chalino
  DICCIONARIO 2 E
 
 
EREC Ciudad fundada por Nimrod, 65 km al nordeste de Ur, al norte del Éufrates (Gn 10.10). Es uno de los lugares al que llegaron los colonos que llenaron el vacío en Samaria cuando en 722 deportaron a los principales israelitas (Esd 4.9).
La primera civilización erecita, la ubaidana, se remonta al año 4000 a.C. De Erec provienen una escritura más antigua que la cuneiforme y los primeros sellos cilíndricos que conocemos. Fue capital de varias dinastías sumerias y hogar del famoso rey Gilgamis.
ERIZO Mamífero roedor que habita en lugares desolados. Se menciona en relación con la destrucción de Babilonia (Is 14.23), Edom (Is 34.11) y Nínive (Sof 2.14). El nombre es traducción del hebreo qippod y parece ser lo más indicado en Is 34.11, pero en Is 14.23 y Sof 2.14 algunos lo traducen por «alcaraván», porque el contexto sugiere una especie de ave. En Lv 11.30 el hebreo anaqa no es erizo, sino un mamífero pequeño como el hurón o la salamanquesa.
Foto de Amikam Shoob
El puerco espín es el roedor más grande en Israel.
ESAR-HADÓN Rey de Asiria y Babilonia (681–669 a.C.); hijo de Senaquerib y padre de Asurbanipal.
Cuando sus dos hermanos, Adramelec y Sarezer, asesinaron a su padre mientras rendía culto en el templo de Nisroc (Is 37.38) y en abierta pugna se disputaban el reino, Esar-hadón salió de su escondite para poner fin a la contienda y ocupar el trono. En vida, su padre lo había designado príncipe heredero y lo había hecho reconocer como tal por sus hermanos y por los altos funcionarios del reino. Esar-hadón no tuvo mayores dificultades en tomar Arbela, Asur y Nínive, con lo cual terminó la guerra civil, ya que Babilonia lo acató sin reparos.
Un monumento honrando al rey Esar-hadón de Asiria, que muestra a los súbditos arrodillados ante él y símbolos de sus dioses paganos en la esquina superior.
Una vez en el trono, emprendió sus campañas hacia el oeste con el fin de pacificar Sidón, Kundi y a los árabes. En el prisma de barro cocido en que se describen sus hazañas, hay una lista de sus vasallos en que se encuentra el nombre de Manasés, rey de Judá.
ESAÚ (velludo, porque «era todo velludo como una pelliza», Gn 25.25). Hijo mayor de → Isaac y → Rebeca, gemelo de → Jacob. También se llamaba Edom, que significa «rojo», por haber comprado el guiso rojo de Jacob (25.30). Era una persona del campo, adiestrado en la caza y el hijo predilecto de su padre (25.27, 28). Pero la supremacía de su hermano menor la predijo Dios antes de su nacimiento (25.23).
En la historia sagrada se le conoce por dos actos que revelan la debilidad de su carácter: 1) por haber vendido su primogenitura y 2) por haber perdido la bendición de su padre.
Cuando Esaú volvió cansado del campo, vendió su primogenitura a Jacob por un potaje. De esta manera sacrificó los privilegios y derechos que le correspondían como hijo mayor (25.27–34). Luego, Jacob, engañando sutilmente a su anciano padre, le arrebató a Esaú la bendición paternal. Airado, Esaú resolvió matar a Jacob, quien se vio obligado a huir (27.1–46). Veinte años después, Esaú se reconcilió con su hermano cuando este regresó de Padan-aram con su familia.
ESCARLATA Sustancia colorante animal. Los vocablos hebreos traducidos por escarlata también se traducen a veces por «carmesí» y «grana». Antes de conocerse los tintes artificiales, para los colores se dependía de fuentes naturales. La escarlata se obtenía mediante la pulverización de la cochinilla, insecto rojo que los orientales denominaban «gusano escarlata».
El color es notable por su atractivo y brillantez, y se usaba en tiempos bíblicos para engrandecer a los nobles y reyes (Dn 5.29; Mt 27.28); insinuar los misterios del culto levítico (Éx 25.4); poner de relieve el encanto de los labios de la amada (Cnt 4.3); destacar el horror del pecado (Is 1.18); señalar el desafío violento de la bestia apocalíptica (Ap 17.3) o las escandalosas ofensas de «la mujer escarlata» (Ap 17.4). (→ Colores.)
ESCEVA Judío, «jefe de los sacerdotes» y padre de los siete → Exorcistas ambulantes mencionados en Hch 19.13–19. Posiblemente pertenecía a una familia de la que solían escogerse sumos sacerdotes, o quizás su título era una autodenominación para promover el negocio fraudulento de la familia. Los milagros de Pablo (vv. 11, 12) impresionaron a los hijos de Esceva y la derrota de dos de ellos llenó de temor a la gente (vv. 17–19). Los manuscritos griegos presentan numerosas variantes en su relación con este episodio.
ESCITAS Pueblo que habitaba las regiones al norte del Cáucaso y que en el siglo VIII a.C. invadió las tierras bíblicas, aliándose con los asirios frente a los medos y caldeos. Al menos una vez, en el siglo VII a.C., invadieron a Siria Palestina y llegaron a Egipto, donde el faraón detuvo su avance mediante el pago de un tributo.
Al consolidarse el Imperio Persa en el siglo VI a.C., los escitas fueron derrotados y regresaron al norte del Cáucaso. Durante los primeros años de nuestra era, se daba el nombre de «Escitia» a una vasta región al sudeste de Europa y Asia central. A los escitas se les consideraba como el prototipo de la barbarie, y así emplea Pablo el término en Col 3.11. En el Antiguo Testamento se les alude bajo el nombre de → «Askenaz» (Gn 10.3; 1 Cr 1.6; Jer 51.27).
ESCLAVO/ASiervo/a.
ESCOL (racimo [de uvas]).
1. Hermano de Mamre y Aner. Eran los tres aliados amorreos de Abraham durante la batalla en la que se liberó a Lot (Gn 14.13, 24).
2. Valle de Canaán, a donde los espías israelitas llegaron de Hebrón (Nm 13.23, 24; Dt 1.24). Lo llamaron Escol por el racimo de uvas que trajeron de allí. Era tan grande que tuvieron que colgarlo en un palo y transportarlo entre dos. Prueba de la abundancia que esperaba a Israel en la tierra prometida. Las viñas de la región de Hebrón todavía son famosas. El arroyo de Escol (Nm 13.23) se volvía torrente (Nm 32.9) en tiempos de lluvia.
ESCORPIÓN Insecto de la clase de los arácnidos, muy numerosa en Palestina. Es parecido al langostín acuático por su larga cola, la cual dobla bruscamente y termina en un garfio como estilete con el que inyecta una sustancia muy venenosa (Ap 9.3–5). Vive en las grietas, entre las rocas, en la tierra reseca y debajo de las hojas. Hay ocho especies distintas, de diferentes colores.
En las Escrituras el escorpión se menciona muchas veces y en diferentes sentidos. Ilustra literalmente los peligros del desierto (Dt 8.15), pero también es figura de la actitud de los enemigos (Ez 2.6; Lc 10.19).
Foto de Gustav Jeeninga
En Israel hay varias especies de escorpión. Su picada es venenosa, pero generalmente no es fatal para los seres humanos (Dt 8.14–15).
ESCRIBA Persona cuya profesión era estudiar detalladamente las → Escrituras. Originalmente el escriba era una persona que llevaba registros escritos. Algunas veces el Antiguo Testamento emplea el término con este sentido (por ejemplo, Jer 36.26; Ez 9.2). Pero durante el cautiverio cambió radicalmente el carácter de la religión de Israel y los escribas llegaron a tener mayor importancia. Antes del cautiverio el centro de la religión de Israel era el templo, con su ritual y sus sacrificios. Durante el cautiverio, puesto que no era posible acudir al templo (que en todo caso lo habían destruido), el pueblo tendió a estudiar asiduamente el texto de la → Ley y los antiguos relatos del éxodo y la conquista.
Estos escritos, a falta del templo, le dieron coherencia al pueblo cautivo, pero necesitaron estudio, interpretación y diseminación, tarea que los escribas cumplieron cabalmente. Recopilaron los materiales dispersos que a la larga vinieron a formar el Antiguo Testamento; los copiaron repetidas veces para asegurarse de que los textos sagrados llegaran a las nuevas generaciones con la mayor pureza posible (→ Texto del Antiguo Testamento). Tal fue la importancia de los escribas durante el cautiverio, que cuando Israel regresó a Palestina, la figura preponderante de la nueva época era el escriba → Esdras.
Mesas y bancos restaurados que los escribas utilizaban para escribir en el monasterio judío de Qumrán. Quizás muchos de los rollos del mar Muerto descubiertos en Qumrán se escribieron en escritorios como estos.
Si bien los escribas en un principio descendían de sacerdotes, pronto llegaron a formar una clase aparte y comenzaron a chocar con aquellos. Este conflicto se agudizó durante la época de los → Macabeos, cuando los escribas se oponían a la tendencia de los sacerdotes de colaborar con las presiones helenizantes del exterior. Por tanto, los escribas eran vistos como paladines de la obediencia a la Ley y de la integridad de la cultura hebrea. Elaboraron el culto de la → Sinagoga y algunos servían en el sanedrín (→ Concilio).
Por otra parte, en sus intentos por hacer la Ley claramente aplicable a problemas cotidianos (de allí su nombre «legistas» o «doctores de la ley») los escribas cayeron a menudo en un legalismo extremo. Entonces se dedicaban a discutir si era lícito comerse un huevo que una gallina pusiera un sábado y otras cuestiones del mismo tenor. En esta tendencia coincidían con los → Fariseos, a cuyo partido parece haber pertenecido la mayoría de los escribas. Hay, sin embargo, algunos indicios de que no todos eran fariseos (por ejemplo, Mc 2.16); se discute si había escribas saduceos también.
En el Nuevo Testamento, los escribas aparecen a veces como villanos cuyo interés es probar a Jesús planteándole preguntas comprometedoras. Pero algunos escribas eran dignos de admiración y al menos uno quiso seguir a Jesús (Mt 8.19).
ESCRITURA Método de comunicación entre personas que no pueden hablarse directamente porque las separan el espacio o el tiempo. Consiste en una serie de símbolos concertados de antemano, mediante los cuales se representan ideas o palabras.
En su forma primitiva, la escritura era ideográfica: requería un símbolo para cada idea. Dichos símbolos debían tener una conexión clara con la idea que representaban, por ejemplo, un sol para expresar «luz». Después la escritura se hizo fonética y representaba más bien sonidos que ideas. Y por fin la escritura se perfeccionó con la creación del → Alfabeto.
Foto: Universidad de Michigan
Una hoja de papiro del siglo III d.C., mostrando partes de Efesios y Gálatas escritos en el idioma griego.
Desde 3000 a.C. la escritura caracteriza a las civilizaciones del Cercano Oriente. La escritura cuneiforme de Mesopotamia fue la más divulgada, y la usaron idiomas como el sumerio, el acádico, el hurrita, el hitita, el persa y el ugarítico. La escritura jeroglífica egipcia tiene casi tan larga historia como la cuneiforme aunque su divulgación fue más restringida. Nuestra escritura y nuestro → Alfabeto descienden directamente de los fenicios.
Los materiales que se han usado para escribir han variado con el correr de los siglos. En cierta medida la naturaleza de estos materiales ha determinado muchos aspectos de la escritura. Quizás el material más antiguo sea la piedra, que desde tiempos remotos y en lugares tales como el antiguo Egipto, se utilizó para hacer inscripciones en tumbas, templos y otros monumentos. En la Biblia se menciona la escritura en piedra, por ejemplo, en Éx 24.12.
En Mesopotamia, donde la piedra era escasa, se escribía sobre barro. Este barro se preparaba en tabletas, y sobre ellas se iban haciendo signos hundiendo la punta de un cálamo (caña cortada oblicuamente a su base), de modo que dibujaba una complicada serie de signos de forma de cuña. De ahí que a esta escritura se le denomine «cuneiforme».
El material que a la larga resultó más útil, y sobre el cual se desarrolló el método de escritura que perdura hasta hoy, fue el papiro, palabra de la que se deriva «papel». La planta del papiro era común en Egipto, y con ella se elaboraba un material parecido a nuestro papel, sobre el cual era posible escribir con tinta y podía enrollarse en grandes → Libros. Otro material sobre el que se escribía también con tinta era el cuero. A veces, en lugar de curtirlo, se raspaba hasta que quedaba liso y seco. El cuero preparado de este modo también se llamaba «pergamino».
Foto de Howard Vos
Caracteres cuneiformes antiguos se imprimían en tabletas de barro fresco por medio de un cálamo. Después se horneaban las tabletas para formar una pieza de escritura prácticamente indestructible.
Además de estos materiales, en el mundo bíblico se usaron pedazos de cerámica, metales, madera, etc. De todos estos, el más común fue la cerámica, por su bajo costo.
En el Cercano Oriente antiguo la gente escribía lo que consideraba importante recordar y conservar. En la Biblia la escritura ha sido el medio adecuado para conservar la revelación divina desde el Pentateuco hasta el Apocalipsis.
ESCRITURAS Término empleado en distintas religiones para referirse a sus propios libros sagrados. Así, por ejemplo, las Escrituras del Islam son el Corán. En el Nuevo Testamento este término designa los libros sagrados del judaísmo, es decir, el Antiguo Testamento, aunque ya en 2 P 3.16 las Escrituras incluyen las epístolas paulinas. En el siglo II d.C. los cristianos empleaban el mismo término para referirse tanto al Antiguo Testamento como a varios de los libros que después formaron el Nuevo Testamento (→ Canon del Nuevo Testamento). A veces se emplea también para referirse a una de las tres divisiones principales del Antiguo Testamento, que serían entonces: Ley, Profetas y Escrituras. (→ Canon del Antiguo Testamento.)
Lucas, al destacar la unanimidad del testimonio de las Escrituras respecto a Jesucristo (18.31; 21.22; 24.44; etc.) emplea la expresión «todo lo que está escrito». Pablo prefiere «la Escritura», frase a la que incluso llega a personificar (Gl 3.8, 22; cf. Ro 11.2). Muy pocas veces «la Escritura» se refiere a un texto particular del Antiguo Testamento (por ejemplo, Mc 12.10; Jn 19.37). De esto se infiere que la iglesia se interesaba menos en demostrar la correspondencia existente entre un detalle del libro sagrado y otro de la vida de Jesús, que en subrayar la correspondencia fundamental entre la → Palabra de Dios de antaño y la nueva palabra pronunciada en el Hijo. (→ Biblia.)
ESCUDO Arma defensiva del → Soldado antiguo, de forma ovalada, redonda o rectangular que se hacía de metal, madera o cuero. Se sujetaba al brazo mediante correas.
El escudo protegía al soldado de las flechas, dardos y piedras del enemigo (Is 37.33). Los infantes de la vanguardia llevaban escudos grandes para cubrirse casi todo el cuerpo, pero los flecheros en la retaguardia solo tenían escudos pequeños. En el tiempo del rey Roboam ya se hacían escudos de metal (1 R 14.27) y a veces de metal precioso para adorno (2 Cr 9.16).
En sentido figurado Dios se llama el escudo o protector de su pueblo (Gn 15.1; Sal 84.9). Pablo usa el escudo del soldado romano como símbolo de la fe del cristiano que es capaz de apagar los dardos del diablo (Ef 6.16). (→ Armadura.)
ESCUELA Poco sabemos sobre la instrucción que se daba a los niños en la época antigua de Israel, pero seguramente se les enseñaba a leer y a escribir. Los padres hacían parte de esta tarea (Gn 18.19; Dt 6.7) y quizás había en los santuarios una especie de escuela cuyos maestros eran los sacerdotes o profetas (Jer 18.18). Sin duda había analfabetos en Palestina. Se calcula que solo el dos por ciento de la población sabía leer y escribir.
Después del destierro, la sinagoga realizó las funciones de verdadera escuela. Al menos durante el sábado el hazzan (sacristán) se encargaba de enseñar a los niños (varones) a escribir. Sin embargo, no fue sino hasta el siglo I d.C. cuando se fundaron escuelas para niños. El Talmud se refiere a ellas y dice, por ejemplo: «A partir de los siete años hay que recibir al niño como alumno y alimentarlo con la Ley como se alimenta al ganado». Y en otro lugar: «Los padres se limitan a dar al hijo la vida de este mundo, mientras que el maestro lo guía hacia la vida del mundo futuro». En estas clases, la instrucción no dejó de ser rudimentaria. Consistía en ejercicios de lectura, escritura y memorización de los principales pasajes de la Ley.
Los escribas dirigían escuelas superiores en las que con mucho celo interpretaban la Escritura y la → Tradición. Sus exposiciones de casuística suscitaban a veces discusiones apasionadas que degeneraban en disputas. Los → Maestros más célebres reunían en torno suyo a discípulos procedentes de todo el país (Hch 23.2; → Rabí). Su enseñanza solía ser gratuita porque se ganaban la vida ejerciendo un oficio secular. Daban mucha importancia a la memoria, a la repetición exacta de sus aplicaciones y comparaban a sus alumnos más destacados con «cisternas bien revestidas de cemento, que no pierden ni una sola gota de agua». (→ Tiranno.)
