AACÁN Descendiente de Esaú (1 Cr 1.42). En los tiempos del éxodo vivieron en los límites de Edom cerca del monte de Hor.
JAASIEL Nombre de dos personas en el Antiguo Testamento.
1. Uno de los valientes de David (1 Cr 11.47).
2. Hijo de Abner y jefe de la tribu de Benjamín durante el reinado de David (1 Cr 27.21), posiblemente sea el mismo Jaasiel del No. 1.
JAAZANÍAS «Hijo de un maacateo» y uno de los príncipes que llegaron a Mizpa para jurar fidelidad a Gedalías, gobernador de Judá nombrado por Nabucodonosor (2 R 25.23; «Jezanías» en Jer 40.8). Después que Ismael mató a Gedalías, probablemente Jaazanías ayudó a pelear contra Ismael (Jer 41.11ss). El «Azarías» de Jer 43.2 puede que sea el mismo Jaazanías o un hermano suyo. En Jer 35.3 y Ez 8.11; 11.1 se mencionan otros personajes de nombre Jaazanías.
JAAZÍAS Levita descendiente de Merari (1 Cr 24.26–27).
JABES-GALAAD Ciudad de Galaad, situada a 2 km al este del Jordán y unos 32 km al sur del mar de Galilea. El heroísmo y la generosidad eran cualidades sobresalientes de sus moradores. No participaron en la destrucción de Benjamín (Jue 20.1–21.11), por lo cual fueron severamente castigados (Jue 21.10). Cuatrocientas doncellas sobrevivientes de Jabes-Galaad se dieron por esposas a los sobrevivientes de Benjamín (Jue 21.14). Más tarde, cuando los amonitas los atacaron, Saúl los defendió (1 S 11). Por tanto, algunos valientes de Jabes-Galaad rescataron los cadáveres de Saúl y sus acompañantes y los sepultaron en su tierra (1 S 31.1–13; 1 Cr 10.11–13). David bendijo y ofreció su ayuda a los de Jabes-Galaad en gratitud por este acto (2 S 2.4–7).
Foto: Servicio fotográfico Levant
Un wadi, o cauce seco, en el camino a Jabes de Galaad, una ciudad en Palestina central al este del río Jordán (Nm 32.33).
JABÍN (discernidor). Probablemente título real de los reyes de Hazor, ciudad principal en Palestina del norte.
1. Rey de → Hazor que formó una alianza con los reyes de las tribus de Palestina del norte para pelear contra Josué, quien los sorprendió «junto a las aguas de Merom» y los derrotó. Josué conquistó a Hazor y mató a Jabín (Jos 11.1–14).
2. Otro rey de Hazor quizás descendiente del anterior, jefe de una confederación cananea. Era rey poderoso que «había oprimido con crueldad a los hijos de Israel por veinte años» (Jue 4.2, 3); pero su ejército, capitaneado por → Sísara, fue derrotado por Barac y los israelitas. La guerra continuó hasta el derrocamiento de Jabín (Jue 4–5; Sal 83.9).
JABOC Uno de los afluentes orientales más importantes del río Jordán. Nace en el altiplano oriental de las montañas de Galaad, se dirige al nordeste y después al sudoeste hasta desembocar en el río Jordán, unos 37 km al norte del mar Muerto. El profundo valle del Jaboc era una frontera natural entre el territorio de Sehón, rey de los amorreos, y el de Og, rey de Basán (Nm 21.24; Jos 12.2–5; Jue 11.22), territorios estos que más tarde se asignaron a Gad y a la media tribu de Manasés. Fue el sitio del encuentro y la lucha de Jacob con el ángel, y de la reunión de Jacob con Esaú (Gn 32.22; 33.1–20). Hoy se llama Nahr es-zerga.
Una región montañosa por la que fluye el arroyo Jaboc. En este lugar luchó Jacob con un ángel toda la noche (Gn 32.22–32).
JABÓN Pasta que se obtiene de la combinación de un álcali con algún aceite o grasa. Antiguamente también lo había de procedencia mineral. Según Jer 2.22, la capacidad limpiadora del jabón contra toda suciedad es tan grande, que solo las manchas del pecado escapan a su acción. Contra estas impurezas es indispensable el poder de Dios (Is 1.25; Mal 3.2, 3), mediante el sacrificio de Cristo (1 Jn 1.17). Los antiguos utilizaban también la lejía como elemento limpiador (Jer 2.22).
JACÁN (afligido). Un jefe de la tribu de Gad (1 Cr 5.13).
JACINTO Es una variedad del mineral circón que se usa como piedra preciosa. Es de color rojo, aunque puede ser también amarillenta. Aparece en el pectoral del sumo sacerdote (Éx 28.19) y en los cimientos del muro de la Nueva Jerusalén (Ap 21.10). Es además el nombre de un color (Ap 9.17, RV-1909).
JACOB (el que toma por el calcañar o el que suplanta). Padre del pueblo hebreo, cuya vida transcurrió, probablemente, en el siglo XVIII a.C. Fue hijo de → Isaac y → Rebeca y hermano gemelo de → Esaú. Nació como respuesta a la oración de fe de su padre (Gn 25.21). Su historia aparece en Gn 25.21–50.14. Desde antes de nacer, su madre supo, por revelación divina, que en su seno se originarían dos grandes naciones ya divididas entre sí. Esaú nació primero, pero Jacob le siguió asido de su talón (Gn 25.22–26). Según la Ley antigua, la primogenitura le correspondía a Esaú, pero Jacob, con notable astucia, la consiguió de su hermano a cambio de un guisado (Gn 25.29–34; Heb 12.16).
Aconsejado por su madre, Jacob obtuvo con engaño la bendición paterna (Gn 27.1–29), y Esaú, indignado, prometió matarlo (Gn 27.41). Como consecuencia, Rebeca misma se vio obligada a procurar que Isaac enviara a Jacob a Harán, con el pretexto de elegir esposa allí (Gn 27.42–28.5; Os 12.12). Durante su viaje Jacob tuvo una visión que le afectó profundamente: veía una escalera que llegaba hasta el cielo y ángeles de Dios que subían y bajaban. En aquel lugar Dios confirmó a Jacob el pacto con Abraham. Jacob erigió un altar, llamó a aquel lugar → Bet-el (casa de Dios) e hizo voto ante Dios (Gn 28.11–22).
Una vez en Harán Jacob permaneció con su tío Labán, a quien sirvió siete años para poder recibir a Raquel como esposa. Sin embargo, debió trabajar siete años más, Labán le entregó primero a Lea, su hija mayor (Gn 29.9–28). De Lea, Jacob tuvo seis hijos varones: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón, y una hija, Dina; de la esclava de Lea tuvo a Gad y Aser. De la esclava de Raquel tuvo a Dan y Neftalí. Como respuesta divina a los ruegos de Raquel también tuvo con ella dos hijos, José y Benjamín, quienes llegaron a ser los favoritos de Jacob. Todos, excepto Benjamín que nació en el camino de Efrata (Belén) y costó la vida de su madre (Gn 35.16–19), nacieron en Padan-aram (Gn 35.23–26).
Gracias a su astucia, Jacob prosperó tanto que provocó la envidia de los hijos de Labán. Como consecuencia, para zanjar las desavenencias y por indicación divina, se volvió a Canaán, pero Labán lo persiguió y alcanzó. Este le propuso celebrar un pacto (Gn 31), se separaron amistosamente y Jacob pudo proseguir su viaje. Al pasar por Mahanaim le salieron al encuentro ángeles de Dios (Gn 32.1, 2). Por temor de su hermano Esaú, planeó hábilmente el encuentro con él. La noche anterior luchó con el ángel de Jehová y, en consecuencia, obtuvo una bendición. Fue entonces cuando recibió el nombre de Israel, «el que lucha con Dios» (Gn 24.32; Os 12.3, 4), nombre que se perpetuó en «los hijos de Israel» (Gn 42.5; 45.21), y llegó a abarcar a todo el pueblo elegido de Dios. Jacob llamó a aquel lugar Peniel (el rostro de Dios).
Después de su reconciliación con Esaú, Jacob se instaló en Siquem (Gn 33.18), pero debido al ultraje de que fue objeto su hija Dina, y a la consecuente venganza de Simeón y Leví contra la ciudad, tuvo que dejar Siquem. Marchó a Bet-el, donde Dios le confirmó sus promesas (Gn 35.1–15). Después llegó a Hebrón, a tiempo para sepultar a su padre (Gn 35.27–29).
La predilección de Jacob por José y los sueños de este le crearon serios problemas de celos entre sus hijos. Una día los propios hermanos vendieron a José y le hicieron creer a Jacob que había muerto (Gn 37). No sería sino años después, cuando fueron a Egipto debido a una escasez de alimentos, que Jacob y el resto de sus hijos descubrirían que el gobernador de aquella tierra era José (Gn 42–45). Jacob y sus demás hijos se instalaron en la tierra de Gosén, donde vivió diecisiete años más (Gn 46–47.28). Murió cuando tenía más de ciento treinta años, rodeado de sus hijos y después de otorgar a cada uno su bendición (Gn 48 y 49). Lo llevaron a Canaán para sepultarlo en la cueva de Macpela, como siempre deseó (Gn 50.1–14).
El nombre de Jacob aparece en las genealogías de Jesús (Mt 1.2; Lc 3.34). Es muy significativo que se mencione con Abraham e Isaac ocupando un lugar predominante en el Reino (Mt 8.11; Lc 13.28). Los Evangelios Sinópticos registran la mención que Jesús hace de Éx 3.6 (Mt 22.32; Mc 12.26; Lc 20.37). Esteban menciona a Jacob en su discurso (Hch 7.12–15, 46), y Pablo en Ro 9.11–13; 11.26. Finalmente el patriarca aparece en Heb 11.21 como uno de los héroes de la fe.
Otro Jacob, padre de José, aparece en la genealogía de Jesús según Mt 1.16.
JACOB, POZO DE Pozo donde Jesús habló con la samaritana (Jn 4.1–26). Esta es la primera referencia al pozo de Jacob; no se menciona en el Antiguo Testamento.
JACOBO (Iakôbos en griego, Ya˓akob en hebreo, y Iacobus en latín). Nombre propio masculino muy popular en tiempos bíblicos, equivalente a Santiago. El nombre Santiago es una contracción castellanizada de dos palabras latinas, sanctus Iacobus, que quiere decir San Jacobo. Ciertos exégetas identifican a algunos o a todos los Jacobos de 3 a 5 abajo como una sola persona.
1. Hijo de Matán y padre de José el esposo de María (Mt 1.15s; → Genealogía de Jesus).
2. Hijo de Zebedeo y pescador galileo, a quien Jesús llamó (Mt 4.21), junto con su hermano menor Juan para ser uno de los doce apóstoles (Mt 10.2; Mc 3.17; Lc 6.14; Hch 1.13). Con Pedro y Juan, Jacobo integraba un núcleo singular de discípulos presentes en la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5.37//), en la transfiguración (Mc 9.2//) y en la oración en Getsemaní (Mc 14.33). Juntamente con Juan se le apellidó → Boanerges (Mc 3.17) y ambos también recibieron una reprensión de Jesús por su impetuosidad (Lc 9.54). Los dos pidieron un lugar de preferencia en el Reino y Jesús les profetizó que beberían la copa de Él (Mc 10.39), anuncio que se cumplió con la muerte de Jacobo, degollado por Herodes Agripa I, ca. 44 d.C. (Hch 12.2).
Algunos intérpretes, basándose en una comparación de las listas de Mateo 27.56; Marcos 15.40 y Juan 19.25, creen que Jacobo era primo de Jesús; pero esta identificación depende de dos hipótesis dudosas (→ Hermanos de Jesús). La tradición del siglo II le llamó «Jacobo (o Santiago) el Mayor».
3. Hijo de → Alfeo y también uno de los doce apóstoles (Mt 10.3; Mc 3.18//; Lc 6.15; Hch 1.13). Aunque Leví es también llamado «hijo de Alfeo», es probable que su padre sea otro Alfeo y que Leví y Jacobo no fueran hermanos.
A este Jacobo comúnmente se le identifica como Jacobo «el menor», hijo de → María (Mc 15.40). Es evidente que lleva el apodo para distinguirlo (por su estatura o su juventud) de Jacobo el hijo de Zebedeo.
4. Padre (según HA, NVI, pero «hermano» según RV y VM) de Judas (no Iscariote). Excepto su mención en Lucas 6.16 y Hechos 1.13, no se sabe nada de él.
5. Hermano de Jesús, mencionado con sus hermanos (¿menores?) José, Simón y Judas (Mc 6.3//, → Hermanos de Jesús). A juzgar por Mt 12.46–50; Mc 3.31–35; Lc 8.19–21 y Jn 7.5, Jacobo no aceptaba la autoridad de Jesús durante el ministerio de este, pero después de que se le apareció resucitado (1 Co 15.7), llegó a ser un líder importante de la iglesia judeocristiana de Jerusalén (Hch 12.17; Gl 1.19; 2.9).
Evidentemente se le considera apóstol (Gl 1.19) cuyo campo misionero fueron los judíos (Gl 2.9), en especial los de Jerusalén. En esta iglesia madre, Jacobo es la primera de tres «columnas» con quienes Pablo dialogó al principio de su ministerio, y de quienes recibió reconocimiento por su mensaje (Gl 2.7–10). Más tarde ciertos emisarios que reclamaban la autoridad de Jacobo, pero que probablemente exageraban su postura, sugirieron que en la iglesia de → Antioquía los gentiles y los judíos comieran en mesas separadas. Pablo rechazó con vehemencia esta idea (Gl 2.11s).
Hechos 15.1–29 describe el primer → Concilio de la iglesia (cuya relación con los encuentros de Gl 1 y 2 es difícil de precisar). Este concilio se celebró en Jerusalén, y Jacobo lo presidió. En esta ocasión se acordó recomendar a los gentiles recién convertidos ciertas prácticas que facilitaran el compañerismo de mesa con los judeocristianos. Más tarde, Jacobo también sirvió de mediador entre un grupo de judeocristianos que deseaban imponer la Ley Mosaica a todos los cristianos, y el grupo de gentiles conversos, que desde luego no querían aceptar esta obligación. Las simpatías judías de Jacobo se ponen de relieve en la sugerencia que hace a Pablo cuando este visita a Jerusalén por última vez (Hch 21.17–26).
La tradición posterior (Hegesipo, primitivo historiador cristiano ca. 180 d.C.; y el Evangelio según los hebreos, → Evangelios apócrifos) exalta el papel de Jacobo, llamándolo «el justo» y presentándolo como muy reverenciado por su piedad y apego a la Ley. Hegesipo y Josefo (Guerra XX.ix.1) relatan su martirio (ca. 62), lapidado a instigación de los saduceos.
Eusebio de Cesarea cita a Josefo en el sentido de que las miserias y horrores del sitio de Jerusalén se debieron al castigo divino por el asesinato de Jacobo. Escritores posteriores describen a Jacobo como obispo e incluso como obispo de obispos. Según Eusebio, la silla episcopal todavía estaba en exhibición en Jerusalén en el tiempo en que escribía su Historia eclesiástica (en el año 324).
La tradición asigna a Jacobo la paternidad de la carta de → Santiago (Stg 1.1; cf. Jud 1).
Bibliografía:
EBDM IV, col. 473–478. William Barclay, NTC, pp. 16–19. C. Leslie Mitton, The Epistle of James, pp. 219–222.
JAEL Mujer cenea que mató a Sísara, capitán de las fuerzas cananeas derrotadas por → Barac y Débora (Jue 4.17–22). Cuando Sísara pidió asilo en la tienda de Jael, ella le socorrió para después matarlo mientras dormía, cumpliéndose así la profecía de Débora (Jue 4.9). Aunque la traición a un huésped era un crimen contra la ética de la → Hospitalidad, Jael fue alabada en el cántico de Débora por haber dado el golpe de gracia a las fuerzas que oprimían a los israelitas (Jue 5.24–27).
JAFET (ensanchamiento). Hijo de Noé que entró en el arca y se salvó del diluvio juntamente con su esposa. Según Gn 10.21 era menor que Sem, pero de acuerdo con otras citas debía ser el menor de los tres hermanos (Gn 6.10; 7.13; 9.18; 1 Cr 1.4).
Jafet fue padre de las naciones europeas (Gn 10.2–5): los cimeraneos (Gomer), los escitas (Askenaz), los medos (Madai), los moscovitas o eslavos (Mesec), los jonios (Javán), los de Chipre (Quitim) y los de Rodas (Dodanim), entre los mejor identificados. Es notable que el padre de la figura mitológica Prometeo se llamara Iapetos y que los filisteos fueran de raza micena.
La profecía de Noé: «Habite Jafet en las tiendas de Sem» (Gn 9.27), puede entenderse relacionada con los filisteos que invadieron Palestina y ocuparon territorios que Dios concedió a Abraham (→ Sem).
JAH Uno de los nombres de Dios, usado veintitrés veces en el Antiguo Testamento (RV). Posiblemente fuera abreviatura de Jehová (Yahveh). Se halla solo en los Salmos e Isaías. También forma parte de la jaculatoria que tan a menudo se usa en los Salmos: «Aleluya»; constituye la última sílaba.
JAHAT Nombre de cinco hombres en el Antiguo Testamento.
1. Hijo de Reaía descendiente de Judá (1 Cr 4.2).
2. Hijo de Libni (1 Cr 6.20, 43).
3. Hijo de Simei (1 Cr 23.10, 11).
4. Levita de la familia de Coat (1 Cr 24.22).
5. Levita que ayudó a reparar el templo durante el reinado de Josías (2 Cr 34.12).
JAHAZA Ciudad al este del Jordán, posiblemente al norte del río Arnón, donde los israelitas derrotaron a Sehón rey amorreo, cuando este le negó el paso por sus tierras (Nm 21.23, 24; Dt 2.32; Jue 11.20). Fue poblada por la tribu de Rubén (Jos 13.18), pero dada a los levitas de la familia de Merari (21.34, 36).
