CENCREA Uno de los puertos de → Corinto (a 11 km de la ciudad), situado en el golfo Sarónico al lado oriental del istmo. Al otro lado se hallaba el puerto de Lecheum. En Cencrea Pablo se cortó el pelo como señal de su voto y de allí emprendió viaje para Éfeso (Hch 18.18). Romanos 16.1 indica que existía una iglesia en Cencrea, de la que → Febe era diaconisa.
Pablo conoció el puerto de Cencrea, ya que de ahí zarpó cuando abandonó Corinto para viajar a Éfeso y luego a Siria (Hch 18.18). Cuando escribió su carta a los romanos (tal vez desde Corinto), Pablo recomendó a la iglesia de Roma que recibiera dignamente a Febe, diaconisa de la iglesia de Cencrea (Ro 16.1–2), quien iba a viajar a Roma en ese momento.
CENEOS (en hebreo, herrero o artífices en cobre). Tribu madianita (Nm 10.29; Jue 1.16; 4.11) que habitaba la tierra prometida (Gn 15.19). Su relación con los madianitas y luego con los amalecitas puede indicar que eran nómadas artesanos en hierro y cobre. Moisés llegó a ser yerno de un ceneo (Éx 2.18; Nm 10.29; Jue 1.16; 4.11) e invitó a Hobab (¿su cuñado?) a acompañar a los israelitas. Así que los ceneos acompañaron a Judá en la posesión de su heredad (Jue 1.16; 1 S 27.10), pero permanecieron en el sur del país (quizás para seguir explotando los metales del Neguev y el Arabá). Saúl los perdonó cuando guerreaba contra los amalecitas (1 S 15.6). David cultivó amistad con ellos (1 S 30.26–29). Se ha sugerido que los israelitas aprendieron su «yahveísmo» de los ceneos. Pero la teoría no tiene apoyo bíblico. Más bien Moisés instruyó a Jetro en la religión de Jehová (Éx 18.10–12). Primero de Crónicas 2.55 puede indicar que los → Recabitas eran de ascendencia cenea.
CENEZEOS Antiguo pueblo de Canaán, cuya tierra Dios prometió a Abraham (Gn 15.19), y cuya ascendencia es posible trazar hasta Esaú (Gn 36.9–11, 15, 42; 1 Cr 1.36, 53). Hay autores que identifican a Cenez, descendiente de Esaú, con el Cenaz mencionado en 1 Cr 4.13–15, aun cuando tal identificación no sea del todo necesaria, y afirman que algunos cenezeos se unieron a Judá. En este caso Caleb, el cenezeo (Nm 32.12; Jos 14.6, 14), sería descendiente de esta familia edomita.
CENIZAS Término simbólico que representa la vanidad (Is 44.20), la inmundicia (Job 30.19), la desgracia (Sal 102.9), la vergüenza (2 S 13.19), la humillación ante Dios (Gn 18.27; Job 42.6) y el arrepentimiento (Dn 9.3; Mt 11.21).
Las cenizas se usaban en la purificación ritual de los inmundos (Nm 19.9, 10, 17; Heb 9.13). En cuanto a los sacrificios, había instrucciones específicas sobre la disposición de las cenizas restantes y la limpieza del altar después del holocausto (Lv 6.9–11). Jeremías llamó al valle donde se quemaban los cadáveres, el «valle de la ceniza» (Jer 31.40).
CENSO Enumeración y registro de los ciudadanos de un pueblo. En la antigüedad lo practicaban los romanos y las civilizaciones del Antiguo Oriente. El Antiguo Testamento menciona cinco cómputos formales hechos de la población hebrea. El primero (Éx 30.11–16; 38.26), para la ofrenda del tabernáculo, y el segundo (Nm 1–3), para el servicio militar (quizás basado en el primero), se realizaron en el monte Sinaí y dieron como resultado un número de 603.550 hombres mayores de 20 años.
El tercer censo (Nm 26), realizado cuando iban a entrar en Canaán, sirvió tanto de base para la división de la tierra como para propósitos militares, y su resultado fue de 601.630. Así, todo el pueblo que atravesó el desierto llegaría a unos 2.500.000, número sorprendentemente alto. El cuarto censo lo hizo David, según parece por orgullo militar (2 S 24). Ya que el país no pertenecía al rey sino a Jehová, solo Él tenía derecho de conocer el número de sus súbditos. Por tanto, la conciencia popular condenó el censo, y Dios, aunque provocó la ocasión de levantarlo (castigando el pecado de rebelión contra David), respondió con ira a esta arrogancia. La suma de 1.300.000 hombres de guerra (2 S 24.9; cf. 1 Cr 21.5) implicaría una población total de 5.000.000, que sería densa aun para el día de hoy.
El quinto censo se hizo con los que volvieron de Babilonia (Esd 2; cf. Neh 7.6–69) para fijar las herencias en la Tierra Santa, y dio como resultado 42.360. El Nuevo Testamento menciona dos censos romanos: Lc 2.1ss y Hch 5.37. (→ Cirenio.) Recordemos, sin embargo, que no es fácil determinar con certeza si estos números son exactos, ya que en la antigüedad no se usaban números sino letras con equivalencia numérica.
CENTINELA Uno que guardaba, de día o de noche, una ciudad, un ejército o una viña contra ladrones y el ataque de enemigos. A veces se situaba en una torre o en una colina para poder observar toda la ciudad.
Por las frecuentes guerras en Israel, la figura del centinela era bien conocida. Gedeón atacó a los madianitas cuando estos acababan de relevar a los centinela (Jue 7.19). Jerusalén tenía centinelas que vigilaban la ciudad de día y de noche (Sal 127.1).
Isaías compara al profeta con el centinela que está sobre la atalaya para dar aviso (Is 21.6,

. Ezequías, en el pasaje clásico (Ez 33.1–9), describe el trabajo y la responsabilidad del atalaya.
CENTURIÓN Oficial romano que mandaba 100 soldados. Casi todos los centuriones eran romanos y soldados profesionales. Constituían la columna vertebral del ejército romano. En el Nuevo Testamento se mencionan a menudo. Por ejemplo, el comandante de los soldados que crucificaron a Jesús fue el primero en atribuir a este el título de «Hijo de Dios» (Mc 15.39, 44) y → Cornelio, prosélito judío, fue la primicia del cristianismo entre los gentiles (Hch 10).
Un centurión se compadeció de su siervo enfermo a tal grado que buscó a Jesús para que lo curara (Lc 7.1–10). El centurión Julio cumplió con su deber y salvó la vida de Pablo (Hch 27.1).
CEPO Instrumento de castigo, al que solo se alude en pasajes tardíos del Antiguo Testamento. Constaba de dos grandes piezas de madera, entre las cuales quedaban apresados los pies y, algunas veces, las manos y el cuello del prisionero. Los profetas Jeremías (Jer 20.2–3) y Hanani (2 Cr 16.10) sufrieron el cepo. Y Job alude a él metafóricamente para expresar su aflicción (Job 13.27; 33.11).
En Hch 16.24 se emplea la palabra griega xylon (objeto hecho de madera) en relación con el incidente de Filipos, cuando encarcelaron y pusieron en el cepo a Pablo y Silas.
CERDO → Puerco.
CERETEOS Pueblo que probablemente tuvo su origen en Creta y vivía al lado de los filisteos, en el sudoeste de Canaán (1 S 30.14; Ez 25.16; Sof 2.5). Con los peleteos formaban el cuerpo de guardia de David bajo la dirección de Benaía, uno de «los valientes» (2 S 8.18; 20.23; 1 Cr 18.17). Permanecieron fieles a David durante las rebeliones de Absalón (2 S 15.18) y de Seba (2 S 20.7), y presenciaron el ungimiento de Salomón (1 R 1.38, 44).
CERVIZ Parte posterior del cuello. En sentido figurado, representa el acto de huir del enemigo, volviéndole la espalda (Éx 23.27). La cerviz endurecida simboliza obstinación o rebeldía delante de Dios (Éx 33.3; etc.) y la actitud del pecador (Dt 31.27; 2 R 17.14; Pr 29.1; Hch 7.51).
En la antigüedad, los conquistadores solían poner el pie sobre el cuello de los príncipes postrados, en prueba de subyugación (Jos 10.24), figura que se aplicaba también en otras circunstancias (por ejemplo, Gn 27.40; Hch 15.10).
CÉSAR Sobrenombre original de la familia juliana en Roma. Después de haber sido dignificado en Julio César, se hizo nombre usual de los miembros de su familia que subían al trono. El último de estos fue Nerón, pero dicha denominación la conservaron sus sucesores, como una especie de título perteneciente al emperador.
A pesar de la tradición republicana de Roma, el César era en realidad un monarca (Jn 19.12, 15), como se ve en el juramento universal de obediencia. El culto al César que surgió más tarde llegó a ser para los cristianos el problema terrible que forma el antecedente histórico de → Apocalipsis. Los Evangelios se refieren a → Augusto César (30 a.C.—14 d.C.) en Lc 2.1, y a → Tiberio (14–37 d.C.) en Mc 12.14//; Lc 3.1; 23.2; Jn 19.12, 15. Calígula (37–41 d.C.) no aparece en el Nuevo Testamento. Hechos menciona a → Claudio (41–54 d.C.) en 11.28; 17.7 y 18.2. El César a que se refieren Hch 25–28 y Flp 4.22 es → Nerón (54–68 d.C.). A veces César es símbolo de cualquier príncipe terrenal o del estado en general (Mc 12.17//).
CESAREA Ciudad situada a unos 104 km al noroeste de Jerusalén, en la costa del Mediterráneo. Fue construida (29–20 a.C.) por Herodes el Grande en el sitio de la Torre de Estratón, en honor de Augusto César. Llegó a ser el asiento del gobierno oficial de Roma en la Tierra Santa, bajo los procuradores y los reyes herodianos.
En el Nuevo Testamento, Cesarea aparece primeramente como la ciudad donde predicó y residió Felipe (Hch 8.40; 21.8); después como refugio de Pablo mientras huía camino a Tarso (Hch 9.30), y donde Pedro convirtió al centurión Cornelio (Hch 10). Agripa I gobernó y murió aquí (Hch 12.19–23). Después de sus viajes misioneros, camino de Jerusalén, Pablo pasó por Cesarea (Hch 18.22; 21.8, 16), y aquí, luego de su arresto en Jerusalén, fue llevado a la prisión. Compareció ante Félix y Festo (Hch 23.23, 33; 24.27; 25.1ss) y de Cesarea zarpó para Roma (Hch 25.13ss).
Estos rompeolas construidos por los romanos convirtieron a Cesarea en una importante ciudad portuaria mediterránea.
Después de la época novotestamentaria Cesarea llegó a ser un centro importante para la iglesia antigua. Fue sede episcopal y de una escuela teológica donde fueron maestros Orígenes (185–254) y Eusebio (275–340).
CESAREA DE FILIPO Ciudad conocida por ser el escenario de la confesión cristológica de Pedro (Mt 16.13ss), situada al extremo sur del monte Hermón, donde nace la fuente principal del río Jordán. En la antigüedad fue lugar de culto al dios Pan; de allí el nombre de Paneas para la ciudad y toda la región vecina. Paneas llegó a formar parte de la tetrarquía de Felipe luego de la muerte de su padre Herodes el Grande (4 d.C.). Aquel remodeló y embelleció la ciudad, y la llamó Cesarea de Filipo, en honor de Tiberio César y de sí mismo.
En tiempos del Nuevo Testamento, Cesarea de Filipo era un importante centro de civilización grecorromana. Su influencia fue amplia según se desprende de las frases «la región de Cesarea de Filipo» (Mt 16.13) y «las aldeas de Cesarea de Filipo» (Mc 8.27).
Hoy se conoce con el nombre árabe de Banias, corrupción del nombre griego.
CETRO Vara que simboliza la autoridad de un legislador, usada especialmente por los reyes (cf. báculos, Nm 21.18). Los cetros del mundo antiguo eran de dos clases:
1. Largos: Surgen de la evolución del significado del bastón del anciano, y llegan a tenerse como símbolo de la sabiduría y soberanía del rey («los gobernadores» en Am 1.5, 8 son, literalmente, «los que tienen el cetro»). Según Gn 49.10 el cetro era lo bastante largo como para que reposara entre los pies del rey.
2. Cortos: Surgen de la evolución de un arma primitiva; eran símbolo del poder conquistador del rey (cf. Nm 24.17).
El cetro del Mesías simboliza su soberanía y poder (Sal 45.6; 110.2). Los judíos pretendieron ridiculizarlo poniendo una caña en la mano de Jesús (Mt 27.29).
CETURA (perfumada). Esposa (o concubina) de Abraham después de la muerte de Sara. Sus hijos, que no tendrían parte de la herencia con Isaac, fueron enviados hacia el Oriente. Llegaron a ser progenitores de varias tribus árabes, de las cuales sobresale Madián (Gn 25.1–6; 1 Cr 1.32).
CHACAL Mamífero carnívoro de la familia de los cánidos de un tamaño intermedio entre el lobo y el zorro. Era común en todo Palestina. Por sus lastimeros aullidos nocturnos (Miq 1.8) y sus madrigueras en las ruinas, es considerado símbolo de desolación (Is 13.22; 34.13; Jer 9.11; 49.33, etc.). Se alimenta de carroña (Sal 63.10) que olfatea a la distancia (Jer 14.6), pero con todo, es ejemplo para el hombre en el cuidado de su cría (Lm 4.3). Se reúne en manadas, por lo que se cree que las → Zorras de Jue 15.4 sean en realidad chacales.
CHIPRE Isla grande (de unos 236 km de largo y de una anchura que varía entre 8 y 80 km) en el Mediterráneo, cerca de la costa de Siria (al este) y de Asia Menor (al norte). Su terreno es montañoso (alcanza alturas de 2.300 m), y posee yacimientos minerales y considerable variedad de piedras preciosas. A esto se debe en parte el interés que tenían en la isla los fenicios en tiempos antiguos. En tiempos del Nuevo Testamento era una provincia imperial de Roma. Hechos 4.36 (la primera referencia novotestamentaria) afirma que → Bernabé era «natural de Chipre». Es más, Chipre estuvo íntimamente ligada con el desarrollo del cristianismo primitivo (Hch 11.19, 20). Fue allí donde Pablo inició su ministerio como misionero (Hch 13.4–12).
CHISMOSO → Calumnia.
CIELO Término que puede referirse a las regiones atmosféricas y siderales o a la morada de Dios. Con ambos sentidos suele usarse indistintamente en plural y singular tanto en el castellano como en los idiomas originales.
«Los Cielos Y La Tierra»
Expresión que aparece en el primer versículo de la Biblia (Gn 1.1) y en otros muchos pasajes para designar todo el universo. Los escritores bíblicos aluden metafóricamente a las puertas o ventanas del cielo, las cuales se abren o se cierran para dar paso al agua o detenerla (Dt 11.17; Sal 78.23). Se habla del sol, la luna y los astros como si estuvieran colocados en el cielo (Gn 1.14–17). Sería un error interpretar al pie de la letra tales metáforas escritas en una época precientífica.
Los Tres Cielos
En 2 Co 12.2 se menciona «el tercer cielo» de donde se deduce la existencia del primero y segundo cielo. Sin embargo, en la Biblia no se habla de ello. Puede ser que el primero sea la atmósfera que rodea nuestro planeta; el segundo, el espacio físico más allá de la atmósfera; y el tercero, la morada de Dios. Pablo fue arrebatado hasta el tercer cielo, pero se le prohibió divulgar lo que allí vio y oyó (2 Co 12.1–9). Según parece, Juan tuvo una experiencia similar (Ap 4.1) en la cual basó la mayor parte de Apocalipsis.
Lo fundamental en estas experiencias de Pablo y Juan no es lo que nos permiten descifrar en cuanto a la estructura del cielo, sino lo que aportan al conocimiento de Dios.
La Morada de Dios
En varios pasajes aparece el cielo como morada de Dios y los seres que con Él habitan. Por ejemplo: «Padre nuestro que estás en los cielos» (Lc 11.2). Con Dios viven «los ejércitos de los cielos» (Neh 9.6) y los ángeles (Mc 13.32). Después de su resurrección, Cristo ascendió al cielo (Hch 1.11) y de allí volverá otra vez (1 Ts 4.16).
A veces cielo es sinónimo de Dios. El hijo pródigo dice: «He pecado contra el cielo y contra ti» (Lc 15.18). Ejemplo conocido es el término «reino de los cielos» en Mateo, evidentemente sinónimo de «reino de Dios».
La Biblia le promete al hombre regenerado una morada en el cielo (Jn 14.1–3). Hebreos 2.10 lo llama «la gloria». Hay una herencia incorruptible reservada en el cielo para los creyentes (1 P 1.4). El cielo es un lugar de bendición, mientras que el infierno promete tormento y miseria.
La referencia en Ap 21.1 a «un cielo nuevo y una tierra nueva» sugiere que el universo físico actual será completamente renovado.
CIENCIA → Conocimiento.
CIERVO/VA Mamífero rumiante de tamaño mediano, entre el venado y el corzo. Extinto en la Tierra Santa, en las otras regiones bíblicas se hallan dos tipos: el ciervo berberisco y el persa, que sin duda los judíos conocían.
Es elogiado por su agilidad (2 S 22.34; Sal 18.33; Cnt 2.9, 17; Is 35.6); se cuenta entre los animales limpios (Dt 14.5); tiene carne sabrosa (Dt 12.15, 22; 15.22), que se servía en la mesa de Salomón (1 R 4.23). Es tímido y cariñoso (Pr 5.18, 19; Jer 14.5).
