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  DICCIONARIO 2 H
 
 
 
HIJOS DE LOS PROFETAS Miembros de las escuelas de profetas. La primera de estas escuelas la fundó Samuel en Ramá. El propósito de las mismas era forjar maestros y predicadores que enseñaran e interpretaran la Ley y denunciaran el pecado del pueblo (1 S 19.19–20; 1 R 20.35–42). Para ello, estos se reunían alrededor de los grandes profetas como Samuel o Elías para adorar y orar juntos, así como para mantener la comunión religiosa e instruir al pueblo (1 S 10.5, 10; 2 R 4.38, 40). En la época de Elías y Eliseo vivían en Bet-el, Jericó y Gilgal (2 R 2.3, 5; 4.38).
 
HILAR Arte muy practicado por hombres y mujeres aun antes de los tiempos bíblicos. Se utilizó en la construcción del Tabernáculo, para la fabricación de cortinas y tiendas (Éx 26.1–14; 35.35). Era una ocupación práctica y digna para las mujeres hebreas (Éx 35.25, 26; Pr 31.19; cf. Mt 6.28). El hilo se elaboraba con lana, cáñamo y pelo de cabra o de camello. Las fibras se estiraban y trenzaban mediante una rueca o huso. Los hilanderos hebreos eran tan diestros en este arte que aun lo practicaban andando por los caminos o montados en sus burros.
 
HILCÍAS Nombre de por lo menos ocho personas.
1. Padre de Eliaquim, mayordomo de Ezequiel (2 R 18.18, 26, 37; Is 22.20; 36.3, 22).
2. Sumo sacerdote en el reinado de Josías (2 R 22 y 23; 2 Cr 34; 35.8), quien halló el libro de la Ley durante la reparación del templo (2 R 22.8). Cooperó en la consecuente reforma (2 R 23.4ss).
3 y 4. Levitas de la familia de Merari (1 Cr 6.44, 45; 26.10, 11).
5. Uno de los que estuvieron con Esdras cuando se leyó la Ley de Dios al pueblo (Neh 8.4).
6. Uno de los sacerdotes que subió con Zorobabel a Judea (Neh 12.7, 21). Podría ser el mismo No. 5.
7. Padre de Jeremías, profeta y miembro de la familia sacerdotal de Anatot (Jer 1.1).
8. Padre de Gemarías, embajador de Sedequías ante Nabucodonosor (Jer 29.3).
 
HIMENEO (Perteneciente al dios del matrimonio). Maestro pernicioso de Éfeso que, con Alejandro y Fileto, se desvió de la verdad tanto en la fe como en la práctica. Enseñó que la resurrección ya se había efectuado (2 Ti 2.16ss). Posiblemente Himeneo se había unido a los Gnósticos, que negaban la resurrección corporal y pervertía la doctrina paulina al respecto (Ro 6.1–11; Col 2.12) enseñando que la única resurrección era la espiritual, la cual se realiza en la conversión.
Como consecuencia de este error, Pablo lo entregó a Satanás para que aprendiera a no blasfemar (1 Ti 1.20; cf. 1 Co 5.5). Hay diferencias de opinión acerca del significado preciso de este acto, pero parece que fue una especie de excomunión junto con la imposición de alguna enfermedad corporal para el provecho espiritual del individuo (cf. 1 Co 11.30). Cuando Pablo escribió 2 Timoteo, la disciplina no había provocado todavía el arrepentimiento de Himeneo (2.17).
 
HIMNO (en griego, hymnos). Término empleado por algunos escritores clásicos para referirse a una oda o cántico que exalta a un héroe o una divinidad. Los traductores de la LXX lo aplican a la exaltación de la gloria de Jehová, en la naturaleza y en la historia (Sal 40.3; Is 42.10–12; 44.23).
La estructura del himno generalmente incluye (por ejemplo, Sal 148 y 150): un preludio, invitación a la alabanza; un cuerpo principal, enumeración de los atributos o hazañas de Dios, y a veces la repetición del preludio entre estrofas o al final (Sal 98.4–8; 103.22).
En el Nuevo Testamento la palabra aparece en unos pocos pasajes como Mt 26.30; Ef 5.19; Col 3.16. Pero en cambio encontramos numerosos himnos de sabor veterotestamentario (Lc 1 y 2); algunos antiguos himnos litúrgicos en torno a Jesucristo (Ef 5.14; Flp 2.6–11; 1 Ti 3.16) y numerosas doxologías (por ejemplo, Ap 4.8, 11), que probablemente tuvieron un uso evangelístico, didáctico y litúrgico ( Música).
 
HIN Medida de líquidos, posiblemente originaria de Egipto, usada en el Antiguo Testamento para medir el aceite y el vino de las ofrendas (Éx 29.40; 30.24; Nm 15.4, 7, 9). Equivalía a la sexta parte del Bato, o sea 3, 66 litros. ( Medidas.)
 