Posteriormente, Moab la tomó, hasta que Omri la reconquistó para volverla a perder a manos de Mesa, rey moabita, quien la añadió a sus dominios. En tiempos de Isaías y Jeremías era una ciudad moabita y como tal se menciona en las profecías contra Moab (Is 15.4; Jer 48.21, 34).
JAHAZIEL Nombre de cinco hombres en el Antiguo Testamento.
1. Soldado benjamita que se unió al ejército de David en Siclag (1 Cr 12.1–4).
2. Sacerdote que tocaba la trompeta delante del → Arca del pacto cuando se transportaba a Jerusalén (1 Cr 16.6).
3. Levita, tercer hijo de Hebrón (1 Cr 23.19; 24.23).
4. Levita que alentó a Josafat y a su ejército a luchar contra los invasores amonitas, edomitas y moabitas (2 Cr 20.14–17).
5. Jefe de casa paterna que regresó con Esdras de la cautividad (Esd 8.5).
JAHDAI Hombre de Judá. Al parecer, de la familia de Caleb (1 Cr 2.47).
JAHDIEL Jefe de la media tribu de Manasés que vivió en la Transjordania (1 Cr 5.24).
JAIR Nombre de dos personajes del Antiguo Testamento:
1. Hijo de Segub (1 Cr 2.22) y descendiente de Manasés (Nm 32.41; Dt 3.14; 1 R 4.13) que tomó parte en la conquista de la Transjordania. Su heredad estuvo a este lado del Jordán, en la región de Galaad y en la provincia de Argob donde tenía muchas ciudades.
2. Uno de los jueces de Israel, galaadita, que «juzgó a Israel veintidós años» (Jue 10.3). Tuvo treinta hijos y otras tantas ciudades. Murió en Camón (Jue 10.4, 5). No hay información ni valoración de lo que hizo cuando juzgó a Israel.
En 1 Crónica 20.5 y Ester 2.5 se mencionan otros personajes que llevan este nombre.
JAIRO (en hebreo, Jaı́r). Padre de la niña de doce años a la que el Señor resucitó en Capernaum (una de las tres resurrecciones que Jesús realizó). Según Lc 8.41, Jairo era «principal de la sinagoga» (cf. Mt 9.18, 23; Mc 5.22). Entre los ancianos tenía la responsabilidad del orden del culto de los sábados. Pertenecía a una clase que generalmente rechazaba el ministerio de Jesús, pero la grave enfermedad de su hija le impulsó a buscar su ayuda. Aunque la niña murió mientras Jairo buscaba la ayuda de Jesús, este la volvió a la vida.
JANES Y JAMBRES Nombres que se dan en 2 Timoteo 3.8 a los magos que se opusieron a Moisés y Aarón en Egipto (Éx 7.11s,22). Sus nombres no se mencionan en el Antiguo Testamento, pero aparecen en la literatura judía y samaritana del período intertestamentario y en algunas obras no judías como protagonistas de una leyenda (por ejemplo, en el Documento de Damasco). Los nombres asumen la forma de «Yojané y Mamre (o Mambres)» en ciertas versiones.
Algunas tradiciones tienen a Janes y Jambres por hermanos, hijos de Balaam. Para Pablo los nombres de estos evocan metafóricamente las religiones hostiles al evangelio, ilustrado por los falsos maestros del primer siglo.
JAQUÉ Padre de Agur, el sabio que escribió el capítulo 30 de Proverbios (Pr 30.1).
JAQUÍN (ÉL [Dios] establece). Nombre de tres personajes del Antiguo Testamento:
1. Cuarto hijo de Simeón (Gn 46.10; Éx 6.15). No se sabe por qué en Nm 26.12 ocupa el tercer lugar entre los hijos del citado patriarca. En 1 Cr 4.24 sucede lo mismo, e incluso se le llama Jarib en vez de Jaquín; posiblemente sea un error de copista.
2. Sacerdote contemporáneo de David, cuyo nombre se registra en 1 Cr 9.10; 24.7. Su nombre lo escribió Semaías, escriba, en presencia del rey y de los príncipes. Era miembro de la vigesimoprimera división de sacerdotes que servían al templo.
3. Uno de los sacerdotes que regresaron del cautiverio a Jerusalén (Neh 11.10).
JAQUÍN Y BOAZ Dos columnas erigidas por Hiram de Tiro en el pórtico del → Templo de Salomón. La columna derecha era Jaquín y la izquierda Boaz (1 R 7.15–22, 41, 42). En la cabeza de estas dos columnas había un tallado en forma de lirio.
JAREB Descripción simbólica, quizás un apodo, de un rey asirio que recibió tributo de Israel (Os 5.13; 10.6).
JARIB Nombre de tres hombres en el Antiguo Testamento.
1. Hijo de Simeón (1 Cr 4.24), también llamado Jaquı́n (Gn 46.10; Éx 6.15).
2. Jefe de casa paterna en tiempos de Esdras (Esd 8.15–20).
3. Sacerdote que se divorció de su esposa pagana después de la cautividad (Esd 10.18).
JARMUT Nombre de dos ciudades.
1. Ciudad levítica de Isacar (Jos 21.29), también llamada Ramet y Ramot en Jos 19.21; 1 Cr 6.73.
2. Ciudad de los cananeos, cuyo rey se unió a una liga de cinco reyes en contra de Josué (Jos 10.3–5). Lo derrotaron en Gabaón y lo mataron en Maceda (Jos 10.23). Jarmut se identifica con la moderna Khirbet Yarmuk, ubicada 25 km al sudoeste de Jerusalén.
JASÉN Padre de varios de los valientes de David (2 S 23.32). Al parecer es el mismo que en 1 Cr 11.34 se le llama Hasem.
JASER, LIBRO DE Obra citada dos veces en el Antiguo Testamento (Jos 10.13; 2 S 1.17, 18). Parece haber sido una colección de cantos nacionales, histórico-épicos. Sus personajes principales son los héroes de la teocracia y sus temas, las hazañas históricas de estos. El original hebreo del libro desapareció y el que se publicó en el siglo XVIII no debe considerarse auténtico.
JASOBEAM Nombre de dos militares durante el tiempo de David.
1. Uno de los valientes de David, que en una batalla hirió a 300 enemigos (1 Cr 11.11). Fue capitán de «la primera división del primer mes», según el orden de las divisiones que servían al rey (1 Cr 27.2). Aunque el texto presenta dificultades, el Adino de 2 S 23.8, que hirió a ochocientos, parece ser el mismo Jasobeam.
2. Uno de los guerreros benjamitas que se unieron con David en Siclag (1 Cr 12.6).
JASÓN (en griego, portador de salud). Dos personajes del Nuevo Testamento.
1. Judío de Tesalónica, convertido en la primera visita que Pablo hizo a aquel lugar (Hch 17.1–10). Hospedó a Pablo y a Silas y, como consecuencia, cuando los judíos crearon un alboroto, llevaron a Jasón y algunos otros cristianos ante los magistrados. Los acusados quedaron en libertad después de pagar una fianza.
2. Judío cristiano que se hallaba con Pablo en Corinto y saludó a los romanos (Ro 16.21). Probablemente puede identificársele con el primero.
JASPE Piedra preciosa (Éx 28.20; 39.13; Ez 28.13; «ónice» en la Septuaginta; Ap 4.3), variedad del cuarzo, de color, café, amarillo, verde o gris, siempre opaca. El jaspe mencionado en Ap 21.11, 18s parece ser una modalidad del jaspe verde o de la calcedonia.
JASUB Nombre de dos personajes del Antiguo Testamento.
1. Hijo de Isacar y padre de los jasubitas (Nm 26.24). También se le llama Job en Génesis 46.13.
2. Hijo de Bani que se había casado con extranjera (Esd 10.29).
JAVÁN Hijo de Jafet y padre de Elisa, Tarsis, Quitim y Dodanim (Gn 10.2, 4). El nombre Javán corresponde etimológicamente a Jonia, y se utiliza en el Antiguo Testamento para referirse no solo a esa región, sino a toda Grecia. Por esa razón algunas versiones traducen «Grecia» en vez de Javán (por ejemplo, Dn 8.21; Zac 9.13).
JAZER Ciudad de los amorreos conquistada por Israel (Nm 21.32) y asignada a la tribu de Gad (Nm 32.1, 3, 35). Más tarde se constituyó una ciudad levítica para los hijos de Merari (Jos 21.39). Se menciona en el censo de David (2 S 24.5), y de ella vinieron algunos de los «varones fuertes y vigorosos» de David (1 Cr 26.31). Los profetas pronunciaron juicio contra ella como ciudad de Moab (Is 16.8, 9; Jer 48.32).
JEBÚS Nombre de Jerusalén cuando era la ciudad principal de los jebuseos (Jos 18.28; Jue 19.10, 11; 1 Cr 11.4, 5), aunque desde tiempos antiguos la llamaron Usuralim, como muestran las tablas de → El Amarna, 1400 a.C. (Salem; Gn 14.18; → Jerusalén). «El jebuseo» (siempre en singular en el hebreo) descendía del tercer hijo de Canaán entre los heteos y los amorreos (Nm 13.29; Jos 11.3; 15.8; 18.16).
En el tiempo de la conquista, Adonisedec, rey de Jebús, encabezó una confederación contra Gabaón, pero Josué lo derrotó (Jos 10.1ss). Aunque los de Judá quemaron Jebús, los jebuseos volvieron a convertirla en fortaleza (en la colina oriental) y permaneció como tal hasta el tiempo de David (2 S 5.6–9; 1 Cr 11.4–8); este compró la era de Arauna, rey jebuseo (2 S 24.16, 18, 23, 24).
Aunque Jebús fue conquistada, sus habitantes continuaron viviendo en ella. Más tarde se hicieron siervos de Salomón (1 R 9.20, 21). Todavía algunos vivían allí después del cautiverio (Esd 9.1, 2; Zac 9.7; Neh 7.57).
JEDAÍAS Nombre de siete hombres en el Antiguo Testamento.
1. Hijo de Simri (1 Cr 4.37).
2. Sacerdote en Jerusalén (1 Cr 9.10; 24.7).
3. Sacerdote cuyos descendientes regresaron de la cautividad (Neh 7.39).
4. Israelita que ayudó en la reconstrucción de los muros de Jerusalén (Neh 3.10).
5.Sacerdote que regresó de la cautividad con Zorobabel (Neh 11.10).
6. Otro sacerdote que volvió de la cautividad con Zorobabel (Neh 12.7, 21).
7. Uno de los cautivos que regresaron con oro y plata de Babilonia para el templo de Jerusalén (Zac 6.10, 14).
JEDIDÍAS (amado de Dios). Nombre que el profeta Natán le dio a Salomón al nacer (2 S 12.25), como un testimonio de la constante gracia de Dios.
JEDUTÚN Levita, descendiente de Merari, y uno de los directores de música en el tabernáculo durante el reinado de David (1 Cr 25.1). Fue padre de una familia de músicos (1 Cr 25.3, 6) que «profetizaban con arpa, para aclamar y alabar a Jehová» y «con címbalos y salterios ... para el ministerio del templo». Jedutún o sus hijos tuvieron algo que ver con los salmos 39, 62 y 77, de acuerdo con los títulos de estos; quizás con la música.
Aparentemente a Jedutún también lo llamaban → Etán (1 Cr 15.17; cf. 25.1).
JEFE → Capitán.
JEFTÉ Noveno juez de Israel (Jue 12.7), hijo de → Galaad y una concubina (Jue 11.1). Rechazado por los hijos legítimos de Galaad, Jefté huyó a la tierra de → Tob donde reunió una banda. Habiendo sido atacados por los amonitas, los israelitas fueron a pedirle que los comandara en la lucha. Jefté aceptó con la condición de que se le mantuviera como caudillo si derrotaba a Amón (11.7–11). Bajo Jefté los israelitas ganaron la victoria.
Antes de la batalla, Jefté había hecho el → Voto de sacrificar al primero de su casa que saliera a recibirle al regresar (11.30, 31). Grande fue su tristeza cuando su hija única salió a recibirle con panderos y danzas (11.34). Hay diferencia de opiniones respecto de si Jefté realmente cumplió su voto o no, pero el relato bíblico parece indicar que sí lo cumplió. De igual manera, no es unánime la comprensión de la naturaleza del voto. Cuando su hija volvió después de haber «llorado su virginidad» por dos meses con sus compañeras, Jefté «hizo de ella conforme al voto que había hecho» (11.39). Sin embargo, la Escritura no dice si Dios aprobó o no tal sacrificio.
Los efrateos, encolerizados porque los excluyeron del triunfo sobre Amón, amenazaron de muerte a Jefté. Este los derrotó, y a los que procuraban escapar huyendo por los lados del Jordán, los de Galaad los identificaban obligándolos a decir Shibolet, palabra cuya pronunciación correcta les resultaba casi imposible a los efrateos (Jue 12.1–6).
Jefté juzgó a Israel por seis años y lo sepultaron «en una de las ciudades de Galaad» (Jue 12.7).
JEHIEL Nombre de diez u once hombres del Antiguo Testamento.
1. Levita que ayudó a David a transportar el → Arca del pacto a Jerusalén (1 Cr 15.18, 20; 16.5).
2. Levita de la familia de Gersón. Jehiel supervisó el tesoro del templo (1 Cr 23.8; 29.8).
3. Compañero de los hijos de David (1 Cr 27.32).
4. Hijo del rey Josafat (2 Cr 21.2).
5.Hijo de Hemán, cantor en los tiempos del rey Ezequías de Judá (2 Cr 29.14).
6. Levita en tiempos de Ezequías y uno de los mayordomos en el templo (2 Cr 31.13).
7. Oficial de la casa de Dios durante la reforma del rey Josías (2 Cr 35.8).
8. Padre de Obadías (Esd 8.9).
9. Padre de Secanías (Esd 10.2).
10. Sacerdote que se divorció de su esposa pagana después de la cautividad (Esd 10.21).
11. Hombre de la familia de Elam que se divorció de su esposa pagana después de la cautividad (Esd 10.26). Quizás sea el mismo Jehiel del No. 8.
JEHOVÁ Forma en que ha llegado hasta nosotros el nombre propio que los israelitas dieron a Dios. Por reverencia y para no pronunciar el sagrado nombre, los israelitas leían Adonai (→ Señor) o Elohim (→ Dios) donde figuraba el nombre de Jehová. Como las vocales del nombre «Jehová» no se escribían, se perdió la pronunciación propia, y poco a poco se sustituyeron por las vocales de Adonai (a/e-o-a). Así se acuñó la ortografía JeHoVaH, que quedó establecida desde el siglo VI d.C. Hay fundamentos para concluir que la pronunciación original haya sido Yahveh, como escriben algunas traducciones modernas (BC, NC, Str, BJ).
La palabra Jehová deriva probablemente de la raíz hwh o hyh (ser). Se ha traducido como «el que es», haciendo referencia a la eternidad y autonomía del ser de Dios, o «el que da el ser», aludiendo a su calidad de creador. Pero más exactamente debe entenderse como «el que está (presente)», que coincide mejor con la idea bíblica del Dios vivo, que se manifiesta sensiblemente cómo y cuándo lo desea. Esta interpretación coincide, además, con el pasaje de Éx 3.11–15, en el que Dios declara su nombre a Moisés como «Yo Soy» (o «seré» o, según sugerimos: «Yo estoy [o “estaré”] presente»).
Tal vez Éx 6.3 no debe interpretarse en el sentido de que Israel desconocía el nombre de Jehová hasta entonces (lo cual no cuadraría con Génesis 15.7 y 28.13), sino como que todavía no se había revelado su verdadero significado y poder. Dios no se manifiesta aquí como un Dios nuevo o extraño, sino como «Jehová, el Dios de vuestros padres» (Éx 3.15). También se ha especulado sobre si Jehová sería una variante ampliada de formas más breves como → Jah (Gn 15.2; Sal 68.4, etc.), Hallelu-jah, de donde deriva nuestro «aleluya» (alabad a Jah) o Jahu (aparece en nombres compuestos como Jesha-Jahu que significa Isaías, Jehová salva). Pero también es posible que estas sean abreviaciones de Jehová.
El término «Jehová de los ejércitos» (Jehová Tsebaoth) figura 279 veces en el Antiguo Testamento, especialmente en los profetas. Se han propuesto tres interpretaciones para la expresión «los ejércitos»:
1. Los ejércitos de Israel (1 S 17.45; 2 S 6.2).
2. Los ejércitos de estrellas, las huestes de los cielos (Jue 5.20).
3. Las legiones de ángeles y espíritus (Gn 32.1, 2).
En vista de pasajes como 1 S 17.45 muchos se inclinan a creer que la primera alternativa es la más antigua y que las otras fueron aplicaciones del significado del término.
Otras combinaciones del nombre Jehová ayudan a comprender la doctrina bíblica de Dios:
Jehová-melek (Jehová es rey, Is 6.5 y numerosos salmos): Afirma la soberanía y el poder de Dios y la total dependencia de su protección.
Jehová-nisi (Jehová mi bandera, Éx 17.15; cf. Sal 60.4; Is 11.10): Indica que Jehová es la señal de victoria, el poder o el refugio (Septuaginta) de su pueblo en los conflictos.
Jehová-salom (Jehová es paz, Jue 6.24).
Jehová-tsidqenu (Jehová justicia nuestra, Jer 23.6; 33.16).
Todos estos términos señalan a Dios por la actividad redentora y restauradora que lo caracteriza en la relación con su pueblo.
En el griego de la Septuaginta, Jehová se traduce por Kyrios (Señor), término que el Nuevo Testamento adopta generalmente al citar el Antiguo Testamento. Es por eso tanto más significativo que el Nuevo Testamento adscriba a Jesucristo este título en pasajes en que el Antiguo Testamento se refiere a Jehová.
JEHÚ Nombre de cinco personas del Antiguo Testamento.
