo nos advierten que hay quienes pretenden ser apóstoles, pero realmente están «disfrazados» (Ap 2.2; 2 Co 11.5, 13).
AQUILA Y PRISCILA Aquila, natural del Ponto, fabricante de tiendas (Hch 18.3), y Priscila su esposa, eran colaboradores con Pablo en Corinto y Éfeso. A veces el nombre de Priscila precede al de su marido, lo cual hace sospechar que ella ocupó un lugar más prominente que el de su esposo en la dirección de la iglesia. «Priscila» es el diminutivo de «Prisca» (1 Co 16.19, BJ; 2 Ti 4.19).
La primera mención de Aquila y Priscila se hace cuando Pablo llega a Corinto en su primer viaje misionero y se aloja en la casa de ellos (Hch 18.1–3). Tal vez fue en esta época cuando arriesgaron la vida por él (Ro 16.4), por lo que merecieron el agradecimiento de las iglesias gentiles. Junto a otros judíos, los expulsaron de Roma bajo edicto del emperador Claudio en 49 d.C. No se sabe si eran cristianos antes de la visita de Pablo, pero pronto llegaron a ser líderes en la nueva iglesia de Corinto.
Aquila y Priscila acompañaron a Pablo cuando salió de Corinto para Éfeso (Hch 18.18). La iglesia de Éfeso se reunía en la casa de ellos (1 Co 16.19) y quizás se encargaron de la misma durante la ausencia de Pablo. Cuando → Apolos llegó a Éfeso, lo instruyeron más en las cosas del Señor (Hch 18.24–26), tal vez lo bautizaron y le ayudaron en su viaje a Corinto dándole una carta de recomendación (Hch 18.27).
Aparecen después en Roma (Ro 16.3) y luego 2 Ti 4.19 indica que de nuevo se encuentran en Éfeso.
AQUIS Rey filisteo de la ciudad de Gat, que brindó asilo a David cuando este huía de la persecución de Saúl. Por temor a Aquis y a los siervos de este, David se fingió loco y escapó para ir a refugiarse a la cueva de Adulam (1 S 21.10–22.1).
Más adelante, Aquis volvió a permitir a David asilarse en Gat y le dio la ciudad de Siclag (1 S 27.5, 6). En el título del Sal 34, Abimelec es otro nombre para Aquis.
AR Una de las ciudades principales de → Moab (Is 15.1). Se hallaba en el límite septentrional de Moab, al sur del río → Arnón (Nm 21.15, 28). Se prohibió a los israelitas tomar esta ciudad porque Jehová la dio por heredad a Moab, uno de «los hijos de Lot» (Dt 2.9, 18, 29).
ARABÁ (tierra seca o estepa desértica). Nombre de la depresión que se extiende desde el mar de Galilea hasta el golfo de Aqaba en el sur. Designaba diferentes partes de la depresión, tales como el valle del → Jordán (Dt 4.49; Jos 11.16; 2 S 4.7), el → Mar Muerto (Dt 4.49; Jos 3.16; 12.3) o la parte sur del mar Muerto (Dt 2.8).
Hoy en día se denomina Arabá a la parte entre el mar Muerto y el golfo de Aqaba, región importante por su control de rutas comerciales de las caravanas. La misma palabra en plural (`arbot) indica estepas desérticas dentro del Arabá, como «los llanos de Jericó» (Jos 5.10) o «los campos de Moab» (Nm 22.1; 26.3). Las palabras «Arabia» y «árabe» se derivan de esta misma raíz.
Habitantes del desierto con sus rebaños cerca de un oasis en el Arabá.
ARABIA, ÁRABES Es la península más grande del mundo, tiene forma de rectángulo, su extensión abarca casi 3.000.000 km2 y está situada al sudeste de Palestina. Limita al oeste con el mar Rojo, al sur con el golfo de Edén, el océano Índico y el mar de Omán, y al este con el golfo Pérsico. No tiene frontera definida en el norte porque se une con el desierto de Siria.
Dos inmensas depresiones cubiertas de dunas de macizo volcánico atraviesan Arabia y en ellas se cultivan trigo y dátiles gracias a la poca lluvia. La región del sur es montañosa y alcanza hasta 3.000 m de altura en algunas partes. Las costas son angostas llanuras desérticas.