HINOM Valle profundo al sur de Jerusalén, conocido también como el valle del hijo de Hinom (Jos 15.8a; etc.), que demarcaba el límite entre las tribus de Benjamín y de Judá (Jos 15.8b; 18.16). La mayoría de los expertos lo identifican con Wadi al-Rababi que actualmente circunda la ciudad de Jerusalén hacia el sudeste y el oeste. Cerca a la parte más ancha que da al Cedrón se le llama Tofet (2 R 23.10; Jer 7.31s; 19.2–6).
Fue en Hinom donde Salomón erigió lugares altos a Moloc (1 R 11.7), y Acaz y Manasés hicieron «pasar a sus hijos por fuego» (2 R 16.3; 2 Cr 28.3; 33.6; Jer 32.35). Para poner fin a estas abominaciones, Josías profanó el sitio con huesos humanos y otras contaminaciones (2 R 23.10, 13s; 2 Cr 34.4s), y lo convirtió en crematorio donde echaban las inmundicias de la ciudad. Así, este lugar llegó a simbolizar para todo Jerusalén el horror y el deshonor, y su fuego permanente que destruía las basuras tipificó la ira divina (cf. Is 30.33; 66.24). Posteriormente los judíos aplicaron el nombre de este valle, que en la LXX es Gueena (con base en el arameo gue-hinnam), al lugar de eterno sufrimiento destinado a los ángeles rebeldes y a las personas condenadas. En este sentido se usa en el Nuevo Testamento (Mt 5.22, 29s; 10.28; Mc 9.43, 45, 47; Lc 12.5; Stg 3.6; Hades; Infierno).
Foto de Howard Vos
El valle de Hinom al sur de Jerusalén. En tiempos de Jeremías este valle se asociaba con la adoración al dios pagano Moloc en ritos que requerían sacrificios infantiles (Jer 19.1–9).
 
HIPÓCRITA El que pretende o finge ser lo que no es. Es una transcripción del vocablo griego hypokriteis, que significaba actor o protagonista en el teatro griego. Los actores solían ponerse diferentes máscaras conforme al papel que desempeñaban. De ahí que hipócrita llegara a designar a la persona que oculta la realidad tras una «máscara» de apariencias.
Jesús censuraba severamente la hipocresía. En el Evangelio de Mateo, empleó la palabra quince veces (6.2, 5, 16; 15.7; 16.3; 22.18; 23.13–29; 24.51), aplicándola especialmente a los escribas y fariseos que eran notables por su fingimiento religioso.
El cristiano debe guardarse de caer en la hipocresía. Pablo reprendió a Pedro por esta falta (Gl 2.11–14), y más tarde el propio Pedro exhorta a los cristianos a evitar el mismo error (1 P 2.1).
 
HIRAM (el hermano es exaltado). Nombre de dos hombres en el Antiguo Testamento.
1. Rey de Tiro, contemporáneo de David y Salomón. Cuando David conquistó a Jerusalén, Hiram le envió una embajada amistosa, así como madera de cedro, carpinteros y canteros que contribuyeron a la edificación del palacio de David (2 S 5.11; 1 Cr 14.1). Más tarde, también ayudó a Salomón en la construcción del templo (1 R 5; 2 Cr 2.1–18). A cambio de esta ayuda, Salomón pagaba a Hiram una cantidad anual, y más tarde le entregó veinte ciudades que este recibió con desagrado y a las que dio el nombre de Cabul. Ambos gobernantes establecieron convenios para sus empresas mercantiles y navieras (1 R 9.26–28; 10.11, 22; 2 Cr 8.17, 18; 9.10, 21). En su propio reino, Hiram se dedicó a fortalecer y embellecer la ciudad de Tiro. Construyó en ella dos grandes templos, y enriqueció varios otros. Dirigió además una campaña contra Chipre, que se había negado a pagar su tributo anual.
2. Artífice a quien el rey de Tiro, del mismo nombre, envió a Salomón para que hiciese las decoraciones en bronce del templo (1 R 7.13–47; 2 Cr 2.13, 14; 4.11–18). Era hijo de un artífice de Tiro y de una mujer israelita, quizás de la tribu de Neftalí (1 R 7.14) o de la de Dan (2 Cr 2.14). Su principal obra en el templo fueron las dos grandes columnas que recibieron los nombres de Jaquín y Boaz.
 
HISOPO Mucho se ha discutido en el pasado la identificación del hisopo. Hoy están de acuerdo en que se trata de la mejorana siria, el origanum maru, planta pequeña y olorosa. Manojos de ramitas de hisopo se usaron para la aspersión de los dinteles israelitas en Egipto (Éx 12.22), para la purificación de leprosos y de casas (Lv 14.4–52), y para el sacrificio de la vaca alazana (Nm 19.6, 18; cf. Sal 51.7). Los samaritanos todavía lo usan como aspersorio de la sangre del sacrificio pascual.
El hisopo que se usó para dar vinagre a Jesús (Jn 19.29) puede ser el sorghum vulgare, que produce un tallo alto, pero compárese la nota en Biblia de Jerusalén. El hisopo es símbolo de la humildad (1 R 4.33).
 
HITITAS Descendientes de Het, segundo hijo de Canaán (Gn 10.15; 23.3), de los cuales hace unos setenta años se sabía muy poco. Se han conocido gracias a la nueva luz de la arqueología. Por el año 1906 se descubrieron, a unos 150 km al este de Ankara, las ruinas de la capital del antiguo Imperio Hitita. En 1915 se logró descifrar la escritura cuneiforme hitita y se estableció su origen indoeuropeo.
Foto de Gustav Jeeninga
Restos de la Puerta del León en la muralla defensiva de Hattusa, ciudad capital del antiguo Imperio Heteo.
 