1. Hijo de Josafat, hijo de Nimsi, y décimo rey de Israel (842–815 a.C.). Durante el reinado de Acab, Jehú fue instrumento de juicio divino sobre la nación. Era comandante del ejército de Joram (hijo de Acab), cuando Eliseo envió a uno de los hijos de los profetas para ungirlo como rey con el mandato de aniquilar la casa de Acab (2 R 9.1–13).
Al llegar a Jezreel, Jehú mató a Joram y a Ocozías, rey de Judá. También mandó echar a Jezabel desde una ventana, y esta murió como lo profetizó Elías (2 R 9.14–37). Exterminó la casa de Acab como Dios le ordenó, pero su celo fue excesivo al matar a todos los siervos de Baal (2 R 10.18–28; Os 1.4).
El celo de Jehú fue más por sí mismo que por Jehová. Continuó el culto a los becerros de oro y, como consecuencia Hazael, rey de Siria, invadió a Israel (2 R 10.31–36). Cierto obelisco negro indica que Jehú pagó tributo a Salmanasar de Asiria para que lo apoyara contra Hazael. La dinastía de Jehú duró cuatro generaciones.
Foto de Howard Vos
El rey Jehú de Israel se postra ante Salmanasar III de Asiria, en este obelisco, o monumento de piedra, descubierto en la antigua Asiria.
2. Descendiente del patriarca Judá (1 Cr 2.38).
3. Benjamita de Anatot que se unió a David en Siclag (1 Cr 12.3).
4. Profeta, hijo del vidente Hanani. Pronunció juicio sobre Baasa y treinta años después sobre Josafat (1 R 16.1–4; 2 Cr 19.2; 20.34).
5. Distinguido simeonita durante el reinado de Ezequías (1 Cr 4.35).
JEMIMA Primera de las tres hijas de Job que le nacieron después de la serie de sufrimientos que padeció y luego de que se le restaurara su prosperidad (Job 42.14).
JERA Tercero de los trece hijos de Joctán (Gn 10.26; 1 Cr 1.20). Su nombre se escribe igual que la palabra hebrea que significa mes (yerah). Posiblemente algunos de los descendientes de Jera se establecieron en el sur de Arabia.
JERAMEEL (Dios es compasivo). Nombre de tres hombres en el Antiguo Testamento.
1. Progenitor de una tribu de Neguev en el sur de Palestina, relacionada con los calebitas y cerca de los ceneos (1 S 27.10; 30.29). Algunos conjeturan que los jerameelitas eran una tribu ajena que más tarde se incorporó a la tribu de Judá. Su genealogía (¿adoptiva?) se encuentra en 1 Cr 2.9, 25–27, 33, 42.
2. Levita, hijo Cis (1 Cr 24.29).
3. Oficial bajo Joacim, contemporáneo de Jeremías (Jer 36.26).
JEREMÍAS (Jehová eleva o Jehová lanza). Nombre de siete personajes bíblicos, de los cuales el más importante es el profeta. Los otros seis se mencionan en 2 R 24.18; 1 Cr 5.24; 12.4, 10, 13; Neh 10.2; 12.1, 34; Jer 35.3.
El profeta Jeremías, uno de los profetas mayores, ejerció su ministerio durante la decadencia y caída del reino del sur, Judá. Profetizó durante el reinado de los últimos cinco reyes de Judá.
Foto de Howard Vos
En la iglesia de San Vitale en Ravena, Italia, se encuentra este tapiz que representa al profeta Jeremías.
Natural de Anatot, población al norte de Jerusalén (Jer 1.1–2), el Señor lo llamó a su servicio allá por el año 627 a.C., en el decimotercer año del reinado de Josías. Seguramente era muy joven, pues su labor duró como cuarenta años, hasta la destrucción de Jerusalén en el año 586 a.C.
El llamamiento de Jeremías es uno de los pasajes más instructivos de su libro. Dios le dijo que desde antes de nacer lo había dado por profeta a las naciones (Jer 1.5). El joven se excusó diciendo que era casi un niño (Jer 1.6), pero Dios le respondió que no lo llamaba ni por su edad ni por sus capacidades sino porque lo había escogido. El Señor entonces lo tocó en la boca (Jer 1.9). Desde ese momento, las palabras del profeta fueron palabras de Dios.
Dada la naturaleza negativa del ministerio de Jeremías, en su libro abundan los mensajes de castigo. Desde el mismo principio fue un mensajero de condenación. Hasta se le prohibió casarse para que pudiera dedicarse de lleno a la tarea de anunciar los juicios de Dios (Jer 16.1–13). No podía experimentar felicidad, porque todo lo opacaba el conocimiento de que Dios estaba a punto de acabar con la ciudad santa y sacar de su tierra al Pueblo del Pacto.
A Jeremías a menudo se le llama «el profeta llorón», pues lloraba mucho por los pecados de su pueblo (Jer 9.1) y lo infructuosa que era su labor. Con el correr de los años y la demora en cumplirse sus profecías, el profeta se quejó amargamente: «Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí» (Jer 20.7). Por mucho que a veces lo deseaba, no podía dejar de proclamar el mensaje de Dios porque «había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos» (Jer 20.9)
Tal como lo anunció tantas veces, Judá recibió castigo por sus pecados y desobediencia. En 586 a.C. Jerusalén cayó y fue destruida, y sus principales ciudadanos fueron deportados a Babilonia. El profeta permaneció en Jerusalén, ya gobernada por un funcionario nombrado por Babilonia.
Más tarde se marchó a Egipto, donde continuó su ministerio (Jer 43–44). Pero no se sabe nada de lo que sucedió durante esos años. (→ Jeremías, Libro de.)
JEREMÍAS, LIBRO DE Libro del Antiguo Testamento que se clasifica entre los profetas mayores y que lleva el nombre de su autor, el profeta → Jeremías, quien ejerció su ministerio en Judá.
Estructura Del Libro
Jeremías tiene 52 capítulos, lo que lo hace uno de los libros más grandes de la Biblia. Básicamente, la primera mitad (caps. 1–25) contiene las profecías de Jeremías en cuanto al castigo que en breve enviará Dios contra Judá por causa de su pecado e idolatría. La segunda mitad (caps. 26–52) contiene algunas profecías, pero el principal énfasis es en Jeremías y sus conflictos con los reyes que gobernaron Judá durante su ministerio. También incluye cerca del final del libro un informe sobre la caída de Jerusalén y los últimos días de Judá como nación (caps. 39–41; 52), además de mencionar la huida a Egipto con otros ciudadanos después de la caída (caps. 42–44).
Por lo que respecta al orden cronológico de sus varias predicciones, el libro de Jeremías es sumamente difícil de ordenar. Aproximadamente la mitad del libro es poesía que consiste en oráculos sobre la calamidad que se avecina, y los lamentos del profeta por ser portador de malas nuevas. Las secciones en prosa, por otra parte, son pasajes narrativos, principalmente de tipo biográfico, aunque también aparecen en ellos algunos discursos proféticos.
El → Texto masorético de Jeremías es mucho más largo que el de la → Septuaginta. Esta omite como la octava parte del contenido que aparece en el texto masorético; a veces omite palabras aisladas, pero en ocasiones omite frases, oraciones y hasta pasajes extensos (por ejemplo, 33.14–26; 39.44–13; 51.44b–49a; y 52.27b–30). También hay variantes en cuanto al orden del material. Merece especial atención la posición relativa de los oráculos contra las naciones. En el texto masorético estos aparecen al final del libro, mientras que en la Septuaginta se han intercalado entre 25.13 y 25.15, y se omite por completo el v. 14.
No hay al presente consenso respecto a la razón de estas divergencias. Unos opinan que tienen su origen en ediciones sucesivas de las obras debidas al propio Jeremías; otros, que el traductor omitió algunos pasajes, especialmente cuando estos estaban repetidos en el original hebreo; otros, que los materiales adicionales que aparecen en el texto masorético son glosas secundarias; todavía otros, que la Septuaginta es traducción de otro texto distinto del texto masorético. Estas opiniones y otras por el estilo manifiestan que en el estado actual de la investigación no tenemos evidencia que nos permita hallar una solución.
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Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
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Primera parte: El llamado de Jeremías (1.1–19)
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I. Llamado de Jeremías 1.1–10
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II. Señales de Jeremías 1.11–16
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III. Certeza de Jeremías 1.17–19
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I. La condenación de Judá 2.1—25.38
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Segunda parte: Las profecías a Judá (2.1—45.5)
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II. Los conflictos de Jeremías 26.1—29.32
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III. La futura restauración de Jerusalén 30.1—33.26
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IV. La presente caída de Jerusalén 34.1—45.5
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I. Profecías contra Egipto 46.1–28
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Tercera parte: Las profecías a los gentiles (46.1—51.64)
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II. Profecías contra Filistea 47.1–7
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III. Profecías contra Moab 48.1–47
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IV. Profecías contra Amón 49.1–6
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V. Profecías contra Edom 49.7–22
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VI. Profecías contra Damasco 49.23–27
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VII. Profecías contra Cedar y Hazor 49.28–33
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VIII. Profecías contra Elam 49.34–39
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IX. Profecías contra Babilonia 50.1—51.64
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I. La captura de Jerusalén 52.1–11
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Cuarta parte: La caída de Jerusalén (52.1–34)
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II. La destrucción de Jerusalén 52.12–23
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III. El cautiverio a Babilonia 52.24–30
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IV. Se libera a Joaquín 52.31–34
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Autor Y Fecha
La historia del profeta Jeremías cubre un lapso de casi cincuenta años, desde su llamado en 627 a.C. (1.1; 25.3, «el año trece de Josías») hasta sus oráculos en Egipto poco después de la tercera deportación a Babilonia en 582 a.C. (43.8–13; 44).
Jeremías es el profeta de cuya vida e intimidad más se conoce. Era hijo del sacerdote Hilcías y descendiente de Abiatar (cf. 1 R 2.26s), quien a su vez era descendiente de Elí, el sacerdote de Silo en tiempos premonárquicos. Su llamado, a temprana edad (1.4–10), confirma en él una profunda vocación.
Con él, la conciencia profética alcanzó su nivel más alto, y se expresó como un constante estar «en la presencia de Dios». Con un temperamento profundamente emotivo como el suyo, y en las condiciones trágicas de su pueblo, la comunión con Dios es una lucha. Jeremías es tierno y sensible por naturaleza, pero su vocación profética lo obliga a una constante denuncia de la desobediencia, idolatría y rebeldía de su pueblo. Declara la destrucción de Judá frente a la fallida reforma deuteronómica bajo Josías. La agonía del ministerio del profeta se refleja en varios pasajes autobiográficos (8.18, 21; 9.1; 15.10; 20.14–18). (→ Jeremías.)
Marco Histórico
Jeremías profetizó bajo cinco reyes, principalmente en Jerusalén, comenzando con → Josías (640–609 a.C.), quien a partir de 627 repudió la política de sumisión a Asiria introducida por su abuelo → Manasés (687–642 a.C.). Seis años después, a raíz del descubrimiento del → Libro de la Ley durante las reparaciones del Templo de Jerusalén, Josías lanzó la → Reforma deuteronómica (612 a.C.), que resultó en la purificación del culto y el repudio de las costumbres cananeas (2 R 23). Al principio Jeremías apoyó la reforma (11.1–8), pero la hipocresía de los líderes religiosos y del pueblo le llevó a repudiarla (8.8–12), y a anunciar finalmente el advenimiento de un Nuevo Pacto basado en una ley escrita no en un libro, sino el corazón del pueblo (31.31–34).
Al morir Josías en la batalla de → Meguido, le sucedió su hijo → Joacaz, también llamado Salum (22.11), quien reinó apenas tres meses hasta que le depuso el faraón → Necao II (2 R 23.31–33). Este puso en el trono a otro hijo de Josías, Eliaquim (también llamado → Joacim, 2 R 23.34; 2 Cr 36.3, 5).
Durante el reinado de Joacim (607–597 a.C.), → Nabucodonosor, príncipe heredero de Babilonia, derrotó a Egipto en la batalla de → Carquemis (605 a.C., cf. Jer 46). Ese mismo año ascendió al trono, y dominó prontamente toda la región (25.15ss), inclusive la ciudad filistea de → Ascalón (47.5–7; Sof 2.4–7), que capturó en 604 a.C. Por tres años Judá pagó tributo a Babilonia, pero cuando Nabucodonosor fracasó en su intento de invadir Egipto en 601 y las tropas babilónicas regresaron a Mesopotamia, Joacim creyó que era el momento oportuno para revelarse contra el Imperio y se negó a pagar tributo (2 R 24.1ss). Tres años después Nabucodonosor, habiendo restaurado su ejército, marchó a Judá para poner fin a la rebeldía.
Jerusalén cayó el 16 de marzo de 597. Para entonces ya Joacim había muerto (22.18; cf. 2 R 24.1ss) y le había sucedido su hijo → Joaquín (también llamado Conías, 22.24 o Jeconías, 24.1), un joven de dieciocho años que solo reinó tres meses (2 R 24.8), aunque según 2 Crónicas 36.9 tenía ocho años y reinó tres meses y diez días. Joaquín tuvo que rendirse y fue llevado cautivo a Babilonia junto con la reina madre, el harén, los cortesanos, la aristocracia, el ejército y la artesanía. Nabucodonosor saqueó tanto el templo como el palacio real y se llevó el botín a Babilonia (2 R 24.10–16).
En lugar de Joaquín, Nabucodonosor colocó en el trono de Judá a Matanías, el hijo menor de Josías, hermano de Joacaz y medio hermano de Josías, a quien se puso por nombre → Sedequías, y quien gobernó por once años del 597 al 587 a.C. (37.1; 2 R 24.17s). Durante su gobierno se dividió la opinión popular. Unos, como el profetas Hananías Ben Azur, favorecían al rey cautivo. Otros, como Jeremías, rechazaban a Joaquín y aconsejaban someterse a Babilonia (22.24–30). A lo largo de su reinado, Sedequías vaciló entre ambas posiciones, situación que se agravó porque el cuerpo diplomático y los oficiales del gobierno habían sido llevados al cautiverio.
Cuando en 591 Sedequías dejó de pagar tributo a Babilonia, los ejércitos de Babilonia pusieron sitio a Jerusalén. El asedio duró dos años. En julio de 587 los caldeos abrieron brecha en los muros e irrumpieron en la ciudad. Sedequías fue capturado mientras trataba de escapar. Lo llevaron prisionero al cuartel general de Nabucodonosor, quien pasó sentencia sobre el infortunado monarca: degollar a sus hijos en su presencia, sacarle los ojos y llevarlo encadenado a Babilonia, donde murió (2 R 25.1–7).
Al mes siguiente, en agosto de 587, por órdenes de Nabucodonosor, los caldeos quemaron Jerusalén, incluso el templo y el palacio real, y arrasaron los muros de la ciudad. A los que habían sobrevivido el sitio y la conquista se los llevaron a Babilonia (2 R 25.18–11), con excepción de los líderes religiosos, militares y civiles, a quienes ejecutaron por órdenes de Nabucodonosor (2 R 25.18–21). Solamente quedaron en Jerusalén «los pobres de la tierra», a quienes se les distribuyeron las tierras (2 R 25.12; Ez 11.15). Nabucodonosor nombró a → Gedalías Ben Ahicam Ben Safán (sobre la tierra), pero no se sabe cuál era su título oficial (40.7; 2 R 25.22). RVR le llamaba gobernador, pero esta designación no tiene base en el texto hebreo.
El monarca babilonio trató bondadosamente a Jeremías, pero el profeta rehusó la oferta de ir a Babilonia. Prefirió quedarse con los que permanecieron en Judá bajo el gobernador Gedalías (40.1–6). Poco tiempo después, Ismael Ben Netanías Ben Elisama, un descendiente de David, pero no de la línea de los reyes de Judá, encabezó un pequeño grupo de conspiradores quienes tras de cenar con Gedalías lo asesinaron así como a la guarnición caldea que le servía (40.13–41.9). Entonces, temerosos de las represalias de Nabucodonosor, muchos de los judíos que quedaban en Judá huyeron a Egipto, donde hallaron refugio entre los judíos que desde hacía mucho tiempo vivían en las riberas del Nilo (43.4–7).
No tardó Judá en sentir el furor de la ira de Nabucodonosor. En 582 un tercer grupo de judíos fue deportado a Babilonia.
Jeremías estuvo entre los que huyeron a Egipto tras el asesinato de Gedalías (42.1–43.7). Allí se pierde su historia. Lo último que sabemos de él es que ministraba a los refugiados, anunciaba que Egipto caería (43.8–13) y reprendía a su pueblo por su persistencia en la idolatría (44.1ss).
Aporte a La Teología
El mayor aporte teológico de Jeremías fue su concepto del nuevo → Pacto (31.31–34). Era necesario un nuevo pacto entre Dios y su pueblo porque este último había violado el anterior. Se necesitaba un pacto nuevo, un pacto de gracia y perdón escrito en el corazón humano, más que un pacto legal grabado en piedra.
Jeremías veía en lontananza el amanecer de una era de gracia en la persona de Jesucristo. Desde ese día «no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado» (31.34). Tan importante es Jeremías 31.31–34 en la teología bíblica que es el pasaje más largo del Antiguo Testamento que se cita en el Nuevo Testamento (Heb 8.8–12).
Otros Puntos Importantes
Jeremías fue un maestro en el arte de utilizar figuras de dicción y lecciones objetivas para hacerse entender. En una ocasión se puso un yugo en el cuello para decir al pueblo de Judá que debían someterse a la inevitable dominación babilónica pagana (27.1–12). Observó a un alfarero rehacer una vasija que se le había dañado y convertirla en una pieza perfecta. Aplicó esta lección a Judá, nación que necesitaba someterse a la voluntad del Divino Alfarero mientras tuviera tiempo de hacerlo, para evitar que Dios la castigara (18.1–11).