ESCUPIR Desde tiempos antiguos, en Oriente el acto de escupir en la cara era signo de profunda enemistad (Nm 12.14). Los soldados que torturaron a Jesucristo antes de la crucifixión, lo sometieron a esta clase de infamia.
Jesús escupió en los ojos de un ciego para devolverle la vista (Mt 8.23), y en otra ocasión escupió en tierra e hizo lodo con el que curó a otro ciego (Jn 9.6).
ESDRAELÓNJezreel.
ESDRAS, APÓCRIFOS DEApócrifos del Antiguo Testamento
ESDRAS ([Jehová] ayuda).
1. Descendiente de Judá (1 Cr 4.17).
2. Uno de los sacerdotes que regresaron de la cautividad con Zorobabel (Neh 12.1). En Nehemías 10.2 lo llaman Azarías.
3. Escriba y sacerdote que encabezó al grupo de cautivos judíos que regresó a Jerusalén a comprometerse a obedecer la ley de Dios. Junto con → Ezequiel, a Esdras se le considera el «padre» del judaísmo del poscautiverio. De todos los calificativos que se le han dado (escriba [Esd. 7.12], sacerdote [7.1–5], erudito y estadista) quizás el que mejor lo define sea el de «reformador religioso». Pasó la mayor parte de su vida en → Babilonia, donde sin duda sirvió en el gobierno persa como ministro encargado de los asuntos judíos. Así alcanzó el título de «erudito en la ley del Dios del cielo» (Esd 7.12).
En 458 a.C., el séptimo año del entonces rey de Persia, → Artajerjes I, Esdras consiguió permiso, dinero y otras ayudas del rey, y se encaminó a Jerusalén al frente de un grupo formado en su mayoría por repatriados, sacerdotes y levitas (Esd 7.7), a fin de continuar la reconstrucción del país que → Zorobabel inició en 537–515 a.C. Al llegar a Jerusalén ofreció sacrificios al Señor (Esd 8.35) y presentó en seguida, a las autoridades persas, las cartas credenciales que lo autorizaban para iniciar labores en bien de su país (Esd 8.36). Cumplidas estas formalidades, espirituales y de orden político, Esdras investigó la situación de los judíos que vivían en la Tierra Santa. Al descubrir la baja condición moral del pueblo, elevó a Dios una ferviente oración de gratitud por el «remanente» y pidió perdón por los pecados cometidos (Esd 9.5–15). Fue tan intensa esta oración que el pueblo en masa se conmovió y ofreció colaborar con el caudillo en todas las reformas que introdujera, siendo la mayor de ellas el → Divorcio de las mujeres no judías (Esd 10.1–44).
Según parece en una segunda misión a la Tierra Santa, en 444 a.C., Esdras sintió la urgente necesidad de proclamar el mensaje de las Escrituras en medio del pueblo. Un día «juntó a todo el pueblo como un solo hombre» en una de las plazas de la ciudad leyó ante hombres, mujeres y niños el «libro de la ley», «desde el alba hasta el mediodía», y «los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la ley». Como dentro del inmenso auditorio había gente que no entendía el → Hebreo en que la Ley se escribió, se consiguió a un selecto grupo de intérpretes para decir al pueblo, en lengua conocida (→ Arameo), todo cuanto el sacerdote leía (Neh 8.1–18). Movido por el mensaje de las Escrituras, todo el pueblo confesó sus pecados (Neh 9.1–37). Una vez hecha su reforma, Esdras desaparece de la historia.
Uno de los libros de las Sagradas Escrituras lleva el nombre de Esdras. Se le atribuye otra lista de libros que no forman parte del canon bíblico, incluyendo el conocido como 1 Esdras entre los libros intertestamentarios apócrifos (→ Nehemías).
ESDRAS, LIBRO DE Libro histórico del Antiguo Testamento que describe el regreso de los judíos a su patria tras un largo cautiverio en Babilonia. Toma el nombre de su autor y protagonista, el escriba y sacerdote Esdras, quien guió a los cautivos a regresar a su patria a reconsagrarse a la obediencia de la ley de Dios.
Estructura Del Libro
Los diez capítulos de este libro se dividen perfectamente en dos partes principales. La primera abarca los capítulos del 1 al 6, que registran la llegada a Jerusalén del primer grupo de cautivos, con Zorobabel a la cabeza, allá por el 538 a.C. Una de las rarezas del libro de Esdras es que hay un abismo de ochenta años entre sus dos partes principales.
El libro comienza con una breve introducción que explica cómo se produjo el primer regreso de cautivos. Ciro, rey de Persia hizo una proclamación en la que se permitía a los judíos regresar a Jerusalén a emprender la reconstrucción del templo y a volverse a establecer en su tierra natal. Como cincuenta mil personas regresaron con Zorobabel, ciudadano romano a quien Ciro nombró gobernador de Jerusalén (2.64–67). Llegaron allá por el 548 a.C. y se pusieron a trabajar en el proyecto de reconstrucción. A pesar de varias astutas maniobras políticas de sus adversarios, el trabajo siguió adelante a toda marcha hasta que se terminó de restablecer completamente el templo allá por el año 515 a.C. (6.13–15).
La segunda parte importante del libro (capítulos 7–10) relata la llegada de Esdras a Jerusalén al frente de otro grupo de cautivos, como sesenta años después de la terminación de la reconstrucción del templo. Así como Zorobabel había conducido al pueblo a reconstruir la casa de Dios, la misión de Esdras era guiar al pueblo a un reencuentro con Dios y su ley. Esdras luchó junto con otro líder judío, → Nehemías, por implantar reformas religiosas en el pueblo durante ese período. Por el libro de Nehemías (→ Nehemías, Libro de; Neh 8.1–8) nos enteramos de que Esdras le leyó al pueblo el libro de la Ley (Génesis, Éxodo, Levítico, Número y Deuteronomio). Esta fue la chispa que prendió en Jerusalén el gran avivamiento religioso cuando el pueblo prometió otra vez obedecer la Ley de Dios, confesó sus pecados (Neh 9.1–3) y renovó el pacto con su Redentor (Neh 10).
Nos cuentan los dos últimos capítulos de ese libro que Esdras se molestó con los judíos que se habían casado con mujeres que no eran judías. Llevó a esos hombres a arrepentirse y divorciarse de sus esposas paganas (10.6–44).
ESDRAS:
     I.     El primer retorno a Jerusalén bajo Zorobabel     1.1—2.70
Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
     A.     Decreto de Ciro     1.1–4
     B.     Regalos de Israel y Ciro     1.5–11
     C.     Censo del pueblo que retornó     2.1–63
     1.     El pueblo que podía probar su descendencia     2.1–58
     2.     El pueblo que no podía probar su descendencia     2.59–63
     D.     Se completa el retorno     2.64–70
Primera parte: La restauración del templo de Dios (1.16.22)
     1.     El pueblo que regresó     2.64–67
     2.     Los dones que dio el pueblo     2.68–70
     II.     La construcción del templo     3.1—6.22
     A.     Construcción del fundamento del templo     3.1–13
     1.     Preparación espiritual del pueblo     3.1–6
     2.     Se completa el fundamento del templo     3.7–13
     B.     Interrupción de la construcción del templo     4.1–24
     1.     Oposición bajo Darío     4.1–5
     2.     Oposición tardía bajo Asuero     4.6
     3.     Oposición tardía bajo Artajerjes     4.7–23
     4.     Interrupción de la construcción bajo Darío     4.24
     C.     Se termina el templo     5.1—6.18
     1.     Se empieza nuevamente a construir el templo     5.1–2
     2.     Oposición a la construcción del templo     5.3–17
     3.     Confirmación de la construcción del templo     6.1–12
     4.     Se termina el templo     6.13–15
     5.     Dedicación del templo     6.16–18
     D.     Celebración de la Pascua     6.19–22
Segunda parte: La reforma del pueblo de Dios (7.110.44)
     I.     El segundo retorno a Jerusalén bajo Esdras     7.1—8.36
     A.     El decreto de Artajerjes     7.1–28
     1.     Calificaciones de Esdras     7.1–10
     2.     Carta de Artajerjes     7.11–26
     3.     Respuesta de Esdras     7.27–28
     B.     Censo de los israelitas que retornaron     8.1–14
     C.     Preparación espiritual para el retorno     8.15–23
     1.     Adquisición del liderazgo del templo     8.15–20
     2.     Proclamación de un ayuno     8.21–23
     D.     Se completa el retorno     8.24–36
     II.     La restauración del pueblo     9.1—10.44
     A.     Matrimonios mixtos en Israel     9.1–2
     B.     Esdras intercede con Dios     9.3–15
     1.     Lamento de Esdras     9.3–4
     2.     Confesión de Esdras     9.5–15
     C.     Reforma de Israel     10.1–44
     1.     Israel se lamenta     10.1–2
     2.     Se instituye el Pacto     10.3–5
     3.     Solución para los matrimonios mixtos     10.6–44
Autor Y Fecha
Tradicionalmente se ha aceptado a Esdras como el autor de este libro, así como del otro que le sigue, Nehemías. En el Antiguo Testamento hebreo, Esdras y Nehemías aparecen como un solo libro. Se cree que se escribió a finales del siglo V a.C. (→ Esdras-Nehemías, libros de.)
Marco Histórico
El libro de Esdras pertenece al poscautiverio. Estos fueron los años después que un remanente de la nacionalidad regresó a Jerusalén tras varias décadas de cautiverio en Babilonia. El regreso se produce después de que el Imperio Persa tomó a Babilonia. A diferencia de los babilonios, los persas permitían a los países vasallos que vivieran en sus territorios bajo un gobernador. Los persas también practicaban la tolerancia religiosa, y permitían que cada nación adorara a su dios. Esto explica la proclamación de Ciro de Persia, que permitió al pueblo judío regresar a Jerusalén y reconstruir el templo. Ciro hasta devolvió los tesos del templo que los babilonios se habían llevado cuando destruyeron a Jerusalén (1.7–11).
Aporte a La Teología
El tema del libro de Esdras en la restauración del remanente del pueblo del pacto en Jerusalén en obediencia a la Ley de Dios. Muestra claramente que Dios había intervenido para preservar a Su pueblo, aun cuando estaban cautivos en un país pagano. Pero en su ausencia, el pueblo no había podido adorar como cuando adoraba en el templo. Solo en el templo de Jerusalén, pensaban, se podía ofrecer la verdadera adoración y el verdadero sacrificio al Dios Redentor. De ahí que la reconstrucción del templo fuera tan importante. En él podrían restaurar la adoración de Dios y reencontrar su verdadera identidad como pueblo de Dios en el mundo.
El libro de Esdras también enseña una gran lección sobre la providencia de Dios. Varios diferentes reyes persas se mencionan en este libro. Cada rey jugó un papel importante en cuanto al regreso a Jerusalén del pueblo del pacto y la reconstrucción del templo como centro de la vida religiosa judía. Esto demuestra que Dios puede valerse de los paganos para cumplir su voluntad en cuanto a la vida de su pueblo.
Otros Puntos Importantes
Muchos eruditos creen que el pueblo judío en Babilonia era muchas veces los más o menos cincuenta mil que regresaron a Jerusalén con el primer grupo dirigido por Zorobabel (2.64–67). Esto indica que la mayoría de ellos probablemente se habían acomodado a la vida en aquellas regiones. O quizás la seguridad de su posición allí les atraía más que la incertidumbre que implicaba vivir en Jerusalén, ciudad que la mayoría de ellos nunca había visto.
A muchas personas les molesta la forma en que Esdras trató a las mujeres paganas con quienes muchos judíos se habían casado (10.10–19). ¿Cómo pudo ser tan cruel en insistir en que las abandonaran a su suerte? Esto hay que entenderlo a la luz de la situación extremadamente precaria que enfrentaba la comunidad judía de Jerusalén después del cautiverio. Solo un pequeño remanente del pueblo del pacto había regresado, y era importante que a cualquier costo se mantuvieran alejados de la idolatría y las influencias culturales de otros pueblos. Esdras debe haber pensado, también, que eso precisamente era lo que había conducido a la anterior destrucción de la nación judía. Sin embargo, los horrores de la derrota y el cautiverio parecían no haberle enseñado al pueblo la lección. Esdras estaba determinado a poner el parche antes de que saliera la llaga.
ESDRAS-NEHEMÍAS, LIBROS DE Originalmente los libros de Esdras y Nehemías formaban parte de una sola obra. Los manuscritos hebreos más antiguos que poseemos no dividen estos libros. Esa realidad es reconocida por varios documentos antiguos, tanto judíos como cristianos. El Talmud Babilónico representa esta tradición y afirma que Esdras es el autor de la obra. Josefo (escritor judío del primer siglo de la era cristiana) y Eusebio (autor cristiano del siglo IV) comparten la misma opinión. Las más antiguas listas de los libros canónicos se refieren a los libros de Esdras y Nehemías como el «libro de Esdras». El texto hebreo, conocido como «texto masorético», tiene solo una suma de versículos para los dos libros, al final del libro de Nehemías (685 en total), e identifica a Neh 3.22 como el versículo que está al centro de toda esta obra. Tanto la traducción griega, conocida como la Septuaginta (LXX), como la traducción latina, conocida como la Vulgata (V), reconocen la unidad que forman los libros de Esdras y Nehemías.
Posiblemente fue Orígenes el primero en dividir los libros de Esdras y Nehemías en dos libros. San Jerónimo reconoció esa división y la incorporó en su traducción al latín como el primer y segundo Libro de Esdras. Basados en esa división del texto bíblico, Martín Lutero y Casiodoro de Reina identificaron el segundo Libro de Esdras como el Libro de Nehemías.
Autor Y Fecha
Autoría
Hay varias teorías en torno a quién es el autor de esta obra, teorías que tratan de explicar las dificultades textuales, cronológicas y lógica que presenta la narración.
El Talmud Babilónico indica que Esdras fue el autor de los libros de Esdras y Nehemías y también de los libros de las Crónicas. Tal vez esa afirmación está relacionada con la gran estimación y el respeto que tenía la figura de Esdras en el desarrollo del judaísmo rabínico. Varios eruditos modernos aceptan esta teoría, pero reconocen que no ha sido posible explicar adecuadamente las dificultades internas de los libros. Todavía, afirman, hay que explicar el problema textual de Esdras 7.7–8; el papel que desempeñó Esdras en la dedicación del muro (véase Neh 12.36); el problema de quién llegó primero a Jerusalén, Esdras o Nehemías.
Una segunda teoría en cuanto al autor de estos libros indica que Esdras y Nehemías supervisaron la redacción de los libros que llevan sus nombres. Aunque un estudio crítico revela algunas diferencias en el lenguaje, estilo e intereses entre ambos libros, también manifiestan continuidad en el proceso de redacción. Esta teoría afirma la integridad literaria de cada libro, pero no explica la continuidad temática, teológica y estructural que presentan.
Una tercera teoría indica que los libros de Crónicas, Esdras y Nehemías son obras del mismo autor, que se identifica como «el cronista». Esta teoría, ampliamente aceptada en diversos círculos teológicos contemporáneos, se fundamenta en varios puntos importantes: la totalidad de la crónica (1 y 2 Crónicas y Esdras-Nehemías) presenta la historia de Israel de una forma casi siempre continua; el libro de Esdras no solo comienza su narración donde termina 2 Crónicas, sino que incluso repite su último párrafo (cf. 2 Cr 36.22–23 y Esd 1.1–3a); el estilo literario de toda esta obra cronista es similar, con la excepción de las memorias de Nehemías que presentan un estilo propio y singular; el estudio lingüístico de toda la obra cronista ha identificado una lista de palabras y frases que se usan con un mismo significado; algunos de los temas importantes que aparecen en los libros de las Crónicas se incluyen nuevamente en Esdras y Nehemías; además, la forma similar en que los libros de Crónicas, Esdras y Nehemías hacen uso de las listas y las fuentes históricas ha sido entendida como una prueba adicional para identificar la paternidad literaria de toda esta obra.
Es importante comprender que muchas veces el título de un libro hace referencia a los protagonistas, no a los autores.
Fecha
La identificación de la fecha de composición de esta obra está relacionada con las teorías que se hayan aceptado en cuanto al autor y, sobre todo, en torno al cambio textual en Esdras 7.7–8.
Para la identificación de una fecha de composición de estos libros, los siguientes aspectos deben tomarse en consideración: la lista de la descendencia de David, según 1 Crónicas 3.24, finaliza con los hijos de Elioenai, cuyo hijo menor nació alrededor del año 405 a.C.; las listas que aparecen en Esdras 10.6 y Nehemías 12.10–11, 22, identifican a Johanán como el último sumo sacerdote. Los documentos descubiertos en Elefantina indican que en el año 14 del rey Darío II, o sea el año 411 a.C., él era el sumo sacerdote; el último rey persa que se menciona (Neh 12.22) es Darío II (424–405 a.C.); además, no hay referencia a Bigvai, quien era gobernador de Judá en el año 408 a.C. en los libros de Esdras y Nehemías. A esta lista debemos añadir que el hebreo usado en estos libros revela la influencia de la cultura persa; además, adolece de la influencia griega, la cual comenzó con la conquista de Alejandro el Grande en el año 333 a.C.