El Imperio Hitita
Lo fundó, ca. 1800 a.C., una nación indoeuropea establecida unos dos siglos antes en el Asia Menor, en ciudades-estado. Posiblemente llegó al apogeo de su poder en los siglos XIV y XIII a.C. y se extendió al norte de Mesopotamia, por toda Siria, y muy al sur hasta el Líbano. Según el Antiguo Testamento, la tierra de los hititas abarcaba todo el territorio de Siria, «desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol» (Jos 1.4). Se habla también de los hititas como de un grupo étnico que vivía en Canaán desde los tiempos patriarcales hasta después del establecimiento de los israelitas en la tierra prometida (Gn 15.20; Dt 7.1; Jue 3.5). Se les llama «los hijos de Het» (Gn 23.3). Probablemente eran emigrantes de alguna parte del Imperio Heteo, o a lo mejor hubo «protohititas», pueblos del mismo nombre que ocuparon Asia Menor antes de la llegada de los indoeuropeos, y de los cuales los hititas tomaron su nombre.
Abraham compró a los hijos de Het una heredad (Gn 25.7–11), y Esaú tomó mujer de las hijas de Het (Gn 27.46). Según Ez 16.3, 45 el origen de Jerusalén es amorreo e hitita. Urías el hitita era uno de los valientes de David (2 S 23.39). Uno de los compañeros de David cuando este huía de Saúl era Ahimelec hitita (1 S 26.6). La última referencia a los hititas de Canaán la encontramos en los días de Salomón (2 Cr 8.7). Los hititas estaban muy adelantados en el uso del hierro y lo trabajaron desde el siglo XIV, hecho que les ayudó a conquistar a muchos pueblos vecinos. La expansión hacia el sur provocó un conflicto con el Imperio Egipcio ( Cronología del Antiguo Testamento, batalla de Cades, 1286), pero poco después (1280) los dos imperios hicieron un pacto de no agresión.
No se conocen con certeza las causas que produjeron por el año 1200 a.C. el eclipse del poderío hitita. Probablemente fue el resultado del avance de los Pueblos del Mar ( Filisteos). Al caer el Imperio Hitita las ciudades situadas al norte del Tauro en Asia Menor llegaron a ser posesión de Tubal. En Siria, siete ciudades que pertenecieron al imperio perpetuaron el nombre por varios siglos. «Los reyes de los hititas» (1 R 10.29) fueron los gobernantes de varias ciudades-estado, entre las que Hamat y Carquemis eran las principales. Hamat se alió con David (2 S 8.9, 10). Salomón tuvo relaciones diplomáticas familiares y comerciales con los hititas (1 R 10.26–11.3). Todavía en el siglo IX sus soldados eran temidos (2 R 7.6). Hamat (720 a.C.) y Carquemis (717 a.C.) cayeron bajo el poder asirio (2 R 18.34; 19.13; Is 10.9).
Foto de Gustav Jeeninga
Tallado en piedra de un centro religioso de los antiguos heteos que muestra un dios pagano vigilando al rey Tudhaliyas.
 
Su Cultura
La cultura hitita no era tan avanzada como la de los egipcios y babilonios. Sin embargo, los hititas ejercieron gran influencia en el Medio Oriente por casi setecientos años. Usaban la escritura cuneiforme acádica y su propia escritura pictográfica. Tanto las artes como la religión de los hititas eran bastante primitivas. Tenían muchos dioses, a quienes ofrecían alimentos, bebidas, animales y hombres en sacrificio, y eran muy dados a la magia y la adivinación.
Los textos hititas arrojan luz sobre varios pasajes bíblicos. La compra de la cueva de Macpela se hizo según las reglas hititas. Ciertos ritos cúlticos de los hebreos escribieron mejores historias antiguas ( Samuel, Libros1 y 2; Reyes, Libros 1 y 2), los hititas tenían un mejor sentido histórico. La forma literaria del Pacto entre Dios e Israel en Deuteronomio y en todo el Pentateuco muestra sorprendentes paralelos con la forma literaria de las alianzas entre los hititas y sus vasallos.
Bibliografía:
EBDM III, 1294ss. DBH, p. 863.
 
HOBA Lugar al norte de Damasco, hasta donde Abraham persiguió al ejército derrotado de Quedorlaomer y sus aliados (Gn 14.15). Se desconoce el sitio. Quizás fue el nombre de la región alrededor de Damasco o de un pueblo importante antes que esta se fundara.
 
HOBAB (favorecido, amado). Príncipe madianita hijo de Ragüel o Reuel (Nm 10.29). Según este versículo, no es posible establecer sin ambigüedad si el suegro de Moisés era Hobab o Ragüel. Jueces 4.11 afirma que Hobab era el suegro de Moisés, pero en Éx 2.18 Reuel figura como el padre de Séfora, la esposa de Moisés. Entre los musulmanes hay una tradición que identifica a Hobab con Jetro, pero hay otros que sugieren la identificación entre Reuel y Jetro. En este caso Hobab sería cuñado de Moisés.
 
HODAVÍAS (Dad honor a Jehová). Nombre de cuatro hombres en el Antiguo Testamento.
1. Hijo de Elioenai y descendiente de Zorobabel y David (1 Cr 3.24).
2. Jefe de la casa paterna de la media tribu de Manasés que se asentó al este del Jordán (1 Cr 5.24).
3. Hijo de Asenúa, de la tribu de Benjamín (1 Cr 9.7).
4. Fundador de la familia de «los hijos de Hodavías».
 
HOGLA Hija de Zelofehad de la tribu de Manasés (Nm 26.33).
 
HOJARASCA Tamo.
 
HOLOCAUSTO (enteramente quemada). El Sacrificio más antiguo de la Biblia (Gn 4; 8.20; 22.2; Éx 10.25) y uno de los más importantes en la religión israelita. Después de degollar al animal, se rociaba su sangre sobre el altar. Antes de prender el fuego, se lavaban los intestinos de la víctima y se acomodaba las partes sobre el altar. En el caso de las aves, se les quitaban las plumas y el buche y ambas cosas se desechaban, pero lo demás se quemaba por entero.
Se ofrecía holocausto cada mañana y cada tarde, y en ocasiones especiales como después del parto para la purificación de la mujer (Lv 12.6–8), o para la limpieza de un leproso (Lv 14.10–31), de un hombre o mujer con flujo (15.15ss) o de un nazareno (Nm 6.10ss).
 