CIGÜEÑA Ave zancuda cuyo nombre hebreo significa «piadosa», quizás por referencia al cuidado de su cría. En la Tierra Santa se conocen dos especies. La blanca (excepto la punta de las alas) pasa el invierno en África, de donde emigra en verano en grandes bandadas (Jer 8.7).
La otra especie, de lomo y cuello negros, es muy común en el valle del mar Muerto. Los hebreos consideraban inmunda a la cigüeña, quizás por su régimen alimentario (Lv 11.19; Dt 14.18). A su costumbre de anidar en árboles altos se refiere el Salmo 104.17.
CILICIA Provincia del sudeste del Asia Menor, llamada antes Traqueya en su parte occidental y Cilicia Pedias en su parte oriental. Antes de 72 d.C., cuando Vespasiano dio más autoridad al gobierno provincial, Cilicia Pedias tenía una administración siria (cf. «en Siria y en Cilicia», en Hch 15.23, 41; Gl 1.21). Sus ciudades principales eran Adana, Seleucia y la capital → Tarso, donde nació → Pablo. Una vital ruta comercial pasaba por las célebres «Puertas de Cilicia», desfiladero de los montes Tauro, al noroeste de Tarso.
Entre la población hitita originaria se radicaron muchos judíos que a menudo viajaban a Jerusalén manteniendo relaciones con los otros judíos y reuniéndose en una sinagoga particular (→ Libertos). Esta, a la que Saulo de Tarso quizás asistió, tomó parte en el debate con → Esteban (Hch 6.9).
Luego de su conversión, Pablo estuvo activo en Cilicia, donde estableció iglesias a las que, entre otras, se dirigió la carta que envió el concilio celebrado en Jerusalén (Hch 15.23, 41). El cristianismo floreció en Cilicia hasta que esta la dominaron los árabes en el siglo VIII.
CILICIO Ropa toscamente tejida y de tela oscura, generalmente de pelo de cabra o → CAMELLO (Ap 6.12). Era una vestidura áspera que llevaban los que estaban de duelo o en actitud de penitencia por causa del pecado (Gn 37.34; 2 S 3.31; 1 R 21.27; Mt 11.21).
Usado a veces a flor de piel, el cilicio servía de signo de protesta como en el caso de Mardoqueo (Est 4.1) y los profetas (Is 20.2; Zac 13.4).
Ceñírselo era símbolo de los lamentos de Judá por los castigos que el Señor enviaba al pueblo (Jer 4.8; 48.37). Sentarse sobre cenizas era un acto casi siempre asociado con el uso del cilicio. Todo eso serviría para expresar arrepentimiento.
CÍMBALO Instrumento musical de percusión usado en las ceremonias religiosas de Israel (1 Cr 15.16, 19, 28; 2 Cr 5.13; 29.25; Esd 3.10; Neh 12.27; cf. 1 Co 13.1).
Consistía en dos platillos metálicos que sonaban al golpearlos uno contra el otro, y los había de dos tamaños. Los más grandes se sostenían con ambas manos, y los pequeños se colocaban uno en el dedo pulgar y el otro en el dedo cordial de una mano. Se cree que el Salmo 150.5 menciona ambas clases.
CINERET (arpa, lira).
1. Ciudad fortificada en la tierra de Neftalí, ubicada en la costa noroeste del lago de Galilea (Jos 19.35).
2. Pequeña llanura que rodeaba la ciudad de este nombre (1 R 15.20), designada como «tierra de → Genesaret» en Mc 6.53.
3. En el Antiguo Testamento nombre del mar que en el Nuevo Testamento se llama → Mar de Galilea o lago de Genesaret (Nm 34.11; Dt 3.17; Jos 11.2; 12.3; 13.27). Algunos creen que el lago se llamó así por tener forma de arpa.
CINTURÓN El cinturón o cinto fue, en las tierras y el tiempo bíblicos, parte esencial del vestido tanto del hombre como de la mujer. En su forma y contextura variaba desde el simple cordel hasta una elaborada pretina, como la que usaban los sacerdotes y el sumo sacerdote. Por lo general, los cinturones se hacían de cuero (Mt 3.4) o de simple tela a manera de faja. Los cinturones de lino eran muy delicados (Jer 13.1).
Algunos cinturones de cuero se confeccionaban de tal manera que sirviesen de bolsa para llevar monedas, navajas, tinteros y hasta alimentos. Tanto en horas de trabajo manual como de viaje, las personas levantaban las puntas de sus túnicas y las encajaban en el cinturón para así poder moverse con mayor libertad. De aquí la expresión «ceñidos vuestros lomos» (Éx 12.11; Lc 12.35), que da a entender que el hombre está dispuesto a la actividad y al servicio.
En la minuciosa lista que Dios da a Moisés (Éx 28.4), se menciona el cinturón como objeto importante en las vestiduras de los primeros sacerdotes.
CIPRÉS Reina Valera traduce el hebreo berosh indistintamente «haya» (Ez 27.5; 2 S 6.5) o «ciprés» (1 R 6.15, 34; 9.11; Cnt 1.17). Tal vez es el juniperus excelsa, variedad de junípero que se da en el Líbano. Es un árbol fragante, parecido al → Cedro, cuya madera es estimada para construir buques, instrumentos de música y casas.
CIRCUNCISIÓN Rito religioso en el que se corta el prepucio que cubre el glande del miembro viril.
La circuncisión se conocía entre los egipcios antes del tiempo de Abraham (DBH, p. 331). La practicaban también los edomitas y moabitas (Jer 9.25s). Entre estas naciones paganas la circuncisión era un rito de pubertad o consagración al matrimonio, que se efectuaba al llegar a la edad necesaria (Gn 17.25). Los filisteos, asirios, elamitas, sidonios y los habitantes preisraelitas de Canaán, no la conocían (1 S 14.6; Ez 32.17–30).
En El Antiguo Testamento
Dios escogió la circuncisión como señal de su → Pacto con → Abraham y su descendencia (Gn 17.10, 11). Algunas de las implicaciones derivadas de este pacto son:
1. La justificación por la fe sola (Gn 15.6, 18). Pablo habló de la circuncisión sobre todo como señal y sello de la justicia por la fe (Ro 4.11).
2. La regeneración o el nuevo nacimiento, es decir, una vida nueva (Gn 17.7; Mc 12.26, 27; Ro 4.19). Moisés y Jeremías hablaron de la circuncisión del corazón (Lv 26.41; Dt 10.16; 30.6; Jer 4.4; 9.25, 26).
3. La capacidad de engendrar una descendencia santa. La circuncisión se relaciona en su contexto bíblico original con el proceso de propagación (Gn 17.7; cf. 15.2–5). En el Antiguo Testamento el acto sexual no se considera pecaminoso (Gn 1.28; 2.4), pero su fruto, la naturaleza humana, sí (Salmo 51.5). Mediante la gracia representada por la circuncisión se renueva la capacidad de engendrar una descendencia santa (Gn 1.28; 17.2, 4–6; 1 Co 7.14).
La circuncisión en el Antiguo Testamento no era un rito de pubertad, como en las naciones paganas. Se circuncidaban a los bebés de ocho días (Gn 17.12), por su necesidad de los beneficios del pacto y su participación en ellos (Lv 12.3; Sal 51.5; Ro 5.12, 18; 1 Jn 2.12).
4. La circuncisión implicaba obediencia a Dios (Ro 2.25–29; 1 Co 7.17–19), no solo para los creyentes adultos (Gn 17.1), sino también para los hijos (Gn 17.9; 18.19; Sal 103.17, 18; Ef 6.4; Col 3.20; Tit 1.16). Era señal de una relación especial, íntima y santa con Dios (Gn 17.1) y de plena comunión con el pueblo (Gn 17.14). Confería derechos y obligaciones de la misma manera que lo hacía la identificación de cada familia con su patriarca (Gn 17.7, 8, 12, 13, 23; cf. Ro 5.12–20 y el bautismo en Hch 2.39; 16.15, 31, 33; 18.8). Como señal del pacto era el requisito para participar dignamente de la Pascua (Éx 12.48) y de los sacrificios (Ez 44.7).
La práctica común en Israel era muy contraria a la alta enseñanza divina sobre la circuncisión. Casi desde el principio (Gn 34; cf. 21.4), Israel convirtió lo espiritual en algo carnal e hipócrita. En vez de tener la circuncisión por señal de bendición universal, la cambió en una distinción nacionalista que redundó en maldición (Gn 12.2; 17.6, 12; cf. cap. 34).
A través del Antiguo Testamento, Dios hace hincapié en la gran importancia de recordar la señal de su pacto (Gn 17.14) y en el peligro de despreciarla y postergarla (Éx 4.24–26; Jos 5.2–9). Sin embargo, advierte que la señal exterior sin la realidad de la fe y la regeneración interior es vacía y nos condena (Jer 9.25, 26; Ro 2.25–29; 4.9–12).
En El Nuevo Testamento
La circuncisión se practicó, como correspondía a la cultura judía de la época, en los casos de Juan el Bautista y Jesús (Lc 1.59; 2.21). La imposición del nombre acompañaba a la circuncisión.
Sin embargo, para mediados del siglo I la circuncisión perdió mucho de su sentido confesional de la época del regreso. Pablo polemizó fuertemente con los que querían circuncidar a los gentiles convertidos a Cristo (Gl 5.2–12; 6.12–16; Flp 3.2, 3). Su opinión la adoptó el concilio apostólico (Hch 15.1–21). La circuncisión nunca llegó a ser ordenanza de la Iglesia (1 Co 7.18, 19; Hch 16.3; Ro 4.9–12; cf. Gl 2.3).
La señal del pacto llegó a ser el → Bautismo. Este cumplía el verdadero sentido de la circuncisión: el despojamiento de la vieja naturaleza y la experiencia de la regeneración (Col 2.11, 12). Así que los cristianos forman la verdadera circuncisión (Flp 3.3).
En Sentido Figurado
La Biblia se refiere con frecuencia a la «circuncisión del corazón» (Dt 10.16; Jer 4.4; Ro 2.29). El Antiguo Testamento menciona árboles frutales incircuncisos (Lv 19.23), y labios (Éx 6.12, 30) y oídos (Jer 6.10) incircuncisos. Pablo habla de la «incircuncisión de vuestra carne» (Col 2.13).
CIRENE Ciudad de Libia en el norte de África, situada al oeste de Egipto. Formaba parte de la Pentápolis (cinco ciudades, las otras eran Apolonia, Arsinoe, Berenice y Tolemaida). Los griegos la colonizaron en 631 a.C. Después de la muerte de Alejandro Magno, cayó en manos de los egipcios (tolomeos). Cedida a los romanos (75 a.C.), estos la convirtieron en una provincia.
Los judíos cireneos llegaron a ser una de las principales comunidades de la → Diáspora (1 Mac 15.23; Hch 2.10). A un cireneo, → Simón, lo obligaron a cargar la cruz de Jesucristo (Mc 15.21 //). Había cireneos entre los que evangelizaron en Antioquía por primera vez a los gentiles (Hch 11.20), y más tarde → Lucio enseñaba en la iglesia allí (Hch 13.1). Los judíos de Cirene tenían o compartían en Jerusalén una sinagoga (Hch 6.9).
Foto: Museo nacional, Egipto.
Un relieve egipcio en piedra que data más o menos del 2200 a.C., mostrando dos niños siendo circuncidados con cuchillos de pedernal.
CIRENIO Gobernador de Siria cuando nació Jesús, según Lc 2.2. Empezó su carrera política como cónsul en Roma en 12 a.C. Desempeñó varios puestos y murió en 21 d.C. (→ Jesucristo).
Lo dicho en Lc 2.2 presenta uno de los problemas más interesantes y más difíciles de la Biblia, en cuanto a la fecha del nacimiento de Jesús. Dice: «Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria». Datos históricos prueban que Cirenio fue gobernador de Siria entre 6 y 9 d.C. y que Judea pertenecía a esta provincia. Josefo (Antigüedades XVIII, i,1) registra un censo en esta época, y Hch 5.37 menciona este censo en relación con la rebelión de Judas el Galileo. Pero Lc 2.2 se refiere a otro censo previo (Herodes murió en 4 a.C.) e implica que Cirenio fue gobernador de Siria dos veces. Una inscripción antigua parece confirmarlo, aunque no aparece el nombre de Cirenio. Quizás Cirenio haya sido legado especial en Siria entre 10 y 4 a.C. encargado de las relaciones exteriores, especialmente de la guerra contra los homanadenses (revoltosos de Asia Menor Central), mientras otro llevaba el gobierno civil de la provincia. De ser así, es posible también que se hiciera un censo en esta época, ya que Herodes era súbdito del emperador Augusto y se hicieron censos en otras partes del imperio en este período.
CIRO Fundador del Imperio Persa (559–529 a.C.) que en 559 a.C., después de encabezar una revuelta militar, se coronó rey de los medos y los persas. Con sus guerras de conquista extendió su dominio sobre toda el Asia Menor. Sus ejércitos llegaron hasta Egipto y la India. En 539 se apoderó de la ciudad de Babilonia, donde los judíos se encontraban desterrados.
En la historia general se destaca como gobernante magnánimo y por haber dado un trato diferente a los pueblos conquistados: respeto a la vida, consideración a los reyes vencidos y respeto a los dioses de cada uno de los pueblos.
Los israelitas sin duda se beneficiaron de esta política tolerante. En Is 44.28–45.16. Ciro aparece como el ungido de Jehová, distinción reservada primitivamente para el rey de Israel y convertida luego en título mesiánico (→ Unción). Por ello los judíos pusieron sobre él sus esperanzas de liberación. Y en efecto, Ciro fue el «agente político» de Dios; un instrumento de los designios divinos. Así, en el primer año de su gobierno en Babilonia (538 a.C.), devolvió la libertad a los judíos mediante el famoso edicto de restauración, con el cual también autorizó la restauración del culto judío y la construcción del templo (Esd 1.1–4; 6.3–5).
CISÓN Nombre de arroyo y ciudad.
1. Importante arroyo en el norte de Palestina. Tiene sus fuentes al pie de los montes Tabor y Gilboa y corre paralelo al nordeste de las montañas del → Carmelo, pasando por el valle de Jezreel hasta desembocar en el Mediterráneo, al sur de la bahía de Acre. Durante una buena parte del año está seco; en tiempo de lluvias se vuelve impetuoso torrente a causa de la conjunción de aguas que bajan del Carmelo. Desde el punto en que recibe las aguas del Carmelo hasta su desembocadura, el río Cisón ofrece una corriente perenne; ese tramo es de aproximadamente 4 km de longitud.
Fue escenario de la derrota de → Sísara (Jue 4.7, 13; 5.21), y fue allí también donde perecieron los profetas de Baal tras la contienda habida con → Elías (1 R 18.40). En sus riberas se encuentra la famosa montaña de → Meguido (→ Armagedón), sitio de terribles matanzas.
2. Ciudad de los levitas (Jos 21.28).
CISTERNA Debido a cierto intercambio de términos en el hebreo, es preciso distinguir la cisterna propiamente dicha, de pozos, fuentes y estanques. Todos tenían gran importancia en la Tierra Santa. Como allí deja de llover durante el verano, tenían que usar todos los métodos a su alcance para abastecerse de → Agua y conservarla. En contraste con el pozo, que acumula el agua de una fuente subterránea (o agua infiltrada), la cisterna es un depósito hecho en el suelo, en forma de pera, para recoger y conservar agua de lluvia. La boca de la cisterna solía taparse con una piedra.
Se han encontrado restos de miles de cisternas, pues toda casa considerable tenía una, y se hacían cisternas de gran tamaño para el uso público. Debajo del templo se construyó un depósito inmenso para las necesidades del culto.
Foto de Willem A. VanGemeren
Un pastor saca agua para su rebaño de una cisterna en el Neguev, la región desértica sureña de Israel.
Como es natural, el agua disminuía durante el verano, y había muchas cisternas secas que a veces se usaban como mazmorras improvisadas. Por ejemplo, los casos de José (Gn 37.22) y Jeremías (Jer 38.6). En sentido figurado, Jer 2.13 contrasta a Dios, fuente eterna de agua viva, con los recursos de los hombres (o de falsos dioses) que son «cisternas rotas que no retienen agua». (→ Pozo; Fuente; Estanque.)
CITAS A menudo un escritor bíblico repite lo que otro escribió sin mencionar que se trata de una cita. Por ejemplo, Nm 26.5ss citado de Gn 46.8ss; Dt 5.6ss de Éx 20.2ss; 1 Cr 17 de 2 S 7; Neh 7 de Esd 2; Sal 18 de 2 S 22; Miq 4.1–3 de Is 2.1–4; Is 36–39 de 2 R 18–20; Jer 52 de 2 R 24–25; Abd 1.8 de Jer 4.9; Jon 2.3 de Sal 42.7; Hab 2.14 de Is 11.9.
Citas Del Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento se cita expresamente unas doscientas cincuenta veces con indicaciones como «escrito está» (Mt 4.4), «lo dicho por el Señor» (Mt 1.22), «leído en el libro de Moisés» (Mc 12.26), «escrito en el profeta» (Mc 1.2), etc.
Mateo, por ejemplo, cita su propia traducción del texto hebreo (Mt 21.5 de Zac 9.9) y de la → Septuaginta (Mt 15.9 de Is 29.1, 3), y su propia versión de la recensión de → Qumrán (Mt 1.23 de Is 7.14). No se sabe por qué un mismo evangelista usa tres textos diferentes.
Para Hab 2.4, Pablo (Ro 1.17) prefiere la LXX, mientras el autor de Hebreos (10.38) el texto hebreo.