Pero quizás la más singular lección objetiva que les dio fue comprar una heredad en Anatot, como cinco kilómetros al nordeste de Jerusalén. Sabía que esa heredad no valdría nada cuando los babilonios se apoderaran de Jerusalén. Con la compra expresaba su esperanza futura. Un día Dios restauraría la nación y volverían a adorar en el templo. Dios le pidió al profeta que pusiera la carta de venta en una vasija de barro para que se conservara, pues un día volverían a comprarse casas, heredades y viñas en aquella tierra (32.15). (→ Jeremías.)
JEREMÍAS, CARTA DE → Apócrifos Del Antiguo Testamento
JEREMOT Nombre de ocho hombres en el Antiguo Testamento.
1. Hijo de Bequer, de la tribu de Benjamín (1 Cr 7.8).
2. Hijo de Bería, de la tribu de Benjamín (1 Cr 8.14). Quizás sea la misma persona llamada Jeroham en 1 Cr 8.27.
3. Levita de la familia de Merari y casa de Musi (1 Cr 23.23), también llamado Jerimot (1 Cr 24.30).
4. Descendiente de Hemán. Fue el jefe del decimoquinto turno de músicos durante el reinado de David (1 Cr 25.22).
5. Hijo de Azriel y jefe de la tribu de Neftalí durante el reinado de David (1 Cr 27.19).
6, 7, 8. Tres judíos que, después de la cautividad, se divorciaron de sus esposas paganas (Esd 10.26, 27, 29). En Esdras 10.29 se le dice Ramot en lugar de Jeremot.
JERICÓ (en hebreo, ciudad de la luna). Ciudad situada en una llanura fértil, 250 m bajo el nivel del mar y 7 km al oeste del Jordán, quizás la más antigua del mundo. La han destruido varias veces y edificado de nuevo.
Aunque los episodios bíblicos en que aparece Jericó son pocos, son importantes; no se menciona en fuentes extrabíblicas antiguas, de modo que es necesario depender mucho de los arqueólogos para obtener información.
Foto de Gustav Jeeninga
El monte de la antigua Jericó. Muchos arqueólogos la consideran el asentamiento más antiguo en Palestina y posiblemente la ciudad más antigua del mundo antiguo.
La ciudad ya existía antes del año 5000 a.C., en tiempos prehistóricos, y cuando más tarde la destruyeron, sobre sus ruinas se construyó ca. 2500 a.C. una nueva ciudad que los arqueólogos han llamado la ciudad A, para distinguir los diferentes estratos. A esta siguió en los 2000–1800 a.C. (Edad de Bronce) la ciudad B, que luego (1800–1750) conquistaran los hicsos, quienes la fortificaron y la agrandaron. Esta fue la ciudad C, la que no obstante, sucumbió en 1550 a.C. frente a los embates de un enemigo, probablemente un faraón de Egipto.
Cuarenta años más tarde se comenzó la reconstrucción y se estableció la ciudad D, que los arqueólogos la han considerado como la Jericó de Jos 6. Sin embargo, las conclusiones referentes al tiempo de la destrucción por Josué no concuerdan entre sí. La fecha de esta hazaña que describe la Biblia es en realidad una de las más discutidas. Watzinger y Sellin, cuyas excavaciones datan de 1907–1909, fecharon la conquista de esta ciudad D en el año 1600 a.C., afirmando que en el tiempo de la invasión israelita Jericó era un montón de ruinas. Según la opinión de Garstang, que en 1930 continuó las excavaciones, la destrucción de Jericó debe haberse producido entre 1400–1375 a.C. En 1952–1957 las nuevas investigaciones realizadas por Kathleen Kenyon parecen confirmar que Jericó era muy pequeña en los siglos XIV y XIII a.C.
No obstante la maldición de Josué (Jos 6.26), Jericó, conocida como «la ciudad de las palmeras», todavía estaba habitada en el tiempo de los jueces y Eglón, rey de los moabitas, la conquistó (Jue 3.13). También en el tiempo de David existía allí una pequeña población (2 S 10.5), aunque ya no era más que un centro de comercio para las caravanas. Durante el reinado de Acab (874–854 a.C.), Hiel de Bet-el emprendió una nueva fundación de la ciudad y continuó con la obra aunque al echar el cimiento perdió a su primogénito y, al poner las puertas, a su hijo menor (1 R 16.34; cf. Jos 6.26).
En tiempos de Elías y de Eliseo, Jericó era un centro de actividad profética (2 R 2.5); y en la época macabea fue de nuevo fortificada por Báquides.
Cuando en el siglo I a.C. Herodes el Grande levantó a 2 km más al sudeste de las colinas → Tell Es-sultán (niveles A-F) la nueva ciudad, y la embelleció con palacios, teatros, hipódromos, parques y acueductos, la llanura de Jericó ya era famosa por sus palmeras de dátiles, sus productos de miel, aceite y especias aromáticas. Gracias a su clima benigno en invierno, Herodes eligió este valle para su residencia invernal.
De las repetidas visitas que sin duda Jesús hizo a esta ciudad de renombre mundial, los evangelistas registran especialmente el encuentro con el publicano → Zaqueo (Lc 19.1–10) y la curación del ciego → Bartimeo (Mc 10.46–52//).
Los arqueólogos han excavado a Jericó en varias ocasiones. La primera excavación grande la realizó una expedición conjunta austro-alemana bajo la dirección de Ernst Sellín y Carl Watzinger en 1907–1909 y otra vez en 1911. El británico John Garstang excavó también de 1930 a 1936 y creyó hallar evidencia de la destrucción de Jericó tras el ataque de Josué. Sin embargo, la también británica Kathleen Kenyon (1952–58), quien uso los métodos más avanzados de su época, halló evidencias que parecen contradecir las opiniones de Garstang. Sus hallazgos parecen indicar que quedó muy poco de la ciudad que conoció Josué. Pero quizás el hallazgo más espectacular de la Kenyon fue un sistema de defensa que incluye una torre construida allá por el 7000 a.C.
JERJES → Asuero.
JEROBAAL → Gedeón.
JEROBOAM (el pueblo aumenta). Nombre de dos reyes del reino del norte de Israel.
1. Primer rey de Israel después de la separación de Judá (931–910 a.C.). Era efrateo, hijo de Nabat y la viuda Zerúa. Se destacó en la construcción de → Milo y llegó a ser superintendente de la obra. Se rebeló contra Salomón por las injusticias y la opresión económica y tuvo que huir a Egipto. Camino a Jerusalén el profeta Ahías le reveló que Dios le quitaría diez tribus a Salomón por su pecado y se las entregaría a él (1 R 11.29–35). Una vez que muere Salomón, regresa de Egipto y estuvo entre los que pidieron a Roboam que aliviara las cargas que su padre impuso. Cuando Roboam rechazó la petición, las diez tribus se rebelaron y proclamaron a Jeroboam rey en Siquem (1 R 12.12–20). Solamente Judá permaneció con «la casa de David» (1 R 12.20).
Jeroboam fue agente del juicio de Jehová contra Judá, pero fue presa de la ambición personal. Tuvo éxito en la revolución, pero su fracaso en el establecimiento de una dinastía, señala que dependía más de su personalidad que de principios.
Los dos pueblos que surgieron de la división a menudo estaban en guerra entre sí. Tal fue el odio que surgió entre ambos que la nación del norte no tenía acceso al templo y su culto. Por tanto, para que el pueblo no regresara a Judá por razones religiosas, Jeroboam hizo → Becerros de oro y los colocó en Dan y Bet-el. Estos becerros, hechos como símbolos de la presencia y poder de Jehová, llegaron a ser ídolos en la mente del pueblo. Para mantener la religión independiente de Jerusalén, Jeroboam nombró sacerdotes que no eran de la tribu de Leví. Así Jeroboam «hizo pecar a Israel» y aun otros reyes anduvieron en «el pecado de Jeroboam». Por haber imitado a los pueblos fronterizos en sus prácticas idolátricas, Jeroboam fue amonestado (1 R 13.1, 2; 14.7–12).
Foto de Howard Vos
Restos de una casa en Tirsa, la ciudad que sirviera como capital del reino del norte de Israel bajo Jeroboam (1 R 14.17, 18).
2. Jeroboam II. Decimotercer rey de Israel, hijo y sucesor de Joás (ca. 793–753). Aprovechó las victorias de su padre, el estado débil de Siria y la preocupación de Asiria con Armenia, y extendió las fronteras del reino hasta Hamat y Damasco. Así cumplió la profecía de → Jonás (2 R 14.23–29).
El hecho de que los israelitas cobraran tributo, en vez de pagarlo como antes, trajo gran prosperidad a la nación. Pronto se dieron los extremos de lujo y de pobreza. Los ritos en los santuarios de los becerros de oro ocuparon el lugar de la justicia y la misericordia. El pueblo confiaba en su éxito material y se olvidaba de Dios. Por todos estos pecados Amós profetizó contra los poderosos que vivían en las ciudades y en particular contra los gobernantes (Am 2.6, 7; 5.21–24; 6.1–8; 7.10–17).
JEROHAM Nombre de varios hombres en el Antiguo Testamento.
1. Levita, abuelo del profeta Samuel (1 S 1.1).
2. Benjamita jefe de familia (1 Cr 8.27).
3. Benjamita (1 Cr 9.8). Quizás sea el mismo del No. 2.
4. Sacerdote de Jerusalén (1 Cr 9.12).
5. Benjamita de Gedor (1 Cr 12.7).
6. Padre de Azareel (1 Cr 27.22).
7. Padre de Azarías (2 Cr 23.1).
8. Padre del sacerdote Adaías (Neh 11.12). Quizás sea la misma persona del No. 4.
JERUSALÉN Ciudad principal de la Tierra Santa, sagrada para cristianos, judíos y mahometanos. Aunque su importancia en la historia de Israel data desde el tiempo de David (ca. 1000 a.C.), Jerusalén existió desde muchos siglos antes, pues se menciona en los textos egipcios del siglo XIX a.C. En ella Abraham dio los diezmos a Melquisedec (Gn 14.18–20) y allí pasó la gran prueba de su fe (Gn 22; 2 Cr 3.1).
Nombres
Jerusalén ha tenido varios nombres durante su larga historia. El más antiguo que se conoce es «Urushalim», que significa «fundación de Shalem». Shalem era el dios de la paz y la prosperidad para los amorreos. Esta relación con los amorreos se refleja en Ez 16.3, además de que las consonantes de Shalem componen también la palabra hebrea shalom (paz). Jerusalén era «la ciudad de paz» (Heb 7.2). En el Antiguo Testamento Jerusalén se llama primeramente Salem (Gn 14.18), y luego, en la época de los jueces, Jebús (Jue 19.10s). Desde que David la conquistó su nombre principal ha sido Jerusalén, aunque se conoce también por «Sion», «Moriah», → «Ciudad de David», «Ariel», «la ciudad del Gran Rey», y «la Ciudad Santa».
La Cúpula de la Roca en Jerusalén, una estructura islámica construida en el siglo VII d.C. Algunos eruditos consideran que su ubicación es la misma a la del templo original de Salomón.
Descripción General
Situada sobre una serie de colinas en la cordillera central de Palestina, Jerusalén tiene una altura de 700 m sobre el nivel del mar Mediterráneo (50 km al oeste) y 1.145 m sobre el mar Muerto (32 km al este). Domina los antiguos caminos desde Siquem hasta Hebrón y desde el valle del Jordán hasta el Mediterráneo.
El valle de → Hinom al sudoeste y el valle del → Cedrón al este circundaban y defendían naturalmente a Jerusalén. Solamente por el norte se unía con la región montañosa y por tanto era más vulnerable en este lado. El valle del Tiropeón, que atraviesa la ciudad desde el norte (cerca de la puerta de Damasco), hasta el sudeste donde se une con los otros dos valles, dividía la ciudad en dos colinas. Ambas colinas tenían cortes transversales, pero a lo largo de tantos siglos de ocupación la topografía ha cambiado y estos cortes y el valle del Tiropeón están casi rellenados ahora.
La colina del sudeste, la más baja, era el sitio de la antigua fortaleza de los jebuseos, llamada Sion. La ciudad se extendía hacia el norte y el oeste. La colina del nordeste es el Monte del Templo. Hasta el fin del siglo XIX d.C. se creía que la colina del sudoeste, la más alta de Jerusalén, era la Sion de David, pero las investigaciones arqueológicas indican que no tuvo murallas sino hasta mucho más tarde, probablemente hasta el tiempo de los macabeos.
Al este del Cedrón está el monte de los Olivos. Frente al monte Moriah queda el huerto de Getsemaní, y al sudeste de la ciudad, donde se unen los valles, se encuentra el lugar llamado «el huerto del rey» (Neh 3.15). Todavía más abajo se halla la fuente de → Rogel, y en la boca del Tiropeón, entre Sion y la colina del sudoeste, está el estanque de → Siloé. A los lados de los valles del Cedrón y del Hinom hay muchas cuevas y tumbas subterráneas.
Excavaciones Arqueológicas
Desde 1967–70, cuando Carlos Warren, inglés, excavó en las orillas del Monte del Templo, se han realizado varias excavaciones en Jerusalén, pero numerosas dificultades han impedido que estas brinden mucha información. La ocupación actual limita los sitios disponibles, y las muchas destrucciones y el reempleo de las piedras de construcción reducen el material obtenible. Recientes excavaciones, en las que se han aplicado las mejores técnicas arqueológicas, han proporcionado más datos fidedignos.
Una estrecha y tortuosa calle en la sección de la ciudad antigua de Jerusalén, un lugar que sorprende a los turistas modernos que visitan el área.
Jerusalén En La Edad de Bronce
Los primeros habitantes de Jerusalén vivían en la colina sudeste de la ciudad, debido a la cercanía de la fuente de Gihón. Se ha encontrado cerámica que comprueba que la ciudad estaba habitada durante los milenios tercero y cuarto a.C.
Los acontecimientos de Génesis 14 indican que había una población en Jerusalén en el tiempo de Abraham. El valle de Save (Gn 14.17) puede ser «el huerto del rey» al sudeste de la ciudad. El sitio del templo se identifica con el lugar en que Abraham iba a sacrificar a Isaac (2 Cr 3.1), que en aquel entonces quedaría en las afueras de la ciudad. Más tarde, en la Edad de Bronce Reciente (ca. 1500 a.C.), los hurritas entraron en Palestina. Las cartas de → Amarna indican que la Jerusalén hurrita era vasalla de Egipto.
Según Josué y Jueces, Jerusalén era una fortaleza jebusea cuando los israelitas entraron en la tierra prometida. En el lado este de la colina del sudeste los arqueólogos han encontrado restos de murallas que datan de 1800 a.C. La muralla de entonces y la de los jebuseos encerraban solamente la colina del sudeste (unas cuatro hectáreas); sus enormes rellenos y una serie de terrazas hasta la cumbre hacían posible el acceso a la fuente de Gihón (la única además de Rogel que quedaba más abajo) aun en tiempos de sitio. Se ha encontrado una serie de túneles hechos en la roca con este fin (cf. 2 S 5.6ss).
Adonisedec, rey de Jerusalén, dirigió una confederación contra Josué (Jos 10.1–5), pero murió en su intento. Según Jue 1.8, Judá y Simeón capturaron a Jerusalén, pero los jebuseos la ocuparon de nuevo y habitaron junto con los israelitas (Jos 15.63; Jue 1.21). Es probable que los israelitas ocuparan una parte fuera de las murallas.
Desde David Hasta El Cautiverio
Cuando lo coronaron rey de todo Israel, David trasladó la capital del reino de Hebrón a Jerusalén e hizo de esta el centro político y religioso de la nación. Fue un astuto acto estratégico porque Jerusalén controlaba la ruta central de Palestina, y su ubicación en la frontera entre Benjamín y Judá evitó celos entre los dos y ayudó a unificar el país.
La Jerusalén del tiempo de David no era grande. Habiendo dedicado tanto tiempo a sus conquistas, David no pudo hacer muchas construcciones; sin embargo, hizo más fuerte la ciudad. No se sabe qué haya sido el → Milo de 2 S 5.9 pero, puesto que Milo significa «relleno», quizás se refiera al gran relleno al lado este donde la muralla se acercaba a la fuente de Gihón. David construyó su palacio, probablemente cerca del extremo sur de la colina (Neh 12.37), con la ayuda de artesanos enviados por Hiram, rey de Tiro (2 S 5.11). Muchos de los sucesos relatados en 2 Samuel ocurrieron aquí. Los sepulcros de David probablemente se hallaban al lado sudeste de la colina (1 R 2.10; Neh 3.16).
Aunque David había llevado el arca a Jerusalén y la había puesto en una tienda, le tocó a Salomón construir el → Templo, el cual fue su obra más importante (1 R 6). Lo construyó en la colina del nordeste y al sur del templo construyó su palacio (1 R 7.1). Además, hizo «la casa del bosque del Líbano» y otras construcciones (1 R 7.2–12).
Con la división del reino, Jerusalén quedó más vulnerable, pues estaba casi en la frontera de Judá con Israel. En los años siguientes sufrió continuos ataques de afuera. Los egipcios saquearon el palacio y el templo (1 R 14.25s) durante el reinado de Roboam (925 a.C.); bajo Amasías, el reino del norte invadió y derrumbó parte de las murallas (2 R 14.11–14; 2 Cr 25.21–24), las cuales Uzías reparó más tarde (2 Cr 26.9). Durante el reinado de Ezequías los asirios conquistaron casi toda Judá menos Jerusalén (701 a.C.), que se salvó por intervención divina (2 R 18.13–19.37; 2 Cr 32.1–22; Is 36s).
Antes del sitio de los asirios, Ezequías había hecho un túnel para llevar agua desde la fuente de Gihón, a través de la colina, unos 600 m, hasta el estanque de Siloé situado al lado sudeste de la colina del sudeste (2 R 20.20; 2 Cr 32.30). Fue una gran hazaña de ingeniería antigua. En 1880 se encontró en el túnel una inscripción contando cómo los dos equipos de obreros, trabajando uno de cada lado, se encontraron en el centro.