HOMBRE ( Adán). No siendo la Biblia un texto de ciencia, vano sería intentar descubrir en sus páginas una antropología, una biología o una sicología. La Biblia no da, pues, una definición del hombre, sino que lo caracteriza existencialmente a la luz de su relación con Dios.
La relación del hombre con Dios se hace evidente desde la creación misma del hombre, Gn 1 y 2 afirma que Dios creó al hombre del polvo de la tierra. Por consiguiente, como criatura, es parte de la Creación. Sin embargo, el hombre no es dios, como han pretendido los diversos humanismos. Está limitado en su poder (Mt 19.26; Jn 3.27; Ro 6.19), en su sabiduría (1 Co 1.25; 2.13; 3.18–20) y en su libertad (Ro 7.14–24) y es un ser mortal (Gn 3.19; Ro 5–12; 1 Co 15.21). Pertenece a la tierra (1 Co 15.47a) y está sujeto a las contingencias de los demás elementos de la creación. Es innegable su semejanza física con los animales e incluso Gn afirma que el hombre fue creado en un mismo día con ellos (1.25–27). Es íntima su dependencia de la tierra, y su mortalidad apunta a un destino común con las especies inferiores.
No obstante su íntima relación con la naturaleza y los seres inferiores, el hombre no es una bestia. La Biblia destaca su noble dignidad (Sal 8.5: «Le has hecho poco menor que los ángeles». El original dice: Elohim, es decir: los dioses o la divinidad). Dios lo creó a su Imagen (Gn 1.27).
Asimismo, al hombre se le dio autoridad sobre la naturaleza (Gn 1.28; Sal 8.58) para dominarla según la voluntad del Creador (Stg 3.7). Ningún hombre, por tanto, es despreciable (Hch 10.28), pues es «linaje de Dios» (Hch 17.28), y Él ha hecho de una sola sangre todo el linaje de los hombres. Toda discriminación racial, social, sexual, cultural, atenta contra el propósito creador divino (Gl 3.28). En beneficio del hombre, criatura suprema de la creación, Dios ha legislado contra el crimen y el ultraje entre humanos (Éx 20.13), y ha establecido el amor como el vínculo de relación entre los hombres (Mt 7.12; 22.36–40; Ro 13.10).
En el nombre del primer hombre, Adán, además de una distinción personal, hay una connotación corporativa (Ro 5.12–21; 1 Co 15.21, 22). Los límites precisos entre el hombre y su comunidad no aparecen nítidamente delineados. De acuerdo con Gn 1.27, Dios creó a la pareja humana a su imagen. La expresión «no es bueno que el hombre esté solo» (2.18) indica que la plenitud de la humanidad no se alcanza en el aislamiento individual, sino en la relación social. Este carácter corporativo del concepto «hombre» corrobora la unidad del género humano.
Génesis 3 pone de manifiesto una tragedia. Se ha producido una ruptura inicial con Dios; la criatura se rebela contra su creador y la rebelión tiene consecuencias ineluctables. La realidad del pecado mancha la totalidad de la vida del hombre y nadie escapa de esta lamentable condición (Ro 3.23). A despecho de su egocentrismo, el hombre no puede liberarse del todo de la ley de solidaridad que hay en su naturaleza (cf. Jn 3.19). Al hombre atrapado en semejante situación la Biblia lo llama «hombre natural» (1 Co 2.14), «carnal» (1 Co 3.3), «hijo de ira» (Ef 2.3), «hijos de desobediencia» (Col 3.6), «hombre viejo» (Ro 6.6), etc. Los términos con que denuncia el pecado humano se ajusta estrictamente a la realidad y no vacila en hacerlo aun en forma cruda ( Pecado).
A pesar de todo el pecado del hombre, es el mundo de los hombres el que es objeto del amor de Dios. La quebrada relación con el Creador se restablece en Cristo mediante la Cruz (Jn 3.16; Ro 5.1–21; 2 Co 5.14–21; Col 2.9–15, Justificación). Esta renovada relación con Dios constituye al hombre en «hijo de Dios» (Jn 1.12, 13), «una nueva criatura» o «creación» (2 Co 5.17), «hombre espiritual» (2 Co 2.15) y en «hombre nuevo» (Ef 4.24; Col 3.10). Este nuevo hombre también es corporativo y no meramente individual (Ef 2.14–16; Col 2.10); ( Iglesia; Reino de Dios).
La real transformación del hombre se efectúa por Jesucristo. Él es la acción soberana de Dios a nuestro favor, el Hijo de Dios, el Verbo hecho hombre, «la imagen misma de [la] sustancia» de Dios (Heb 1.1–4), que revela la naturaleza profunda del amor divino (Ro 5.8; Ef 2.4–10; 1 Jn 3.16). A la vez, Él es el hombre perfecto (Jn 1.14; 19.5; Ef 4.13), en quien se revela el propósito redentor de Dios a favor del hombre (2 Co 3.18; 1 Jn 3.2). Dentro de esta perspectiva ha de entenderse la invitación a imitarle (Jn 13.15; 1 P 2.21) y a crecer en santidad (Col 2.8–3.17; 1 Ts 5.12–24; 4.1–3; 1 P 1.13–25).
El pecado del hombre había introducido el desorden, pero su redención acarrea redención para toda la creación (Ro 8.21–23; Redención; Jesucristo). Cristo es el auténtico hombre, el segundo Adán (1 Co 15.45–47), y por medio de Él Dios se propone «presentar a todo hombre perfecto» (Col 1.28) y «reconciliar consigo todas las cosas» (Col 1.15–23).
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento se mencionan elementos constitutivos del hombre Alma, Cuerpo, Espíritu, Carne, Sangre; y también órganos: Corazón, Riñones, Entrañas, etc. Sin embargo, es forzar estos términos si se tratan de entender como conceptos que conforman una teoría antropológica o sicológica determinada, o entenderlos a la luz de conceptos de la filosofía griega, por ejemplo, la Biblia no emplea estos términos con rigor científico y un mismo vocablo puede denotar diversos sentidos, o dos vocablos diferentes pueden denotar una misma realidad humana. La Biblia habla siempre del hombre como una realidad total.
La Biblia jamás desdeña el cuerpo físico ni sus funciones, como ha solido hacer cierto misticismo. Habla con naturalidad y libertad de la vida sexual, cosa que no hizo ni el puritanismo, católico ni el protestante. El pensamiento bíblico culmina con esta declaración de Pablo: «Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo» y le pertenece a Dios (1 Co 6.19). Por consiguiente, el cuerpo no debe degradarse (Ro 1.24), pues será objeto de redención (Ro 8.23; Flp 3.21), debe dedicarse a la glorificación de Dios (1 Co 6.12–20). La Biblia desconoce la existencia incorpórea. Por eso, más que hablar de la Inmortalidad del alma, habla de la Resurreccion del cuerpo; con lo cual afirma la vida en la eternidad como existencia concreta y personal. Pablo declara en 1 Co 15.44, 54 que «resucitará cuerpo espiritual». El vocablo «cuerpo» se emplea para denotar la totalidad de la persona (Ro 12.1). Especial significación adquiere, de esta manera, el Cuerpo de Cristo y su sacrificio, en virtud del cual los creyentes son hechos su cuerpo que es la Iglesia (Ef 1.23; 3.6).
Tampoco cabe distinguir en el Nuevo Testamento entre alma y espíritu como si se tratase de dos partes distintas de la personalidad. Se trata de una misma realidad vista desde distintos ángulos. Por alma en general se traducen los términos griegos psyjé y nous y por espíritu, pneuma; pero este último término denota especialmente el concepto de la persona en cuya vida actúa el Espíritu de Dios. Lo espiritual, pues, es la obra del Espíritu Santo y el hombre «espiritual» puede ser contrapuesto al hombre natural. En todo esto, como también en otros sentidos, el hombre es a la vez la imagen de Dios, la víctima de sus propios pecados y el participante de la gracia de Cristo ( Conciencia).
 