Arabia se considera la cuna de los pueblos semitas. Desde el cuarto milenio a.C. los semitas de Arabia (sobre todo del norte de Arabia) han mantenido relación con las civilizaciones sedentarias que pueblan desde Mesopotamia hasta Palestina y Transjordania. Por lo general, los árabes se infiltraron poco a poco en estas civilizaciones, pero a veces hubo grandes migraciones. Las más importantes fueron: (1) ca. 3500 a.C., cuando algunos semitas formaron la cultura acádica en Mesopotamia y posiblemente algunos se amalgamaron con los habitantes del valle del Nilo; (2) ca. 2500 a.C., cuando los amorreos entraron en Mesopotamia y los cananeos y fenicios emigraron a Siria y Palestina; (3) entre 1500 y 1200 a.C., cuando los hebreos entraron en Palestina y los amorreos en Siria; (4) ca. 400 a.C., cuando los nabateos dominaron a Edom, al sur de Siria y Palestina; y (5) en el siglo VII d.C., cuando ocurrieron las migraciones del islam.
Arabia casi siempre se presenta en la Biblia como lugar solitario y apto para recibir allí la revelación de Dios. Por eso la parte más famosa es la pequeña península de Sinaí/ Horeb al noroeste de la península principal. En este lugar sagrado para los hebreos, Dios se reveló a Moisés y le dio las tablas de la → Ley. Años más tarde Elías oyó aquí la voz de Dios (1 R 19.8ss).
Los árabes siempre se han identificado con la vida nómada, las caravanas de camellos y el comercio (cf. Gn 37.25; 1 R 10.10). Sin embargo, en varias épocas levantaron renombrados reinos y civilizaciones. Dos ejemplos son el poderoso reino de Sabá en el sur de Arabia (ca. 1000 a.C.), del cual los arqueólogos han encontrado grandes construcciones, y el reino de los nabateos en el norte de Arabia (400 a.C.—100 d.C.) con su capital en → Petra. En los siglos IX a VII a.C. los árabes se mencionan a menudo en escritos asirios. Tanto los asirios como los caldeos dominaron a las tribus que habitaban la parte norte de Arabia.
En Gn 10 algunos de los hijos de Cus (v. 7) y de Joctán (vv. 26–29) pueden identificarse con tribus del sur de Arabia. Los hijos de Aram (Gn 10.23) son árabes. Más tarde, los descendientes de Abraham por Cetura: Medán, Madián, Súa y Dedán (Gn 25.1–4), habitaron el norte de Arabia. Muchos descendientes de Ismael (Gn 25.13–16) se relacionaron con el noroeste de Arabia. Asimismo algunos hijos de Esaú (Gn 36) se identifican como árabes. En la historia de José, los ismaelitas y madianitas son mercaderes (Gn 37.27, 28). Moisés pasó largo tiempo en Arabia, en tierra de → Madián.
Los israelitas se relacionaron con varias tribus árabes, especialmente beduinos nómadas del norte de Arabia: los amalecitas (Éx 17.8–16; 1 S 15; 30) los madianitas y los hijos del Oriente (Jue 7.12) y algunas bandas armadas (2 Cr 21.16; 22.1). Estas tribus fueron enemigas, pero las hubo también amigables. El encargado de los camellos de David era ismaelita (1 Cr 27.30). Salomón se enriqueció por comerciar con los árabes (1 R 10.15) y recibió la visita de la reina de Sabá (1 R 10.1ss). El rey Josafat recibió tributo de los árabes (2 Cr 17.11). Los profetas mencionan con frecuencia a los árabes (Is 13.20; 21.13; 60.6; Jer 6.20; Ez 27.20–22). En el tiempo de Nehemías un árabe, Gesem, intentó impedir la reconstrucción de los muros de Jerusalén (Neh 2.19; 4.7; 6.1–6).
En el día de Pentecostés algunos árabes oyeron el evangelio (Hch 2.11). Aretas el gobernador de Damasco, quien trató de prender a Pablo, era árabe (Hch 9.23–25; 2 Co 11.32s). Cuando Pablo se retiró a Arabia, tal vez se fue al territorio de los nabateos al este o sudeste de Palestina.