En 609 a.C., Necao, faraón egipcio, se posesionó de Jerusalén y puso a Eliaquim en el trono (2 R 23.33–35), pero en 605, Nabucodonosor, rey de Babilonia, la conquistó de nuevo (2 Cr 36.10; Dn 1.1s). Al fin, en 586 a.C., los babilonios quemaron el templo, destruyeron la ciudad y llevaron cautiva a toda la población excepto algunos agricultores (2 R 25; 2 Cr 36.17–21). Durante el cautiverio babilónico Jerusalén quedó muy abandonada. Aun el centro del gobierno provincial se trasladó a Mizpa (2 R 25.23; Jer 40.5, 6).
Es difícil determinar la extensión de Jerusalén durante la monarquía, pues el texto bíblico no la define. Las murallas en el tiempo de Salomón seguramente encerraban solo las colinas del sudeste y del nordeste. En los tiempos de Ezequías había un nuevo barrio al oeste del templo encerrado por la llamada «primera muralla» (2 R 14.13).
Foto de Ben Chapman
La moderna ciudad de Jerusalén, mostrando la Cúpula de la Roca y el monte donde se construyó el templo de Salomón. La elevación observada en la distancia es el lugar del monte de los Olivos.
El Período Del Segundo Templo
Los escritores judíos llaman período del segundo templo al tiempo desde el regreso del cautiverio (536 a.C.) hasta la destrucción del templo en 70 d.C. Con el edicto de Ciro muchos judíos regresaron a Jerusalén y empezaron a reconstruir la ciudad y el templo; Hageo y Zacarías animaron a la gente y el templo se terminó en 520 a.C.
A mediados del siguiente siglo → Nehemías dirigió la reconstrucción de las murallas. Aunque los detalles topográficos que da Nehemías (2.12ss; 3.1–32) son los más específicos del Antiguo Testamento, los eruditos difieren mucho en sus esquemas de las murallas y sus puertas. La ciudad era muy pequeña y la colina del sudeste se redujo porque la muralla del este se construyó en la cresta de la colina en vez de al lado. Puesto que el túnel de Ezequías llevaba agua al estanque de Siloé, no era necesario acercarse a Gihón. Los arqueólogos han encontrado restos de esta muralla que medía 2, 75 m de grueso.
La conquista de → Alejandro Magno en 332 a.C. y el dominio de los tolomeos no cambiaron notablemente la vida de Jerusalén. El punto decisivo fue el dominio de los seléucidas de Siria en 193 a.C. Estos influyeron culturalmente hasta el grado de dar a Jerusalén un carácter helenista y causaron divisiones entre los judíos.
Antíoco IV, Epífanes, se aprovechó de las facciones judías para saquear y profanar el templo y convertirlo en un santuario de Zeus. La persecución que siguió provocó la rebelión de los macabeos, quienes de nuevo establecieron el culto a Jehová (167 a.C.) y echaron a los sirios de su fortaleza (Aora) situada al sur o sudoeste del templo.
En la época de los macabeos y asmoneos hubo tiempos de conflicto y gran crueldad, pero también fue un período de expansión para Jerusalén, especialmente en el valle del Tiropeón y la colina del sudoeste. Los asmoneos edificaron un palacio, un puente sobre Tiropeón y varios muros. Ya en este tiempo la colina del sudoeste formaba parte de la ciudad.
Jerusalén cayó en manos de los romanos en 63 a.C. y → Herodes, nombrado rey en 37 a.C., inició grandes construcciones. Su primer proyecto fue la fortaleza → Antonia al noroeste del templo. Después reparó los muros y construyó en la colina del sudoeste un palacio fortificado con tres torres, el xystus o plaza abierta para acontecimientos atléticos, un gran puente sobre el Tiropeón, un anfiteatro y un teatro. Sobre todo, reedificó el templo y extendió su plataforma al sur y al este por medio de grandes rellenos y construcciones sobre un complejo de arcos y pilares. El nivel debajo del pavimento se llama hoy día «los establos de Salomón».
Cuando dedicaron al niño Jesús en el templo (Lc 2.22s), lo llevaron a la Jerusalén construida y gobernada por Herodes, pero cuando la sagrada familia regresó de Egipto, el rey era Arquelao, hijo de Herodes (Mt 2.22). Desde 6 d.C. Judea quedó directamente bajo procuradores romanos, entre los cuales figuró Pilato. Los Evangelios Sinópticos mencionan solo una visita de Jesús a Jerusalén, Jesús lloró por ella y predijo su destrucción (Lc 19.41–44; cf. el discurso escatológico, Mc 13.1ss//). El Evangelio de Juan, por su parte, relata varias visitas de Jesús a la capital en ocasión de fiestas religiosas.
Algunos de los lugares mencionados en los Evangelios, como el templo, el estanque de → Betesda, el estanque de Siloé y el tribunal de Pilato (en la Antonia), se pueden identificar con certeza, pero para los demás es necesario depender de la tradición eclesiástica. El hecho de que la actual Vía Dolorosa quede hasta 6 m sobre el nivel de las calles del tiempo de Cristo indica la dificultad de ubicar los lugares con exactitud. La validez de la Basílica del Santo Sepulcro como lugar de la crucifixión y sepultura de Cristo se ha discutido porque está dentro de la ciudad actual. Sin embargo, es probable que este lugar quedara fuera del muro en el tiempo de Cristo. Algunos prefieren ver el lugar de la crucifixión y de la sepultura en un sitio más al nordeste donde están la tumba del huerto y el llamado → Calvario de Gordon. No obstante, el sitio tradicional todavía es el más aceptado.
Por un tiempo después de la ascensión de Jesús, los discípulos se reunían y predicaban en los recintos del templo. Varios sucesos del libro de los Hechos tuvieron lugar en Jerusalén, y durante los años 30–70 hubo bastante agitación política en la ciudad. Algunos procuradores, como Agripa I, quien construyó la llamada tercera muralla, favorecieron a los judíos, pero otros los provocaron. Bajo el liderazgo de los zelotes, los judíos declararon la guerra a Roma (66 d.C.) y los sitiaron en Jerusalén. Finalmente en 70 d.C. las tropas romanas, bajo Tito, destruyeron a Jerusalén junto con su templo y mataron millares de judíos.
Foto: Museo bíblico de Amsterdan
Un dibujo artístico de la posible apariencia de Jerusalén en tiempos del Nuevo Testamento. El hermoso templo que Herodes construyó aparece dentro de la estructura amurallada en primer plano.
Jerusalén Desde 70 D.C.
Desde entonces Jerusalén ha tenido una historia variada y la han disputado muchas veces. Después de aplastar la última rebelión judía en 132–135, Adrián convirtió a Jerusalén en una colonia romana, le cambió el nombre a Aelia Capitolina y redujo su tamaño, especialmente al lado sur. Bajo Constantino, el nombre de Jerusalén se restauró y llegó a ser importante para los cristianos. La ciudad cayó en manos de los mahometanos en 636 d.C. y en 691 se construyó sobre el sitio del templo la Cúpula de la Roca o Mezquita de Omar que permanece hasta hoy. Los cruzados reconquistaron Jerusalén por un tiempo en los siglos XII y XIII, pero la perdieron en 1291. Los turcos construyeron las murallas actuales en 1542.
La Jerusalén moderna consiste de la vieja ciudad (dentro de las murallas turcas) y las partes nuevas al norte y oeste. Abundan las iglesias (católicas y ortodoxas) edificadas sobre los lugares santos. El establecimiento de Israel como nación independiente y la unificación de Jerusalén bajo el dominio judío en 1967 cobran gran importancia a la luz del papel que esta ha de desempeñar, según las profecías, durante los últimos días y el reino mesiánico.
Foto de Ben Chapman
Una vista de la moderna Jerusalén, mostrando la mezquita al-Aqsa (derecha) y excavaciones del tiempo de Herodes en primer plano.
La Nueva Jerusalén
Parece enigmático el hecho de que la ciudad que el Dios de paz escogió sea un lugar tan disputado. El Nuevo Testamento distingue entre la Jerusalén terrenal y la que desciende de Dios, una Jerusalén nueva que es figura de la Iglesia triunfante (Gl 4.26; Heb 12.22s; Ap 3.12; 21.1–22.5). Esta nueva Jerusalén es figura de la Iglesia gloriosa y del Reino perfecto de Dios.
JESÚA Forma tardía de → Josué. Son varios los personajes bíblicos de ese nombre.
1. Levita contemporáneo del rey Ezequías (2 Cr 31.15).
2. Miembro del grupo de levitas que regresó del cautiverio y supervisó la construcción del templo (Esd 2.40; Neh 7.43). Tomó parte en la explicación de la Torá (Neh 8.7), en la dirección del culto (Neh 9.4) y en la confirmación del pacto (Neh 10.9).
3. Sumo sacerdote («Josué» de Hag 1.1) en el tiempo de Esdras y Nehemías (Esd 2.2; 3.2, 8; Neh 12.1).
4. Varón de Pahat-moab cuyos descendientes regresaron de Babilonia con Zorobabel (Esd 2.6; Neh 7.11).
5. Padre de Jozabad (Esd 8.33).
6. Padre de Ezer, uno que ayudó en la reparación de los muros de Jerusalén (Neh 3.19).
7. Nombre del jefe de la novena compañía de sacerdotes en el tiempo de David (1 Cr 24.11; Esd 2.36; Neh 7.39).
8. También hay referencias a uno o más levitas de este nombre en Nehemías 8.7; 9.5; 10.9; 12.8, 24.
Jesúa es también el nombre de una población en el sur de Judá, habitada por los hijos de Judá al regresar del cautiverio (Neh 11.26). Quizás corresponde a la «Sema» de Josué 15.26.
JESUCRISTO Nombre personal y título (cf. el orden inverso frecuente en los escritos paulinos) dado al Salvador. De sus dos elementos, el nombre «Jesús» (transcripción griega del hebreo Yeshuá, que significa Jehová es ayuda o salvación; cf. Mt 1.21) era uno de los más populares entre los israelitas. Entre los personajes bíblicos que lo llevaron también están: → Josué; Jesúa; Jesús Ben-Sirá (Eclesiástico 50.29); Jesús → Barrabás (Mt 27.16s en muchos manuscritos); y Jesús llamado Justo (Col 4.11). El título «Cristo», que significa «ungido» (lo mismo que la palabra hebrea «Mesías»), señala que este Jesucristo en particular es el ungido de Dios.
Fuente de Información
Aunque Jesús de Nazaret no dejó escrito alguno, mucho se sabe de su vida y enseñanza. De fuentes no cristianas obtenemos muy pocos datos, debido a que los escritores gentiles (griegos y romanos) tenían poco interés por los acontecimientos de Palestina y hacia los judíos solo sentían desprecio. Por su parte, los judíos del siglo I d.C. parecen haber callado a propósito su conocimiento del cristianismo naciente y de su fundador. Sin embargo, los escasos testimonios que nos han llegado bastan para confirmar la indudablemente existencia histórica de Jesucristo.
Los historiadores romanos Suetonio y Tácito se refieren a los seguidores de Cristo (o «Cresto», como algunos suponían); y Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, escribió una carta al emperador para consultarle con respecto a cómo tratar a los cristianos (ca. 112 d.C.). Entre los testimonios de origen judío, hay ciertas tradiciones aceptables acerca de Jesús y sus seguidores, pero es evidente en muchas de ellas un barniz anticristiano que las desfigura. Los escritos de Flavio Josefo mencionan a Juan el Bautista y al sumo sacerdote Anás, nieto del Anás de los Evangelios, quien «hizo comparecer ante el sanedrín a unos cuantos, entre ellos a una persona llamada Santiago, hermano de aquel Jesús que se llamó Cristo». «A Santiago», continúa, «el sanedrín le condenó a morir apedreado» (Antigüedades XX.ix.1. ca. 93 d.C.). Otros pasajes en Josefo que mencionan a Jesucristo parecen ser espurios (XVIII,iii.3).
Las fuentes cristianas más antiguas son las cartas de Pablo (51–67), quien, sin conocer personalmente a Jesucristo, se familiarizó con sus actividades y sus dichos, de acuerdo con la → Tradición oral. Los datos acerca de Jesucristo que nos proporcionan sus cartas son muy escasos y se concentran en la pasión y resurrección, pero revelan la estabilidad de la tradición aun antes de consignarse por escrito. Las fuentes más completas son los cuatro → Evangelios (publicados entre 68–96), que se fundamentan en el testimonio de los discípulos inmediatos a Jesucristo y en la primitiva catequesis cristiana. Aunque el propósito de los evangelistas no fue en primer término biográfico, nos proporcionan relatos históricamente fidedignos (Lc 1.1–4), no desfigurados por la evidente intención teológica de cada autor.
En otros libros del Nuevo Testamento, fuera de los Evangelios canónicos, se han conservado también ciertas palabras auténticas de Jesús (por ejemplo, Hch 20.35), pero la autenticidad de otros dichos (Ágrafa) consignados en los Evangelios Apócrifos o en otros escritos poscanónicos, como algunos papiros gnósticos, es cuando menos discutible.
Foto: Servicio fotográfico Levant
Sembrados en terrazas en la falda de una colina en las afueras de Belén, la aldea judía en donde nació Jesús, en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento.
Cronología
Puesto que Jesús nació antes de la muerte de → Herodes el Grande (4 a.C.) y por el tiempo del censo de → Cirenio, de fecha discutida (entre 9–4 a.C.), la fecha asignada al nacimiento oscila entre 7 y 4 a.C. Por consiguiente, la era cristiana, fijada por cálculos hechos en el siglo VI, debe adelantarse indudablemente algunos años.
El inicio del ministerio de Juan el Bautista, según Lucas 3.1, se fecha en el año 15 del imperio de Tiberio. Esto nos lleva a los años 26–29 d.C. (debiéndose la variación a la forma de hacer el cómputo que Lucas usara). Meses después de la aparición de este precursor, Jesucristo comenzó su ministerio. Al informarnos el evangelista que «tenía, al comenzar, unos treinta años» (Lc 3.23), nos está dando una edad aproximada (esta edad representa la madurez [Testamento de Leví 2], sobre todo la del Rey davídico, 2 S 5.4). Sin embargo, no andaba muy lejos de la edad exacta. Si se toma el fin del año 27 como inicio de la obra pública, encontramos apoyo en el dato de Jn 2.20, según el cual habían transcurrido, cuando la primera Pascua del ministerio público de Jesucristo, 46 años desde el comienzo de la edificación del templo herodiano (20/19 a.C.).
Hay diversas opiniones acerca de la duración de la actividad pública del Señor. La teoría de un solo año es insostenible si se basa en Lc 4.19 («un año de gracia del Señor»), además de que Marcos, el primero de los Evangelios, no relata sucesos que no cabrían en el marco de doce meses. En cambio, Lc 13.1–5 parece describir hechos ocurridos en una Pascua anterior a la de la Pasión con lo que nos da a entender que el ministerio duró por lo menos dos años. Del Evangelio de Juan, que da cuenta de tres Pascuas descritas durante la actividad pública de Jesucristo, se deduce con seguridad que duró al menos dos años y algunos meses. Si la fiesta indeterminada de Jn 5.1 es también de la Pascua, podríamos añadir un año más a la duración, pero esta hipótesis tropieza con varias dificultades exegéticas. De todos modos, el género literario de los Evangelios no nos permite esperar que los datos cronológicos sean exactos; solo podemos concluir que es posible que el ministerio haya durado dos años (o bien tres años) y unos meses.
La fecha de la muerte de Jesucristo depende, no tanto de los factores anteriores, como de otros de carácter técnico. En resumen, el viernes de la crucifixión (en esto concuerdan los cuatro Evangelios), que sería el 14 de nisán (según el Evangelio de Juan: la preparación de la Pascua) o el 15 de nisán (según los Sinópticos: la Pascua misma), podría caer en el 7 de abril del año 30, o bien el 3 de abril del 33. Es mucho más probable la fecha del 30.
épocas Principales En Su Vida
Aunque los Evangelios no permiten reconstruir una biografía detallada o estrictamente cronológica de Jesucristo, sí nos dan el perfil definido de una persona única, las etapas de cuya vida están más o menos bien delineadas.
Nacimiento e infancia
Lucas relata la concepción milagrosa desde el punto de vista de → María, madre de Jesús, mientras que Mateo usa tradiciones que enfocan más bien a José, el prometido de esta. Ambos evangelistas ofrecen genealogías (→ Genealogía de Jesús) que trazan el linaje mesiánico a través del padrastro. Después de un breve viaje a Egipto en su infancia, Jesucristo pasó el resto de sus días en la Tierra Santa o muy cerca de ella. Así pues, humanamente hablando, el Señor se educó dentro de un ambiente judío. Es más, con la excepción de su nacimiento en Belén y las visitas a Jerusalén para las fiestas, pasó los días anteriores a su ministerio como simple aldeano de la Galilea tan despreciada por los fariseos.
De Lc 2.40, 52 se deduce que la niñez y juventud de Jesucristo fueron normales, pero a la vez perfectas. Se realizó el ideal divino en cada fase de su vida (cf. el encomio divino en el bautismo: «en ti tengo complacencia», Mc 1.11). Aunque estos son los años de silencio, que solo Lucas entre los evangelistas apenas traza, entrevemos que Jesucristo desde temprana edad estaba consciente de su relación filial con Dios. Quizás por la muerte prematura de José, a Jesús se le conocía entre los nazarenos como «el carpintero» (Mc 6.3). No habían visto en Él nada sobrenatural antes del comienzo de su obra pública.
Foto de E. B. Trovillion
La moderna Nazaret, el pueblo en la provincia de Galilea donde creció Jesús (Lc 4.14–16, 33, 34).