HOMBRE DE PECADO Anticristo.
 
HOMER Máxima medida de capacidad para áridos que usaban los hebreos, probablemente tomada del concepto de la carga de un burro. Contenía diez Batos o Efas, o sea, doscientos veinte litros (Lv 27.16; Is 5.10; Ez 45.11). ( Medidas.)
 
HOMICIDIO Muerte causada a una persona por otra. Dios condena severamente este pecado por cuanto el hombre es criatura suya hecha a su imagen y semejanza (Gn 9.5, 6).
El Antiguo Testamento establece la distinción entre el asesinato (voluntario y premeditado) y el homicidio por imprudencia. Al asesino se le castigaba con la pena de muerte, mientras que el homicida involuntario podía acogerse al derecho de asilo ( Ciudades de refugio). Pero ni uno ni otro podían evadir las consecuencias mediante un rescate.
En caso del asesinato de una persona libre, el goel o Vengador de sangre ejecutaba la pena de muerte. Este vengador era el pariente más cercano de la víctima. Sin embargo, debía haber sentencia previa y la venganza alcanzaría únicamente al culpable y no a sus parientes (Dt 24.16). De lo contrario, esa muerte volvería a ser homicidio.
Parece que muy poco se tenía en cuenta el derecho de legítima defensa (2 S 2.22; 14.6). No obstante, el código de la alianza declaraba: «Si el ladrón fuere hallado forzando una casa, y fuere herido [de noche] y muriere, el que lo hirió no será culpado de su muerte. Pero si fuere de día, el autor de la muerte será reo de homicidio» (Éx 22.2, 3).
Cuando se desconocía el autor de un homicidio, los ancianos de la ciudad más próxima al lugar donde había sido hallado el cadáver, debían ofrecer un sacrificio especial de expiación (Dt 21.1ss).
La ley de la sangre desempeñaba también un papel en los casos que nosotros llamaríamos de responsabilidad civil: accidente provocado por falta de pretil en la terraza de una casa (Dt 22.8); muerte de una persona corneada por un buey del que se sabía que era «corneador». Pero, en este último caso, el dueño del animal podía rescatar (excepcionalmente) su vida, pagando el rescate (Éx 21.29–31).
La muerte de un esclavo no tenía las mismas consecuencias que la de alguien libre. Al homicida no se le castigaba, sino en el caso de que el esclavo muriera inmediatamente y, en esta circunstancia, la pena no era capital (Éx 21.20, 21).
El rapto de una persona libre para venderla como esclava era un delito que se consideraba homicidio y se castigaba con la muerte (Éx 21.16; Dt 24.7).
El Nuevo Testamento interioriza el crimen del homicidio. En contraste con la Ley del Antiguo Testamento («No matarás»), Jesucristo enseña que «cualquiera que se enoje contra su hermano será culpable de juicio» (Mt 5.21s). Por otra parte, aplica la misericordia: «Oísteis que fue dicho: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo ... Amad a vuestros enemigos ... Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?» (Mt 5.38–46; Lc 6.27–36). «Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23.34).
 
HONDA Tira generalmente de cuero, ensanchada en su parte central, usada para lanzar piedras con violencia. A veces se ataban a sus extremos dos correas, también de cuero, y esto hacía mayor su alcance.
Era arma favorita de los pastores orientales, pero también la usaron en la guerra los israelitas, sirios, persas y egipcios (Jue 20.16; 2 R 3.25; 2 Cr 26.14). El hondero hacía girar la honda por sobre su cabeza y luego soltaba uno de los extremos o correas para liberar la piedra. Esta era capaz de matar a una persona a cuatrocientos pasos.
David, con la habilidad que caracterizaba a los pastores de Palestina, mató con su honda a Goliat, campeón de los filisteos.
Los benjamitas, quienes eran zurdos y por tanto ambidextros, eran famosos en el uso de la honda (Jue 20.16).
 