A veces no se cita textualmente, sino que se cambian algunos vocablos del pasaje reproducido (Mt 19.18s). Otras veces, al citar en el Nuevo Testamento un pasaje del Antiguo Testamento, no se toma en cuenta el contexto inmediato original, sino que la cita se adapta a las circunstancias de un nuevo contexto que solo en general corresponde a la antigua situación (→ Tipología). Por ejemplo, en Oseas 11.1, «Israel» designa al pueblo, pero en Mt 2.15 se refiere a Jesús. En Habacuc 2.4 se trata de tener fe en una profecía que aún no se ha cumplido; Ro 1.17 alude a la fe en el sacrificio cumplido ya por Jesús. En cada caso, la cita procura interpretar la nueva acción de Dios más que hacer la exégesis literal del antiguo pasaje. Es importante, pues, interpretar estas citas siempre a la luz de los dos contextos en que se encuentran. Demuestran que, años antes del acontecimiento, la voluntad revelada de Dios había insinuado que así sería, porque su plan salvífico no cambia esencialmente de una época a la otra. Esto lo vemos en Mt 1.23; 2.15, 17, 23; 3.3; 4.14, etc.; una serie de testimonios de que «todo esto aconteció para que se cumpliese [completase] lo dicho por el Señor por medio del profeta». Es posible que la iglesia hiciera colecciones de tales textos que hallaron su cumplimiento en Jesucristo (→ Mateo, Evangelio de). Asimismo, Lucas 4.21 señala que «hoy se ha cumplido esta Escritura [Is 61.1s] delante de vosotros».
Si tomáramos en cuenta las citas parciales y alusiones a textos veterotestamentarios, el total pasaría de mil.
Citas de Libros Apócrifos
Judas 14 cita a Enoc 1, indicando la fuente. Pero generalmente este tipo de cita se hace sin tal indicación (Ro 13.1 de Sabiduría de Salomón 6.4; 1 P 3.20 de Enoc 6 y 10; Jud 9 de Asunción de Moisés).
Citas de Textos Profanos Griegos
Hechos 17.28 cita de Aratos y 1 Co 15.33 de Menandro, poetas; Tit 1.12 de Epiménides y Gl 5.23 de Aristóteles, filósofos. Las formas rítmicas en Hch 14.17 y Stg 1.17 hacen pensar en alusiones a poesías.
Citas de Himnos
En Ef 5.14; 1 Ti 3.16; Ap 4.11; 5.9–13; y 15.3s, se hallan fragmentos de «salmos, himnos y cánticos espirituales» (Col 3.16), como si los autores aludieran a cantos comunes en las congregaciones. Mateo 26.30 se refiere al himno pascual que comprende los Salmos 113–118.
CIUDAD Conjunto de casas rodeado por una muralla y defendido por un alcázar. Contrastaba con la → Aldea en que esta era un simple conjunto de casas físicamente indefensas. En caso de guerra, los aldeanos se refugiaban en la ciudad, a cambio del pago de algún tributo por el asilo. La ciudad se consideraba en sentido figurado como la «madre» (2 S 20.19), y las aldeas como «hijas» según reza literalmente en hebreo en pasajes como Nm 21.25, 32; Jos 15.44; Jue 11.26.
Debe entenderse que las ciudades bíblicas, de acuerdo con las excavaciones arqueológicas, tenían poca extensión. La antigua Debir, por ejemplo, una ciudad importante, en los tiempos de su mayor prosperidad albergaba apenas de dos mil a tres mil habitantes.
El nombre de algunas localidades hace alusión a su origen, su situación o su reputación: → Betsaida (casa de la pesca) era una ciudad situada a orillas del lago de Genesaret; → Belén (casa del pan), una ciudad rodeada de campos de trigo; y → Bet-el (casa de Dios) se llamaba así por la fama de su templo. El nombre de → Jerusalén, de discutida etimología, evoca para los israelitas la idea de «ciudad santa» (Is 52.1; Ap 21.2, 27).
En las ciudades las casas generalmente eran pequeñas y estaban amontonadas; las calles eran estrechas y tortuosas, y muchas veces eran callejones sin salida. Por lo general, no tenían pavimentación y eran muy sucias; la basura se amontonaba y abundaban los perros callejeros (1 R 22.38; Lc 16.21). Los profetas aluden a lo sucio de las calles (Is 5.25; 10.6; Miq 7.10). En las viejas ciudades los comerciantes se agrupaban en lugares cercanos. Cada gremio tenía su sección; por ejemplo, «la calle de los panaderos» en Jerusalén (Jer 37.21). No había plazas, pero las → Puertas de la ciudad servían como tales. En ellas se hacían las transacciones comerciales (2 R 7.1; 2 Cr 32.6). Allí se proclamaban también los anuncios de las autoridades (Dt 21.19; Jer 17.19) y se hacían los procesos (Am 5.12, RV-1909).
Al atardecer se cerraban las puertas de las ciudades (Jos 2.5) y los centinelas vigilaban durante toda la noche (Sal 127.1). Las ciudades israelitas, como todas las demás, tristemente fueron focos de vicios; contra tal situación se pronunciaron los profetas (Ez 9.9; 24.6).
Bibliografía:
R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona, 1964, pp. 106–108.
CIUDAD DE DAVID La fortaleza de Sion, parte sudeste de Jerusalén, llamada también Ofel. David la tomó de los jebuseos y construyó en ella su palacio (2 R 5.6–9; 1 Cr 11.5–7). Llevó allá el arca y la colocó en una tienda, donde permaneció hasta que Salomón construyó el templo más al norte (2 S 6.12, 16; 1 R 8.1). Allí se sepultaron a David, Salomón y otros reyes (1 R 2.10; 11.43). (→ Sion; Jerusalén; Ofel.) Lucas 2.11 se refiere a Belén, ciudad natal de David, que no debe confundirse con la que es propiamente la ciudad de David.
Foto de Ben Chapman
Esta maqueta de Jerusalén muestra la posible apariencia de una típica ciudad amurallada del mundo antiguo durante los días del ministerio de Jesús.
CIUDADES DE REFUGIO En Israel todo homicidio, incluso el involuntario, provocaba la acción del «vengador de sangre» (
goel): el pariente más cercano de la víctima, que estaba obligado a dar muerte al homicida. Sin embargo, la Ley protegía al homicida accidental, en el sentido de que este podía hallar seguridad en cualquier santuario y, más concretamente, en torno a cualquier altar, si se apresuraba a asirse de los cuernos de este Lugar Santo (1 R 1.50; 2.28). Después que el culto quedó centralizado en Jerusalén, seis ciudades santas: Cades de Neftalí, Siquem, Hebrón, Golán, Ramot de Galaad y Beser (Jos 20.7,

, fácilmente accesibles (Dt 19.3), fueron designadas como lugares de refugio contra el «vengador de sangre».
De los diversos textos (de distintas épocas) acerca del «derecho de asilo» (Éx 21.12s; Nm 35.9–34; Dt 4.41–43; 19.1–13; Jos 20.4–9), se desprende que solo el homicida involuntario podía acogerse a la protección de esta ley.
En caso de duda, o quizás habitualmente, el refugiado se ponía a disposición de los ancianos de la ciudad, los cuales se pronunciaban: si se le reconocía como culpable de homicidio, se le entregaba al «vengador de sangre». Si el homicidio se había efectuado realmente por descuido o por accidente, se devolvía al homicida a la ciudad de refugio, la que ya nunca debería abandonar, bajo pena de volver a caer en manos del goel. Ningún rescate podía liberarlo. No obstante, después del cautiverio, se pronunciaba amnistía general, al morir el sumo sacerdote, para todos los homicidas involuntarios, los cuales podían regresar a sus hogares sin temor.
CIUDADANÍA Derecho de los romanos nativos, y de otros que la adquirían por servicio militar o de otro género, por compra (Hch 22.28), por manumisión, etc. Aseguraba al que la poseía y a sus hijos ventajas sociales y todos los derechos legales que se otorgaban bajo el Imperio Romano: entre otros, el de no ser azotados o apresados sin previo juicio (Hch 16.37ss; 22.24–29), y el de apelar al emperador y ser juzgado en Roma (Hch 25.10–12). La ciudadanía simboliza la nueva relación comunitaria que viven los creyentes al ser acogidos por Dios, el Padre, como hijos (→ Casa; Ef 2.12; Flp 3.20).
CIZAÑA (lolium temulentum). Planta anual de más de un metro de alto, con hojas similares a las del trigo, pero de espigas comprimidas. El grano es de tamaño y aspecto similar al trigo y de ahí que con frecuencia se siembren juntos accidentalmente (Mt 13.24–30). Debido a un hongo que crece dentro de la semilla de la cizaña, la harina de trigo que contiene cizaña es amarga y venenosa. La cizaña es uno de los hierbajos más perjudiciales.
CLAUDA Pequeña isla a unos 37 km al oeste del Cabo Matala de la isla de Creta, o sea, a 26 km al sur del puerto Fenice. Debido a su tamaño nunca tuvo una población muy grande ni llegó a tener gran importancia. Cuando Pablo viajaba a Roma, un viento fuerte del nordeste sopló sobre la embarcación que venía de Creta y, habiendo corrido a sotavento de Clauda, se pudieron tomar las precauciones mencionadas en Hch 27.16s.
CLAUDIA Mujer cristiana de Roma, cuyos saludos Pablo comunica a Timoteo (2 Ti 4.21). Una antigua tradición la identifica como madre (o esposa) de Lino, y otra la llama mujer de Pudente.
CLAUDIO CÉSAR Cuarto emperador de Roma (41–54 d.C.), sobrino de Tiberio, el segundo emperador, y tío de Calígula, el tercero (→ César). Asumió el poder después del asesinato de Calígula, y a su vez murió asesinado por su esposa (y sobrina) Agripina, quien pretendía asegurarle el trono a su hijo Nerón y evitar la coronación eventual de Británico, hijo de Claudio César con otra mujer.
Hechos 11.28 se refiere a una carestía que afligió el imperio de Claudio César y se hizo sentir cruelmente en Palestina en los años 44–48. Es el mismo César mencionado en Hch 17.7 y, según Hch 18.2, el que expulsó a los judíos de Roma.
Foto de Howard Vos
Busto de Claudio, emperador romano que expulsó a todos los judíos de la ciudad de Roma (Hch 18.2).
CLAUDIO LISIAS Militar que rescató a Pablo del furor de los judíos en Jerusalén (Hch 21.31ss; 22.24ss) y lo condujo a Cesarea (23.10–35). Se menciona por nombre en 23.26; 24.7, 22 y muchas veces por el título de → Tribuno (quilarcos, jefe de mil soldados). De ahí se entiende que Claudio Lisias comandaba la guarnición romana en Jerusalén, resguardo en la fortaleza Antonia junto al templo. Según 22.28, Claudio Lisias compró la → Ciudadanía romana.
CLEMENTE (benévolo). Nombre (común entre los romanos) de un líder cristiano de Filipos (Flp 4.3). Se destacó por su valentía en los primeros días de la evangelización, junto con Evodia, Síntique y otros colaboradores de Pablo. Clemente de Roma es otra persona.
CLEOFAS (en griego, Kleopás, abreviatura de Cleópatros).
1. Discípulo muy allegado al círculo de los doce que, con un compañero, se dirigía a Emaús el día de la resurrección. El Señor resucitado sostuvo con los dos viajeros una conversación reveladora (Lc 24.13–33). No hay base para identificarlo con el que se señala a continuación.
2.Nombre (en griego, Kleopás, probablemente semítico) del marido de una de las Marías que estuvieron al pie de la cruz (Jn 19.25).
CLOÉ (en griego, la que reverdece). Mujer por cuya «casa» Pablo se enteró, estando en Éfeso, de las disensiones que hubo en la iglesia de Corinto. No se sabe si «casa» alude a empleados, esclavos o parientes, ni si Cloé era creyente o no, ni si vivía en Corinto o en Éfeso.
COAT Segundo hijo de Leví (Gn 46.11) y padre de una de las tres familias de levitas (Éx 6.16, 18), la cual se subdividió en las descendencias de Amram, Izhar, Hebrón y Uziel. Fue abuelo de Aarón y Moisés (Éx 6.20).
De acuerdo con el primer censo de Israel, había ocho mil seiscientos varones coatitas que acampaban al sur del tabernáculo (Nm 3.27–29). Tenían a su cargo la transportación de los utensilios y los muebles sagrados una vez cubiertos por los sacerdotes (Nm 3.31). En la conquista de Canaán, los coatitas hijos de Aarón recibieron trece ciudades, mientras los demás coatitas recibieron diez (Jos 21.4, 5). En el reino de David desempeñaron varios oficios: cantores en la casa de Jehová (1 Cr 6.31–38), encargados de preparar los panes de la proposición (9.31, 32), jefes de los tesoros de David (26.23–28), jueces y gobernantes (26.29).
CÓDICE → Manuscrito.
CODICIA Codiciar es desear lo que no nos pertenece. En el Antiguo Testamento, la codicia es una ofensa a Dios. El decálogo prohíbe el robo, el deseo de los bienes ajenos y el codiciar a la mujer ajena. Es pecado no saber renunciar, por obediencia a Dios, a lo que en sí mismo podría ser un deseo natural y legítimo (Nm 11.4ss), y pecado es el deseo de satisfacción sexual fuera del matrimonio (Gn 39.7ss). El justo debe dominarse en la esfera sexual (2 S 11.2; Job 31.1).
La palabra griega que algunas veces se traduce «codicia» aparece cincuenta y tres veces en el Nuevo Testamento, tanto en forma verbal (epithymeo), como sustantiva (epithymia). Su raíz griega es thymós, «aquello que pulsa, hierve y bulle, en primera instancia la sangre y el corazón como sitios en los que están ubicadas las emociones» (clave lingüística del Nuevo Testamento. Elaborada por isedet). Aparece más en las Epístolas que en los Evangelios. Se emplea a veces para referirse al deseo que el hambre provoca (Lc 15.16; 16.21) o a un anhelo legítimo (Lc 22, 15; 1 Ts 2.17; Ap 9.6). Pero la mayoría de las veces denota un deseo malo de algo que no es bueno. Pablo utiliza el término en 1 Co 10.6 en el sentido de deseo pecaminoso (cf. Ro 13.9; Gl 5.24).
La codicia es una manifestación del pecado que hay en el hombre y que lo domina. Para Pablo este deseo es consecuencia de la prohibición del pecado (Ro 7.7s). El Nuevo Testamento predica arrepentimiento, el cual conduce a la resolución de negarse a sí mismo (Mt 15.24; Ro 6.11ss). Incluso después de haber recibido el Espíritu Santo, la codicia sigue siendo un peligro y hay que combatirla (Gl 5.17).
CODO Medida de longitud muy usada por los hebreos (Éx 25.10; 1 R 7.24; Ez 40.5) y otras naciones antiguas. Es aproximadamente el largo del brazo, desde el codo hasta la punta del dedo corazón. Tanto los egipcios como los babilonios, y después los hebreos, tuvieron un codo real u oficial y otro común. El oficial tenía 20, 8 plg. (53 cm) y el común 17, 7 plg. (45 cm). Antes del cautiverio de los judíos, parece que se usaba el codo común. Después del cautiverio, cuando había necesidad de especificar una medida exacta, aclaraban a cuál codo se referían (Ez 40.5; 43.13).
CODORNIZ Ave del orden de las gallináceas, menor que la → Perdiz y de parecida coloración. La especie más conocida es emigratoria. Abandona Europa en grandes bandadas durante el otoño, atraviesa la Tierra Santa y la península del Sinaí, y se establece en África, de donde vuelve en el mes de marzo.
En dos ocasiones abastecieron de carne a los israelitas (Éx 16.13; Nm 11.31, 32), hecho que constituyó un milagro. Si bien es cierto que las codornices, en su vuelo emigratorio, suelen caer al suelo por el cansancio o por el cambio de dirección del viento que la viene empujando, las circunstancias y la oportunidad del suceso muestran claramente la intervención de Dios. Así se narra en los pasajes citados y así se recuerda en Sal 78.25–29; 105.40.
COLONIA Establecimiento de ciudadanos romanos, autorizado por el senado, en territorio conquistado por Roma, con los privilegios, la libertad y los derechos de romanos peninsulares. Muchas veces el propósito de la colonia era la rehabilitación de los veteranos de guerra o los desocupados. Se consideraba como una extensión de Roma y el modo de hablar, vestirse y gobernar de los colonos era romano. En Hch 16.12, 20, 21, se puede ver cómo estimaban los colonos sus privilegios y derechos.
COLORES Por lo general, los nombres de los colores se derivan del nombre de la sustancia de su origen o de sus usos. En la Biblia, los colores fundamentales son blanco, rojo, verde y púrpura.
Hasta el día de hoy, los habitantes del Oriente Medio no definen los colores con precisión, aunque gustan de decorados en amarillo, azul y verde brillantes, en contraste vivo. En el caso de los hebreos, se añadían a los motivos sicológicos y lingüísticos otros de orden religioso. La «imagen» prohibida por el segundo mandamiento solía estar pintada de colores vivos en las religiones de Egipto, Palestina y Mesopotamia; no se distinguía claramente entre la «escultura» y la «pintura» en este contexto (Éx 23.12–16).
Los griegos pintaban sus templos con colores brillantes, como lo demuestra esta reconstrucción de una sección del Partenón en Atenas.
Púrpura
Había dos matices principales. Se obtenía en pequeñas cantidades de cierto molusco, y su fabricación fue, durante siglos, monopolio de los fenicios. El color en sí no importa tanto, sino su uso en las vestiduras reales como símbolo de nobleza y riqueza (Jue 8.26; Est 1.6). Tiene interés especial por haberse usado en el → Tabernáculo (Éx 25–39) y en el manto real, con el que los soldados se mofaron del Salvador (Jn 19.2).