ARADO Instrumento usado desde los tiempos más antiguos para labrar y preparar la tierra para la siembra. Seguramente Caín araba la tierra (Gn 4.2). Los primeros arados se hacían de madera y no de metal. Más tarde la reja se guarnecía con una punta de hierro (Is 2.4; Jl 3.10, VM). En el tiempo de David había abundancia de hierro para fabricar rejas para los arados.
La mancera se formaba de una sola pieza y esto permitía manejar el arado con una sola mano. Con la otra mano se dirigía a los bueyes o animales con una garrocha, que también servía para limpiar la reja cuando el suelo quedaba pegado a ella (Jue 3.31; 1 S 13.21, VM). Era importante que el arado no fuera pesado, ya que era necesario levantarlo y pasarlo por encima de las piedras en ciertos campos.
ARAM, ARAMEOS Aram fue quinto hijo de Sem, uno de los hijos de Noé (Gn 10.22s), y el territorio habitado por sus descendientes. De ellos derivaron los distintos pueblos semíticos y, por tanto, el nombre «arameo» designa tanto un pueblo, como un idioma. Se menciona a otro Aram, nieto de Nacor, el hermano de Abraham (Gn 22.21), lo cual pareciera indicar una relación estrecha entre los arameos y los patriarcas hebreos. Con el término «arameo» la Biblia suele designar un pueblo semítico que vivía esparcido por las regiones de Mesopotamia y Siria en distintas tribus y localidades.
El territorio de los arameos nunca estuvo bien definido. Comúnmente, Aram se refería a la tierra que estaba al nordeste de Palestina hasta donde nacen los ríos Tigris y Éufrates. En tiempos de Abraham y sus hijos, Aram significaba Mesopotamia, pero durante el período de la monarquía hebrea designaba a Damasco y la región de → Siria. Por lo general, la LXX traduce el hebreo Aram por Syria.
Abraham reconocía su parentesco con los arameos, pues buscó entre ellos una esposa para Isaac (Gn 24). Después, Jacob consiguió sus dos esposas de entre sus parientes arameos. Un viejo credo de los hebreos afirma que estos descendieron de los arameos (Dt 26.5). Según 2 S 8.3–10, David logró dominar Hamat y Damasco, los dos centros arameos importantes. Pero al mismo tiempo los amonitas contrataron a los arameos para pelear contra David (2 S 10.8).
Como mercenarios, los arameos constituían un peligro para Israel hasta que al fin Asiria los conquistó completamente en la misma época en que cayó Samaria (722 a.C.). La importancia histórica de los arameos reside en su facilidad para adoptar la cultura de sus vecinos y diseminarla por el Cercano Oriente. Al adoptar el alfabeto fenicio, su idioma sencillo y práctico llegó a desplazar la complicada escritura cuneiforme de los asirios, babilonios y persas. (→ Arameo, Idioma.)
ARAMEO, IDIOMA Dialecto semítico muy semejante al hebreo y hablado por los → Arameos. Probablemente los patriarcas lo conocían aun antes de llegar a Palestina. El alfabeto arameo se tomó de los fenicios. Existen textos en arameo desde los siglos X y IX a.C.
Durante el período del Imperio → Asirio muchos pueblos agregados a este usaban el arameo como idioma común. Se adoptó la práctica de añadir una traducción aramea a muchas inscripciones cuneiformes asirias. Era la lengua comercial del Imperio, y los escribas copiaban en arameo los documentos de compra y venta y de valor legal. Abundan las inscripciones arameas en los sellos y en la cerámica de aquella época, e incluso habló en arameo el general asirio que demandó la rendición de Jerusalén en 701 a.C. (2 R 18.13–37).