Aunque no podemos identificar una fecha exacta en cuanto a la composición de esta obra literaria, el cronista debe haber agrupado la mayor parte de los libros de Esdras y Nehemías alrededor del año 400 a.C. No descartamos la posibilidad de que algunas porciones se hayan añadido a esta obra durante la primera parte del siglo IV a.C.
Otros Puntos Importantes
Un problema serio, que aún no tiene solución final, está relacionado con la cronología que se presenta en los libros de Esdras y Nehemías. La dificultad no consiste en identificar la fecha de la llegada de Nehemías. Según el testimonio de la Biblia, Nehemías llegó a Jerusalén el vigésimo año del rey Artajerjes I, o sea, el año 445 a.C., y regresó a la ciudad de Susa algún tiempo después del año 32 de ese mismo rey, o sea, el año 433 a.C. (véanse Neh 2.1; 13.6). Además de las referencias bíblicas, los descubrimientos arqueológicos en la isla de Elefantina, en Egipto, parecen corroborar estas fechas.
La dificultad real surge al tratar de identificar la fecha de llegada de Esdras a Jerusalén. Este problema contiene una serie de dificultades técnicas, textuales, teológicas y lógicas que hace imposible determinar con certeza absoluta una solución. Para responder a este problema se han propuesto tres posibles fechas para identificar la llegada del famoso reformador.
Primera teoría
Esdras llegó antes que Nehemías, en el año 458 a.C. Este punto de vista refleja la teoría tradicional, que se fundamenta en la identificación del rey que se menciona en Esdras 7.7–8 como Artajerjes I. Este reinó sobre el Imperio Persa durante los años 465–424 a.C. El séptimo año del rey sería entonces el año 458 a.C. Según esta teoría Esdras comenzó su reforma religiosa aproximadamente trece años antes de la llegada de Nehemías a Jerusalén.
Esta teoría cobra fuerza si se toman en consideración los siguientes puntos: el orden que presentan los libros de Esdras y Nehemías parece indicar que las reformas religiosas de Esdras precedieron a las administrativas y políticas de Nehemías; en tiempos de Nehemías existía algún material relacionado con el culto, posiblemente como producto de la labor de Esdras (véase Esd 7.14–22); la sorpresa de Esdras al encontrar en Jerusalén el problema de los matrimonios mixtos, no puede explicarse si Nehemías le hubiese precedido (véanse Esd 9–10; Neh 10.31).
Para algunos estudiosos esta teoría es muy difícil de aceptar por dos razones fundamentales: en las memorias de Nehemías no se hace mención alguna de las reformas religiosas que se llevaron a cabo por Esdras; este orden cronológico puede indicar que Esdras fracasó totalmente en su misión, y que fue, por lo menos, parcialmente responsable por la situación en que se encontraba Jerusalén cuando llegó Nehemías, cosa que evidentemente no es cierta.
Segunda teoría
Esdras llegó a Jerusalén luego de la obra de Nehemías, en el año 398 a.C. Esta teoría se fundamenta en la posibilidad de que el rey Artajerjes que se menciona en Esdras 7.7–8 no sea Artajerjes I, conocido también como Longímano, sino Artajerjes II, conocido como Mnemón. Este último reinó sobre el Imperio Persa durante los años 405–358 a.C. En tal caso el año séptimo del rey sería el 398 a.C.
En favor de esta cronología están los siguientes puntos: la alusión que hace Esdras a la obra de Nehemías (véase Neh 3.1; 13.4); la actitud del gobernante hacia los matrimonios mixtos es poco probable si las reformas de Esdras se hubiesen llevado a cabo antes que la obra de Nehemías (cf. Esd 9–10 con Neh 6.18; 10.31; 13.23–27); la situación de Jerusalén a la llegada de Esdras (véanse Esd 8.29; 10.5) presupone la reorganización y la obra de Nehemías (véase Neh 11.1–2); la poca importancia que se da a Esdras bajo el liderazgo de Nehemías (cf. Neh 8.2, 4, 9; 12.36) no hace justicia a la contribución del escriba al desarrollo religioso de la comunidad.
Sin embargo, ubicar la llegada de Esdras en una fecha tan tardía en la historia parece no estar de acuerdo con los descubrimientos arqueológicos en Elefantina, ni con la tradición bíblica que presenta a Esdras y a Nehemías juntos en la tarea de reorganización de la comunidad y en la implantación de las reformas religiosas (véanse Neh 8.9; 12.26, 36).
Tercera teoría
Esdras llegó durante la segunda misión de Nehemías, en el año 428 a.C. Esta teoría se basa en un intento de afirmar la tradición bíblica que ubica a Esdras y a Nehemías como contemporáneos (Neh 8.9; 12.26, 36). La narración parece presuponer que ambos líderes están juntos en la tarea de reconstrucción física y espiritual de la comunidad. Las pocas referencias que encontramos en las memorias de Esdras y Nehemías a la labor de su compañero pueden ser entendidas a la luz de los intereses y objetivos de cada documento. Las prioridades en las memorias de Esdras son de carácter religioso; las prioridades en las memorias de Nehemías son de carácter personal, generalmente apologías por lo que se había logrado. Además, no podemos descartar la personalidad férrea de ambos líderes, que pudo haber causado algunas diferencias entre ambos.
Esta teoría, además, se fundamenta en un importante cambio textual. Los eruditos que afirman esta cronología indican que el texto de Esdras 7.7–8 debe ser corregido. Según esta teoría en el texto bíblico no se hace referencia al año séptimo del rey Artajerjes I, sino al año 37 del rey, o sea, el año 428 a.C. Esta dificultad textual, común en la transmisión de textos antiguos, se conoce como haplografía.
Los que afirman esta teoría indican que de esta forma se superan las dificultades relacionadas con las teorías de una llegada temprana (458 a.C.) o tardía (398 a.C.) de Esdras a Jerusalén. Sin embargo, es importante notar que esta teoría esta basada en un cambio en el texto bíblico que no posee ninguna evidencia textual que lo respalde.
Bibliografía:
F.L. Moriarty, Esdras y Nehemías, Sal Terrae, Bilbao, 1969. R. North, «El Cronista: 1–2 Crónicas, Esdras y Nehemías», Comentario Bíblico «San Jerónimo», Cristiandad, Madrid, 1971. Samuel Pagán, Comentario Bíblico Hispanoamericano: Esdras, Nehemías y Ester, Editorial Caribe, Miami, 1992.
ESEC Descendiente de Jonatán (1 Cr 8.38–40).
ESEK Pozo que los sirvienes de Isaac cabaron en el valle de Gerar (Gn 26.20)
ESEMEzem.
ESLI Antepasado de Jesucristo (Lc 3.25).
ESENIOS Grupos de judíos sectarios que se apartaron de la corriente principal de la vida judía; florecieron ca. 150 a.C. hasta 70 d.C. Josefo los nombra, con los fariseos y los saduceos, como la tercera «filosofía» en el judaísmo del siglo I. Con él, Filón y Plinio el Mayor son los únicos historiadores contemporáneos que nos han dejado descripciones de las prácticas y creencias de las comunidades de los esenios, bastante diversas entre sí. Pero el descubrimiento de rollos que guardó una secta, que casi todos identificaban como esenia, en las cuevas de → Qumrán, ha permitido verificar los datos aportados por los historiadores.
Después de la guerra de los → Macabeos, triunfó el separatismo (observancia estricta de la Ley Mosaica) entre los tres partidos: saduceos, fariseos y esenios. Estos últimos, antes del 76 a.C., rompieron con los demás y criticaron su laxitud. Luego, protegidos por Herodes el Grande, realizaron campañas de misión y fundaron comunidades en casi todos los poblados de Judea. Sus seguidores ascendieron a unos cuatro mil, pero los grupos individuales, que vivían por lo general en guetos o en las afueras de los pueblos, no pasaban de doscientos miembros. La guerra con Roma (66–70 d.C.) acabó con estas comunidades. Los sobrevivientes se habrán integrado en las distintas agrupaciones judeocristianas y judías.
Foto de John Trever
Una sección del «Manual de Disciplina», un rollo que contenía reglamentos estrictos de la vida de la comunidad esenia en Qumrán.
Los esenios se consideraban como el pueblo escatológico de Dios, el de un nuevo pacto. Extremadamente escrupulosos, creían que su cumplimiento de la Ley traería la intervención divina, en forma de guerra, que pondría fin al mundo. Por tanto, para la admisión a la secta se requería un noviciado de dos o tres años, la renuncia a la propiedad privada, en muchos casos al matrimonio y un juramento de obediencia incondicional a los superiores. Una vez aceptado, el nuevo miembro trabajaba en agricultura, artes manuales, etc., pero sobre todo se dedicaba al estudio de las Escrituras y participaba en las discusiones comunitarias. Abluciones diarias y exámenes de conciencia garantizaban su pureza levítica.
ESMERALDA Piedra preciosa, la más dura después del diamante, de color verde transparente. Antiguamente abundaba en Edom (Ez 27.16; VM; 28.13). Había una de ellas en el pectoral del sumo sacerdote (Éx 28.18; 39.11). Apocalipsis 4.3 y 21.19 se refieren a la esmeralda verde.
ESMIRNA Ciudad grande en la costa occidental de Asia Menor (hoy Izmir). Destruida ca. 600 a.C., quedó casi desierta hasta ca. 280 a.C. (cf. Ap 2.8 «estuvo muerto y vivió»); su alianza con Roma era conocida por siglos, de manera que la convirtieron en la sede del culto al emperador (cf. Ap 2.10, la breve persecución por venir). Bella y famosa, ostentaba un semicírculo de edificios públicos llamado «la Corona de Esmirna» (cf. Ap 2.10). Prosperó notablemente en su comercio (contrástese la pobreza material de la iglesia allí, Ap 2.9). Contó con una colonia grande y agresiva de judíos, cuya hostilidad contra los cristianos les ganó el apodo «sinagoga de Satanás».
El evangelio llegó pronto a Esmirna, presuntamente de Éfeso (Hch 19.10). «El ángel» de su iglesia recibió la segunda de las siete cartas de Ap 2 y 3; una de las dos que elogian sin reservas a sus destinatarios. En efecto, la fidelidad (Ap 2.10) y el valor abundaron en esta iglesia. Cuando Ignacio de Antioquía iba preso a Roma para el martirio ca. 115 d.C., escribió en Esmirna cuatro de sus siete cartas. Dos se dirigieron a esta congregación y a su obispo Policarpo. A los 86 años de edad, ca. 156, quemaron vivo a Policarpo porque se negó a blasfemar de Cristo.
Foto de Howard Vos
La moderna ciudad de Izmir, Turquía, ocupa el lugar de la bíblica Esmirna. El cuadrado excavado en el centro es la plaza romana de tiempos neotestamentarios.
ESPADA Hoja de metal, por lo general de hierro (cf. Is 2.4), pero a veces de bronce, con una empuñadura (Jue 3.22). Era la principal arma ofensiva del soldado antiguo. Con ella cortaba o atravesaba al enemigo (Ez 16.40). Se llevaba en una vaina colgada del cinto (1 S 17.51; 2 S 20.8). Era recta o curva, con uno o dos filos, y de diversos tamaños (Sal 149.6).
Simbólicamente, la espada representa el juicio de Dios (Dt 32.41; Sal 17.13; Ro 13.4; Ap 2.12). También se usa como figura de la Palabra de Dios (Ef 6.17; Heb 4.12).
Foto de Gustav Jeeninga
Una daga de bronce. Las dagas y las espadas eran armas comunes en tiempos bíblicos.
ESPAÑA Territorio de Europa meridional, citado expresamente en la Biblia solo en Ro 15.24, 28, al que Pablo tuvo gran deseo de visitar. Se menciona en el libro apócrifo de 1 Macabeos (8.3, 4) como tierra de minas de plata y oro, y se destaca la resistencia de sus habitantes frente a la dominación romana.
Teóricamente, España cayó bajo la hegemonía romana en 197 a.C., pero no cedió del todo sino hasta el 19 a.C. Luego se desarrolló económica y culturalmente con más rapidez que ninguna otra parte del imperio. De modo que el plan de Pablo de visitarla, ayudado por los cristianos de Roma, era sabio y representaba una nueva fase de su misión. No se sabe si el apóstol realizó el viaje o no. De España nada dicen las → Epístolas Pastorales, pero Clemente de Roma, escribiendo en 95 d.C., afirma que Pablo llegó «al límite del oeste», expresión que es más aplicable a Gibraltar que a Roma.
Los judíos medievales identificaban a España con Sefarad, nombre que aparece en la Biblia (Abd 20). Sin embargo, todo parece indicar que esta última era más bien una región (tal vez en las cercanías del mar Negro) a donde fueron a parar algunos judíos deportados. Las evidencias, en cambio, favorecen a la antigua → Tarsis de la que se habla en el Antiguo Testamento. A esta se identifica con Tartesos, ciudad que se hallaba junto a la desembocadura del río Guadalquivir, famosa por su actividad comercial. La expresión «naves de Tarsis» significaba grandes navíos equipados para largas travesías (1 R 10.22), lo cual bien pudo ser actividad de España.
ESPECIAS Nombre genérico de las sustancias fragantes de origen vegetal. Muy preciadas en la antigüedad por su uso en cosméticos, → Aceite sagrado, → Incienso, → Perfumes y → Ungüento sepulcral (→ Embalsamamiento). Las principales eran → Mirra, → áloe, → Canela, → Caña aromática y → Casia, importadas muchas veces de Mesopotamia, India y Arabia del Sur. Las especias comunes (canela, menta, eneldo y comino) usadas como condimento en la elaboración de vinos (cf. Cnt 8.2), se producían en Palestina.
En varias ocasiones RV traduce → «Aromas» (Cnt 4.16; 5.1; 8.14) o «perfumes» (2 Cr 9.24; 32.27; Est 2.12; Is 3.24) donde el hebreo dice «especias».
ESPECTÁCULOTeatro.
ESPEJO Utensilio de uso común que en la antigüedad se contaba entre los artículos de lujo (Is 3.23). Consiste en una superficie lisa y pulida, capaz de reflejar los objetos.
Antiguamente los espejos se fabricaban de diversos metales. Por ejemplo, de bronce (Éx 38.8; cf. Job 37.18), pero desde la época romana se emplearon lunas de cristal azogado. Tal vez el «mar de vidrio semejante al cristal» delante del trono divino fuera un enorme espejo (Ap 4.6).
Foto de Gustav Jeeninga
Espejo típico de los tiempos bíblicos, hecho de metal muy pulido.
En 1 Corintios 13.12 y otros textos se alude a la imperfección de los espejos antiguos, o quizás a los de metal.
Santiago 1.23 compara la Palabra de Dios con un espejo y destaca la revelación que del hombre mismo encontramos en ella. El apóstol Pablo afirma en 2 Corintios 3.18 que nosotros contemplamos la gloria del Señor como en un espejo. El texto puede implicar también que reflejamos la gloria del Señor a manera de espejo (cf. 2 Co 3.18, BJ).
ESPERANZA Virtud teologal que en la Biblia a veces expresa la simple expectación de un bien o de un mal futuro, pero más característicamente se identifica con la → Fe y la obediencia enmarcadas en una escatología netamente cristiana.
Para los escritores del Antiguo Testamento, Dios es la esperanza de Israel (Jer 14.8). Confían en Él (Jer 17.7), descansan pasivamente en Él (Sal 42.5) o anticipan activamente la bendición divina (Sal 62.5ss). La religión del Antiguo Testamento es la de la esperanza, cuya garantía es el → Pacto de Yahveh (Neh 1.5), confirmado por sus gloriosos actos a favor de su pueblo. La esperanza anima la posesión de Canaán (Gn 15.7; Éx 3.8, 17) y una vez lograda esta se espera siempre la protección de Yahveh (Esd 9.9). Hasta en medio de la transgresión del pueblo o del juicio divino, hay esperanza para el → Remanente fiel.
En el pensamiento del Antiguo Testamento, la esperanza no aparece solo en la necesidad. Está siempre presente por su afirmación en el pacto. Abarca las situaciones más desesperantes y los proyectos nacionales más audaces (Is 2.2, 4; Miq 4.1–4). Es símbolo de vida. Por tanto, solo los vivos tienen esperanza, pues contemplan a Dios y le reconocen. No así los muertos (Job 6.11; 7.6; Ec 9.4; Lm 3.4–9). El justo tiene plena esperanza y esta se convertirá en alegría (Pr 10.28).
En el Nuevo Testamento, Cristo es la esperanza del cristiano (1 Ti 1.1). Aunque en los Sinópticos no aparece una doctrina expresa de la esperanza, hay constante exhortación a ella. El mensaje de Jesús es uno de esperanza (Mt 4.17; Mc 1.15; Lc 4.43). En Romanos (8.24s, por ejemplo), Pablo presenta la esperanza como una expectación confiada y paciente de lo que no se ve (cf. Heb 11.1). La esperanza del cristiano tiene por objeto poseer los bienes del reino de Dios que, al igual que este, son presentes y futuros (Ro 8.17, 24; 2 Co 4.17; Ef 2.12; 1 Ts 4.13). Juan también afirma que la vida eterna es una posesión presente, pero se perfecciona en el futuro (Jn 5.28).