Gris
Traducción del vocablo hebreo sebha (vejez). Se aplica a las canas del anciano o a la impresión que produce la escarcha (1 R 2.9; Job 38.29; Pr 16.31).
Rojo O Carmesí
Se emplea en gran variedad de contextos. Es el color de ciertos tejidos, la tez humana, un guiso y hasta del pecado (Gn 25.30; Éx 25.4; 1 S 16.12; Is 1.18).
En la esfera del simbolismo, es natural que se empleen más los colores de significado evidente, como el blanco, la escarlata y el negro, pero aun en Apocalipsis se recurre mucho más a los materiales que a los colores.
COLOSAS Ciudad de Frigia situada sobre un cerro, cerca de la confluencia de los ríos Lico y Meandro, a 16 km río arriba de Laodicea y Hierápolis (Col 2.1; 4.13, 15). Las tres ciudades formaban una federación. Florecían aquí la vinicultura y una famosa industria lanera, y se fabricaba un color púrpura llamado «colosense». Colosas era la ciudad menos importante de las tres, y en tiempos de Pablo era solo un villorrio. Epafras, alumno de Pablo y fundador de la iglesia (Col 1.2), y → Arquipo diácono (Col 4.17; Flm 2), residían allí. Onésimo (Col 4.9; Flm 10) y Filemón (Flm 1) tenían relaciones con Colosas. Un terremoto la destruyó alrededor del 65 d.C. Las ruinas están a 4 km de la actual aldea de Jonás.
Foto: Servicio fotográfico Levant
La colina de la antigua Colosas, una ciudad en Asia Menor en donde se estableció una iglesia durante los días del apóstol Pablo.
COLOSENSES, EPÍSTOLA A LOS Una de las cuatro epístolas breves que Pablo escribió desde la prisión. Las otras tres son Filipenses, Efesios y Filemón. La Epístola a los Colosenses se concentra en la persona y obra de Jesucristo. Alcanza niveles de expresión sin paralelos en cuanto a lo que se dice de Cristo en la Biblia. Tiene temas y portadores comunes con Efesios, y se envía junto con la de Filemón (Col 4.9, 17) y otra carta para Laodicea (4.16). Pablo no indica desde cuál prisión escribe. Sus compañeros Marcos (4.10) y Lucas (4.14) estarían con él en Roma entre 61 y 63 d.C.
Contenido
Al igual que la mayoría de las cartas de Pablo, Colosenses pudiera dividirse en una sección doctrinal (capítulos 1–2) y otra práctica (capítulos 3–4). Después del saludo inicial (1.1–2), el apóstol da gracias por la fe, amor, esperanza y testimonio de los colosenses (1.3–8). Luego desarrolla un majestuoso himno a Cristo en el que enfatiza su papel en la creación y en la redención (1.15–23). Ante el superior valor de Jesucristo y su obra, Pablo acepta gustoso la obligación de proclamarlo y sufrir por Él (1.24–2.5). Exhorta a los colosenses a afirmarse en Cristo y no en confusas especulaciones (2.6–23).
En la segunda sección, manda a los cristianos de Colosas a ajustar su conducta a sus creencias. Como los cristianos han muerto y resucitado con Cristo (3.1–4), les pide que vivan para agradar a Dios. Los urge a «hacer morir» lo que desagrada a Dios y a «vestirse» del carácter de Cristo (3.5–17). El verdadero cristianismo se manifiesta también en las relaciones de esposo y esposa (3.18–19), hijos y padres (3.20–21) y esclavos y amos (3.22–4.1). Concluye hablando de cómo debemos actuar ante los incrédulos (4.2–6) y con la habitual despedida (4.7–18).
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A. Saludo paulino a los colosenses 1.1–2
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Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
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B. Agradecimiento paulino por los colosenses 1.3–8
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C. Oración de Pablo por los colosenses 1.9–14
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II. La preeminencia de Cristo 1.15—2.3
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A. Cristo es preeminente en la creación 1.15–18
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B. Cristo es preeminente en la redención 1.19–23
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C. Cristo es preeminente en la Iglesia 1.24—2.3
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Primera parte: Supremacía de Cristo en la Iglesia (1.1—2.23)
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III. La libertad en Cristo 2.4–23
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A. Libertad de las palabras seductoras 2.4–7
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B. Libertad de la vana filosofía 2.8–10
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C. Libertad del juicio humano 2.11–17
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D. Libertad de la adoración impropia 2.18–19
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E. Libertad de la doctrina humana 2.20–23
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I. La posición del creyente 3.1–4
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Segunda parte: Sumisión a Cristo en la Iglesia (3.1—4.18)
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II. La práctica del creyente 3.5—4.6
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A. Quitaos la vieja naturaleza 3.5–11
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B. Vestíos de la nueva naturaleza 3.12–17
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C. Mandamientos personales para la santidad 3.18—4.6
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1. Santidad en la vida familiar 3.18–21
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2. Santidad en el trabajo 3.22—4.1
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3. Santidad en la vida pública 4.2–6
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A. Recomendación de Tíquico 4.7–9
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B. Saludos de las amistades de Pablo 4.10–14
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C. Varios asuntos relacionados con la epístola 4.15–18
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COLUMNA Pilar generalmente cilíndrico que sostiene un edificio (Jue 16.25–30; 1 R 7.2; Ez 42.6); apoyo o sostén en sentido figurado (Job 9.6; 26.11), o un monumento conmemorativo (Gn 35.20; 2 S 18.18).
En la Biblia se considera como columna del plan de Dios a los profetas (Jer 1.18), los apóstoles (Gl 2.9), los creyentes en general (Ap 3.12) y la Iglesia misma (1 Ti 3.15).
Además, de columnas de madera (1 R 7.2), de mármol (Est 1.6) y de hierro (Jer 1.18), la Biblia también menciona columnas extraordinarias de fuego (Ap 10.1) y de nube (Éx 13.21, 22).
COMER Desde los tiempos primitivos los hebreos comían sentados (Gn 43.33; 1 S 9.22), pero no en mesa alta, como se acostumbra en nuestros días. Sin embargo, el hecho de que algunos personajes distinguidos solían comer sentados en sillas (1 S 20.24, 25), indica que la mesa alta no era del todo desconocida. En muchas ocasiones comían fuera de las tiendas, bajo la sombra de un árbol (Gn 18.1–8).
Posteriormente siguieron la costumbre de persas, caldeos y romanos y comían en torno a una mesa común, sentados en canapés, pieles y posiblemente otros enseres menos lujosos como las esteras y petates (Am 6.4; Jn 13.23). Tal vez esta costumbre se introdujo debido a los frecuentes contactos que los hebreos tuvieron con los pueblos antes mencionados (Est 1.6–8). Los comensales se reclinaban con la cabeza en dirección a la mesa y se apoyaban en el codo izquierdo; usaban la mano derecha para tomar la comida. Los pies de las personas así reclinadas quedaban fácilmente al alcance de alguno que pasara (Lc 7.36–50; Jn 12.3). Por tanto, a nuestro Salvador no le fue difícil lavarles los pies a sus discípulos en la última → Cena, y enjugárselos con la toalla que para tal efecto llevaba ceñida (Jn 13.5–12). Esto explica también la postura de → Juan en la misma cena; porque reclinándose al lado y enfrente de Jesús, tenía que estar, por así decirlo, en su seno (Jn 13.23–25) y podía fácilmente recostar la cabeza en el pecho del Señor. Era una postura expresiva para indicar intimidad, amistad y amor (Lc 16.22; Jn 1.18).
Casi siempre se comía dos veces al día (Éx 16.8; 1 R 17.6; Lc 14.12). Los textos anteriores hablan de comer en la mañana y al atardecer, pero también hay referencia a comidas abundantes al mediodía (Gn 43.25; 1 R 20.16). Debido a que en aquellos días no se utilizaban tenedores, cuchillos, ni cucharas, se fue desarrollando un riguroso hábito de lavarse muy bien las manos antes de comer. Tan al extremo llegó esta costumbre que los fariseos la consideraban una prueba de piedad (Mc 7.2, 3; Lc 11.38). Por lo general, tomaban los alimentos con las manos (Pr 19.24; Jn 13.26). Al tratarse de una persona distinguida o muy apreciada, se le daba una mayor porción de los alimentos (Gn 43.34; 1 S 1.5; 9.22–24). El hecho de que Cristo diese a Judas el pan mojado (Jn 13.26), así como la selección de manjares y puestos de honor para determinadas personas (Gn 43.34; Rt 2.4), indica que los hebreos daban un significado especial, profundo y emotivo a determinadas acciones que se realizaban durante la comida.
Por lo general, las comidas de los hebreos consistían en carnes, mantequilla, leche, panes, frutas, etc. En muchas ocasiones, antes de comer se proporcionaba agua para lavarse los pies (Gn 18.4; Jn 13.5). La generosidad de los hebreos los obligaba a realizar actos de suma cortesía y alta demostración de aprecio durante la comida (Jn 12.1–8).
La costumbre de dar gracias a Dios por los alimentos tuvo su origen en el seno del pueblo hebreo (Is 9.13). Sin dudas el Señor Jesús practicó la bendición de los alimentos cada vez que tomó el pan en sus manos (Mt 15.36; 26.26; Lc 9.16; Jn 6.11). En la cena de Emaús, Cristo, después de una larga explicación de la historia bíblica, «estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió y les dio» (Lc 24.30). El apóstol Pablo observa esta costumbre y afirma que los fieles, al participar de los alimentos diarios, deben tener momentos de acción de gracias (1 Ti 4.3).
COMERCIO Compra, venta e intercambio de bienes, especialmente a gran escala (como entre naciones) que incluye el transporte de la mercancía de un lugar a otro.
El comercio comenzó mucho antes de que comenzara a escribirse la historia de la humanidad. En tiempos de Abraham (cerca del año 2000 a.C.), el comercio ya estaba altamente desarrollado en lugares como la antigua Babilonia y otras culturas entre los ríos Tigris y Éufrates. Canaán era el cruce de importantes rutas comerciales que conectaban a Mesopotamia y Egipto; a veces los ejércitos de ambos países recorrían esas rutas para pelear entre sí.
Foto de Howard Vos
El puerto de Sidón, centro de las actividades comerciales marítimas de los fenicios durante los tiempos veterotestamentarios.
Israel no tenía buenos puertos, por lo que la mayoría del tráfico se realizaba a través de puertos que estaban más al norte como Tiro y Ugarit. Israel, sin embargo, exportaba productos agrícolas como trigo y aceite de oliva (1 R 5.11). Salomón fue el rey que mejor pudo desarrollar el comercio internacional de su país (1 R 5.10; 9.26–28), aunque al parecer más tarde Acab y Josafat comerciaron bastante (1 R 20.34; 22.48). Ezequiel 27 (Tiro) y Apocalipsis 18 (Babilonia) presentan el cuadro más completo de actividades comerciales que se halla en la Biblia. (→ Salomón.)
COMIDA → Alimentos.
COMINO Hierba anual de medio metro de alto, parecida al hinojo. Sus semillas, de olor aromático y sabor acre, se usan en medicina y como condimento (Is 28.25ss; Mt 23.23).
COMPAÑÍA Asamblea de personas que se reúnen con fines militares (Jn 18.3; Hch 10.1; 27.1), civiles (1 R 10.28) o religiosos (1 S 10.5). Según el contexto, compañía puede ser un grupo informal de compañeros (Lc 2.44) o miríadas de ángeles en festiva convocación (Heb 12.22).
COMPASIÓN Sentimiento íntimamente ligado con la demostración del amor, que en la Biblia se expresa con el término hebreo rakhamin y el griego splagjna. El primero designa en el Antiguo Testamento el sentimiento paternal de Dios (Dt 13.17; Sal 103.13; Is 49.15; Os 11.8), y el segundo denota la disposición y actitud de Jesús frente a las personas (Mt 9.36; 14.14; 15.32; Mc 6.34; Lc 7.13). Ambos, sin embargo, hablan del más profundo sentimiento. Literalmente, «sentir con las entrañas».
Dios siente compasión por la necesidad extrema de las personas (2 S 12.22; Is 54.7,

. Cristo encarna esa compasión divina y la enseña con actos y palabras (Mt 18.27ss; Lc 10.30ss; 15.20). Es la compasión de Cristo la que se espera del cristiano (1 P 3.8). (→
Misericordia.)
COMÚN Traducción de varios términos hebreos y del griego koinós, que se usa tanto en sentido positivo como negativo. Por un lado significa «profano» (1 S 21.5) o «inmundo». De acuerdo con la Ley Mosaica había actos inmundos que estaban prohibidos (Lv 18.21; 19.8, 12; 20.3); personas inmundas a las que no se debían tocar (Lv 12–15) y animales inmundos cuya carne era ilícito comer (Lv 11; Dt 14.3–21; cf. Hch 10.14; Ro 14.14).
Por otro lado, común se usa para referirse a algo que es de posesión general: la fe (Tit 1.4), la salvación (Jud 3) y cosas (Hch 2.44). También se habla neutralmente de la gente común (2 R 25.11).
COMÚN, TENER EN Práctica voluntaria en la que algunos cristianos del Nuevo Testamento generosamente ponían sus bienes a la disposición de todos los creyentes (Hch 2.44–47; 4.32–5.11).
El libro de los Hechos informa que «todos los que poseían heredades o casas las vendían y traían el precio de lo vendido» a los apóstoles para distribuirlo (Hch 4.34–35). Esto no necesariamente quiere decir que todos los cristianos vendieron absolutamente todo lo que tenían. La información parece referirse a casas y terrenos aparte de la casa donde vivía la familia.
La trágica historia de → Ananías y Safira demuestra que la venta y distribución de propiedades y otros bienes era parcial y voluntaria entre los cristianos (Hch 5.1–4). Sin embargo, hay una profunda verdad que no debemos pasar por alto: «Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común» (Hch 4.32). Lo importante de todo no es que vendieran o no todas sus posesiones, sino la actitud desprendida de los creyentes (Hch 2.45; 4.34). Aquello sí que era unidad de espíritu en Cristo Jesús.
COMUNIÓN Término que aparece dos veces en el Antiguo Testamento (RV: Sal 25.14; Pr 3.32), traducción del vocablo hebreo sod (amistad o conocimiento íntimo). En el primer texto se refiere a la relación con Dios y en el segundo a «los justos». En el Nuevo Testamento, RV, aparece doce veces y es siempre traducción de la voz griega koinonı́a (tener en común, participación, compañerismo).
El cristiano tiene comunión con el Padre (1 Jn 1.3), con el Hijo (1 Co 1.9) y con el Espíritu Santo (2 Co 13.14); con el cuerpo y la sangre de Cristo mediante la Santa Cena (1 Co 10.16), y con sus hermanos en la fe (Hch 2.42; 1 Jn 1.7). Por tanto, es llamado a participar en los sufrimientos de Cristo (Flp 3.10), en los de sus hermanos perseguidos (Heb 10.33) y en la necesidad de los creyentes pobres (Ro 12.13; Heb 13.16). Pero se le prohíbe tener comunión con las «tinieblas» (2 Co 6.14; 1 Jn 1.6). (→ Excomunión.)
CONCIENCIA Facultad común a todos los hombres (Ro 2.13–15) que nos permite discernir entre el bien y el mal y nos impulsa a escoger entre los dos. Tanto la naturaleza como la Biblia enseñan que la conciencia opera en todo nuestro ser en relación con los problemas de carácter moral. La conciencia es uno de los aspectos de nuestra semejanza a Dios y prueba que somos responsables ante el tribunal del Creador. En cierto sentido la voz de la conciencia pura refleja la voluntad de Dios y nuestro deber es obedecerla.
No obstante, el pecado influye adversamente en la conciencia y cuando esta se corrompe va perdiendo su sensibilidad moral. Como todos sufrimos las consecuencias del pecado original, ya no se puede identificar la voz de la conciencia con la de Dios. Al hombre depravado, los malos deseos le tergiversan y pervierten el juicio. La conciencia de Saulo, por ejemplo, le impulsaba a perseguir a los cristianos (Hch 26.9). Su pecado consistía en no aprovechar los medios a su alcance para enmendar e iluminar su conciencia.
Una conciencia «buena y limpia» (1 Ti 1.5; 3.9), rociada con la sangre de Cristo e iluminada por el Espíritu Santo (Ro 9.1), discierne claramente la voluntad de Dios. El hombre, así, debe procurar «tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres» (Hch 24.16). Si la gracia de Dios no purifica una conciencia «contaminada o débil» (1 Co 8.7), «corrompida» (Tit 1.15), «mala» (Heb 10.22) o «cauterizada» (1 Ti 4.2), será una conciencia vengadora e instrumento de espantoso y eterno remordimiento, como lo demuestra el caso de Judas.
CONCILIO → Sanedrín.
Término que aparece veinticuatro veces en la RV, casi siempre como traducción del vocablo griego synedrion (un conjunto sentado), del cual viene la palabra «sanedrín».
Definición
Sanedrín fue el nombre dado al concilio o consejo judío establecido en los últimos dos siglos a.C., y activo hasta el año 70 d.C. Era un cuerpo de la aristocracia sacerdotal y de la nobleza compuesto de setenta y un miembros con sede en Jerusalén. Trabajaba bajo la dirección del sumo sacerdote y tenía funciones legislativas, ejecutivas y judiciales. Su autoridad variaba según el régimen político, además de que había otros concilios o consejos (Mt 10.17; Mc 13.9).