El arameo continuó usándose durante el período babilónico y llegó a su «edad de oro» en la época del Imperio Persa (538–330 a.C.). Desde Egipto hasta Grecia, y hasta Afganistán en el Oriente, abundan las inscripciones arameas en las piedras y la cerámica del período. Todavía existen papiros con cartas escritas en arameo. Es posible que el libro de → Daniel se escribiera originalmente en arameo y que ciertas porciones se tradujeran al hebreo después, puesto que el original de Dn 2.4–7.28 todavía se conserva en arameo. También Esd 4.8–6.18 y 7.12–26 están en arameo y algunas palabras y expresiones en Génesis, Job, Salmos, Ester y Cantares. Después del cautiverio la mayoría de los judíos de Palestina hablaban arameo como lengua común. Un traductor realizaba la lectura pública de las Escrituras y lo hacía en arameo (Neh 8.8). Según la tradición rabínica esta práctica se hizo común (→ Tárgum).
Para varios críticos del Antiguo Testamento la presencia de arameísmos indica que ciertos pasajes se escribieron posteriormente. Sin embargo, ahora se sabe que algunos de los llamados «arameísmos» son simplemente diferencias dialectales del norte de Israel. Además, desde el tiempo de David hubo estrecha relación entre hebreos y arameos (sirios). Asimismo, el estilo del arameo de Esdras y Daniel no justifica que se les atribuya una fecha posterior como se suponía, ya que el arameo imperial fue igual en el Oriente y el Occidente durante varios siglos. El arameo de Esdras y Daniel bien puede ser del siglo VI a.C.
Durante la época del dominio griego, los judíos acentuaron el uso del arameo para resistir la penetración de la cultura griega. El famoso historiador Josefo escribió la primera versión de su obra en arameo. Alrededor del período de Jesús se escribieron los → Tárgumes, traducciones arameas de las Escrituras con alguna interpretación y aclaración hecha por los fariseos.
Recientemente se descubrió que el manuscrito Neofiti I de la Vaticana es un tárgum palestiniano completo del Pentateuco. También en los manuscritos de Qumrán se encontró un tárgum del siglo I. Estos documentos nos permiten conocer el arameo que hablaban Jesús y sus discípulos.
El uso de los antecedentes arameos para explicar los Evangelios es de mucho valor si no se exagera. Es difícil sostener la tesis de que todos los Evangelios se tradujeron del arameo, como han dicho algunos, pero es cierto que muchos dichos de Jesús revelan el ritmo y el genio del arameo que Él hablaba. En el tiempo de Jesús el idioma común era el arameo. Sin embargo, muchos también hablaban griego y algunos hebreo mísnico. El Talmud se escribió mayormente en arameo.
Bibliografía:
EBDM I, pp. 665–672. IV, pp. 518–526. V, pp. 811–818.
ARAÑA Animal de la clase de los arácnidos. A pesar de que en Palestina hay más de setecientas especies de arañas, se le nombra pocas veces en la Biblia, p. ej., Job 8.14; Is 59.5. En estos casos se compara la fragilidad de la telaraña con la naturaleza de los vanidosos y la prosperidad de los malos.
ARARAT Región (y no solo los montes) donde se posó el → Arca de Noé, según Gn 8.4. Está entre los lagos Van y Urmía, por donde fluye el río Araxes hacia el mar Caspio. Hoy es Armenia, pero en tiempos veterotestamentarios se llamaba Urartu. Tenía una extensión de ca. 200 km. Al Ararat huyeron los asesinos de Senaquerib (2 R 19.37; cf. Is 37.38). Jeremías incitó a los habitantes de esta región a sublevarse contra Babilonia (Jer 51.27).
El macizo montañoso que hoy se llama Ararat tiene dos picos volcánicos situados en el ángulo donde se unen Rusia, Irán y Turquía, lo cual ha impedido la exploración moderna. La cima más alta tiene unos 5.230 m de altura, y permanece cubierta de una capa de hielo y nieve.
Allí se ha descubierto una antiquísima viga labrada, posible reliquia del arca, según algunos. Muchas expediciones se han organizado para buscar más vestigios.
Los habitantes de la región han creído desde hace siglos que el arca reposó más bien en otra montaña, llamada Jebel Judi, al sur del lago Van. El «Noé» de la historia babilónica del diluvio salió ileso sobre el monte Nisir, que se encuentra en la misma región.
ARAUNA (Ornán, según 1 Cr 21). Jebuseo que poseía una era en el monte Moriah, en la cual el ángel de Jehová detuvo su mano cuando extendía la peste sobre Israel. David le compró a Arauna esta era para construir allí un altar (2 S 24.16–25; 1 Cr 21.15–27). Dios escogió este terreno para la construcción del templo de Salomón (1 Cr 22.1; 2 Cr 3.1).