Si por una parte es pecado desear ser como Dios, por otra también lo es la falta de esperanza y la resignación. La epístola a los Hebreos exhorta contra la apostasía de la esperanza en medio de la tribulación. Los enunciados de la esperanza de los últimos días se basan en las posibilidades de Dios. La esperanza cristiana, por tanto, provoca un pensamiento crítico sobre el pasado y el presente. Conoce la crisis y se aferra a la promesa divina. En el Nuevo Testamento, la esperanza de los hijos de Dios también es la esperanza de toda la creación (Ro 8.19ss).
ESPIGAR El acto de recoger las espigas que dejan los segadores de granos. Los pobres, huérfanos, viudas y extranjeros salían a espigar durante las cosechas (Lv 19.9, 10; 23.22; Dt 24.19). El ejemplo clásico de esta costumbre es → Rut, que espigaba en el campo de Booz (Rt 2.3, 23).
Lo mismo se hacía también en las cosechas de uvas y olivas, pero en estos casos la palabra hebrea se traduce al español por «rebuscar» (Lv 19.10; Dt 24.20, 21; Jue 8.2; Jer 8.9; 49.9, 10).
ESPINOSCardos.
ESPÍRITU Traducción de la voz hebrea ruakh y la griega pneuma, que significan «aire en movimiento», «viento» o «aliento».
La ruakh es la señal y el hálito de vida. Se considera el principio vital tanto del hombre como del animal (Gn 6.17; 7.15, 22; Ez 37.10–14), y es sensible de debilitamiento por causas como la sed y el cansancio (Jue 15.19). Los ídolos no tienen ruakh (Jer 10.14; 51.17).
Tres palabras definen el espíritu como aliento vital: nefes, ruakh y neshamah, y según todas este aliento lo pone Dios para el inicio de la vida. Al primer hombre, Dios le «sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Gn 2.7). Jehová es el Señor del aliento que el hombre posee (Job 27.3; 33.4). Como tal, cuando Jehová retira el aliento de la persona, regresa a Él que lo dio y el cuerpo vuelve al polvo de la tierra (Job 34.14, 15; Sal 104.29s; 143.7; Ec 12.7).
Los israelitas primitivos no especulaban sobre la naturaleza del espíritu. Solo les interesaba su acción (Ez 37.9). Aun el judaísmo posterior no concebía el espíritu filosóficamente. La única mención del espíritu como inmaterial, inteligente, eterno y que todo lo penetra se encuentra en el libro griego de Sabidurı́a (7.22s). La influencia helenista determinó que el judaísmo llegara a distinguir entre principios materiales e inmateriales, hasta el grado de definir una siquis, alma o espíritu capaz de subsistir fuera del cuerpo. Más tarde aun llegó a considerarse el cuerpo como una cárcel del espíritu pensador.
El término espíritu (pneuma) en el Nuevo Testamento todavía conserva el sentido original de la palabra ruakh (aliento o viento). Sin embargo, ya se concibe más filosóficamente (2 Ts 2.8; cf. Is 11.4; Jn 3.8; 20.22; Heb 1.14). Con frecuencia el término espíritu se refiere a todo el hombre (Gl 6.18; 2 Ti 4.22). Solo hay dos citas (1 Ts 5.23 y Heb 4.12) en que además del cuerpo se mencionan los términos «alma» (psyjé) y espíritu. Basándose en ella algunos afirman que el hombre es un ser tripartito, compuesto de tres elementos: cuerpo, alma y espíritu. Sin embargo, la Biblia subraya la unidad del hombre.
En las Escrituras encontramos que el espíritu es el centro de la personalidad. Como asiento de las emociones, se impresiona, entristece, apacigua o aíra (Lc 1.47; Jn 11.33; 1 Co 4.21; Gl 6.1; Ef 4.23; 1 P 3.4). Es el centro del pensamiento, la imaginación, la astucia y la reflexión (Lc 1.80; Hch 18.25; Ro 7.6; 1 Co 2.11; 2 Co 2.13). También se refiere a las determinaciones de la voluntad, las disposiciones, las intenciones, los actos, la comunión (Mt 26.41; Hch 20.22; Lc 1.17; Mt 5.3; Jn 4.23; Ro 12.11; 2 Co 4.13). No podemos dividir rígidamente las manifestaciones del espíritu, pues por lo general se dan simultáneamente. Las sensaciones espirituales afectan otras capacidades del hombre (Jos 2.11; 1 S 30.12; Sal 51.12; Is 19.3).
El apóstol Juan habla del espíritu de error y de verdad (1 Jn 4.6), y el apóstol Pablo afirma que hay lucha entre la → Carne y el espíritu (Ro 7). Para Pablo el espíritu de la persona se relaciona con el de Dios (Ro 8.15, 16; 1 Co 6.17), es decir, Dios da al hombre «espíritu de adopción». Por eso puede clamar a Dios en términos familiares. (→ Espíritu Santo.)
ESPÍRITU INMUNDODemonio.
ESPÍRITUS ENCARCELADOS Según algunos intérpretes, el Espíritu de Cristo estaba en Noé cuando este anunció la inminencia del diluvio. Estos espíritus rechazaron su mensaje (1 P 3.18–20). Otros opinan que Cristo fue al hades a proclamar su victoria y la definitiva condenación de los demonios que lo habitan y los que han ido a parar a allá desde los días de Noé.
ESPÍRITU SANTO Nombre que la doctrina cristiana asigna a la tercera persona de la Trinidad. La expresión Espíritu Santo es propia del Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento solo aparece en tres ocasiones: Is 63.10, 11; Sal 51.11. La traducción griega del Antiguo Testamento, conocida como la Septuaginta, la usó para traducir las referencias al «Espíritu de Jehová», evitando así el uso del nombre de Dios (del mismo modo en que el Evangelio de Mateo usó la expresión «reino de los cielos» en lugar de «reino de Dios»). Dado que los autores del Nuevo Testamento usaron la Septuaginta para citar el Antiguo Testamento, la expresión Espíritu Santo se transformó en la denominación neotestamentaria estándar para referirse al Espíritu de Dios. Es poco frecuente que el Antiguo Testamento hable del Espíritu de Dios en forma personificada; más bien se refiere a algo que Dios otorga a los hombres, o el poder y la fuerza con que Dios actúa. En cambio, en el Nuevo Testamento se observa un claro proceso de personificación, como por ejemplo en Jn 16.7ss.
El Espíritu Como Vida Y Nueva Vida
Las palabras hebrea (ruakh) y griega (pneuma) que se emplean para hablar del espíritu significan literalmente «viento» o «aire en movimiento». Sin embargo, en la opinión de los especialistas su sentido original es aliento, o sea, el aire puesto en movimiento por la respiración. Una adecuada traducción sería entonces «hálito de vida». En Génesis 2.7, el ser hecho de barro se transforma en un ser viviente cuando el creador insufla sobre su nariz el «aliento de vida». Es cierto que en este caso la palabra usada no es ruakh, sino neshamah, pero debemos entender ambos términos como equivalentes. Entre las muchas referencias bíblicas que confirman esta significación, el Salmo 104.29b dice: «Les quitas el hálito [esta vez ruakh], dejan de ser, y vuelven al polvo» (cf. Job 27.3; 33.4; 34.14ss). Pero tal vez sea la visión del valle de los huesos secos, narrada por el profeta Ezequiel (37.1–14), la que más gráficamente ilustra esta significación primordial del Espíritu: es una fuerza vital, es la energía de la vida. El espíritu que anima a todos los seres vivientes procede del Espíritu (aliento) de Dios.
Por consiguiente, la acción primordial del Espíritu Santo tiene que ver con la animación y el sostenimiento de la vida, no solo humana, sino de toda la creación. Pero en la medida que las citas bíblicas refieren el Espíritu de Dios mayormente como otorgado a los hombres, la humanidad aparece como el lugar privilegiado de la acción vivificante del Espíritu. El Evangelio de Juan, al describir el don del Espíritu que tras la resurrección marca el inicio de la nueva era, es decir, el nacimiento de la nueva humanidad (20.22ss), recurre a un evidente paralelismo con Gn 2.7. Así como al comienzo el soplo (aliento, Espíritu) del Creador transformó el ser de barro en un ser viviente, ahora el Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos el Espíritu Santo, transformándolos en nuevas criaturas, nacidas del Espíritu (cf. Jn 3). El paralelismo entre Gn 2.7 y Jn 20.22ss cierra este primer eje de significación: el Espíritu Santo es la fuerza de la vida verdadera, la vida en plenitud.
Espíritu Santo Y Nuevo Pacto
De lo anterior se desprende un segundo eje de significación: el Espíritu Santo es el que inaugura el nuevo pacto. En el Antiguo Testamento, la especial relación que Dios establece con el pueblo que sacó «de casa de servidumbre» (Éx 20.1), se expresa mediante un pacto o alianza (Éx 19.5). El guardar (cumplir, obedecer) las cláusulas o mandamientos que se derivan del → Pacto (cláusulas que para los profetas se resumen en las demandas de justicia, verdad, solidaridad, paz y reconocimiento de Dios: Os 2.18ss; 4.1–3; Is 16.5; Miq 6.8; Zac 7.9, etc) es la forma en que el pueblo responde a la gracia de Dios, y es como se asegura la vigencia misma del pacto. Sin embargo, como lo revela la difícil tarea de los profetas, el pueblo de Israel nunca fue capaz de mantener su fidelidad. Al parecer, la existencia de leyes puramente exteriores no bastaba para asegurar la vigencia del pacto. Ante la precariedad del antiguo pacto, profetas como Ezequiel y Jeremías anunciaron que Dios establecería un «nuevo pacto», cuya ley estaría «escrita en el corazón» (Jer 31.33) del pueblo.
Ezequiel, quien propiamente puede llamarse «profeta del Espíritu» (3.24), anuncia el papel que al Espíritu de Dios correspondería en el nuevo pacto (36.26–28). Con el nuevo pacto nacería también una nueva humanidad, un hombre con un corazón nuevo (de carne y no de piedra), que tendría la Ley escrita en su corazón y actuaría conforme a su conciencia, un hombre responsable (Ez 18; 33.10–20). Esta nueva humanidad es obra del Espíritu (cf. Jl 2.28).
Para Lucas (Lucas-Hechos), el derramamiento del Espíritu ocurrido con ocasión del día de Pentecostés (Hch 2) marca el comienzo de la era del Espíritu anunciada por los profetas. La Fiesta de las Semanas o → Pentecostés (Lv 23.16) se fue convirtiendo en tradición judía en la fiesta conmemorativa de la legislación de Sinaí, el antiguo pacto. Al cumplirse la promesa del derramamiento del Espíritu (Hch 1.5) con ocasión de esa fiesta, se inaugura el nuevo pacto. Este derramamiento del Espíritu fue posible solo después de la glorificación de Jesús (Hch 2.33). Jesús, transformado por su muerte y resurrección en Señor del Espíritu, lo dona a su pueblo para transformarlo en el pueblo del nuevo pacto. Antes, el propio Jesús debió iniciarse en la era del Espíritu, el cual interviene en su concepción (Lc 1.35, 41s), en su bautismo (Lc 3.22) y en el desarrollo de su conciencia mesiánica (Lc 4.1ss).
Espíritu Santo Y Nueva Comunidad
El inicio de la era del Espíritu marca también el nacimiento de la → Iglesia. El libro de los Hechos de los Apóstoles es en realidad el testimonio del nacimiento de la comunidad que llamamos Iglesia, a partir del don del Espíritu (Hch 2.42–47; 4.32–35; 5.12–16). No se trata fundamentalmente de la fundación de una institución, sino del nacimiento de una comunidad que, animada y dotada por el Espíritu Santo (cf. 1 Co 12, dones del Espíritu), comienza a vivir y proclamar el nuevo tiempo. Que el inicio de la era del Espíritu sea también el inicio de la era de la Iglesia no significa, sin embargo, que la Iglesia sea propietaria del Espíritu. No es que la Iglesia tenga o posea el Espíritu. Es el Espíritu el que tiene a la Iglesia como un instrumento para la renovación de la humanidad y de toda la creación.
Espíritu Santo Y Misión
Que el Espíritu Santo sea la fuerza que convoca y anima a la Iglesia nos lleva a un cuarto eje de significación: el de la vocación o el llamado a la misión. En efecto, en el Antiguo Testamento la donación del Espíritu de Dios aparece con frecuencia asociada a vocaciones (llamados), sean estas noticias políticas, sacerdotales o proféticas. Así ocurre, por ejemplo, cuando ungen a David como rey (1 S 16.13); con la vocación sacerdotal y profética de Ezequiel (2.1ss; 3.24); con el siervo sufriente (Is 42.1–2; cf. Mt 12.18–21); con el anuncio del Mesías (Is 61.1–3; cf. Lc 4.16–18). En todos los casos, es el Espíritu el que proveerá la fuerza y la autoridad para cumplir con la misión. En este sentido, ocurre algo similar con la promesa que recibe Moisés en Horeb, aun cuando en esa ocasión no se mencione el Espíritu: «Yo estaré contigo» (Éx 3.12).
El Espíritu es la presencia activa de Dios en la vida y acción del enviado. En el Nuevo Testamento el envío misionero de los discípulos tras la resurrección de Jesús se formula de acuerdo al modelo de las vocaciones del Antiguo Testamento (Jn 20.19–23; Mc 16.14–18; Mt 28.16–20; Lc 24.36–49; Hch 1.6–9). De acuerdo a este modelo, el Espíritu Santo es el poder para la misión: «Pero recibiréis poder ... y me seréis testigos ... hasta lo último de la tierra» (Hch 1–8).
Resumen
Aunque en la Biblia no encontramos una personificación del Espíritu Santo con la misma claridad que en los casos de Dios Padre y de su hijo Jesús, el Cristo, sí encontramos con toda claridad desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento lo que podemos llamar la misión del Espíritu Santo. En el Antiguo Testamento, la acción del Espíritu aparece ligada fundamentalmente a la animación y sostenimiento de la vida (humana y de toda la creación), y como la fuerza que anima a los enviados de Dios. En el Nuevo Testamento comienza un proceso de personificación del Espíritu Santo, sobre todo a partir de las promesas de Jesús (Jn 14.15ss; Hch 1.6ss) y de la fórmula bautismal de Mt 28.19. Entroncando con los anuncios de Ezequiel y Joel, la promesa de Jesús anuncia la inauguración de la era del Espíritu, cuya misión fundamental será el don de una nueva vida para todos (Jn 3.1–15), la edificación de la comunidad del nuevo pacto (la Iglesia), y el lanzamiento de la Gran Comisión «hasta lo último de la tierra». De este modo, la Biblia fundamenta nuestra fe trinitaria.
ESPOSO/ESPOSA La relación entre esposos constituye la unidad básica de la familia y de la sociedad. Su origen lo presenta la Biblia como un acto expreso de Dios, por el cual primero forma a la mujer y luego declara: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2.24). A inicios de los tiempos del Antiguo Testamento el término «señor» designaba al esposo (Ba˓al, dueño de la mujer). Más tarde, Oseas usa la expresión Ishi, «marido mío» (2.16).
Además de ofrecer orientación divina para los mutuos deberes conyugales, la Biblia enaltece la relación entre esposos al usarla simbólicamente para referirse a la relación espiritual entre Dios y su pueblo. «Empezó a fornicar» (Nm 25.1–3; cf. Ez 6.9), se usa como descripción del quebrantamiento de esa relación por un acto carnal de idolatría.
Si tomamos el libro de → Cantares como un poema alegórico, este nos presenta las relaciones ideales entre los esposos, vale decir, entre Dios y su pueblo o entre Cristo y su Iglesia. Los profetas usan la comparación directa, y aun dramática, como → Oseas (Jer 2.2; Ez 16.8; Os 2.16).
Algunas veces en el Nuevo Testamento se hace referencia a los desposados como si fueran esposos. La imagen del novio se transfiere de Jehová a Cristo (Mt 9.15; 25.1–3; Jn 3.29) y la de la novia a la Iglesia (2 Co 11.2; Ap 19.7; 21.2; 22.17). El apóstol Pablo convierte la comparación así establecida en una ilustración de la posición y deberes mutuos del esposo y la esposa (Ef 5.22, 23). En la escena final de Apocalipsis (22.17) el Espíritu y la Esposa dicen al Esposo: «Ven».
ESTACTE Uno de los cuatro ingredientes aromáticos del incienso sagrado que se quemaba «delante del testimonio en el tabernáculo de reunión» (Éx 30.34–38). Es la goma resinosa y fragante que se obtiene del estoraque. (→ Álamo.)
ESTADIO Medida lineal y pista para celebrar carreras.
1. Medida lineal de origen griego utilizada en Palestina en el siglo I. Equivale a seiscientos pies, pero ya que el patrón de pie variaba, el estadio podía medir ciento setenta y ocho metros (ático), ciento sesenta y cinco metros (pítico), etc. En Palestina es probable que midiera ciento ochenta y cinco metros (alejandrino).
2. Pista alargada donde los griegos celebraban sus carreras. El nombre se deriva del famoso Estadio de Olimpia que tenía un estadio de longitud (cf. 1 Co 9.24).