Historia
Los rabinos atribuían la formación del concilio a Moisés (Nm 11.16), y afirmaban que había ejercido funciones judiciales desde Moisés hasta los tiempos talmúdicos. Sin embargo, 2 Cr 19.8 afirma que Josafat estableció una corte suprema en Jerusalén. Esta corte era exclusivamente judicial, mientras que el concilio posterior también ejercía poderes legislativos y ejecutivos. Los ancianos del libro de Esdras (5.5, 9; 6.7, 14; 10.8), y los nobles y oficiales del libro de Nehemías (2.16; 4.14, 19; 5.7; 7.5) podrían considerarse antecesores del concilio, pero no puede probarse una relación directa.
La existencia del concilio se atestigua desde comienzos del siglo II a.C. Antíoco el Grande (223–187 a.C.) dirige una carta a la gerousía, el senado de Jerusalén, cerca de 200 a.C. (Josefo, Antigüedades XII.iii.3). La palabra gerousı́a tiene la connotación de aristocracia gobernante y es común en los apócrifos y otros libros como sinónimo de «concilio» (Jdt 4.8; 1 Mac 12.6; 2 Mac 1.10; etc.; Filón, Embajada a Gayo, p. 229; Josefo, Antigüedades IV.viii.14); aunque puede referirse también a concilio fuera de Jerusalén (Filón, Contra Flaco, pp. 74,76). En el Nuevo Testamento gerousı́a aparece una sola vez (Hch 5.21), al parecer como una explicación del vocablo «sanedrín» que le antecede.
En la LXX synedrion aparece algunas veces y equivale a «asamblea deliberativa» o «tribunal de justicia» (Pr 22.10). Josefo usa el término por primera vez al señalar que el legado romano en Siria, Gabino (57–55 a.C.), dividió a Palestina en cinco distritos (synedria), cada uno bajo un sanedrín (Antigüedades XIV.v.4); o sínodo (Guerra judía I.viii.5). El arreglo duró poco y el sanedrín de Jerusalén volvió a tener preeminencia. Josefo es el primero que utiliza el término sanedrín para referirse al concilio supremo de Jerusalén, al relatar que el joven Herodes tuvo que presentarse ante el sanedrín de la capital judía para informar de sus actividades en Galilea (Antigüedades XIV.ix.3–5). Luego el término aparece veintidós veces en el Nuevo Testamento: ocho en los Evangelios y catorce en Hechos. A veces se refiere a cualquier judicatura, especialmente en el plural (Mt 5.22; 10.17; Mc 13.9), pero suele designar al concilio supremo ante el cual Jesús (Mc 14.55), Pedro y Juan (Hch 4.15), Esteban (Hch 6.12) y Pablo (Hch 22.30) tuvieron que comparecer. El término presbyterion también es sinónimo de «sanedrín» (Hch 22.5), traducido «los ancianos» en RV.
A cada miembro del sanedrín se le llama bouleutes (consejero), por ejemplo, José de Arimatea (Mc 15.43; Lc 23.50). El sanedrín, como cuerpo autoritativo, desapareció después de la destrucción de Jerusalén (70 d.C.). Lo sucedió el Beth Din (corte de justicia) de los rabinos, que era un organismo compuesto de eruditos sin poder político.
Composición
El sumo sacerdote era el presidente del concilio. Sus miembros provenían de la aristocracia sacerdotal o eran laicos nobles; más tarde también participaron → Escribas, pertenecientes en su mayoría a los → Fariseos, pero hubo algunos de los → Saduceos. Bajo los primeros → Asmoneos, los saduceos constituían la mayoría y aprobaron leyes y ordenanzas favorables a sus interpretaciones. La reina Alejandra (78–69 a.C.) se identificó con los fariseos abrogando aquellas leyes y estableciendo otras que estos últimos respaldaban. Más tarde Herodes (37–4 a.C.), al comenzar su reinado y para aminorar el poder de la antigua aristocracia, mató a cuarenta y cinco miembros del concilio y le dio más participación a los fariseos que representaban menos amenaza para él. Durante el período de los procuradores (6–70 d.C.) el concilio se componía de la aristocracia sacerdotal, la nobleza que contaba con la simpatía de los saduceos y los eruditos de los fariseos.
Competencia
Durante la época romana (63 a.C.—70 d.C.), en especial bajo los procuradores, este cuerpo era la última autoridad en Judea. Tenía ingerencia no solo en cuestiones religiosas sino también en asuntos legales y gubernamentales, siempre y cuando no se violara la autoridad del procurador romano. Este último tenía que confirmar las sentencias de muerte aprobadas por el concilio (Jn 18.31). La muerte de Esteban, por tanto, parece ser un caso de violencia de parte de la multitud, instigada por el concilio (Hch 7.54–60).
Lugar de Reunión
Según las fuentes rabínicas, el concilio se reunía por lo general en el lugar del templo llamado «pórtico de los sillares de Piedras». La reunión en el palacio del sumo sacerdote (Mt 26.57ss; Mc 14.53ss) fue una excepción a la regla, debida quizás a que el templo estaba cerrado de noche. Los miembros se sentaban en un semicírculo; frente a ellos estaban los secretarios de la corte y, detrás de estos, tres filas de los discípulos de «los hombres sabios». El acusado se presentaba vestido de luto. Una decisión favorable, por simple mayoría, podía anunciarse el mismo día; una desfavorable, que necesitaba dos terceras partes, al día siguiente o más tarde.
CONCILIO DE JERUSALÉN Nombre dado a la reunión de los líderes de las iglesias en Jerusalén y Antioquía, la cual se relata en Hch 15.2–29. Ocurrió ca. 49–50 d.C., como consecuencia de acaloradas discusiones acerca del carácter que el cristianismo debía mantener entre los gentiles. La Iglesia, que se consideraba como el verdadero Israel, esperaba que el cristianismo continuara según las normas del Antiguo Testamento. Sin embargo, la conversión de multitudes de gentiles hizo surgir al menos dos inquietudes. Por un lado, quedaban por aclarar las implicaciones que tenía para la iglesia el pacto que Dios había hecho con Abraham, un pacto que había de permanecer para siempre e incluía la → Circuncisión (Gn 17.9–14). Por el otro, había una serie de factores anexados a las relaciones permisibles entre gentiles y judíos.
Las inquietudes mencionadas cristalizaron en dos preguntas básicas: 1) ¿Era legítimo el directo acercamiento de Pablo y Bernabé a los paganos si estos no cumplían los requisitos del judaísmo? 2) ¿Cuál debía ser el reglamento en el futuro? ¿Debía procederse en base a una norma conveniente o en base a la Ley de Dios?
La práctica de comer juntos judíos y gentiles en las iglesias de Antioquía y Galacia escandalizaba a los hermanos en Jerusalén, y hacía cada vez más difícil la evangelización de los judíos de esta ciudad. Sin embargo, basándose en la aprobación evidente de Dios con respecto a los gentiles, el concilio (Hch 15.10) determinó no exigir que estos pasaran por el judaísmo como medio para obtener la salvación de Dios. Este nuevo acceso de gentiles a la comunidad mesiánica se vio como el cumplimiento de una profecía (Am 9.11s).
En vista a las inquietudes de los judíos y de las demandas de la Ley, solo se pidió la abstención de las prácticas generalmente consideradas por los judíos como herencia de la corrupción gentil (Hch 15.20, 29).
Son impresionantes en el relato del concilio la madurez de los creyentes de Jerusalén y su amor hacia los de afuera. Dieron libertad a los gentiles de acercarse sin condiciones, sabiendo que con cada nuevo creyente gentil se complicaba más su propia tarea en Jerusalén.
Muchos identifican el relato de Gl 2.1–10 con el de Hch 15, y afirman que hay una serie de discrepancias entre los dos. Pero es más probable que Gl 2.1–10 se refiera a la visita descrita en Hch 11.27–30, y que el silencio de Gl 2 con respecto al decreto del concilio se deba a que Gálatas se escribió antes del concilio.
Es interesante notar que unos siete años después Pablo mismo hizo caso omiso del decreto del concilio respecto a la carne (Ro 14.1ss). Esto quizás indica que por aquel tiempo la proporción de gentiles y judíos había cambiado tanto que los decretos ya no tenían vigencia.
Bibliografía:
A. Wikenhauser, Los hechos de los apóstoles, Herder, Barcelona, 1967, pp. 232–237; 250–265.
CONCUBINA Mujer considerada como esposa de segunda categoría bajo el sistema de la poligamia. Comúnmente se tomaba de entre las esclavas o cautivas, por ejemplo, Agar, la concubina de Abraham (Gn 16.2, 3), y Bilha la de Jacob (Gn 30.3, 4). Se podían repudiar con más facilidad que a una → Esposa (Gn 21.10–14). Sin embargo, en la Ley de Moisés se reconocieron y definieron sus derechos (Éx 21.7–11; Dt 21.10–14). En el caso de Abraham, el Antiguo Testamento señala una sola causa para el concubinato: esterilidad de la esposa y deseo urgente de tener hijos. La esposa prohijaba los hijos nacidos de la concubina (Gn 16.1–3; 30.1–3).
CONCUPISCENCIA → Codicia.
CONDENACIÓN → Juicio.
CONDUCTA Término que aparece once veces en RV, usado para explicar un estilo de vida y el modo de comportarse o de tratar a los semejantes. Es más, la misma palabra griega se traduce también por «manera de vivir». (Véanse Ef 4.22; 1 P 1.15, 18; 2.12; 2 P 3.11. Nótese que la palabra «conversación» de RV-1909, se ha sustituido en RV-1960 por conducta o «manera de vivir» excepto en 1 Co 15.33.)
En el Nuevo Testamento conducta se deriva de un verbo que denota propiamente «ir y volver». De aquí que en sentido figurado se refiera a la manera de actuar o conducirse, en la acepción de practicar ciertos principios. Esto encierra una identificación esencial entre principios y conducta. Solo nos asimos a la verdad cristiana en la medida en que permitimos que ella rija nuestra vida y nuestras relaciones con los demás.
CONEJO Traducción ocasional de dos palabras hebraicas: arnebet y shapan.
1. Arnebet (lepus syriacus). Liebre que se clasifica como animal inmundo en Lv 11.6 y Dt 14.7.
2. Shapan (hyrax syriacus). Se traduce por «conejo» en Lv 11.5 y Dt 14.7 (en este último, arnebet se traduce «liebre»; cf. Sal 104.18 y Pr 30.26). Son quietos y asustadizos, y se juntan en manadas. Deuteronomio 14.7 los incluye entre los animales inmundos porque aunque rumian, no tienen pezuñas hendidas.
En realidad ni el conejo ni la liebre rumian, aunque parecen hacerlo por el movimiento del hocico. Por eso Dt 14.7 se aducía como prueba contra la veracidad o inerrancia de la Biblia. Sin embargo, hay que recordar que el lenguaje bíblico aquí es popular (y no científico ni técnico) y describe las cosas según las apariencias (como en el caso de «puesta de sol»). (→ Interpretación.)
CONFESIÓN Término usado en la Biblia principalmente en dos sentidos: (1) reconocimiento de Dios como el Ser Supremo, digno de gratitud y alabanza, y contra quien al faltar el hombre peca; y (2) reconocimiento delante de Dios de la culpa por una infracción cometida con miras a obtener el perdón.
A los israelitas se les insta a la confesión de su iniquidad y la de sus padres (Lv 26.40), a fin de que Dios se acuerde de su pacto con los antepasados de ellos (v. 42). El individuo que cometía un pecado debía confesarlo (Nm 5.7). El rey David, al arrepentirse, confesó su falta a Dios (Sal 32.5; 38.18; 51.1–5). En tiempos de Esdras los israelitas «confesaron sus pecados, y las iniquidades de sus padres» (Neh 9.2).
En Proverbios 28.13, al que confiesa sus pecados y se aparta de ellos, se le promete que «alcanzará misericordia». El reconocimiento de Jehová Dios en tiempos de calamidad y peligro, era una confesión que contribuía a preparar el camino para el → Perdón (1 R 8.33, 34; 2 Cr 6.24–27).
En el Nuevo Testamento la confesión guarda una relación muy estrecha con la actitud pública hacia Cristo y viene a ser el → Testimonio espontáneo, gozoso y valiente respecto a la fe del cristiano. Es un acto de lealtad y amor al nombre y causa de Cristo. Él espera de sus seguidores esta confesión pública, la cual será recompensada (Mt 10.32). Confesar es declarar con la boca el señorío de Cristo y su resurrección (Ro 10.9). Uno de los triunfos de la muerte del Salvador es que toda lengua le confesará como el Señor (Flp 2.11). La confesión de los pecados está ligada al → Arrepentimiento y al → Bautismo (Mt 3.2, 6). Confesar nuestros pecados, como cristianos, es una práctica necesaria y obligatoria (Stg 5.16; 1 Jn 1.9), que debe hacerse únicamente a la persona o las personas ofendidas.
CONFIRMACIÓN Término que en el Nuevo Testamento quiere decir «esforzar», es decir, «animar» e «infundir vigor» (Lc 22.32; Hch 14.22; 15.32, 41; 16.5), «establecer» o «hacer firme y cierto» (Ro 15.8; 1 Co 1.6; Col 2.7).
Es dudable que se pueda relacionar la imposición de manos con la confirmación. En Hechos 14.22 y 15.32, 41, se nos dice que Pablo confirmaba a los creyentes, pero nada indica que dicha confirmación tuviera carácter ritual ni sacramental.
En Hechos 8.17; 19.6 la imposición de manos se asocia con la recepción del Espíritu Santo. Hebreos 6.2 indica que la iglesia primitiva la consideraba como acto o símbolo importante en la vida cristiana. Pero en el Nuevo Testamento no constituye parte del bautismo cristiano, ni de la admisión en la iglesia.
CONGREGACIÓN «Asamblea», «reunión» y «congregación» son traducciones de seis palabras hebreas que tienen varios sentidos.
1. Sinónimo de «cita», hora designada para reunirse en un lugar (por ejemplo, Éx 27.21).
2.Grupo de personas reunidas para la guerra (2 S 20.14ss), la sublevación (Nm 16.3) o un servicio religioso (Nm 10.7).
3. Término genérico usado para referirse a Israel (Neh 5.13; Is 1.13). Sin embargo, tenía también un sentido específico referido a las asambleas rituales (Neh 8.18). Había instrucciones para convocar a tales reuniones y el llamado se hacía con trompetas (Nm 10.2–8). Si todo el pueblo pecaba, había una asamblea especial para realizar la expiación (Lv 4.13–21).
La LXX a menudo traduce con ecclesía la voz hebrea cajal (por ejemplo, 1 R 8.14; 1 Cr 28.8) que a su vez se traduce por «congregación» en la RV. (→ Sinagoga.)
CONOCIMIENTO En la filosofía griega, el conocimiento se consideraba como el sumo bien del hombre. Para Sócrates, equivalía a la virtud, de ahí su máxima clásica: «Conócete a ti mismo». Pero en el Antiguo Testamento todo conocimiento se contrasta con el conocimiento de Dios. El conocimiento de Dios es infinito (Sal 147.5) e íntimo. Jehová conoce los nombres (Éx 33.12; Sal 91.14), los pensamientos (Job 21.27; Sal 44.21; 94.11), los caminos (Job 23.10) y las actividades del hombre (Sal 139.2; Is 66.18). Mientras el hombre persigue el conocimiento (Pr 2.3–5; 3.13; 4.5; 23.23), debe reconocer que todo su conocimiento es incompleto (Ec 8.7; 9.12; 11.5; Is 59.8; Miq 4.12) y puede ser vano (Is 44.25).
En el Antiguo Testamento incluso la relación sexual se describe como «conocer», dando a entender que tal acto no solo tiene carácter fisiológico, sino también sicológico (Gn 4.1, 17, 25; 24.16; 1 S 1.19, RV-1909). Sobre todo conocimiento, el hombre debe anhelar el conocimiento de Dios (Sal 46.10; Jer 9.24) y su poder (Is 33.13). Esto no es saber algo acerca de Dios, sino conocer profundamente quién es. El tiempo vendrá, declararon los profetas, cuando todo el mundo conocerá a Jehová (Is 19.21; 49.26; Jer 31.34).
En el Nuevo Testamento se halla el mismo concepto del conocimiento. Toda persona posee un conocimiento parcial e insuficiente de Dios (Hch 14.17; Ro 1.19, 20); el conocimiento completo se halla solamente en Cristo (Mt 11.25–27; Col 2.2, 3), en quien «habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (Col 2.9). Entonces, el conocimiento de Dios, recibido a través de Cristo, pone al hombre en una relación nueva con Dios (Jn 7.17; 17.3). Este conocimiento es la única fuente de libertad (Jn 8.32), es para todo el mundo (Col 1.28) y es meta del cristiano (Flp 3.10).
Es notable que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento el conocimiento espiritual no lo alcanza el hombre por sí solo, sino que es don de Dios (Jer 24.7; 1 Co 1.30; 12.8). (→ Gnosticismo.)
CONSAGRACIÓN Traducción de tres palabras hebreas. La primera significa «separar» o → «Santificar». Viene de la raíz de «santo» y se traduce preferentemente por «santificar» por tratarse de aquello que está apartado exclusivamente para Dios (Éx 13.2; Is 13.3; Jer 1.5). El equivalente en el Nuevo Testamento también se traduce por «santificar» (Jn 10.36; 17.19; 1 Co 7.14).
La segunda viene de la raíz de → «Nazareo» (Nm 6) y significa también «apartar», «dedicar» (Lv 21.12; Nm 6.9, 18, 19).
La tercera significa «llenar la mano». Es esta la frase más usada en el Antiguo Testamento para expresar consagración, casi siempre en relación con el sacerdocio. Se traduce literalmente en Éx 29.33. Las manos del → Sacerdote se llenaban con la ofrenda que había de ofrecer a Jehová.