ÁRBOL Los árboles frutales viejos se talan para que retoñen nuevos vástagos (→ Renuevo; Vid) de sus raíces (Job 14.7; Is 11.1) o se les injerta una rama nueva (Ro 11.17; → Olivo). La Ley protegía los árboles frutales (Dt 20.19). (→ Fruta; Higuera.)
El uso de «árbol» en sentido figurado tiene raíces en la mitología del Cercano Oriente. A menudo esta mitología hace referencia a un árbol cósmico, símbolo del universo. De ahí parece derivarse el uso del árbol como símbolo de los imperios universales: Egipto (Ez 31) y Babilonia (Dn 4.10–17). En parte, de ahí viene también la imagen del árbol como símbolo del Reino de Dios (Mt 13.31ss), aunque también el Antiguo Testamento habla de árboles plantados por Jehová (Nm 24.6; Sal 104.16).
Dada esta asociación mística, los árboles se consideraban a veces sagrados. Bajo su sombra se celebraban reuniones del pueblo y juicios (Jue 4.5; 1 S 14.2; 22.6; → Encino; Tamarisco) y en su cercanía se sepultaba a personas destacadas (Gn 35.8). La veneración de árboles sagrados en los cultos paganos amenazaba con desviar a los israelitas del culto de Jehová. (→ Asera; Lugares altos.)
También en la mitología mesopotámica se utiliza el símbolo del «árbol de la vida» (véase Guilgamés, XI, pp. 266–289), del todo inaccesible al hombre como en Gn 3.24 (pero cf. Ap 22.2). Pero en estas mitologías tal árbol ofrece rejuvenecimiento, mientras que el de la Biblia comunica inmortalidad (Gn 2.9; 3.22).
El «árbol de la ciencia del bien y del mal» está íntimamente relacionado con el «árbol de la vida» (Gn 2.9). Se discute si «ciencia del bien y del mal» es un concepto ético; o sea, «comprensión de lo que es bueno y lo que es malo», o más bien un semitismo que significa «saberlo todo».
ARCA DE NOÉ «Arca», en el relato de Gn 6.13–8.19, traduce la voz hebrea teba, palabra que se repite solo en la historia del nacimiento de Moisés (Éx 2.1–10). No fue exactamente un barco, sino una «casa (o caja) flotante», construida para conservar la vida de algunas personas y muchos animales durante el diluvio. Muchas de las preguntas que se hacen respecto al arca no tienen respuesta, pero la Biblia revela lo siguiente:
1. Se construyó por mandato de Dios para que, cuando llegara el inminente juicio del diluvio, se salvara la vida de Noé y su familia y se perpetuase por medio de ellos la raza (Gn 6.12ss).
Foto: Servicio fográfico Levant
Una interpretación artística del arca de Noé basada en información de un explorador que afirma haberla visto en el monte Ararat en 1908.
2. El tiempo de su construcción, 120 años, fue también período de advertencia para el mundo antediluviano (Gn 6.3; 1 P 3.20; 2 P 2.5).
3. Sus dimensiones eran ideales para una «casa flotante» que no tenía que navegar: 300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de alto (aproximadamente 132 m por 22 m por 13 m), suficiente espacio para los aposentos (literalmente, nidos) de Gn 6.14. Sería muy natural que tuviera «tres pisos» (Gn 6.16), aunque caben otras traducciones.
4. Estaba hecha de madera de gofer, madera poco conocida. Es probable que se trate del ciprés. Estaba calafateada con brea como las embarcaciones del sur de Mesopotamia.
5. Sin dogmatizar, las parejas de animales deben de representar la fauna de las tierras bíblicas, ya que estas constituyen el escenario para el desarrollo del plan de la redención. A menudo el adjetivo «todo» o «todos» debe entenderse en relación con el contexto. Los animales limpios (Gn 7.2) se usaban para el sacrificio o la comida, de modo que las disposiciones de Lv 11 reflejan suficiente para recoger los animales.