HOR (montaña). Nombre de dos montes en el Antiguo Testamento.
1. Monte situado «en la extremidad del país de Edom» donde murió Aarón (Nm 20.22–29; 33.37–39). Tradicionalmente se ha identificado con Jebel Harum, montaña situada al oeste de Edom, pero esta identificación no es muy probable. Esta segunda montaña es alta y se encuentra demasiado alejada de la ruta de los israelitas quienes, de acuerdo con Nm 20.22–29, presenciaron en Hor la transferencia de los poderes sumo sacerdotales de Aarón a su hijo Eleazar. Es más probable que Hor sea Jebel Madeira, ubicado 24 km al nordeste de Cades.
Foto: Servicio fotográfico Levant
La estéril montaña tradicionalmente identificada como el monte Hor, en la frontera de la antigua Edom. En este lugar enterraron a Aarón (Nm 20.22–29).
2. Monte mencionado en Nm 34.7 como el límite septentrional de Canaán. Probablemente sea un monte prominente en la cordillera del Líbano, quizás el monte Hermón o Jebel Akkar.
 
HORA Aunque para nosotros hora significa la vigesimocuarta parte del día entero, para los hebreos representa más bien un momento en el curso del día o, más tarde, la duodécima parte del período comprendido entre el amanecer y el atardecer. La noche solía medirse por vigilias (cf. Lc 12.38) de tres o cuatro horas. Originalmente la hora señalaba un punto de Tiempo aproximado; el pueblo se guiaba por divisiones generales del día (mañana, mediodía y tarde) sin guiarse por hora de duración precisa. La paloma volvió al arca de Noé «a la hora de la tarde» (Gn 8.11), e Isaac había salido «a la hora de la tarde» (Gn 24.36). Más tarde la hora adquirió un sentido más preciso y señalaba algún momento específico, tal como la hora del sacrificio (Esd 9.5). En la época de Isaías hubo relojes de sol (2 R 20.9ss), y debido a sus relaciones con los babilonios los israelitas comenzaron a usar el concepto de la hora en su forma moderna. Daniel, por ejemplo, quedó atónito casi una hora (Dn 4.19), Jesús reprendió a sus discípulos porque no pudieron velar con Él ni una hora (Mc 14.37), y en la visión apocalíptica hubo silencio en el cielo «como por media hora» (Ap 8.1). Así que la hora llegó a ser una unidad de tiempo de duración definida.
Las horas más mencionadas en la Biblia son la tercera, sexta, novena y undécima; por ejemplo, en la parábola de los labradores de la viña (Mt 20.3, 5). La hora undécima ha llegado a ser expresión proverbial que significa una última oportunidad (Mt 20.6, 9). La aparente contradicción de hora en los relatos de la crucifixión de Cristo puede explicarse, según algunos exégetas, al entenderse que la «hora sexta» en que Pilato sentenció a Jesús (Jn 19.14) se contaba desde la medianoche cuando empezaba el día civil romano, mientras la «hora tercera» de Mc 15.25 se calculaba desde el amanecer, al estilo judío.
En un sentido más personalizado y estratégico, el Señor Jesucristo con frecuencia se refería al momento histórico de su pasión como «mi hora» (Mt 26.45; Jn 2.4; 12.23; cf. Jn 7.30; 8.20). En cambio, calificó de «vuestra hora» a aquella en que se les permitió a sus enemigos ejercer autoridad transitoria sobre su persona (Lc 22.53). La hora, pues, también significa un punto crítico en la historia de la salvación.
 
HOREB, MONTE DE El «monte de Dios» (Éx 18.5) en la península del Sinaí donde Moisés oyó hablar a Dios a través de la zarza ardiendo (Éx 3.1) y donde se le dio la Ley a Israel. Este nombre se le da también al Sinaí (Éx 3.1).
 
HOREOS Habitantes del monte Seir antes de que este lo ocuparan los Edomitas (Gn 14.6; Dt 2.12, 22). El origen de esta raza es incierto. Tradicionalmente se creía que habían sido trogloditas que vivieron en las cuevas del monte Seir y sus alrededores. Pero recientes descubrimientos arqueológicos acerca de la civilización hurrita, por el río Éufrates, han hecho a muchos peritos relacionar a los horeos de la Biblia con esta civilización.
 
HORMA (destrucción, o sea, ofrecido en destrucción a Jehová). Nombre dado a la región de varias ciudades cananeas en el Neguev, destruidas bajo un voto especial de los israelitas (Nm 21.1–3). Es posible que este fuera también el sitio de la ciudad cananea de Sefat, que fue llamada Horma después que la conquistaran Judá y Simeón (Jue 1.17). Su rey había sido derrotado antes por Josué (Jos 12.14) y la ciudad cedida primero a Judá (Jos 15.30) y luego a Simeón (Jos 19.4; 1 Cr 4.30).
Con motivo de la murmuración de Israel, incitada por diez de los espías enviados por Moisés a reconocer a Canaán, los israelitas rebeldes fueron perseguidos hasta Horma por el amalecita y el cananeo (Nm 14.45) en la región de Seir (Dt 1.44). Por la amistad de los habitantes de Horma, durante la persecución de Saúl, David les dio parte del botín recobrado de los amalecitas que habían saqueado a Siclag (1 S 30.30). El sitio a veces identificado con Horma es el paso de Sufa, entre Petra y Arad.
 