CONSOLADOR → Pareacleto; Espíritu Santo.
CONTAMINACIÓN → Inmundo.
CONVERSIÓN La conversión es un concepto muy importante en el Antiguo Testamento. Debe entenderse en sus tres tipos básicos: conversión individual, conversión comunitaria y conversión como parte de un proceso permanente en la vida del creyente. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce «conversión» es shub, que significa «regresar, volverse» y es un llamado de atención para dejar de lado prácticas idolátricas y volver a Dios. Todo lo que ocupe en el corazón del creyente el lugar destinado a Dios es idolátrico, y el llamado a la conversión implica echar a un lado todo lo que aparte al creyente de Dios. Tal es el mensaje, por ejemplo, de los profetas en su llamado a dejar los ídolos (Is 46), las injusticias (Is 5.8) y toda forma de inmoralidad.
El aspecto comunitario de la conversión en el Antiguo Testamento se manifiesta de dos modos: primero, en que Dios insta personalmente o a través de los profetas a que todo el pueblo se convierta (Os 14.12); y segundo, que esto parece ser un requisito para una conversión que produzca frutos de arrepentimiento manifiestos en obras de solidaridad y justicia hechas evidentes en el seno de la misma comunidad. Por ejemplo, Amós 2.6–8 relaciona la idolatría de Israel con las inmoralidades y la injusticia social de las que hay que arrepentirse cambiando la conducta. El llamado individual a la conversión está íntimamente relacionado con la responsabilidad del creyentes ante el pueblo de Dios, y los profetas llaman a que el creyente cambie su existencia en términos de solidaridad y de justicia con el prójimo (por ejemplo, que sea honesto en términos comerciales, usando balanzas y pesas justas como en Miq 6.11), así como también con la íntima relación entre Dios y cada individuo (Zac 1.3).
En el Nuevo Testamento las palabras que expresan conversión son metanoia (en los Sinópticos y Apocalipsis) y epistrefo (en Hch, y 1 P). El concepto shub del Antiguo Testamento se complementa con la noción de proceso de conversión (metanoia), por ejemplo en Mateo 3.8, y se continúa con la idea de conversión como manifiesta en actos externos (epistrefo) en Hch 26.20 (también en Mt 3.8). La conversión es una vuelta de algo hacia algo. En su lado negativo es el arrepentimiento (Hch 26.20) y en su fase positiva es la fe (Hch 11.21). La verdadera conversión se levanta sobre el arrepentimiento y la fe, que llevan al creyente no solamente a observar una nueva forma de vida, sino a una transformación espiritual completa (2 Co 3.18).
El Nuevo Testamento enseña que la conversión no es pasiva (algo que se tiene o se siente), sino dinámica (algo que se hace). Es la respuesta que una persona da al evangelio en forma incondicional y que le afecta en su totalidad. Significa comprometerse con Cristo y vivir para Dios en novedad de vida, mediante el poder que da el Espíritu Santo (Ro 6.1–4; Col 2.10–16; 3.1ss). Entonces la conversión en el Nuevo Testamento es un activo compromiso con Cristo mediante el poder del Espíritu Santo, que continúa durante toda la vida del creyente y que conduce al hombre a la liberación de estructuras de injusticia, violencia, mentira y esclavitud. La verdadera conversión libera al individuo de toda forma de idolatría y restaura su relación con Dios.
Bibliografía:
J. Komonchak, The New Dictionary of Theology, Gill and Macmillan, Dublín, 1987. Varios, Enciclopedia judaica, Keter Pub. House, Jerusalén, 1971. Varios, The Interpreters Dictionary of the Bible, Abingdon, NY, 1962. F. Gesenius, Hebrew and English Lexicon, Bagster, Londres, 1957. Moulton y Gedden, Concordance to the Greek Testament, T&T Clark, Londres, 1970.
CONVICCIÓN Proceso en el que la persona se convence de que ha pecado y le duele profundamente. El concepto de la convicción es un tema importante en la Biblia, aunque la palabra en sí no aparezca en este sentido. El que convence de pecado es el Espíritu Santo (Jn 16.7–11); y los medios de convicción son o la Palabra de Dios (Hch 2.37) o la revelación que Dios hace de sus demandas a través de la naturaleza y la percepción innata de lo que está mal y lo que está bien (Ro 1.18–20; 2.15). El propósito de la convicción es llevar a la persona a arrepentirse de sus pecados (Hch 2.37–38; Ro 2.1–4) y volverse a Dios para alcanzar salvación y vida eterna.
CONVOCACIÓN Acto de llamar o convocar a una reunión sagrada del pueblo de Israel para descanso y adoración (Lv 23.2, 4, 37). En la Biblia esta palabrea siempre está precedida del adjetivo «santa». En los días de las grandes → Fiestas se convocaba al pueblo con dos trompetas de plata (Nm 10.2).
COPA Taza de distintas formas (casi siempre redondas) y materiales, desde el humilde barro hasta la plata y el oro (1 R 10.21). Las copas usadas en las libaciones religiosas tenían que ser de materiales preciosos (Éx 25.29; 37.16, 17). Era práctica común en el Oriente el uso de copas especiales para la adivinación (Gn 44.2, 5).
En el lenguaje figurado fue el símbolo de una clase de experiencia con Dios. Para los creyentes era la copa de bendiciones (Sal 23.5; 116.13); para los malvados era la copa de ira (Sal 11.6; Is 51.17, 22; Hab 2.15, 16). Babilonia era la copa de cuyo vino beberían todas la naciones (Jer 51.7). Jerusalén es figurada como copa de vértigo para sus enemigos (Zac 12.2).
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Copas de oro que los arqueólogos descubrieron en tumbas de la antigua ciudad de Micenas, en la isla de Creta.
La copa de Jesús fue de sufrimiento (Mt 20.22, 23). La copa de la → Cena del Señor puede referirse a la «copa de la salvación» (Sal 116.13) o al rito de la libación de la copa de vino en el templo, que simboliza la ayuda salvadora de Dios.
COPERO Empleado especial en el Oriente Antiguo, que atendía las mesas de la corte. No solo servía el vino; también lo preparaba y lo probaba (Gn 40.11, 13) para cerciorarse de la calidad y de que no se mezclara con veneno alguno. Cada rey tenía su copero particular. Este fue el cargo de Nehemías (Neh 1.11; 2.1), un judío que servía al rey Artajerjes. Faraón, en Egipto, tenía su copero personal (Gn 40.21). Este empleado era en muchos casos el confidente o el favorito del rey, de ahí su importancia.
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Este relieve en piedra de Asiria muestra al rey Asurbanipal (centro) en su trono entre su copero (izquierda) y otro siervo (derecha).
CORAZA Parte de la armadura que llevaban los soldados sobre el pecho para protegerse desde el cuello hasta la cintura. Se hacía de cuero endurecido o de metal, y a veces de metal sobre cuero. Algunas tenían tal contextura que su peso era enorme, como en el caso de la coraza de Saúl (1 S 17.38).
En el Israel primitivo, llevar coraza era signo de nobleza (1 R 22.34), pero más tarde todo guerrero la usaba (2 Cr 26.14; Neh 4.16). En tiempos de Cristo algunos soldados romanos usaban una doble coraza, una delante para proteger los órganos vitales y otra detrás para proteger las espaldas.
En sentido figurado, «coraza» alude a cómo Jehová se ciñe de justicia (Is 59.17). Pablo, recordando este versículo, habla de «la coraza de fe y amor» (1 Ts 5.8) y de «la coraza de justicia» (Ef 6.14), como de una armadura espiritual que protege al cristiano.
CORAZÍN Ciudad del mar de Galilea en donde Jesús predicó e hizo muchos milagros. Fue reprendida duramente junto con las ciudades vecinas de → Betsaida y → Capernaum (todas ubicadas al norte del mar) porque no se arrepintió (Mt 11.20–24; Lc 10.13s).
Corazín se ha identificado con las ruinas de Khirbet Kerase a tres kilómetros al norte de Capernaum. En estas ruinas se hallan los vestigios de una sinagoga hecha de basalto negro, con un asiento especial; seguramente esta era la «cátedra de Moisés» (Mt 23.2) que formaba parte del mobiliario de las sinagogas.
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Toda mujer que había dado a luz debía presentar una ofrenda que incluía un palomino, según le instruía el libro de Levítico (Lv 12.6).
CORAZÓN Término que se usa figuradamente en las Escrituras para designar el centro, la totalidad o la esencia de todas las cosas o actividades. En particular se refiere al centro de la personalidad del hombre.
El pensamiento hebreo tendía hacia lo subjetivo más que a la observación científica, y por tanto a menudo se ve una falta de precisión en la terminología veterotestamentaria. «Carácter», «personalidad», «voluntad» y «mente» son términos modernos, que ahora representan lo que corazón significaba para los hebreos.
Especialmente en el Antiguo Testamento, a veces corazón significa «el centro», «lo oculto» o «la fuente» (por ejemplo, Sal 46.2b, donde se habla del «corazón del mar», es decir, el centro o el medio del mar). De ahí que, en el aspecto sicológico, el término signifique el centro o el foco de la vida. El corazón es la fuente de los motivos, de las pasiones y de los procesos mentales, por eso Jeremías afirma que «engañoso es el corazón» (17.9). Es asimismo fuente de sabiduría y emociones, según Pr 2.10, y fuente de la voluntad, de acuerdo con Dt 6.5 («Amarás a Jehová tu Dios con todo tu corazón»).
En el Nuevo Testamento, la palabra corazón tiene un uso sicológico y espiritual más amplio que en el Antiguo Testamento. Cristo y Pablo usan el término para referirse a la fuente o asiento de los sentimientos, deseos, esperanzas, motivos, voluntad y percepciones intelectuales. El hombre se comporta según su corazón; Dios conoce este centro vital y no se deja engañar por las apariencias externas (1 S 16.7). Dios puede limpiarlo (Sal 51.10) y recrearlo (Ez 18.31). Tratándose de la fuente de todos los deseos, el corazón debe guardarse con todo cuidado (Pr 4.23), y encaminarse en los senderos de justicia (23.26).
Cristo subraya la importancia del estado del corazón cuando dice: «los de limpio corazón ... verán a Dios» (Mt 5.8). Y para Pablo el hombre puede comprender y experimentar el amor de Dios, solo cuando Cristo habita en el corazón por la fe (Ef 3.17). Es la paz de Dios lo que guardará el corazón del hombre, principio importante de salud mental.
CORBÁN (en hebreo, lo que es acercado). Término que designaba cualquier ofrenda presentada en el santuario.
En tiempos de Jesús, la declaración de un objeto como Corbán u ofrenda para el templo, significaba renunciar a dicho objeto. No era posible aprovecharlo ni siquiera en beneficio de un familiar cercano que lo necesitara. La → Tradición farisaica contradijo así el quinto mandamiento y brindó excusa de la irresponsabilidad para con los padres (Mc 7.11; cf. Éx 20.12; 21.17; Dt 5.16; Lv 20.9, etc.).
Debido a este quebrantamiento de la Ley, y a que los → Votos no podían revocarse, si un hijo en un momento de enemistad con sus padres declaraba como voto: «Todo servicio o ayuda que vosotros pudierais requerir de mí será para vosotros Corbán», ellos quedaban en la miseria. Puesto que los votos no podían revocarse, este voto de «renuncia» tampoco obligaba al hijo a entregar de por vida bienes o ganancias al templo; en más de una ocasión todo era en realidad un simulacro (Is 29.13; cf. Mc 7.6s).
CORDERO → Carnero; Oveja.
CORDERO DE DIOS Título que se aplica exclusivamente a nuestro Señor. Aparece en el Nuevo Testamento dos veces; Jn 1.29 y 36. Fue la proclamación que Juan el Bautista hizo de Cristo al identificarlo como el Redentor enviado de Dios. En los tiempos del Antiguo Testamento el cordero era el animal siempre sin mancha que los israelitas solían usar para el → Sacrificio debido a su inocencia y a su carácter humilde y sumiso. Se le sacrificaba todos los días en las ofrendas de la mañana y la tarde, y en ocasiones especiales, por ejemplo, la Pascua (Éx 12.3–13; 29.38–46; Lv 4.32; Nm 6.14).
El cordero simboliza a Cristo, quien en el Calvario se ofreció a sí mismo, en sacrificio vivo, para llevar nuestros pecados sobre su cuerpo (1 P 2.24). Las palabras de Juan el Bautista (Jn 1.29, 36) son así una interpretación de Is 53.7, en donde el Siervo Sufriente aparece representado como un cordero que es llevado al matadero. También Felipe, el evangelista, explica este pasaje profético como cumplido en Cristo (Hch 8.30–35). Pablo se refiere a Cristo como nuestro cordero pascual (1 Co 5.7b). La misma idea, la del cordero sacrificado por nosotros, aparece en los escritos de Pedro (1 P 1.18, 19).
En el libro de Apocalipsis la imagen de Cristo como el cordero es prominente. Con tal epíteto se le menciona veintiocho veces. Juan lo ve como «un cordero inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra» (Ap 5.6b). Este cordero, que posee los atributos de Dios, es vencedor y redentor por su muerte, y es digno, por tanto, de recibir todo poder, honra y gloria (Ap 5.8, 12, 13); los redimidos por su sangre están delante de Él limpios y llenos de gozo y victoria (Ap 7.9); y de su trono emana el río del agua de la vida (Ap 22.1).
CORDÓN, CUERDA, CORDELES Términos usados para referirse a una medida (2 S 8.2; 1 R 7.15, 23; Sal 78.55; Is 34.17; etc.). Es muy probable que los hebreos aprendieran el arte de medir durante su estancia en Egipto (→ Nilo), donde dicho arte se practicaba desde tiempos muy antiguos.
En particular, «cuerdas» se usaba también figuradamente, como en Sal 16.6, para referirse a una porción determinada; «cordón» era la cinta o lazo que ataba el pectoral del sumo sacerdote al efod (Éx 28.28, 37; 39.21, 31); a una «cuerda de estopa» se comparan los mimbres que ataban a Sansón (Jue 19.6), y como un «cordel de lino» se describe la medida que tenía en su mano el varón con aspecto de bronce que vio Ezequiel (Ez 40.3).
CORÉ (en hebreo, qorah).
1. Hijo de Esaú y Aholibama, una mujer cananea. Nació en Canaán antes que Esaú se separara de su hermano Jacob, y llegó a ser uno de los jefes de la nación de Edom (Gn 36.5, 14, 18; 1 Cr 1.35).
2. Quinto hijo de Elifaz y de Ada y nieto de Esaú (Gn 36.15s). Hay quienes opinan que se trata de una adición, ya que en otras listas de los hijos de Elifaz (Gn 36.11, 12; 1 Cr 1.36) el nombre de Coré no aparece.
3. Hijo de Hebrón, posiblemente bisnieto de Caleb (1 Cr 2.42, 43).
4. Hijo de Izhar y nieto de Coat de la tribu de Leví (Éx 6.18, 21). Estaba al servicio del tabernáculo como levita. Con la ayuda de Datán, Abiram, On y 250 varones, más un buen número de príncipes de Israel, encabezó una sublevación contra Moisés y Aarón. Dios desaprobó la rebelión y todos los rebeldes fueron destruidos (Nm 16.1–35; 26.9; Dt 11.6; Sal 106.17), lo cual sirvió de lección a Israel (Nm 16.40).
Sin embargo, los hijos de Coré no murieron (Nm 26.11, 58). Durante el reino de David se incluían entre los músicos (1 Cr 6.22).
Figuran como cantores en el título de varios Salmos: 42; 44–49; 84–85; 87–88. (→ Música.)
CORINTIOS, EPÍSTOLAS A LOS Cartas escritas por el apóstol Pablo a la iglesia de Corinto. Además de las dos cartas que se han conservado en el Nuevo Testamento, hubo una carta anterior a nuestra 1 Corintos, según 1 Co 5.9. En 2 Co 2.4 Pablo se refiere a otra carta suya, escrita «con muchas lágrimas», conservada como los capítulos 10–13 de la misma epístola de 2 Corintios.
Foto de Howard Vos
Ruinas del tribunal civil conocido como la basílica Juliana en la antigua Corinto. Algunas de las acusaciones entre los cristianos corintios (1 Co 6.1–11) quizás se ventilaron en este mismo sitio.
Primera Epístola a Los Corintios
A través de esta epístola, Pablo alude al período que pasó en Corinto, cuando primero anunció allí el mensaje cristiano y fundó la congregación. Por su propio testimonio se sabe que vivió entre los corintios como un artesano más, rechazando todo sostén económico de la iglesia (1 Co 4.11–12; 9.1–15). En esta nueva comunidad cristiana, la mayoría de las personas eran de nivel humilde (1.26–28) y experimentaban cierta marginación e incluso explotación de los pocos hermanos de clase social más acomodada (cf. 1 Co 6.7–8; 8.7–12; 11.21–22).
Según Hch 18.1–3, Pablo se presentó en la ciudad de Corinto como miembro de la comunidad judía, donde conoció a Aquila y Priscila, pareja que ejercía su mismo oficio de hacer tiendas. Pablo consiguió con ellos techo y trabajo. Hechos 18.3–18 relata que un sector de la sinagoga se opuso violentamente al mensaje de Pablo, lo expulsó de su comunidad e intentó que las autoridades romanas lo condenaran. En cambio, otro grupo, compuesto de judíos y gentiles convertidos al judaísmo, se inclinó por el evangelio y con estos se formó la iglesia.