ESTANQUE Depósito de agua distinto a una → Cisterna por estar al descubierto. Durante el estío las lluvias cesaban en Palestina y los estanques naturales se secaban, por lo que era imprescindible recoger agua en depósitos artificiales y permanentes (Ec 2.6).
La arqueología moderna ha puesto de relieve la necesidad de depósitos de agua en ciudades expuestas a ataques del enemigo. Así, Ezequías cavó un túnel de más de quinientos metros de largo para traer el agua de la fuente de Gihón al estanque de Siloé, dentro de las murallas de Jerusalén (2 R 20.20; cf. Neh 3.15; Jn 9.7, 11). (→ Betesda; Siloé.)
Foto de Ben Chapman
El estanque de Siloé (Jn 9.7–11), un depósito dentro del muro de Jerusalén que tenía la fuente de agua de la ciudad.
No es fácil ubicar ahora con precisión arqueológica los famosos estanques de Jerusalén. El lugar de Siloé se conoce y se cree que Betesda (Jn. 5.2) se hallaba en el sector nordeste de la ciudad. Importantes eran los estanques «de debajo» y «el viejo» entre los muros (Is 22.9–11).
ESTAÑO Metal utilizado antes del éxodo (Nm 31.22). No se encontraba en Egipto ni en Palestina, así que se necesitaba importarlo. Parece que lo trajeron los tirios, de Tarsis (Ez 27.12), Madián, Persia, España o aun de Inglaterra en buques fenicios.
En Ezequiel 22.18–20 el estaño se consideraba como escoria de la fundición de la plata. Se usaba para fabricar joyas y como componente de la materia prima del vidrio.
ESTAOL Población situada en el extremo noroeste de Judá. Se concedió primeramente a la tribu de Judá, como parte de su heredad (Jos 15.33) en las llanuras de esa zona. Más tarde, junto con Ir-semes y Zora, se entregó a la tribu de Dan (Jos 19.41). Fue en Estaol y Zora donde Sansón demostró por primera vez su extraordinaria fuerza (Jue 13.25) y allí mismo lo sepultaron (Jue 16.31).
ESTEBAN (en griego, corona). Uno de los siete que la iglesia de Jerusalén designó para ayudar a los apóstoles en el servicio a los pobres (Hch 6.1–7). Desde el principio, el cristianismo atraía tanto a judíos de habla griega de fuera de Palestina, como a los de habla aramea nacidos en el país. Algunos opinaban que en la distribución de la ayuda se favorecía al segundo grupo mencionado y, por tanto, se necesitó escoger → Diáconos (ministros o servidores) que supervisaran este ministerio, sin sobrecargar a los apóstoles. Esteban se distinguía entre aquellos por estar «lleno de fe y del Espíritu Santo». Los nombres griegos indican que, con la excepción de Nicolás, «prosélito de Antioquía», los diáconos eran judíos → Helenistas.
Hechos 6.8, 10 indica que Esteban se destacaba por la gracia, poder y sabiduría que manifestaba en su ministerio que fue mucho más amplio que el de diácono. Su ministerio provocó la hostilidad de los judíos y su irrefutable argumentación los irritó aun más (6.11–15). La acusación contra Esteban fue casi la misma que se lanzó contra el Señor (Mc 14.58) y que más tarde blandirían contra Pablo (Hch 21.28). Su autodefensa, no calculada para obtener su libertad, fue una reinterpretación de las tradiciones judaicas a la luz de la nueva perspectiva cristiana y en ese sentido pudieron ser verdaderamente amenazantes para los grupos judíos presentes en el juicio.
Esteban afirmó que quienes hacía poco habían dado muerte a Cristo y ahora resistían su evangelio eran los legítimos hijos de los que siempre se opusieron a los profetas. Luego, cuando Esteban declaró que veía a Cristo a la diestra de Dios, la multitud furibunda lo sacó de la ciudad y lo apedreó. En su muerte, Esteban manifestó un espíritu semejante al de Cristo al pedir que se perdonara a sus enemigos. Fue el primero de los mártires (en griego, testigos). Fuera legal o no la ejecución, parece que Pilato, que por lo general vivía en Cesarea, no mostró interés en el asunto.
El discurso de Esteban es el más largo del libro de Hechos (7.2–53), lo cual indica la importancia que tuvo para el autor, Lucas. El sumario de la historia judía contradice los cargos de los falsos testigos (6.11, 13), puesto que revela la reverencia de Esteban hacia Dios y su respeto por Moisés, el gran legislador de Israel. El propósito del discurso era probar que la presencia y la gracia de Dios no se limitaba a un país ni a un santuario en particular.
La persecución que trajo como resultado redundó en la extensión del evangelio fuera de Jerusalén (Hch 8.14; 11.19). Tal vez el martirio de Esteban influyó en la conversión de Pablo, quien colaboró en la ejecución (7.58; 8.1, 2; 22.20). Es claro que Esteban comprendió a cabalidad el rompimiento completo y necesario del cristianismo con las ceremonias judaicas. En esto preparó el camino para la exposición de Pablo y del autor de Hebreos sobre este asunto.
ESTÉFANAS (en griego, coronado). Líder de la iglesia de Corinto. Su servicial familia fue la primera convertida en Corinto (o Atenas) mediante Pablo (1 Co 16.15s). Se contaba entre los pocos que Pablo bautizó (1 Co 1.16). Con → Acaico y → Fortunato visitó a Pablo en Éfeso (1 Co 16.17).
ESTER Mujer judía, del linaje de Benjamín (Est 2.7), que llegó a ser reina del Imperio Persa. Por su gestión liberadora es heroína de su pueblo en una hora de crisis nacional (4.14ss). Era huérfana de padre y madre, pero su primo → Mardoqueo (2.7), varón inteligente (2.20), caritativo (2.7), precavido (2.11), fiel al rey (2.22) y firme en sus convicciones religiosas (3.2), la adoptó como hija. Su nombre hebreo era Hadasa (2.7).
A Ester la eligieron por esposa del rey → Asuero, y en este cargo le fue necesario, por algún tiempo, ocultar su origen judío (2.10, 20). Sin embargo, esto le permitió gobernar en favor de los suyos. Su primer gran enemigo dentro de la corte fue → Amán, primer ministro nombrado por Asuero y cruel enemigo de los judíos (3.1). Amán hizo que el rey firmara un edicto de destrucción contra los israelitas (3.9–15), pero Mardoqueo supo del peligro que se cernía sobre su pueblo y acudió a la reina Ester para ordenarle inmediata intervención (4.12–14). Ester ayunó (4.16), lo cual indica su sincera piedad, y uniendo su diplomacia de reina con la inteligencia de su primo Mardoqueo, a quien obedeció en todo (4.17), obtuvo que el rey dictase otro decreto en favor de los judíos perseguidos (7.1–8.12). A Amán lo condenaron a morir en la horca que él mismo ordenó levantar para Mardoqueo (7.10). Desde entonces los judíos conmemoran esta victoria con la fiesta nacional llamada → Purim (9.17–32). Después de la muerte de Amán, Mardoqueo ocupó el puesto de primer ministro del gran Imperio Persa (10.3) que, según narra la Biblia, «se extendía desde la India hasta Etiopía, sobre ciento veintisiete provincias» (1.1).
Ester se distingue sobre todo por su obediencia (2.20) y humildad; su admirable discreción (2.10, 20) y simpatía (2.7, 15); su preocupación por el bienestar de sus semejantes (4.5); su valor (4.11, 16; 5.1) y diplomacia (5.4, 12); su dureza con los perversos (7.6) y su fe (4.16); y su firme compromiso con los necesitados y perseguidos.
Ester ha sido fuente de inspiración para numerosas obras inmortales. Entre ellas figuran la tragedia Ester de Jean Racine, y la tragicomedia La hermosa Ester que, según Menéndez y Pelayo, «es la mejor comedia bíblica de Lope de Vega».
ESTER, LIBRO DE Libro histórico del Antiguo Testamento que relata cómo Dios salvó a su pueblo escogido. Lleva el nombre de su personaje principal, la reina → Ester de Persia, cuya gran valentía y astucia salvó al pueblo judío de un desastre.
Estructura Del Libro
La narración que se incluye en el libro de Ester se sitúa en Susa (Neh 1.1), una de las capitales del Imperio Persa, durante el reinado de Asuero, también conocido como Jerjes I (Esd 4.6). La obra presenta el origen de la Fiesta de Purim (Est 9.16–32), que celebra la salvación de una comunidad judía en un momento de crisis y persecución.
La historia comienza con la descripción de una gran fiesta en el palacio del rey Asuero. En la fiesta, cuando ya el vino había producido su efecto, el rey ordenó a la reina Vasti que apareciera ante todos los invitados para demostrar así su belleza. La reina desobedeció la orden y la depusieron del trono (Est 1).
Para sustituir a Vasti, el rey organizó un concurso a través del imperio. De un grupo de «muchas doncellas» (2.8), seleccionaron como reina a una bella joven judía de nombre Ester. Esta era prima de un tal Mardoqueo, benjamita que, según el relato bíblico, llegó a Babilonia desde Jerusalén en la deportación que organizó Nabucodonosor (2.6).
La narración continúa con dos acciones importantes de Mardoqueo: denunció una conspiración contra el rey (2.19–23); y, además, rechazó la autoridad y poder de Amán al no arrodillarse ni humillarse ante él (3.5). La actitud de Mardoqueo provocó una reacción violenta de Amán, quien convenció a Asuero para que promulgara un edicto contra los enemigos del rey y del imperio. Esos enemigos eran los judíos (3.6–15).
Mardoqueo, al escuchar del edicto real, le ordenó a Ester que intercediera por los judíos (4.1–17). Al principio la reina se sintió inhibida, pero después accedió a la petición de su primo, e intercedió ante el rey (5.1–14). Al cabo de varios días, Ester habló con el rey Asuero, quien le recibió con deferencia y cordialidad. Para agradar a la reina, el rey le indicó que pidiera lo que quisiera, que él se lo concedería. Ester solo pidió que se prepara una fiesta y se invitara a Amán.
Al conocer de la invitación de la reina, Amán se alegró mucho. De camino a su casa, Amán se encontró de nuevo con Mardoqueo, quien no se arrodilló, ni humilló ante él. Amán dominó de momento su indignación; sin embargo, cuando llegó a su casa le contó a su esposa Zeres lo sucedido con Mardoqueo. Su esposa le aconsejó que matara al judío irreverente (5.10–14).
Esa noche el rey no podía dormir y ordenó que le leyeran el libro de las memorias y crónicas del imperio (6.1–14). De esa forma se enteró de lo que Mardoqueo hizo para detener el complot en su contra. Además, se percató que a Mardoqueo no se le había recompensado adecuadamente por dicha valiente acción. El rey entonces ordenó a Amán que reconociera los méritos y el heroísmo de Mardoqueo.
Durante la fiesta que la reina ofreció, el rey le indicó de nuevo a Ester que pidiera un deseo que él se lo concedería. Ese fue el marco de referencia para que Ester denunciara ante Asuero el complot para exterminar a los judíos e identificara a Amán como el organizador de tal acto criminal.
El rey abandonó la fiesta disgustado y sorprendido. Más tarde, sentenciaron a Amán a muerte, y sus posesiones se entregaron a Ester, quien a su vez las entregó a Mardoqueo. Además, Mardoqueo fue nombrado sucesor de Amán.
Como el edicto real para la matanza y destrucción de los judíos no podía revocarse, el rey autorizó a Mardoqueo a preparar otro documento legal en el que se autorizaba a los judíos a defenderse de los ataques enemigos. Donde, además, se incentivaba a los oficiales persas a que les ayudaran (8.1–17). La carta de Mardoqueo contribuyó a que los judíos mataran a 500 hombres en Susa y a 75.000 en otros lugares. La victoria sobre los enemigos se celebró el 15 del mes de Adar en Susa, y el 14 del mismo mes en el resto del imperio (9.1–15).
Luego del triunfo, Mardoqueo le escribió otra vez a los judíos para ordenar la celebración de la Fiesta de Purim los días 14 y 15 del mes de Adar. El nombre de la fiesta se relaciona con las suertes que echó Amán para conocer el día propicio para la destrucción de los judíos (3.7). Esa fiesta celebra la salvación y la liberación de los judíos con alegría, banquete y regocijo (9.18).
La narración finaliza destacando la prosperidad del Imperio Persa durante la función de Mardoqueo como segundo en el reino (10.3). Además, se pone de manifiesto el aprecio de la comunidad judía a Mardoqueo.
Foto de Howard Vos
Los títulos reales del rey Jerjes (el bíblico Asuero de Ester 1.1) hallado en su palacio en Persépolis, Persia.
Autor Y Fecha
La determinación de la fecha de composición del libro de Ester se fundamenta básicamente en el análisis interno del libro. Desde la perspectiva lingüística, el libro de Ester se ha ubicado en la época persa o en la helenística temprana, por tres razones fundamentales: el hebreo que se emplea en el libro de Ester tiene muy poco en común con el descubierto en Qumrán; el texto de Ester no presenta la influencia griega característica del período helenístico; y los libros con los que Ester tiene cierta afinidad literaria y lingüística se relacionan con el período persa.
A ese argumento lingüístico debemos añadir que el libro de Ester trata con deferencia y simpatía al monarca persa. Además, añade que un judío llegó a una posición de prestigio y poder dentro del imperio. Esa relación de afinidad es probable que se haya desarrollado durante la hegemonía de Persia. Se ha sugerido el año 475 a.C. como una fecha aproximada de la composición de la mayor parte del libro de Ester.
El autor del libro, que se mantiene anónimo a través de la narración, debe haber sido un judío que conocía bien las costumbres, tradiciones e idioma persas. Al mismo tiempo, estaba consciente de las tradiciones antiguas de Israel. Específicamente debió haber conocido las historias de José y de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Su objetivo era contar a la comunidad judía el origen histórico de la Fiesta de Purim en un marco literario interesante y entretenido.
La narración que se presenta en el libro de Ester reclama ser un recuento de hechos históricos corroborables (véanse 2.23; 9.32; 10.2). El objetivo del autor, según se presenta en el relato, es contar a la comunidad judía los orígenes históricos de un festival de la comunidad. El relato es sumamente importante pues identifica la base histórica de una fiesta judía que no se encuentra en el Pentateuco.
ESTER:
     I.     La selección de Ester como reina     1.1—2.20
     A.     El divorcio de Vasti     1.1–22
Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
     1.     Los festejos de Asuero     1.1–8
     2.     La reina Vasti se rehúsa     1.9–12
     3.     Vasti es despedida     1.13–22
     B.     El matrimonio de Ester     2.1–20
     1.     Decreto para buscar el reemplazo de Vasti     2.1–4
Primera parte: La amenaza contra los judíos (1.14.17)
     2.     Preparación de Ester     2.5–14
     3.     Selección de la reina Ester     2.15–20
     II.     La formulación de la trama de Amán     2.21—4.17
     A.     Mardoqueo revela la trama para asesinar al rey     2.21–23
     B.     Amán trama asesinar a los judíos     3.1—4.17
     1.     Se promueve a Amán     3.1
     2.     La razón para la trama de Amán     3.2–6
     3.     El decreto de Asuero para destruir a los judíos     3.7—4.17
     I.     El triunfo de Mardoqueo sobre Amán     5.1—8.3
Segunda parte: El triunfo de los judíos (5.110.3)
     A.     La preparación para el triunfo     5.1—6.3
     1.     El primer festejo de Ester     5.1–8
     2.     Amán trama asesinar a Mardoqueo     5.9–14
     3.     El rey Asuero planea honrar a Mardoqueo     6.1–3
     B.     Mardoqueo es honrado     6.4–14
     1.     El plan de Amán para honrarse a sí mismo     6.4–9
     2.     Amán se ve forzado a honrar a Mardoqueo     6.10–14
     C.     Amán muere en la horca preparada para Mardoqueo     7.1–10
     1.     Segundo festejo de Mardoqueo     7.1–4
     2.     Se enjuicia a Amán     7.5–8
     3.     Amán es colgado     7.9–10
     D.     A Mardoqueo le dan la casa de Amán     8.1–3
     II.     El triunfo de Israel sobre sus enemigos     8.4—10.3
     A.     Preparación para la victoria de Israel     8.4–17
     1.     La petición de Ester ante el rey Asuero     8.4–6
     2.     El nuevo decreto del rey Asuero     8.7–14
     3.     Se convierten muchos gentiles     8.15–17
     B.     La victoria de Israel sobre sus enemigos     9.1–16
     1.     Victorias en el primer día     9.1–11
     2.     Victorias en el segundo día     19.12–16
     C.     Celebración de Israel     9.17—10.3
     1.     La fiesta de Purim     9.17–32
     2.     La fama de Mardoqueo     10.1–3
Marco Histórico
El libro de Ester tiene gran valor histórico porque nos brinda un panorama del pueblo judío que estaba disperso por el mundo alrededor de 475 a.C. Los hechos en el libro ocurren aproximadamente cien años después que la nación judía fue llevada al cautiverio babilónico en 587 a.C. Poco después que los persas derrotaron a los babilonios, permitieron que los judíos regresaran a su tierra natal. Muchos regresaron a Jerusalén, pero miles de ciudadanos judíos decidieron permanecer en Persia, tal vez porque se convirtió en patria adoptiva durante la larga separación de su tierra natal. De modo que este libro nos muestra claramente cómo Dios protege a su pueblo escogido, incluso cuando estaban dispersos entre tantas naciones del mundo.