HORMIGA Insecto himenóptero de diferentes especies, que generalmente vive en colonias instaladas en galerías subterráneas. Los machos tienen alas y son de vida más corta; las hembras también tienen alas pero las pierden después del vuelo nupcial. En su admirable organismo social hay, además, obreras. Estas no tienen alas y están encargadas de buscar alimento, preparar los nidos, hacer la limpieza y cuidar de las hembras, los machos y las larvas.
En la Biblia, Salomón menciona las hormigas como ejemplo de laboriosidad y previsora sabiduría. Se gobiernan a la perfección sin tener gobernador, capitán ni señor (Pr 6.6–8; 30.25). Su organización rivaliza con la de las abejas.
 
HORNO Utensilio en que se cuece el pan (Lv 26.26; Is 44.15). Se construía de arcilla cocida, en forma cilíndrica y de sesenta a noventa centímetros de diámetro. Se calentaba con paja (Mt 6.30), leña o estiércol (Ez 4.12). Una vez calentado, se quitaban las cenizas y se colocaban dentro los panes para cocer.
Los alfareros usaban el horno para cocer las vasijas de barro. Los caldeos lo usaban literalmente como castigo (Jer 29.22; Dn 3.19–26). El horno era figura de castigo o de crisol de purificación (Dt 4.20; Sal 21.9; Is 48.10; Ez 22.18; Dn 3.6; Mal 4.1).
 
HORONAIM Pueblo moabita situado en la frontera sudoeste entre Palestina y Moab, unos 14 km al este del extremo sur del mar Muerto. Se menciona, junto con Hesbón y otras ciudades moabitas, en profecías contra Moab (Is 15.4, 5; Jer 48.3), a causa de su idolatría y abusos contra la población judía.
 
HOSANNA Forma griega de un término hebreo que significa «¡Salva ahora!» o «¡Salva, te rogamos!» Era la expresión (Sal 118.25 hebrea) pronunciada en alta voz por las congregaciones en el templo durante las Fiestas de la Pascua y los Tabernáculos, como respuesta al cántico del «Gran aleluya» (Sal 113–118) entonado por uno de los sacerdotes.
Las multitudes que dieron la bienvenida a Jesucristo cuando entró en Jerusalén exclamaron «¡Hosanna!» (Mt 21.9, 15; Mc 11.9s; Jn 12.13). Se presume que aquella actitud fue una reacción entusiasta, sin referencia a ninguna fiesta religiosa y sin el significado de la frase original en Sal 118.25. La iglesia cristiana primitiva adoptó esta palabra en sus cultos.
 
HOSPITALIDAD Virtud de albergar al viajero y forastero o de convidar al conocido.
 
En La época Del Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento hay poca exhortación a practicar la hospitalidad (por ejemplo, Is. 58.7), ya que se da por sentado que en el desierto era algo imprescindible. Pero abundan los ejemplos de la bienvenida otorgada al advenedizo (por ejemplo, Gn 18.1s). Se le trata cortésmente (Gn 24.29–33; Éx 2.20) como a huésped de honor: se debe salir a su encuentro, saludarle, lavarle los pies, atender a sus cabalgaduras y prepararle un banquete. Cuando reemprende el camino hay que acompañarlo un trecho (Gn 18.16; cf. las costumbres enumeradas en Lc 7.36–46).
Negar o traicionar la hospitalidad era verdadera ignominia (Dt 23.4; Jue 19.15; cf. los vv. 20s), y la protección del huésped un deber más sagrado que el de padre (Gn 19.1–8; cf. Jue 19.23ss). Desde luego, el convidado debía corresponder con gratitud; el amargo grito de Sal 41.9 alude a la ingratitud del invitado. El rechazo de la hospitalidad se tenía igualmente por ofensa (Gn 19.2s).
Los siervos de Dios merecen una hospitalidad extraordinaria. La provisión que la viuda de Sarepta hizo para Elías (1 R 17.10ss) y que la sunamita hizo para Eliseo (2 R 4.8ss) fueron un reconocimiento del poder de Jehová.
Aunque un sabio posterior previene contra la aceptación de huéspedes vagabundos y malhechores (Eclesiástico 11.29–34), el Antiguo Testamento recomienda la hospitalidad porque Dios mismo es hospitalario (Sal 15.1; 21.3–6; 39.12) y su pueblo aprendió en Egipto las angustias del Extranjero (Éx 23.9).
Más allá de la mención explícita de hospitalidad, el código de santidad en el Antiguo Testamento exige una atención justa y hospitalaria para las viudas, los huérfanos, los pobres y los extranjeros de Israel (por ejemplo, Dt 14.29; 15.7–11; 16.11; 24.19–22; 26.12) como Jehová ha sido justo y hospitalario con su pueblo al instalarles en la tierra prometida (Sal 146.9; Pr 15.25).
 