Principio de su ministerio
En medio de una Palestina conmocionada por la exhortación al arrepentimiento hecha por → Juan el Bautista, Jesucristo percibió alguna señal divina, salió de Nazaret y fue bautizado en el Jordán. Aquí, descendió sobre Él el Espíritu Santo, y oyó la voz del Padre aprobándolo en términos que también advertían del gran sufrimiento que se le avecinaba. Fue fortalecido por el Espíritu Santo, pero a la vez fue impelido al desierto de Judea, donde Satanás le sometió a una serie de tentaciones (→ Tentación de Jesús).
Después de escoger a sus primeros → Discípulos (Jn 1.35–51) y hacer varios milagros en Galilea y Jerusalén (Jn 2.1–11, 23ss), fue a trabajar a Jerusalén (Jn 2 y 3) y aun entre los samaritanos (Jn 4.1–42).
Su obra en Galilea
Cuando encarcelaron a Juan el Bautista, el Salvador comenzó en Galilea el período de enseñanza intensiva y actividad mesiánica que le cosecharon fama en seguida. Anunció que el momento señalado había llegado y que el Reino de Dios estaba cerca (Mc 1.14s). Sin embargo, su mensaje de arrepentimiento no les parecía «buenas nuevas» a todos. En la sinagoga de Nazaret sus vecinos le rechazaron definitivamente (Lc 4.16ss) y le obligaron a trasladarse a Capernaum. En esta ciudad y otras partes de Galilea trabajó durante más de un año (Mc 1.14–6.34; Jn 4.46–54), revelando su poder sobre la naturaleza (por ejemplo, Mc 4.35–41; 6.34–51), sobre los espíritus malignos (por ejemplo, Lc 8.26–39; 9.37–45), sobre el cuerpo y las enfermedades (por ejemplo, Mt 8.1–17; 9.1–8), y aun sobre la muerte (por ejemplo, Mt 9.18–26; Lc 7.11–17). En el tipo de enseñanzas referidas en el Sermón del Monte (Mt 5–7), afirmó poseer autoridad suprema en la interpretación del Antiguo Testamento y aun en ejercer el juicio escatológico.
Al mismo tiempo, reveló su amor y compasión por los acongojados y oprimidos (por ejemplo, Mt 9.1–8, 18–22; Lc 8.43–48). Una y otra vez declaró que había venido a buscar y a salvar a los perdidos, y ejerció la prerrogativa divina de perdonar pecados (Lc 5.20–26; 7.48ss). Del grupo numeroso de sus seguidores escogió a doce discípulos (Mt 10.1–4//) a los que enseñaba con esmero y preparaba para ser sus apóstoles.
La autoridad con que Jesucristo enseñaba, su superioridad en las polémicas con los líderes judíos y sus milagros de sanidad le ganaron una marcada popularidad entre las masas galileas (por ejemplo, Lc 4.40ss; 5.15, 26; 6.17ss). Esta fama llegó a su clímax en la alimentación de los cinco mil (Mc 6.30–44//), prueba de su mesiazgo que alentó al populacho a intentar coronarle rey (Jn 6.15).
La preparación de los doce
Cuando Jesucristo rehusó ser coronado rey, muchos admiradores y aun discípulos dejaron de seguirle (Jn 6.26ss,66s). Entonces se retiró, siempre rodeado de los doce, al territorio no judío del norte: Tiro, Sidón y Cesarea de Filipo. Pero aun así no pudo escaparse completamente de las multitudes. Cuando lanzó en privado la pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?», Pedro confesó: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». En base a esta revelación, Jesucristo dio la primera de tres predicciones de su aparente derrota a cumplirse en Jerusalén y de la victoria siguiente (Mc 8.31//). Esta autorrevelación a sus discípulos culminó con la → Transfiguración ante el núcleo de los tres más íntimos (Mc 9.2–10//) y la voz del cielo reconoció una vez más la obediencia filial del Salvador: «Este es mi Hijo, el Amado: a Él oíd».
Una vez que los doce comprendieron mejor quién era su Maestro, este intensificó la preparación que les daba para ser luego miembros fundadores de la nueva comunidad. Por medio de → Parábolas, controversias, enseñanzas directas, y su continuo ejemplo personal, el Maestro les aclaró la naturaleza del Reino, el papel del Hijo del Hombre y las cualidades que Dios busca en los seguidores de este.
Hostilidad creciente
Entretanto, la oposición de los gobernantes y maestros religiosos de los judíos crecía rápidamente (Lc 14.1). Ellos buscaban atraparle, contrarrestar su influencia sobre las masas y entregarle a las autoridades romanas para ser ejecutado (Mt 19.1–3//). Ni las advertencias que Jesucristo dirigía a sus enemigos, ni su doctrina impartida con miras a cambiar la actitud de ellos, ni la resurrección de Lázaro junto con otras obras de benevolencia, lograron convencerles de su error. Más bien, su odio se intensificó; la mayoría de los escribas, fariseos y saduceos prefirieron sacrificar la vida de Jesús y no aguantar en su medio esa presencia crítica (Jn 11.46–53).
Foto de Howard Vos
Lugar tradicional del bautismo de Jesús, en el río Jordán, al comienzo de su ministerio público (Mt 3.13–17).
La semana final en Jerusalén
Después de entrar como Mesías en Jerusalén, vitoreado por las multitudes (Mc 11.1–10//), Jesucristo expulsó del templo a los cambistas y traficantes de animales sacrificiales, en señal de su autoridad mesiánica. Enseñando en el templo durante los días siguientes, enfocó el significado de su muerte y resurrección. Se refirió al futuro triste del templo y de la ciudad santa, y mencionó algunas señales de su propio regreso en majestad (Mc 13//).
En la víspera de su pasión, Jesucristo celebró la cena pascual con sus discípulos. Después de lavarles los pies (Jn 13.1–17) y anunciar veladamente que Judas sería el traidor (Mc 14.18–21//), instituyó la Cena del Señor (Mc 14.22–25//), e instruyó a sus discípulos presentes y futuros (Jn 13–17). Luego, el grupo se trasladó a Getsemaní y, tras una lucha agónica en oración, el Salvador se entregó sin reservas a la voluntad de su Padre. Entonces se dejó arrestar y voluntariamente sufrió el maltrato, la condena injusta ante los tribunales religioso y político, y la crucifixión. Este sufrimiento vicario culminó en la cruz, cuando al cabo de tres horas de tinieblas Jesucristo gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mc 15.34). Pero como su muerte era un «dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10.45) y el sacrificio del Cordero por excelencia (Jn 1.29; 19.14a, 36), Jesucristo pudo encomendarse victoriosamente al Padre, sabiendo que su obra terrenal había terminado (Lc 23.46; Jn 19.30).
Su sepultura, resurrección y ascensión
Amigos bajaron el cuerpo desde la cruz y lo sepultaron rápidamente para evitar trabajar después del atardecer del viernes. Dejaron el cadáver en una tumba nueva situada en un huerto, pero no quedó allí muchas horas; el Señor vio cumplida su profecía de resucitar de entre los muertos (→ Resurrección de Cristo). Muy temprano, el domingo, algunas seguidoras descubrieron desierta la tumba (Mc 16.1–8//), y en el transcurso del día el Señor viviente se apareció a varios individuos y grupos de creyentes, disipando sus dudas (Mt 28.9ss; Lc 24.13ss; Jn 20.11–21.22).
Durante cuarenta días se sucedieron las apariciones del Señor resucitado y las nuevas enseñanzas (la recta comprensión del Antiguo Testamento, la venida del Espíritu Santo y la misión mundial de la iglesia) prepararon a los creyentes para la nueva era iniciada por la → Ascensión (Lc 24.51; Hch 1.9ss). A los diez días de esta, el Señor Jesucristo, ya glorificado y «sentado a la diestra del Padre» (Heb 8.1; cf. Hch 2.33), envió su → Espíritu (→ Pentecostés), que también procede del Padre, como su vicario en este mundo. Excepcionales fueron las apariciones a Esteban (Hch 7.55–59) y a Saulo de Tarso (Hch 9.33ss//; 1 Co 15.8) y la visión apocalíptica de Juan, en Patmos (Ap 1.10ss). El Nuevo Testamento vislumbra como próxima aparición de Jesucristo su → Segunda Venida para juzgar al mundo (Hch 1.11). Entonces «todo ojo le verá» (Ap 1.7).
Interpretación Apostólica
Los datos de esta vida única se utilizaron en la proclamación primitiva con miras a la evangelización y la catequesis. En este proceso, lo simplemente histórico se interpretó como era debido. Por ejemplo, en el evangelio que Pablo aprendió después de su conversión (1 Co 15.3–7), la frase «Cristo murió» es descripción histórica, mientras las frases siguientes, «por nuestros pecados, conforme a las Escrituras», son interpretaciones teológicas del dato histórico. Por cierto, estas se fundamentan en las enseñanzas del mismo Señor Jesucristo, pero aclaradas por la resurrección, el don del Espíritu y la experiencia de la iglesia primitiva. Tanto los Evangelios como las Epístolas son el producto de este proceso, protegido divinamente de toda tergiversación o herejía.
La interpretación apostólica de la persona de Jesucristo conserva en una tensión fructífera dos aspectos complementarios de su vida: su humanidad y su deidad.
Foto de Gustav Jeeninga
El mar, o lago, de Galilea, escena de muchos de los milagros y enseñanzas de Jesús (Mt 14.13–33).
Jesucristo, hombre
Aunque los Evangelios no se interesan en el aspecto exterior de Jesucristo, sin duda fue impresionante, de personalidad atrayente (cf. el grito de una mujer, Lc 11.27). Sufrió hambre, sed y cansancio (Mc 4.38) en medio de una actividad tan intensa que, en ocasiones, no le dejaba tiempo ni para comer (Mc 3.20; 6.31). Pero este cuerpo, sujeto a las vejaciones de la angustia (Lc 22.44), respondió siempre a las demandas de una voluntad férrea. Desde el comienzo de su actividad renunció a usar de su poder para fines egoístas, porque «no vino para ser servido, sino para servir» (Mc 10.45). Ni su familia (Mc 3.31ss) ni Pedro (Mc 8.32s) pudieron desviarlo de la misión de sacrificio y abnegación que su Padre le había encomendado. Puso por obra la misma resolución consciente que exigía de sus discípulos (Lc 9.62; 14.28ss).
A pesar de su compasión y espíritu perdonador (Mt 11.28s), de ninguna manera fue una personalidad pasiva. Era capaz de pasiones fuertes: enojo (Mc 3.5; 10.14), celo reformador (Mt 10.34; Jn 2.15) o polémica (Mt 23.4–33; Mc 8.33; Jn 8.34–58), pero estas estaban al servicio de los demás, particularmente de los desgraciados. Tal fue su preocupación por la suerte de los desvalidos, que declaró que todo bien que a ellos se hiciera sería como hacérselo a Él (Mt 25.40; cf. Mc 2.15; Lc 6.20). Sin hacerse ilusiones acerca de los hombres (Mt 7.11; Jn 2.24s), predicó, como nadie más, el amor al prójimo y a los enemigos (por ejemplo, Mt 5.22–26).
Viviendo como hombre entre los hombres, experimentó todas nuestras limitaciones humanas, sin cometer pecado (Heb 4.15). Conoció la tentación (Heb 2.18), la angustia en la oración (Heb 5.7), la disciplina en la obediencia (Heb 5.8) y el desconocimiento de los acontecimientos futuros (Mc 13.32). Aun cuando el Padre se dignó revelarle, como lo había hecho con los profetas veterotestamentarios, ciertos datos del porvenir (por ejemplo, Mc 9.1; 13.5–37; Lc 22.31–34), no le eximió de vivir por la fe, a fin de que fuera ejemplo para nosotros (1 P 2.21). Aun sus milagros, signos del amanecer de la era mesiánica, fluyeron de su humanidad perfecta que vivía en absoluta comunión con el Padre (Jn 5.19; 14.10), llena del poder del Espíritu Santo (Hch 10.38; cf. 2.22).
A la solidaridad de Jesucristo con el resto del género humano se refiere el Nuevo Testamento en varios pasajes. Cristo nos llama «hermanos» (Heb 2.11–14) y aun en su gloria celestial es «Jesucristo hombre» (1 Ti 2.5) y por tanto el único mediador ante Dios. Es el nuevo → Adán, representante del género redimido (Ro 5.14–21; 1 Co 15.21ss). En contraste con todo salvador de tipo → Gnóstico, a Jesucristo se le presenta en los primeros sermones apostólicos como «varón acreditado por Dios ante vosotros» (Hch 2.22), y «a este Jesucristo [es decir, no algún personaje imaginario o irreal que] resucitó Dios» (Hch 2.32). Es el «nacido de mujer, nacido bajo la Ley» (Gl 4.4), que participó a plenitud en nuestra historia, no solo en el sentido de existir auténticamente, sino en el de recapitular y revelar en su experiencia el significado trágico-glorioso de nuestra historia humana.
Aun la más primitiva de las confesiones, «Jesucristo es → Señor» (1 Co 12.3), hace hincapié en la historicidad de Cristo, quien reina ahora y es el mismo que vivió, sufrió y murió por la salvación del mundo. El núcleo de la esperanza cristiana es igualmente «este Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo» (Hch 1.11).
Foto de Howard Vos
Una área excavada en la antigua Jerusalén conocida como el Enlosado, identificada por algunos eruditos como el lugar en donde Pilato emitió juicio contra Jesús (Jn 19.13).
Jesucristo, Dios encarnado
Para afirmar que Jesucristo era un simple ser humano los críticos negativos han tenido que mutilar el Nuevo Testamento, pues el testimonio unánime de los apóstoles asegura que es mucho más que un hombre. Con base en sus obras milagrosas (→ Señales) y en la conciencia mesiánica del mismo Señor, quien se consideraba el → Hijo del Hombre, el → Siervo de Jehová por excelencia, el → Profeta escatológico, el → Juez y el → Hijo de Dios en sentido único, los escritores bíblicos evaluaron la persona de Jesucristo, mediante su experiencia de Él como resucitado y como fuente del Espíritu Santo. Pasajes como Sal 110.1 (el v. más citado en el Nuevo Testamento) se interpretaron a la luz de la ascensión y exaltación de Cristo. En los cultos y fórmulas bautismales se aplicaron a Jesucristo expresiones veterotestamentarias reservadas para Jehová, tales como Señor, → Salvador, → Rey y → Dios (Jn 1.1, 18, HA; Heb 1.8s; 1 Jn 5.20). Le rindieron culto (Jn 20.29) y se les reveló que, sin dejar de ser monoteístas, podían atribuir a Jesucristo la misma majestad y gloria del Padre (por ejemplo, en Ap 22.1 el trono divino es «de Dios y del Cordero»).
Inspirados en ciertos dichos de Jesucristo (por ejemplo, Jn 8.58), los escritores sagrados mencionan también su preexistencia. El → Verbo, aun antes de encarnarse (Jn 1.14), y esto sin la intervención de un padre humano, tuvo su existencia eterna junto al Padre (Jn 1.1s; 17.5) y fue mediador de la creación (Jn 1.3s; 1 Co 8.6; Col 1.15ss; Heb 1.10ss).
Este Jesucristo entonces, que era y es Dios venido en carne, es el único capaz de salvar del pecado (Mt 1.21; Hch 4.12). Vino a su pueblo con las prerrogativas de Mesías e Hijo de David, y trajo la redención, aunque esta no se ajustaba a la esperanza judía. Más que caudillo militar, asumió el papel de → Cordero, de propiciador; por ende, gracias a su obediencia, el Padre le ha constituido → Sumo Sacerdote de su nuevo pueblo, cabeza de la Iglesia y Señor del universo.
Bibliografía:
K. Adam, Cristo nuestro hermano, Barcelona, 1958. S. Barbieri, Las enseñanzas de Jesús, Buenos Aires, 1949. J. Blinzler, El proceso de Jesús, Barcelona, 1960. L. Cerfaux, Jesucristo en San Pablo, Bilbao, 1955. O. Cullmann, La cristología del Nuevo Testamento, Buenos Aires, 1965. A. Graham, VD, III, pp. 112–153. M.J. Lagrange, El evangelio de nuestro Señor Jesucristo, Barcelona, 1942. X. León-Dufour, Los Evangelios y la historia de Jesús, Barcelona, 1966. Idem., IB II, pp. 150–315. A. Nisin, Historia de Jesús, Madrid, 1966. G. Ricciotti, Vida de Jesucristo, Barcelona, 1960. J. Stalker, Vida de Jesucristo, 1879, ed. inglés. P. Von Imschoot, DBH, pp. 962–981.
JESURÚN (el justo). Forma poética del nombre de Israel, empleada por Moisés en su cántico recitado al pueblo poco antes de su muerte (Dt 32.15; 33.5, 26). Jehová Dios llama Jesurún al pueblo de Israel, para recordarle que le ha escogido para ser un pueblo recto y santo (Is 44.2).
JETRO Sacerdote de Madián, conocido también como → Reuel (Éx 2.16, 18). Hospedó y dio trabajo a Moisés cuando este huía de Faraón y luego le dio su hija Séfora por esposa. Después de cuarenta años, cuando Moisés le avisó que se volvería a sus hermanos en Egipto, Jetro le despidió amistosamente (Éx 4.18).
Posteriormente Jetro y Moisés se encontraron en el desierto y estuvieron presentes también Séfora y sus dos hijos (18.1–7). Al escuchar Jetro el relato de las cosas portentosas que Jehová había hecho a favor del pueblo de Israel, no solo reconoció que «Jehová es más grande que todos los dioses», sino que ofreció a Dios holocaustos y sacrificios (18.8–12). Jetro aconsejó a Moisés establecer ayudantes para administrar justicia al pueblo (Éx 18.13ss).