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Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
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II. Reporte sobre las divisiones 1.10–17
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III. Razones para las divisiones 1.18—4.21
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A. Malinterpretación del mensaje del evangelio 1.18—3.4
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Primera parte: Respuesta al reporte de Cloé sobre las divisiones (1.1—4.21)
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B. Malinterpretación del mensajero ...del evangelio 3.5—4.5
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C. Malinterpretación del ministerio de Pablo 4.6–21
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I. Sobre el incesto 5.1–13
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Segunda parte: En respuesta a los reportes sobre la inmoralidad (5.1—6.20)
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A. Entregar los fornicadores a la disciplina 5.1–8
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B. Sepárense de los creyentes inmorales 5.9–13
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II. Sobre el litigio entre los creyentes 6.1–11
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III. Advertencia contra la inmoralidad sexual 6.12–20
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I. Consejo sobre el matrimonio 7.1–40
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Tercera parte: En respuesta a la Carta de preguntas (7.1—16.24)
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A. Principios para la vida matrimonial 7.1–9
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B. Principios para el creyente casado 7.10–16
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C. Principio de morar en el llamado de Dios 7.17–24
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D. Principios para los solteros 7.25–38
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E. Principios relacionados con segundas nupcias 7.39–40
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II. Consejo sobre la libertad espiritual 8.1—11.1
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A. Principios sobre la libertad y el creyente débil 8.1–13
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B. Ilustración de Pablo y su libertad 9.1–27
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C. Advertencia contra la pérdida de libertad 10.1–13
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D. Exhortación a usar la libertad para glorificar a Dios 10.14—11.1
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III. Consejo sobre la adoración pública 11.2—14.40
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A. Principios de la oración pública 11.2–16
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B. Se reprenden los desórdenes en la Cena del Señor 11.17–34
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C. Principios sobre el ejercicio de los dones espirituales 12.1—14.40
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IV. Consejo sobre la resurrección 15.1–58
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A. El hecho de la resurrección de Cristo 15.1–11
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B. Importancia de la resurrección de Cristo 15.12–19
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C. Orden de las resurrecciones 15.20–28
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D. Implicaciones morales de la resurrección de Cristo 15.29–34
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E. Cuerpos de los muertos resucitados 15.35–50
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F. Cuerpos de los vivos trasladados 15.51–58
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V. Consejo sobre la recolección para Jerusalén 16.1–4
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Varios datos en Hechos 18 permiten calcular la fecha de la estancia de Pablo en Corinto. Hechos 18.2 menciona que Aquila y Priscila salieron de Roma debido a un edicto del emperador Claudio que expulsó a los judíos de Roma, el cual puede fecharse aproximadamente en 49. Pablo pasó año y medio en Corinto antes de que se presentara un enfrentamiento con los judíos que llegó hasta el tribunal del procónsul Galión (Hch 18.12). De fuentes históricas se sabe que Galión ocupó su puesto en Corinto por doce meses a partir de la primavera del año 51.
La cronología de los movimientos de Pablo se construye con referencia a estos datos. Tomando en cuenta el hecho de que no se hacían viajes durante los meses de invierno, Pablo puede haber viajado desde Macedonia (Hch 16.11–17.14) hasta Corinto a mediados del año 50. Menos de dos años más tarde salió de Corinto para Éfeso y Antioquía, y en seguida regresó a Éfeso (Hch 18.18–24), donde quedó por un tiempo. Según varios indicios del capítulo 16 de 1 Corintios, se estima que Pablo redactó esta carta durante su estadía en Éfeso, entre el año 52 y el año 56.
Foto de Gustav Jeeninga
Las ruinas de Corinto, una de las ciudades más adineradas e inmorales de la antigedad (1 Co 5.1; 6.9–11).
Motivo de 1 Corintios
En 1 Corintios, Pablo responde preocupado a noticias que ha recibido acerca de la iglesia en Corinto. Estas noticias provienen de dos fuentes y reflejan dos perspectivas distintas. Algunas personas se han comunicado con él verbalmente (1.11; 5.1; 11.18), y el cuadro que le presentan es de mucha tensión en el interior de la iglesia: grupos rivales, conductas escandalosas y discriminación contra los más pobres. Por el carácter de los asuntos que denuncian, parece que estas personas pertenecen al estrato social de menos prestigio en la iglesia, el cual era el sector más grande (1.26–28). Por otro lado, Pablo responde también a una carta que otro grupo le ha escrito (7.1). Tal vez son personas de nivel más acomodado y de más liderazgo en la iglesia. Este grupo ha levantado preguntas sobre diversos temas: el matrimonio y el ascetismo, el consumo de carne sacrificada en templos paganos, los dones espirituales y su uso en el culto y otros. Para iniciar su comentario sobre cada uno de estos asuntos, Pablo cita algo de la opinión que este grupo le ha transmitido en su carta (7.1; 8.1; 12.1).
En esta carta pastoral dos ejes fundamentales atraviesan las respuestas de Pablo a estas situaciones: el del futuro escatológico que agudiza la conciencia e inspira la constancia; y el del amor solidario que impulsa y orienta a los cristianos a entregarse a sí mismos en bien de los demás. El conjunto se resume en la persona de Cristo Jesús (1.30) porque Él demostró en su vida y muerte esa solidaridad, y fue reivindicado por la resurrección. Este gran marco de la crucifixión-resurrección está anclado a ambos extremos de la carta (1.18–2.16 y 15.1–58), y engloba los asuntos tan heterogéneos que se encuentran entre esos dos punto.
Segunda Epístola a Los Corintios
En 1 Corintios se revelan varias tensiones entre Pablo y la congregación que fundó, sobre todo el cuestionamiento de su apostolado (1 Co 9.1–6). Esta situación se deterioró y la visita a Corinto que Pablo propuso en 1 Co 16.5–8 resultó toda una desilusión (2 Co 2.1). En su angustia Pablo se defendió por medio de una fuerte carta, escrita «con muchas lágrimas» (2 Co 2.4). La mayoría de los estudiosos concuerdan en que los capítulos 10–13 de 2 Corintios, de gran tono polémico, constituyen esa carta. En ella Pablo responde vehementemente a los nuevos maestros que se han adueñado de la iglesia. Frente a estos «superapóstoles» (2 Co 12.11), Pablo se vio obligado a reivindicar su propio apostolado, con el fin de recuperar un espacio de ministerio entre los corintios. En este proceso desenmascara a sus adversarios como «obreros fraudulentos» y «falsos apóstoles» (2 Co 11.13).
La carta, junto con el envío de Tito a Corinto, parece haber logrado un cambio en la actitud de la iglesia. Pablo da testimonio de su gran alivio al encontrarse con Tito en Macedonia y recibir la buena noticia de una reconciliación (2 Co 7.6–7). Aunque aparece al principio de 2 Corintios, la sección 1.1–2.13 refleja este desenlace final, junto con la sección 7.5–16.
Incluidas en 2 Corintios se encuentran dos cartas sobre el importante proyecto de la colecta para los pobres de Judea. Tanto el capítulo 8 como el 9 versan sobre la administración de este significativo esfuerzo de Pablo por demostrar la solidaridad de las iglesias gentiles con la iglesia originaria en Palestina.
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Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
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II. Justificación paulina de su cambio de planes 1.12—2.13
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A. Plan original de Pablo 1.12–22
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B. Cambio de planes de Pablo 1.23—2.4
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Primera parte: Justificación paulina de su ministerio (1.1—7.16)
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C. Pablo ruega que se perdone 2.5–13
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III. Filosofía paulina del ministerio 2.14—6.10
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A. Cristo hace que triunfemos 2.14–17
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B. Las vidas cambiadas prueban el ministerio 3.1–5
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C. El Nuevo Pacto es la base del ministerio 3.6–18
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D. Cristo es el tema del ministerio 4.1–7
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E. En el ministerio abundan las pruebas 4.8–15
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F. Motivación en el ministerio 4.16—5.21
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G. En el ministerio no se ofende 6.1–10
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IV. Exhortaciones paulinas a los corintios 6.11—7.16
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A. Pablo ruega por la reconciliación 6.11–13
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B. Pablo ruega por la separación de los incrédulos 6.14—7.1
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C. Pablo se reúne con Tito 7.2–7
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D. La respuesta de los corintios a la carta de Pablo 7.8–16
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I. Ejemplo a los macedonios 8.1–6
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Segunda parte: Recolección paulina para los santos (8.1—9.15)
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II. Exhortación a los corintios 8.7—9.15
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A. Ejemplo de Cristo 8.7–9
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B. Propósito de las ofrendas 8.10–15
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C. Explicación de la delegación 8.16—9.5
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D. Exhortación a ofrendar 9.6–15
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I. Pablo responde a sus acusadores 10.1–18
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Tercera parte: Vindicación paulina de su apostolado (10.1—13.14)
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A. Se responde a la acusación de cobardía 10.1–2
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B. Se responde a la acusación de mundanalidad 10.3–9
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C. Se responde a la acusación de debilidad personal 10.10–18
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II. Pablo defiende su apostolado 11.1—12.13
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A. Declaración paulina sobre su apostolado 11.1–15
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B. Los sufrimientos de Pablo apoyan su apostolado 11.16–33
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C. Revelaciones paulinas apoyan su apostolado 12.1–10
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D. Las señales de Pablo apoyan su apostolado 12.11–13
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III. Pablo anuncia su visita venidera 12.14—13.10
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A. Pablo no desea ser una carga financiera 12.14–18
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B. Pablo no quiere que sean carnales 12.19–21
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C. Advertencia paulina para que se examinen a sí mismos 13.1–10
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Bibliografía:
Gordon D. Fee, Primera epístola a los corintios, Nueva Creación, Buenos Aires/ Grand Rapids, 1994, pp. 880. Irene Foulkes, Problemas pastorales en Corinto. Comentario exegético-pastoral a 1 Corintios, San José, SEBILA/DEI, 1996, p. 432. Varios, «Pablo de Tarso, Militante de la fe», Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana (RIBLA), #20, 1995.
CORINTO A la mitad de la península griega la tierra se reduce a una angosta cintura de menos de 6 km de ancho, conocida como el Istmo de Corinto. La ciudad de Corinto está ubicada sobre la parte alta del Istmo, que era un importante puente de tierra entre la parte norte y la parte sur de Grecia. Por otro lado, esta franja de tierra constituía una barrera para la navegación entre el mar Egeo al este y el mar Adriático al oeste. En las inmediaciones de Corinto el terreno es árido, apto principalmente para viñedos y olivares, con la ayuda de sistemas de riego. Más abajo en la llanura de la costa del Adriático, la tierra era fértil y productiva.
La ciudad de Corinto no era puerto en sentido estricto, ya que no estaba ubicada en ninguno de los dos litorales del istmo. El puerto sobre el mar Adriático, al oeste de Corinto, era Lequeo, y el del mar Egeo, al este, era Cencrea. El transbordo de carga y aun de barcos pequeños sobre el istmo se efectuaba en su punto más angosto, donde un camino de mármol (existente todavía) permitía deslizar bultos y barcos de un lado a otro.
Foto de Howard Vos
El templo de Apolos en Corinto y la acrópolis de la ciudad al fondo.
En las inmediaciones de la ciudad de Corinto el terreno es árido, apto principalmente para viñedos y olivares, con la ayuda de sistemas de riego. Más abajo en las llanuras de las costas, la tierra era fértil y productiva.
Con la expansión del Imperio Romano durante el siglo I, mucho tráfico comercial, político y militar pasaba por el Istmo de Corinto, punto de conexión entre Italia y la parte oriental del imperio. La ciudad de Corinto cobró gran importancia como un centro de comercio y transporte internacional, con negocios de transbordo o venta de mercancías, así como de recolección de tarifas e impuestos. Eventos deportivos de la envergadura de los Juegos ístmicos bienales atraían a Corinto gran cantidad de aficionados, y este turismo deportista generaba importantes ingresos para los comerciantes y artesanos de la región.
Gran número de comerciantes y hombres de negocios (más unas cuantas mujeres de negocios) viajaban a menudo entre Corinto y las otras ciudades principales del imperio. Varios miembros de la iglesia de Corinto participaban en esta actividad comercial, sea como líderes de una casa-empresa (Estéfanas, 1 Co 16.15–18), sea como representantes más humildes, quizás esclavos o libertos, como «los de Cloé» (1 Co 1.11).
Algunas de las descripciones y los estereotipos que suelen citarse para caracterizar la ciudad de Corinto no pertenecen al siglo I, sino que reflejan un período anterior de su historia, antes de ser destruida por los romanos en 146 a.C. Fue en la época anterior a esa fecha que Corinto se granjeó la reputación de ciudad notoriamente inmoral; sin embargo, los términos despectivos aplicados a los corintios por los atenienses pueden atribuirse en parte a la rivalidad que había entre las dos ciudades. Fue también en esa época temprana que se decía que en el templo de Afrodita en Corinto había un millar de prostitutas dedicadas al aspecto erótico del culto a esta diosa de la fertilidad.
Refundada como colonia romana por el emperador Julio César en el año 44 d.C., Corinto resurgió como un centro de arte y cultura, renombrada por sus imponentes edificios públicos, estatuas y templos de mármol. Floreció de nuevo en la ciudad la fabricación de artículos de bronce de alta calidad. Pablo debió haber escuchado a menudo el «metal que resuena, o el címbalo que retiñe» (1 Co 13.1).
Igual que en el caso de otras ciudades conquistadas e incorporadas al Imperio Romano, a Corinto se le permitió tener gobierno propio, pero este funcionaba bajo la vigilancia de un gobernador (el «procónsul» de Hch 18.12) enviado desde Roma. Había dos gobernantes locales, responsables de promover los intereses de Roma y mantener el flujo de tributos e impuestos hacia las arcas imperiales. Satisfechas estas demandas de hegemonía política y económica, el imperio imponía la paz y la estabilidad en la región. Bajo estas condiciones una pequeña capa de empresarios de Corinto desarrolló una notoria prosperidad, mientras la gran mayoría de la población vivía en la pobreza. Esta estratificación socioeconómica se refleja en la conformación de la iglesia de Corinto (1 Co 1.26–28).
En una colonia romana como Corinto el idioma oficial fue el latín, y la gran mayoría de las inscripciones públicas encontradas por los arqueólogos emplean el idioma del imperio. Sin embargo, el griego perduró como el idioma del pueblo, y fue en el dialecto popular (no literario) de este idioma que Pablo escribió sus cartas a la iglesia de Corinto.
No se ha podido establecer con exactitud el número de habitantes de Corinto en el siglo I; las cifras estimadas van desde cien mil hasta medio millón. La mitad o más de la población eran esclavos.
La vida de la ciudad giraba alrededor de las plazas y los edificios dedicados a las funciones del gobierno y la práctica de la religión. Las excavaciones arqueológicas han puesto al descubierto numerosos bloques de locales comerciales y talleres artesanales alrededor de la plaza central, el Ágora. Con la excepción de la pequeña elite, que tenía casas amplias, los corintios habitaban locales estrechos que les servían a la vez como vivienda, taller y tienda. Según Hch 18.2–3 Pablo se estableció en Corinto como trabajador artesanal y practicaba su oficio de hacer carpas o tiendas compartiendo el local de Aquila y Priscila.
En el costado sur del Agora se encuentra un imponente tribunal que podría ser el que se menciona en Hch 18.12, ante el cual Pablo tuvo que comparecer. Además de los templos ubicados en el corazón de la ciudad, el templo de Afrodita dominaba toda la región de Corinto desde la cima del Acrocorinto, una escarpada montaña que se eleva unos 500 m sobre el nivel de la ciudad.
Bibliografía:
Jerome Murphy-O’Connor, St. Paul’s Corinth: Texts and Archaeology, Glazier, Wilmington, DE, 1983, p. 192.
CORNELIO (→
Centurión). Romano de Cesarea, «temeroso de Dios», cuya importante conversión al evangelio (Hch 10) se destaca con repetidas menciones (11.1–8; 15.7, 14). Las visiones simultáneas de Cornelio y Pedro que precedieron a esta conversión, y los fenómenos pentecostales que la acompañaron (11.15–17), hicieron manifiesto que Dios había quitado la pared divisoria entre judíos y gentiles (Ef 2.14–16). Estos últimos entraron en la Iglesia con igual derecho que los judíos (Hch 2) y los samaritanos (Hch

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La conversión de Cornelio sentó precedente para resolver la cuestión de la relación entre judíos y gentiles. Se aclaró que la Iglesia era una entidad aparte del judaísmo y que los gentiles no tenían que pasar por la puerta judaica. Aunque lo dicho de Cornelio en Hch 10.2 no asegura que era → Prosélito del judaísmo, su carácter noble y piadoso amortiguó el choque de esta innovación que parecía peligrosa a los creyentes judíos
CORO Medida igual al → Homer (Ez 45.14), usada para harina (1 R 4.22), cereales (2 Cr 2.10; Lc 17.6; cf. texto griego) y aceite (Ez 45.14). Equivalía aproximadamente a doscientos veinte litros. (→ Medidas.)
CORONA Símbolo distintivo de nobleza, realeza o autoridad que se lleva sobre la cabeza. Desde los tiempos bíblicos su forma ha variado desde un sencillo círculo de oro hasta un tocado complicado de distintos diseños e incrustado de joyas (2 S 12.30). En ocasiones, como en el caso de la coronación de Joás (rey de la dinastía davídica), la imposición de la corona se asociaba con la entrega del «testimonio» (una copia de la Ley) y la unción (2 R 11.12). Muchos salmos (por ejemplo, Sal 2) celebran este tipo de coronación.
En la época del Antiguo Testamento la corona tenía sentido simbólico. La de David y sus descendientes representaba el reino asegurado por un pacto con Jehová, reino que podía perderse por la apostasía (Sal 89.38, 39; cf. 21.3). Como pura figura, representaba la consumación y → Gloria del varón, el valor de la mujer virtuosa para su marido, las canas para el anciano, los nietos para el abuelo, etc. (Pr 12.4; 16.31, BJ; 17.6).