Aporte a La Teología
Un aspecto muy importante e interesante en el libro de Ester es que no menciona el nombre de Dios en la narración. Esa peculiaridad se repite en la Biblia solo en el libro de Cantar de los cantares. Ante esa aparente anomalía, los creyentes tradicionalmente han reaccionado de dos formas. Los traductores griegos del libro, al percatarse de esa situación, añadieron una serie de relatos y oraciones para responder a esa realidad literaria y teológica. Otros creyentes, como Lutero, han rechazado la canonicidad del libro y lo han relegado a un segundo plano, en términos de su contribución a la vida de la comunidad religiosa. Ambas posiciones pueden superarse mediante un análisis de la contribución teológica del libro al desarrollo de la fe de la Iglesia. Específicamente a través del estudio de las implicaciones contemporáneas de la narración.
En la evaluación teológica del libro de Ester se han descubierto valores importantes. La narración destaca la providencia divina. Dios interviene en la historia y cambia radicalmente el futuro y la suerte de los judíos. Ese acto salvador y libertador puede relacionarse con las grandes intervenciones de Dios en la historia de Israel (Éx 3; 12–15; Jos 6; Jue 14–15). En la narración, el nombre de Dios no se menciona explícitamente, pero su acción libertadora se pone de manifiesto. En medio de una situación de crisis y un peligro mortal, la acción de Dios transformó el ambiente de muerte y lo convirtió en una celebración de vida.
Una de las frases más famosas del libro la dice Mardoqueo, ante la ambivalencia de Ester: «Si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos» (4.14). En esa afirmación, se enfatiza que la salvación del pueblo es segura. La misma no depende de la decisión de Ester. Según Mardoqueo, era responsabilidad de la reina intervenir e interceder por su pueblo. Sin embargo, la salvación del pueblo no se ponía en duda ante la pasividad de Ester. De algún lugar llegaría la salvación al pueblo.
Es muy importante indicar que la Fiesta de Purim celebra un acto de liberación y salvación. Los judíos se regocijan al recordar que Amán, representante de las fuerzas hostiles y despiadadas que atentan contra el pueblo de Dios, fue finalmente derrotado. Esa celebración es fuente de esperanza. Ante la persecución y el holocausto hay esperanza de liberación. Amán, en la narración, se ve como una persona caprichosa que se escuda en su posición y autoridad para tratar de lograr sus objetivos. Cree que tiene el poder para disponer de la vida a su antojo. Amán representa un estilo de vida orientado por el egoísmo. Para Amán, el protocolo y la diplomacia valían más que la vida. Que no se reconociera y aceptara su autoridad le producía una actitud de venganza y hostilidad.
Un punto importante en la obra se puede descubrir en el análisis del capítulo 8. En el mismo se presenta el edicto del rey Asuero a favor de los judíos. Esa narración enfatiza la victoria de la sabiduría sobre la fuerza, el triunfo de la prudencia sobre la burocracia. En el relato se pone de manifiesto el poder de un sector minoritario sobre las fuerzas de un imperio. La solidaridad triunfó sobre la injusticia.
Otros Puntos Importantes
Canonicidad
La canonicidad del libro de Ester se ha cuestionado entre judíos y cristianos. Entre las razones que se presentan la más citada es la falta de una referencia al nombre de Dios.
Durante el primer siglo de la era cristiana, el libro de Ester fue adquiriendo reconocimiento entre la comunidad judía. Tanto en el Talmud, como en las obras de Josefo, se hace referencia al libro de Ester como parte del canon judío. En el concilio de Jamnia, celebrado en 90 d.C., el libro de Ester debió haber sido reconocido con valor religioso por varias razones: se presenta como una obra histórica en un momento de persecución; brinda la razón de ser de una fiesta judía popular; y, además, luego de la destrucción del templo de Jerusalén en 70 d.C., los judíos debían ver las vidas de Ester y Mardoqueo como un ejemplo a seguir en situaciones de crisis.
Entre los cristianos, las dudas en cuanto a la canonicidad del libro de Ester han sido varias: presenta un relato con un valor religioso vago y superficial; el nombre de Dios está ausente en la narración (el texto griego incluye una serie importante de adiciones que no solo añaden el nombre de Dios, sino que desarrollan el valor religioso del libro); y la relación y asociación entre los libros de Ester y Judit (deuterocanónico). Debemos indicar, además, que el libro de Ester no se cita en el Nuevo Testamento, y está ausente en varias listas antiguas de libros canónicos. En última instancia, el objetivo del libro de Ester es presentar «la base histórica» de la Fiesta de Purim, la cual no se incluye ni se celebra en el calendario cristiano. Todos esos factores contribuyeron a la lenta aceptación de Ester en el canon de las iglesias del este. Desde el siglo IV, las iglesias del oeste aceptaron la canonicidad del libro.
Fiesta de Purim
En los escritos de Josefo se menciona la fiesta que se celebraba los días 14 y 15 del mes de Adar (febrero, marzo) para conmemorar la salvación de los judíos en tiempos de Mardoqueo en el Imperio Persa. En 2 Macabeos (véase 15.37) se hace referencia a la fiesta de Nicanor que se celebraba el día 13 de Adar, «la víspera del día de Mardoqueo». Además, en el Talmud se presentan los detalles ceremoniales de la Fiesta de Purim. Esta celebración incluía manifestaciones de entusiasmo, gozo y fiestas carnavalescas; banquetes, bebidas, intercambios de regalos entre familiares y amigos; y, además, se leía el libro de Ester. Purim era una fiesta con un doble carácter: profano y religioso.
Los intentos por descubrir el origen judío de la Fiesta de Purim han sido infructuosos. El mismo nombre de la fiesta delata su origen no judío. La palabra Purim, que proviene del singular pur, significa suertes y, posiblemente, se relaciona con la palabra babilónica puru, que como acepción principal tiene el mismo significado.
Se han propuesto varias teorías en cuanto al origen histórico de la Fiesta de Purim. Algunos estudiosos han relacionado la historia de Ester con varios mitos y festivales babilónicos. Mardoqueo y Ester se relacionan con las divinidades Marduk e Istar; y Amán y Vasti con los dioses elamitas Humman y Mashti. Sin embargo, una teoría más probable identifica el origen de esta fiesta con las celebraciones de año nuevo en el Imperio Persa. La narración del libro de Ester presenta varios ritos y tradiciones que son comunes en las celebraciones de año nuevo en Persia y otras culturas antiguas.
Adiciones griegas al libro
Una característica importante del libro de Ester es que cuenta con una serie de adiciones al texto griego que no tienen paralelo en el texto masorético. Estas adiciones griegas al texto de Ester añaden 107 versículos, a los 167 del texto masorético y pueden catalogarse en seis secciones.
El sueño de Mardoqueo: 11.2–12.6
Este pasaje incluye dos incidentes importantes: un sueño apocalíptico de Mardoqueo; y el descubrimiento del complot para matar al rey.
El decreto de Asuero: 13.1–7
Esta sección incluye el texto del decreto que envió Asuero, contra los enemigos del imperio, por la instigación de Amán.
Las oraciones de Mardoqueo y Ester: 13.8–14.19
Estas oraciones destacan el aspecto religioso del libro. Son en favor de la liberación de los judíos.
Ester se presenta ante el rey: 15.1–16
Esta narración describe cómo Ester se presentó ante el rey y añade una afirmación teológica importante: «Dios hizo que el rey se volviera amable» (VP).
El decreto de Asuero a favor de los judíos: 16.1–24
Este texto incluye el contenido del decreto real emitido a favor de los judíos.
La interpretación del sueño de Mardoqueo: 10.4–11.1
Esta porción relaciona el sueño de Mardoqueo con la narración del libro de Ester. Además, esta adición incluye un colofón con detalles en torno al origen del libro y la fecha de composición de la versión griega.
De las adiciones griegas al libro, la que se ha identificado con la letra C, tiene un valor religioso particular. Posiblemente, un lector judío de habla griega añadió estas oraciones para incluir de forma explícita el elemento religioso en la obra. Esas oraciones afirman la bondad de Dios con Israel e incluyen referencias a Abraham y a la liberación de Egipto (4.17f–g,17y). Las otras adiciones son narraciones para satisfacer la curiosidad del lector y añadir algún misterio al relato. Destacan el poder de Dios manifestado en la historia.
Bibliografía:
Samuel Pagán, Comentario Bíblico Hispanoamericano: Esdras, Nehemías y Ester, Editorial Caribe, Miami, 1992. Robert T. Siebeneck, Judit y Ester, Ediciones Mensajero y Editorial «Sal Terrae», Bilbao y Santander, 1972.
ESTERILIDAD En las sociedades orientales se tenía por maldición divina el que una esposa fuese incapaz de concebir (Gn 30.2; 1 S 1.5), un reproche que podía conducir al divorcio u otra alteración en el hogar (Gn 16.2). La bendición de Dios se manifestaba al desaparecer la esterilidad, ya fuera de todo el pueblo (Dt 7.14) o de un individuo (Gn 25.21).
Lo horroroso del juicio que se cernía sobre Jerusalén resalta en el dicho «bendita las estériles» (Lc 23.29).
ESTIÉRCOL Excremento animal usado para abono (Sal 83.10; Lc 13.8) y combustible (2 R 6.25; Is 25.10; Ez 4.12–15).
En regiones desiertas, donde escaseaban los árboles, se acostumbraba, y se acostumbra aún, mezclar el estiércol de camellos, asnos y bueyes con paja o hierba seca para formar ladrillos que, una vez secos, se usaban en vez de leña. El «muladar» era donde echaban el estiércol. Una de las puertas de la ciudad de Jerusalén se llamaba «puerta del Muladar» (Neh 3.14).
Estiércol se usaba en sentido figurado. Estar «postrado sobre el muladar» era señal de pobreza y humillación (1 S 2.8; Lm 4.5; cf. Mal 2.3). Para castigar a una persona a veces convertían su casa en «muladar» (Dn 2.5; 3.29). Comparar una cosa con el estiércol implicaba desdén, por ejemplo, el cadáver de Jezabel (2 R 9.37; cf. Job 20.7; Sof 1.17) y las glorias de este mundo (Flp 3.8).
ESTOICOS Nombre que recibían los seguidores del filósofo Zenón de Citio (335–263 a.C.), fundador del → Estoicismo, quien se reunía con sus discípulos en el «pórtico (en griego, stoa) pintado» de Atenas. La historia del grupo se extiende desde el 300 a.C. hasta el 200 d.C. En el tiempo de Pablo los estoicos junto con la escuela opuesta de los → Epicúreos, se consideraban como la principal corriente filosófica de entonces (Hch 17.16–34). En el siglo III d.C. la escuela desapareció, pero su influencia se matuvo, por ejemplo, entre muchos padres de la Iglesia.
Los estoicos reunían doctrinas de los antiguos filósofos griegos (Heráclito, Platón, Aristóteles), pero su enseñanza se centraba en la ética. No constituían en sí una escuela sistemática, sino una disciplina hondamente arraigada en la vida, la cual como sustituto de la religión, pretendía proporcionar al hombre educación y un asidero para el alma. En general, enseñaban un panteísmo materialista (Dios y el mundo son una misma realidad). Se veía a Dios como una especie de alma del mundo que lleva en sí los gérmenes o fuerzas seminales (en griego, lógoi spermatikoi) de toda la evolución cósmica. La totalidad del acontecer estaba sometida a un plan divino (doctrina del destino-providencia) que da al cosmos su unidad, sentido y belleza. No obstante, la libertad desaparece en el fatalismo.
El ideal mayor de los estoicos era «el hombre sabio», el que vive conforme a la naturaleza (o sea, racionalmente), domina las pasiones y soporta sereno el sufrimiento. El fin supremo (sumo bien) de su ética era la felicidad que consiste en vivir conforme a la virtud que es el bien. Muy características de los estoicos fueron también las doctrinas de la igualdad de todas las personas y el cosmopolitismo.
El estoicismo, aunque austero, podía adaptarse a muchas de las verdades cristianas. Mucho del lenguaje que Pablo usa en el → Areópago está tomado del estoicismo. Con todo, los estoicos de su época no le prestaron mucha atención.
ESTRADO Apoyo para los pies del rey. Se colocaba frente al trono que por lo general era bastante alto para destacar la majestad del soberano (2 Cr 9.18).
La palabra se usa en sentido figurado. Al templo, centro de la teocracia en Israel, se le llamaba estrado de Jehová el Rey (Sal 99.5; 132.7; Ez 43.7). Su soberanía sobre toda la tierra (Is 66.1) se manifestará cuando todos sus enemigos sean puestos bajo su estrado, o sea, sujetos a Cristo, el Mesías (Sal 110.1, versículo citado cinco veces en el Nuevo Testamento).
ESTRELLA Traducción del término con que los hebreos denominaban a todas las luminarias celestes como planetas, meteoros y cometas, excepto el sol y la luna.
Dios creó las estrellas. Fijó sus órbitas (Jue 5.20) y su número, y las llama por nombre. Por eso pregonan la gloria de Dios (Gn 1.16; Sal 8.3; 19.1–6; 147.4; Is 40.26). La innumerable multitud de estrellas es símbolo de la generosidad de Dios (Gn 15.5; 22.17; 26.4; Dt 1.10; 10.22; 28.62; Neh 9.23; Nah 3.16; Heb 11.12). Incidentalmente se mencionan constelaciones en el Antiguo Testamento, pero raras veces es posible interpretar con seguridad las palabras hebreas. Se han sugerido las siguientes identificaciones: Arturo u Osa Mayor (Job 9.9; 38.32); los (doce) signos del zodíaco (2 R 23.5; Job 38.32); Orión «el cazador» y las Pléyades (Job 9.9; 38.31; Am 5.8).
Desde la antigüedad, en el Oriente se ha creído que las estrellas influyen en el destino de las personas y por eso se les atribuye inteligencia y poder que pueden beneficiar al hombre (Jue 5.20; cf. Hch 27.20). Así, muchas religiones consistían en el culto que en mayor o menor grado se tributaba a las estrellas.
Los egipcios, fenicios y caldeos aventajaban a los hebreos en conocimientos astronómicos, pero la ciencia de esas naciones estaba mezclada con supersticiones e idolatría (Is 14.12–15). A Israel se le amonestó contra semejante infidelidad, pero a menudo desobedeció esta prohibición (Dt 4.19; 17.3; 2 R 17.16; 21.3, 5; 23.4, 5; Jer 8.2; 10.2; 19.13; Am 5.26; Sof 1.5; Hch 7.42, 43; cf. Ro 1.18–21, 25).
Con los términos estrellas y → Luceros se designan a ciertos gobernantes y personas ilustres de la tierra (Is 14.4, 12s; Dn 8.10), o habitantes de los cielos (→ Ángeles). A David y su antitipo el Mesías se ven así (Nm 24.17). Como signos celestiales las estrellas indican tiempos de calamidad pública que involucran a los gobiernos de las naciones (Ez 32.7; Jl 2.10; Mc 13.25//; Ap 6.13). A Cristo se le llama la estrella resplandeciente y el lucero de la mañana (2 P 1.19; Ap 22.16). Los ángeles de las iglesias de Asia Menor reciben el nombre de estrellas (Ap 1.16, 20; 2.1; 3.1). Los ángeles caídos y los creyentes apóstatas se presentan como estrellas caídas (Ap 8.10; 9.1; 12.4).
ESTRELLA DE BELÉN Estrella que anunció el nacimiento de Jesús, es muy probable la aludida en Nm 24.17 (Mt 2.1–12; cf. Is 60.3). Fue un fenómeno celestial que atrajo el interés de los → Magos que vivían al este de Palestina, en Arabia, Babilonia o Persia. Según el relato bíblico, guió a algunos de estos magos a Jerusalén y luego de la visita a Herodes, los condujo a Belén y se detuvo en el lugar donde yacía el niño.
En un intento por identificar este fenómeno se han formulado las siguientes teorías:
1. Kepler observó una conjunción de Júpiter, Saturno y Marte en 1604, que desapareció en 1605 d.C. Se calcula que hubo una conjunción semejante de estos tres planetas en el signo zodiacal de Piscis (¿signo de los judíos?) el 29 de mayo, 1º de octubre y 5 de diciembre del año 7 a.C., pero de poca duración cada vez.
2. Quizás se trató de la presencia de Júpiter («regente» de Judea) en el signo de Aries (constelación de Siria Palestina), especialmente el 14 de abril del 6 a.C. conjuntamente con otros planetas.
3. El cometa Halley apareció en 11 a.C. y otro cometa en 4 a.C., pero su duración fue breve.
4. Tal vez fue una supernova (estrella que adquiere temporalmente un brillo superior al normal) de ocurrencia muy rara (no la ha habido desde el invento del telescopio), pero duradera. Sin embargo, no se conoce ninguna mención extrabíblica de tal fenómeno.
5. Marte, el planeta de Siria Palestina, quizás se combinó con otros fenómenos astronómicos, de marzo del año 7 a.C. a marzo del año 5 a.C.