JEZABEL Hija de Et-baal, rey de Tiro y Sidón, y esposa de → Acab, rey de Samaria (1 R 16.31). Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (Ap 2.20) se la tiene por símbolo de la idolatría y la perfidia. Fue Jezabel la que luchó contra Abdías y Elías cuando estos se oponían al culto a → Baal y → Astoret. El episodio de la viña de → Nabot (1 R 21.1–16) muestra que el modo en que Jezabel entendía el carácter y la autoridad de un rey era distinto a cómo lo concebían los hebreos. Jezabel no podía posesionarse de la viña de Nabot. Jezabel fue una mujer con un fuerte liderazgo, mucho mayor que el de su esposo, como se deduce de los relatos bíblicos.
Jezabel murió cuando unos eunucos a las órdenes de → Jehú la tiraron desde una ventana a la calle, donde su cuerpo fue comido por los perros (2 R 9.30–37).
JEZANÍAS → Jaazanías.
JEZREEL (Dios siembra). Nombre de tres lugares y dos personajes del Antiguo Testamento.
1. Valle que separa a Galilea de Samaria. Se divide en dos partes. La occidental, ancha, de figura triangular, se extiende entre el Carmelo, Gilboa y los montes de Galilea. Con frecuencia se le llama Esdraelón (corrupción griega del nombre hebreo), nombre que no aparece en la Biblia. Al norte de la llanura corre el Cisón que desemboca en el Mediterráneo. La parte oriental, mucho más estrecha, comienza en el paso entre Gilboa y More y llega al valle del Jordán. Como Jezreel sirve de paso a través de las montañas septentrionales, lo cruzan los caminos que van del Mediterráneo al Jordán, y de Egipto y Samaria a Galilea, Siria y Fenicia. Debido a esta posición estratégica Jezreel ha sido escenario de muchas batallas decisivas a lo largo de la historia. Por ejemplo, Débora contra Sísara (Jue 4 y 5), Gedeón contra los madianitas (Jue 7), Saúl contra los filisteos (1 S 31); Josías contra Necao (2 Cr 35.20–22).
2. Ciudad fronteriza de la tribu de Isacar (Jos 19.18). Todavía no se ha excavado, pero la han identificado con el caserío árabe de Zerín, al pie del monte Gilboa. Fue parte del quinto distrito fiscal de Salomón (1 R 4.12). Acab la hizo su capital de invierno (1 R 21.1) y en ella ocurrió el funesto incidente de Nabot (1 R 21). Fue aquí donde Jehú mató a Joram, a Jezabel y a toda la casa de Acab (2 R 9 y 10). De esta ciudad se deriva el nombre del valle de Jezreel.
El valle de Jezreel, que separa a la provincia de Galilea del distrito de Samaria. Región rica agrícolamente y que fue escenario de muchas batallas en el mundo antiguo.
3. Población del territorio de Judá (Jos 15.56). Posiblemente se trate de Khirbet Tarrama, unas ruinas a 10 km al sudoeste de Hebrón, pero esta identificación no es definitiva. Una de las esposas de David, Ahinoam, era oriunda de esta Jezreel (1 S 25.43).
4. Descendiente de Judá (1 Cr 4.3), o quizás una de las familias de la tribu de Judá.
5. Hijo del profeta Oseas (Os 1.4), cuyo nombre era un constante mensaje de condenación del profeta contra la dinastía de Jehú. Recordaba la matanza de los descendientes de Omri ocurrida en Jezreel.
JOAB Hijo de Sarvia (2 S 2.13), la hermana de David, hermano de Abisai y Asael (2 S 2.18), y general del ejército de David (2 Cr 27.34). En Gabaón venció a → Abner, general de Isboset (2 S 2.16, 17) y Abner huyó, pero lo persiguió Asael, hermano de Joab. No queriendo matarlo, por respeto a su hermano, Abner previno a Asael que dejara de perseguirle. Pero Asael no desistió y Abner lo mató (2 S 2.19–23). Joab y Abisai, «siguieron a Abner», pero posteriormente se volvieron de perseguirlo; así terminó la lucha luego de la costosa pérdida de vidas (2 S 2.28).
Más tarde, cuando Abner y David se pusieron de acuerdo (2 S 3.6–21), Joab, persona maliciosa y vengativa, reprochó al rey su actitud y por cuenta propia vengó la muerte de su hermano Asael (2 S 3.26). Inocente David de aquella muerte, responsabilizó a Joab pidiendo la justicia divina sobre él y su descendencia (2 S 3.28, 29, 39).
Joab se distinguió como general de los ejércitos de David frente a los amonitas, a quienes derrotó (2 S 10.1–14). Estuvo en el frente de batalla mientras David caía en pecado con Betsabé, y a instancias de aquel, Joab envió a Urías, marido de Betsabé, a una muerte segura (2 S 11.1–27). Fue Joab el que propició y obtuvo un acercamiento de Absalón con David (2 S 14.1–33). Más tarde desobedeció al rey matando con saña a Absalón, un hijo del rey (2 S 19.1–7). Finalmente → Benaía mató a Joab junto al altar del tabernáculo (1 R 2.28–34).
JOACAZ (Jehová ha asido). Nombre de dos reyes en el Antiguo Testamento.
1.Hijo y sucesor de Jehú en el trono de Israel (ca. 815–800). Fue castigado juntamente con el pueblo por las invasiones de Hazael y Ben-adad, debido al culto a los becerros de oro y otras formas de idolatría (2 R 13.3–7). Joacaz se arrepintió y pidió ayuda a Dios y la salvación se dio durante los reinados de su hijo Joás (2 R 13.25) y su nieto Jeroboam II (2 R 14.27).
2.Decimoséptimo rey de Judá (608) e hijo menor de Josías, cuyo nombre originalmente fue Salum (Jer 22.11). Al morir Josías en la batalla de Meguido, lo coronaron rey en lugar de su hermano mayor Joacim que era menos popular. El faraón Necao lo destronó después de tres meses y lo envió a Egipto, donde murió (2 R 23.31–34; 2 Cr 36.2, 3).
JOACIM (Jehová levanta). Segundo hijo de Josías y decimoctavo rey de Judá (ca. 609–598 a.C.). Su nombre era Eliaquim, pero el faraón Necao se lo cambió al proclamarlo rey en lugar de Joacaz, hermano menor de aquel. Permaneció sujeto a Egipto hasta que Nabucodonosor conquistó la tierra. Tres años después, Joacim se rebeló contra Nabucodonosor, quien lo llevó encadenado a Babilonia (2 R 23.34–24.6).
El profeta Jeremías, contemporáneo de Joacim, dictó a Baruc las palabras de Dios contra el pueblo y este las transcribió en un rollo. Luego, cuando Jehudí leyó a Joacim aquellas palabras, este sacó su cortaplumas, despedazó el rollo y lo echó al fuego (Jer 36.21–23). Jeremías lo denunció por sus pecados e injusticias y anunció su violenta e ignominiosa muerte (Jer 22.13–19).
JOAQUÍN (Jehová establecerá). Hijo y sucesor de Joacim. También se llamaba Jeconías (1 Cr 3.16; Jer 27.20) y Conías (Jer 22.24, 28; 37.1). Reinó tres meses y diez días en Jerusalén antes de que Nabucodonosor lo llevara cautivo a Babilonia, juntamente con los de su casa y los tesoros del templo y de la casa real. En Jerusalén le sucedió Sedequías, último rey de Judá. Permaneció preso en Babilonia treinta y seis años, hasta que Evil-merodac, sucesor de Nabucodonosor, lo libertó y le dio un lugar en la mesa del emperador (2 R 24.6–17; 25.27–30; 2 Cr 36.7–10).
JOÁS (Jehová ha dado). Nombre de ocho personas del Antiguo Testamento.
1.Padre de Gedeón, de la familia de Abiezer y la tribu de Manasés (Jue 6.11ss). Era rico (v. 27), pero de espíritu bondadoso y sabio (vv. 29–31). Era dueño de la encina sagrada (v. 11) y del altar de Baal en Ofra (v. 25). Gedeón destruyó el altar de Baal y derribó la imagen de Asera que eran propiedad de Joás su padre, pero este lo defendió ante el pueblo (vv. 25, 28–30).
2.Descendiente de Sela, hijo de Judá (1 Cr 4.22).
3.Hijo de Semaa de Gebaa de la tribu de Benjamín. Uno de los valientes, diestros en el manejo de la honda y el arco, que se unieron a David en Siclag (1 Cr 12.3).
4.Hijo del rey Acab. Juntamente con Amón, gobernador de Samaria, se le encargó de encarcelar al profeta Micaías, cuando este profetizó la derrota de Acab (1 R 22.26s; 2 Cr 18.25).
5.Jefe de una familia benjamita durante el reinado de David (1 Cr 7.8).
6.Oficial de David (1 Cr 27.28).
7.Hijo de Joacaz y decimosegundo rey de Israel (798–782). Visitó al profeta Eliseo cuando este estaba a punto de morir, y le expresó su gratitud por el servicio prestado al reino (2 R 13.14). Con el simbólico disparo de flechas se profetizaron tres victorias sobre los sirios, la primera de ellas sería en Afec. La acción simultánea de Asiria contra los sirios facilitó las victorias. Junto con Jeroboam II (2 R 14.27), a Joás se le considera el salvador prometido a Joacaz (2 R 13.5). Cuando Amasías, rey de Judá, provocó a Joás, este lo derrotó y saqueó a Jerusalén (2 R 14.8–14). En medio de sus victorias, Joás permitió la adoración de los becerros de oro y por tanto su conducta no fue aprobada (2 R 13.11). Le sucedió su hijo Jeroboam II.
8.Rey de Judá (ca. 835–796 a.C.) que ascendió al trono después de una subversión planeada por el sacerdote Joiada.
Durante la dominación de la casa de Omri en Israel, este influyó notoriamente sobre Judá. Atalía, hermana de Acab, rey de Israel, contrajo matrimonio con Joram, rey de Judá. Ocozías, hijo de esta unión, reinó solamente un año, pues Jehú lo asesinó. Esto hizo que Atalía, como reina madre, reinara sola en Judá y pusiera en peligro la dinastía davídica. Su primer acto como reina fue mandar matar a todos los posibles herederos al trono de Judá. Pero Josaba, hermana de Ocozías y esposa de Joiada, escondió a Joás, hijo de Ocozías, quien tenía solo un año. Cuando el niño cumplió siete años, Joiada lo hizo coronar en el templo. Al enterarse Atalía de la coronación de Joás, se dirigió al templo donde murió trágicamente. Joás dedicó la primera parte de su largo reinado a luchar contra la idolatría; pero una vez que Joiada murió la estableció de nuevo, y él mismo se corrompió al grado de asesinar a Zacarías, hijo y sucesor de Joiada (2 R 11.1–12.21; 2 Cr 24.15–22).
JOB Nombre de dos personajes del Antiguo Testamento.
1. Hijo de Isacar y padre de los jasubitas (Nm 26.24). También se le llama Jasub en Números 26.24 y 1 Crónicas 7.1.
2. Personaje central del libro de Job. Todo cuanto sabemos de él nos llega de ese libro y otras dos referencias que de su persona encontramos en la Biblia: Ezequiel 14.14, donde se le menciona con Noé y Daniel, y Santiago 5.11, donde se alude a su paciencia. Si el Daniel de la cita coincide con el de la literatura de Ugarit, los tres personajes podrían situarse en una fecha bastante antigua.
De Uz, su lugar de procedencia, tampoco podemos decir nada con precisión. Lo que sí es claro acerca de Job es que su nombre es proverbial y legendario entre los pueblos del Oriente y especialmente entre los árabes. (→ Job, libro de.)
Foto de Amikam Shoob
El libro de Job se burla del avestruz, que una vez viviera en el Cercano Oriente, por su manera de anidar (Job 39.13–18).
JOB, LIBRO DE Libro del Antiguo Testamento, escrito casi todo en forma poética. Su tema principal es el sufrimiento del justo.
El libro toma el nombre del personaje principal, Job.
Estructura Del Libro
Job comienza con dos capítulos de introducción. Los capítulos 3 al 37 constituyen el núcleo del libro y pueden dividirse en cuatro partes bien definidas. La primera contiene el diálogo con Job que entablan Elifaz, Bildad y Zofar. Este diálogo a su vez tiene tres ciclos de discursos en que hay una intervención de cada amigo y la respuesta de Job. El primer ciclo va del capítulo 3 al 14, el segundo del 15 al 21 y el último del 22 al 26.
La segunda parte de la sección poética la constituyen los capítulos 27–31, de los cuales el 28 es un bello elogio de la sabiduría. Los capítulos 29–31 son un resumen que Job hace de todo el debate anterior.
La tercera está formada por el largo discurso de Eliú en los capítulos 32–37. Este personaje no se ha mencionado antes en el libro. Parece ser un joven sabio que ha llegado cuando el debate estaba ya en marcha y que, después que los tres amigos de Job no tienen ya nada que añadir, resuelve también intervenir. Su discurso repite en gran parte lo que ya se ha dicho, pero con la novedad de que su intervención establece un giro distintamente teológico.
La última palabra en el asunto la tiene Jehová (38.1–42.6), y esta constituye la cuarta y última parte de la sección poética. Es la parte culminante de todo el poema.
El ambiente y la terminología del poema sugieren un tribunal en el cual Job ocupa el banquillo de los acusados. Nótese que aunque la magnitud de los sufrimientos y de la paciencia en el caso de Job se han vuelto proverbiales, no es esto lo que constituye el meollo del poema. A Job le preocupan intensamente sus relaciones directas y personales con Dios. Su gran querella consiste en saber por qué Dios lo ha abandonado.
Las respuestas de sus amigos fatigan e impacientan a Job porque representan las impugnaciones prefabricadas de personas que, a base de un concepto individualista de Dios, juzgan por igual todas las circunstancias y a todas las personas. Él los oye con atención pero, aunque entiende la lógica de sus argumentos, sospecha que las bases de su razonamiento no son firmes; que la explicación de su problema no puede ser tan simple, tan automática ni tan final. Poco a poco va impacientándose con sus interlocutores porque ve en su actitud y en sus conceptos un enorme muro que se interpone entre él y su Dios. En varias ocasiones expresa el deseo de ir directamente a Dios para que sea Él quien lo juzgue. Expresa la certeza de que su Vindicador vive y de que en algún momento le responderá en forma adecuada.
Job aboga insistentemente por un acceso personal y directo a Dios, y en sus interlocutores solo ve a intermediarios que le impiden este acceso y que le ofrecen conceptos estereotipados imposibles de aceptar. Por eso ninguno, ni siquiera Eliú, que se jacta de su sabiduría y de tener en su haber todas las respuestas, puede responder satisfactoriamente a la querella de Job. No obstante, la paz y la alegría regresan al alma de Job cuando directamente oye la voz de Jehová (38–42).
El poema llega a su clímax en 42.5 con las palabras de Job: «De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven», y en el repudio que Dios hace de los interlocutores de Job y el respaldo que da a este en 42.7. Nótese que, cuando Job pronuncia sus palabras de satisfacción en 42.5, su enfermedad había llegado a extremos espantosos. Esto no preocupa a Job ante el gozo de haber podido, al final, pasar por encima de sus intermediarios y haber llegado al tribunal divino. Por eso el libro de Job va más allá del problema que se toca de paso en el diálogo; llega hondamente al problema de cómo entendemos la relación entre el hombre y Dios.
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Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
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I. Las circunstancias de Job 1.1–5
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Primera parte: El dilema de Job (1.1—2.13)
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II. El primer asalto de Satanás 1.6–22
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III. El segundo asalto de Satanás 2.1–10
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IV. La llegada de los amigos de Job 2.11–13
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I. El primer ciclo de debate 3.1—14.22
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Segunda parte: Los debates de Job (3.1—37.24)
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A. Primer discurso de Job 3.1–26
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B. Primer discurso de Elifaz 4.1—5.27
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C. Respuesta de Job a Elifaz 6.1—7.21
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D. Primer discurso de Bildad 8.1–22
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E. Respuesta de Job a Bildad 9.1—10.22
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F. Primer discurso de Zofar 11.1–20
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G. Respuesta de Job a Zofar 12.1—14.22
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II. El segundo ciclo de debate 15.1—21.34
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A. Segundo discurso de Elifaz 15.1–35
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B. Respuesta de Job a Elifaz 16.1—17.16
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C. Segundo discurso de Bildad 18.1–21
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D. Respuesta de Job a Bildad 19.1–29
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E. Segundo discurso de Zofar 20.1–29
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F. Respuesta de Job a Zofar 21.1–34
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III. El tercer ciclo de debate 22.1—26.14
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A. Tercer discurso de Elifaz 22.1–30
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B. Respuesta de Job a Elifaz 23.1—24.25
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C. Tercer discurso de Bildad 25.1–6
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D. Respuesta de Job a Bildad 26.1–14
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IV. La defensa final de Job 27.1—31.40
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A. Primer monólogo de Job 27.1—28.28
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B. Segundo monólogo de Job 29.1—31.40
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V. La solución de Eliú 32.1—37.24
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A. Eliú interviene en el debate 32.1–22
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B. Primera refutación de Eliú 33.1–3
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C. Segunda refutación de Eliú 34.1–37
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D. Tercera refutación de Eliú 35.1–16
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E. Conclusión de Eliú 36.1—37.24
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I. La primera controversia de Dios con Job 38.1—40.5
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Tercera parte: La liberación de Job (38.1—42.17)
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A. Primer reto a Job 38.1—40.2
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B. Primera respuesta de Job a Dios 40.3–5
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II. La segunda controversia de Dios con Job 40.6—42.6
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A. Segundo reto de Dios a Job 40.6—41.34
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B. Segunda respuesta de Job a Dios 42.1–6
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III. La liberación de Job y sus amigos 42.7–17
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Autor Y Fecha
El libro no da indicaciones ni del autor ni de la fecha de su escritura. Por no mencionar la historia de Israel ni sus ritos religiosos, algunos lo han fechado en el tiempo de Moisés o los patriarcas. Sin embargo, aunque la base histórica de la narración pudiera ser tan antigua, probablemente el libro fue escrito posteriormente. Se han sugerido muchas fechas entre el tiempo de Salomón (950 a.C.) y 250 a.C. Muchos prefieren la última parte de este período, pero ciertos paralelos con la poesía de → Ugarit sugieren una fecha entre 950 y 500 a.C.