En La Época Del Nuevo Testamento
En los escritos rabínicos la hospitalidad se limita con frecuencia a los Judíos solamente, aunque en el judaísmo posterior se consideraba un deber de alcance general. Paralelamente, el Nuevo Testamento recomienda la hospitalidad para con todos los menesterosos, pero sobre todo si son cristianos (cf. Gl 6.10). La presencia de esta virtud será factor determinante en el Juicio final (Mt 25.34–45), y los Hermanos que aquí disfrutan de la hospitalidad son todos los necesitados.
Como en el Antiguo Testamento, los siervos de Dios merecen especial atención. Jesús es a menudo huésped (Lc 7.36ss; 10.38ss; Jn 2.2; 12.2). Pablo también lo es (Hch 16.15; Flp 22). El envío de los doce apóstoles y de los setenta presupone un recibimiento hospitalario sin precedentes (Mt 10.9; Lc 10.4). Fallar en la hospitalidad sería rechazar el mensaje traído por el viajero (Mc 6.11; Lc 9.53); a la inversa, al obrero hereje se le niega hasta la hospitalidad (2 Jn 10).
Las parábolas de Jesús ilustran ricamente la hospitalidad y la encomian (por ejemplo, Lc 10.34s; 11.5s; 14.12). Los apóstoles también la recomiendan (Ro 12.13; Col 4.10; 1 Ti 3.2; Tit 1.8; 1 P 4.9ss; 3 Jn 5–8). ¡Quién sabe si el huésped que recibimos en casa no es un ángel o mensajero de Dios! (Heb 13.2). Santiago reclama la parcialidad hacia los ricos, a despecho de los pobres, en las iglesias a las que escribe (Stg 2.1–7). Debido a las persecuciones que esparcían a los cristianos (Hch 8.1) y a la vasta actividad misionera del primer siglo, la hospitalidad motivada por el amor desinteresado era una necesidad. Sin embargo, había personas que rehusaban ofrecer hospitalidad (por ejemplo, 3 Jn 9, 10) o que abusaban de la hospitalidad, por lo que algunos escritores postapostólicos sintieron la necesidad de prevenir a sus lectores acerca de tales personas (por ejemplo, Didajé XI:9, 10; XII:1–5). Sin embargo, en la ética cristiana siempre se destaca el ejemplo del Señor Jesús (Mc 6.41ss; 8.6ss; 10.45; Lc 12.37; 22.27; Jn 13.1ss), quien sigue siendo anfitrión (Mc 14.22ss; Jn 6.50–58).
Los cristianos tenemos el llamado hoy a abrir nuestros corazones, hogares y templos para brindar generosa hospitalidad a los desprotegidos y marginados por nuestras sociedades. La hospitalidad de los cristianos debe abarcar también a quienes sufren prisión por causa del Reino de justicia (Jer 37.15–38.13; Hch 12.1–17; Flp 4.10–19.
Bibliografía:
R. De Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona, 1964, pp. 33s, 117ss.
 
HUERTO Dios puso al primer hombre, inmediatamente después de haberlo creado, en un huerto «para que lo labrara y lo guardara» (Gn 2.8, 15). Gustó tanto al hombre esta primera morada, de la cual fue arrojado a causa del pecado (Gn 3.23, 24), que en lo sucesivo se dio al cultivo de numerosos huertos. Gustaba especialmente de los plantados junto a los ríos (Nm 24.6). Salomón fue muy amigo de los huertos y los cultivó con ardiente pasión (2 R 25.4; Neh 3.15; Jer 39.4).
La costumbre de plantar y cuidar huertos era también favorita de la gente sencilla (Dt 11.10; Jer 29.5; Is 1.29, 30; Lc 13.19, etc.). En el libro de Cantares la palabra huerto se repite con frecuencia. En 4.12 se dice que la esposa es un huerto cerrado, seguramente refiriéndose a su fidelidad (cf. 4.15s; 6.2).
Cristo frecuentó los huertos cercanos a Jerusalén (Jn 18.1) para dedicarse a la oración. En uno de estos huertos lo apresaron (Jn 18.2ss, Getsemaní), y en otro lo sepultaron (Jn 19.41, 42).
 
HULDA Profetisa de Jerusalén a quien consultaron después del hallazgo del libro de la Ley en el templo, durante el reinado de Josías. Profetizó el juicio de Dios según el libro, pero advirtió que el rey Josías de Judá, debido a su arrepentimiento al oír las palabras de la Ley, no lo vería (2 R 22.14–20; 2 Cr 34.22–28).
 
HUMILDAD Traducción de varios términos hebreos: anava (aflicción, mansedumbre), daka (ser rebajado, herido), shaja (inclinarse), kana (ser o llegar a ser humilde) y del griego tapeinos.
En el Antiguo Testamento el término se refiere originalmente al Pobre, oprimido o afligido (1 S 2.7; 2 S 22.28), y luego se extiende a la actitud del hombre que recibe con sumisión y confianza tales pruebas (Éx 10.3; Dt 8.12, 13). Miqueas la considera requisito esencial de la misma (6.8). En 2 Cr la humildad es criterio fundamental para juzgar a los reyes. Y el humilde es en los salmos el prototipo del varón piadoso o justo (22.26; 25.9; 123; 131; 147.6).
El Nuevo Testamento recoge la idea de humildad del Antiguo Testamento (Mt 5.5; 23.12; Lc 1.52; Hch 20.19; Flp 4.12). Jesús es el humilde por excelencia (Mt 11.29; 21.4, 5), a quien el Padre ha exaltado (Flp 2.8s). Esta misma humildad se requiere del creyente (1 Co 4.21; 2 Co 10.1; Ef 4.2; 2 Ti 2.25). A veces se contrasta con la violencia (1 Co 4.21). Permite desentenderse del propio prestigio (Mt 18.4; Ro 12.16; 2 Co 11.7; cf. Jn 13.3–17) y dar preferencia a los demás (Flp 2.3). Pero puede haber una humildad simulada (Col 2.18–23; cf. 3.12). El orgullo que confía en el poder o el ejército se contrasta con la humildad que confía solamente en Dios (Sal 118.8s; 146.3s).
 
HUR (Jur en NC, BC y BJ). Nombre de significado incierto. Fue un israelita que, juntamente con Aarón, sostuvo los brazos de Moisés mientras este oraba durante la batalla contra los Amalecitas (Éx 17.10, 12). Más tarde ayudó a Aarón en la dirección del pueblo en ausencia de Moisés (Éx 24.14).
Nombre de otras seis personas mencionadas en Éx 31.2; Nm 31.8; 1 R 4.8; 1 Cr 2.50; 4.1; Neh 3.9.
 
HURTO Robo.
 
HUSAI Un amigo y sabio consejero del rey David (2 S 15.32, 37). Durante la sublevación de Absalón, Husai permaneció fiel a David y se convirtió en su espía en Jerusalén. Este probablemente fue el padre de Baana, uno de los oficiales del rey Salomón (1 R 4.16).
Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (2000, c1998). Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
 
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