En el Nuevo Testamento no se emplea el término «corona» con respecto a reyes terrenales. No obstante, Mateo, Marcos y Juan describen la coronación escarnecedora de Jesucristo por los soldados romanos. Estos, al entretejer una corona de espinas, inconscientemente hicieron un símbolo de la realeza del Señor y de la maldición del pecado que asumió por nosotros.
Hebreos 2.7, citando el Salmo 8.5, recuerda que Dios coronó al hombre de honra y gloria. Luego señala a Jesús como el único digno de llevar tal corona ahora, y eso «a causa del padecimiento de la muerte» (Heb 2.9).
En el Nuevo Testamento «corona» traduce dos palabras griegas: → Diadema, que aparece tres veces (Ap 12.3; 13.1; 19.12) y stéfanos, dieciocho veces. Stéfanos era el premio que ganaban los atletas vencedores en los juegos olímpicos. Era una guirnalda sencilla, hecha de hojas de laurel, perejil, olivo o pino que, aunque hermosa, pronto se marchitaba. Pablo, escribiendo a los corintios, compara esta corona con la corona «incorruptible» que espera al creyente que termina fielmente su carrera (1 Co 9.24–27; 2 Ti 2.5; cf. Heb 12.1, 2). También se habla de la corona de «justicia», de «vida» o de «gloria» (2 Ti 4.8; Stg 1.12; 1 P 5.4) y se nos amonesta acerca del peligro de perderla (Ap 3.11). Pablo tenía por corona a sus hijos en la fe (Flp 4.1; 1 Ts 2.19).
Las coronas no son para gloria propia. Los ancianos de Ap 4.4, 10 las echan delante del trono del Señor como tributo por haberlos capacitado para ganarlas.
CORREO El despacho regular de correo mediante jinetes y postas solo se organizó en tiempo de los persas (Est 3.13, 15; 8.10). Pero tanto en Israel como en Babilonia se utilizaban en ocaiones veloces jinetes para llevar mensajes (2 Cr 30.6, 10; Jer 51.31). Era proverbial la rapidez de tales mensajeros (Job 9.25).
Comúnmente, los reyes y los particulares utilizaban sus propios amigos y siervos para enviar misivas (2 S 11.14; Neh 6.5; Hch 23.23, etc.). Los autores de las cartas del Nuevo Testamento, para hacerlas llegar a las iglesias, no tenían más recurso que confiárselas a sus discípulos (Hch 15.23).
CORZO (traducción del vocablo hebreo tsébi, que a menudo también se traduce por gacela). Cuadrúpedo rumiante que se identifica con la gacela y el antílope, dorcas o gacela arábiga, que abunda en Siria, Arabia, Persia y Egipto. Es muy elogiado en la poesía oriental por su gracia y hermosura. Mide unos 56 cm de alto y es de un color rojizo oscuro con manchas pardas oscuras o negras y blancas; tiene cuernos negros, que vistos de frente presentan la forma de una lira, y grandes ojos brillantes; anda en manadas y se domestica con facilidad, aunque es muy tímido. Su carne es sumamente apetecible (1 R 4.23). «Tabita» y «Dorcas» (Hch 9.36), palabras aramea y griega, respectivamente, corresponden al hebreo tsébi del Antiguo Testamento.
El corzo es animal limpio (Dt 12.22; 14.5), objeto de caza (Pr 6.5; Is 13.14), ligero (2 S 2.18; 1 Cr 12.8) y bello (Cnt 2.7, 9, 17; 3.5; 8.14). (→ Ciervo.)
COS (ágil, ligero).
1. Descendiente de Judá (1 Cr 4.8).
2. Jefe de la séptima división de sacerdotes (1 Cr 24.10; Esd 2.61; Neh 7.63).
3. Ascendiente de Meremot (Neh 3.4, 21).
4. Isla y ciudad en el mar Egeo, frente a la costa sudoeste de Asia Menor (Hch 21.1; 1 Mac 15.23), donde Pablo hizo escala rumbo a Jerusalén.
COSECHA Término de uso frecuente en las Sagradas Escrituras que significa recolección de los frutos de la tierra (Éx 22.29; 23.10, 16; 34.22; Dt 16.13; Is 16.9; 17.11; 32.10; Mt 3.12; Jn 4.36–38; 1 Co 9.11; 2 Co 9.6; Gl 6.7; Ap 14.15; etc.). (→ Agricultura.) Según la ordenanza divina, la cosecha debía efectuarse anualmente durante períodos de seis años y en el séptimo debía darse descanso a la tierra (Éx 23.10, 11). Las primicias de las cosechas debían pagarse lo más pronto posible (Éx 22.29).
La gran Fiesta de los Tabernáculos (Dt 16.13) se celebraba en ocasión de la recolección de los frutos, por eso también se llamaba de las Cosechas o Cabañas (Éx 23.16; 34.22; Dt 16.13–15). En los días de Nehemías esta fiesta se celebró con gran pompa y supremo regocijo (Neh 8.14–18).
La Biblia establece que el hombre cosecha los resultados de sus acciones (Job 4.8; Pr 22.8; Gl 6.7). Cristo hizo referencia en varias ocasiones a la cosecha para enseñar verdades espirituales (Mt 3.12; Mc 4.29; etc.).
CREACIÓN Acto del libre albedrío de Dios por el cual hizo todo el universo para su propia gloria, sin valerse de materiales ya existentes. El relato de la creación en Gn 1–2 no debe considerarse como texto científico de geología, sino más bien como una exposición teológica de la soberana intervención de Dios, que dio origen a «todas las cosas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, visibles e invisibles» (Col 1.16). Por cuanto todo lo que sabemos mediante la revelación tiene elementos de «sabiduría de Dios en misterio» (1 Co 2.7), la verdad bíblica de la creación es evidente solamente por medio de la fe. Como se afirma en Hebreos 11.3, «por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que no se ve fue hecho de lo que no se veía».
La Biblia descarta tanto el dualismo de la filosofía clásica de los griegos como el materialismo absoluto. El primero enseña que las fuerzas del bien y del mal son eternas y que el espíritu refleja el bien mientras la materia refleja el mal. El materialismo absoluto, en cambio, enseña que la materia es eterna y que la historia es determinada por las leyes del desarrollo material. El primer versículo de la Biblia contradice ambas filosofías al decir: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn 1.1). De igual manera, la doctrina bíblica de la creación descarta el panteísmo. El universo no es una manifestación externa de Dios mismo, sino la obra de sus manos, y como tal, completamente distinta de la esencia divina.
La creación la realizó el Dios trino. Se le atribuye al Padre (Gn 1.1; Sal 33.6), al hijo (Jn 1.3, 10; Col 1.16) y al Espíritu Santo (Gn 1.2; Job 26.13), sin hacer distinción entre lo creado por cada persona de la Trinidad.
Creación Del Universo
La Biblia enseña que Dios hizo el universo de la nada. Antes del «principio» no existía ninguna cosa material, ni existía el tiempo mismo. Solamente existía Dios. Génesis 1.1 se refiere a la creación ex nihilo de toda la materia y energía de que se compone el universo. Desde entonces, han variado de forma, pero no ha sido necesaria otra creación. Dios no creó el universo impulsado por necesidad, porque Dios no necesita de nada (Hch 17.25). Lo hizo espontáneamente, movido por su voluntad y para su propia gloria.
El lenguaje de Gn 1–2 no es científico; se escribió en una época precientífica por un hombre precientífico. El Espíritu Santo no se propuso revelar en aquel entonces los descubrimientos posteriores de Copérnico, Galileo, Newton y Einstein, hallazgos que le correspondían al hombre bajo el mandamiento divino de sojuzgar la tierra y señorear en la creación (Gn 1.28). Por tanto, el lenguaje bíblico es fenomenológico; describe solamente lo perceptible. Sin telescopio ni microscopio, sin haber descubierto siquiera que el mundo no fuese plano, el hombre tenía por delante mucho que estudiar e investigar. Desde ese punto de vista, es evidente que no hay ninguna contradicción entre la historia bíblica de la creación y la ciencia moderna, ni la habrá cuando la ciencia de un siglo futuro haga anticuada nuestra ciencia de hoy.
Con el desarrollo de la geología, por ejemplo, ya se sabe que los «días» de Génesis 1 pudieran no ser días literales de veinticuatro horas. Más bien, son etapas de duración indefinida, expuestas en lenguaje fenomenológico. Es innecesario postular un cataclismo en Gn 1.2, donde dice que «la tierra estaba desordenada y vacía», para reconciliar la geología con la Biblia. Asimismo, es artificial e innecesaria la teoría de que Dios pudiera haber creado todas las rocas y fósiles en una semana en la forma en que existen actualmente, dándoles solamente una apariencia de antigüedad. También en otras partes la Biblia dice → Días para referirse a períodos que no son de veinticuatro horas (Is 13.6; 2 Co 6.2; 2 P 3.8).
Foto de Howard Vos
Dios el Creador, de una pintura de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina en Roma.
Creación de La Vida
La creación de la vida levanta ciertos interrogantes en cuanto a la teoría de la evolución; pero, nuevamente, si se entiende la Biblia en el sentido correcto, no hay conflicto. Evidentemente Dios creó la vida por lo menos en siete etapas, con un «género» en cada etapa, durante los «días» tres, cinco y seis. En el sexto día creó al hombre.
No se sabe con exactitud a qué corresponde un «genero» en la taxonomía moderna. Un factor importante es que la creación de todos los géneros no fue ex nihilo, sino por medio de algún material ya creado y existente: «Produzca la tierra hierba verde» (Gn 1.11), «produzcan las aguas seres vivientes» (Gn 1.20), «produzca la tierra seres vivientes» (Gn 1.24), etc. Posiblemente Dios creó al progenitor de cada género, y luego permitió que las leyes naturales (que también Dios estableció) operasen para el desarrollo de miles de especies distintas en forma paulatina. En ese sentido pudiera haber ocurrido un cierto proceso de evolución, y las pruebas científicas parecen ser abundantes para sostenerlo como hecho evidente de la naturaleza. Tal proceso no contradice la enseñanza bíblica que sostiene que la mano del Dios soberano desempeñó un papel sublime en el origen de toda la vida.
Creación Del Hombre
El hombre fue la culminación de toda la creación. Nuevamente, Dios usó elementos materiales ya existentes («del polvo de la tierra», Gn 2.7), pero la diferencia de toda otra creación radica en la declaración de que Dios creó al hombre a su imagen (Gn 1.27). Ningún animal asumió la → Imagen de Dios, y por eso no había entre ellos una «ayuda idónea» (Gn 2.20). El concepto de la imagen de Dios decididamente no se presta a la teoría de que el hombre es producto de la evolución, sea en el sentido de evolución materialista o en el sentido de evolución teísta. El soplo de «aliento de vida» (Gn 2.7) alude a un acto instantáneo y no a un proceso largo. La «imagen de Dios» como tal no pudo evolucionar. El concepto de una imagen de Dios parcialmente desarrollada es un tanto absurdo.
La imagen de Dios, por supuesto, no tiene significado material, puesto que Dios es espíritu (Jn 4.24). La semejanza del hombre con Dios no está en su cuerpo, sino en su espíritu. Por consiguiente, algunos teólogos opinan que el asunto del cuerpo físico del hombre se puede tratar en renglón aparte. Fisiológicamente, es evidente que el hombre tiene mucho en común con los animales superiores, y de ahí que, según algunos, Dios intencionalmente creó un nuevo cuerpo muy parecido físicamente a los antropoides ya existentes. Algunos teólogos modernos creen, sin embargo, que Dios tomó un antropoide ya desarrollado y sopló en él «aliento de vida», dándole así un espíritu según la imagen de Dios. En este caso, el primer ser que «recibió» la imagen de Dios pasó a ser → Adán. Además de otras dificultades que podría tener, esta última teoría no toma suficientemente en cuenta la íntima relación que existe entre el cuerpo y el espíritu humanos. Olvida algunos detalles específicos del relato de la creación, como por ejemplo el hecho de que Dios formó al hombre del polvo.
La Biblia enseña la unidad de la raza humana como un punto teológico muy importante. De la primera pareja, Adán y Eva, desdendió todo ser humano (Hch 17.26). La caída de Adán, que implicó la caída de todo el género humano (1 Co 15.22), hace resaltar esta unidad.
CREER → Fe.
CRESCENTE (en latín, creciente). Compañero de Pablo posiblemente en Roma, que según 2 Ti 4.10 y algunos más, después se dirigió a Galacia o a Galia. Quizás Crescente inició el avance occidental del evangelio aun antes de la muerte de Pablo.
CRETA (en hebreo, kaftor; en griego krete). Isla grande (240 km de largo por entre 10 a 56 km de ancho) situada en el Mediterráneo, al sudeste de la península de Grecia y a media distancia entre Siria y Malta. Es escabrosa y montañosa, pero tiene muchas llanuras y valles fértiles. Sus habitantes, posibles ascendientes de los filisteos, eran excelentes marineros que visitaban todas las costas, y también hábiles en el manejo del arco y la flecha. Toda la civilización minoica era una de las más elevadas entre 3000 y 1100 a.C., y descollaba especialmente en las artes plásticas. Creta era una de las «Kaes» contra cuya infidelidad amonestaba el proverbio griego, a saber: Kappadokia, Kilikia y Krete. Esto concuerda con las características que el apóstol atribuye a los cretenses, al llamarlos «siempre mentirosos», brutos y glotones, citando al poeta cretense Epiménides (Tit 1.12s).
Algunos cretenses se hallaban entre la muchedumbre pentecostal (Hch 2.11), pero Creta es más conocida por el viaje de Pablo a Roma (Hch 27). La nave se dirigió primero a Salmón, promontorio oriental de la isla, y permeneció en → Buenos Puertos. Después zarparon y el viento los llevó hacia Malta. Se supone que Pablo visitó a Creta anteriormente y estableció iglesias allí confirmando a Tito como su superintendente (Tit 1.5).
El valle central de la isla de Creta, con las ruinas del palacio real de Cnosos al frente.
CRISÓLITO (en hebreo, tarsis; en griego, jrysólithos). Piedra preciosa de color oro claro, que quizás se pueda identificar con el topacio de los tiempos romanos. Figura en el pectoral del sumo sacerdote (Éx 28.20, NC), en la descripción del rey de Tiro (Ez 28.13), en visiones proféticas (Ez 1.16, RV; Dn 10.6, NC) y en la descripción de la Jerusalén celestial (Ap 21.20).
CRISOPRASO Piedra preciosa que aparece en Ap 21.20, en el décimo cimiento de la Jerusalén celestial. Su clasificación es incierta, pero si aquí es la misma que conocemos hoy, será calcedonia verde o crisopracio, que es una variedad del cuarzo compuesta de sílice y níquel.
CRISPO Principal líder de la sinagoga de Corinto, convertido al evangelio con toda su familia durante la visita de Pablo (Hch 18.8). Se cuenta entre los pocos que el mismo Pablo bautizó (1 Co 1.14).
CRISTAL Sustancia transparente e incolora, mencionada en imágenes poéticas (→ Vidrio). Según el contexto, los términos hebreos gabis y qerah pueden traducirse «cristal» (Job 28.18, BJ; Ez 1.22, RV), «nieve» (Job 6.16 RV) o «helada» (Gn 31.40, RV). Los términos griegos krystallos y krystallizo igualmente equivalen al cuarzo o al hielo (Ap 4.6; 21.11; 22.1).
CRISTIANISMO Fe centrada en Jesucristo, el único Salvador y Mediador entre Dios el Padre y la humanidad pecadora.
El cristianismo es singular entre las religiones del mundo. La mayoría de aquellas enfatizan la vida del fundador, pero el cristianismo enfatiza la muerte de Jesucristo. La muerte de Jesucristo es singular también porque estuvo profetizada desde las primeras páginas de la Biblia (Gn 3.15) y se cumplió en los días del Nuevo Testamento miles de años después.
La Resurrección también es esencial en el cristianismo. Su muerte y resurrección son tan importantes que los cuatro Evangelios le dedican por lo menos una quinta parte de sus enseñanzas. Marcos 10.45 sintetiza esta extraordinaria misión de Cristo diciendo: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos».
El mundo tenía ya muchísimas religiones cuando Cristo nació. Los romanos habían combinado sus dioses con los dioses de los griegos y adoraban a miles de deidades. Ninguno de esos dioses había vivido jamás; la mayoría se basaban en imaginaciones o historias heroicas. Sin embargo, Jesucristo vivió en Palestina, fue crucificado bajo Poncio Pilato (gobernador de Judea) y se levantó de entre los muertos por el poder de Dios el Padre.
La gente que adoraba a los dioses de la mitología en la práctica cerraba los ojos a las señales visibles de la verdad que apuntaban hacia Dios y la salvación por gracia (Ro 1.20–21). Este plan llegó a plena madurez en la cruz.
En tiempos del apóstol Pablo se corrió el grave peligro de que los judíos convertidos convirtieran la nueva religión en una simple extensión del judaísmo. Pablo contendía que la salvación solo por la fe era la esencia del cristianismo (Ef 2.8–9).
Las luchas de Pablo fueron con un grupo de judíos convertidos llamados → Judaizantes (Hch 15; Gl 2) que pensaban que el gentil convertido tenía que circuncidarse para hacerse cristiano. Pablo, Bernabé y otros viajaron a Jerusalén, centro del judaísmo, a arreglar la disputa con líderes de la iglesia. En efecto, se concluyó que el cristianis
Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (2000, c1998). Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.