Marco Histórico
Los hechos que se describen en Job pueden haber ocurrido siglos antes de que se escribiera el libro. Job bien puede haber vivido en tiempos de Abraham, allá por el 2000 a.C.
Como Abraham, la fortuna de Job se medía en términos de rebaños y ganado. Conforme a la costumbre patriarcal, los hijos casados de Job eran parte de su casa. Vivían en tiendas apartes, pero se sometían a la autoridad del jefe de la familia.
Aporte a La Teología
Job parece abrir la puerta al concepto neotestamentario de la gracia, al plantear que Dios está más allá de la misma Ley y de las interpretaciones que los hombres hicieron de ella en momentos específicos. Ese concepto nos lleva a confiar en Dios en cualquier circunstancia. No ganamos nada con tratar de entender el porqué de la dificultad. A veces el justo sufre sin saber por qué, de ahí que sea importante aprender a dejarlo todo en las manos de Dios.
Por otro lado, este magistral libro, nos deja ver que Dios no está amarrado ni a este mundo, ni a su pueblo, ni al concepto que tengamos de la naturaleza divina. Dios es libre y soberano. Ante su grandeza nos sentimos empequeñecidos. Como Job, no hallamos más remedio que rendirnos a Él con humildad.
El libro no termina sin recalcar que Dios es bueno y justo en todos sus tratos. Al final restauró a Job y hasta le dio más de lo que antes tenía. Si permanecemos fieles, a la postre Dios siempre disipa las tinieblas de nuestra existencia con la luz de su presencia.
Otros Puntos Importantes
Lo primero que llama la atención al intentar analizar el libro de Job es que los dos primeros capítulos y el último, a partir del v. 7, están escritos en prosa y parecen servir únicamente de punto de partida y de conclusión, respectivamente, al cuerpo mismo del libro (3.1–42.6), que está todo escrito en verso. Este fenómeno se trata ampliamente en los comentarios. Muchos lo ven como indicación de diferentes autores. Sin embargo, se debe tomar en cuenta que este estilo, A. B. A., es conocido en otras literaturas antiguas. Un ejemplo es el código de Hammurabi, que tiene un prólogo en poesía, las leyes en prosa y un epílogo en poesía.
Job es un joya de la literatura universal. Por ello, y por el contundente impacto de su contenido, tenemos que leerlo y releerlo con detenimiento.
JOCTÁN Hijo menor de Heber y hermano de Peleg, de la familia de Sem (Gn 10.25, 26; 1 Cr 1.19, 20, 23). Su nombre se desconoce fuera de la Biblia, pero con base en sus descendientes se conjetura que representa a numerosos grupos de tribus habitantes de la Arabia del sur.
JOEL (Jehová es Dios). Nombre de once o doce personajes del Antiguo Testamento (1 Cr 4.35; 5.4, 8, 12; 6.36; 1 S 8.2; cf. 1 Cr 6.28–33; 7.3; 11.38; 1 Cr 15.7, 11; cf. 1 Cr 23.8; 27.20; 2 Cr 29.12; Esd 10.43). Entre estos se destaca el autor del libro profético que lleva ese nombre, de quien nada sabemos sino que fue hijo de Petuel (Jl 1.1). (→ Joel, libro de.)
Mosaico del profeta Joel, que profetizó acerca del derramamiento del Espíritu de Dios en los últimos días (Jl 2.28).
JOEL, LIBRO DE Breve libro profético del Antiguo Testamento que predice el derramamiento del Espíritu de Dios, profecía que se cumplió varios siglos después en el Día de Pentecostés (Jl 2.28–32; Hechos 2.14–21). El libro tiene como título el nombre de su autor.
Estructura Del Libro
El libro de Joel se divide en dos partes bien definidas. El criterio básico de la división es la mención de «el Día de Jehová». En la primera parte se toma a este día como algo que ya ocurrió, mientras que en la segunda parte se trata de algo futuro. La primera parte (1.1–2.27) describe una plaga de langostas e interpreta su significado. La imagen de las langostas parece referirse a un ejército extranjero invasor. Luego describe con realismo la manga que avanza primero sobre el campo (1.2–12) y después contra la ciudad (2.1–11), destruyéndolo todo, hasta que no queda ni con qué hacer las ofrendas rituales (1.8–10). Joel interpreta esta señal como un llamado al arrepentimiento (1.13, 14) en vista del → Día de Jehová que se aproxima (1.15; 2.12–17) y que será terrible (2.16–20). Si el pueblo se arrepiente, ayuna y ora, Dios no desoirá su clamor, «se arrepentirá» (es decir, no persistirá en destruir) y hará volver la prosperidad (2.18–25).
La segunda parte (2.28–3.21) tiene un profundo contenido escatológico y apunta al futuro con un encendido lenguaje apocalíptico. Es una visión del porvenir, que describe: (1) un derramamiento intenso del Espíritu sobre todo el pueblo (2.28–32; cf. 3 en el texto masorético), y (2) la destrucción de los enemigos de Israel que es descrita en colores apocalípticos, y la restauración del pueblo de Dios 3.1–21; capítulo 4 en el texto masorético. En vista de que la primera parte parece describir un hecho histórico concreto y la segunda es una profecía del fin, algunos críticos han concluido que se trata de dos porciones, correspondientes a distintos autores y épocas. Pero eruditos más recientes han afirmado la unidad del libro.
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I. El Día del Señor en el pasado 1.1–20
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A. El pasado día de la langosta 1.1–12
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Un bosquejo para el estudio y la enseñanza
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B. El pasado día de la sequía 1.13–20
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II. El Día del Señor en el futuro 2.1—3.21
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A. El Día venidero del Señor 2.1–27
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1. Profecía sobre la invasión venidera de Judá 2.1–11
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2. Promesa condicional de la salvación de Judá 2.12–27
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B. El Día definitivo del Señor 2.28—3.21
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1. Sucesos finales antes del terrible Día del Señor 2.28–32
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2. Suceso del terrible Día del Señor 3.1–21
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a. Juicio sobre los gentiles 3.1–17
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b. Restauración de Judá 3.18–21
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Autor Y Fecha
El autor fue Joel (1.1), un profeta de Judá, que predicó en Jerusalén y que al parecer era versado en la literatura profética precedente y contaba con un notable discernimiento espiritual.
El libro es difícil de fechar porque refleja algunas condiciones que corresponden a épocas de antes del cautiverio, y otras propias de un período posterior. La tradición lo consideraba como la más antigua obra profética escrita que se haya conservado, y lo ubicaba durante la infancia de Joás, en el siglo IX a.C. Sin embargo, hay que considerar seriamente la similitud del concepto de Joel del «Día de Jehová» con el vocabulario del profeta Sofonías (Jl 2.2; Sof 1.14–16). Sofonías profetizó durante el reinado de Josías de Judá (640–609 a.C.). Por lo tanto, esta también parece ser la fecha más problable del libro de Joel.
Marco Histórico
Si Joel escribió su libro allá por el 600 a.C., tiene que haber vivido en los frenéticos postreros años de Judá. Quizás ya el ejército de Babilonia había destruido a Jerusalén y se había llevado cautivos a los ciudadanos más importantes. De todos modos, su contenido indica un tiempo de crisis nacional total, especialmente en lo espiritual. La comunidad había pasado por un tiempo de destrucción y humillación generalizada. A la pobreza material se agregaba la indigencia espiritual y moral. La situación religiosa era crítica. Joel no ve otra posibilidad que una renovación profunda en la relación del pueblo con Jehová.
El tono de Joel es pastoral y conciliador. El eje de su profecía consiste en una liturgia de lamento, una expresión de confianza en que el resultado final de la situación de crisis está en las manos de Dios, que es compasivo y fiel.
Aporte a La Teología
El libro de Joel es importante porque muestra que un mensaje de Dios muchas veces puede venir empaquetado en la forma de un desastre natural. La verdad del libro tiene sus raíces en la desastrosa plaga de langostas que Joel describe con vívido lenguaje. El profeta nos enseña que el Señor puede valerse de un desastre natural para llevar a su pueblo a una renovada percepción de su voluntad. Cualquier desastre natural (inundación, fuego, huracanes, terremotos) puede llevar a la persona sensible a prestar de nuevo atención a las palabras del Señor.
Otros Puntos Importantes
Los valores de este pequeño libro son notables en distintos sentidos. La precisión de las descripciones y lo vívido de las figuras, la cualidad poética y la habilidad artística del autor (como al ilustrar con el fenómeno dramático de la langosta los hechos sobrenaturales del «Día de Jehová») han llamado profundamente la atención de los estudiosos.
Pero su importancia principal es la de ser precursor de la literatura apocalíptica. Los hechos históricos son proyectados sobre una pantalla final: las langostas son una representación de los poderes que oprimen al pueblo de Dios. Joel no condena al pueblo por su pecado ni afirma que su situación de opresión presente es el resultado de su maldad. En la mente de Joel, el problema no está en los pecados de Judá sino en la crueldad y maldad de otras naciones en contra de Judá. La restauración de los campos arrasados es una imagen de la recuperación de la original armonía de la creación y de su perfección en el reino venidero (3.17, 18; cf. Jn 4.14; Ap 22.1, 2). El futuro traerá la reivindicación del pueblo de Dios y la destrucción de sus enemigos (3.9–17; cf. Ap 14.4–20). Considerados aisladamente, estos pasajes pueden sugerir un estrecho nacionalismo, pero en la totalidad de la revelación, atestiguan el triunfo final de la justicia divina y la derrota de las fuerzas del mal: esta es la confianza que sostiene a la fe.
Pero es la promesa del derramamiento del Espíritu la porción más apreciada de Joel. El «Día de Jehová» no se caracterizará simplemente por hechos espectaculares, sino por la efusión del Espíritu de Dios sobre todo su pueblo.
El Nuevo Testamento se apropia esta promesa: la iglesia primitiva ve con razón en → Pentecostés el cumplimiento de ella (2.28, 29, 32; cf. Hch 2.16–21, 32, 33). El Espíritu es, a su vez, la señal y confirmación de esa otra promesa que Joel vio: el Día del Señor, Día de Juicio y restauración, que la Iglesia heredera del Antiguo Testamento espera.
Bibliografía:
David Allan Hubbard, Joel and Amos: An Introduction and Commentary. Arvid S. Kapelrud, Joel Studies. Graham S. Ogden y Richard R. Deutsch, A Promise of Hope—A Call to Obedience. Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz, Profetas: introducción y comentario, vol. 2. H.W. Wolff, Joel and Amos.
JOHANÁN (don de Jehová, raíz hebrea del nombre «Juan» del Nuevo Testamento).
1. Príncipe del ejército judío que junto con otros jefes, estaba en el campo después de la caída de Jerusalén, 587 a.C. Según parece, se trataba de un grupo guerrillero refugiado al este del Jordán. Johanan se unió con Gedalías en Mizpa, y en vano le advirtió respecto de la trama de Ismael. Después, vengó su asesinato. Contra las advertencias de Jeremías, Johanán y los otros jefes guiaron la fuga hacia Egipto, «por temor de los caldeos» (2 R 25.23–26; Jer 40–44).
2. Levita de los hijos de Coré, uno de los porteros del tabernáculo en tiempo de David (1 Cr 26.3).
3. Jefe bajo el rey Josafat, al mando de doscientos ochenta mil soldados (2 Cr 17.13, 15, 19).
4. Levita de la familia de Sadoc (1 Cr 6.9).
5. Hijo mayor de Josías rey de Judá (1 Cr 3.15).
Otros personajes con este nombre se mencionan en los siguientes pasajes: 1 Cr 3.24; 12.4; 12.12; 2 Cr 28.12; Esd 8.12; 10.28; Neh 12.13, 22; 12.42).
JOIADA (Jehová sabe). Nombre de siete personas en el Antiguo Testamento.
1. Padre de Benaía, capitán de los cereteos y peleteos del rey David (2 S 8.18) y persona valiente (23.20).
2. Sacerdote en tiempos de → Ocozías, → Atalía y → Joás, reyes de Judá. En 2 R 12.10 se le llama sumo sacerdote, y es el primero en recibir este título. Su esposa Josabet, hija del rey Joram (2 Cr 22.11), salvó al niño Joás, hijo de Ocozías, cuando Atalía, la reina madre, intentó asesinar a todos los posibles herederos del trono. Joiada lo mantuvo escondido en el templo durante seis años, después de los cuales lo proclamó rey. Mientras Joás era menor de edad, Joiada desempeñó el cargo de regente (2 Cr 22.10–23.15). Inició un avivamiento religioso, destruyendo los altares de Baal (23.16ss) y restauró el templo (2 R 11.21–12.16; cf. 2 Cr 24.8–14).
3.Príncipe del linaje de Aarón (1 Cr 12.27), posiblemente el mismo que el No. 1 arriba.
4.Consejero de David después de Ahitofel (1 Cr 27.34).
5.Uno que ayudó en la reconstrucción del muro de Jerusalén (Neh 3.6).
6.Sumo sacerdote, hijo de Eliasib (Neh 12.10, 11, 22).
7.Sacerdote en tiempo de Jeremías en lugar del cual, y por medio de una carta, Senaías declaró sacerdote a Sofonías (Jer 29.26).
JONADAB (Jehová es generoso). Nombre de dos personajes del Antiguo Testamento.
1. Hijo de Simea, sobrino de David y falso amigo de Amnón. Persona astuta y malvada que explicó a Amnón cómo violar a Tamar, su prima hermana (2 S 13).
2. Hijo de Recab, ceneo y jefe de los → Recabitas, tribu nómada que vivía en tiendas y se abstenía del vino (Jer 35.6–19). Cuando Jehú avanzó sobre Samaria confió a Jonadab su anhelo secreto de destruir a los servidores de Baal (2 R 10.15–23).
JONÁS (paloma). Nombre de dos personajes en la Biblia.
1.Hijo de Amitai que fue profeta de Israel. En 2 R 14.25 se habla por única vez en el Antiguo Testamento de un profeta Jonás hijo de Amitai, oriundo de → Gat-hefer, que profetizó bajo Jeroboam II (783–743) «que Jehová restituirá los términos antiguos de Israel». A él tradicionalmente se ha atribuido el libro de Jonás. (→ Jonás, libro de.)
2.Padre del apóstol Pedro (Mt 16.17).
JONÁS, LIBRO DE Dentro del conjunto llamado profetas menores está el libro de Jonás. Este, sin embargo, difiere totalmente de los escritos proféticos. No es profético en el sentido en que se suele hablar de los demás libros de este género, que son una colección de oráculos proféticos.
Estructura Del Libro
El libro de Jonás se presenta más bien como una sencilla narración de la comisión de Dios al profeta. Para eludir el encargo de ir a predicar a Nínive, capital de Asiria, Jonás se embarca en Jope rumbo a Tarsis. Una vez en camino a esta ciudad, convencidos los tripulantes (por las suertes echadas y la confesión del propio Jonás) de que Jonás es la causa de la súbita tempestad que los asalta, arrojan al mar al profeta y el mar se calma inmediatamente (1.1–15). Un gran pez se lo traga y pasa en el vientre del animal tres días (2.1–10), tras los cuales lo vomita en tierra firme (2.10).
Después de una segunda comisión divina, → Jonás va a Nínive y predica (único oráculo profético). La conversión de la ciudad es total (3.1–10).
Enojado por la conversión de Nínive, Jonás llega hasta desear la muerte. Para enseñarle una lección, Jehová preparó una calabacera que protegiera del sol al profeta, pero después envió un gusano que la destruyera. Un viento cálido del este se sumó a la agonía del profeta, quien gimió y deseó aun más la muerte. Dios entonces le recordó que Él era un Dios de compasión y que tenía derecho a amar y perdonar a los asirios (4.1–11).
El libro ha recibido las más variadas interpretaciones en cuanto a su carácter. Dos corrientes permanecen frente a frente: la literal (histórica) y la parabólica (didáctica). Tradicionalmente el libro se ha interpretado en el primer sentido, al pie de la letra, como la historia de la misión de Jonás y sus resultados. Jonás sería el mismo que profetizó en tiempos de Jeroboam II (siglo VIII a.C.), el cual es mencionado en el encabezamiento del libro (1.1). Para decir esto se basan en (1) la tradición judía y patrística; (2) las alusiones que Jesús hizo de la vida de Jonás (Mt 12.40 y Lc 11.30); (3) el hecho de que el libro se escribe como una historia, incluyendo muchos detalles geográficos, topográficos e históricos; (4) si no es histórico no hay razón para atribuir los sucesos al profeta Jonás; (5) si es una parábola, es extraño que sea tan larga y que no incluya más indicación o explicación de su moraleja.
Hoy, sin embargo, muchos han abandonado la interpretación histórica, lo cual no significa negar la inspiración del libro, ni el elemento sobrenatural en las Escrituras. Es una cuestión literaria. Entre las razones de esta interpretación no histórica se dan: (1) el extraño matiz de los milagros (la tempestad repentina, la calma renacida después de caer Jonás al mar, el gran pez, el retorno a la playa, la súbita conversión de aquella gran ciudad, la calabacera que crece en una noche y en otra se seca); (2) aunque se ven ciertos paralelos con la misión de Elías y Eliseo (1 R 17.9ss; 2 R 5.1ss), el relato no se incluye en los libros históricos; más bien parece una parábola dramatizada, al estilo del rico Epulón y el mendigo Lázaro (Lc 16.19–31); (3) es cuestionable el gran tamaño de la ciudad que se refleja en 3.3; y (4) la falta de indicios o pruebas de una conversión masiva en Nínive.
Hay que reconocer que las alusiones de Jesús, aunque significativas, no comprueban la historicidad de Jonás, pues Jesús no se pronunció al respecto. Pero los argumentos contra la interp
Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (2000, c1998). Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.