6. La ventana (Gn 6.16) quizás fue una abertura que rodeara toda el arca debajo del techo para luz y ventilación. Había una sola puerta (Gn 6.16) y Jehová la cerró al terminarse el tiempo de espera. Se ha considerado como símbolo de la única puerta de salvación que un día también se cerrará (Mt 25.10).
El simbolismo del arca se desarrolla en 1 P 3.20, 21: fue medio de salvación para ocho personas que pasaron por agua de una tierra de muerte a otra limpia de «resurrección». De ahí su correspondencia con el bautismo, que no limpia la carne, pero simboliza la salvación y viene a ser la respuesta de una buena conciencia hacia Dios. Para quienes admiten la acción de Dios en el mundo, no hay nada increíble en la historia del arca, la cual tiene relación con las leyendas de un diluvio de enormes proporciones en la tradición de muchos pueblos. (→ Diluvio.)
ARCA DEL PACTO (arca del Señor, arca de Dios o arca del testimonio). Caja rectangular, de madera de acacia, que medía 112, 5 cm de largo por 67, 5 de ancho y alto. Estaba cubierta de oro por dentro y por fuera, y tenía cuatro anillos colocados en los ángulos, por los cuales pasaban dos varas de madera de acacia (también cubiertas de oro) con que se transportaba. Sobre el arca había una tapa de oro que se llamaba el «propiciatorio», encima del cual dos querubines de oro se miraban frente a frente, de pie, con sus alas extendidas cubriendo el propiciatorio (Éx 25.10–22).
Dentro del arca se hallaban las dos tablas de la Ley (Éx 40.20; Dt 10.1–5), la vara de Aarón y una porción de maná (Heb 9.4, 5). El arca se colocó dentro del Lugar Santísimo tanto del tabernáculo como del templo de Salomón, tras el velo; era el único mueble allí.
Un tallado en piedra que pudiera representar el arca del pacto, descubierta en la excavación de una sinagoga en Capernaum.
Para el pueblo de Israel, el arca del pacto tenía un doble significado. En primer lugar se conceptuaba como trono de Dios (1 S 4.4; Is 6.1). De una manera especial Dios moraba entre los querubines y desde allí en varias ocasiones se reveló a Moisés (Éx 25.21, 22; 30.36) y a Aarón (Lv 16.2; Jos 7.6). Sirvió como símbolo de la presencia divina entre el pueblo de Israel (Lv 16.2). Por eso en la peregrinación el arca iba delante guiando a los israelitas; por ejemplo, cuando cruzaron el Jordán (Jos 3.11–17). Cuando rodearon los muros de Jericó se llevó en medio del pueblo (Jos 6.4–13).
El segundo significado residía en la relación entre la Ley que estaba dentro del arca y la sangre rociada sobre el propiciatorio que la cubría en el Día de Expiación (Lv 16). El punto culminante en este día era la entrada del sumo sacerdote en el Lugar Santísimo con la sangre del macho cabrío para rociar el propiciatorio. Era entonces cuando, en forma representativa, el pueblo entraba en la presencia de un Dios misericordioso y dispuesto a perdonar los pecados. El pueblo quedaba purificado para otro año (Lv 16.30) y el pacto seguía en vigencia.
Después de una larga trayectoria en el desierto, el arca descansó en Bet-el (Jue 20.27), durante la época de los jueces. Aparece en Silo en el tiempo del sumo sacerdote Elí (1 S 1.3; 3.3). Los israelitas creían que el arca tenía poderes mágicos. Por eso durante la guerra con los filisteos, la llevaron a la batalla, pensando que así se aseguraban la victoria (1 S 4.3–9). Sin embargo, perdieron la batalla y los filisteos llevaron el arca a Asdod. Como consecuencia de haberla puesto en sus templos, los filisteos padecieron siete meses de plagas (1 S 5), por lo cual colocaron el arca en un carro y la llevaron a Quiriat-jearim (1 S 6.1–7.2). Durante el reinado de David, este la guardó en una tienda en Jerusalén (2 S 6). Su hijo Salomón la puso en el nuevo templo (1 R . Después de la reforma de Josías, ya no se sabe más del arca (2 Cr 35.3). Probablemente la destruyeron o perdieron durante la devastación de Jerusalén (587 a.C.).