Todas estas conjeturas sobre la naturaleza de la estrella de Belén tropiezan con problemas cronológicos (→ Jesucristo) o históricos. Algunos intérpretes sugieren una aparición sobrenatural, un signo creado especialmente para los magos. Pero es más consonante con los milagros de la Biblia suponer una señal celestial, tal vez de breve duración (la frase en Mt 2.9 se debe traducir «vimos su estrella en su salida»), que los astrólogos reconocieron, gracias a la ubicación en la bóveda celeste, como referente a Judea. Entonces, al salir de Jerusalén, la misma señal volvería a aparecer (cf. la teoría #1 arriba), confirmando que su comprensión de la señal fue cierta y que les conduciría a su destino.
Esta explicación, sin negar lo milagroso del caso, reconoce lo humano, la curiosidad insaciable del hombre de ciencia, y la creencia general de la época en el pronto nacimiento de un rey en Judea que exigiría el homenaje universal.
ETAM (fortaleza).
1. Campamento de los israelitas donde se detuvieron después de salir de Sucot, guiados por la columna de nube y de fuego (Éx 13.20; Nm 33.6). Estaba «a la entrada [al confín] del desierto», y esta parte del desierto de Sur se llamaba «el desierto de Etam» (Nm 33.8). Se desconoce el sitio.
2. Peña adonde Sansón huyó de los filisteos (Jue 15.8). Aquí lo prendieron tres mil hombres de Judá y lo entregaron a sus enemigos (v. 11ss).
3. Aldea de Simeón (1 Cr 4.32). Sitio desconocido que quizás se encuentre a 13 km al nordeste de Rimón.
4. Ciudad de Judá, edificada por Roboam (2 Cr 11.6), a 3 km al sudoeste de Belén.
ETÁN (en hebreo, duradero, antiguo).
1. Hijo de Zera de la tribu de Judá (1 Cr 2.6; cf. 1 R 4.31). Si «ezraíta» se deriva de Zera, este Etán, sabio de la época de Salomón, es el autor del Salmo 89.
2. Levita, antepasado de Asaf (1 Cr 6.42).
3. Uno de los tres maestros de música en el templo (1 Cr 6.44; 15.17, 19), tal vez el mismo Jedutún de 1 Cr 16.41; 25.1; 2 Cr 35.15.
ETANIM (lluvias incesantes). Mes hebreo. Nombre, antes del cautiverio, del séptimo mes del año religioso y el principio del año civil. Corresponde a septiembre y octubre. En etanim comenzaban las lluvias y se celebraban las Fiestas de las Trompetas, Expiación, Tabernáculos y la Asamblea Solemne (1 R 8.2). (→ Mes, Año.)
ET-BAAL Rey de Sidón cuyo nombre significa «el protegido de Baal». Según el historiador Josefo, Et-baal era un sacerdote de Astarté que llegó al trono de Sidón mediante el crimen. Su hija Jezabel se casó con el rey Acab y lo llevó a la idolatría (1 R 16.31).
ETERNIDADTiempo.
ETIOPÍA (rostros quemados). Uno de los grandes reinos de África en la época del Antiguo Testamento, situado al sur de Egipto, sobre el Nilo, en las cataratas de Syené. Lo limitaban por el este el mar Rojo y tal vez el océano Índico, al sur las regiones del Nilo Azul y Blanco y al oeste Libia y los desiertos.
En la Biblia se le llama también → Cus. Durante el período pérsico la capital se estableció en Moroë, la ciudad principal, ubicada entre el Nilo y el Astaboras (hoy Tacazzé). La parte septentrional, llamada anteriormente Seba, también recibió el nombre de Etiopía.
En parte, el país era montañoso, pero su mayor extensión era arenosa, bien regada y fértil. Entre sus productos comerciales contaba con el ébano, el marfil, el oro y las piedras preciosas. Junto a Egipto, se le nombra con frecuencia en las Escrituras que reconocen sus recursos naturales, su pujanza política y sus perversidades (Is 20.3–6; 43.3; 45.14; Ez 30; Dn 11.43). Su relación con Israel reviste carácter político y religioso. Algunos suponen que en 2 Cr 14.9–15 al señalar a Zera, el etíope, invasor de Judá durante el reinado de Asa, 944 a.C., se trataba de un rey egipcio, una dinastía etíope o un rey de la Etiopía afroárabe.
El etíope, tesorero de la reina Candace, mencionado en Hch 8.27–39 (cf. Sal 68.31), nos hace suponer que en aquel país había judíos de nacimiento o por religión, quienes lo persuadieron a aceptar su fe. El evangelio tomó auge allí desde el siglo IV, al traducirse toda la Biblia del griego al antiguo idioma de Etiopía.
ÉUFRATES (copioso). Río importante del Asia occidental, cuyas dos fuentes se hallan una cerca al Ararat y la otra cerca de Erzerum. Su recorrido hasta el golfo Pérsico, donde desemboca unido al Tigris con el nombre de Shatt-el-Arab, lo hace a través de Armenia, Siria e Irak, este último que lo aprovecha para fines económicos, entre otros, para la navegación desde el golfo hasta la importante ciudad de Basora.
Su largo total es de unos dos mil setecientos kilómetros. Atraviesa regiones montañosas, pero mayormente llanuras. Esto influye para que su corriente y su anchura sean muy variables.
En la historia se menciona junto al Tigris, pues ambos limitaban la fértil Mesopotamia. El Éufrates bañaba toda la región occidental de esta zona.
Cuando la Escritura describe la hidrografía del Edén, señala al Éufrates como uno de los «cuatro brazos» en los que se repartía el río que regaba el huerto (Gn 2.10, 14). Más adelante, cuando el Señor habla a Moisés respecto a la tierra prometida, se designa al Éufrates como el límite oriental (Éx 23.31). Aun cuando nos parezca raro que la extensión ofrecida llegara hasta tan lejos por el lado oriental, debemos recordar que el llamado de Abram fue desde esta región, que desde el principio fue asiento de pujantes reinos.
Se supone que los egipcios, bajo el faraón Necao, llegaron a conquistar hasta las márgenes occidentales del Éufrates (2 Cr 35.20). Poco después los persas someterían esta dinastía. En la actualidad, en sus márgenes se conservan algunas poblaciones importantes y sus aguas las surcan modernas embarcaciones que contrastan con las extrañas balsas construidas con pieles de chivos en épocas remotas.
EUNICE Judía, madre de → Timoteo. Aunque su esposo era gentil, supo instruir a Timoteo en las Sagradas Escrituras. Tal vez Eunice se convirtió cuando Pablo visitó por primera vez a Derbe y Listra, porque ya era creyente cuando Pablo llegó allí en su segundo viaje (Hch 16.1). La fe de Eunice y Loida, madre y abuela respectivamente, serviría de estímulo al joven Timoteo (2 Ti 1.5).
EUNUCO (en griego, cuidador de lechos). Encargado de los departamentos interiores de los palacios orientales. Cuando se trataba del cuidado del harén, convenía que este oficial fuera impotente (por ejemplo, Est 2.3), pero el vocablo hebreo saris lleva también las acepciones «militar comisionado» (2 R 25.19) y «allegado del rey» (por ejemplo, Potifar, Gn 39.1). En muchos contextos (por ejemplo, Est 1.10 y Dn 1.3) es difícil precisar si el término implica o no castración. Puesto que la castración se prohibía en Israel, los eunucos en el sentido corporal eran de origen pagano (cf. Gl 5.12) y por tanto excluidos de la congregación (Dt 23.1). Sin embargo, Isaías menciona a los eunucos para ilustrar el amor sin límites de Jehová (Is 56.3–5). El oficial de Candace (Hch 8.27–39), al abrazar el evangelio, se apropia de esta promesa, aunque se ignora su condición física.
En Mateo 19.12 el Señor habla de tres categorías de eunucos: los que lo son de nacimiento, los que otras personas los hacen eunucos (es decir, castrados) y los que son eunucos por razones o causas espirituales, o sea, que están dispuestos a sacrificar sus deseos y pasiones naturales por el Reino de Dios (cf. 1 Co 7.7, 32–35).
EUROCLIDÓN Viento huracanado acompañado de lluvias borrascosas, muy común hasta hoy en el centro sur del Mediterráneo en la estación fresca. Sopló de repente sobre el barco en que navegaba Pablo rumbo a Roma, alejándolo de las costas cretenses y haciéndolo naufragar frente a la isla de Malta (Hch 27.13ss).
El término griego es Euroaquilón que significa la unión de los vientos «Euros» (vientos del sudeste o del este) y «Aquilo» (viento del nordeste), y describe su curso como este-norte-este.
EUTICO (afortunado). Joven de Troas que, vencido por el sueño durante un discurso de Pablo, cayó de un tercer piso y murió, pero que Pablo milagrosamente lo resucitó (Hch 20.7–12).
Hay quienes alegan, basándose en el v. 10, que Eutico no había muerto. Pero el testimonio de Lucas, médico y testigo ocular (v. 6), es que «fue levantado muerto» (v. 9).
EVA Primera mujer, esposa de → Adán, quien la llamó «madre de todos los vivientes» (Gn 3.20). La etimología exacta de «Eva» es difícil de establecer. En el relato de la creación, Dios, al ver que Adán estaba solo y sin ayuda para cultivar el huerto, hizo a la mujer de la misma sustancia del hombre (Gn 2.21). Cuando Adán recibió a esta criatura idónea y particular, la llamó «varona» para expresar el común origen de los sexos. Así, Génesis 2 explica que la poderosa atracción entre el hombre y la mujer se debe a que en la creación fueron literalmente «una carne».
Tentada por la serpiente, Eva reparó en el atractivo sensual, estético e intelectual de la fruta prohibida. Comió e indujo a Adán a la desobediencia también. El triple castigo que Dios impuso a la mujer creó una tensión irresoluble: dolores en sus preñeces, deseo de su marido, dominación por él (Gn 3). A pesar de la amenaza de la muerte, Eva pudo regocijarse del milagro de la continuación de la vida humana en la voluntad de Jehová (Gn 4.1).
Pablo se apoya precisamente en la susceptibilidad de Eva ante la tentación, para recomendar la sujeción de la mujer en la iglesia (1 Ti 2.11–15; cf. 2 Co 11.3).
EVANGELIO (transcripción del sustantivo griego euangelion, buenas nuevas). Gozosa proclamación de la actividad redentora de Dios en Cristo Jesús para salvar al hombre de la esclavitud del pecado. En el Nuevo Testamento (griego) no solo se expresa en forma de sustantivo, sino también en forma verbal euanggelizo (proclamar o anunciar el evangelio).
En la LXX solo aparece el verbo y su sentido es secular: «traer buenas noticias» (2 S 4.10; 1 R 1.42; Jer 20.15). Más tarde su significado incluyó el sentido religioso de proclamar la victoria de Dios sobre sus enemigos (Sal 40.10; 68.11), y el reino eterno de Dios (Is 40.9; 41.27; 51.16; 52.7). Las buenas nuevas anuncian al pueblo la presencia de Dios (cf. Is 40.9) para juicio y restauración. Son tanto para judíos como para gentiles (Is 40.5; 45.23–25; 49.6; 51.4). Los mensajeros del evangelio son personas (Is 52.7; 61.1) y Dios actúa en la proclamación (55.11).
Juan el Bautista comienza su ministerio proclamando las buenas nuevas (Lc 3.18; verbo) y, más tarde, Jesús predica el evangelio (Mc 1.14; sustantivo). En ambos, el evangelio es la señal por excelencia de la llegada del Mesías (Mt 11.5 y Lc 4.18 que citan a Is 61.1). El Reino de Dios se hace presente en la tierra y Cristo predica y anuncia el evangelio (Lc 8.1).
La iglesia primitiva hizo de la predicación del evangelio a toda persona su deber principal (Hch 5.42; 8.12; 11.20; 14.7; 1 Co 1.17; Gl 1.16).
En el Antiguo Testamento, junto con la proclamación del evangelio deben darse la justicia o justificación (Sal 40.9), la salvación y la paz (Is 52.7). En el Nuevo Testamento Cristo Jesús es el evangelio mismo, y su obra hace real la salvación, la justificación y la paz para el mundo (Hch 10.36; Ro 1.16ss; Ef 2.17; 1 P 1.23ss). El contenido del evangelio permanece inalterable y absoluto, pero se sella con la muerte propiciatoria de Cristo (1 Co 15.1–4). Es el mensaje de reconciliación con Dios y nosotros somos colaboradores en su proclamación (2 Co 5.20s). En el juicio final, los hombres se juzgarán según su respuesta al evangelio (2 Ts 1.8; 1 P 4.17).
En la tradición posterior de la Iglesia, la palabra escrita acerca de Jesucristo también llegó a constituir el evangelio. (→ Evangelios.)
EVANGELIOS Primeros libros del Nuevo Testamento, en su orden canónico, que llevan los nombres de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y contienen narraciones sobre la vida, muerte y resurrección de Jesucristo (→ Evangelio).
Hablar de «los cuatro Evangelios» no ha sido siempre común como lo es hoy. Antes del siglo IV se denominaban en conjunto «el evangelio» (el único e inimitable evangelio de Cristo) y las partes se distinguían por la adición de las palabras «según Mateo», «según Marcos», etc. Sin embargo, Ireneo, al escribir ca. 180 d.C., insistió en la cifra cuatro y la consideró un axioma universal. No puede haber más Evangelios, ni menos. Este dogmatismo, respaldado por dos documentos contemporáneos, el Canon de Muratori y el Diatessaron (→ Canon del Nuevo Testamento), revela un acuerdo general entre las iglesias de la época, forjado durante varias décadas. Es probable que la colección tetramorfa se remonte hasta poco después de 150 d.C.
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Busto del emperador romano Tiberio, mencionado por Lucas en su relato evangélico del inicio del ministerio de Jesús (Lc 3.1).
El Evangelio Oral
Para reconstruir la historia de estos cuatro escritos en el siglo I, hay que volver a los sucesos clave del año 30: la pasión, resurrección y ascensión de → Jesucristo, y el día de → Pentecostés. Es más, Jesús y sus seguidores ya habían pregonado «las buenas nuevas del Reino de Dios», pero el impacto pleno de tales nuevas no se hizo sentir sino después de los mencionados acontecimientos. Los testigos de lo que Dios hizo a través de Jesucristo se impusieron la tarea de proclamar esta «buena nueva» de la magna redención. En dos partes del Nuevo Testamento podemos captar la esencia de esa proclamación (en griego, kérygma): en las cartas, paulinas y otras, y en las prédicas primitivas narradas en Hechos.
Las cartas paulinas
Dirigidas a personas conocedoras del kérygma, las epístolas no tienen el propósito de referirse ampliamente al mismo. Casi sin querer Pablo alude a las → Tradiciones que recibió al convertirse a Cristo: el kérygma básico (1 Co 15.3ss, carta fechada ca. 54), y a la institución de la Santa Cena (1 Co 11.23ss). Es evidente que la proclamación no solo incluyó la narración de hechos (por ejemplo: «Cristo murió»), sino también la interpretación teológica (por ejemplo: «murió por nosotros»). La enseñanza de Jesús (por ejemplo, 1 Co 7.10) y los datos de su vida humana (por ejemplo, Gl 4.4; 1 Ti 6.13) aparecen junto con aspectos futuros de la esperanza cristiana (por ejemplo, 1 Co 15.52s; 2 Co 5.10; 1 Ts 1.9s; 4.16).
Pablo afirma (1 Co 15.1, 11) que «su evangelio» es el mismo que predicaban los otros apóstoles. Por consiguiente, hallamos en 1 Pedro y Hebreos, para mencionar solamente dos autores más, alusiones similares y la misma presuposición de que todos los cristianos conocían los datos básicos.
La predicación primitiva en Hechos
Un mismo mensaje es el que encontramos en las cartas paulinas, en los discursos que en Hechos se atribuyen a Pedro, Pablo y otros (sobre todo 2.14–36; 10.34–43; 13.16–41), y en pasajes como Hch 3.13–26; 4.10–12; 5.30–32; 8.32–35. Nótese además un dicho de Jesús en 20.35 no referido en los Evangelios.
Según esta prédica, la «buena nueva» es el cumplimiento de una profecía del Antiguo Testamento y se relaciona con Jesús de Nazaret. Este Jesús, nacido de la línea de David, precedido por → Juan el Bautista, llevó a cabo una misión de misericordia que Dios aprobó con señales y prodigios. Misión de la que fueron testigos oculares los predicadores apostólicos. Sus enemigos lo traicionaron y los líderes judíos lo entregaron en manos de los romanos. Aunque → Pilato quería libertarlo, el → Sanedrín se empeñó en que lo ejecutaran y prefirió que liberaran a un asesino. Así pues, crucificaron a Jesús. Luego lo bajaron de la cruz y lo sepultaron. Pero al tercer día Dios lo resucitó de entre los muertos, hecho que los apóstoles también atestiguaron. En esta forma, afirmaron ellos, Dios lo declaró Señor y Mesías. Después, Jesús ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios, desde donde derramó sobre sus seguidores su Espíritu. Y de allí volverá como juez de los vivos y los muertos. Entretanto, a quienes oyen el evangelio se les llama a creer y arrepentirse. Actos cuyas señales son el don del Espíritu Santo y el bautismo. Tal es el kérygma primitivo.