ARCÁNGEL (ángel principal). Término que aparece dos veces en la Biblia: 1 Ts 4.16; Jud 9. Según Dn 10.13, 20, hay ángeles que velan sobre ciertas naciones, a los cuales se les llama «príncipes» y se les asignan misiones especiales. Miguel, el arcángel protector de Israel (Dn 12.1; Ap 12.7–9), es «uno de los principales príncipes» (Dn 10.13).
ARCO Y SAETA Armas muy usadas en tiempos antiguos tanto para la caza como para la guerra (Gn 27.3; 2 R 6.22). El arco se hacía de madera flexible, reforzada a veces con cuero o metal (2 S 22.35). Los arcos usados en guerra eran largos, hasta 1, 5 m. La cuerda se hacía de cuero o del intestino de un animal, por lo general de buey.
La saeta o flecha constaba de un asta de caña o de madera fuerte y liviana y de una punta afilada de bronce o (más tarde) de hierro. A veces la punta llevaba veneno (Job 6.4) o fuego (Ef 6.16). Las flechas se llevaban en una → Aljaba.
El término saeta se usaba simbólicamente para representar a los niños (Sal 127.4, 5), calamidades o peligros (Sal 38.2; 91.5; Ez 5.16), palabras engañosas y amargas (Sal 64.3); violencia (Sal 11.2) y juicio divino (Sal 7.13; → Armadura).
ARCO IRIS El mismo término que se emplea para → Arco de guerra. El arco de Jehová es símbolo de su ira, pero lo guarda inutilizado en el cielo, como muestra de benevolencia y señal del pacto con Noé de no volver a destruir la tierra por inundación (Gn 9.12–27).
Ezequiel vio en el arco iris una comparación adecuada a la magnificencia de la gloria de Jehová (Ez 1.28). Juan, en una visión similar, vio el arco iris de gracia y fidelidad alrededor del trono de Dios (Ap 4.3) y de la cabeza de un ángel (Ap 10.1).
AREÓPAGO (colina de Ares, deidad griega de la guerra, que corresponde al Marte romano). Nombre de un lugar alto (115 m) y rocoso, situado en Atenas, al norte de la Acrópolis y separado de ella por un pequeño arroyo.
Areópago era además el nombre de la corte suprema que en tiempos antiguos se reunía allí. Esa corte se componía de los patriarcas de la ciudad («areopagitas»), quienes en tiempos antiguos ejercían autoridad suprema en asuntos políticos y religiosos. (Hubo épocas en que también tenía jurisdicción en asuntos criminales.) En tiempos novotestamentarios el Areópago todavía tenía mucha influencia en asuntos de educación y religión. Era natural, pues, que semejante cuerpo tuviera interés en Pablo y su nueva enseñanza (Hch 17.18s). (Quinientos años antes el Areópago fue el escenario del juicio y la condenación del famoso filósofo, Sócrates.) Debido al discurso del apóstol, sobre el verdadero conocimiento de Dios, un miembro de la corte se convirtió, aunque a la mayoría de los areopagitas el mensaje de Pablo les pareció de escaso interés. (Hch 17.34, → Dionisio; Atenas.)
Foto de Gustav Jeeninga
El Areópago (Colina de Ares) es una pequeña colina cerca de la acrópolis en Atenas donde llevaron a Pablo ante los filósofos de esta ciudad (Hch 17.16–34).
ARETAS Forma griega del nombre que llevaron varios soberanos de los nabateos entre 200 a.C. y 40 d.C. Este pueblo ocupaba la parte noroeste de Arabia, o sea, el territorio a lo largo del este y sur de Palestina; su capital era Petra. Aretas IV reinó de 9 a.C. a 40 d.C. y parece que dominó al menos por un tiempo a Damasco, capital de Siria. Este Aretas dio su hija en matrimonio a Herodes Antipas. Más tarde Antipas se divorció de ella y se casó con Herodías (Mc 6.17), pero Aretas se vengó derrotándolo en una disputa de fronteras. En la Biblia se le menciona una vez, cuando Pablo relata que en Damas
 


[1]Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (2000, c1998). Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
[2]Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (2000, c1998). Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
 
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