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Estas flores silvestres en Palestina recuerdan las palabras de Jesús a sus seguidores: «Considerad los lirios del campo, como crecen: no trabajan ni hilan» (Mt 6.28).
La transmisión de los datos
En el Evangelio según San Marcos se observa un bosquejo similar al del kérygma arriba esbozado. Los contornos son similares. En ambos se dedica un espacio desproporcionadamente grande (desde el ángulo biográfico) a la semana final de Jesús. En ambos se muestra más interés en lo que Jesús hizo que en sus dichos. En la predicación misma, quizás el bosquejo necesitó ampliarse mediante materia ilustrativa, sobre todo cuando se proclamaba el evangelio (por ejemplo, fuera de Palestina) a quienes no sabían nada de Jesús. Simples resúmenes como Hch 2.22 y 10.38 cobrarían vida en la práctica al ampliarlos con relatos de sanidades, etc.
Las secciones autosuficientes, llamadas perícopas, que componen el grueso de Marcos, arrojan luz sobre el tipo de ilustración que los predicadores apostólicos usaban. Estas pequeñas unidades, o párrafos, son las respuestas dadas a las exigencias prácticas de las iglesias en su triple tarea: evangelización, culto y catequesis. Por ejemplo, a la pregunta: ¿cuál fue la actitud de Jesús frente a la Ley? (cuestión candente en los años de evangelización entre los gentiles), un testigo ocular mencionaría una narración como Mc 10.1–12 (sobre el divorcio) o Mc 11.15–19 (sobre la purificación del templo).
En décadas recientes, la crítica de las formas (→ Crítica bíblica) ha intentado reconstruir el ambiente vital en que cada perícopa mantuvo su existencia oral más o menos independiente. Sin aceptar las conclusiones escépticas de algunos formistas como Dibelius y Bultmann, podemos admitir la utilidad del método en la dilucidación de la etapa preliteraria de la tradición. Dentro de las dos categorías generales, «enseñanza de Jesús» y «narración histórica», podemos distinguir: dichos proféticos (por ejemplo, Mt 8.11s//), dichos sapienciales (Mc 6.4//), dichos legislativos (Mc 10.10ss), comparaciones (Lc 10.30–37), paradigmas (Mc 2.23–28), diálogos-disputa (Mc 11.27–33), historias de milagros (Mc 10.46ss), y narraciones históricas de alguna fuente no cristiana (Mc 6.17–29). Para facilitar la narración, es evidente que los predicadores apostólicos agruparon ciertas perícopas (por ejemplo, la historia de la pasión, historias de milagros como Mt 8.1–17 o de controversias como Mc 2.1–3.6) durante las primeras etapas orales de la transmisión.
El afán de la Iglesia era presentar al Cristo viviente que los miembros conocían. Por tanto, sus narraciones actualizaban los hechos ocurridos en el ministerio de Jesús, sin tergiversar lo histórico ni perder de vista la identidad entre Jesús de Nazaret y el Señor exaltado. Esta actualización llevada a cabo en la predicación, conservaba la intención del Señor Jesucristo (cf. Jn 14.26). A la vez, los testigos oculares que aún vivían (1 Co 15.6) velaban por la veracidad del mensaje, y hermanos bilingües (presentes en Jerusalén desde la época primitiva, Hch 6.1; → Helenistas) garantizaban la fidelidad de la traducción al griego.
Los Evangelios Escritos
Los Sinópticos
En los años 60–70 d.C. una serie de crisis, especialmente el martirio de varios apóstoles, alertó a la Iglesia. Con la desaparición de muchos testigos, fue necesario escribir las tradiciones a pesar de que los judíos preferían la transmisión oral. Era evidente que con la autorización de la iglesia en Jerusalén, Juan Marcos escribió en Roma las tradiciones sagradas, y así nació un nuevo género literario: el Evangelio. No es posible considerarlo como biografía pura ni como tratado ético (aunque incluye ambos elementos), pero su propósito es convencer al lector de que Jesús es el Mesías e Hijo de Dios, digno de nuestra fe.
Al divulgarse el primer Evangelio, aproximadamente en 69 (→ Marcos, Evangelio de), otras comunidades, poseedoras de tradiciones complementarias, quisieron escribir sus propios Evangelios. En los años siguientes, ca. 71–75, surgieron los Evangelios de → Mateo y de → Lucas que incorporaron tanto el bosquejo como mucho material tomado de Marcos. Además, estos complementaron, con múltiples ejemplos de la enseñanza de Jesús, la intensa actividad escasamente descrita en Marcos. Hay más de doscientos versículos comunes a Mateo y Lucas que faltan en Marcos. Este fenómeno ha dado origen a la hipótesis de que estos dos evangelistas tuvieron a su disposición un documento «Q» (inicial del vocablo alemán Quelle, que significa fuente). Pronto los primeros tres Evangelios recibieron el epíteto de «Sinópticos», porque su semejanza facilita colocarlos en tres columnas paralelas (sinopsis) para estudiarlos comparativamente.
Si bien el kérygma contenido en Marcos y la enseñanza presentada en el supuesto «Q» son las fuentes principales de la tradición sinóptica, ciertamente hay otras. La fuente peculiar de Mateo, de corte judío, se ha denominado «M» y varios bloques narrativos (por ejemplo, La Natividad) que Mateo ha consagrado y que se desconocen en los otros Evangelios quizás provienen de ella. Lucas también se valió de fuentes de gran valor. A estas en conjunto se les ha llamado «L». De manera que, según muchos estudiosos, es posible reconstruir las relaciones entre los Evangelios Sinópticos de la manera siguiente:
Sin embargo, este esquema no expresa toda la complejidad del proceso que ha preocupado a muchos eruditos por más de un siglo. Por ejemplo, no toma en cuenta la tradición oral que influyó en la composición de todos los Evangelios. En esta línea, algunos estudiosos llegan al extremo de negar toda dependencia literaria, y atribuyen cualquier semejanza entre un Evangelio y otro a la espléndida memoria de los predicadores testigos. Así, atribuyen las diferencias a variaciones en la traducción del arameo que hablaron los testigos originales. Otros eruditos insisten en la prioridad de Mateo o de un Mateo primitivo en arameo. Muchos de ellos desaprueban el hipotético «Q».
La debilidad más importante del esquema, sin embargo, es que da la impresión de una actividad literaria simplemente mecánica. Y lo cierto es que cada evangelista es un teólogo y escritor con derechos propios. Cada Evangelio tiene su genio particular, con énfasis cristológicos que aportan algo indispensable al cuadro total de Jesucristo. Cabe corregir ciertos énfasis unilaterales de los formistas, que a veces parecían describir a evangelistas de tijeras y goma que «componían» obras por plagio.
El Evangelio de Juan
Hasta una lectura superficial del cuarto Evangelio revela sus profundas diferencias en relación con los Sinópticos. Desde el prólogo (1.1–18) es evidente que los moldes conceptuales de → Juan, que se escribió entre 90 y 100 d.C., no son los de sus predecesores. Como tampoco lo son su estilo, su esquema geográfico, ni el grueso de su materia prima. Tal vez el cuarto evangelista, sin haberse valido de ninguno de los Sinópticos, haya conocido el tipo de tradición kerygmática que se esconde detrás de ellos (cf. el estilo «juanino» de Mt 11.27), además de otros patrones de tradición, como sería de esperar de un testigo ocular. Entonces, tras sesenta años de predicar estas verdades y darles su estampa juanina, las puso por escrito.
El propósito de este Evangelio (Jn 20.30s) es aplicable igualmente a los otros tres. Cabe subrayar la selección (v. 30) que realizó cada evangelista, la cual era parte esencial de la inspiración prometida a los discípulos (Jn 16.13). Por tanto, pese a que los Evangelios nos presentan solo en forma fragmentaria la biografía de Jesús, recibimos la impresión de conocer íntimamente en ellos al Salvador. ¿Surgieron otros Evangelios al lado de estos? Puesto que Lc 1.1 solo habla de esfuerzos preliminares, es probable que no. Muy posteriormente se compusieron los → Evangelios apócrifos, pero no añaden nada de peso a nuestro conocimiento de Jesucristo. La iglesia apostólica nos legó solamente cuatro Evangelios.
Bibliografía:
P. Lengsfeld, Tradición, Escritura, e Iglesia en el diálogo ecuménico, Fax, Madrid, 1967. X. Leon Dufour, Los Evangelios y la historia de Jesús, Estela, Barcelona, 1966. IB, pp. 150–315, 556–612. J. Schmid, El Evangelio según San Mateo, Herder, Barcelona, 1967, pp. 11–33. E. Trenchard, Introducción al estudio de los cuatro Evangelios, Literatura Bíblica, Seaton, 1961. INT, pp. 129–238. H. Zimmermann, Los métodos histórico-críticos en el Nuevo Testamento, BAC, Madrid, 1969, pp. 80–87; 131–169; 233–253.
EVANGELISTA El que pregona las buenas nuevas de salvación (→ Evangelio), guía a los incrédulos al conocimiento del Señor y establece nuevas congregaciones. Todos los cristianos deben ser testigos de su fe (Hch 8.4), pero Cristo otorga el don de evangelista particularmente a algunos miembros de su Cuerpo.
Ser evangelista es un don bien distinto de los dones de apóstol, profeta, pastor y maestro, que puede ejercerse ante una multitud o individualmente (Ef 4.11). Pablo exhorta a Timoteo a «hacer obra de evangelista» (2 Ti 4.5).
A → Felipe se le llama «el evangelista» (Hch 21.8) y se dan muestras de su trabajo en Hch 8.5, 12, 26–40. Después del siglo I, el término evangelista se aplicaba a los autores de los cuatro → Evangelios.
EVIL-MERODAC Rey de Babilonia (562–560 a.C.), hijo de Nabucodonosor. Neriglisar, su cuñado, lo sucedió en el trono como resultado de una revuelta que tiene todas las características de una lucha palaciega. La Biblia, sin embargo, nos dice que este rey fue el que puso en libertad a → Joaquín, rey de Judá (2 R 25.27–30; Jer 52.31).
EVODIASíntique.
EXCOMUNIÓN Separación de un hermano de la congregación por una ofensa moral o doctrinal. Si bien el término no es bíblico, el concepto sí lo es. Los judíos expulsaban a sus miembros de la sinagoga (Jn 9.22; 12.42) por creer en Cristo. Desde tiempos antiguos, los que desobedecían a Dios eran «cortados de Israel» (Éx 12.15).
En la iglesia cristiana la excomunión debe aplicársele al hermano que incurra en el pecado y, después que se ha amonestado debidamente, no quiera arrepentirse (Mt 18.15–17). Refiriéndose a la excomunión, los autores bíblicos usan expresiones como «tenerlo por gentil y publicano» (Mt 18.17), «entregarlo a Satanás» (1 Co 5.5) y «desecharlo» (Tit 3.10). En 1 Corintios 5 la excomunión se debe a la inmoralidad (un hombre vivía con su madrastra), en Tito 3 es cuestión de doctrina («el que cause divisiones» evidentemente se refiere al hereje) y en Romanos 16.17 el motivo es el divisionismo.
La excomunión debe continuar mientras el transgresor no se arrepienta. Luego se le debe reincorporar a la iglesia (2 Co 2.5–11). Los dos objetivos de la excomunión son disciplinar al hermano (1 Co 5.5; Gl 6.1) y proteger el testimonio de la iglesia (1 Co 5.6–8).
En el Nuevo Testamento encontramos una tensión entre la necesidad de castigar el pecado con rigor y la preocupación pastoral por restaurar al pecador y proteger a los afectados por su pecado (Jn 8.1–11; cf. 1 Co 5.5 y 2 Co 2.6–8). Por un lado hay libertad de conciencia de cada cristiano y por el otro la no ofensa de la conciencia del hermano débil (1 Co 10.23–33). La misma tensión perdura hasta hoy, en diversos contextos culturales, comenzando con las definiciones del pecado o pecados que merecen la excomunión.
El dictamen del concilio de Jerusalén, de que los gentiles debían «abstenerse de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación» (Hch 15.29) surgió en el contexto del primer contacto judeocristiano con la cultura helenista. Poco después, Pablo reinterpreta la prohibición alimenticia como una exhortación a no olvidar a los pobres (Gl 2.9, 10), quienes consumían la comida menos costosa que ofrecían los puestos de los templos. Durante los primeros dos siglos de su historia, la iglesia oriental practicó la excomunión por la infracción de los aspectos alimenticios del dictamen del primer concilio. La iglesia occidental, a partir del mismo hecho, precisó los tres pecados cardinales que merecían la excomunión: idolatría, fornicación y homicidio («sangre»).
Pero, muy temprano, surgieron controversias y cismas en torno a la aplicación de la excomunión, su duración y los alcances de una eventual reconciliación. Las preguntas de antaño resuenan hoy. ¿Es idolatría o patriotismo jurar lealtad al emperador e incluso verter sangre en tiempos de guerra? ¿Cómo definir fornicación o adulterio en un ámbito como el romano cuya jurisprudencia reconocía varios niveles de compromiso matrimonial, desconocía la validez permanente de uniones entre personas de diversas clases sociales y pasaba por alto los matrimonios de esclavos? Al extenderse la fe cristiana entre culturas con costumbres muy diferentes, los mensajeros se enfrentaron a decisiones muy difíciles (por ejemplo, derechos de propiedad, prácticas cultuales y poligamia). La tendencia fue reglamentar en forma cada vez más inflexible, sobre todo en cuestión de prácticas sexuales y asuntos relacionados (vestimenta, recreación, etc.). En la cultura occidental, la inmoralidad amerita más la excomunión que matar, hurtar, dar falso testimonio o idolatrar bienes, ideologías y doctrinas (Stg 1.26, 27; 2.8–11; 3.7; 4.1–6). Paralelamente, la culpabilidad se ha concentrado en individuos, a menudo sin recursos de defensa, dejando de lado la complicidad de la sociedad y de la misma iglesia.
ÉXODO, EL Acontecimiento final en una serie de milagros mediante los cuales Dios se rebeló a su pueblo esclavo en Egipto, humilló al faraón que los oprimía, y permitió que los descendientes de Jacob vivieran en libertad una vez más. Los judíos celebran la Pascua para conmemorar aquella gran liberación. (→ Éxodo, Libro de; Peregrinación por el desierto.)
ÉXODO, LIBRO DE Libro que los judíos llaman we elle shemot (y estos son los nombres) según sus primeras palabras, y que la Septuaginta llama Exodos (salida), de acuerdo con el tema principal. Relata la historia del pueblo de Israel desde su salida de Egipto, donde habían sido esclavos, hasta la construcción del tabernáculo al principio del segundo año. La palabra inicial «y» (en el original) lo hacer ver como continuación del Génesis.
Estructura Del Libro
Éxodo se divide simétricamente en dos partes principales: la salida de Egipto (1–19) y la revelación de Dios (20–40). Comienza donde termina Génesis. Empieza hablando de cómo los descendientes de Jacob se habían establecido en Egipto para escapar del hambre y las dificultades en su tierra. Durante muchos años los hebreos prosperaron y se multiplicaron con la bendición del soberano egipcio. Pero entonces, según un versículo que marca la transición (1.8), un faraón que no había sabido de José puso fin a la buena situación de los hebreos. Rebajaron a los hebreos a la condición de esclavos y los pusieron a trabajar en las obras de construcción del faraón (1.8–2.22).
El libro se divide en dos partes principales: la salida de Egipto (1–18) y la revelación de Dios en el Sinaí (19–40).
La primera parte, pues, relata la opresión bajo el faraón Amenofis II (1.1–2.22). Dios ve el sufrimiento del pueblo y prepara a Moisés para que sea el caudillo libertador (2.23–4.31).
En 6.3 se previene a Moisés de que Israel será testigo de las hazañas de Dios que demostrarán lo que significan las palabras «yo soy Jehová», de una manera y con un alcance como no se les había revelado antes.
Cuando en nombre de Dios Moisés le presentó al faraón la petición de que dejara ir al pueblo, el gobernante egipcio se endureció. Se hizo necesaria la intervención divina por medio de las diez plagas. Estas plagas (el primer gran período de milagros bíblicos) obligan al faraón a permitir la salida del pueblo de Israel (7.8–13.16).
El relato de la salida, la renovada persecución del faraón, el paso del → Mar Rojo y la salvación ocurrida allá, uno de los grandes temas del Antiguo Testamento, se describe no como un fenómeno natural, sino como un acto especial del Señor en favor de su pueblo. El pueblo cruza el mar Rojo y comienza su peregrinación hasta el monte Sinaí (13.17–19.25).
En Sinaí se produce la formulación del pacto de Dios con el pueblo (20.1–24.18). Estos pasajes centrales contienen el Decálogo (20.1–17) y el Libro del Pacto (21–23). Este «libro» se atribuye expresamente a Moisés, con lo cual se presupone como ya existente todo lo que está en cierta relación con esta conclusión del pacto, la división de las semanas y la observancia del sábado, la primogenitura, la Fiesta de los Panes Ázimos (sin levadura), etc.
En los capítulos restantes encontramos prescripciones respecto al tabernáculo, la institución del sacerdocio, que se confiere a Aarón y su familia (24.18b–31.18)
Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (2000, c1998). Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
 
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